ÍNDICE:

Enseñanza 1: La Vocación Contemplativa
Enseñanza 2: Recogimiento
Enseñanza 3: El Estado de Recogimiento
Enseñanza 4: La Vida Contemplativa
Enseñanza 5: La Contemplación y los Ejercicios de Oración
Enseñanza 6: La Contemplación
Enseñanza 7: Pruebas que Pueden Acompañar a la Muerte Mística
Enseñanza 8: El Voto de Holocausto
Enseñanza 9: La Oración y los Votos
Enseñanza 10: El Conocimiento Simple
Enseñanza 11: Dificultades en la Oración
Enseñanza 12: Testigo Simple
Enseñanza 13: Vida de Oración
Enseñanza 14: La Oración Plena
Enseñanza 15: La Concentración Subjetiva
Enseñanza 16: La Oración de Participación Natural

 

Enseñanza 1: La Vocación Contemplativa

La contemplación divina es el destino de todos los hombres.
Como no se comprende la contemplación, se opone la vida en el mundo a la vida contemplativa. Dos cosas que se oponen no pueden ser reales en sí.
La contemplación es necesaria porque es la posibilidad última del hombre. Esto no significa que todo hombre sea por naturaleza un contemplativo, sino que hay que dar al término contemplación su significado más amplio y universal.
La contemplación no es un camino característico para determinadas almas, ni se adapta sólo a ciertos temperamentos. La contemplación es para el hombre el medio único de experiencia directa y total de la Verdad Divina, de la Divina Madre.
La contemplación no es una posibilidad: es una verdad. Sólo la experiencia viva del alma es un conocimiento real. No se sabe porque se comprende; se sabe porque se es.
El camino contemplativo no es unilateral, sino integral.
La contemplación como vida no es el ejercicio continuado de ciertas oraciones, sino un estado permanente integrado a la realidad total de la existencia, activa y pasiva. Esta identificación lleva en forma rápida a la inteligencia sobrenatural de las cosas divinas, que es lo que comúnmente se entiende por contemplación.
Si la contemplación estuviera desconectada de la vida activa, su fruto comprensivo no sería una verdad universal.
La contemplación es consecuencia espontánea de la renuncia y prueba evidente de la Verdad de la misma.
La contemplación es el nexo que mantiene la unidad de una existencia integral porque es el estado simple subyacente en la multiplicidad de las experiencias de la vida.
La contemplación no es la llegada a un punto definitivo de comprensión, sino la condición de la vida dinámica del alma que permanece en contacto substancial con la Divina Madre.
Hacer de la vida espiritual una verdad es alcanzar la experiencia directa y personal de la Verdad Divina. Si no ocurre como decía el Buda: “Es como el labriego que cuenta el ganado del vecino”.
La contemplación es la posibilidad inmediata de todos aquellos con fuerza interior suficiente, como para mantenerse continuamente fiel a su vocación de divina libertad.
Por eso no puede hablarse de vida en el mundo y vida contemplativa. No es el mundo el que se opone a la contemplación, sino los apetitos, deseos y apegos. La vida contemplativa no es un tipo de vida especial, sino la del alma que ha muerto a las cosas del mundo.
La distinción que se hace entre activo y contemplativo no significa que el temperamento pueda excluir a las almas del contacto interior con la Divina Madre. Por el contrario, la contemplación da una mayor capacidad de acción al multiplicar el potencial del alma por la renuncia a una acción personal.
Hay normas de disciplina interior y exterior que constituyen lo que comúnmente se entiende por vida contemplativa, pero no son otra cosa que los medios más a propósito para llevar a la práctica real y metódica de la Renuncia, que es lo único que conduce al alma a la contemplación espiritual.
A través de la realización, el alma ha de desaparecer, el alma es un compuesto, y la resistencia continua y natural que hay que vencer con la ascética es la lucha contra esa desaparición.
La desaparición del alma no significa un aniquilamiento, sino su ubicación como instrumento del espíritu. El mundo es el reino del alma y la vida es una continua proyección hacia lo exterior.
La atracción de lo exterior es una gran ignorancia que no se destruye con el raciocinio simplemente, sino con hechos concretos. No es suficiente desprenderse de lo que se tiene, hay que quebrar el sentido posesivo. No puede haber atracción sin la ilusión de la posesión.
El mundo llama a través de la posesión material, de la posesión afectiva, de la posesión intelectual. Pero no siempre llama en forma directa, sino a través de un estado interior mundano que aleja de la contemplación.
Muchas almas practican una gran ascética de mortificación y oración, y no comprenden cómo después de tantos esfuerzos, mantienen el mismo tipo de actitud frente al mundo, y permanecen a oscuras frente al a Divina Madre; su interior es mundano.
Un interior mundano es aquel centrado en el mundo y no en Renuncia, que es, para el Hijo, la Divina Madre. Dice San Juan de la Cruz que no importa cuán delgado sea el hilo que sujete a un ave, siempre le impedirá el vuelo.
Esto no quiere decir que sólo al final del camino se obtendrá la contemplación espiritual. Puede que existan imperfecciones y no ser mundano. Lo que importa es la idea central que mueve al alma, y que puede ser muy distinta de la que ella confiesa. Muy a menudo la insistencia en decir que no se está apegado a algo, oculta el temor de no haber roto aún ese lazo.
Hay almas fervorosas que suelen tener en la oración grandes arranques de amor divino, pero no pueden alcanzar la contemplación, porque todavía hay en ellas un gran caudal emotivo que purificar y aquietar. Los grandes movimientos del alma no son nunca una oración muy elevada. Cuanto más alta es la oración, tanto más simples y esenciales son los movimientos interiores, hasta que sólo queda un estado de presencia, como movimiento simple en sí.
La contemplación es el bien único del espíritu porque es el contacto directo con la Divina Madre. Se dice que es gozosa, pero no en el sentido sensible. La sensibilidad no trabaja y prácticamente no existe. El sentido del alma es profundo y simple, y nunca emotivo. Hay que llegar a no tener un movimiento emotivo, que no sea volitivo para alcanzar la verdadera contemplación. Los actos de virtud ya no son actos realmente, sino una supercomprensión y tolerancia humana, por un contacto directo con la realidad y verdad de la vida. Es, al mismo tiempo, una absoluta soledad del espíritu, a la que se llega luego de haber pasado la gran soledad sensible.
Es la soledad de la cumbre nevada, inalcanzable a la mayoría de los mortales.
Hay que descender a la soledad interior, a la soledad absoluta del corazón. Pero descender solos. Hay un lugar del alma donde nada puede llegar, sino el Hijo y la Divina Madre. Allí está su tesoro.
Primero se pasa por la soledad sensible; sentirse solo, que nadie lo pueda acompañar ni acercarse a él. Luego viene la maravillosa soledad espiritual: “Sola con Él Solo”.
No es una conciencia activa permanente de la compañía divina, sino un sabor total del ser, de eternidad, y de ser inaccesible por las contingencias de la existencia y por los seres. Se puede descender hasta ellos, pero ellos no pueden llegar hasta uno.

