Nº 155 - El Triunfo Espiritual Al final de su vida, Kurosawa hizo una hermosa película con secuencias sencillas, fáciles de comprender, “Sueños”, que en cinco o seis capítulos relata algunas de las tradiciones del pueblo japonés que han perdurado a través de los siglos. La que aquí recordamos es un funeral infantil. En un paisaje maravilloso con una corriente serena que mueve tres grandes ruedas hidráulicas levantando agua, Kurosawa cruza la corriente por un sendero de piedras con muchas plantas florales y se encuentra con el guardián, un anciano pintoresco que arregla los cangilones de las ruedas. Conversan amablemente. Se escucha una música que se acerca y por el sendero avanza una corta procesión de músicos y bailarines, cantando al son de tambores y flautas, con el ataúd pequeño de un niño muerto. El anciano rápidamente se cambia de vestimenta y encabeza la procesión bailando y cantando. La columna pasa arrojando flores. Kurosawa silencioso regresa por el sendero que también va recorriendo junto al agua, arrojando flores. En el altiplano de Perú y Bolivia los coyas celebran los entierros infantiles con una fiesta ceremonial pintoresca, recitado de himnos a la tierra, Pachamama. Nadie llora ni se lamenta, beben chicha de maíz y comen pasteles regionales. En China, los niños campesinos juegan a los sepulcros y entierran a sus muñecas que ellos fabrican en un lugar pequeño de la huerta; y allí quedarán mucho tiempo. Cuando sean ancianos y mueran, sus hijos los enterrarán en el huerto, cerca donde estaban las muñecas. Aprenden jugando la ley de la vida. Los monjes trapenses tienen en el monasterio una habitación donde duermen y estudian y un pequeño jardín individual cercado donde, según se dice, todos los días cavan una palada de tierra de su tumba. Es una ascética parecida a las costumbres de los niños chinos. Cada nación tiene una manera distinta de despedir a sus muertos y reverenciarlos según las tradiciones, las religiones que practican, las posiciones sociales y la voluntad personal. Los monjes Tibetanos, una vez que los familiares se ha despedido, entregan el cuerpo en una meseta y los acondicionan para que sea alimento de las fieras nocturnas. En la India los muertos son depositados sobre balsas de madera llenas de flores en los ríos para alimento de las tortugas y los cocodrilos. En Occidente generalmente los cadáveres se entierran en cementerios inmensos o depositados en nichos de varios pisos. En algunas ciudades hay rascacielos altos, junto a los otros, con miles de nichos y sus placas. En Mendoza están de moda los Jardines de Paz, en un suelo de gramilla bien cuidada, donde sepultan a los difuntos. El entierro es un protocolo cuidadoso, con azafatas provistas de canastillas con tierra y flores que ofrecen a los deudos. También hay profesionales que maquillan los cadáveres presentando un rostro adecuado, de paz y buenos colores. En fin. Lenin está en la Plaza Roja de Moscú esperando a los comunistas fieles. Eva Duarte está en la Recoleta, pero no va nadie. La tumba de Winston Churchill está en la Iglesia de Saint Martin, cerca de Woodstock, en Inglaterra. La tumba de Charles De Gaulle está en Colombey-les-Deux-Eglises, Francia. Todos están en alguna parte, el Taj Mahal, las Malvinas, el Valle de los Muertos Egipcios, los desiertos de arena, las Iglesias, el cemento de las ciudades; pero no hay nadie, sólo los guardianes que limpian y cuidan las placas. Es una ilusión. Al morir escaparon hacia otras dimensiones y dejaron un simulacro. La muerte ¿es un triunfo o una derrota, o ambas cosas a la vez, o diferente para cada individuo? La Iglesia Católica, tan escolástica y disciplinada, tiene los estamentos del Paraíso, Purgatorio e Infierno según los méritos de cada uno, como los describió magníficamente el Dante en la Divina Comedia. Los judíos, que no creen en la vida del más allá, consideran la muerte como término y un recuerdo para los familiares. Los mahometanos clasifican a los muertos según las riquezas que posean, el Emperador Mogol en Agra, el más bello edificio del mundo, el Taj Mahal y los pobres del desierto, un espacio de dos metros bajo la arena. Los marinos, el vasto Océano que los recibe en sus aguas. Las víctimas de incendios, tsunami, terremotos y otras desgracias naturales nada de nada. ¿Qué es entonces la muerte, un misterio que no podemos develar, el fin como en las plantas y los animales, una etapa de la vida que debemos recorrer una y otra vez hasta que no volvamos a empezar una nueva en la Tierra? Los cristianos creen en la primera posición, los judíos, los agnósticos y la mayoría de los hombres modernos en la segunda y los politeístas de la nueva raza en la tercera, y cada uno según sus experiencias espirituales tomará una posición. ¿Qué es el triunfo espiritual para aquéllos que siguen el Camino de la Renuncia? Acercarse a Dios progresivamente en cada una de las encarnaciones, poco a poco, hasta llegar a la Unión Substancial, sin volver a encarnar kármicamente, salvo voluntariamente para cumplir una obra de bien entre los hombres, constituyendo