Nº 148 - La Renuncia de cada Día

El Universo de la Civilización Cristiana está repleto de posesiones que dan beneficios. Hasta el más remoto peñasco del Océano tiene un propietario, un país, un consorcio internacional, un dueño virtual que lo ha registrado. Los satélites artificiales tienen dueños, también los barcos hundidos y ubicados, las marcas que son nada, Internet, los yacimientos minerales submarinos, los derechos de autor, la Torre Eiffel que paga dividendos, los museos, los cementerios, la belleza, el satanismo, las tumbas egipcias, el miedo en las películas de horror, el sufrimiento de los enfermos, el sexo, las medicinas, la vida vegetativa de los sanatorios, los médicos, los pastores de sectas que prometen el Paraíso a cambio, los retiros espirituales, los deportistas y los artistas que han firmado contratos de pertenencia con un representante o un club. El Papa está atado de por vida  a su cargo y no puede renunciar, lo mismo que aquellos que han formulado Votos Perpetuos, a menos que renuncien a ellos de facto. Se repite con Reyes hereditarios o por dimisión, con Presidentes, Diputados y Senadores electos por el tiempo que determine la Constitución del país o por renuncia, o un golpe de estado o una revolución. Sucede lo mismo con empleados públicos, comerciales, peones agrícolas y obreros industriales, hasta que los despiden. Incluso los propietarios, por más poderosos que parezcan están sujetos a las leyes del mercado, como ocurre hoy con las crisis financieras nacionales y mundiales. El ejemplo tipo es Bernardo Maddoff que estafó miles de millones y dado que en ese país hay leyes que se aplican contra la corrupción, ahora esta en una cárcel en los Estados Unidos. Hasta las más libres de las actividades, las artes y los comercios individuales, vendedores ambulantes, cartoneros, mendigos y limpia parabrisas están sujetos a los vaivenes del dinero de la economía callejera. Todos, en esta época de esplendor material, vivimos de lo que tenemos, y no podemos encontrar una salida a menos que cambiásemos completamente nuestra forma de vivir. Desde el comienzo, el pobre Jesús, Fundador de la Civilización Cristiana, tuvo un valor económico que los sacerdotes judíos utilizaron para destruirlo, treinta monedas de plata, que pagaron al traidor Judas para que lo entregara. ¿Si un acto trivial para aquella época del Imperio Romano fue facturado en dinero metálico, qué se podía esperar del desenvolvimiento histórico del Cristianismo con el transcurrir de los siglos sino una multiplicación astronómica de las riquezas hasta llegar a las cifras fantásticas de miles de millones que cuestan las guerras, la miseria de los pueblos, la degradación humana y los desastres planetarios de nuestros días? Después del fin de esta época que estamos presenciando esperamos conocer la Ley de la Renuncia para aprender a vivir en el nuevo tiempo.

Con la civilización moderna el instinto de posesión es invulnerable. En la antigüedad el sostén de la economía estaba en la esclavitud, bien provista por guerras continuas que los romanos provocaban contra las naciones vecinas. Durante la Edad Media la esclavitud se convirtió en servidumbre a una casta hereditaria de los poderosos, que peleaban entre sí para apropiarse de territorios con siervos sujetos a la tierra. La gran Revolución Francesa creó los derechos del ciudadano justo con el nacimiento de la revolución industrial, con técnicas automáticas de fabricación y transporte de productos valiosos. En 1917 se produjo el más avanzado experimento social de la historia, la Revolución Rusa que eliminó la propiedad privada y se sostuvo gracias a su poderío militar y económico hasta finales del siglo, cuando se disolvió la Unión Soviética y los rusos volvieron al capitalismo. China, con su sabiduría política milenaria, creó la novedad de un país con los dos sistemas y se ha convertido en poco tiempo en la nación que más progresa en el mundo. Otras naciones pequeñas comunistas, Vietnam, Cuba, Corea del Norte, no pueden igualar la hazaña China y se van inclinando hacia la propiedad privada para poder subsistir.

Pero la Civilización Cristiana tal como está no puede seguir adelante y se va autodestruyendo, no sólo por la práctica desmesurada de la competencia, sino porque ha llegado a las posibilidades del Planeta, de los recursos naturales y del sistema. Sostener una población de 6.000 millones de personas es imposible. Empieza la salvaje prepotencia de los más fuertes. Compárese África con Europa, las residencias lujosas de Río de Janeiro con la favelas de los morros vecinos, o los edificios y negocios de Puerto Madero con las villas de La Matanza en Buenos Aires.

La historia marcha por la ley de la contrariedad analógica. Después de los portentosos poderes psíquicos de los Atlantes exhibidos en la Guerra de los Mil Quinientos Años por los Magos Negros, la Humanidad regresó a la época primitiva, unos pocos que luchaban con lanzas para sobrevivir defendiendo sus cavernas y progresivamente, utilizando el nuevo instrumento de la razón avanzaron desde las ciudades Celtas, los Monasterios Egipcios, la Filosofía Griega, la mística medieval, al conocimiento científico y los vuelos espaciales. Llegados a la meta, con la creación de nuevas especies por ingeniería genética, la comunicación global instantánea, la realidad virtual y el uso de todas sus facultades físicas, sociales y morales hasta la mas despreciable abyección, la Humanidad ha iniciado su declinación. Otras generaciones vendrán en los tiempos futuros hasta que el Planeta esté en condiciones de sostenerse por sus medios, sin depredadores. En ese pequeño reducto, un núcleo de supervivientes empezará a vivir la ley de la Renuncia.

