N° 86 - Mi Oración

La oración es la fuerza del alma, dice la Enseñanza. Entonces, los hombres tenemos una oración propia, característica, individual, que nos pertenece. Personalmente, descubrir, desarrollar y enriquecer esta oración es mi desenvolvimiento espiritual y la finalidad de mi paso por la vida. Conseguirla es la felicidad.

Hay muchos tipos de oración descritos en las Enseñanzas y también son millones las oraciones características, una para cada individuo, estén reveladas y activas o en estado potencial, quietas, dormidas en el secreto de cada individuo, los que todavía no han empezado a caminar por el sendero espiritual.

El Maestro Santiago es generoso en sus definiciones sobre la oración, no sólo por la amplitud de los tipos de oración que explica, sino porque además, agrega formas nuevas que habitualmente pasan inadvertidas. Un conjunto de diez Cursos con 160 Enseñanzas dedicadas a la ascética mística describen las más variadas técnicas, de Oriente y de Occidente, antiguas y modernas, y que en la Edición Canon, de próxima presentación en Internet, está contenido en el segundo volumen, de unas 300 páginas.

Los Cursos especializados en la Oración son: La Ascética de la Oración, Ascética Mística, La Meditación Afectiva, La Meditación Discursiva, la Vocación Contemplativa, Gimnasia de Cafh, las Posturas, Ejercicios y Ejemplos de Meditación, Comentarios sobre la Meditación y Métodos de Meditación.

Estos títulos generales de los Cursos y los particulares de cada Enseñanza se refieren a técnicas y ejercicios de la oración, no a la oración misma, porque hay oraciones que son espontáneas y no necesitan técnicas. La oración en sí, auténtica y real, fluye naturalmente, como cada uno es y siente en ese momento. Todos hemos orado en algún momento, aún los más reacios incrédulos: en la enfermedad de un hijo, ante una pérdida irreparable, en la hora de la muerte. Porque en el dolor, las barreras del orgullo personal caen y el corazón ora libremente. Los ejercicios, como toda técnica, son medios didácticos para aprender. El Maestro Santiago, en alguna parte, escribe que los ejercicios de meditación son para principiantes que empiezan el Camino, y que en pocos meses de práctica deben ser superados, recomendando continuarlos sin esperar logros, puramente mecánicos, para ejercitar la perseverancia.

Hay un libro sobre la oración muy hermoso que el Maestro Santiago recomendaba a los Hijos y que él mismo releía una vez al año: “Memorias de un Peregrino Ruso”, de autor anónimo del siglo XVIII y que describe, en el estilo atractivo de la vida rusa de los campos de esa época, la oración perpetua del corazón, desarrollado por los Monjes del Monte Atos de Grecia, y descrita en el libro Filocalia, conjunto de escritos antiguos sobre mística cristiana. Empieza el peregrino contando que, estando un día en la Iglesia, escuchó la recomendación de Cristo: “Es necesario siempre orar” (“Oportet semper orare”, Lucas XVII, 1). Se preguntó cómo se puede orar sin cesar, continuamente, si es necesario trabajar, descansar, atender a la familia y las obligaciones sociales. Entonces decidió dedicar su vida al descubrimiento y práctica de esa mística, y la encontró en al oración perpetua del corazón con la ayuda de su guía astral, el Staretz de un monasterio.

En la Enseñanza 7 del Curso “Ascética Mística”, el Maestro Santiago se extiende ampliamente sobre esta sentencia cristiana, que se practica en tres formas: Oración Operativa, Oración Vocal y Oración Mental. La práctica de estas maneras conduce a la oración espontánea y natural de cada individuo. La Oración Mental se divide en cuatro partes: Meditación, Concentración, Contemplación y Unión.

En el Curso “La Meditación Discursiva” el Maestro Santiago presenta doce temas de la vida cotidiana en un diálogo intenso entre el alma y el Maestro que todos pueden entender claramente, incluso reiterarlo como lectura espiritual, como meditación apropiada cuando el ánimo cae en depresión. La meditación discursiva era preferida del Maestro Santiago y yo he tenido ocasión de escucharlo en una Adoración por los muertos en la Capilla de Embalse, de 23 a 24 de la noche, pronunciada en voz alta ante la Comunidad reunida, hombres y mujeres. Era una maravilla vibratoria que nos comunicaba un estado espiritual superior. Han transcurrido más de cuarenta años y me parece que todavía oigo su voz, con leve entonación italiana.

Las Enseñanzas presentan tres Cursos extraordinarios dedicados a la meditación, diversos tipos, características y objetivos de cada una, metodología de prácticas, ejemplos y comentarios: “Ejercicios y Ejemplos de Meditación”; “Comentarios sobre la Meditación” y “Métodos de Meditación”. Y aunque la variedad es grande, todas estas Enseñanzas están enlazadas con un hilo conductor, como las cuentas de un rosario: la búsqueda de la perfección espiritual y el amor a la Divina Madre. Son los pasos eclécticos y necesarios para alcanzar el objetivo divino.

