N° 147 - Las Ruinas Circulares

Para Héctor Morel

El globo gira con lo que contiene: París, los océanos, la guerra de Afganistán, los bosques, las tormentas de nieve en Boston, los hombres y los animales, la Aldea de los Niños, los esplendores de China, etc., de derecha a izquierda o de izquierda a derecha, no lo sé bien, tal vez en ambos sentidos al mismo tiempo, en campos diferentes.

La piragua toco la ribera en la unánime noche y, poco a poco, figuras desconocidas se acercaron en silencio, como relata Borges en su cuento Las ruinas Circulares. El sueño terrestre se está terminando y me encuentro en la delgada lámina que separa éste de otros sueños que ahora comienzan. Atrás quedan las ruinas de una vida quemada en el holocausto de la Renuncia cubierta por la ceniza de los fuegos.

En la Reflexión anterior dije que la Renuncia es una forma de vivir y en ésta digo que también es una forma de morir, aunque no tiene estilo. Es un fenómeno puro sin mayores explicaciones que se produce bien o mal, más allá de nuestras propuestas, porque los años que hemos vivido con miles de acciones se resumen en un acto puntual, una chispa. La Gran renuncia, la muerte. Y dejamos todo. Adelante está el misterio, lo desconocido, lo que todavía no es.

El nacimiento es pura ingenuidad, ignorancia y una gran alegría de vivir. Se ve en la cara de los bebés que miran y ríen sin dientes. Un mundo maravilloso le espera y de alguna manera lo sabe. Tiene ganas de vivir y cuenta los años con los dedos de la mano, dos, tres, cuatro. Más adelante lo dirá con palabras ansiosas. La muerte de los viejos siempre es sabia y triste, cualquiera haya sido la experiencia que vivió, el campo, la cárcel, las Universidades, las drogas, porque esa sabiduría que le pertenece exclusivamente se concreta en un instante, una sabiduría sin palabras ni explicaciones, un hecho irreversible que llevará consigo a la oscuridad para aprender a pagar, cumpliendo la ley de la Justicia divina. Después de algunos siglos, volverá como un niño, ignorante y con muchas ganas de vivir, sonriendo. Las ruinas circulares se repiten en nosotros y en la Humanidad, soñando, mientras el globo terráqueo sigue girando sin cesar. Es la ética del bien y del mal, equivalentes, la puerta que cierra un mundo que fue, abre otro que será. Los actos de una vida integral, por pequeños que sean, abren y cierran cosas.

Esa cosa que ahora se cierra es José con los círculos íntimos y pequeños de las Reflexiones después de muchos años de incursionar por las Enseñanzas del Maestro Santiago, desde que se publicaron en Internet para todos. Son mágicas porque nunca se agotan ni llegan a un punto muerto. Una vez concluida una visión particular de las muchas que contienen, para el investigador que quiere descubrir la realidad, se abren otras perspectivas, otros momentos de aprendizaje, otros paisajes inesperados. Como la conjetura de Poincaré es el lazo que se deforma sin romperse y reúne todas las dimensiones del globo terrestre hasta los espacios incontables del espiritual universal.

En las Ruinas Circulares de Borges, si el lector lo recuerda, el viajero recorre la gran corriente hasta llegar al sitio elegido. Se detiene, baja a tierra, se pone a dormir y soñar otro hombre con tal intensidad que progresivamente la figura soñada se convierte en un hombre real, de carne y huesos, diferente, ansioso de vivir y experimentar. Cuando llega la madurez, el nuevo hombre construye una piragua y se aleja río abajo. Su antecesor permanece en el sitio rodeado de chozas, estatuas y fetiches que los nativos han levantado a su alrededor. Un día el fuego hace presa de las construcciones, el soñador perece y sólo quedan las ruinas incendiadas.

El cuento es una alegoría del concepto cíclico de la Historia. Osvaldo Spengler ha desarrollado esta concepción en “La Decadencia de Occidente”. También lo es de la evolución humana a través de razas y civilizaciones. Y, por supuesto, de la reencarnación interminable de los hombres, nacimiento, realizaciones y muerte; el hombre soñado sigue adelante buscando un sitio mejor y repite la experiencia de otra manera, un poco más cerca de la meta soñada.

La Humanidad asiste al crecimiento triunfal de la civilización cristiana que ocupa todos los espacios geográficos del Planeta y los tiempos psicológicos del alma. No hay vacíos improductivos. La estratósfera esta surcada por miles de satélites que comunican y unifican los diversos pueblos por más distantes que estén. Un hombre se encuentra con otro que está opuesto en el globo con un celular que cabe en un bolsillo. El fondo de los océanos está explotado para obtener gas, petróleo y minerales. Los desiertos y las selvas taladas se cubren de productos valiosos. El alma está alimentada día y noche con la televisión, juegos electrónicos, virtualidad y ofertas tentadoras de todo tipo. Las religiones son Ruinas Circulares. La Humanidad hasta el más lejano rincón es un espectáculo universal. El incendio ha comenzado y cubrirá de pavesas las ruinas del mundo.