Enseñanza 2: Recogimiento

La vida de oración es esencialmente profundo recogimiento habitual. En ese recogimiento se hallarán los estados de oración, la fijación interior, la participación.
Si bien en todo camino ascético místico está prescripto un tiempo determinado para oración y ejercicios espirituales, éstos no siempre bastan como estímulos suficientes para el recogimiento, cuando el alma limita su oración a los mismos.
Además, en muchos casos, Hijos que tienen verdadero recogimiento, sufren en la hora de su meditación grandes pruebas de aridez y distracciones. Si bien en ellos esto no es de importancia, lo es en aquéllos que no tienen suficiente espíritu de oración, especialmente cuando su tipo de vida les exige mucho movimiento, conversaciones continuas y permanencia en ambientes muy poco favorables a una vida interior.
Cuando mayor es la necesidad de vuelco exterior, mayor ha de ser también el número de actos de detención y recogimiento. Es cierto que se puede orar continuamente, pero hasta tanto la oración no sea subconsciente, la actividad, comenzando por atraer la atención, termina por envolver al alma en la misma. Además, la conversación y trato continuo con personas de ideas e intenciones generalmente opuestas a las del Hijo, crean centros de fuerza antagónicos que polarizan la energía espiritual del alma hacia objetivos ilusorios, donde se gasta rápidamente. Esa atracción no se contrarresta siempre con simples jaculatorias u oraciones fijas. Hace falta un movimiento inverso del alma, la fijación interior es el recogimiento.
Hay que descubrir el secreto de ese movimiento; tener la llave de la clausura del corazón.
Si esto se descuida, se pierde rápidamente el espíritu de la vida de Renuncia, que nada fuera del profundo recogimiento puede mantener.
Cuando se pierde el espíritu interior de la vida de Renuncia, se pierde el contacto con la Enseñanza viva de Cafh, y la Unión Substancial con la Divina Madre se aleja hasta hacerse un sueño más.
Afuera nada cambia, todo sigue igual en la rutina común de los actos diarios; y sin embargo falta la vida, esa vida que un simple cumplimiento exterior no puede mantener, sino que necesita una estabilidad interior, la fijación del alma, la mística de la Renuncia hecha vida, hecha unión. Hace falta ese imán interior irresistible que es la Divina Madre.

