N° 68 - Sin Lucha Desde mi sillón, estratégicamente ubicado en una esquina de la sala, junto a la chimenea, tengo ante la vista tres escenarios, en los cuales veo desfilar los acontecimientos del mundo moviéndose en direcciones múltiples, con ritmos diferentes. En primer lugar, tras la vidriera que mira al oeste, contemplo el gran cerro El Plata, muy alto y próximo, con sus flancos blanqueados de nieve permanente, custodiado por otros picos igualmente nevados e imponentes. En ese paisaje veo la eternidad, la permanencia de las cosas sólidas bien construidas, la belleza de mi Planeta, la casa inmutable, donde viviré y moriré siempre, muchas veces, hasta que me libere del deseo de volver. En segundo lugar, dentro de la sala, cerca y enfrentada, está la pantalla del televisor que por recepción satelital puedo mirar todo el día, donde asisto al espectáculo del mundo, en tiempo real del instante en que ocurren los fenómenos en todos sus rincones. Veo la antigua civilización que va degradándose, los monumentos sociales que se borran en las sombras, gritos desesperados y llantos sin consuelo, la muerte de la sociedad actual. En tercer lugar, también en la sala, a mi derecha, tengo una PC en la cual escribo diariamente y guarda en su memoria las Enseñanzas del Maestro Santiago, su Biografía, los Comentarios y las Reflexiones, los que por medios invisibles se distribuyen silenciosamente en todas las naciones; describen el tiempo venidero, las formas de vivir en la sociedad acuariana, las conquistas del espíritu, la nueva espiritualidad adelantando el futuro. Estas tres realidades con movimientos diferentes y contrarios: el pasado que se agita ruidosamente, el futuro que sopla como una brisa y un escenario permanente y protector, no luchan entre sí, transcurren una al lado de la otra sin tocarse, buscando el destino que las atrae; es la Danza de Siva, armoniosa y terrible. El desafío de la hora es la transición. Puedo presenciar equitativamente el gran juego del mundo con sus colores y cambios porque yo permanezco silencioso en mi sillón; soy extranjero, miro y no actúo, ni juzgo, no lucho, ni me emociono; empujo el viento hacia adelante con mi alma, para que las ideas del Maestro conquisten el lugar que les corresponde en el futuro. Hace mucho tiempo, en una situación similar, el cambio de la raza Atlante a la Ario Teutónica fue violento, como está escrito en la Enseñanza "La Guerra de los Mil Quinientos Años". En consecuencia, la civilización retrocedió al nivel del hombre de las cavernas, aunque los Atlantes poseían una tecnología similar a la actual, con autómatas de acero, rayos de la muerte y potentes explosivos. Más tarde, en tiempos históricos documentados, el paso de Aries a Piscis se caracterizó por guerras ideológicas que aún perduran; los cristianos fueron sacrificados a millares por el Imperio Romano y cuando la Iglesia llegó al poder, los vencedores lucharon contra sus enemigos para dominarlos, traicionando el Mensaje de Jesús. Hoy, al final del tiempo concedido, los pueblos monoteístas luchan ferozmente unos contra otros, arrasando la gran civilización que construyeron. El avance de la nueva cultura espiritual anunciada es irreversible; sus ideas están nutriendo las raíces de la Humanidad, germinarán, brotarán a la luz, crecerán y darán frutos de bien ¿Lucharán entre sí las diferentes formas de vivir para imponerse unas a otras, al costo de aniquilación de los débiles, o encontrarán otros medios de realizar el traspaso sin violencia, sin más destrucción? ¿Se transformará la Danza de Siva en un combate de muerte y dolor, o seguirá bailando armoniosamente? Pregunta el Maestro Bovisio: "¿Serán tan consecuentes con su misión los Hijos de la Renuncia que impidan la inminente destrucción que precederá a la Era de Sakib?" Las naciones enloquecidas, con su desmesurado arsenal militar y nuclear, ya han respondido a las preguntas y en nombre de la seguridad nacional destruyen lo que les rodea, incluso a sus propios ciudadanos. Con los mismos impulsos incomprensibles, los que no tienen armas costosas, se cargan con cinturones explosivos y se inmolan, matando. El karma de los pueblos está sellado y caminan en línea recta hasta su desenlace fatal. ¿Quién los puede parar? ¿Es posible imaginar un pueblo espiritual creciendo en todas partes entrelazado con relaciones magnéticas únicamente, sin intereses materiales, practicando la ofrenda, trabajando por trabajar, amando sin esperar recompensa? La obra del Maestro, en sus primeros años, estaba formada de esa manera, con bienes intrínsecos desplegada por América. Hacer un Retiro en una Comunidad de Chile era igual que hacerlo en otra de Colombia, Argentina o Brasil. El primer ensayo demostró que una sociedad exclusivamente espiritual era factible. Ahora, con las ideas del Mensaje expandiéndose en el Mundo, está empezado a gestarse un pueblo nuevo, la Ciudad de Dios, sin luchas, sin combate, por amor. La sucesión de las Razas y Sub Razas se produce lentamente a través de los siglos, algunas veces con violencia, otras con sosegada tolerancia y en muchos casos por aislamiento, sin conocerse entre sí. Europa desconoció la existencia de las