ÍNDICE:

Enseñanza 1: El Mensaje de la Renuncia
Enseñanza 2: Éste es el Reglamento
Enseñanza 3: Reunión de Almas
Enseñanza 4: El Cuerpo Místico
Enseñanza 5: El Amor en los Votos
Enseñanza 6: La Ley de la Renuncia
Enseñanza 7: La Religión Universal
Enseñanza 8: La Fe
Enseñanza 9: El Superior Frente al Alma
Enseñanza 10: El Superior Guía del Alma
Enseñanza 11: El Superior Como Director Espiritual
Enseñanza 12: La Labor del Orador
Enseñanza 13: Exposición de la Enseñanza
Enseñanza 14: Los Bienes Intrínsecos de Cafh
Enseñanza 15: Tiempo Dimensional y Tiempo Expansivo
Enseñanza 16: Transmisión del Mensaje de la Renuncia

Enseñanza 1: El Mensaje de la Renuncia

La Renuncia es el único camino para la salvación del mundo y no hay otro camino de salvación para el alma fuera de la Renuncia.
Esto no es sólo un postulado doctrinario, sino la ley esencial y contingente del universo y de la Humanidad.
El Hijo de Cafh ha de transmitir a las almas todas el Mensaje de la Renuncia, porque las verdades más simples y claras son siempre ignoradas por la Humanidad.
El Hijo de Cafh no transmite a las almas el Mensaje de la Renuncia de un determinado modo, sino haciéndose él mismo un canal vivo por el cual se transmite el Mensaje, él mismo es la expresión viva del Mensaje, él mismo es el Mensaje.
El Hijo, cuando ingresa a Cafh como Patrocinado, ha de conocer el Mensaje de la Renuncia sin dilaciones. Si el Hijo no es puesto inmediatamente en contacto con el Mensaje de la Renuncia se pierde. Muchas almas se alejan del Camino porque no se les pone en contacto inmediato con la verdad que buscan confusamente, y por la cual han sido llamadas. Detener a los Hijos en los principios con doctrinas atenuantes o de transición es frustrarlos.
El Hijo Patrocinado de inmediato ha de recibir y conocer el Mensaje de la Renuncia.
El Mensaje de la Renuncia es dado al Hijo Patrocinado como una Idea, una Idea fundamental, irrefutable, única.
El Hijo Solitario de Cafh practica el Mensaje de la Renuncia.
La Idea conocida por la mente del Hijo es sentida, se hace sentimiento íntimo profundo, se asienta definitivamente en el corazón.
El Solitario, paulatinamente, hace del Mensaje de la Renuncia su punto de concentración y de sentir, lo expande y amplifica continuamente dentro de sí, hace de esta unidad de idea y de sentimiento una fuerza que disipa de a poco todas las otras ideas y sentimientos. Se dice disipa porque ninguna idea o sentimiento necesarios al sostenimiento y desarrollo de la vida pueden ser suprimidos; suprimirlos sería potencializarlos y darles una fuerza sobresaliente sobre las demás ideas y pensamientos.
La Idea Única del Mensaje de la Renuncia traslada las ideas y los sentimientos comunes y habituales a un plano superior racional emotivo, así como ya fue hecho en general por el alma con las impresiones y sentimientos vegetativos.
El Hijo Ordenado vive el Mensaje de la Renuncia, él mismo es el Mensaje.
El Hijo Ordenado que vive el Mensaje de la Renuncia entre las almas que siguen una vía unilateral necesariamente transforma su vivir en un padecimiento continuado.
Vive una vida divina al contacto con una vida humana, y esto es necesariamente padecer. Su padecimiento se transformará en inmolación, porque no podrá vivir la plenitud de su vida divina hasta que todas las almas no sean liberadas por el Mensaje de la Renuncia.
El Hijo de Cafh conoce, practica y vive el Mensaje de la Renuncia contingentemente por el cumplimiento de su juramento y de sus votos, unitivamente por la ofrenda y el holocausto.

Enseñanza 2: Éste es el Reglamento

El alma, al ponerse en contacto con la Gran Corriente, queda de inmediato transformada: de ser humano se transforma en un ser divino y así como un hombre tiene leyes y normas naturales que cumplir, el ser divino, enseguida que se transforma en tal, queda sometido a leyes y normas espirituales.
El Reglamento de Cafh no es entonces un conjunto de leyes y normas impuestas, sino el modo de vivir espontáneo y espiritual de los Hijos. Por eso él empieza con estas palabras: “Éste es el Reglamento de Cafh”. No dice este escrito, estas normas, estas leyes, sino simplemente “Éste”, pues él es fuerza motriz del espíritu grabada en el corazón de los Hijos.
El modo como el Hijo expresa esta ley en la vida es la norma escrita que sigue al primer párrafo del Reglamento.
Es la voz de la Divina Madre hablando al oído y al corazón de los Hijos, como si hubiera condensado en su Enseñanza todos los valores de los códigos sagrados y de los caminos místicos, como si hubiera dado una fórmula de la Idea Madre, una expresión que fuera la síntesis de las normas y del modo de vivir de los Hijos de Cafh: la Ley Única.
Esta voz viva de la Divina Madre llega con la vocación espiritual a cada uno de los Hijos y en cada uno de ellos graba el Reglamento en su corazón. Por eso San Pablo escribe también a sus fieles: “Vosotros sois la carta de Cristo”.
Pero las leyes naturales del hombre y la razón humana contínuamente luchan en contra del ser espiritual que corre así peligro de olvidar la voz y la Enseñanza Divina. Por eso fue necesario que esa ley divina grabada en el corazón del Hijo fuera, además, transmitida en lenguaje escrito, como un signo de recuerdo y confirmación.
Si así no fuera, el Reglamento de Cafh sería también una ley humana, difícil de sobrellevar y desligada de la voluntad del hombre.
Todas las leyes, aún las más pesadas, tienen sentido cuando son expresadas y adaptadas a las circunstancias del momento. Pero a través de los cambios y del tiempo ellas se convierten en yugo, en duras cadenas, y la lucha de los hombres ha sido siempre un esfuerzo por romper estas cadenas y adquirir su prístina libertad.
Esto no les pasará a los Hijos si no humanizan las normas divinas que han recibido, es decir, si no hacen del Reglamento algo extraño a ellos, si siempre lo viven y expresan en su vida como un hábito espontáneo, como una modalidad de su ser íntimo, como una irradiación de la Ley Divina que mora en su alma. Aún cuando esta ley aparentemente cueste cumplirla no debe tomarse nunca como un esfuerzo impuesto, sino como una técnica espiritual, como una disciplina ascética y única para lograr el fin propuesto.
Es necesario que todas las veces que el ensueño racional torna al Hijo al mundo de las sombras la voz del Reglamento se haga escuchar y lo encamine por el buen sendero.
Es necesario que cuando la flaqueza humana tiende a amortiguar en el Hijo la ley divina depositada en su alma, el Reglamento escrito avive su memoria. Aún podría ser que a través del tiempo lo que fue escrito en el alma de los Hijos pase por épocas de oscuridad y olvido, y entonces será esta ley escrita la que hará resurgir las almas escogidas, la que volverá a despertarlas para que escuchen la Voz Divina.
Las primeras palabras son entonces fundamentales: “Éste es”. Son expresión de la esencia del Reglamento de Cafh y de la Idea Madre. Son el signo de la fuente de la Revelación Primera. Son el sello de las almas. Son el incentivo de la vida, presagio de un triunfo espiritual seguro.
Estas palabras le dicen al Hijo que este escrito ha de desaparecer para él porque quedará escrito en su alma permanentemente.
El Reglamento, por un don de gracia adquirida, por el esfuerzo místico de la Ley Divina hecha realidad, se manifestará en el Hijo, vivirá en el Hijo; el Reglamento y el Hijo serán una sola cosa.

