N°
6 - La Aceleración de la Historia
Si se leen
con atención las Enseñanzas del Maestro Santiago, se verá
que la evolución de la Humanidad procede por etapas siguiendo un
Plan Divino que comienza con la creación del sistema solar y llega
hasta nuestros días. Para la ciencia esotérica la formación
del hombre se inicia en otros planetas creando y perfeccionando los diversos
cuerpos del ser. Cuando empieza la evolución terrestre, ya tiene
formado su cuerpo astral, y en la Tierra inicia la construcción
de su cuerpo físico con la primera Raza Raíz, Urania, en
la Antártida, hace 16 millones de años. Estos conocimientos
pueden estudiarse en los Libros: "El Sistema Planetario", "Antropogénesis",
"Historia del Hombre", e implícitamente, en todos los
Cursos. El túnel del tiempo que evoluciona termina en el presente
y sus incógnitas; pero no es homogéneo ni regular: a veces
se detiene y descansa, en estado potencial; a veces acelera y se mueve
mucho, en estado manifiesto. Estos cambios han sido registrados en los
documentos de la ciencia histórica que podemos leer en los libros;
durante la Edad Media hubo un tiempo potencial en Occidente; con el Renacimiento
se produce una aceleración general. En la actualidad, por los extraordinarios
avances de la ciencia, la tecnología y la ocupación plena
de la Tierra, la aceleración del tiempo ha tomado un ritmo vertiginoso,
casi una locura, que deja a los hombres muy atrás en los fenómenos,
transformándolos en marionetas de un destino que no comprenden.
Racionalmente no se puede entender, ni por la economía, ni por
la justicia, ni por el instinto de conservación de la especie;
hay otras fuerzas superiores que están actuando sobre la faz de
la Tierra y que obedecen al Plan Divino de los Santos Maestros. Estas
Reflexiones pretenden explicar un poco esto, siguiendo las Enseñanzas. Después
de la disolución de la Unión Soviética, la hegemonía
del poder mundial pasó sin discusión a los Estados Unidos.
La capacidad disuasoria atómica de la Federación Rusa es
tan fuerte como antes, pero el fracaso de su experiencia revolucionaria
le ha quitado iniciativa. Gigantes y temibles, China y la Federación
Rusa, se mantienen inatacables en la quietud, alejados sabiamente de las
distorsiones que provoca la hiper actividad de los norteamericanos. Y
en este inmenso espacio vacío que es la Tierra, salvo las dos excepciones
que hemos mencionado, desolado por una civilización que agoniza,
el Imperio se mueve por todas partes. Los rezagos de las antiguas civilizaciones,
ahora agotadas, se revuelven en los estertores de la agonía: fundamentalistas
islámicos de diversas tendencias, los judíos que quieren
hacer un Estado imposible, los cristianos inmovilizados en sus tradiciones,
y muchas otras corrientes que se afanan por una cuota de poder. Y de esta
muchedumbre sin nombre ni destino, surgen los desesperados que proceden
por la acción directa. Sus títulos son muchos: talibanes,
paramilitares, ETA, piqueteros, antiglobalistas, traficantes de drogas,
parias hambrientos, rebeldes suicidas, y muchos que ya no tienen nada
que perder. En todas
partes llama la atención la decadencia en que ha caído la
Argentina, como Estado y como pueblo. Es difícil explicar por qué
una nación con tan vastos recursos, buena formación profesional
de sus dirigentes, pacíficas relaciones con sus vecinos, instituciones
políticas y sociales a la altura de las europeas, haya descendido
tanto en la injusticia social, en la corrupción generalizada de
los que más tienen, en la inseguridad policial, y en el desprestigio
internacional. Los mismos argentinos no lo saben, y dan explicaciones
circunstanciales que no explican nada. Sólo indagando profundamente
la Enseñanza Universal de este tiempo de recambio histórico
pueden comprenderse los fenómenos que agobian a los pueblos de
todo el mundo. Se ha llegado al final de un ciclo; hay que abandonar las
conquistas logradas, por más buenas que sean, y empezar una nueva
forma de concebir la realidad. Hay que dejar de lado las vestiduras culturales
que recubren al hombre, para construir otras nuevas. Hay que renunciar.
Cada individuo debe renunciar. La Humanidad debe renunciar a sus logros
antiguos. La violencia que se observa en todas partes, Buenos Aires, Nueva
York, Afganistán, Palestina, etcétera, por nombrar las situaciones
más criticas, nace de la resistencia de los hombres a dejar lo
que está consumado. Los apegos esclavizan a los individuos y a
las naciones; pero los mandatos del destino son incoercibles, y cuando
la Renuncia no surge espontáneamente, brota con violencia y a la
fuerza, como está ocurriendo ahora, muy especialmente en la Argentina. c. Buenos Aires como Imagen del Mundo Buenos Aires
es una metrópolis de 12 millones de habitantes, la mitad viviendo
mal en el cinturón de villas miserias que rodean el centro y que
ahora lo han invadido masivamente. Estas multitudes vinieron de todas
partes atraídas por la ilusión de un país rico y
tolerante; provincianos del campo, bolivianos, peruanos, paraguayos, chinos
de Taiwán, coreanos, libaneses, sirios, y de otros lugares lejanos.
Es una imagen del mundo en pequeño, con sus esperanzas y sus miserias.
Como en un laboratorio humano de dimensiones técnicamente controlables,
durante medio siglo experimentó las formas sociales de post guerra,
desde la subversión armada y la guerra, hasta el capitalismo salvaje
de los últimos años, desde la euforia de la "plata
dulce" hasta la mendicidad actual en las calles del centro ¿Y
cuáles han sido los resultados de esta experiencia piloto que pudieran
servir de lección al resto del mundo? El desencanto, la incredulidad,
la desilusión de una civilización que termina aquí,
el fracaso.
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