últimas tribus Atlantes americanas hasta los viajes de Colón; las tradiciones lemurianas permanecieron aisladas en la Isla de Pascua durante milenios dejando como recuerdo las enigmáticas estatuas gigantes. Hoy coexisten muchas tradiciones y restos de antiguas razas indiferenciadas, movedizas, inquietas, mestizándose unas con otras, inconsistentes. ¿Qué significa la Raza Aria en estos días? Nada coherente: masas irracionales, dinero, la sed insaciable de posesiones, el vacío existencial, la ausencia de una ley. En ese desorden convulsivo de las masas, la Doctrina de la Renuncia se extiende silenciosamente, ocupando los espacios vacíos adonde no puede llegar el caos, en una nueva dimensión de vida discreta, a medida que las almas predestinadas y salvadas del naufragio van despertando. El Mensaje de la Renuncia, transportado por las Enseñanzas de Internet, es igualmente planetario y ocupa todo el espacio cibernético en su radiación específica, adonde no puede llegar el caos del mundo. No es posible combatir al Mensaje, primero porque la Renuncia no lucha; sólo persuade, enseña, cede; segundo porque vibra de una manera especial en dimensiones desconocidas para las masas. Las dos corrientes de vida, una que termina y la otra que empieza, coexisten sin tocarse, no sólo en la sociedad, sino en el interior de las almas. La civilización materialista cumplió sus objetivos hasta la perfección de sus realizaciones y se retira. La espiritualidad de la Nueva Era empieza, ocupando progresivamente los espacios que abandona la antigua, sin violencias, sin lucha, por presencia simple. Es posible construir una civilización superior que prescinda de metrópolis atestadas, fábricas multinacionales, autopistas, catedrales, aviones y ferrocarriles, armas y ejércitos, sin muchedumbres ni estados olímpicos, con población necesaria y la naturaleza reforestada, ríos limpios y el aire sano. Es posible un mundo sin dinero, sin ansia de posesión, sin naciones separadas, sin intermediarios. Se produjo en otros tiempos, Era Celta, y volverá a producirse. La Renuncia, el desapego, el conocimiento de las ciencias, la multiplicidad de las dimensiones, en fin la libertad de conciencia, producirán en las próximas centurias y milenios la nueva civilización espiritual. Imaginemos cómo se puede construir un mundo que sea la expresión de las ideas expuestas en las Enseñanzas del Maestro Santiago, a partir de la primera expansión que se ha producido globalmente y no ha sido rechazada; por el contrario, actualmente las transferencias de archivos registradas mantienen un ritmo de tres millones de kilo bytes mensuales. La idea ya está en las raíces de la Humanidad y desde el subconsciente magnetiza los pensamientos y los afectos que mueven las acciones. La tarea de la Nueva Era es colosal, planetaria, pero de características especiales. Es más una predisposición inteligente hacia la armonía que una súper actividad de reconstrucción. En verdad, no hay nada que reformar ni corregir; lo que está equivocado de la vieja época desaparecerá por obsolescencia, como está ocurriendo con las estructuras sociales frente a los embates de sus contradicciones, y por efectos de la Naturaleza que está cambiando de piel, como las serpientes, para lucir una nueva, o las mariposas que rompen la cáscara que las aprisionaba para desplegar las alas y volar. Una civilización espiritual es el resultado de hombres diferentes a los que conocemos; el identikit del hombre nuevo está dibujado claramente en las Enseñanzas: suave diferenciación entre los sexos, por dentro y por fuera; cultivo y desarrollo de la intuición como medio principal del conocimiento; desaparición de los intermediarios entre Dios y el hombre, y transformación de las religiones en espiritualidad no dogmática; nuevos sistemas de aprendizaje unificando la mente con el sentimiento, la universidad con el templo; desarrollo integral del conocimiento; moderación del placer sexual por control de la libido; población mundial a nivel de vida armoniosa; regeneración espontánea de los recursos naturales; desaparición de la familia como hoy la conocemos; la base de la sociedad es la persona humana; reunión de los individuos por afinidades interiores en grupos pequeños auto suficientes; desarrollo progresivo de la clarividencia, la medicina energética y los viajes astrales, etcétera. Estas imágenes surgen de las ideas presentadas en las Enseñanzas proféticas. Para que estas formas de vivir puedan desarrollarse en un mundo adverso violento, los hombres nuevos crearán el arte de sobrevivir sin luchar, sin enfrentamientos letales. Seamos extranjeros en este mundo y vivamos en armonía con la naturaleza. Para que la nueva raza humana pueda alcanzar su destino y realizar las promesa que los Santos Maestros les han presentado, el nuevo hombre americano, dibujado por Santiago Bovisio, no luchará, resistirá pasivamente, renunciará a los triunfos inmediatos. En el perfecto silencio de su alma de Renuncia verá pasar las generaciones perdidas, y cuando la paz haya vuelto a la Tierra, ocupará su lugar. José González Muñoz
E-mail: info@santiagobovisio.com
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