Enseñanza 3: Reunión de Almas

Los hombres, para poder convivir entre sí, necesitan una participación recíproca de hechos y de hábitos.
Estos hechos y hábitos son el origen y resultado al mismo tiempo, de los lazos de sangre, de las obligaciones comunales, de las sucesivas leyes, de la adaptación ambiental, de la eficiencia del trabajo y de la estabilidad de residencia.
Estos hechos y hábitos, a la vez que por las circunstancias y necesidades, obligan al hombre a vivir y a estar obligado para con los otros hombres, le dan al mismo tiempo el privilegio de intercambiar y beneficiarse.
Pero esta unión de hombres, sujeta a la sucesión de hechos y a la relación de hábitos, es temporaria, no perdura; está sujeta a los cambios, a las alternativas, a las separaciones y al dolor.
Los Hijos de Cafh, al ponerse en contacto entre sí, transforman la unión de hombres en unión de almas.
Se dice “Unión de almas” porque los Hijos no se comunican entre sí por lazos humanos, por hechos o hábitos comunes, sino solo por una semejanza anímica de aspiraciones comunes, expansiva hacia lo eterno, lo infinito.
Esta semejanza anímica expansiva genera no una fuerza humana, sino una fuerza sobrenatural, espiritual, divina.
Por eso la reunión de hombres es una fuerza humana con resultados transitorios, mientras la reunión de almas es una fuerza divina con resultados permanentes.
La reunión de almas de Cafh entonces, al no ser humana sino divina, tiene el bien supremo de la perdurabilidad. Permanece a través de todos los acontecimientos, de todas las distancias, de todos los cambios, de todos los tiempos.
Los Hijos de Cafh por esta divina reunión afirmada y consagrada por los votos y el juramento quedan física, mental y espiritualmente unidos entre sí, no hay poder capaz de separarlos.
Cuando los Hijos no estén reunidos la fuerza de su unión traza caminos magnéticos en el espacio que los reúne continuamente, por muy distantes y apartados que se encuentren, pues uno solo es el Sendero de los Hijos de Cafh. Aún si ellos no se conocen, la voz de todos se une en una conversación sobrenatural para proclamar la Enseñanza. La imagen de uno es la imagen de todos, pues todos se identifican en el Cuerpo Místico de Cafh con sus Cuerpos de Fuego.
Esta reunión de almas es única en la tierra porque amalgama fuerte, divina y sobrenaturalmente entre sí a los Hijos, los cuales al participar de la Gran Obra que no tiene punto de apoyo exterior y humano alguno, no pueden sufrir dispersión de energías, ya que ésta fluye sobre el mundo únicamente a través del Poder de la Gran Corriente.
El único signo de reconocimiento exterior que tienen las almas de Cafh es el suave vínculo de la amistad.
La amistad es el reflejo de lo que es la unión de las almas en lo íntimo, ya que la amistad hace unir y amar entre sí a los seres por la simple razón que se sienten inclinados a eso y por ninguna otra causa.
La amistad de los Hijos es una participación de virtudes comunes, es una expresión de dotes morales semejantes, es un conocimiento recíproco y amoroso de todos los conocimientos de la Enseñanza. Es un incentivo para reflejar entre sí la propia capacidad anímica expansiva.
La amistad de los Hijos hace de ellos centros potenciales semejantes, Cuerpos de Fuego resplandecientes, canales vivos que no reducen y limitan a la Humanidad, sino que manan abundante poder de realización sobre ella.
Los Hijos de Cafh que han pasado al más allá permanecen aún vivos entre los Hijos de la Tierra. Su vivencia es permanente en las Tablas por el recuerdo y la eficiencia de conocimientos y de amor.
Estos Hijos de las Tablas Astrales viven aquí, por su misma fuerza espiritual, a través de sus obras, de sus trabajos, de sus enseñanzas y de sus esfuerzos.
La reunión de almas de Cafh es entonces tan excelente y extraordinaria que trasciende todos los límites, penetra en los rincones más apartados del mundo, entra en el alma de todos los seres.
Es una vibración puesta en movimiento que ha de cambiar la faz del mundo.

Enseñanza 4: El Cuerpo Místico

Cafh es esencialmente divino; en sí es no determinado. Por eso su manifestación a través del Cuerpo Místico es integral.
Cafh es idea simple que se multiplica por reversibilidad, se expande por participación y se determina como manifestación de presencia.
El Cuerpo Místico de Cafh revela su potencia divina.
El potencial divino de Cafh no es un potencial determinado porque el Cuerpo Místico de Cafh no es determinado. Si el Cuerpo Místico de Cafh se determina es por reversibilidad. Cafh no hace, Cafh plasma.
En ese sentido Cafh, como actividad humana, no es la materialización de una idea que es siempre la muerte de una idea, sino el fermento, la plasmación de la Idea, que es la vida de Idea porque es reversibilidad.
Una idea hecha algo, desaparece como potencia. Una idea cuando se plasma, permanece, y su potencia es siempre divina en el sentido que se proyecta y muere para dar posibilidad a otra idea-vida.
Cafh, como potencia divina, no se opone a una actividad humana. Cafh, como actividad humana, no reduce la Idea Divina.
Cafh, como Cuerpo Místico, es Ired, Renuncia, vida: Vida Divina que es actividad en sí, fuerza creadora, potencia infinita.
Cafh no es solamente una Idea, una fuerza, un sentimiento o una organización. Cafh es; por eso no tiene un cuerpo, sino un Cuerpo Místico.
El cuerpo espiritual, mental y magnético de Cafh forman el Cuerpo Místico de Cafh.
El Cuerpo Espiritual de Cafh es Idea Simple.
La Idea de Cafh no es una idea nueva, ni una doctrina, ni una peculiar forma del pensamiento. La Idea de Cafh es Idea Simple.
La Idea Simple no pertenece a un campo mental determinado. En realidad no tiene ubicación ni atributos; lo simple excluye toda polaridad característica. Por eso Cafh, como Idea, no es algo posible de captar o comprender, sino sólo se puede realizar como integración a Cafh, como Estado de Conciencia en Sí.
La realización de la Idea de Cafh no es la identificación con una idea sino Iluminación Espiritual. La Iluminación Espiritual no es una comprensión, ni aún una comprensión trascendente. La Iluminación Espiritual es una integración de valores en un elemento simple; la reducción del compuesto a la unidad.
La Unión Divina no es unión propiamente dicha, es desaparición de toda dualidad. La Unión Divina no puede tener atributos; es la desaparición de la unidad en la simplicidad.
La Renuncia es Unión Divina porque es el estado negativo, simple.
Por eso la Idea de Cafh es Renuncia.
El acto puro es el acto divino, el acto en sí; es el elemento de todo acto, de toda plasmación, de toda realización. Es, en sí, realización.
El Hijo participa de la Divinidad a través del Acto Puro.
El Hijo se simplifica por la Renuncia hasta transformarse en un acto potencial generador. Él ya no es un reflejo de la Divinidad sino la Divinidad misma.
El estado simple del alma no es comprendido comunmente por los Hijos. Ellos asimilan la Renuncia a las renuncias contingentes, y creen que la simplicidad es el punto final de una trayectoria. La trayectoria existe en todos los actos menos en la Renuncia. La aparente trayectoria de las renuncias contingentes no es la Renuncia, sino predisposición a la Renuncia, que no es movimiento, sino permanencia estática. Sin embargo, esa permanencia se manifiesta a través de etapas y logros definitivos.
La Idea Simple contiene en sí la potencia de su plasmación integral. La posee porque por ser simple, es reversible, Es.
La unión con la Idea Simple no es identificación con un aspecto de su plasmación, el más elevado, sino con ella misma a través de la integralidad de su estado consumado.
No es posible la identificación con la Idea Simple en sí, sino a través de un estado de similitud que no puede nunca ser simple en sí, ya que es parte de lo compuesto. Pero se puede unir a ella por reversibilidad, por identificación con su estado integral consumado.
La identificación total con lo Eterno no es de este mundo, pero sí lo es la unión con Él por reversibilidad, por Renuncia.
La Unión Divina, si bien es un estado estático, por ser reversible, se plasma en estados de holocausto, entrega, ofrenda, es Renuncia permanente. No es así en el sentido común de los términos, sino un estado espontáneo y simple. Por la Renuncia permanente se llega a la Unión Divina a través de la entrega; la Divina Madre se da al Hijo y el Hijo se da a la Divina Madre.
Una idea no se plasma; una idea es la plasmación de la Idea.
La Idea es Luz; una idea, como plasmación, no lo es; a lo sumo es reflejo.
La plasmación de la Idea es fuerza de realización que se determina en acto.
La Idea es acto puro; la plasmación de la Idea es un acto que muere creando la Idea.
La plasmación de la Idea establece una línea, un orden, una trayectoria, una organización.
La fuerza de Cafh no es una fuerza humana. No es el resultado de un movimiento o de un pensamiento. Tampoco es el resultado de la capacidad o esfuerzo del hombre.
Por más elevado que sea el fin y las fuerzas puestas a un objetivo, el hombre no puede crear una fuerza sobrenatural. Pero puede hacer que lo sobrenatural venga a él. Mas, eso no encadena lo sobrenatural a un hombre, a un grupo o a una organización.
La fuerza de Cafh es sobrenatural porque es resultado de la Renuncia.
Los Hijos nunca pueden desvirtuar o transformar la fuerza de Cafh; pueden participar o no de ella. El Hijo no puede nunca desvirtuar a Cafh, pero puede desvirtuar a Cafh en él.
El Hijo por su Renuncia participa de la Idea; él, como elemento simple, es la fuerza y la Idea. Pero si los Hijos tienen en Cafh otro sostén fuera de la Renuncia participan de Cafh sólo humanamente, y son una idea y cuentan con una fuerza. Y esa idea y esa fuerza no son suficientes para mantener a los Hijos integralmente en la ideación de Cafh; participan de un cuerpo místico no integral. No porque éste no pueda tener fuerza y elemento espiritual, sino porque éstos no serán ya espirituales en sí, sino expresión humana de un anhelo espiritual.
Cafh es, pero el Hijo puede no ser Cafh.
La única condición de plasmación de la Idea en una fuerza es la Renuncia. Es la Renuncia porque es el único medio efectivo que tiene el ser para participar divinamente.
La Idea en sí, es; pero su plasmación obedece a un movimiento. Este movimiento no es un movimiento direccional sino un movimiento en sí, el movimiento simple.
Para poder participar de ese movimiento simple es necesario asemejarse totalmente a él, y esa semejanza se logra por la Renuncia.
El Hijo participa de ese ritmo divino únicamente a través de la Renuncia, que es Unión Substancial con la Divina Madre. Él nunca puede pensar que tiene otra base para su vida espiritual. Si los Hijos asientan su vida espiritual en una base que no es totalmente sobrenatural, formarán sólo un cuerpo natural, con características humanas, limitado en el tiempo y sujeto al ciclo de las cosas humanas.
Donde hay plasmación hace falta luz para no perder la participación integral a la Idea. El movimiento descendente debe ser siempre ascendente; si no deja de ser Ired para hacerse un movimiento con un potencial determinado, con un alcance, y nada más. Por eso es necesario luz-tiniebla para no materializar la Idea, sino plasmarla.
Cafh no es Cafh, sino una expresión de Cafh.
La fuerza de Cafh no está en ser algo, sino en ser plasmación. Pero allí donde hay plasmación hay separación aparente.
La realidad objetiva no es el conjunto sino la parte grosera del conjunto.
Lo necesario, entonces, para el mantenimiento de la pureza de la Idea, es la permanencia en lo espiritual de la idea, ya que la base de que se parte es su aspecto material.
La Obra de Cafh es solamente espiritual, como acto puro, como Ired. Por eso se manifiesta en el mundo. Se manifiesta como obra en las almas y como obra a través de las almas. Y esa obra particularizada vuelve a remontarse hasta lo simple y divino por participación al Cuerpo Espiritual, que es Iluminación Espiritual.
Este movimiento aparente, que es fuente de todo movimiento y vida, da como posibilidad a las almas de Cafh la Unión Substancial con la Divina Madre y, al mismo tiempo, hace de las obras de los Hijos plasmación de la Idea de Cafh, que es siempre divina y universal. Los Hijos hacen así, a través de su esfuerzo y entrega, una obra divina en el mundo.
Los Hijos que no comprenden la ideación divina de Cafh, pierden su tiempo y no participan integralmente del Cuerpo Místico. Siempre creen que su trabajo, su idea y obra personal es la Obra, cuando en realidad ellos dejan así de participar de la Gran Obra, limitando sus posibilidades divinas a un campo humano que siempre lleva al fracaso.
Para el Hijo no hay otra Obra que su integración total a Cafh, que es una entrega absoluta de su ser, sus posibilidades y sus esfuerzos a Cafh. Pero al mismo tiempo esa Renuncia diviniza la entrega del Hijo multiplicando divinamente esas posibilidades, y otorgándole el don de una participación substancial a la Integridad de la Gran Obra.
Todas las almas participan de la Ideación Divina y todas llegarán a la liberación final. Pero cada alma determina, según su esfuerzo, su participación actual a la Gran Obra.
Los valores individuales separados no participan del Cuerpo Místico de Cafh.
La Obra siempre se hace por participación, que es desaparición por la Renuncia en la Obra misma. Un valor independiente excluye toda participación, y no sólo no participa, sino se opone a la Obra como punto irreducible de personalidad. Una personalidad es el punto de precipitación de los valores humanos separados, que se oponen siempre al movimiento expansivo de participación.
La verdadera entrega no es el esfuerzo personal por lograr un bien determinado, sino el esfuerzo impersonal de renuncia integrado por el amor a una obra común.
Las almas participan del Cuerpo Místico de Cafh según esa unidad de entrega. Esa entrega, si es integral, es liberación; porque donde hay holocausto hay Unión Divina.
¿Esa capacidad de entrega está determinada por una predisposición natural del ser o depende de un esfuerzo volitivo?
El ser, aún con luchas y esfuerzos, llega fácilmente hasta un punto, pero para trascenderlo hacen falta un esfuerzo y renuncia no comunes. Son muy contados los que lo logran; sin embargo, eso no niega el libre albedrío, sino lo comprueba.
La posibilidad de variar la intensidad de un esfuerzo o de elegir es una visión muy pobre del albedrío. Ese pequeñísimo margen de libertad dentro de una trayectoria fija no puede entenderse como libertad, aunque lo es dentro de su círculo.
El verdadero libre albedrío es el que puede romper el límite de determinadas posibilidades para hacerse dueño de otro orden de posibilidades.
El hombre lucha por conquistar un albedrío que no es tal y se estrella contra sus propias y reales posibilidades. Sólo aquél que salta por sobre sus posibilidades contingentes realiza las posibilidades reales. Sin embargo, la gran mayoría entiende por liberación la realización de las posibilidades contingentes.
Por supuesto que el salto sobre las posibilidades contingentes no significa la realización absoluta ya que, entonces, las nuevas posibilidades se vuelven contingentes; pero si se logra la permanencia en la Renuncia la línea no se interrumpe hasta el final. Entonces es expansión infinita que rebasa lo real y lo contingente; la participación es reversibilidad y la reversibilidad perfecta, Renuncia; la recta es curva, la curva, círculo y el círculo, cruz.
El deseo de entrega produce una potencialización interior. Esa fuerza, multiplicada por la persistencia del deseo, al no ser transmutada en fuerza espiritual pura por un estado negativo de Renuncia, crea una necesidad de acción: hacer algo, hacer “el bien”.
La acción siempre existe, pero esta acción buscada no es más que el gasto inútil de un potencial que, sostenido por la permanencia, hubiera alcanzado una expansión no determinada.
Es evidente que el acto interior de entrega, si es divino, no puede traducirse en una actitud dada. El estado interior negativo, por ser completamente opuesto a los estados positivos de acción-gasto, no ofrece asidero alguno.
Por eso la Renuncia no puede ser comprendida sino por similitud, y los Hijos, si bien participan de Cafh, no siempre participan comprensivamente de su Ideación Divina, que es Renuncia.