Enseñanza 3: El Estado de Recogimiento

Al hablar de recogimiento, no se quiere significar ese estado sensible que goza el alma en algún tipo de oración sin distracciones.
Tampoco el ensimismamiento natural producido por actividades que requieren alguna atención, ni la concentración más o menos intensa en las obligaciones diarias. El recogimiento no tiene nada que ver con el propio de los estados de oración, si bien éstos siempre predisponen al mismo. El recogimiento no puede ser característico de un estado, es el estado mismo. Los llamados estados de recogimiento no son más que manifestaciones más o menos durables, producidas por la persistencia de cierto tipo de oración y de vida. El recogimiento como estado es la expresión visible de la Renuncia y se produce por el movimiento inverso del alma. Movimiento inverso no sólo respecto a la tendencia de atracción hacia lo mundano, sino inverso a todo sentido determinado.
Movimiento inverso no es movimiento en sentido opuesto, sino movimiento sin sentido aparente, lo negativo como estado espiritual. Por eso el recogimiento es permanencia, por su característica de no determinado.
Lo determinado siempre está dentro de los pares de opuestos, dentro del ritmo cíclico. Lo no determinado es verdadero estado como fijación independiente del tiempo, del sentido de dimensión y orientación. “Profundidad” sería la idea más adecuada para el mismo.
Los estados habituales de recogimiento se desenvuelven todos dentro de otra dimensión, es decir, en una dimensión. Tienen orientación, entonces tienen también principio y fin; por lo mismo dejan de ser recogimiento.
Recogimiento es el movimiento interno del alma, que es Renuncia.
Todo esto parece estar desconectado de la realidad que necesita de estados, actos y estímulos que orienten a recogimientos, pero no es así.
El recogimiento como estado no niega los distintos estados de recogimiento desde el momento en que, siendo estado no puede tener una posición. Todo es válido y necesario, pero es preciso conocer cuál es el espíritu de la Renuncia, para no perder insensiblemente la esencia de la vida del Hijo. El recogimiento es la prenda de amor de la Divina Madre para todos los Hijos, porque es prenda de la Renuncia del Hijo.
El grado de recogimiento es la señal que primero ha de buscarse, para conocer el plano en que se desenvuelve la vida del alma.
Aún las obras y acciones más maravillosas no adquieren por eso un nivel trascendente de existencia; lo único que da a una obra el carácter divino es el nivel espiritual de la vida interior de las almas que la realizan.
Mientras las almas se desenvuelven, piensan y viven dentro de la dualidad de pensamientos, aspiraciones, sufrimientos y problemas, su círculo está dentro del potencial mundano en lo espiritual.
Moverse dentro de ese círculo no tiene sentido para Cafh.
Cafh no tendría ningún valor real sin el sentido divino de su vida dado por lo trascendente de la Renuncia.
El concepto de lo trascendente como mera actitud de la mente no tiene sentido, porque sitúa en una falsa posición respecto de la realidad, pero sí lo tiene la ubicación interior trascendente, que pone a cada cosa en su lugar y al alma en el suyo: el corazón de la Divina Madre. La mirada espiritual del Hijo tiene que mirar siempre a lo más alto y, aún más, mantenerse allí por la fijación en el recogimiento.

Enseñanza 4: La Vida Contemplativa

La contemplación no aparta de las contingencias de la vida.
El mal no está en las cosas materiales, sino en el tipo de relación que se tiene con ellas. Lo malo es el afán y el deseo, que establecen la vida al nivel material.
El afán, como el deseo, nivela.
Cuando se logra una vida interior muy profunda, puede haber una tendencia hacia la indiferencia frente a lo exterior.
La indiferencia es una desviación del camino místico e impide la verdadera realización que es expansión por participación.
Sin embargo, esta participación por ser estática, también se aparece como indiferencia sin serlo en realidad, y es causa de que el mundo no pueda comprender al verdadero contemplativo, ni su aparente desinterés por las cosas de los hombres.
La vida contemplativa no consiste en la contemplación permanente de los misterios divinos, sino en una rutina ascética de renuncia que transforma los actos ordinarios más intrascendentes en verdaderos pilares espirituales, fuente de experiencia, comprensión y oración iluminativa.
Además, la rutina produce un automatismo de las acciones corrientes. No es que éstas se hagan sólo automáticamente; el Hijo participa realmente en ellas. Pero, al adquirir el control y la capacidad necesarias, las normas y responsabilidades personales se cumplen automáticamente, sin intervención del elemento determinante de la voluntad que identifica al ser con sus actos. Entonces éste no se circunscribe a una acción y queda libre.
La rutina es un automatismo liberador: el Hijo permanece fijo e inmóvil en su centro divino mientras el cuerpo o la mente trabajan en forma eficiente.
La rutina hace que los ejercicios de oración tomen un matiz distinto al acostumbrado. En primer lugar, pierden su valor relevante; en segundo lugar, pueden hacerse rutinariamente áridos, especialmente después de pasado el período purgativo por la eliminación gradual de las emociones extremas. Esto ayuda a que sean menos racionales y más simples. Por otra parte, como el alma tiene cada vez menos variedad de deseos, llega un momento en que todos los temas de oración son apenas variaciones de una sola idea, de una sola aspiración. Esto hace que suela resultar tedioso y difícil someter el pensamiento a pasos que ya parecen no son tan necesarios, y se tiende a permanecer quieto allí, manteniéndose en un pensamiento simple de renuncia, de entrega. Sin embargo, hay que estar muy atento porque como no se está habituado totalmente a sostener el alma en un punto, fácilmente entran las distracciones y con ellas el cansancio, la divagación y hasta el sopor y el sueño. Hay que retornar entonces al ejercicio técnico completo y procurar lograr paulatinamente en el mismo una mayor pasividad.
Lo mismo ocurre con el hábito de la oración continua, vocalizada o silenciosa. Se comienza por mantener la atención en el significado de lo que se dice, para pasar gradualmente a través de su sentido espiritual, a inmovilizar el alma en la aspiración única representada por esa oración.
Cuando sólo rige una idea, un solo pensamiento fundamental de Renuncia, todos los actos humanos se hacen superconcientes y objetivos por la no identificación con la acción y el interés impersonal puesto en ella. Este estado simple de oración conduce necesariamente a la iluminación espiritual, esporádica al principio y luego como un estado permanente.
Habitualmente se busca un poder de concentración a través de ejercicios determinados. Indudablemente éstos dan una capacidad de concentración y ciertos poderes mentales, pero sólo una mística de rutina da el don de la concentración hecho vida.
La rutina elimina el vaivén del oleaje mental a través del ritmo de lo establecido.
La aparente esclavitud de no tener que pensar lo que ya está establecido, de no necesitar nada por la renuncia a desear más de lo indispensable, hace que la mente se fije espontáneamente en un centro único, en una idea única, y adquiere así el don de una concentración múltiple que potencializa al máximo el rendimiento y las posibilidades.
La rutina, además, cuando es integral exige el máximo.
La rutina del hombre no es tal porque él la rechaza y no somete su mente al ritmo. Está ansioso y sediento del cambio. Es la huida.
La rutina integral del alma exige el máximo de esfuerzo y fijación interior, potencializa al máximo las posibilidades de expansión mística porque el alma al no poder ser encerrada en el círculo material de la actividad, y al no tener escape humano, trasciende instantáneamente y se fija en el centro divino.
La técnica de la contemplación es absolutamente distinta de la técnica de la meditación. En ésta última se manejan las fuerzas y actos positivos del ser y el esfuerzo volitivo actúa en el plano ordinario de conciencia.
En la contemplación, la voluntad se hace pura fuerza espiritual que introduce al alma en el divino reino interior. Hay una pérdida de las facultades ordinarias de percepción, pero hay un desarrollo notable de las facultades intuitivas y sobrenaturales.
El conocimiento intuitivo de la contemplación es instantáneo, se podría decir de saber por identificación instantánea. No hay que entenderlo como un saber común sino como un conocimiento total, esencial, imposible de verter totalmente en los aspectos mentales que siempre están por debajo de aquél.

