N° 81 - Informe Pauling El 9 de Octubre de 2006 la Humanidad despertó estremecida con la noticia del estallido de la primera prueba nuclear de Corea del Norte, un pequeño país vecino a China y a la Federación Rusa, pese a las amenazas preventivas de Estados Unidos con el cual ya estuvo en guerra entre 1950-53, que terminó en empate y con la resultante división de Corea, una nación milenaria. Otro país más pequeño todavía, Israel, posee bombas atómicas desde hace años, y está en condiciones de defenderse disuasivamente. En realidad subsiste rodeado de enemigos poderosos, y sólo el poder nuclear mantiene un precario equilibrio que en cualquier momento se puede romper. El último conflicto con Líbano puso en evidencia la peligrosa situación del Cercano Oriente. Las naciones débiles pueden volverse poderosas y temibles con el uso de la tecnología. El uranio enriquecido puede utilizarse para producir electricidad y bombas; no hay diferencias. Japón posee, según últimos informes, 100.000 kilos de plutonio, desechos de sus usinas eléctricas que pueden transformarse en el mediano plazo en bombas nucleares de alto poder destructivo. La política de confrontación que domina las relaciones internacionales, ha llevado a la Humanidad a un punto crítico. El ataque aéreo a Nueva York en el año 2001 señala que todo es posible. Preguntó el presidente Bush a su público en uno de sus discursos de aniversario, refiriéndose al programa nuclear de Irán: “¿Se imaginan ustedes si los terroristas hubiesen poseído bombas atómicas?” Dejó la pregunta en suspenso, porque la respuesta era obvia. Para esclarecer este viejo problema que ya estaba planteado antes de la prueba de ensayo de Nuevo México en 1945, transcribiremos nuevamente (ya se ha incluido en una Reflexión anterior) un estudio del sabio Linus Pauling, Premio Nóbel de química en 1954 y Premio Nóbel de la Paz en 1962, que puede encontrarse en el “Correo de la UNESCO” de noviembre de 1964. Texto del Informe: Una bomba de 20 megatones que explotara en cualquier ciudad de la tierra la destruiría completamente, matando a la mayor parte de sus habitantes. Esta bomba haría en la tierra un cráter de 20 kilómetros de diámetro y crearía incendios a una distancia de entre 50 y 100 kilómetros del centro de la explosión, produciendo una tremenda “tormenta de fuego” y dañando a la gente por la cantidad inmediata de radiación intensísima que produjera y por la caída de cenizas radiactivas. Hasta la gente que viviera a 300 kilómetros de allí quedaría muerta como resultado de esa explosión. Durante la segunda guerra mundial hubo grandes “raids” de bombarderos aliados sobre las ciudades alemanas. En uno de estos “raids”, o sea en una sola noche, mil aeroplanos, transportando cada uno cuatro tremendas bombas de una tonelada, destruyeron gran parte de la ciudad de Hamburgo matando unas 75.000 personas. De producirse un “raid” de esa índole sobre París hoy, por ejemplo, y mañana otro de 1.000 aviones, y otro pasado mañana, y así sucesivamente por espacio de catorce años, los explosivos sobre las ciudades tendrían, al cabo de ellos, la fuerza de una bomba de 20 megatones. Calculo que los depósitos de bombas atómicas creadas en el mundo actual comprenden unas 16.000 de estas bombas de 20 megatones, o su equivalente. Pero como no hay 16.000 ciudades grandes en el mundo, cabe preguntarse por qué se ha creado una cantidad tan irracionalmente grande de material explosivo. Contestaré a esa pregunta diciendo que ello ha ocurrido porque el sistema de educación científico ha sido defectuoso y en consecuencia, la gente que tomaba las decisiones correspondientes no podía tener una idea clara de lo que hacía, si es que ha habido alguien que tomaba esas decisiones, porque hay dudas de que la acumulación de estos enormes depósitos nucleares haya resultado de una decisión y no un accidente, o de un traspaso de responsabilidades al respecto, principalmente en los Estados Unidos y en la Unión Soviética y quizás también en Gran Bretaña, por lo menos hasta cierto punto. Así y todo, en el informe Frank, escrito por científicos que trabajaron en los Estados Unidos para poner a punto la bomba atómica en 1945, se hace una predicción sobre la futura situación nuclear en el mundo. Esta predicción ha resultado correcta hasta la fecha: 320.000 megatones. Así calculo yo el volumen de la existencia actual de armas nucleares en el mundo. Si el 10 por ciento de este depósito (32.000 megatones) fuera empleado en una guerra nuclear, explotando las bombas en promedio a 150 kilómetros del blanco (no se necesita dar precisamente en éste para obtener los resultados que se buscan) 60 días después de ese solo día de guerra -suponiendo que abarque el conjunto Europa, toda