Enseñanza 5: El Amor en los Votos

Lo que determina la vida espiritual del Hijo es el momento de su ingreso a Cafh.
En ese momento es necesario el examen retrospectivo para que el alma comprenda cómo, aún estando a ciegas, fue llevada por su destino al camino espiritual.
Cuanto más grande es la intervención divina en la vocación del Hijo tanto más es su aparente inactividad en la primera entrega.
Sentimientos desconocidos embargan al alma del Hijo al ponerse en contacto con el Camino y sólo sobresale un sentimiento confuso y obscuro de gran responsabilidad, y la responsabilidad da el amor.
Sólo el amor cuenta. El amor es el principio y el fin del sendero.
El ingreso del Hijo a Cafh determina, entonces, todo el destino futuro del Hijo y su entrega confusa y obscura es, sin embargo, el nexo de toda responsabilidad y compromisos ulteriores que le serán dados.
Como nadie conoce a los predestinados para Cafh el afán de todos los Hijos ha de ser aquél de llamar a todas las almas al sendero espiritual. La única guía del Hijo para la conquista del alma es el amor, que ha de ser en él como un fuego que se proyecta sobre todas las almas y que se manifiesta con deseo inmenso de ver a todas las almas en el sendero de la Divina Madre.
Este deseo comunica al Hijo el don de una palabra viva para la conquista de las almas haciéndose un ejemplo vivo a los ojos de ellas y buscándolas continuamente.
El Voto de Silencio es la lógica consecuencia del amor del Hijo hacia la Divina Madre. El Hijo puesto en contacto con Cafh descubre el amor en la imagen de la Divina Madre, y aquél que ama sólo desea el objeto amado, y estrecha un lazo de intimidad y de silencio entre el alma y la divinidad.
El amor de la Divina Madre aleja al Hijo de todo. Cierra sus ojos porque sólo quiere ver la imagen querida. Lo hace callado, reservado, amante de la oración íntima, de la vida interior que es el tesoro del voto de silencio.
El Voto de Silencio no es entonces una imposición, sino una necesidad ascética mística del alma. El silencio acostumbrará al alma a ser casta, recatada, inmaterial, por amor a la Divina Madre y, sobre todo, le dará capacidad para escuchar la voz divina, para recibir las enseñanzas interiores y directas que no puede pronunciar ninguna voz humana.
El amor a los Votos es fuerte como la muerte. Por eso el Voto de Fidelidad es una necesidad del alma consagrada. El hombre cambia continuamente y nunca puede permanecer en una misma actitud. Ningún acto humano es constante. Sólo el amor a la Divina Madre puede dar al alma fidelidad, hacerla digna del Voto de Fidelidad. Sólo la fidelidad divina es digna de ese nombre y lo hace fiel hasta la muerte.
El amor humano por la fidelidad se hace divino. El amor fiel es íntegro, total, sin reservas.
El amor fiel hace al Hijo observante, cumplidor, atento. Él es una manifestación de su voto de fidelidad. Él es la fidelidad.
El amor fiel hace al Hijo cuidadoso de sus sentimientos, vigila atentamente su interior y su modo de pensar.
El amor fiel hace al Hijo participante de la doctrina fundamental de Cafh. ¿Cómo podría un Hijo ser fiel a la Divina Madre si no participa de su modo de pensar?
El amor fiel es expresión íntegra de la doctrina de Cafh a la cual, por su espontánea adhesión, ha prometido fidelidad.
El Hijo ha sido llevado por la fidelidad al Voto de Obediencia.
El voto de Obediencia es esencialmente un acto de amor místico y espiritual.
El camino espiritual puede ser recorrido un trecho por el esfuerzo y la voluntad del Hijo, pero cuando llega a cierta altura en donde las rutas ya no son humanamente trazadas, es necesario entonces que el Hijo abandone su voluntad y se entregue en los brazos divinos.
El alma no llegará a la meta sin un Maestro que le tienda la mano, que lo guíe en sus altos destinos.
La Divina Madre es la ruta final del Hijo. Es necesario echarse en sus brazos para llegar. Esta sumisión amorosa a la Divina Madre es ideal para el Voto de Obediencia, para su cumplimiento, para hacer al Hijo enteramente sumiso a sus Superiores.
El Hijo ha de ver en el Superior únicamente a la Divina Madre.
La obediencia prestada al Superior como hombre es un cautiverio. Mas la obediencia prestada al Superior como imagen de la Divina Madre es sumisión de amor, fuente de comprensión y de felicidad.
La obediencia humana es lenta, pesada, difícil. La obediencia divina es pronta, sincera, sin reservas.
La obediencia perfecta lleva al alma al Voto de Renuncia. El Voto de Renuncia es entrega de amor. El alma, como va descubriendo los tesoros del amor, necesita desechar todos los contrarios, no quiere que nada ni nadie la aparte de su bien.
El amor que se entrega totalmente es una expresión más allá de toda posibilidad mental y actúa sólo en las esferas sobrenaturales y divinas.
El renunciamiento sigue estas etapas místicas: Renuncia de gustos y placeres, renuncia de posesión, afinidades, consanguineidad y amistades, renuncia de vida. El Voto de Renuncia es amor sobrenatural.
Los Votos no son solamente un acto que hacen los Hijos aptos para Cafh, sino son sobre todo el modo y el resultado del amor, y no hay otro medio para lograr el amor sobrenatural sino el de los Votos que son el medio de vivir, sentir y expresar la vida divina.
Los votos son el alimento vivo que unen permanentemente al Hijo a la Divina Madre.
Los Votos son el Camino. Los Votos son la misma Divina Madre.
El Hijo por sus votos logra un estado de amor permanente y unitivo con la Divina Madre.

