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25 - Tambores de Guerra
Al comenzar el siglo XX había en Europa un extraordinario clima de guerra entre los Imperios Alemán, Inglés, Francés, Austro Húngaro y Ruso, y después de cinco años de matanzas, el mundo quedó desquiciado. Poco tiempo después, estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con 60 millones de muertos, los mismos protagonistas y otra catástrofe mundial. Ahora estamos en la psicosis de la Tercera y Ultima Guerra Planetaria, que en realidad comenzó el 11 de septiembre de 2001, en Nueva York, y con la declaración de "La Guerra Infinita" del presidente Bush. Los norteamericanos quieren la guerra, y los terroristas también. El escenario bélico es grandioso: el planeta se estremece convulsionado por movimientos telúricos continentales, estamos viendo el fin de una civilización, gimen 6.000 millones de habitantes desesperados, hay miles de bombas atómicas, químicas y biológicas (incluso en el bando terrorista), caos económico, educativo, delincuencia generalizada, hambre, drogadicción y epidemias. La guerra de destrucción global es el resultado inevitable de la Historia; el batir de los tambores guerreros es la música de fondo de la civilización que cae, y cuando vuelva el silencio, la realidad será espantosa. La Humanidad evoluciona por etapas prefijadas en el plan divino de la creación, y entre unas y otras se produce un cambio brusco por reversibilidad de valores, no pacífico, sino violento. El individuo, que es una miniatura de la especie, también sufre destrucción a la hora de la muerte, para poder iniciar otras experiencias. La construcción y la destrucción son permanentes y alternativas; pero cuando finaliza un gran ciclo de civilización, la destrucción afecta al planeta entero, a las especies vegetales, animales y a los hombres física, psíquica y espiritualmente. Muy pocos sobreviven a las transformaciones. Cuando concluyó la Guerra de los Mil Quinientos Años, tras la destrucción de los últimos Atlantes (Ver Libro XXVI: "Antropogénesis", Capítulo 15 y Libro IV: "Historia del Hombre", Capítulos 14 y 16), los iniciadores de la Edad Aria Teutónica eran unos pocos sobrevivientes que regresaron a la edad de piedra, acromegálicos y salvajes, se escondían en cavernas y usaban hachas de pedernal. La antigua y brillante civilización de los Celtas, sus antepasados, había desaparecido completamente en medio de los cataclismos del Mediterráneo. Pero de ese hombre primitivo, que poseía el don de la razón, brotó y se desarrolló la espléndida civilización tecnológica que ha conquistado el espacio y los secretos de la materia. Ahora concluye el mundo viejo y comienza uno desconocido, Acuario, y por un tiempo impredecible, sólo escucharemos los tambores de la guerra. ¿Qué puede hacer el hombre solitario frente a la terrible confrontación que se despliega por los espacios con portaviones, bombarderos, cohetes teledirigidos y las más espantosas armas secretas que esperan la señal roja para destruir? Hacia fuera no puede hacer nada; tendrá que revertirse y explorar su espacio interior. El hombre vive en dos mundos, aparentemente distintos, pero íntimamente entrelazados en un permanente intercambio de fuerzas: el espacio físico afuera, y el espacio espiritual adentro. Permanece en la dimensión física un tiempo para realizar experiencias en la materia; luego se va, y vuelve unos siglos más tarde para continuar aprendiendo a vivir. Así sucesivamente, siempre, hasta alcanzar la gran realización de ser dueño de sí mismo. Después no regresa más. El tipo de experiencias que brindaba la civilización ha concluido, y empiezan otras disciplinas con el desenvolvimiento integral de la intuición, bajo la guía del Maitreya. El Planeta está experimentando el cambio violentamente con todo lo que contiene, hombres, civilizaciones, especies, obras, naciones que luchan para