Esta patética visión ha comenzado en todas las regiones y sus imágenes nos llegan por los medios diariamente. No es una profecía sino la realidad. La mayoría esconde la cabeza bajo tierra para no ver. Unos pocos afrontan las noticias y se preguntan qué pueden hacer. De todas las informaciones que conozco sobre el tema desde hace más de cincuenta años, únicamente las Enseñanzas del Maestro Bovisio, publicadas desde 2001 en Internet, me satisfacen. Las otras, promesas del Paraíso, extraterrestres salvadores, recuperación de la economía por la técnica, aplacamiento de las convulsiones planetarias, la televisión y los mundos virtuales, etc. no sirven para nada, sino para el enriquecimiento de una minoría de embaucadores. Pero es necesario sobrevivir y en las Enseñanzas encontramos algunas guías que nos señalarán los senderos posibles a nuestro alcance, estemos en una gran ciudad, trabajemos en una fábrica o cultivemos la tierra. No salvaremos el Planeta porque ya está sentenciado, pero contribuiremos a preservar el Mensaje de la Renuncia para las generaciones que vendrán, nuestros descendientes. Para lograr esto debemos practicar la Renuncia ahora, todos los días.

La Renuncia no es teórica sino una práctica íntima y solitaria, aunque se puede realizar en grupos pequeños. La clave está en el cambio de valores que produce el ser por voluntad y, a veces, espontáneamente cuando algo ha cumplido su objetivo en el alma y ya no sirve. Un ejemplo aleccionador de Renuncia natural está desarrollado en el Robinson Crusoe; ante un cambio total de la realidad a la que estaba acostumbrado, el naufrago se adaptó a las circunstancias y en años de perseverante atrabajo se convirtió en un hombre nuevo, libre del pasado.

Lo primeros que uno debiera hacer, si es un estudiante de las Enseñanzas y quiere comprender, es ver que es lo que sucede en la sociedad, en el trabajo, en su casa y en él mismo. Guarde silencio y conviértase en espectador impasible, sin juzgar no sólo lo bueno o lo malo, sino también las fuerzas colectivas y la capacidad individual, su propia situación en cualquier circunstancia por más apretada que parezca.

Hace algunos años conocí un matrimonio joven, sin hijos, que vivía en Floresta, barrio de Buenos Aires. Tenían una casa linda con un patio interior, muchas plantas y flores; de las paredes colgaban artesanías que ellos fabricaban, telas, trenzados, maderas talladas, cueros, cerámicas. En un telar rústico confeccionaban mantas y ponchos. Había de todo. Conocían algunas Enseñanzas del Maestro y practicaban naturalmente la observación de la sociedad según comentamos más arriba. Como habían leído algunos escritos míos, por intermedio de un amigo nos conocimos en su casa. Hablamos de la posibilidad de escapar de la gran ciudad. Yo vivía en el Valle de Potrerillos, Mendoza, construyendo la Aldea de los Niños. Ellos gustaban del Valle de Calamuchita, en Córdoba, adonde concurrían todos los años en verano y planeaban trasladarse definitivamente hacia las sierras. De mi parte recomendé que ellos mismos construyeran su casa, lo necesario, y que cultivasen huerta y granja para las necesidades inmediatas. Como he vivido muchos años en Calamuchita sabía que la tierra daba más de lo necesario si se la trabaja bien, sin codicia. Nos despedimos y no volví a encontrarme con ellos, pero tenía noticias a través del amigo común que nos presentó. Ese año se mudaron a Córdoba, cambiaron el auto por una camioneta, vendieron la casa y compraron un terreno grande que les gustó, con agua y electricidad, y construyeron una casita, gallineros, taller y trabajaron la tierra siguiendo los consejos de Seymour: “El agricultor autosuficiente”. No tienen televisor y de vez en cuando compran un diario. Venden artesanías y algunos productos de granja. No volvieron más a Buenos Aires, pero reciben visitas de amigos con hijos escolares. Están viviendo la Ley de la Renuncia como pioneros del mundo que vendrá.

Ésta es una historia, la del matrimonio amigo que se descubrió a sí mismo mirando, sin pasiones, lo que sucedía alrededor de ellos; no les gustó y se fueron. Cada individuo tiene una historia potencial esperando que la descubran para desarrollarse. Si bien en la inauguración de las Olimpiadas de Pekín había una sola experiencia colectiva para 3.000 millones de cerebros procesados, en la Raza Americana cada hombre tiene su historia privada que viene de muchas reencarnaciones atrás, que tendrá que investigar, decidir y encaminar; no hay otra posibilidad. En las Enseñanzas del Maestro Santiago el estudiante encontrará muchas ayudas, intelectuales, disciplinarias, históricas, místicas para descubrir el camino que lo espera. Aunque la Nueva Raza tardará mucho tiempo para expresarse plenamente, nosotros ahora podemos practicarla a nuestra medida, como el ejemplo de ese matrimonio porteño que dejó lo que tenía, para encontrar lo que amaban.

José González Muñoz
Marzo de 2011

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