Enseñanza 6: La Ley de la Renuncia

Los Hijos de Cafh deberán ser obedientes a las leyes vigentes en el país al cual pertenecen o que los hospeda.
Hay quienes opinan que sólo hay que obedecer a leyes justas y oponerse a otras que son malas para los pueblos.
La misión de Cafh sobre la tierra no es la de juzgar o determinar cuales leyes son buenas o cuáles son malas, pues en el Plan Divino está dispuesto cuales son las organizaciones que han de determinar sobre este punto. Pero como ningún ser humano puede prescindir de las responsabilidades que como tal le corresponden dentro de la sociedad, y sería irresponsable que se apartara de los problemas de los pueblos, es necesario exponer en cual doctrina se basa este mandato de obediencia a las leyes.
Cafh proclama que ninguna ley puede ser siempre buena y tener resultados eficientes si no se basa sobre la Renuncia y que, partiendo de este postulado fundamental, todas las leyes serían consecuentemente buenas.
Las leyes son siempre humanas; buenas hoy, no buenas mañana; sujetas a infinidad de cambios y circunstancias; aplicadas según el criterio de los hombres que las proclaman y las controlan, mientras la Renuncia es una ley única, universal, invariable. Y como la Renuncia es una ley única, divina, expresión de la Idea Madre de la Raza Aria sobre la tierra, fue proclamada por los Grandes Iniciados de todos los tiempos.
El deseo de posesión, el temor a perder los bienes y la vida, la avaricia acumulativa de los hombres los ha alejado de esta ley única, fuente de toda felicidad, y ha hecho necesaria la imposición de leyes y más leyes para contener estos males.
Pero si el ser cumple con la Ley Divina de la Renuncia, las leyes humanas se hacen fáciles y llevaderas para él y las deroga, cuando ya no son útiles y buenas, con la sola fuerza de su conducta y resistencia moral.
El Hijo de Cafh ha de ser obediente a las leyes porque, antes de quitarle, ellas constituyen una contribución para lograr la ley única de la Renuncia. Aún sometiéndose a leyes injustas, con el renunciamiento a la propia voluntad se fija el vencimiento de esa misma ley.
Todos los Grandes Iniciados han proclamado y practicando esta Ley Eterna y la han manifestado en el mundo con la sumisión y el renunciamiento.
El programa político de “No Resistencia” de Gandhi es un Mensaje de siempre.
San Francisco encuentra la perfecta felicidad al desposarse con Madonna Povertá.
Jesús predica el Renunciamiento como la Ley Suprema. “Aquél que quiere seguirme que deje todas las cosas y venga”, y no todas las cosas sino aún a sí mismo, su misma alma. “Aquel que quiere salvar su alma la perderá y aquél que la pierde vivirá eternamente.”
El Buda predica el Renunciamiento como único medio de fraternidad entre todas las clases sociales, y logra la paz y felicidad.
La ley de Renuncia, al basarse sobre el desprendimiento de los propios valores, no es una ley exterior, sino una Ley Interior. Al ser un acto negativo de la voluntad sensorial e intelectual hace que el ser muera a la vida actual exterior: al modo de obrar, de sentir, de pensar. Cumple con todas esas funciones objetivamente sin identificarse con lo pensado, experimentado, hecho. Él, al dejar de hacer, se transforma en Ser, en Testigo Simple de sí mismo.
Sus valores negativos por el acto de Renuncia constante, que no es no hacer, sino hacer sin apegarse a lo hecho, trasladan al hombre a un estado infinitamente superior: estado de súper sentir, súper obrar, súper pensar con resultados insospechados. Aún lo dice Cristo: “Vosotros que lo habéis dejado todo por mí, recibiréis el ciento por uno y además la vida eterna”.
El poder de estos seres que practican la ley interior de Renuncia es inmenso, pero sería imperfecto si fuera el bien de unos pocos solamente.
Este bien tiene que estar al alcance de todos los hombres; no puede haber felicidad perfecta si un solo ser no participa de la misma.
Es necesario que el Hijo de Renuncia cumpla todas las leyes de los hombres junto con todos los hombres, para que su participación sumisa lo una a todos los hombres y los ponga en contacto con su vibración y sentir interior. Esta participación ha de enseñar a los hombres que no es con revoluciones, guerras y cambios de leyes que se logra la felicidad de los pueblos, sino sólo participando con la Ley Única y Divina de la Renuncia.

Enseñanza 7: La Religión Universal

Cafh, al indicar a sus Hijos que deberán ser respetuosos de la religión de su país, no quiere decir que los Hijos deban abandonar su propia religión de origen para abrazar la vigente en el país, ni que en determinadas ocasiones no se avengan a la controversia en materias de religión, cuando ésta se realice con conocimientos de textos y causas.
Además, Cafh, mística y trascendentalmente, reconoce el valor y la unidad fundamental de todas las religiones. Por eso, si bien el Hijo puede originariamente tener otra religión, espontáneamente siente la mayor deferencia y respeto por la religión o las religiones que profesa el pueblo con el cual convive.
Lo que no es admisible en el Hijo es el cambio de una religión a otra.
Cuando un ser pasa de una a otra religión es porque su alma necesita otra experiencia espiritual, es porque cree que en ese otro credo encontrará su realización. Ese cambio, entonces, hay que considerarlo sólo como un paso en la evolución espiritual.
Si el Hijo de Cafh cree en la unidad fundamental de todas las religiones, si cree que las Revelaciones de las Grandes Religiones emanan conjuntamente de la Revelación Única de la Idea Madre de la Raza Aria, si cree que las Grandes Tradiciones de los diversos credos son la transmisión continuada de la Revelación según la necesidad y la idiosincrasia de los diversos pueblos que las han acatado, no puede cambiar de religión.
Si el Hijo deseara efectuar un cambio de religión por una aspiración interior y un deseo de mayor adelanto espiritual ello significaría que no ha encontrado en Cafh lo que en sus aspiraciones espirituales buscaba y, antes de efectuar ese cambio debería abandonar el camino de Cafh.
Éste habría sido para él una religión más y no la idea y la realización trascendente de la Religión Universal.
Cuiden los Hijos de no confundir este concepto de Religión Universal.
Se cree generalmente que cuando se habla de esta Religión Universal, ésta sea un nuevo credo que surgirá en el futuro aboliendo todas las demás religiones. Así entendida sería una religión más y no la Religión Universal.
Hay que admitir que una nueva religión se está gestando en el mundo. Una religión fruto del dinamismo mental y de la reestructuración de valores dimensionales que en esta época se perfilan en el mundo.
Será una grande y valiosa religión, pero no la Religión Universal.
La Religión Universal no se funda ni empieza, sino emana y fluye constantemente de la Idea Madre de la Raza Aria, y cuando sea instaurada sobre la Tierra no será porque empieza, sino será porque todos los hombres comprenderán y reconocerán lo que siempre ha estado a su alcance.
Todas las Grandes Religiones existentes dicen que ellas son únicas y universales y que han de reinar sobre todos los hombres; pero no es así, están proporcionalmente divididas entre los hombres.
Es que realmente todas ellas emanan de la Religión Universal adaptadas a los pueblos, tiempos y circunstancias.
Aquél que cumple con toda fidelidad y recta intención los preceptos de su Religión, se pone invariablemente en contacto con la Verdad Única, trascendente, universal.
Cafh no es ni una nueva religión ni el fermento que podría producirla, ya que en tal caso no sería sino una más entre las ya existentes. Es sí una aspiración pura y libre del alma al reconocimiento de la verdad trascendente, de la Religión Universal.
Es por eso que el Hijo de Cafh no necesita cambiar de Religión, pero al mismo tiempo es profundamente respetuoso y simpatizante de la religión o de las religiones del país en donde habita.