Enseñanza 5: La Contemplación y los Ejercicios de Oración

El ejercicio de la meditación es un movimiento organizado de la mente para producir determinados efectos en el alma.
En los temas amorosos e iluminativos lleva a una exaltación del sentimiento, a experiencias sensibles hasta entonces desconocidas.
Cuando la capacidad de sentir es colmada lleva al suspenso, a lo que podría llamar el éxtasis sensible.
La meditación pasiva, en cambio, si bien en los comienzos se realiza más el suspenso permanente de la emotividad puede llevar a un estado sensible más profundo y oscuro. Al no intervenir tanto el raciocinio en la formación del discurso hay mayor libertad para adquirir estados más puros.
La contemplación da un conocimiento directo de las verdades divinas.
El afán personal por saber aleja del conocimiento contemplativo. Sólo la renuncia a conocer es saber, porque ubica el conocimiento mental dentro del marco relativo de las verdades contingentes.
Cuando se busca conocer se lo hace a través de indagaciones del pensamiento y el mecanismo racional. Sin embargo, hay otro modo totalmente espiritual y directo. Es una concentración positiva sobre el objeto, que deja en libertad al espíritu para contemplar y saber. Es un saber tan profundo y oscuro que queda casi desconocido para la propia mente y difícilmente pueda ésta traducirlo en definiciones racionales.
Es como si el alma se moviera en un mundo oscuro por la intensidad de su luz espiritual y tomara allí contacto, no sólo con la verdad en sí, sino también con la verdad de las cosas particulares y definidas. Quizás Platón se refería a él al hablar del mundo de las ideas.
Hay que estudiar, pero haciendo del estudio una oración.
Cuando se tiene un objeto de conocimiento, él es una cosa y uno otra. Ese conocimiento que se puede adquirir es limitado al alcance de la percepción mental. Pero si se logra un estado contemplativo de identificación con el objeto, se es lo que se quiere conocer y nunca se podrá expresar todo lo que se sabe.
Cuando se alcanza la unión substancial con la verdad única y simple de la Divina Madre, ya no se desea expresarla, si se pudiera en términos de deseos.
Cuando el alma toma por primera vez contacto con las verdades divinas a través de un estado mental sobrenatural pasa por una euforia y vehemencia, en el anhelo de transmitir la verdad parcial que ha descubierto. Pero cuando uno es la verdad, ésta se guarda en silencio. Éste es el voto de Silencio. No puede violarse el secreto de lo que no puede ser expresado.
Hay que estudiar la Enseñanza no sólo en los textos, sino en la Enseñanza Divina que llega continuamente al corazón en Silencio. Esta Enseñanza se transmite ininterrumpidamente, por participación a través de la Presencia inmóvil del alma en el Corazón de la Divina Madre.
En la meditación activa hay una exaltación de la emotividad; en la pasiva ésta se hace más profunda. En la fase contemplativa hay una identificación de sujeto y objeto. En la fase unitiva se produce primero la expansión activa del alma, como participación al estado divino y participante en sí y se logra el conocimiento simple por similitud.
Cuando se trascienden los estados sensibles la Unión se hace extraordinariamente profunda y en cierto modo se desconecta de la realidad circundante. Esto no quiere decir que en la expansión activa no hubiera un estado trascendente de conciencia. Se podría decir que hay una mayor pasibilidad, sin perder por eso la capacidad activa que se desenvuelve como otro orden de acción, oscura e indescifrable para el pensamiento.

