N° 88 - ¡No con Santos!

Hay una anécdota muy sabrosa de Don Santiago que me contaron separadamente, hace tiempo, dos de sus más íntimos amigos, El CMS Carlos Pluss y el C. Pascual Agueci, ambos fallecidos años atrás, que considero importante que se conozca y sobre la cual deseo extenderme en esta Reflexión, pues tiene relación con el futuro de la Obra y, a mi juicio, con la tarea del Maitreya.

Había viajado desde Buenos Aires a Rosario en auto conducido por Plus y, acompañado por Pascual visitó uno o varios de los Superiores de Cafh. Entró solo en la casa de la reunión y al rato salió enojado, ordenando: “¡Vamos!” A las pocas cuadras de marcha, se volvió hacia el asiento trasero, diciendo: “Mire Pascual: No deseo encarnar nunca más en esta Tierra, pero si tengo que volver para hacer una Obra, no trabajaré con “santos”, ¡sino con pistoleros!”

Así que ya saben aquellos Hijos y amigos que aspiran encontrar al Maestro en alguna reencarnación probable: ¡Nada de beaterías! ¡Nada de mojigatería espiritual en su relación con él! La Obra será Renuncia Integral, firme, concreta, de holocausto, como explicó aceradamente en el Curso “La Renuncia en el Mundo”. Si no, será mejor que se inscriban en alguna confesión religiosa que colecciona santos por miles, de todos colores y tamaños, los pone en los altares, bien maquillados, con trajes suntuosos; la entrada al templo es libre, gratuita y fácil.

La misma advertencia puede decirse a los actuales trabajadores del Mensaje de la Renuncia, porque la manifestación del Maestro Santiago a sus amigos se refería a situaciones reales de la década del 50 del siglo pasado, “los santos”, y avanza sus propósitos hacia el futuro, tal vez lejano, dos o tres mil años adelante, en Acuario, o nunca, un mundo desconocido, imprevisible y fantástico.

Estamos experimentando un adelanto potencial de ese futuro tentador por medio de las Enseñanzas que se expanden mágicamente por el planeta, desde América hasta la lejana China e islas del Pacífico. Esto es real, actualizado y dinámico, cumpliendo los deseos del Maestro: “¡No con santos!” sin superficialidades, sino con todos los hombres.

La banalidad en la vida espiritual se produce cuando las religiones, los credos, las órdenes y demás instituciones culturales se masifican y las multitudes invaden todos los espacios, no sólo físicos, sino también doctrinarios, administrativos, económicos y publicitarios ¿Qué otra cosa puede hacer la Iglesia Romana con sus millones de fieles expectantes sino montar grandes ceremonias en San Pedro y los viajes del Papa por los estadios en países distantes, hablando diversos idiomas? Las peregrinaciones a la Meca mueven a las masas musulmanas y con fantásticas vueltas alrededor de la Kaaba satisfacen al alma mágica de los peregrinos. En gigantescos festivales junto a los ríos sagrados de la India las muchedumbres buscan una purificación acuática para tirar un año más de miseria cotidiana. Y ese Pastor de Buenos Aires que predica a Jesús bailando un “rock light”, entreteniendo a multitudes frívolas en los teatros, con sus consejos, lecturas y advertencias… ¡Etcétera!

La Iglesia Católica Ortodoxa y la Romana, que crearon los Santos, mantienen la exclusividad, como una marca registrada, y los siguen produciendo. Los otros cultos, Budismo, Islam, Hinduismo, Taoismo, Espiritistas, Mormones, etc. no tienen santos. Han producido místicos grandiosos y perdurables, como Rumi, Ramakrishna y Lao Tse, pero Occidente no los reconoce, porque los Santos, almas que están en el Paraíso, son un monopolio de la Iglesia: el sucesor de San Pedro tiene las llaves de las Puertas que abre y cierra a voluntad. Juana de Arco tuvo que esperar seis siglos para ser santificada y el mártir Savonarola no lo consiguió nunca.

Más allá de estos comentarios, las Enseñanzas declaran que la finalidad de la vida humana es la perfección integral. Este concepto ha sido expuesto magistralmente en el Curso “La Renuncia en el Mundo” sobre la necesidad de una Ética del bien y del mal, puntualizando las limitaciones que se imponen aquéllos que buscan la santidad. En un mundo determinado por el antagonismo del par de opuestos, la Era de Picis que está terminando, la lucha de los contrarios intenta resolver las contradicciones, como está ocurriendo en estos momentos entre Judíos, Cristianos y Musulmanes. Pero en la Nueva Era, Acuario con pluralidad de los mundos y leyes de reversibilidad analógica, los valores cambian armoniosamente por acción de la Renuncia. La violencia se transforma en comprensión. Los odios transmutan en conocimiento. Los celosos Dioses personales concilian entre sí en el cuerpo místico de la Divina Madre. La Madre llama a sus Hijos dispersos, no sólo los Dioses que fundaron diversas corrientes de pensamiento, sino a los mortales, aunque ahora combatan furiosamente entre ellos. Esa época de guerras terminará en inmunidad, porque el Fuerte Libertador Maitreya está desplegando todo el poder de su Barrera Radiante en el espacio planetario físico, cibernético y espiritual, potenciando las energías latentes del nuevo tiempo.