Enseñanza 8: La Fe

El Hijo basa sus estados místicos a realizar sobre la fe, por eso la fe es el soporte de la vida espiritual.
El destino ha puesto frente al alma un ideal espiritual y éste es real, pero desconocido, y el alma lo abraza a ciegas y se adhiere a él con todas sus fuerzas, siempre en un acto puro de fe.
El Hijo apoyado en la fe penetra en su mundo interior y levanta allí su tabernáculo secreto, y a él se dedica con todo su amor; las experiencias íntimas, los resultados contingentes lo confirman cada vez más en su ideal, y lo que fue encontrado a través de la fe, robustece su fe.
Muchas almas santas llenan toda su vida con este trabajo admirable; sin embargo, ellas no han logrado su fin porque sólo han hecho una parte del trabajo interior espiritual.
Ellas sólo han ido tejiendo alrededor del ideal de la fe, no de la fe en sí.
Esta providencia divina no ha provocado en ellas una crisis definitiva que las lleve del ideal de la fe, a la fe. Seguramente porque no tendrían ellas la fuerza para soportarla o, sencillamente, porque éste era su destino y sólo le sería revelada la verdad en otras etapas de vida o en otros planos.
El alma del Hijo que adelanta en el sendero espiritual no puede, sin embargo, conformarse con los ideales interiores de la fe y, al necesitar poseer la fe en toda su grandeza y potencia, ha de pasar por crisis interiores espantosas sobre la fe. Esto es el precio.
Parece una contradicción que un alma que vive de la fe tenga problemas, contradicciones y dudas sobre la fe, pero es destino del alma espiritual pasar de un estado de conocimiento ideal de eternidad, a un estado real de conocimiento de fe. Sólo a través de la obscuridad más absoluta se pasa del ideal a la realidad.
El alma del Hijo que pasa por estas grandes crisis interiores está destinada al triunfo y a la posesión de la fe en sí, pero es necesario que él esté bien cimentado en la virtud y bien dirigido espiritualmente, ya que el alma es puesta aquí a tal prueba que gana, o pierde.
Muchas almas virtuosas son duras en juzgar a los caídos y a los renegados, pero no han de olvidar que la prueba de la fe es tan grande que sólo los muy fuertes y templados pueden soportarla.
El Hijo tranquilo y seguro en el Tabernáculo Secreto de su Templo de Oro interior trabaja toda su vida para asentar allí divinamente su ideal, para cuando el enemigo entre allí y lo destroce todo, ¿qué le queda al alma?
Las almas que han levantado templos a Dios y a sus enviados, que han abrazado el dogma de una iglesia, que creen ciegamente en una filosofía, ¿cómo podrán seguir creyendo cuando sus creencias se le presentan al vivo, desnudas, insubstanciales?
Por eso muchas almas caen frente a la prueba interior de la fe y el mundo está lleno de pobres que han perdido la posibilidad de su realización espiritual porque no pudieron pasar de la figura y de la idea al estado de eternidad.
Nadie posee la fe en realidad. Todas las verdades reveladas y sus derivados son baluartes y derivados de la fe, pero no la fe en sí que es un bien exclusivo del alma y que ésta logra en lo más profundo de su intimidad, sin velo y sin testigos, cuando haya renunciado aún a los ideales de la fe.
La amada inmortal sólo aparece al alma después que ésta encontró el templo vacío y el tabernáculo abandonado y perdido, aún el Cuerpo Místico de nuestra Señora.
Casi siempre las crisis interiores se producen aparentemente por un hecho exterior. Es como si el mundo y la carne emprendieran desde afuera su asalto definitivo para penetrar en el santuario interior del Hijo y destruirlo todo. Pero el Hijo ha de estar seguro que este ataque sólo puede alcanzar a los ideales de la fe, nunca a la fe en sí.
Cuantas veces se oyen palabras como estas: he perdido la fe. El Dios adorado se ha convertido en un viejo ídolo gastado; el dogma, que era el sostén, ha perdido su poder de gracia frente a las evidencias de la ciencia; el sistema filosófico ha dejado al descubierto su dialéctica gastada basada sobre axiomas no seguros.
Muchas almas no pueden llegar tan hondo y rehacerse frente a estas aparentes desilusiones, por eso renuncian al combate. El apego a los viejos hábitos de fe les quita la posibilidad de alcanzar la fe.
El alma del Hijo fuerte se enfrenta a la crisis, tiene un arma poderosa en sus manos que ha adquirido desde sus años de prueba y experiencia espiritual. Esta arma es su capacidad de renuncia. El Hijo con la renuncia logra la victoria.
El ideal de la fe persiste en el alma hasta que ésta permanece tranquila y serena, pero en seguida que un pequeño estímulo la pone en contacto con lo exterior, este ideal es puesto a prueba. Pasa el alma desde altos vuelos a caídas que la sumen en la duda y la melancolía. Pero el alma que posee la fe se hace fuerte, inquebrantable, segura se conoce a sí misma, ella es la fe. La fe es ella misma.
La fe es un bien inherente al alma que está siempre presente aún cuando todo pasa y se pierde, porque es el poder vivo de la divinidad en el hombre. Cuando se limita es ideal de fe, seguridad de credo, razonamiento analítico. Cuando es ilimitado es fe en sí, fe obscura, intuición desconocida, afirmación de lo irracional y de lo negativo.
¿Quién o qué podrá arrancar la fe del alma si ella la posee? Podrán quebrar todos los credos, decaer todas las escuelas, morir todos los maestros, pero la fe permanecerá en el alma como la piel se adhiere a la carne.
El Hijo por la renuncia posee la fe en sí. La fe en sí es la esencia y la potencia del alma, del alma consagrada.

Enseñanza 9: El Superior Frente al Alma

El Superior no podrá desarrollar una verdadera labor espiritual en el alma del Hijo si no conoce las aspiraciones íntimas del mismo.
Desde el principio él ha de saber cuáles son los pensamientos íntimos y los sentimientos secretos del alma.
El Superior empieza a conocer la intimidad del alma a través del conocimiento de la vida del Hijo en el mundo. Es necesario dejar que la conversación del Hijo sea espontánea y libre, para que el alma se abra poco a poco.
Para el conocimiento del alma del Hijo el Superior ha de conocer su formación familiar. El tendrá que interiorizarse de quienes son los padres y los familiares, la condición social en que se desarrolla su medio familiar y, sobre todo, tratar de obtener el resultado anímico del alma logrado a través de su convivencia con la familia.
El Superior siempre se encontrará frente a casos distintos: o el hijo centro de atracción o el hijo rechazado; el hijo deseado o el hijo indeseado. Estos estados desarmónicos paternos traen complejos en el alma de los niños que siempre se van desarrollando con los años y tomando a veces proporciones alarmantes.
Las demasiadas facilidades de vida traen en los niños un estado de ánimo de seguridad desmedida que los impulsará a la vanidad, a la soberbia y a la inactividad por temor al fracaso. Mientras, los hijos incomprendidos desarrollarán un estado de ánimo de incapacidad interior que los hace tímidos, esquivos y desconfiados.
Los éxitos anímicos más grandes se notarán siempre en aquellos hombres que de niños no han sido demasiado cuidados, ni tampoco han sido azotados por el destino.
El Superior ha de conocer la formación escolar del Hijo. Ha de estudiar bien los complejos derivados de la edad en que el Hijo ha plasmado su educación en los estudios primarios. Los extremos son siempre: o el alumno sobresaliente o el alumno incapaz. Tales extremos conducen a formar en el primero el sentido de responsabilidad con la nota alta y esto conduce a encerrarlo en la posición equívoca de no poder prescindir del triunfo continuo.
Es así como muchos de estos niños, al enfrentarse con los estudios superiores y al tener el menor contratiempo, caen en la derrota y en la inhibición, pues les falta la fuerza necesaria para enfrentarse con la realidad.
Así el niño que no demuestra aptitud para el estudio es, a veces, por la indiscreta palabra de un maestro, arrastrado al complejo de inferioridad. Se forma en él un estado mental de incapacidad que lo inhibe constantemente y no deja que desarrolle espontáneamente sus facultades normales.
El Superior ha de conocer también la formación social del Hijo. Él ha de procurar conocer los detalles circunstanciales con los cuales el Hijo se ha enfrentado en la vida. El adolescente es puesto frente a la vida de un modo falso o prematuro o violento, haciendo que se forme en su alma una visión equivocada del desarrollo de la vida, sobre todo en el aspecto sexual.
A veces, estas almas que se habían llenado la mente de fantasías, ilusiones y mundos de hadas, reciben un choque violento frente a las fealdades naturales que pueden echar a perder todo su desarrollo sentimental.
Por eso el Superior ha de conocer estas reacciones primeras del alma si quiere desembrazarla de trabas, solucionar sus problemas y hacer que vuelvan a encontrar la felicidad y la paz a través del sendero espiritual.
Cuando se empieza a tratar a las almas éstas responden más o menos a las preguntas del Superior: Cómo se llaman, quiénes son, en qué se ocupan, etc. Pero todas estas preguntas sólo revelan el yo personal y exterior con el cual el alma se ha cubierto, buscando en él un caparazón con la cual protegerse del mundo.
Este yo exterior no es más que el producto de todo lo que se quiere esconder y de todo lo que no se quiere decir.
La misión extraordinaria y primera del Superior es la de enseñar a las almas el Examen Retrospectivo que tiene como finalidad, no sólo el ejercicio en sí, sino el hábito espiritual que se logra por la práctica del ejercicio, de introducirse sin peligros en sí, reconociendo sus problemas y conociendo su yo interior.
Una vez que el Superior ha logrado que el Hijo se de cuenta de que ha llegado a su casa, la Casa del Amor, el mismo Hijo por sí solo se despojará de su personalidad exterior y logrará reconocer la parte profunda de su corazón. No temerá ya verse tal cual es y, al mirarse bien podrá romper el círculo limitado que lo frena y lo disminuye en sus posibilidades.
Naturalmente el alma se resistirá en un principio a mostrar sus intimidades a su Superior; por eso hay que dejarla que por sí sola experimente el gozo interior de su reconocimiento.
Pueden pasar algunos meses en esta labor, pero este primer goce logrado por sí solo, al reconocerse, traerá la confesión sincera, la necesidad imperiosa de comunicarse, de confesarse, de confiarse a su Superior.

