N°
12 - Renuncia y Renuncia Consecuente
En su libro
"El Camino de la Renuncia", el Maestro Santiago afirma que el
Renunciamiento es el único camino para la salvación del
género humano, y no hay otro. Y agrega: "Esta doctrina fundamental
no es nueva, sino es la de todos los Grandes Iniciados, de todos los grandes
seres que han dado el Mensaje a la Humanidad, y no fueron escuchados".
La vida del Maestro, desde que llegó a América, estuvo consagrada
a elaborar la doctrina en un sistema coherente y moderno, sostenido por
la tradición esotérica más antigua y sus propias
experiencias místicas y conceptuales. El resultado es esta colección
de 37 libros que se han presentado en Internet para uso público,
en el lenguaje más sencillo y apropiado de nuestro tiempo.
Afirma, además, que "la Renuncia será la Ley del mundo
futuro". Si es una Ley, su validez está por encima de su acatamiento,
o rechazo; su accionar es incoercible, se esté de acuerdo, o no.
El funcionamiento de la Ley de la Renuncia no está sujeto a actitudes
personales; simplemente, es. Pero sus consecuencias responden al comportamiento
humano, como el karma. Hasta hoy, la Renuncia ha sido una propuesta de
los Santos Maestros para que se constituyera en un camino de salvación.
Quienes la desconocen no se dan cuenta, viven en la inconciencia de sus
pasiones, sufriendo y haciendo sufrir. Pero ese mundo permisivo e injusto
ha concluido, y con la presencia del Maitreya, el Camino de la Renuncia
se ha convertido en Ley. Ya no se puede vivir como en el siglo pasado,
como a uno se le daba la gana. Ahora el Mensaje Universal se expande y
empieza a ser conocido a través de las Enseñanzas del Maestro
Bovisio. El Maitreya proclama la Ley de la Renuncia por sí mismo.
Ésta es la única realidad.
La Ley de la Renuncia es una. Si es acatada, será un Camino de
Salvación. Si es rechazada, será la Ley de Renuncia Consecuente,
con efectos dramáticos sobre los transgresores. Esto ocurre ahora
también, pero las deudas kármicas se pagan después
de la muerte, y el ser tiene que esperar una nueva encarnación
para empezar de nuevo. Con la Ley de la Renuncia en la Tierra, los desequilibrios
que nacen de las malas acciones se reajustan inmediatamente, porque los
hombres, las instituciones, la moral, la conciencia, la vida entera están
sumergidos en ella. Ya no habrá más tiempo de espera, porque
el Mensaje estará en el alma. Será la Ley Universal.
a.
Renuncia Consecuente
La Renunciación
es la Ley de la vida; nadie puede evitarla. Cuando nacemos, quedan olvidadas
otras experiencias y entramos en lo desconocido; cuando morimos, dejamos
todas las posesiones, los apegos, y nos sumergimos en el misterio. La
Renuncia es eso: dejar, dejar y dejar, porque, en realidad, no poseemos
nada permanentemente. Quienes toman conciencia de esa Ley, y la adoptan,
se construyen un mundo de paz. Quienes no quieren dar, y se aferran a
lo que se han apoderado, bienes, afectos, posiciones privilegiadas, etc.,
generan dolor para sí y para los demás. La muerte es inexorable,
y al final, presenta las facturas sin pagar con muy altos intereses. Porque
el sufrimiento en el más allá es cien, mil veces más
intenso que en la Tierra. La Renuncia Consecuente se impone por justicia
cuando el avaro no cede lo que cree que le pertenece. La posesión
es el más equivocado, ilusorio y caro de los negocios humanos.
¡Hombre: antes que la Renuncia Consecuente te arranque a la fuerza
lo que crees que es tuyo, y no lo es, entrégalo, desapégate,
libérate voluntariamente, y caminarás por un espacio más
grande que el que ahora te encierra!
Los hombres han vivido en estos últimos milenios en la más
completa irresponsabilidad, como si la vida fuera un regalo de los Dioses
para usufructuar lo mejor que pueden, sacando provecho de todo sin importar
las consecuencias. Después de la Guerra de los Dos Soles, con el
triunfo del monoteísmo en las religiones semitas (Dios en el Cielo,
el hombre en la Tierra y la justicia para después de la muerte:
Judaísmo, Cristianismo, Islamismo), la civilización se materializó
cruelmente, y los más fuertes doblegaron a los más débiles.
Los Profetas sólo podían formular promesas y bienaventuranzas
para el más allá, incluso Jesús. Y aquí, donde
la gente sufre sin esperanzas, ¿qué les queda? ¿Abreviar
la espera, como los chicos palestinos que se cargan de dinamita para ir
a buscar en un Paraíso prometido la felicidad que los hombres le
niegan? Esta es la culminación de una civilización dualista
materialista que termina como siempre vivió, en un baño
de sangre y destrucción.
Con el Maitreya se impone la Ley de la Renuncia, no como una propuesta,
sino como la forma de vivir en un planeta ineluctable, cuando los hombres
enloquecidos terminen lo que han empezado, hasta la última bomba
atómica, las últimas armas químicas, todos los portaviones
y submarinos en el fondo del mar, las fábricas de armas incendiadas
y los guerreros todos muertos. Cuando la Tierra se haya convertido en
un desierto, los sobrevivientes, semillas del futuro, vivirán la
Ley de la Renuncia.
b.
