Nº 138 - Transmutaciones

A los hombres habitantes de este planeta, 7000 millones, no les interesa el desenvolvimiento espiritual ni el perfeccionamiento; como están se conforman bien o mal, pero no saben o no pueden cambiar, todos trepando por las junglas de la economía, el desorden social, el consumismo y la escala de valores controlada por las grandes corporaciones. No hace mucho tiempo, en la década del 30 del siglo XX, la solución de los problemas mundiales se dividía en algunos grupos de poder en los distintos continentes. Hitler, al vencer a Francia, se jactaba de tener al mundo en el bolsillo. Poco después la Unión Soviética vencedora de la guerra, presentaba sus programas planificadores a la mitad del mundo. Estados Unidos con la bomba atómica imponía a la otra mitad su filosofía capitalista. La gran Iglesia Cristiana se mantenía en sus ideas tradicionales. Los judíos volvieron a Palestina con proyectos irreales y las bombas atómicas cedidas por Estados Unidos. Los pueblos islámicos se levantaron masivamente buscando un lugar en el espacio político del planeta. China se mantuvo independiente y empezó a crecer. Ahora, comienzo del tercer milenio, convulsiones geográficas del clima y orografía, y la crisis económica y financiera generalizadas anticipan grandes cambios. Sin la Unión Soviética y el capitalismo desplomándose, desórdenes sociales en las naciones pobres, la Iglesia en la inmoralidad y China como primera potencia mundial, los hombres del planeta, 7000 millones, siguen igual, sin capacidad de cambio ni perfeccionamiento. Los modelos mentales y sociales son cada día mas fuertes y chocan: pueblos contra pueblos, pobres contra propietarios, los vecinos empujando por las calles, la señora protestando al verdulero porque la estafa, los chicos peleando en el colegio, el marido ofendiendo a la esposa, en fin, el hombre contra sí mismo. Nadie quiere ni puede cambiar. En diciembre, para las fiestas, grandes temporales de nieve y frío paralizaron el hemisferio norte, ferrocarriles, aeropuertos y caminos; en el hemisferio sur las montañas no escurren agua, hay emergencia hídrica, calores de 40 grados y la gente se amontona en los negocios con aire acondicionado para comprar regalos de Navidad. En Buenos Aires, los indigentes asaltan algunos supermercados para tomar un poco de sidra y comer turrones, los punteros políticos manejan ocupaciones violentas que desestabilizan la seguridad y el orden jurídico. En definitiva, los hombres no tienen capacidad de cambio. Entonces, el cambio viene por otros rumbos, la violencia, la ilegalidad y la destrucción.

El ser humano se perfecciona por etapas y la prueba evidente al alcance de todos está en su propia experiencia. En la primera infancia aprende a caminar, hablar, relacionarse con los otros; en la segunda va a la escuela y aprende a leer, escribir y hacer cálculos; en la pubertad y adolescencia adquiere oficios, carreras sencillas o universitarias, puede autoabastecerse, procrear; en la juventud forma una familia, se estabiliza, comienza su obra y puede llegar a éxitos sorprendentes; en la madurez realiza plenamente sus posibilidades, construye obras sobresalientes capaces de cambiar el rumbo de la historia; en la vejez está en condiciones de enseñar a los jóvenes continuando la evolución de la especie humana.

La humanidad también avanza por etapas que la filosofía tradicional llama Razas, cumpliendo el Plan Divino establecido por los Santos Maestros desde el principio. Actualmente empezamos a vivir la Raza Americana, sexta subraza de la Quinta Raza Aria, cuya misión es desarrollar la egoencia del Ser, la más alta posibilidad de la individualidad, después de realizadas las grandes obras de la civilización cristiana. Los cambios de la humanidad van acompañados de transformaciones profundas de la Tierra, así como el niño cambia mental y físicamente. Sólo unos pocos hombres se adelantan interiormente a las modificaciones indispensables del hábitat planetario, preparando la continuidad de la vida; son los precursores, los iniciados, los héroes desconocidos, como Santiago Bovisio, la Madre Teresa y otros. Ellos dejan semillas de la nueva vida que durante un tiempo permanecerán en las sombras esperando que pase la tormenta global para despertar y alumbrar a los supervivientes del proceso.

Si un hombre quiere avanzar y perfeccionarse tiene que morir, olvidar lo que aprendió y volver a nacer. En la evolución humana las civilizaciones tienen que morir y renacer en el punto cero. Así ha ocurrido siempre a lo largo de la historia y así será en el futuro. La civilización cristiana, que tantos resultados ha dado con las organizaciones colectivas y los conocimientos científicos está en crisis, aunque las masas estén cada vez más activas y agresivas. Estos movimientos son señales del cambio que, en la situación planetaria, será generalizado con el poder atómico destructivo, la incapacidad de supervivencia y las convulsiones climáticas ya generalizadas.

Si alguien quiere trabajar en los programas de la Raza Americana, que están explicados en las Enseñanzas del Maestro Bovisio, tendrá que cambiar completamente, deberá transmutar lo que posee, su personalidad en otras realidades de la Ley de la Renuncia. Todos están en condiciones potenciales de cambiar aunque el hombre vive todavía de las antiguas fuerzas en retroceso y cada uno, individualmente, tendrá que decidir su camino. Por eso las Enseñanzas se han expandido planetariamente por las Naciones, sencillas, directas, sin intermediarios, el Maestro y el alumno. Pero es un camino difícil, sin remuneraciones ni descansos, como toda Obra Divina, y son pocos los que están en condiciones hacer el esfuerzo de transitarlo. ¿Quiénes son? Es un misterio compartido entre cada alma y la Divina Madre.