sobrevivir en este ¡sálvese quien pueda! ¿Dónde refugiarse? Los dirigentes enfrentados en la guerra infinita han sido claros y están cumpliendo sus amenazas: buscarán al enemigo en donde esté, sea quien sea, y lo destruirán. La guerra en Palestina es la evidencia de que el fin es la muerte, y que los campos de batalla están en todas partes: el mar, los aviones de pasajeros, las oficinas, los hogares, las escuelas, los campos de petróleo, los templos, los supermercados, los centros turísticos, y cualquier lugar donde estén las víctimas. La guerra estalla primero en el corazón, y después se expande hacia fuera. La Tierra pertenece a los poderes estatales, y el espacio interior a cada uno de nosotros; es un territorio tan vasto que no se conocen sus límites ni sus capacidades. Los místicos lo han descrito inconmensurable, y han enseñado los caminos para recorrerlo y utilizarlo. Será el universo del Maitreya que está esperando a sus huéspedes, los Discípulos Fieles. En la actualidad predomina la materia económica, con sus intereses y las armas listas para defender las posesiones. ¡Qué importa en manos de quien esté ahora! Mañana, cuando se agote la etapa, el poder se revertirá y pasará al bando contrario, tal como se ha visto a lo largo de la Historia. En los espacios interiores no hay sectores contrarios, ni propiedad exclusiva, ni uno más fuerte que otro, porque la ley que lo gobierna es la Renuncia: el que da, recibe; el que pierde, gana; el débil es el más fuerte; ¡Bienaventurados los pobres de espíritu". Estas han sido las claves de los Grandes Maestros Buda, Lao Tse, Jesús, y ahora el Maitreya. Quien lea pausadamente las Enseñanzas del Maestro Santiago, encontrará estos principios en cada una de sus páginas. Dice: "La Renuncia es la ley del mundo futuro para toda la Humanidad, y no hay otra. Dando recibiréis, perdiendo encontraréis, ofrendando viviréis. La Renuncia es fuente de vida y felicidad, y su realización es la única fuente de salvación del mundo" (Libro XIX: "Los Mensajes", Capítulo 13 "El Camino de la Renuncia - 1959"). La vida es fundamentalmente energética y en el hombre se manifiesta por medio de las siete ruedas etéreas que se ubican a lo largo de la columna vertebral, como está explicado en el "Zatachakra Nirupana", libro hindú tradicional comentado por el Maestro Bovisio, próximo a publicarse en este sitio Web. Cada Raza Raíz vibra de manera diferente según sea el tipo humano que debe desarrollar, y las Sub Razas igualmente cambian el tipo de vibraciones que necesitan. Sólo los Grandes Iniciados Solares tienen el poder de regular las ondas cósmicas (su aura astral abarca todo el Planeta), y esa es su función privativa de la cual derivan todas la actividades humanas dependientes: civilizaciones, moral, modificaciones orgánicas y psicológicas, etcétera. Cuando la Humanidad ha agotado el caudal energético de un periodo, un Gran Iniciado Solar viene entre los hombres y con su propio poder baja la palanca (por decirlo simplemente) del nuevo ciclo vibratorio. El Divino Maitreya está aquí cambiando con su persona, incluso su cuerpo, la escala vibratoria del planeta y de los hombres. La Tierra, vieja, cansada de tantos abusos, se revuelve por el cambio, y protesta con ciclones, terremotos, incendios y otras modificaciones, hasta que el paso del tiempo le devuelva la paz. Los hombres de la antigua civilización, duros como piedras, también protestan, y empiezan a batir los tambores de la guerra agitando sus terribles armamentos. El Ángel Exterminador despejará el planeta para el futuro. Quedarán tranquilos los desiertos y los mares, los ríos traerán agua limpia, los bosques reconstruirán sus arboledas y la atmósfera no tendrá más hollín. La contaminación y la corrupción humana serán un lejano recuerdo de una civilización que no supo aprovechar lo que había aprendido. La Tierra quedará depurada para que la