Enseñanza 6: La Contemplación

La Renuncia conduce naturalmente a la contemplación. La Renuncia en sí no se puede definir. Entre el estado perfecto y el estado ascético hay un vacío que tiene que llenar la Renuncia continua del alma.
Los actos de renuncia se entienden como privaciones, mortificaciones, disciplina. Pero los lazos verdaderos se rompen por actos exteriores e interiores. La ambición, la posesión, los lazos de sangre y afectivos, el apego a la vida, requieren una ascética integral para ser sublimados en un amor divino.
La ascética interior necesita del acto exterior, no sólo como confirmación, sino como método. No puedo saber si me amo a mí mismo, hasta que me propongo no hablar nunca de mí, de mis dolores, problemas, deseos o dificultades; cuanto más de mis cualidades. No puedo hacer silencio en mi alma si no soy capaz de callar mis labios. No puedo decir que estoy desapegado del mundo si no puedo impedir la avidez con que mis ojos buscan ese mundo con su incesante mirar. No puedo creer que he roto los lazos de sangre, hasta que el bienestar y la felicidad de cualquiera cuenta para mí tanto como la de los míos, hasta que los seres queridos no ocupen en mi corazón más lugar que cualquier alma. No puedo decir que he renunciado a mi vida cuando mi persona, mi futuro, mis necesidades, mis realizaciones son más importantes para mí que las de mis Hijos, o las del mundo. Esa actitud se refleja siempre exteriormente, en los gestos, las miradas, las posturas, las palabras, las conversaciones y los hechos de la vida.
La ascética debe ser conjunta; la renuncia interior da una movilidad exterior y el control exterior favorece el nacimiento de una nueva actitud anímica.
La Renuncia transforma a cada Hijo de Cafh en el Hijo ideal, perfecto, impersonal. Esa ascética integral, actuante sobre todo el ser, es imposible que no de como resultado la contemplación mística. Todo el ser es transformado.
Los actos aparentemente tan simples (una postura, una mirada, un silencio, un trabajo continuo), que constituyen ese control interior y exterior, requieren una voluntad y esfuerzo totalmente consagrado al logro de la perfección de Renuncia. Son una verdadera muerte para el hombre exterior y, si son bien analizados, se verá cómo de ellos se desprenden una a una sin buscarlas, las etapas y realizaciones sucesivas por las que pasa el alma, hasta realizar a la Divina Madre y sus consecuencias expansivas de participación y presencia.
El secreto de la contemplación espiritual no es un secreto; actos simples dan resultados divinos. Pero los actos más simples son los más difíciles de ejecutar cuando deben persistir en el tiempo, rutinariamente, áridamente, sin un bien posesivo inmediato a alcanzar, sostenidos únicamente por un amor extraordinario a la Renuncia que es la Divina Madre.
En realidad no se podría definir exactamente en qué consiste la contemplación, pero sí que hay normas ascético-místicas que conducen a la contemplación. El conjunto de estas normas, organizado en un método de vida, es lo que se llama “estado de perfección”, adoptado por todos los sistemas religiosos y espirituales que aspiran a la unión del hombre con Dios. Sin embargo, esa ascética-mística puede ser realizada en cualquier medio y lugar por todos los hombres.
La ascética-mística de la Renuncia puede ser resumida sintéticamente en: Silencio, Paciencia y Rutina.