Los nombres santos están emigrando al Nirvana y son olvidados. Ahora surgen “ideas y obras nuevas”, gérmenes del futuro brotan en el alma fértil de los predestinados. Los actores son hombres vivos, sin pasado, desarrollan integralmente las cualidades que traen en sus almas desde el nacimiento, y sin afiliarse a ningún dogma, credo ni condicionamiento, expresan una manera de ser libre, una egoencia.

Si se estudian regularmente las Enseñanzas que describen y explican las cualidades actuales y futuras del ser humano, especialmente las del hombre americano, protagonista de la Era Acuariana, se comprobará que la Doctrina de la Renuncia no es para mediocres, personas de vocaciones tibias que se conforman con apariencias y títulos. Después de la muerte del Fundador, quien consideraba que su obra estaba terminada, un equivocado concepto del éxito a cualquier costo, produjo la masificación de la Obra. No quiere decir que se incorporaron muchas personas, sino que relativizaron las ideas; siguieron siendo una cantidad importante de individuos, pero descendió la calidad de la Enseñanza y la disciplina indispensable hasta niveles vulgares. El filósofo español José Ortega y Gasset, en su libro “La Rebelión de las Masas”, explica que el concepto de masas no se refiere a cantidad, sino a mediocridad, al hombre medio, vulgar. En “El Hombre Mediocre” el sociólogo argentino José Ingenieros (1875-1925) trata el mismo asunto con sagacidad. No es de extrañar que en estos días, la majestuosa “Sagrada Orden de los Caballeros Americanos del Fuego” quedara reducida a una intrascendente Fundación Cafh, controlada administrativamente por la Dirección Nacional de Personas Jurídicas. Como dijo Napoleón en sus últimos años de Santa Helena: “De lo sublime a lo ridículo hay sólo un paso”.

Hoy luchan entre sí ferozmente los hombres que se criaron bajo los mantos de religiones monoteístas, judíos, cristianos y musulmanes, en nombre de sus dioses personales y las ideas que ellos sostienen. El origen de estas confrontaciones sangrientas es anterior a estos pueblos, se remonta al Egipto antiguo descrito en las Enseñanzas bajo el título “La guerra de los Dos Soles”, ya considerada en estas Reflexiones: Amón politeísta, la Sabiduría y Atón monoteísta, el Sentimiento. Con el transcurrir de los siglos el monoteísmo se extendió por el cercano oriente por acción de los fieles de Jehová y posteriormente con el Cristianismo, el Islam y sus poderosas fuerzas expansivas. Con el descubrimiento de América se extendieron por el planeta, dominando a los pueblos. Ahora combaten entre ellos hasta la aniquilación.

El Sumo Sacerdote de Amón fue, en su penúltima encarnación, hace 3.500 años, Santiago Bovisio, autor de las Enseñanzas. Y aunque declaró que no quería volver más a la Tierra, como hemos transcrito en los primeros párrafos, dejó abierta esa probabilidad, pero de otra manera, acorde con los tiempos venideros temidos y profetizados.

Tuve la suerte de estar presente en el momento que declaraba ser antiguo Gran Sacerdote de Amón, y deseo contar ese acontecimiento, porque explica la paradoja. Yo estaba en la Comunidad de Ordenados de La Plata y como Superior, el señor A. B.; iba a emitir los Votos Perpetuos; Don Santiago invitó a una gran cantidad de Hijos a la Asociación de Cultura Espiritual Argentina de Buenos Aires. Antes de la ceremonia, el Maestro pronunció un vibrante discurso, relatando desde cuándo y cómo conocía al señor A. B. Fue así: Huyendo de los soldados del Faraón Iknatón que los perseguía, el Sumo Sacerdote se internó en el desierto del Sinaí, acompañado por un grupo de fieles. Fueron acogidos por una tribu de beduinos que pastoreaban sus rebaños y allí simpatizó con un muchacho agradable a quién invitó a acompañarlo en su peregrinación. El muchacho A. B. le respondió que no podía porque tenía que cuidar a su padre. El Gran Sacerdote siguió viaje hasta Grecia donde fue acogido amistosamente por una pandilla de bandidos que asaltaban las aldeas de la región. Permaneció entre ellos varios años hasta que pudo regresar a Egipto, después que murió Iknatón. Don Santiago pudo reconocer y reunir a muchos de sus antiguos compañeros, entre ellos el bandido, señor M., quienes habían reencarnado en el siglo XX para acompañarlo y ayudarlo en la Obra. En la parte final de su discurso, se extendió con vehemencia sobre los efectos nefastos del triunfo del monoteísmo: ¡Cuatro mil años de oscurantismo! Exclamó. Luego hizo silencio e inició la ceremonia de los Votos. (Más tarde, en privado, contó a sus allegados que un Maestro se le apareció en astral y llevándose el índice a los labios, le indicó que guardara silencio).

Han pasado años, personajes, acontecimientos y recuerdos en esta maravillosa aventura de vivir junto al Maestro, en el Cielo y en la Tierra. La Obra y la fascinación continúan y penetramos en la oscuridad de estos tiempos atormentados guiados por su luz, porque su extraordinario magisterio, en cualquier tiempo y lugar que nos encontremos, nos libera con alegría.

José González Muñoz
Enero de 2007

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