ocupen los niños acuarianos. Si el Maitreya tiene las llaves que abren los portales del nuevo mundo, no queda otra alternativa que sintonizarlo en la onda que Él emite; podríamos estar toda la vida haciendo girar el dial de un receptor equivocado, y nunca captaríamos la menor señal. La sociedad moderna está llena de tecnologías y doctrinas que son inútiles para las emisiones que necesitamos percibir. La vibración del Maitreya sólo se siente interiormente, por simpatía natural, por intuición, tal como está dicho en el "Himno al Maitreya", escrito por el Maestro Santiago, y transcripto en Capítulo 3 de los "Comentarios". Desde el primer verso, comunica la clave: "Amado Maitreya, habítanos". Nosotros somos los receptores directos del Gran Iniciado, y el dial está en el corazón. El hombre inundado de rencores, codicia, envidias y otras muchas pasiones que ocupan su mente, nunca descubrirá el sintonizador secreto. Es indispensable renunciar para que el corazón rechace la basura, y cuando esté limpio podrá vibrar armónicamente con el Redentor. ¿Se puede entender la vida y el Evangelio de Jesucristo sin ubicarlo en el contexto del Imperio Romano? Indudablemente, no, porque hasta las formas administrativas, el derecho y el lenguaje de la Iglesia fueron extraídas del gobierno romano. ¿Podríamos aproximarnos al Maitreya y su misión, desconociendo la crisis del mundo moderno, la ambición de las superpotencias, las desigualdades, el terrorismo internacional, el poder nuclear, las miserias de las masas y las amenazas de un holocausto planetario? Tampoco. Por eso hemos titulado esta Reflexión "Tambores de Guerra" como punto de partida para iniciar los razonamientos, y deseamos concluirla con los Redentores. Es un avance desde la oscuridad hacia la luz, porque siempre fue así la vida de los hombres cuando vienen los Santos Maestros para enseñarles el Camino de Dios. El Maestro Santiago explica con toda claridad la misión de los Redentores en el Libro XII: "Vida Espiritual de Cafh", Capítulo 13 "El Fuerte Libertador". Dice: "Cristo, con su participación humana a los dolores de la Humanidad, en su Pasión los redime plenamente. Aún carnalmente. Mas, la redención potencial de la Divina Encarnación de Cristo ha de ser actualizada en cada ser. Cada hombre ha de transformarse en otro Cristo, para hacer efectiva la Divina Encarnación. El descenso de la Divina Encarnación a la tierra en la próxima aparición (Maitreya) ha de lograr plenamente este fin". En los Evangelios se observa que Jesús se entregó libremente al martirio como acto central de la Redención, y no permitió que sus Discípulos lo separasen de su misión. Sin la Crucifixión no entenderíamos nada de lo ocurrido en los últimos dos mil años. Los hombres fueron liberados, potencialmente, y están habilitados para alcanzar la libertad plena e individual con la nueva presencia divina, que ya está aquí, al comienzo del tiempo nuevo. A Jesús
lo apresaron fácilmente por una traición; al Maitreya no
lo atraparán, aunque se junten todas las policías del mundo.
Desde ahora en más, no habrán más cruces humillantes;
Jesús aceptó la cruz porque era la ejecución degradante
de los esclavos romanos, y con su pasión liberó a todos
los hombres de la esclavitud de la carne, potencialmente. Ahora el Maitreya,
con la alta vibración de Renuncia que empieza a sentirse en el
mundo, enseñará a sus Discípulos Fieles a despojarse
de cosas inservibles, dañinas y perjudiciales: consumismo, televisión,
ansia de posesiones, sexualismo, injusticias, drogas, y lo que se ve por
las calles. La Renuncia es liberadora cuando se practica voluntariamente,
y abre la sintonía con el Redentor. Lector; antes que la guerra
te quite la vida, dásela a Dios; reparte lo que tienes entre los
pobres; trabaja por trabajar; y entrega tu corazón al Maitreya
antes que deje de latir.
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