Enseñanza 7: Pruebas que Pueden Acompañar a la Muerte Mística

En los comienzos del camino el alma está demasiado ocupada con sus propios problemas y dolores, como para que el mal del mundo sea para ella otra cosa que una consideración a la que se adhiere por adhesión o simpatía. Pero la Divina Madre enseña a través del dolor.
Difícilmente las pruebas de la comprensión y de la fe se presentan solas; habitualmente son consecuencia de pruebas sentimentales o de conflictos interiores y éstos, a su vez, suelen ser desencadenados por hechos que pueden en apariencia ser intrascendentes.
Los hechos exteriores no provocan los conflictos, sólo dan ocasión de que hagan irrupción.
Mientras la Renuncia no pasaba de una posición de la mente y el corazón, los dolores y las pruebas no calaban demasiado hondo. Pero la vida prueba por sí misma y llega siempre el momento de los cortes dolorosos y profundos.
En esos momentos el alma siente como si la Divina Madre la dejara de la mano y se quedara sola. No es que Ella la deja, pero es imposible que pueda percibir Su Presencia cuando está toda absorbida por sus luchas interiores.
Todo se hace oscuridad y queda sólo el dolor crudo, como si esa fuera la única realidad de la existencia.
Si el alma tiene un verdadero amor de Renuncia, en ese momento su dolor se hace expansivo.
Los seres egoístas, cuanto más aumenta su sufrimiento, más se encierran en sí mismos. Pero el corazón del Hijo se hace grande en el dolor. Aún cuando no ve nada, cuando no tiene ningún sostén; aún cuando ve la ilusión de todos los lazos y apegos, tiene ante sí una realidad viva y tremenda por su magnitud: el dolor de la vida sobre la tierra. Rápidamente va tomando conciencia a través de su propio sufrimiento, del dolor ignorado de miles de millones de hombres. No sólo de los que ahora viven en el mundo, sino de aquellos que fueron y de los que vendrán.
La vida se aparece como una inmensa tiniebla, donde todo está bañado por el rojo oscuro de la pasión y la desesperación. Y en la profundidad insondable de la angustia de su corazón todo aparece sin sentido. No sólo su mente sino toda su carne, toda su sangre pregunta: “¿Por qué?”
Es la pregunta imposible de responder que ahonda aún más la herida de su corazón.
Su inmensa compasión le hace creer que se separa del Dios de la luz, para sumirse en las tinieblas de la miseria humana. No quiere tener ojos; prefiere ser ciego y sumergirse en la desesperación aparentemente sin sentido de la vida, antes que unirse a la suma felicidad y al sumo bien, que sabe que está al alcance de su mano.
El mundo es para el alma un inmenso pozo de sangre, carne y desesperación, en el que las almas son inmoladas continuamente; un agujero sin luz, sin explicación, sin justificación, sin destino.
Esto trasciende la capacidad corriente de las emociones comunes; es una angustia de muerte, un estallido. Hasta la muerte parece un consuelo, que se rechaza. Un corazón humano no puede sentirlo; no tiene capacidad.
El alma cree hacerse más humana en su dolor al huir de Dios para unirse al hombre; pero se hace divina. Cree que se aparta de Dios, pero se une a la Divina Madre. Su inmenso dolor, su renuncia a la comprensión, la luz y la paz; su conciencia del dolor y la oscuridad de la vida, hacen que lleve sobre sí el peso del mundo, que su alma se expanda trascendiendo el dolor y el no dolor, la luz y las tinieblas.
No hay respuesta para los interrogantes últimos de la mente; la vida no se explica con una respuesta. La vida adquiere sentido a través de la Renuncia.
A un alma que pasaba por esos estados, su Director Espiritual le respondió: “Contemple a Cristo en la Cruz y hallará las respuestas a todas sus preguntas dialécticas”.
Esta prueba es totalmente espiritual y participa todo el ser. Cuando pasa sobreviene la paz; pero el alma es otra; ella es Cristo en la Cruz. Su comprensión, su amor, su conciencia, todo es participación. Su vida es ya la vida de todos los seres y es, al mismo tiempo, una vida dentro del corazón de la Divina Madre.
No se participa solamente del dolor del ser humano o del amor de Dios; todo es una unidad. En esa unidad, que es holocausto vivo y permanente, está la solución del gran misterio, del sublime misterio de la Divina Madre en las almas.