el Cuerpo Místico de Grandes Iniciados que la tradición politeísta denomina Divina Madre y la Iglesia Católica, la Comunión de los Santos. Esta concepción del triunfo espiritual es para aquéllos que practican la Renuncia, muy pocos. La mayoría lo confunde con el éxito material en todos los órdenes: la riqueza, los cargos políticos, la popularidad en el deporte y la televisión, ser el número uno en todas las actividades, aparecer en el Guinness, el Premio Nobel, ser reconocido por la calle, respetado y admirado. Un ejemplo claro de la consideración pública del triunfo espiritual está en las “Lamentaciones de Job”, quien desde la mendicidad recibió de Jehová muchos bienes y se convirtió en un hombre rico. Ser millonario es señal del triunfo espiritual, como predican algunos pastores norteamericanos. La suntuosidad de las ceremonias, vestimenta, escenarios de San Pedro en Roma y una riqueza incalculable en bienes y dinero también es signo visible del triunfo espiritual de la Iglesia Católica. Y las masas, atrapadas en la ilusión y la imagen de los poderosos, corren hacia el mismo premio: Maddoff en Nueva York con tres yates y lujosos propiedades, los traficantes de drogas en todos los países, el comercio de armas en el mundo y la prostitución, la corrupción política, los malvivientes robando y asaltando a plena luz del día a la salida de los bancos, el comerciante que miente en el mostrador y evade sus impuestos, el médico ansioso de dinero, etc. En tiempos de Jesús Nazareno, el Imperio Romano, la situación era parecida y el Maestro tuvo palabras muy duras contra los ricos: “Jamás entrarán en el Reino de los Cielos”. En la Mística de las grandes corrientes espirituales del mundo de todas las latitudes los estudiantes buscan la adquisición de virtudes y dones del alma, como se puede ver muy bien en los Santos, los hindúes en la conquista de poderes psíquicos, clarividencia, transportes físicos y astrales, dominio del dolor como los faquires, etc., los cristianos en la práctica de la caridad, la pobreza, la ofrenda con ejemplos en San Vicente de Paul, San Francisco de Asís, Santa Teresita, sabiduría como Santo Tomás de Aquino, Rumi, Lao Tse, etc. Los ejemplos son inimaginables y todos están al servicio de las almas que buscan a Dios. En la Mística de la Renuncia de Acuario el estudiante despoja de sí mismo toda ambición material y espiritual y por el holocausto de la vieja personalidad llega al desapego total, a la ceniza, a la desaridez del alma, como los Grandes Iniciados. Dice la Enseñanza “La Mística de la Ceniza de San Pablo de la Cruz”: Lo más maravilloso y sorprendente de la vida de San Pablo es su extraordinario espíritu de renuncia, de absoluto desprendimiento de todas las cosas del mundo, tan grande que instituye en el mundo cristiano una congregación totalmente dedicada a lograr la muerte mística”. “Para seguir la senda de la perfección, de la Renuncia, el alma se tiene que desprender de todas las ataduras, aún espirituales: devociones, prácticas espirituales que le gustan, consuelos inferiores, modos de meditar y únicamente ha de amoldar su vida a la renuncia absoluta de todas las cosas.” Es paralelo a la muerte que hemos descrito al comienzo en las diversas culturas del mundo. ¿Qué queda cuando los difuntos son enterrados en un Jardín de Paz de Mendoza? Nada. ¿Y que queda de Lenin, Evita, Churchill? Nada. La muerte mística se adelanta al acontecimiento fatal doloroso que se repite una y otra vez. Por la mística de holocausto el ser no regresa, permanece en la dimensión de los Maestros, es el Triunfo Espiritual que no puede ser comprobado por los hombres de la Tierra, por más dignidades que presenten, sino por sus pares en el más alto plano de la Dimensión Espiritual, la Comunión de los Santos. Dice la Enseñanza Los Dos Caminos, de la Simbología Arcaica: “Por dos caminos se llega a la Unión Divina, por la Abstracción o por el Saber. El primer camino es Vel y es el más maravilloso; está custodiado por un Águila de Oro, símbolo de lo más alto y sublime. El lema de las almas que marchan por él es la Suprema Renunciación, darlo todo, no saber nada, ir a lo más alto quitando hasta el último velo a la ilusión. El otro sendero es el Saber. Se llama Apel; es largo, tortuoso y difícil”. “Llega también hasta la cima, porque el conocimiento múltiple por la recta intención conduce al saber y a la libertad”. Recomendamos leer integro este Curso muy antiguo para comprender el tema de esta Reflexión, el Triunfo Espiritual, porque en breves páginas y en el lenguaje moderno de estos tiempos no se puede avanzar mucho. No obstante, las ideas del espíritu y la materia, al finalizar la Civilización Cristiana son necesarias, y muchos las reclaman en el Canon de Internet que se difunden por todas las naciones. En las últimas estadísticas que hemos recibido sobre su difusión, las dos naciones más poderosas del mundo, Estados Unidos y la Federación Rusa figuran a la cabeza de la lista de estudiosos que copian las Enseñanzas. José González Muñoz
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