Enseñanza 10: El Superior Guía del Alma

Los Hijos que empiezan el Sendero, y sobre todo si son jóvenes que aún tienen que definirse en la vida, no conocen su vocación.
El problema vocacional es la gran responsabilidad del Superior. Él ha de observar bien a los Hijos que emprenden el camino espiritual para saber si tienen verdadera vocación y cual vocación.
Para que esto sea posible el Superior hará que ellos reconozcan la necesidad de permanecer en una tranquila y atenta expectativa, en el lugar y en la posición en que la providencia los ha ubicado, pues es éste el único medio para que la vocación verdadera se manifieste.
Los jóvenes se creen llamados a cumplir una misión y estos estados internos, en lugar de ser verdaderas vocaciones, son la predisposición natural de la edad, del ambiente y de las aspiraciones individuales. La vocación se manifiesta paulatinamente. Sólo en algunos casos extraordinarios se manifiesta de golpe.
La mayoría de las veces el llamado vocacional paulatino se manifiesta por tres grados:
El primero es el llamado vocacional del adolescente; es la primera manifestación o sentir de reconocimiento de la individualidad del ser.
El joven tiene su nombre y apellido y conoce el punto terrestre a que pertenece, pero eso es una experiencia completamente exterior, ya que, enseguida que la inteligencia empieza a actuar, empieza también a formularse las primeras preguntas fundamentales: ¿A qué he venido al mundo? ¿Qué soy? ¿Cuál es mi verdadero nombre?
Estas preguntas son la necesidad imperiosa del alma de poseer su cédula de identidad espiritual.
Cuando esta necesidad de identificación se agudiza o hace crisis produce el inevitable choque del adolescente contra la familia, contra los métodos que se le han impuesto, contra la comunidad social a la que pertenece.
Es una fuerza que brota en el joven y que le fuerza a la identificación con algo que le haga sentir independiente.
Esta rebeldía siempre incomprendida por los mayores, esta lucha de las potencias jóvenes del alma contra las ondas mentales endurecidas de los ya formados, tiene a través de la idealización, un aspecto vocacional. Brota a través de la adhesión del Hijo rebelde a una idea o a una corriente nueva y mal mirada por los viejos conservadores.
A veces esta vocación juvenil no es un ideal, sino un simple gusto que se vuelve manía, y es un modo para que las juventudes desgasten sus energías. El baile, las diversiones, los paseos, los deportes y hasta los juegos.
El Superior inteligente verá que hay un proceso de esto en todos los jóvenes, esta rebeldía vocacional que los adhiere a algo que ellos creen su ideal o su fin y no modificará este estado del alma en forma radical, sino que habituará al alma a estar allí, quieta, atenta, expectante.
Luego procurará depositar en esta alma un nuevo centro de atracción para que sea en este nuevo centro donde ella vuelque ahora su expansión, pero como centro de su propia conquista y no cesión de los demás.
Es entonces que se efectúa el segundo llamado vocacional, el verdadero llamado.
El adolescente, libre de las trabas de su personalidad reprimida, dentro de un campo de acción en donde se expande y vive de por sí, nace, o es como si naciera a nueva vida.
Es aquí que siente su verdadero llamado. Tiene la plenitud de la vida en sus manos, tiene la mente tranquila y el corazón sosegado, siente lo que es, sabe lo que quiere llegar a ser y si puede llegar a realizarlo.
Es un llamado íntimo del ser, un deseo de creación: crear algo como expresión íntima del ser para alcanzar la felicidad.
Es aquí que el Superior ha de llevar a los Hijos con mano fuerte para que de entre las fantasías surja la imagen que ha de determinar toda la vida integral del joven. Podrá el joven después triunfar o fracasar, pero este llamado verdadero y real será siempre para él como un norte y, aún si aparentemente fracasara, se valdrá de su fracaso para volver a levantarse y seguir en el camino de la vida.
Cuando el Hijo sabe lo que quiere y lo que vale entonces llegará a su corazón el verdadero llamado, el llamado espiritual, el llamado de liberación.
El Superior ha de esperar atentamente esta hora de Dios para llevar al Hijo con mano firme por la senda únicamente espiritual.
Precipitar este estado en el ánimo del Hijo, o demorarlo, sería igualmente malo.
Es éste el llamado vocacional que conduce a la verdadera vida espiritual que se manifiesta en el alma después que se ha reconocido a sí misma y medido sus posibilidades, al comprobar lo transitorio y lo vano de las cosas del mundo.
Es ésta una necesidad íntima de llegar a la verdadera expansión, de hacer de lo espiritual el centro de su alma desde el cual todas las demás cosas derivan.
A veces este estado íntimo de expansión no puede ser controlado y el alma, si no está bien dirigida, puede perderse en un sueño de irrealidad.
El Superior es aquél que vigila este estado de ánimo, este momento álgido.

Enseñanza 11: El Superior Como Director Espiritual

Los Hijos que empiezan el Camino Espiritual y no tienen un Director Espiritual determinado toman implícitamente a su Superior como Director Espiritual.
El Superior ha de observar los estados físicos del Hijo que le es confiado. Ha de formar seres perfectos y procurar que en el Hijo armonicen la vida física con la intelectual y la espiritual.
El alma quiere identificarse con la Divinidad, pero el cuerpo, ya que es el templo del espíritu, también ha de transformarse. El cuerpo no puede ser enemigo del espíritu, siempre en lucha y divergente, sino ha de ser un factor de estímulo y ayuda para la transmutación espiritual.
La imperfección de ciertas almas, la imposibilidad que manifiestan para realizar ciertas experiencias ascéticas, son muchas veces nada más que faltas de salud física.
El Superior como Director Espiritual ha de conocer las imperfecciones de la carne de sus Hijos, y ha de conocer también las manchas del alma. Ha de estudiar si éstas son anomalías congénitas, fruto de herencia, enfermedades orgánicas y como curarlas para que no sean un estorbo para el adelanto espiritual. No ha de atenerse únicamente a las enfermedades físicas, sino también a las enfermedades nerviosas y anímicas que son tan corrientes.
También el Superior las ha de estudiar atentamente, pues a veces estas enfermedades físicas o anímicas son un producto del desenvolvimiento místico del ser y tendrá que procurar que los Hijos las soporten con paciencia. Conocerá las unas y las otras por el fruto que dan en el alma, ya que la enfermedad kármica que ha de ser eliminada impide el adelanto espiritual, mientras que la enfermedad mística y dada por Dios para la santificación del alma, estimula y favorece la virtud.
Tampoco tendrán que ver los Superiores en las enfermedades de los Hijos, si no son muy graves, un impedimento para que ellos sigan en el camino espiritual.
La misión extraordinaria de los Superiores es especialmente ésta: llevar los Hijos, a pesar de todo, a la perfección.
Los defectos físicos muy graves han de ser muy considerados y analizados.
Para decirlo con claridad, la mayoría de los seres jóvenes tienen anomalías congénitas ya que actualmente, en la mayoría de los casos los que vienen al mundo pagan el tributo de una Humanidad inculta, que no tiene concepto real respecto de la santidad del matrimonio y de la concepción.
Después del casamiento las pasiones sexuales, en lugar de ser atenuadas, son avivadas por una falta de recta orientación. El matrimonio es una lucha constante de pasiones en vez de ser un altar de paz y respeto; es imposible que las bajas pasiones proporcionen cuerpos hermosos y equilibrados a los seres que vienen a morar en ellos.
Las pasiones sexuales se transmiten inconcientemente a los hijos y sus influencias quedan allí sedimentando en los años de adolescencia, transformándolos en un problema y en un complejo.
El Superior ha de ser sobre todo un observador atento. Ha de dejar que el Hijo hable y se confiese. A través de las palabras del Hijo encontrará la solución a sus problemas. Conseguir que el Hijo hable es aliviarlo en sus males y preocupaciones. Ha de procurar que el Hijo hable sobre su familia y, por las enfermedades de la misma, conocerá las enfermedades que podría padecer.
En muchos casos, antes de hacerse responsable de una vocación, también convendría un diagnóstico médico, sobre todo para aquellos Hijos que han demostrado tener una supersensibilidad nerviosa.
Desde luego el Superior no realiza en un día este proceso de observación que es fruto de un análisis constante.
Desconfíe él de aquellos que siempre tienen melancolía, pues esto indica que ellos necesitan más que una vocación espiritual un desahogo sentimental.
No admitan en los Hijos las ideas fijas ni persistentes, como cuando dicen que no pueden trabajar, que no pueden estudiar o que están inhibidos para realizar ciertos actos. Estos son males que si no se corrigen inmediatamente llevan a la ruina.
Pero el análisis constante del Superior sobre las almas puede transformar y hacer todas ellas aptas para la vida espiritual.
La vida espiritual estriba en la vida psíquica y ésta en la vida física, y el Superior que no atiende a la armonía del cuerpo y del alma de los Hijos nunca podrá lograr que sean seres perfectos.
Cuando los Hijos tienen un Director Espiritual determinado, el Superior tiene la obligación de ponerse en contacto con él para conocer el estado de ánimo del Hijo aún en términos generales, sin entrar en los detalles de confidencia, para poderlo orientar y encaminar hacia su verdadero camino de Realización Espiritual.

