N° 43 - El Gran Juego

El 11 de Septiembre de 2001 un comando aéreo suicida destruyó cuatro manzanas en Nueva York, con las Torres Gemelas famosas, matando a miles de personas. Unos años atrás, en 1945, la aviación norteamericana hizo otra gran destrucción aniquilando atómicamente dos ciudades de Japón, Hiroshima y Nagasaki, matando a más de 200.000 personas. Los hombres continúan desbastando sistemáticamente los recursos del planeta, y millones de personas mueren cada año por hambre, epidemias, pobreza extrema, guerras, drogadicción, asesinatos y despojos, haciendo de la destrucción la más notable de las actividades humanas.

La destrucción, siempre espectacular y excitante, se manifiesta a la vista de todo el mundo, transparente, democrática e impune; es un impulso irresistible que no tiene fronteras ni detractores. ¿La civilización moderna ha llegado a tan alto nivel de realizaciones para ser desbaratada por sus creadores? Pareciera que sí: la caída de las torres, ¡tan altas!, es el símbolo de la civilización que desaparece; el bombardeo atómico sobre Japón fue el principio del fin.

Ante estos fenómenos ineluctables e incomprensibles el corazón se rebela buscando una respuesta a la incesante pregunta: ¿por qué? Los hombres se esforzaron para conquistar el planeta, avanzando en los maravillosos descubrimientos de las ciencias, construyendo ciudades, caminos, puentes, fábricas inmensas que producen bienes para la vida, realizando la hazaña de montar un sistema mundial de comunicaciones, levantando un gran laboratorio tripulado en el espacio exterior. ¿Por qué los destruyen? Los destructores suelen ser sabios e inteligentes en ciencias, política, en organizaciones internacionales, en economía, en inventos. Por algo han llegado a la cumbre de sus empresas; son distinguidos y premiados. La bomba atómica fue construida por los físicos mejor preparados del mundo (Einstein, Fermi, Openheimer y otros), y sabían perfectamente el mal que estaban haciendo. Werner Von Braun, creador del cohete V2 con el cual se bombardeó Londres durante la Segunda Guerra Mundial, tenía la mayor experiencia sobre armas de largo alcance. ¿Los sabios y los políticos inteligentes son conscientes del sufrimiento que provocan a sus semejantes? Sí.

Pero ellos no son perversos, ni paranoicos; podríamos decir que son ignorantes; conocen una parte de la realidad, la que desarrollan genialmente y logran éxitos; pero ignoran las leyes de la vida. Las verdades permanentes están en las grandes revelaciones de la Raza Aria guardadas en el plano astral, y el Maestro Santiago, gran comunicador entre el Cielo y la Tierra, las entregó a los hombres. En esta reflexión trataremos de guiar al lector hacia aquellas imágenes que permiten comprender el juego de hacer y deshacer, su justificación y el rol que cumple en la economía espiritual de la evolución humana.

En las alturas del Poder Político se mueven los exterminadores; un decreto presidencial, una resolución de la ONU o del FMI, una jugada en la Bolsa provocan calamidades con efectos catastróficos mundiales. Son pocos, pero terribles.

Más abajo, el accionar de las masas, sin mente individual ni capacidad para decidir por sí mismas, produce las mayores devastaciones: contaminación ambiental, epidemias incurables, corrupción generalizada, violencia en el hogar, mendicidad en las calles. La inmoralidad desbarata al ser humano por dentro y por fuera. Se corrompen las corporaciones religiosas, políticas y sociales que edificaron la civilización y luego, por obsolescencia, se precipitan en el caos. La clase media se anula a sí misma; no sabe desprenderse de las cosas que atesora codiciosamente, cosas mezquinas, y sobrecargada se hunde en el abismo. Es el espectáculo deplorable que se observa en las calles de las ciudades, en los negocios, en el Congreso Argentino, en todas partes.