Enseñanza 8: El Voto de Holocausto

“Mi alma está atada eternamente a todas las almas. Así como Dios está preso en la creación, así mi alma está presa por el amor a todas las almas. Ellas son mi vida; ellas son yo mismo”.
Esta es la perfección del amor, la perfección de la Renuncia; la desaparición en las almas.
Desaparecer no es aniquilarse sino ser, expansivamente. Cuando esa expansión abarca el universo es perfecta, es la desaparición en la eternidad e infinitud de Dios en las almas.
¿Por qué esa expansión es Holocausto?
Los hombres creen que la unión es un goce sensible, exquisito, pero entonces habría también un dolor sensible exquisito.
La perfección de la Unión es desaparición que es holocausto; la inmolación del Espíritu en la vida de la separatividad y del dolor.
Soy lo que soy, pero soy en las almas; en esa dualidad está el dolor divino y redentor que sólo acaba en la Eternidad.
Por el Voto Eterno de Unión se pierde definitivamente el ser como existencia separada, y se es, como participación simple, eterna y universal.
La unión con los que fueron y vendrán hace de la vida existencia eterna, presencia divina.
La unión con el Caballero Gran Maestre es unión a la Presencia de la Divina Madre por la Unión Substancial.
El Voto de Unión es holocausto porque es el sacrificio último; la no existencia desde el punto de vista personal, la ruptura del último velo de diferenciación.
El Voto de Unión es holocausto porque es unión con el dolor humano en su aspecto universal de limitación y oscuridad, como circunscripción de posibilidades relativas; pero al mismo tiempo de adquisición de posibilidades expansivas ilimitadas por reversibilidad, por presencia inmóvil en la esencia del dolor y la limitación.
La unión eterna con el Caballero Gran Maestre hace del Hijo expresión permanente de la Voluntad y del Verbo divinos e imagen perfecta de la Divina Madre.
Se hace imagen del Dios-hombre, del divino mediador; su vida humana es un acto eterno y continuo como sacrificio de carne y de sangre.
El dolor redentor, el dolor puro, no puede ser conocido por el hombre.
No es un sentir; es un ser, un vivir, una interpretación de fuerzas. No es una vivencia sino la vida misma del alma. Es el acto de suprema renuncia; no se renuncia a la limitación sino a la Eternidad, a la paz definitiva. Tiene que ser así. La perfección es un estado impersonal expansivo.
La Unión Divina es el éxtasis perfecto; volver a la vida sin perderlo y la expansión del mismo sobre los hombres y el mundo. No para hacer una dualidad, sino porque en Dios la dualidad no existe.
La Unión Divina es desaparición; sólo queda el testigo simple como testimonio de Dios sobre la tierra.
Presto: La participación de holocausto está allí, frente al alma, como su propia vida, su destino, su ser. Sin embargo, permanece el gran misterio de la aquiescencia, de la libertad del alma.
El Holocausto, para ser tal, ha de ser un acto espontáneo del alma libre. No estrictamente como una ofrenda, sino como expresión de la última ofrenda: su individualidad, su libertad divina y soberana.
No hay libertad sino a través de la participación del alma en la vida, en la existencia plena de Hes y Ahehia: Él Es; Él no Es; Él es Uno; Él son Muchos. Es Holocausto a los ojos de la separatividad; vida para el Espíritu.
Voto: El Voto es el sello, el estigma divino sobre el alma transformada. La confirmación eterna; un acto contingente dentro del tiempo se hace simple y eterno. Es el nexo entre la Divina Madre y el alma: la alianza divina.
Eterno: El Hijo, por su renuncia, se hace inmortal: Él es, él fue, él será: en los Hijos, en las almas, en los mundos, en la Eternidad.
De Unión: Participación de presencia. Es testigo simple de Dios en cada alma y es, al mismo tiempo, holocausto vivo del amor y dolor en cada una de ellas, haciéndose uno con ellas para la Eternidad.
Con los 43 Hijos de la Tabla: Se establece el círculo magnético divino-humano. Divino a través de la Unión Substancial con la Divina Madre. Humano porque es plasmación de la Idea Simple en la carne, la sangre y el dolor del mundo de los hombres, holocausto de sangre.
Y con todos aquellos que fueron y vendrán: La participación humana se haced expansiva, remonta la separatividad, abarca todos los mundos, todos los estados de vida y conciencia, hasta hacerse una unidad simple y eterna, como Ired, como vida divina.
Recibid Hijos de Cafh mi bendición: El Ired se cierra: la Unión Divina es un éxtasis perfecto que se vuelca continuamente sobre las almas y el mundo.
El Voto Eterno es Voto de Holocausto porque es Voto de Participación substancial.
La Unión con el Caballero Gran Maestre es unión con la divinidad inmolándose eternamente en las almas; es la sangre divina unida a la sangre humana, liberándola a través de su dolor redentor.
El dolor redentor no es el dolor humano, sino el dolor divino haciéndose humano. La Divina Madre haciéndose carne y sangre en sus Hijos.
La expansión del alma, al hacerse no determinada, la transforma en presencia mística en todas las almas. Todas las almas viven así en el alma del Hijo, y él hace de su vida la vida de todas las almas. Se transforma así en imagen perfecta de la Divina Madre, no sólo por su Unión Substancial con Ella, sino como expresión perfecta de Ella, en el sentido de una vida hecha existencia universal.
Al hacerse uno con el Caballero Gran Maestre él se hace uno con la eternidad.
El Caballero Gran Maestre es uno y único, expresión del espíritu Divino que es la vida de Cafh. El Hijo se hace así el prototipo, el Hijo ideal, divino, perfecto, imagen de El Hijo, el divino Iniciado, el Redentor.
El voto de unión de sangre con los que fueron y serán es el lazo indisoluble de amor que lo hace corredentor por participación substancial con el Divino Iniciado.
Su voto de Unión con los 43 Hijos de la Tabla lo liga espiritualmente a la cohorte de seres divinos, que forman el círculo místico de ayuda y salvación para la Humanidad. Lo liga indisolublemente al destino divino y al padecimiento humano, como cadena eterna hecha con eslabones de amor y dolor, de sangre y espíritu.
La emisión de los Votos se presenta al alma como la culminación de todo un esfuerzo y conquista espiritual. El Voto de Holocausto no puede considerarse de esta manera. El Holocausto no puede ser una conquista, es algo que ya está en el alma.
El Voto no es más que la confirmación de lo que ya está en el alma. El Voto es para el Hijo el Sello Divino puesto sobre su inmolación humana y espiritual. Es lo irrevocable, lo definitivo, lo Eterno.
El camino de la Renuncia es de realizaciones objetivas, concretas. Si no, la Renuncia sería otra abstracción más. Se renuncia a los bienes posesivos, pero los bienes espirituales hay que poseerlos, para poder darlos.

