N° 91 - La Vida y la Libertad “Renunciar es vencer el tiempo dimensional para vivir un tiempo expansivo, inmenso, eterno.” Así empieza esta enseñanza que trata, en esencia, de la libertad real. Somos criaturas del tiempo; somos sus prisioneros. Por eso la idea de libertad está íntimamente ligada a nuestra relación con el tiempo, con su transcurso, su uso, su significado. Es posible que la búsqueda de la libertad sea una característica de la vida. Inclusive se ven casos en los que el poderoso instinto de supervivencia se subyuga ante el deseo de libertad. Hay aves que si están encerradas, aún teniendo todo lo que materialmente necesitan para su subsistencia física, se dejan morir en el encierro, o aún más: se estrellan una y otra vez contra las barreras que frustran sus ansias de volar, hasta morir. El clamor por la libertad atraviesa todo el planeta y toda la evolución humana. Sin duda esa libertad que se busca, cuyo significado tiene múltiples aspectos, es una aspiración legítima de todo ser humano. El hombre quiere ser dueño de su destino, quiere poder decidir qué hacer con su vida, quiere hacer su voluntad. En la historia y en la actualidad hay muchos ejemplos de hechos sociales donde la búsqueda o la falta de libertad son protagonistas centrales. Tomemos el caso del movimiento hippie demos una mirada a lo que buscaban y a lo que hallaron. Paz, Amor y Libertad, proclamaban. ¡Maravilloso ideal, quién lo duda! Muchos vivieron esa libertad exterior durante bastante tiempo. O mejor dicho vivieron la ilusión de ser libres. Pudieron no estar regidos por las normas de la sociedad, pero a poco andar, quedaban inesperadamente atrapados en otras redes: sus propios hábitos corporales, emocionales y mentales que se adueñaban de su vida. ¿Qué libertad es la que alcanzaban, si no podían gobernarse a sí mismos? Sobre las características del movimiento hippie hay mucho material publicado y estudios serios hechos por especialistas. Aquí sólo se trata reflexionar acerca de cuál era el alcance que tenía para ellos el concepto de libertad. Fue la libertad de “hago lo que me da la gana”. Pero en la gran mayoría de los casos, quien hacía “lo que le daba la gana” no era el Ser interior, la Conciencia superior del individuo, sino su cuerpo, su mente instintiva y su sensibilidad indisciplinada y atada a su instinto y a los movimientos emotivos colectivos. Es lo que se puede deducir al considerar los resultados que obtuvieron, como tipo y calidad de vida, la mayoría de aquellos jóvenes. Y nosotros, ¿cuál es nuestro ideal, cuál nuestra realidad de vida? Salvo el hecho de que navegamos por la vida al ritmo de la sociedad, mientras ellos le daban la espalda y se lanzaban a conquistar su ideal, no veo una gran diferencia entre nuestra situación y lo que vivían los hippies. Desde cierto punto de vista, muchos de nosotros somos hippies ocultos, mimetizados en la sociedad formal, pero con los mismos deseos de libertad. Y tratamos de ejercerla los fines de semana. Estamos en lo mismo: a veces podemos hacer lo que nos da la gana, pero eso no nos hace libres. ¿Por qué no logramos el ideal de libertad? ¿Qué nos falta? Quizá es así por tener un concepto de la libertad centrado en lo corporal y en lo exterior, ignorando que la libertad profunda y real, es la que se alcanza subordinando el cuerpo, la mente, las emociones, al dominio del ser espiritual que somos. Libertad interior es libertad real. La tiranía del tiempo y la vida en comunidad En verdad, el tiempo es tirano, como se dice comúnmente. Somos sus esclavos. Sólo sabemos ir adelante en la vida bajo el dominio del tiempo, que nos acosa permanentemente. Pasamos la semana de trabajo en un ritmo que no respeta la naturaleza humana, y necesariamente se producen desequilibrios. Después, el fin de semana, queremos restaurar en unas horas las energías perdidas por el mal uso del tiempo y del organismo. ¿Podemos imaginar una