El primer Curso mencionado presenta cuatro ejemplos de Meditación Discursiva sobre textos bíblicos. Luego: “van a continuación unos ejemplos de Meditación Afectiva fáciles para principiantes y sencillos en su modo de expresión”, tomando al Maitreya como interlocutor y ejemplo a seguir; son siete meditaciones. Continúa con otras siete Meditaciones Afectivas Pasivas: “Para las almas a las cuales la sucesión de imágenes e ideas cansa la mente” y toma como guía a la Divina Madre. Por último ofrece un estremecedor conjunto de siete Meditaciones Afectivas Estimulantes, tomando como modelo a Cristo Crucificado. Concluye este importantísimo Curso con tres Monólogos imaginativos de preparación a la meditación.

Los siguientes Cursos asociados, son una ampliación y enriquecimiento de las ideas presentadas en las diversas Meditaciones y se completan junto a otros siete incluidos en el tomo de Ascética Mística, Segunda Parte de la colección Canon. Constituyen una guía indispensable para el estudiante que aspira satisfacer la recomendación de Jesús: “Es necesario orar siempre”. La Oración Perpetua de Jesús que practicaba el Peregrino Ruso era una especialización, una yoga ortodoxa para pocos. Consistía en la repetición de la frase: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí” una cierta cantidad, miles de veces, sincronizadas con la respiración y los latidos del corazón, hasta que la sentencia se incorporaba a esos latidos y se repetía subconscientemente, aún estando dormido, hasta la muerte.

Todas las formas de orar son buenas si se adaptan a las necesidades de cada persona; lo que sirve a un alma con características particulares puede no ser adecuado para otra diferente. Algunos practican un tipo de Meditación y se encuentran bien allí; otros no hacen Meditación Afectiva, pero se desenvuelven muy bien con la Discursiva. Pocos cristianos hacen Meditación Mental; pero se extienden en plegarias vocalizadas, en grupo y en solitario. Algunos practican rituales corales y coros, como los ortodoxos, los maronitas y los protestantes. Otros van a templos y guardan silencio; la magia de un lugar sagrado los conmueve; esa es su oración. Muchos se dedican a la Oración Operativa trabajando con desprendimiento en hospitales, escuelas, Cottolengos, incluso en la Cruz Roja y en Bomberos Voluntarios; ese trabajar por trabajar es su oración. “El discípulo no aspira al fruto del trabajo, ni a la satisfacción personal y relativa, sino únicamente busca agradar a Dios y cumplir con su Divina Voluntad”. Cada ser es una expresión particular, única e irrepetible de la Humanidad, por más insignificante que parezca; son como semillas pequeñas de los grandes árboles que necesitan germinar y desarrollarse. La oración individual es el fermento de ese crecimiento.

Empecé reflexionando sobre mi oración y me he extendido sobre todas las oraciones que presentan las Enseñanzas para comprender, porque la Doctrina de la Renuncia, dice el Maestro, es ecléctica, presenta todas las corrientes espirituales, las escuelas y las diversas filosofías, para que el discípulo las estudie y escoja las que más le convienen. El objetivo es el desenvolvimiento del alma, no los dogmas.

Para que la oración sea personal, única y permanente tiene que cubrir todas las actividades del hombre, desde las más intimas y secretas hasta las exteriores, físicas y corporales. El Maestro Santiago planeó y controló esa oración perpetua en la vida de Comunidad, no una especialización como la práctica del Peregrino Ruso, sino integral: la Observancia al Reglamento de la Orden. Por cierto, en las comunidades de clausura de todas las religiones se cumple la oración perpetua, porque el objetivo es Dios, la perfección espiritual, y la clausura cierra todas las brechas hacia el mundo. Durante años he practicado la oración perpetua de la Comunidad de Cafh, cuyo ritmo se extiende a las horas del sueño, sin interrupciones. Estudie el lector las Enseñanzas sobre las Comunidades, especialmente “Intimidad de los Perfectos” y verá que la sentencia de Jesús: “Es necesario orar siempre”, no es una utopía, sino una realidad que se vive en muchos lugares del mundo. En esos centros se practican los más diversos tipos de oración, desde el trabajo manual hasta las adoraciones grupales por las almas desencarnadas, desde los recreos llenos de alegría hasta las penitencias en el piso de la Capilla pidiendo perdón por las faltas cometidas. Esas almas integrales sostienen la esperanza de una salvación para la Humanidad, son modelos vivientes de Humanidad armonizada.

Pero ya no estoy en la Comunidad; vivo solitario entre montañas en la Aldea de los Niños y ahora tampoco vienen chicos a estudiar ecología como antes, todas las semanas. Esto que me envuelve, las montañas, el cielo, las noches estrelladas, los árboles del jardín, los pájaros y las flores, mi casa, mi tiempo, mis sueños son ahora mi comunidad, mi clausura. Tampoco trabajo en mi perfección espiritual, estoy con muchos años para tener más deseos, por más santos que sean, me dedico a la expansión del Mensaje de la Renuncia, como pidió el Maestro Santiago.

Entonces, y al final de cuentas ¿cuál es su oración, señor José?
Mi oración, día y noche, son las Reflexiones, y cuando obtengo algún resultado, las entrego a las almas.
Saludos cordiales.

José González Muñoz
Diciembre de 2006

 

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