El Planeta Desierto
En estos
momentos las naciones del mundo producen enormes cantidades de bienes
y servicios de todo tipo; las estadísticas de alimentos, maquinaria,
vestimenta y armas baten todos los records. Nunca la Humanidad ha producido
tanto y, sin embargo, hay hambre, rebeliones, desocupación, miseria
y la amenaza de La Gran Guerra Mundial. Podría empezar mañana
mismo; el Maestro Santiago escribe: "Los demonios lo tienen todo
preparado para destruir el mundo". Cualquiera de las seis más
importantes naciones atómicas está preparada para dar una
respuesta total de inmediato. Pocos días antes de dejar el gobierno,
el Presidente Mitterand declaró públicamente las cabezas
nucleares que tenía Francia: 96. Esa cantidad es suficiente para
provocar el Diluvio Atómico. ¿Cómo explicar que están
juntos la riqueza y la muerte? ¿La abundancia provoca las guerras?
¿Es mejor se pobre?
No son las cosas las que enloquecen al hombre, sino el ansia de posesión;
los más ricos son los más sedientos. Un hombre de negocios
argentino, muy rico, decía: "Cuando era joven yo quería
tener un millón de dólares. Cuando los conseguí,
ya no pude parar más". Y sigue acumulando riquezas sin saber
para qué ni por qué, haciendo mucho mal. Un gusano diabólico
se le ha metido en la mente, y lo atormenta sin descanso. Cuando muera,
el gusano buscará otro huésped, los dólares volarán,
y el desdichado, con su codicia astral a cuestas, tendrá que saldar
largamente, en algún lugar muy feo, las cuotas indexadas en el
Banco de la Renuncia Consecuente. La justicia se cumple siempre, antes
y después de morir.
La Tierra, física y económicamente tan rica en los momentos
finales de la gran Sub Raza Aria Teutónica (24.000 años
de esfuerzo constante) ha llegado al vacío existencial más
desolador de todos los tiempos; los hombres son almas muertas, autómatas
mecanizados que repiten inconscientemente los impulsos del instinto, marchando
hacia la destrucción. El Planeta es un desierto espiritual a punto
de convertirse en un desierto real, visible, inerte. Después de
la Lucha de los 1.500 Años, desaparecieron los Atlantes y casi
todos los Ario Teutónicos. Los que quedaron para iniciar la nueva
etapa, eran pocos y muy primitivos, verdaderos hombres de las cavernas,
sobreviviendo salvajemente entre las fieras, tal como lo señalan
los antropólogos. Los Magos Atlantes también poseían
armas muy sofisticadas, monstruos automáticos de hierro y grandes
aeronaves de combate como ahora tienen las naciones poderosas. Cuando
comienza una Nueva Era, después de la destrucción general,
la Tierra se purifica en el dolor más grande, y los hombres empiezan
desde la nada, en estado virginal, sobre un planeta vacío.
c.
La Purificación
Las grandes
etapas de la evolución comienzan en la orfandad, después
de la purificación. Los iniciados son niños, rústicos,
primitivos, indefensos; no tienen pasado ni memoria; olvidaron todo para
poder aprender las nuevas formas de vida (Sugerimos leer Libro IV: "Historia
del Hombre"; Libro V: "Grandes Iniciados de la Raza Aria",
y Libro XXVI: "Antropogénesis").
Astrológicamente, la Sub Raza Americana comienza en el tercer milenio
del calendario cristiano con la aparición del Gran Iniciado Solar
Maitreya, y el tiempo de purificación puede llegar a ser muy largo,
tal vez el periodo zodiacal completo. ¿Cuánto demorará
el actual proceso de reversibilidad de las viejas formas de civilización:
uno, diez, veinte siglos hasta que el planeta se regenere? Nadie lo puede
saber; los desechos radioactivos tardan siglos en disiparse, lo mismo
que repoblar los bosques, borrar las ruinas de los rascacielos bombardeados,
olvidar el conocimiento destructor, purificar las aguas, cambiar la estructura
psíquica de los hombres. Esta gigantesca tarea de limpieza es la
Renuncia Consecuente, física, astral y mental.
Lector: ¿Qué podemos hacer nosotros, los individuos solitarios,
frente al monstruo devorador que está destruyéndonos? No
sólo por las profecías, los pronósticos y las amenazas
guerreras, sino por la desesperada situación de Argentina, Colombia,
Palestina, Indonesia ... ¡todos! No hay elección; debemos
emprender el Camino de la Renuncia, dejando apegos, ambiciones, proyectos
fantasiosos, deseos superfluos, para empezar a buscar la vida real, la
vida interior, el maravilloso mundo de la espiritualidad; no temamos;
nunca nos va a faltar un pedazo de pan para llevar a la boca. Lo demás,
es pura frivolidad en la encrucijada de vivir o morir. Si se interroga
a la gente que padece horriblemente es estos días por la situación
financiera del país, a ricos y pobres, aún a los cartoneros
que por la noche rompen los bolsones de basura para comer, se les puede
gritar, cara a cara, aunque no lo entiendan: "¡Estas equivocado!",
al ahorrista que golpea cacerolas: "¡Estás equivocado!",
al político que miente para mantener su estatus: "¡Estas
equivocado!".
Hombres: dejen todo lo que tienen, paren la locura, y siéntense
a meditar en ustedes mismos. Lo que están haciendo es un error.
¡No lo hagan más! Vayan al silencio, a la quietud, tomen
la iniciativa de renunciar voluntariamente, por amor a la libertad, antes
que el destino los destruya completamente. No tengan miedo; nunca les
va a faltar un pedazo de pan.
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