Todavía más abajo deambulan los destruidos: parias, villeros, mendigos, cartoneros nocturnos, drogadictos (250 millones); es el resultado inmediato de la devastación colectiva. Tal vez, después de la muerte, en encarnaciones posteriores, por el sufrimiento, un largo tiempo de espera y la penitencia, puedan subir por los escalones de la dignidad.

No sólo la especie humana arma y desarma; la Naturaleza entera interviene en este grandioso proceso de hacer y deshacer las cosas: las plantas, los animales, los ríos, los vientos, los terremotos, el mar, la Luna y el Sol. El Universo se mueve siguiendo las leyes del cambio transformando todo: cosas, seres vivos y muertos, pensamientos, amores, ideales. Transformar, transmutar fuerzas, renunciar, desapegarse, separar y volver a unir, es la característica de la vida, en la Naturaleza y en la intimidad humana.

La disolución Teutónica está relacionada con la gran construcción de Acuario que ya se ha iniciado; ambas se influyen mutuamente, paso a paso. Cada célula que muere en un organismo, otra viva la reemplaza inmediatamente. Caen las Torres de Nueva York y al mismo tiempo se expanden por el mundo las Enseñanzas del Maestro Santiago; el 50 % de las transferencias de archivos se hacen en y desde los Estados Unidos. Las Religiones y las creencias se pierden en la oscuridad al tiempo que se ilumina la presencia magnética del Gran Iniciado Solar Maitreya. Los hombres se pierden en las miserias, mientras los niños acuarianos hacen prevalecer su sonrisa angelical ahuyentando las sombras.

Dice la sentencia esmeraldina de la tradición egipcia: “Como es arriba es abajo; como es abajo es arriba; para que se cumpla el principio de la Unidad”. La Tierra es un organismo vivo y sostiene infinitos organismos diferentes, desde una rosa hasta un hombre. Cada uno en su ley y en sus tiempos, lo que sucede en el hombre, sucede en el Cosmos y viceversa: cambios, modificaciones, muertes y nacimientos, edades, generaciones que vienen y van, civilizaciones que resplandecen y se apagan; es la vida en permanente movimiento que no se detiene nunca. Los organismos, aún los pequeños, contienen otros organismos más pequeños que imitan a los grandes. Somos múltiples, complejos y contradictorios, y gracias al espíritu que armoniza los contrarios, podemos tener un nombre propio y un destino final. Igualmente, las civilizaciones se contradicen, luchan ferozmente entre ellas y desaparecen en las hogueras del holocausto. Por obra de los Maestros renacen de las cenizas con otras vestiduras, otros nombres y otros objetivos. Es el gran juego de la vida, más allá del bien y del mal, buscando un destino de perfección en Dios.

Ahora los hombres son infelices porque se detienen en posiciones inmóviles y consideran que más allá no pueden seguir; arriba y abajo ahí están. Conformistas, se aferran a la primera etapa que les permite subsistir medianamente. Cuántos cajeros pasan su existencia en el mismo lugar de un Banco, aunque quisieran estar en un sitio diferente. Otros se pasan la vida manejando taxis, o son comerciantes, médicos y políticos a perpetuidad, sin imaginar que pueden escapar de sus encierros mentales cuando se les ocurra, simplemente por el gusto de respirar un aire más limpio, o por ejercicio íntimo del albedrío. Dice la Enseñanza “Conciencia y Voluntad”, del primer Libro “Desenvolvimiento Espiritual”: “Pruebe el hombre querer lo que él quiere, buscar no lo que las enmarañadas ideas ajenas han formado en su mente, sino lo que es en él inclinación natural, mental y espiritual, y verá cómo la mente contesta al llamado de la Voluntad y cómo la Voluntad levanta aquel extraño poder personal, que es la potencia del ser en sí”. La vida es cambio y oportunidad, pero cuando el ser se paraliza por miedo, ignorancia, y debilidad, las oportunidades pasan de largo y él se queda atrás, perdido en medio de la multitud desconocida, sin saber qué hacer. Este es el estatus humano de la civilización que se termina.