Enseñanza 12: La Labor del Orador

La característica de la misión de Cafh en las almas es la Enseñanza.
Realiza en ellas el bien de su reconocimiento interior, de su santificación, especialmente entre las almas de los jóvenes.
Esta realización es un reconocimiento íntimo del alma que al descubrir su propia vocación la hace participar de la plenitud de la vida.
Los Oradores han de ser verdaderos portadores de la Enseñanza.
Ellos han de valorar la gracia que llevan consigo de ser portadores de estos bienes supremos.
Cafh hace entonces participar a los Hijos de su vida espiritual íntima; pero, ¿qué es para el mundo y aún para los mismos Hijos, vida espiritual?
Hay muchas religiones, filosofías, organizaciones espiritualistas que no pasan de ser conceptos puramente ideológicos casi siempre irrealizables, ya que no son más que una proyección de sus deseos y aspiraciones.
La vida espiritual no es ideología, no es fantasía de la mente, ni es en sí una proyección de algo íntimo hacia lo exterior, sino es una participación aún pequeña pero íntima, esencial, verdadera del alma con todo lo existente.
La vida espiritual es la vida propia del hombre, es la expresión del ideal que transforma en el mundo todo modo de vivir.
El alma, puesta en contacto con la vida espiritual, lo exige todo de su guía, quiere sus experiencias y las realizaciones de su ideal. Sin embargo, con esta exigencia el alma penetra en el alma del Orador y establece de por sí un canal que le hace posible que él transmita la Enseñanza.
El Orador tendrá constantemente que mantener vivo y abierto este canal entre él y el Hijo.
El Orador deberá hacer el bien, comunicar su enseñanza sin importarle el destino del alma y sin especular si ella seguirá o no seguirá en la senda.
Él deberá mostrarse desde un principio capaz de comunicar la Enseñanza con una base firme, propia y segura. Este método será la base de toda la vida espiritual futura del Hijo.
Estos conceptos fundamentales los acrecentará el Orador con un estudio de las almas a través de su contacto con ellas.
Él procurará conocer los complejos psicológicos del Hijo que le ha sido confiado.
No se puede llevar a un alma hasta el cielo si antes ella no desechó su bolsa de pan de pobre, si ella no recobra su tranquilidad y sosiego interior, si está cargada de complejos de toda índole, psicológicos, fisiológicos, morales o ancestrales. Por las preguntas que el alma hace al Orador éste se transformará en investigador atento y, a través de ellas, conocerá el nivel de su estado interior.
El Orador se presentará a la Enseñanza con una formación cultural adecuada de las materias que va a tratar. Por la formación cultural de él las Enseñanzas cobran el brillo de lo universal, toman vida por la descripción de los lugares determinados y por los ejemplos e imágenes narradas.
Él tendrá siempre a mano ejemplos gráficos y simbólicos para ilustrar la Enseñanza, y conceptos adecuados para contestar a las almas cuando estas se lo solicitan.
La personalidad del Orador ha de ser ante todo fiel expresión de la Enseñanza de Cafh que lo coloca en ese estado divino que le hace receptor y transmisor de la Enseñanza. Pero el Orador, aparte de este estado divino, puede aumentar naturalmente su personalidad a través de su expresión de renuncia.
Esto del siguiente modo: tener influencia sobre las almas sin hacerse notar, estar siempre presente sin aparecerlo, saber imponerse sin usar de su autoridad.
El Orador, al no hacerse notar, se despoja de su formación racial. Es como si él se olvidara realmente de su yo para hacerse únicamente el Orador. Alejado de la función social que desempeña en el mundo y de sus creencias religiosas, el Orador vive únicamente a través de la expresión de Cafh.
El Orador, al no hacerse sentir, deja en la mente y en el corazón de los Hijos los conceptos fundamentales de la Enseñanza dejando que el tiempo y que el reconocimiento interior, que los irá poseyendo poco a poco, dé sus frutos. Por eso no usa la presión sistemática, ni la enseñanza siempre igual, ni la aplicación de determinados modismos, sino el Orador está siempre allí, ausente de sí mismo y dándose impersonalmente a las almas.
El Orador, al no hacerse autoridad, acrecienta la valoración de la autoridad divina que le ha sido otorgada a los Hijos y debilita hasta anularla la autoridad terrenal. El Orador se cede a sí mismo y encuentra la autoridad real.
El Orador ha de ser paciente y dinámico, firme y tolerante, bueno y justo.
El Orador con la paciencia, logra penetrar en el alma poco a poco. Se sabe positivamente que el Hijo no abre su corazón de inmediato. Es necesaria la paciencia del Orador, que aguarda día tras día, pero dinámicamente y sin cansarse, hasta penetrar en el alma y poseerla.
El Orador ha de ser firme en sus conceptos y en sus expresiones, sin cambios y sin titubeos. Si él vierte un concepto, ha de mantenerlo y sustentarlo contra toda crítica. Si se viera forzado a entrar en un análisis inspirado en problemas sobre los cuales no tiene dominio, deberá valerse de todos los medios para mantener su posición. El alma siempre ha de estar segura de que su Orador tiene el alimento espiritual que ella busca y necesita, y a la hora adecuada.
Asimismo el Orador ha de ser tolerante con los más lentos e incapaces, y con aquellos que tienen falta de adaptación para con la Enseñanza.
El Orador ha de ser positivamente bueno, pero de esa bondad serena y justa que no admite debilidades. Él ha de cederse al alma en un concepto de comprensión. Ha de llevar a ella y a su corazón la luz a través, no sólo de su conocimiento, sino del calor de su sentimiento.
La más pequeña palabra dicha con amor adquiere un valor infinito a los ojos y al sentir del Hijo que la escucha.
Entonces la Enseñanza se transforma en fuente de vida y Realización Espiritual.

Enseñanza 13: Exposición de la Enseñanza

El Orador ha de tener una preocupación constante para que la exposición de la Enseñanza tenga un resultado eficaz y positivo.
Él ha de presentarse a la Enseñanza con los conocimientos de la misma y con una idea exacta de lo que va a exponer y de cómo lo va a exponer.
Es necesario que él tenga un método determinado y personal para que la Enseñanza cobre una fuerza viva y actual. Ante todo el Orador ha de conocer bien el texto de la Enseñanza. Tiene que tener del texto no sólo el conocimiento de la lectura y del estudio del mismo, sino su conocimiento profundo. Ha de saber distinguir claramente cuando el texto se refiere a los conceptos fundamentales e invariables de la doctrina de Cafh o cuando expone conceptos generales.
Cafh, si bien no impone a los Hijos determinadas creencias, aparte de la idea única de la necesidad indispensable de la unión del alma con Dios por la realización interior y la Renuncia, tiene sus conceptos fundamentales y firmes que todos los Hijos acatan invariablemente, sea por comprensión, sea por adhesión.
Es indispensable que los Hijos, aún respetando y conociendo las teorías y dogmas de otras filosofías, se mantengan firmes en su propia ciudadela como punto de partida y de apoyo.
El Orador ha de conocer muy bien los conceptos fundamentales de Cafh para saber hacer diferencias entre estos y los otros conceptos generalizados.
Sería él un mal Orador si llevara a la Enseñanza conceptos adquiridos a través de la lectura de libros que exponen ideas afines a la de Cafh sin saber distinguir los matices que los diferencian de la misma.
Ha de saber hacer diferencia, entonces, entre la doctrina de Cafh y las otras doctrinas, y tener conceptos bien claros y definidos especialmente sobre los conceptos de eternidad, divinidad, acción y reacción, devenir y ascética.
El Orador ha de definir los conceptos fundamentales de Cafh en forma continuada, repetidamente, para que se impriman en la memoria del Hijo. Ha de enseñar como extraer de la Enseñanza las definiciones que el texto expone.
El Orador en su discurso sobre los conceptos substanciales de la Enseñanza ha de tener un método de exposición fiel y riguroso, sin apartarse lo más mínimo de la misma. Pero en los conceptos circunstanciales y derivados de la enseñanza descriptiva, ha de tener un método todo propio y original. Sostiene la Enseñanza con la base fundamental de la doctrina, pero todo lo que rodea a la misma lo da de un modo siempre nuevo, adaptado a la circunstancia, a la capacidad de los Hijos que la escuchan, a su estado de ánimo y sentimiento interior y aún influenciándolo con los acontecimientos evolutivos del momento en que los expone.
El Orador ha de procurar que el alma sienta que se está enriqueciendo al recibir la Enseñanza, que sienta que un nuevo valor y una nueva potencia moral y conceptual se forma en su alma por la misma.
Cuanto más haga el Orador para fomentar en el alma este concepto de un constante enriquecimiento más obtendrá en ella el afianzamiento de su educación espiritual.
El Orador ha de tener en la exposición siempre recursos nuevos y no repetidos del mismo modo.

Enseñanza 14: Los Bienes Intrínsecos de Cafh

Cafh no tiene posesiones extrínsecas; todo lo que es necesario para el sostenimiento y desarrollo de las Obras de Cafh a ellas solas les pertenece; aún los mismos atributos y escritos de Enseñanzas son pertenencias privadas de los Hijos y no pertenecen a Cafh.
Cafh sólo posee bienes intrínsecos y esto que en sí no tiene sentido como legislación ya que, donde nada hay nada hay que controlar, tiene un sentido efectivo y directo como doctrina.
Cafh quiere siempre llevar los resultados de las cosas a un campo ilimitado, quiere transformar todas las necesidades y restricción humana en un resultado divino incalculable.
Cafh al poseer sólo bienes intrínsecos hace que el Hijo asiente sus esfuerzos sobre los bienes reales que son sólo los bienes magnéticos, mentales, anímicos, espirituales inmanentes. Aún como resultado humano, Cafh, al renunciar a los bienes extrínsecos por los bienes intrínsecos pone en las manos de los Hijos una incalculable fortuna de bienes materiales para brindar a los hombres.
Cafh enseña así continuamente a los Hijos a trasladar los valores adquiridos, inmediatos, conocidos y compuestos, a un campo magnético superior donde ellos se transforman en valores trasmutados, espaciales, desconocidos, centuplicados, simples.
Aún las Obras de Cafh que necesitan de bienes extrínsecos para su desenvolvimiento y los poseen dentro del término común de la ley de propiedad, doctrinariamente no han de poseer esos bienes, sino usarlos. Esto siempre hasta que los mismos representen una figura, dentro de la sociedad constituida, del punto magnético local alrededor del cual se desenvuelve la Obra de Cafh. Cuando este factor ha cumplido su trabajo en un determinado lugar, puede ser que la Obra de Cafh deje completamente el uso de ese bien en las condiciones que sus dirigentes lo crean necesario.
Entonces, todas las posesiones que las Obras de Cafh usan para su desenvolvimiento, tienen para ellas un sentido de usufructo sólo hasta que sirven de punto de referencia para su desenvolvimiento exterior como punto de contacto entre las almas y Cafh y para las posibilidades de desenvolvimiento exterior de dichas Obras.
Aún si algún Hijo no fuera bien conciente de este bien y usara de los bienes de las Obras de Cafh en un sentido demasiado personal y con carácter posesivo, esto en nada incidiría sobre la labor de las Obras de Cafh. Ellas están vitalizadas por Cafh y Cafh es un Cuerpo Místico dentro del cual el Hijo y las Obras de Cafh permanecen, pero que no da la realización ni al Hijo ni a las Obras, ya que la realización ellos la alcanzan con sus propios medios, no a través de un acto mágico sacramental, sino a través de un acto divino humano.
Se conocerá si las Obras de Cafh cumplen su cometido en ese sentido por los resultados, ya que las Obras que mantendrán el sentido estricto del solo uso de los bienes tendrán una multiplicación de sí en el aspecto estético, dinámico y expansivo. Sería lo contrario si sólo tuviera resultados acumulativos, restrictivos y burocráticos.
Cafh, al poseer sólo bienes intrínsecos, propone al mundo la única solución posible para los males económicos que se basa sobre el Mensaje de la Renuncia.
Los bienes que se guardan para la correcta distribución en el momento oportuno son fuente de riqueza para los hombres; pero los bienes que se acumulan para especulación son causa de miseria para el mundo.
Tener sentido de la Renuncia como bien social no es dar nada, sino transformar en bienes intrínsecos, reales, lo sobrante, y transformarlo en fuente de riqueza futura para uno y para todos con la consiguiente eliminación de la pobreza, la infamia, la mendicidad.
Renunciar a los bienes extrínsecos por los bienes intrínsecos es un desplazamiento de los valores inmediatos en el tiempo y en el espacio, a un campo magnético dispositivo y dinámico. Aún el hombre de negocios sabe que la ganancia verdadera de una actividad no es ganar dinero, sino crear un cliente.
No es el sentido de posesión la causa de la miseria del mundo, sino el sentido de posesión unilateral el único mal. Además, esta doctrina no es para ser explicada sino para ser vivida.
La adquisición de los bienes intrínsecos, sin embargo, no es un bien de Renuncia, sino un paso para el Estado de Renuncia.
La renuncia a los bienes materiales para sí da la posesión de bienes magnéticos, anímicos, espirituales inmanentes y el uso ininterrumpido de los bienes materiales.
Aún los bienes intrínsecos, en una etapa de perfección futura que ya escapa a los alcances del Reglamento de Cafh, deberán ser transmutados en otros bienes, bienes sobrenaturales de los cuales aún no se conoce el nombre.

