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26 - La Marea Androide
En varias ocasiones el Maestro Santiago ha dado a conocer el fenómeno de cambio de razas, sugiriendo el fin de la civilización teutónica de muchas formas, desde el Apocalipsis atómico hasta la degeneración de la condición humana. Los norteamericanos apuestan a la primera opción y la proclaman a gritos en su "Guerra Infinita". Los argentinos practican la segunda, a escala global, en la metrópolis de Buenos Aires, opulenta y dispendiosa, cubierta de piqueteros, de violentos y armados, corrupción general, mendigos en la basura, e infinitos androides. La caída del mundo viejo se está manifestando en este continente, que carece de civilización original, con la destrucción de los antiguos tipos culturales, en el norte y en el sur. La fisión atómica se descubrió en Berlín poco antes de la guerra, pero fue en Estados Unidos donde se creó y explotó la primera bomba de destrucción masiva, amenazando a la Humanidad. Buenos Aires, considerada la "Ciudad Luz" de América Latina, ahora se adelanta en el fenómeno androide. No en vano muchos productores de Hollywood la utilizan como escenario real para sus películas de anticipaciones perversas. En esta Reflexión vamos a considerar la versión argentina de la desaparición de la antigua Subraza Teutónica, que tiene 24.000 años de existencia, y está concluyendo con feroces estertores de muerte. El caso argentino es una muestra de lo que vendrá planetariamente, y no se puede explicar con la sociología, la moral o la política; su origen es kármico. También, por karma desaparecieron las civilizaciones americano-atlantes en manos de un puñado de europeos que conquistaron los Imperios Azteca e Incaico, matando a millones de personas y destruyendo sus hermosas ciudades. El fenómeno de deshumanización que se ha presentado en Argentina llama la atención de los estudiosos que no lo pueden explicar, y divagan con diagnósticos erráticos. Un país moderno autosuficiente, que tiene abundancia de productos industriales y naturales, un nivel cultural aceptable y, no obstante, permanece impotente en medio de la decadencia, sólo puede comprenderse porque en su seno han irrumpido, desde el fondo del inconsciente colectivo, impulsos oscuros de la Historia, fuerzas regresivas que erupcionan por todas partes. Los más débiles se sumergen en un estado existencial primitivo; tienen forma humana, pero psicológicamente parecen elementales; son los androides. Se vive intensamente en las ciudades entre personas que son muy diferentes unas a otras, en el subterráneo, en oficinas y talleres, en las calles, sin reglas de comportamiento que permitan una convivencia tolerable. Y, cuando termina la jornada de trabajo, la gente se refugia en sus hogares buscando reposo; pero la televisión chatarra, las noticias de la radio y los dilemas familiares terminan por sumergirla en la indiferencia. ¿Se puede convivir en la sociedad androide? En este bosque oscuro no queda más remedio que aprender a caminar por el Sendero de la Renuncia que en las Enseñanzas del Maestro Bovisio está descrito claramente con indicaciones seguras (Ver Libro II: "El Sacrificio", y Libro XVIII: "El Camino de la Renuncia". En el inconsciente colectivo están guardadas las experiencias humanas desde los más remotos tiempos, y el individuo vive protegido de esa fuerza irracional por un sistema de inmunidad físico y astral. La inmunidad del organismo físico está siendo destruida por el SIDA en la más grande epidemia de los tiempos modernos. El sistema de inmunidad astral está constituido por las ruedas energéticas de defensa, descritas en el Zatachakra Nirupana, Libro de próxima inclusión en este sitio de Internet, y cuando se adulteran el ser es invadido por los demonios del inconsciente. Se tienen vislumbres en las pesadillas, los drogadictos, los alcohólicos y los enfermos mentales. También se pueden ver en las películas de horror, las sectas satánicas y la música rock. Las artes modernas tampoco escapan a esta epidemia: pintura, espectáculos, teatro y literatura. Ésta es la civilización que termina y la tendencia es en baja, hacia los abismos del inconsciente colectivo. La vibración planetaria que inauguró Jesús hace dos mil años se terminó, y las almas descienden, descienden, y se convierten en androides: cuerpos deshabitados, clones. Nada se puede cambiar sin el Maitreya porque es el único que tiene en sus manos las llaves del sistema vibratorio, vehículo de las nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Cada civilización tiene un programa de actividades especificas y una cuota de energía para realizarlas, bajo la condición del Ser que las pone en movimiento siguiendo el Plan Divino. La que hemos conocido como Civilización Occidental, después de cumplir su destino, conocimiento de la materia y ocupación planetaria, está en sus fuegos terminales. Ahora viene otra época, Acuario, que el Gran Iniciado Solar Maitreya está poniendo en movimiento. En los "Comentarios" de este Sitio Web, se pueden revisar los textos que hacen referencia a su misión y sus características. Cuando concluye un