Unión Soviética y los Estados Unidos-, de los 800 millones de personas que viven en esas regiones, 720 millones habrían muerto, 60 millones estarían gravemente heridas y habría 20 millones más que sufrirían de heridas y daños menores, pero tendrían que vérselas con el problema de la destrucción completa de todas las ciudades y distritos metropolitanos y la de los medios de comunicación y transporte, así como la desorganización completa de la sociedad, la muerte de todo ganado y una inmensa contaminación radiactiva de todo vegetal y grano. Ello supondría el fin de esa parte del mundo; la clase de daño que causaría al resto del planeta nadie ha podido calcularla en forma digna de crédito.” Ha transcurrido más de medio siglo de la destrucción de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. La terrible experiencia que todos conocen, políticos, científicos, educadores, gente común, no ha servido de enseñanza. Por el contrario, todas las naciones por los más diversos motivos, se esfuerzan con grandes sacrificios, para poseer el poder atómico. Son muchos los Estados que forman parte del siniestro Club Atómico, y otros están en camino. Los esfuerzos que los grandes hacen para impedirlo son vanos. Ahora, los grupos de poder que no forman estados: terroristas, narcotraficantes, mafias, chantajistas, etc. buscan ese poder. Mucho se ha escrito y mucho se ha filmado sobre el terror atómico y los resultados no han ido más allá de la retórica. Incluso las potencias que firmaron tratados solemnes de no proliferación siguen investigando, produciendo y ensayando nuevas armas; no necesitan tests externos; con los simuladores apropiados conocen los resultados que mantienen en secreto. Continúan en la misma línea recta por donde caminaron los primeros investigadores y políticos que crearon el poder atómico: el dominio mundial. Pero este poder ha demostrado desde su nacimiento que no obedece a nadie, sino a sus propias pautas: destrucción de la Humanidad. Dice la Enseñanza del Maestro Bovisio “La Renuncia Permanente”, del Curso “El Camino de la Renuncia” escrito en 1955: “Pero este hombre niño usó esa fuerza para la muerte y la destrucción; tomó en sus manos el poder que Dios le había dado para nacer a nueva vida y se creó con él un karma de muerte desde el principio. Tiró una piedra que ya no puede detener: tendrá que caer. El destino de la Humanidad es perecer: destrucción y muerte. El hombre, en lugar de tomar el divino don de entrar al mundo energético con un sentido de individualidad de bien, lo ha tomado como un poder colectivo, de agrupaciones, y ha puesto sobre él el sello de la destrucción y de la muerte. Durante estos años, del 1945 a 1955, ¿qué ha hecho el hombre? El pensamiento ha dejado de ser individual para tomarlo un cerebro colectivo, se podría decir estatal, que lo utiliza para la muerte. Los sabios, esas grandes almas que creían en la nueva posibilidad de un mundo energético, son prisioneros de una gran potencia o de la otra. No pueden escapar. El cerebro estatal los toma en sus manos y les quita todo poder de voluntad individual. Y los grandes cerebros colectivos no han hecho más que producir energía atómica, pero no para bien de la Humanidad sino en sentido defensivo, quiere decir, destructivo. El porvenir del mundo es destrucción y ese compás de espera no es más que un momento en que la fiera está allí, escondida, atenta, para pegar un salto más largo, más definitivo y certero y destruir a su presa: la Humanidad. Surgen en el mundo nuevos valores para contrarrestar esa gran destrucción, en la que las dos grandes potencias de la actualidad, serian derribadas por las nuevas fuerzas espirituales que nacen. Recuerden los Hijos la visión de la leona y del oso. Sobre una meseta, al borde de un abismo, una gran leona estaba frente a un oso de tamaño enorme, y con artes femeninas (diplomacia) procuraba atraerlo. Cuando ya lo tenía casi ganado procuró herirlo en el cuello, y al no lograrlo intentó hacerlo en el vientre. El oso, al sentirse rozar se dio cuenta y con sus potentes garras destruyó el pescuezo de la leona; pero fue tanta la violencia del golpe, que ambos cayeron al profundo abismo: las dos grandes potencias serán destruidas. Pero una parte del mundo se salvará.” Más que una Reflexión sobre este asunto tan fuerte que conmociona a los hombres, nos ha parecido convincente transcribir el pensamiento de dos sabios, uno en ciencias y otro en espiritualidad, para que los lectores tengan presente la tremenda hora que pesa sobre las conciencias. Recomendamos meditar sobre la Enseñanza mencionada del Maestro Santiago y encontrarán otras joyas que enriquecen su predicción. José González Muñoz
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