Las Reflexiones van dirigidas a las personas individualmente para ampliar las ideas expresadas en las Enseñanzas según el momento acuariano y para persuadirlas hacia una determinación que las impulse al compromiso, a la responsabilidad frente a la vida, a la toma de una posición firme en el cambiante mundo. Este tiempo es valioso para tomar decisiones por la presencia del Maitreya y pasará mucho tiempo hasta que vuelva a repetirse. Reiterarán muchas encarnaciones hasta encontrar una coyuntura similar, si es que tienen la suerte, como ahora, de coexistir con el Ser Divino. Todas las oportunidades constructivas y silenciosas apuntan en la misma dirección: el Maitreya. Las opuestas, decadentes y falaces, son las que aparecen en los noticieros diariamente, manchadas de sangre.

Dice el Maestro Santiago en el Libro I, Capítulo 3: “Durante la vida, el ser consciente traza, por decir así, una línea curva, la cual, cuando llega al punto máximo de su ascensión, choca con la corriente cósmica que sintoniza con ella. Es la ocasión única de la vida; es la vocación que resplandece de repente en la mente del buscador; es el momento de progresar que una vez se presenta en el camino humano. Aún el ser más perverso tiene un instante de ascensión y conexión con las fuerzas superiores, y es cuando siente el deseo de ser más honrado y mejor. Si el alma sabe llevar consigo, durante el descenso de la curva hacia la muerte física (pues la muerte no es más que el agotamiento de determinadas consecuencias y posibilidades) la llama de la vocación percibida en el vislumbre superior, nunca volverá a ser lo que fue”. Esta es una oportunidad extraordinaria de conectarse con las fuerzas superiores por la presencia del Maitreya que inunda la Tierra con su magnetismo y todos los hombres, por más perversos que sean, tienen la posibilidad de sintonizarlo. Inevitablemente los hombres serán inundados por su luz, como los rayos del sol, en algún momento predestinado, y depende de cada uno, predisposición, estado interior y voluntad, el grado de conexión con el Ser Divino.

¿Entonces, en el Gran Juego del Mundo, qué rol desempeña el individuo, yo, usted, cualquiera sea la situación personal? ¿Ganar o perder? No tiene sentido. ¿El bien y el mal? Tampoco. Lo que hoy es una creación, mañana es una ruina, para empezar a trabajar en nuevas obras. Y así, siempre. Sólo la Renuncia permanece en el interior del ser, para liberarlo una y otra vez de los apegos que se adhieren al alma, hasta llegar a la ceniza del fuego, al holocausto libertador. Cuando ya no quedan rescoldos de la pasión de vivir la carne, sino sólo ceniza, el ser podrá volar hacia su destino predestinado. Y no volverá a encenderse en nuevas peregrinaciones terrestres. Hay maravillosos mundos en múltiples dimensiones, bellos, luminosos, expectantes.

Asistimos al comienzo de una nueva etapa evolutiva, la Subraza Ario Americana, o Hidrochosa, o Acuario. Si es como las anteriores, durará más de 20.000 años, con sus características y los objetivos, que han sido insinuados en las Enseñanzas de Santiago Bovisio. Entre la anterior y ésta hay un corte muy fuerte, casi infranqueable, a medida que pase el tiempo. Ahora, la presencia del Maitreya brinda la oportunidad única de afirmarse en el lado correcto de la Nueva Era. En la próxima encarnación (unos setecientos años) difícilmente lo pueda hacer. Los que quedaron en el lado equivocado, empobrecidos espiritualmente, sin destino propio, vagarán en las sombras, como ha mostrado la Historia con los supervivientes atlantes en este mismo continente americano.

En el Gran Juego todos somos actores; el papel que hay que desempeñar cada uno lo lleva escrito en el alma, desde el comienzo. La meditación, el examen retrospectivo, el estudio de las Enseñanzas, el ejemplo de vida de los Santos, la honestidad, la perseverancia, y la mirada puesta en Dios, bajo la presencia del Redentor, conducirá a cada uno por el Buen Camino. Le dará alegría y liberación.

José
Febrero de 2004

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