ciclo en la evolución para dar comienzo a otro, las leyes colectivas, la incertidumbre, la libertad social, y las particularidades del sistema terrestre quedan suspendidas, mientras dura la presencia física del Gran Iniciado Solar que está poniendo en marcha la rueda del destino en un rumbo que sólo Él conoce; su poder es absoluto. El Maestro Santiago, cuya misión era anunciarlo, pudo adelantar un poco, presentir algunas ideas de futuro que vertió en las Enseñanzas. Aquellos hombres que quieran avanzar en el desenvolvimiento espiritual, en este momento critico de reversibilidad de valores, pueden presentir al Maitreya, intuirlo, adivinarlo, y aunque todavía no ha hablado públicamente, está vivo entre los hombres. Pueden ayudarse mucho con la meditación de las Enseñanzas, que constituyen un adelanto del mundo que vendrá. Es necesario tomar conciencia que estamos en medio de una marea de flujo y reflujo incesante, que empuja destructivamente desde los abismos con tambores de guerra, armas espantosas y oleadas de androides que ocupan los espacios sociales con gritos desesperados. La nueva energía está empezando a irradiar desde las regiones superiores del Espíritu, cambiándolo todo progresivamente. Estas dos corrientes universales no chocan entre sí, como no chocan el pasado con el futuro, pero se entrecruzan en el alma activando las potencias del ser y determinando su destino. El pasado nunca triunfa, es irreversible, se transforma en recuerdos, karma, infierno o paraíso, según sea el resultado de la lucha dentro del corazón. Todos los hombres tienen posibilidades de salvación que se comprenden por el nivel cultural a que ha llegado la Humanidad; unos pueden renunciar de una manera, otros de otra. La Renuncia, única salvación de los hombres, se instala donde cada uno está y con lo que posee; es el camino de la realidad. No tiene dogmas ni leyes fijas, no necesita intermediarios ni absoluciones; el dinero es inútil, la posición social también. Es necesario renunciar y esa disposición es tan íntima que sólo el alma conoce el secreto y su realización. Y cuando la renuncia comienza la tarea de transformación, el alma experimenta un grado de libertad desconocido: las ataduras se sueltan, las callosidades de una sensibilidad vulgar se desprenden, los ídolos públicos dejan de fascinar, y el alma empieza a sentir una gravitación ligera, otra manera de desplazarse en el mundo y en los pensamientos, nuevas formas de vida. La única manera de salvarse de la marea que todo lo sumerge bajo sus aguas es elevarse, mantenerse por encima del oleaje, no entregarse al abismo. Lo afirmaba San Pablo de la Cruz hace 250 años (Libro XVIII: "El Camino de la Renuncia", Capítulo 8, 26): "Aún para los que viven en el mundo no habrá salvación si no se desprenden de las cosas que parecen buenas y que se pueden utilizar". Su mística es: sí o no. En estos tiempos modernos ya no se trata de mística, sino de supervivencia, de vida o muerte, real, física y espiritual. Abra el lector las páginas de cualquier matutino y tendrá la evidencia de las afirmaciones del santo pasionista. Cada uno elige, no a un candidato que promete utopías, sino una forma de vivir para salvarse a sí mismo: humano o androide; sí o no. No tiene que ganar o conquistar alguna cosa; por el contrario, debe dejar las que apegan, hábitos, vicios, deseos, codicias y tantas miserias que hacen de él un androide. Aunque en Argentina llaman la atención los androides y los filman como una curiosidad, el fenómeno es planetario porque la cultura está globalizada. No hay diferencias entre un estadio de fútbol de Inglaterra con otro de Argentina, ni en la televisión o en las calles de cualquier lugar. Tampoco los androides se limitan a los desocupados e indigentes; se manifiestan igualmente en los estratos privilegiados de la colectividad; no es un fenómeno social, sino psicológico, individual, de pérdida de sustancia espiritual, un vaciamiento de contenidos. En el reflujo, la marea se lleva la vida y deja la playa cubierta de despojos. ¿Qué
hacer, lector? El Océano es uno y sus aguas son salobres en todas
partes. La gran Atlántida yace sumergida en las profundidades,
y probablemente la Civilización Occidental corra la misma suerte.
Ni la ONU, el FMI, el Imperio Americano, y los demás poderes terrestres
pueden hacer algo positivo; todo lo contrario, cada día se hunden
más en la destrucción. Únicamente la Divina Encarnación
Maitreya, portavoz y agente del poder cósmico de los Constructores
del Universo, tiene las llaves para cambiar el sistema humano: una vibración
más elevada, la ley de la Renuncia, formas inéditas de sentir
la realidad, la regeneración activa de los centros de percepción
en la psiquis, redención sin intermediarios, y otras riquezas no
reveladas. Ojalá que la vieja civilización desaparezca completamente,
lector; los androides tienen que desocupar el planeta lo más pronto
posible, para que los niños acuarianos que están esperando
pacientemente puedan empezar a construir un mundo nuevo (Leer Libro V:
"Grandes Iniciados de la Raza Aria", Capítulo 16).
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