Las Enseñanzas dibujaron las líneas generales de la Raza Americana y no estableció dogmas ni una moral previa para esos hombres futuros, porque la característica de Hidrochosa es la egoencia del ser, la más perfecta individualidad que cada uno pueda alcanzar. Cuando Moisés fundó la Religión Judía empezó por las Tablas de la Ley que Jehová le entregó para el pueblo, una idea colectiva. Mahoma estableció en el Corán el comportamiento igualitario de los fieles y a partir de esas normas fijas creció la religión. Otro ejemplo laico son las constituciones de los Estados que ordenan para los ciudadanos las mismas normas políticas y sociales.

La Raza Americana tendrá comportamientos diferentes a los practicados por otras civilizaciones y que han sido explicados en las Enseñanzas, como la Ética del Bien y del Mal, la Contradicción Analógica, la Reversibilidad, etc. , principios que no pueden ser aplicados a las sociedades colectivas. Cuando se los practican actualmente caen fuera de la ley y son reprimidos. Las religiones tradicionales y las naciones organizadas constitucionalmente tienen una forma colectiva de existir y cuando se contradicen luchan entra ellas para prevalecer por la violencia. Los pueblos primeros de América lucharon para defender sus cultos y estilos de vida, pero fueron derrotados en guerras centenarias imponiéndose la religión y el dominio del vencedor. Las religiones cristianas tienen una sola manera de vivir, la propia, las demás son sacrificadas.

El estilo es el hombre y a partir de su desenvolvimiento integral se irá plasmando la idiosincrasia del futuro, tal vez una sociedad sin instituciones, sin dominio de unos sobre otros ni posesiones excluyentes, como un jardín donde todas las plantas expresan sus características florales, aromáticas, medicinales para bien del conjunto.

El hombre volverá sin duda a la Naturaleza de la cual se ha alejado hasta la depredación, para aprender a vivir. Si se observa con atención un cuadro vegetal o animal se comprenderá que cada especie, cada individuo, los miembros que lo forman tienen funciones de cooperación y ayuda mutua y sus ambientes se conservan durante siglos, milenios, siempre. En las grandes reservas que se conservan, Serengueti, Iguazú, los Parques Nacionales del sur argentino, los arrecifes de coral de Oceanía, las relaciones entre las partes son tan inteligentes y experimentadas que pueden alimentarse y prosperar del medio ambiente, conformando una armonía equilibrada que supera incluso las catástrofes naturales. Los hombres de Acuario, los supervivientes futuros, aprenderán a vivir en armonía natural, como los pueblos primarios de America y África, antes que llegara la civilización cristiana.

Es imposible establecer teóricamente un esquema provisorio del desenvolvimiento de Hidrochosa más allá de las ideas expresadas en las Enseñanzas, porque sus características no serán un código ni una constitución escrita, sino el desarrollo individual de cada uno de los protagonistas y nadie sabe quienes serán ni como será el mundo en ese entonces. Hay un ejemplo que conocemos y nos ilustra plenamente sobre este dilema: La historia de Robinson Crusoe. Fue un comerciante común que hacia viajes por mar para negociar y vivir como miles de ingleses de aquella época. Pero ocurrió un naufragio y se salvó en una isla solitaria, de abundantes recursos naturales y lo que pudo salvar del barco encallado. En el relato la situación es inédita, empezando desde la nada, con algunos recuerdos y poco a poco, con los años, se fue transformando en un hombre nuevo capaz de abastecerse por sí solo, respetando el medio ambiente que lo mantiene, progresando en experiencias y sabiduría. Aprende oficios, cestería, alfarería, construcciones, tejidos, panificación y lo que necesita para vivir todo el tiempo que se la concediera. Robinson jamás podría imaginar un esquema de vida antes del naufragio y si lo hubiera hecho habría fracasado. Aprendió de las experiencias realizadas en medio de la naturaleza. Después, con los años, salvó a otras personas y les enseñó a vivir en ese ámbito. La continuidad estaba asegurada. Regresó a Inglaterra para contarnos sus aventuras que sirven de ejemplo para chicos imaginativos y un modelo para esta reflexión.

Robinson fue transformado completamente, no por doctrinas ni códigos escritos, sino por la realidad cotidiana, lluvias, tormentas, alimentación, viajes al interior de la isla, incendios y su maravillosa imaginación que le permitió crear los elementos de supervivencia en un mundo nuevo. Estableciendo la analogía, el naufragio de la civilización hasta quedar desamparada, un paisaje diferente, recursos desconocidos, peligros insospechados, la soledad y la ignorancia de lo que vendrá, nosotros, personas del siglo XXI, podemos ubicarnos en una situación semejante a la de Robinson y prepararnos. El barco que naufraga es la civilización actual, la convivencia en las grandes ciudades del mundo, la medicina, las universidades, los sistemas de seguridad social, lo que conocemos. Algo permanecerá y es la Naturaleza aunque no sabemos en qué condiciones,  con diferencias tan grandes como Londres del siglo XVII y la isla tropical.

Más allá de las Enseñanzas premonitorias del Maestro, que fue guiado por Iniciados en la redacción de los textos no podemos hablar. Tal vez soñar un poco y prepararnos para las transformaciones que ya estamos experimentando.

José González Muñoz
Enero de 2011

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