Enseñanza 15: Tiempo Dimensional y Tiempo Expansivo

Renunciar es vivir.
Renunciar es trascender el tiempo dimensional para permanecer expansivamente en el tiempo en sí.
Desde luego esta afirmación no tiene sentido sino a través de la vivencia de la misma. Para el Hijo el sentido del tiempo es el instante presente que abarca el pasado y el futuro, según la intensidad expansivo dinámica del mismo Hijo.
El tiempo dimensional traza una trayectoria positivamente real que empieza y termina; el alma identificada con el tiempo dimensional, empieza y termina; pero si el alma, por el acto voluntario de la Renuncia permanece en sí, no va ni viene, no empieza ni termina; es en sí; no está identificada con el tiempo dimensional; es el tiempo en sí.
La Renuncia libera al alma del tiempo dimensional intelectualmente. Enseguida que el alma comprende lo ilusorio de todas las cosas, su actitud mental cambia el recorrido unilateral de sus ondas mentales; sencillamente cambia de modo de pensar, no se identifica continuamente con sus pensamientos que son para el alma los rieles por donde corre el tiempo dimensional.
La Renuncia libera al alma del tiempo dimensional sensiblemente.
Las almas emplean la mayoría de su tiempo en atender a sus necesidades vegetativas, instintivas y racionales; a esto le llaman ser libres, conocerse mejor, hacer lo que les place o no.
Esto no es más que hacerse esclavos del tiempo dimensional determinado por la tiranía de las muchas personalidades de que está dotada el alma. Por la Renuncia el alma se libera de sus voluntades que la tienen continuamente ocupada en recorrer los múltiples caminos secundarios por ellas trazados.
Por la Renuncia la mente vegetativa, sensitiva, racional, cumple su cometido automáticamente, no puede ya interferir en la mente superior.
Por la Renuncia la mente queda en sí concentrada, egoentemente, fuera del tiempo dimensional, en la posesión del tiempo en sí. No cambia su sentir, sino su sentir único se expande cada vez más, continuamente.
La Renuncia libera al alma del tiempo dimensional finalmente por la permanencia del alma en el éxtasis del tiempo en sí, Unión Substancial con la Divina Madre.
La Renuncia en sí la logran los Hijos por la ascética mística de la Renuncia a través de los votos, la Enseñanza y el cumplimiento del Reglamento y las normas establecidas.
El primer acto ascético de Renuncia que realiza el Hijo es el juramento y el voto de Renuncia que lo limita dentro del Radio de Estabilidad de su Tabla, y de su alma. La primera Enseñanza que recibe es la de callar y escuchar la voz de los Maestros que lo detienen y mantienen firme en una actitud expectante. La primera norma que le es dada es un método de vida diario que lo ata al tiempo. En este sentido en este primer acto ascético, atarse al tiempo para liberarse del tiempo está el secreto del éxito en el Camino Ascético Místico de la Renuncia.
Se vence al tiempo dimensional identificándose con él, no dependientemente, sino transformándolo en sí. Absorbiendo al tiempo se borran las líneas, muy tensas, o muy flojas, de la dimensión, y por intensidad de vivencia el instante fugaz se transmuta en la hora eterna; el tiempo dimensional se transfigura en el tiempo expansivo, inconmensurable.

Enseñanza 16: Transmisión del Mensaje de la Renuncia

El Mensaje de la Renuncia se transmite en el silencio.
El silencio encierra al Hijo en el Radio de Estabilidad, lo ajusta como un reloj a la rutina de la vida y lo adapta, por rigidez exterior e inmovilidad interior, al ritmo automático de la existencia. La permanencia adentra al Hijo en su propio corazón hasta que descubre allí el Corazón Celeste de la Divina Madre y su presencia se hace presencia.
Desde su corazón egoente la presencia del Hijo adquiere proporciones inmensas, inconmensurables; es la responsabilidad de la presencia, es la expansión de la presencia, es la presencia de todas las presencias.
El Hijo por presencia conoce y enseña el Mensaje de la Renuncia a todas las almas, poniéndose en contacto con todas ellas, conociendo los problemas de cada una de ellas.
El Mensaje de la Renuncia se transmite a las almas con la Fidelidad.
La Fidelidad da al Hijo la resistencia flexible y elástica que le permite dilatarse hasta lo infinito. El Hijo por la Fidelidad, que es la práctica constante e ininterrumpida de la Ascética de Cafh, se somete al Reglamento, cruza las diversas categorías de las Tablas y de los Votos, experimenta las diversas facetas y altibajos de la experiencia espiritual sin alterarse, pacientemente, practicando y perseverando en el cumplimiento de las virtudes negativas y de todos los deberes interiores y exteriores de la vida espiritual, destruye sus cuerpos y personalidades y construye su Cuerpo de Fuego.
El Hijo por su resistencia sobrehumana de Fidelidad se hace participante. El Hijo participa de todas las deficiencias, de todas las necesidades, de todas las alegrías y los males de las almas del mundo; aún participa del estado de mayor o menor plenitud de las almas que fueron o serán.
El Hijo por participación practica y hace practicar el Mensaje de la Renuncia a todas las almas dilatándose dentro de todos los campos, de todos los tiempos y de todas las cosas.
El Mensaje de la Renuncia se trasmite obedeciendo.
El Hijo obedeciendo pulsa su centro del vacío y se libera de la esclavitud de sus múltiples personalidades.
La Obediencia hace al Hijo dependiente de sus deberes, de sus Superiores; el Hijo, al responder a una sola directiva, adquiere el hábito continuado de controlar y conocer a sus múltiples personalidades y permanecer en el conocimiento de la esencia de sí, del propio centro del vacío.
La Obediencia establece un plano de armonía entre el ser del Hijo y sus múltiples personalidades. El ser es el padre y las personalidades los hijos que actúan de común acuerdo.
La Obediencia hace que el Hijo actúe continua y conscientemente de acuerdo a su propio ser; las múltiples personalidades están absorbidas en él; actúan por su iniciativa, sin casi hacerse notar; el amante y el amado son una sola cosa. El Hijo suprime por obediencia las teorías que impiden conocer lo referente al secreto de lo absoluto y de lo relativo y otorga el conocimiento de la doble ley del ser y del no ser, uniendo las dos puntas del hilo reversiblemente en una sola verdad.
El Hijo, obedeciendo, vive el Mensaje de la Renuncia y da vida de Renuncia a todas las almas.
El Mensaje de Renuncia se trasmite ofrendándose, inmolándose, consumándose.
El Hijo que vive en Unión Substancial con la Divina Madre no puede trascender en la total plenitud si con él no trascienden todas las almas.
El Hijo vive divinamente, pero ofrendándose para la redención de todas las almas. El amor de las almas no redimidas lo consume, su vida es un holocausto para lograr la liberación de todas las almas.
Más perfección es dar perfección.
El Hijo es el Mensaje de la Renuncia en todas las almas.
El Mensaje de Renuncia se transmite por perpetuidad hasta el fin de los tiempos.
El Hijo no es de este mundo, su vida de Renuncia es toda de Unión, es toda Divina; divinamente unido en el Corazón Celeste de la Divina Madre con todas las almas.
El Hijo no trascenderá hasta que las almas a las cuales se ha votado, hasta que todas las almas, no estén liberadas.
El Hijo es en sí y en las almas el Testigo Simple del Mensaje de la Renuncia.


ÍNDICE:

Enseñanza 1: El Mensaje de la Renuncia
Enseñanza 2: Éste es el Reglamento
Enseñanza 3: Reunión de Almas
Enseñanza 4: El Cuerpo Místico
Enseñanza 5: El Amor en los Votos
Enseñanza 6: La Ley de la Renuncia
Enseñanza 7: La Religión Universal
Enseñanza 8: La Fe
Enseñanza 9: El Superior Frente al Alma
Enseñanza 10: El Superior Guía del Alma
Enseñanza 11: El Superior Como Director Espiritual
Enseñanza 12: La Labor del Orador
Enseñanza 13: Exposición de la Enseñanza
Enseñanza 14: Los Bienes Intrínsecos de Cafh
Enseñanza 15: Tiempo Dimensional y Tiempo Expansivo
Enseñanza 16: Transmisión del Mensaje de la Renuncia

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