forma equilibrada de vivir, que sea compatible con nuestra realidad? ¿Cómo podríamos “vivir la hora eterna”? ¿Es algo que se puede practicar, aprender? La enseñanza menciona la vida en la Comunidad como ejemplo ideal de orden y disciplina exterior, que facilita alcanzar la libertad interior, y allí podemos hallar algunas pistas: “La Divina Madre, al regular la vida del Ordenado para darle una verdadera libertad, le ha impuesto aparentemente unas normas más severas de vida, como si lo hubiera atado más al tiempo al distribuir sus días y su vida tan estrictamente. Da la impresión de que se está atado a una norma diaria de la que no se podría escapar. Pero en realidad de esa forma el alma puede liberarse del tiempo dimensional y entrar en el tiempo expansivo, lo que sólo se logra viviendo muy estrictamente dentro del tiempo, haciendo hábitos muy precisos, viviéndolos con una gran intensidad.” Con este panorama de la vida en una Comunidad, planteado como un ideal, empecé a preguntarme qué relación podía existir entre esa vida y la de la mayoría de nosotros que vivimos en la sociedad, con todos sus condicionamientos y su falta de atención a las necesidades espirituales de los seres humanos. Me pregunté, por ejemplo, cómo podría realizarse aunque fuera en parte, ese ideal de equilibrio, de vida ordenada, de sentido superior, en un mundo donde las prioridades de la sociedad son otras. Ante estas inquietudes, y para ampliar mi pobre conocimiento de la vida en Comunidad, decidí preguntarle a alguien que hizo esa experiencia. Lo que sigue resume el resultado de esa consulta: ─Ya que estuviste un tiempo en la Comunidad, ¿me podrías decir algo acerca de cómo es la vida diaria allí? ¿Cómo viven los ordenados? Amar y Construir Intentando realizar ese ideal, aprendí que en la medida en que avanzamos en nuestra agenda, logramos quedar libres de tomar decisiones innecesarias: todo está dispuesto de antemano. Ese marco de disciplina nos permite entregarnos por completo en el momento, y aplicar plenamente las potencias del alma en lo que se vive. “Estar en lo que se está”, es la frase adecuada. Eso es Presencia, es lo que nos permite vivir en otros planos a la vez que se es eficiente y conciente en éste. Pero tratar de realizar esto en todos los aspectos de nuestra vida, en poco tiempo, es imposible. Si uno quiere hacer un cambio muy grande de una sola vez, fracasará. Lo mejor es empezar por una o dos cosas, y una vez decididas, cumplirlas cien por cien. Por ejemplo, pensar sólo en dedicar diariamente un tiempo definido a la oración, en determinado horario. Por otra parte, mientras trabajamos, cultivar la actitud de que nos habla la enseñanza. Me quedé pensando en esta frase: “Así es como se puede estar realmente presente y entrar en la dimensión espiritual”. Estas palabras evocan aquellos momentos excepcionales en los que nuestra alma se hace presente en un instante, deteniendo el tiempo, y la mente guarda reverente silencio ante el milagro. Todos tenemos alguna vivencia de esta clase. Puede ser en cualquier momento: en una plácida caminata en medio de un paisaje conmovedor, o en medio del ajetreo de la vida cotidiana. Esos momentos esporádicos, que parecen venidos de la nada, son reveladores, si los sabemos atesorar y valorar. No para evocarlos tan sólo, sino para aprender de ellos la manera de estar presentes, de vivir la Hora Eterna. Presencia es vivir el momento, tal como es, sin pasado ni futuro. Es haber establecido, desde el nivel superior del alma, donde se conjugan la Intuición y la Voluntad del Espíritu, cuál será la rutina, qué actividades se realizarán, en qué horarios, y cumplir exactamente con lo dispuesto. Ponerse límites, decidir, ordenarse, cumplir, obedecerse. Vivir concientemente. Construir la propia realidad. Volar a otra dimensión. “Ama la realidad que construyes y nada detendrá tu vuelo”. Fanny Luz
E-mail: info@santiagobovisio.com
|