La piragua continúa en la corriente del tiempo con el hombre nuevo que mueve la paleta remando. Atrás, en el horizonte estallan los primeros incendios del santuario iluminando la noche: Wall Street, universidades, las colectividades sociales, la familia, el comercio, las finanzas, el Paraíso y el Infierno, todo. El Planeta, convulsionado por las tormentas, los terremotos y tsunamis sigue girando sin que nadie lo comprenda. Con el tiempo se transformará en una geografía diferente, otras especies vegetales y animales y algunos hombres que empezarán a transitarlo con ganas de vivir. Los humos de los incendios se han apagado y las cenizas han sido dispersadas por el viento. Quedan las ruinas, imponentes, inertes, que los hombres evitan. Buscan algo que todavía no conocen. En su interior llevan un legado, el Mensaje de la Renuncia que recibieron hace mucho tiempo en otras dimensiones, la llama del fuego sagrado de los pioneros.

Cuando el Maestro Santiago desembarcó en tierras americanas, muy joven, solitario, era el sueño de los Maestros que enviaban sus mensajeros para proteger el legado milenario de la Renuncia que habían conservado celosamente en sus Comunidades y, que en ese momento estaba amenazado por la marea fascista que inundaba Europa. Las Ordenes Esotéricas desaparecieron perseguidas y sus integrantes murieron en las prisiones. Muchas como Thulé de Alemania no dejaron rastros. La Escuela de la Sabiduría de Keysserling tampoco. La Masonería  se ocultó o se transformó en otra cosa. El Maestro Santiago empezó en la Argentina con la Orden Savonaroliana que pronto se extinguió. Luego continuó en Rosario con la Universidad Espiritualista Americana que duró pocos años sin dejar documentos. En 1937 fundó Cafh con un Reglamento de diez años que se transformó en 1947 en el Reglamento Perpetuo que conocemos. Mientras tanto reunía discípulos en varias ciudades del país y más tarde en Brasil, Chile y otras naciones. Murió en 1962 por causas que hemos explicado anteriormente, dejando la Obra sin terminar. Pero él mismo había soñado otros hombres para que la continuaran; tenían estos hombres nuevos el Reglamento y el cuerpo doctrinario de la Renuncia en 47 Cursos bien custodiados.

Efectivamente la Obra, que es la transformación de las almas, el hombre integral capaz de desenvolverse por sí mismo estaba a la mitad, y en los hechos concretos de la conducción de la Orden fueron deformados por estos discípulos a medias que lo sucedieron y que mezclaron las ideas de la Renuncia claramente expresadas en las Enseñanzas con sus pasiones personales de todo tipo. Veinte años después de su muerte, la Orden Cafh finalizó y los Hijos se dispersan.

Como suele acontecer con los barcos que se hunden, quedaron algunos náufragos que en diversos lugares encontraron una isla propicia: en Brasil, Vía Lucis con las Ordenadas que se fueron a tiempo conducidas por Julio y Enrique, antiguo alumno del Colegio Leo Bovisio; en Mendoza la Editorial Inca con el matrimonio Víttori y un equipo de trabajadores jóvenes; Salta y Jujuy, con Agustín y un grupo muy activo, en Buenos Aires, Santa Fe y Ecuador perseveran las almas que se agrupan y continuaron el estudio de las Enseñanzas; en Capital Federal, Hijos Solitarios que son fieles individualmente se comunican sus experiencias místicas; en Internet están Néstor, José, Enrique, Morel y Leandro expandiendo el Mensaje de la Renuncia y el Reglamento Perpetuo; en la Aldea de los Niños, Valle de Potrerillos del Cordón del Plata trabajan Luisa, Roberto, Luz y Diana. Además, las Reflexiones de José en Internet tratan las ideas de la Nueva Era presentadas en las Enseñanzas, explicadas con el apoyo de los acontecimientos que afectan al mundo actual y, buscan en la oscuridad de estos tiempos, encontrar a los hombres elegidos por los Maestros para que se unan a la Raza Americana. Estas almas que hemos  nombrado y otras allegadas a este trabajo que se van uniendo, son los herederos espirituales del Maestro Santiago y cumplen con la misión. Hay otros desconocidos ubicados en América que recibieron la herencia haciendo todo lo posible para expandir el Mensaje. De vez en cuando nos llegan sus correos y siempre recomendamos que sigan estudiando y practicando las Enseñanzas.

El estilo de estas almas es diferente a la época anterior porque los medios son distintos y la misión ahora tiene su característica propia. Todas las Enseñanzas, el Mensaje de la Renuncia completo está en las manos de los hombres. La expansión no es geográfica sino espiritual, desde la página impresa frente a los ojos hacia el interior del estudiante, con todas las combinaciones posibles de las ideas entre ellas y las experiencias individuales de cada uno, las que recuerdan y las que el subconsciente envía de improviso.

Sobre las ruinas circulares de la civilización cristiana que empiezan a derrumbarse, las almas elegidas y las que vendrán, unidas en cuerpo místico por la Bendición Ired, conservan fielmente el Mensaje de la Renuncia que recibieron y lo expanden a los cuatro vientos, algunos dando vueltas sobre las naciones del Planeta muchas veces, otros en el círculo familiar bien pertrechado. La Renuncia es la ley del mundo futuro y los herederos del Maestro Santiago son los guardianes de tan grandiosa misión.

José González Muñoz
Marzo de 2011

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