Enseñanza 9: La Oración y los Votos

Se habla, se piensa, se siente, siempre en términos dualísticos y la vida es una unidad. No hay que entender esa unidad como una sola cosa, sino como un todo orgánico indivisible y simple en sí, compuesto como atributo.
El alma no es simple; por eso la oración es sólo un acto para ella; pero la oración es su fuerza, su potencia y su posibilidad divina; su desaparición como alma.
De la misma manera los Votos son algo exterior al ser, hasta que son realizados como expresión espontánea del ser sobrenatural.
Por eso los Votos se conquistan a través del esfuerzo espiritual y se realizan a través de la muerte; muerte en el sentido de desaparición mística en la divinidad.
La oración lleva al alma a un estado divino idealmente y los Votos son la expresión real y permanente de esa realización.
Es cierto que humanamente el Voto es una expresión contingente, pero al mismo tiempo es un acto eterno de identificación con la propia verdad espiritual.
La ascética de la oración lleva necesariamente a la realización progresiva de la ofrenda a través de los Votos, pero los Votos son siempre expresión única del verdadero ser espiritual. De no ser así no serían un acto simple, divino; serían sólo una actitud.
Se habla aquí del Voto en su sentido divino y sobrenatural.
Si los Votos no fueran expresión necesaria del espíritu, no serían expresión de la liberación del ser sino de su esclavitud. Por eso cada Voto es, a través de la limitación que impone, un campo de posibilidades divinas para el alma.
En realidad, en sentido sobrenatural, sólo puede hablarse de el Voto: de la alianza sobrenatural entre el hombre y Dios. Pero humanamente es necesaria la aproximación gradual del hombre a la Divina Madre.
Lo único que existe, como Voto, es el sello divino en el alma: el nexo simple y eterno entre Dios y el hombre.
El Voto, como realización de la vocación espiritual, es un acto libre del alma; no es en realidad un acto de elección sino de asentimiento.
La Divina Madre llama a sus almas; ellas sólo pueden decir: sí o no.
El Hijo, al pronunciar su primer Voto, no puede conocerlo en toda su mística profundidad, pero sabe que él es a través de ese Voto. Es la percepción intuitiva de la verdad de la vocación a través de la ofrenda de la Renuncia.
Los Votos son. Al ser la posibilidad divina del alma, son su única realidad.
La oración es, entonces, un camino de autorreconocimiento a través de los Votos. El reconocimiento a través de los Votos es la identificación espiritual con el valor trascendente de los mismos.
El significado del Voto pierde así sus limitaciones humanas y adquiere una grandeza inconmensurable. En ellos está vertida toda la doctrina y el camino, las enseñanzas y la mística de desaparición (silencio), identificación (fidelidad), responsabilidad (obediencia), participación (renuncia), y presencia (holocausto).
Los Votos deben ser el objeto de la oración, porque en ellos están resumidos todos los tesoros espirituales del Hijo.

Enseñanza 10: El Conocimiento Simple

El conocimiento simple es un estado de unidad y similitud entre sujeto y objeto. Esta unidad es imposible de lograr a través de un estado activo de la mente, que siempre es dualista. El conocimiento o comprensión racional es siempre dualista. Los ejercicios pasivos reducen el movimiento mental, tendiendo a la subjetividad. Una imagen o estado subjetivo no es dualista y acostumbra a otro tipo de vivencia.
Cuando se ha adquirido la capacidad de identificación subjetiva con imágenes objetivas, puede pasarse a la concentración subjetiva sobre imágenes abstractas, y alcanzar así un nuevo orden de conocimiento y un estado mental sobrenatural.
La contradicción, la paradoja, el concepto irracional, es una forma de lograr esa identificación subjetiva y un conocimiento simple. La paradoja, lo irracional, inmoviliza la mente racional como si fuera un shock. Es como tomar un fuerte envión para detenerse súbitamente, bruscamente. Esa detención mental, esa perplejidad sistemática, impide el razonamiento lógico y prepara el espejo mental para otro tipo de percepción, más pasiva y subjetiva.
La expresión incomprensible nace espontáneamente, porque la limitación del lenguaje hace surgir inevitablemente la contradicción cuando aspira a elevarse a las verdades divinas.
Otra forma de lograr un conocimiento subjetivo es a través del ejercicio de la meditación potencial; se provoca el estímulo mental, pero no se permite la respuesta racional. Esa fuerza generadora y no gastada en un sentimiento o una comprensión común, conduce fácilmente a una identificación subjetiva y un conocimiento simple.
El hecho de que el conocimiento así adquirido sea subjetivo no le quita realidad. Un conocimiento es tal cuando es parte del alma, es uno mismo; si no es una teoría, una abstracción. Por supuesto que puede no ser un conocimiento total, pero es un medio de alcanzar ese conocimiento total.
Cuando la ascética adecuada es sostenida por un estado real de Renuncia, la conciencia personal va dejando de ser el sujeto y se amplia paulatinamente hacia el ser espiritual. Entonces la identificación no se produce con un objeto de conocimiento arbitrario, sino con estados de conciencia cada vez más amplios, hasta que todo el ser se transforma en un estado en sí único, simple y divino.
Tiene que llegar el momento en que el sujeto debe desaparecer. Si no, habría dos cosas: el alma y la Divina Madre. Llegamos aquí al punto en que la consideración debe detenerse. Si hay identificación, ¿como no hay desaparición? Si es uno, no puede ser dos. Es uno, pero es dos, porque por más alto que se llegue siempre se está dentro de la expresión de Dios. Esta dualidad no es multiplicidad, sino la simplicidad por reversibilidad.
Este concepto que choca con la mente racional, es incomprensible; pero puede experimentarse transformándose uno mismo, por la oración y la Renuncia, en imagen de esa simplicidad a través de un estado interior de similitud. Así se logra una identificación contemplativa y se es lo que se quiere conocer. Sin embargo, esto es aún un movimiento del alma y no es la suma perfección que es Presencia.
Hasta ahora el alma sólo ha logrado identificarse y transformarse en el movimiento simple que es la vida. Cuando se logra la inmovilidad espiritual que es Presencia, no se es la vida, se es testimonio de la vida, Testigo Simple de la Eternidad, imagen perfecta y similar de la Divina Madre que porque No Es, Es.
El concepto de potencial sólo existe en relación con el factor tiempo. La Eternidad no es un tiempo infinito, sino el no-tiempo. Cuando se ha vencido al tiempo por el acto eterno de Presencia, se ha realizado lo potencial, Hes. La Resurrección de Hes, entendida racionalmente, es la transformación de lo potencial en activo, pero espiritualmente significa la realización del alma, el nacimiento a la conciencia espiritual de ser que trasciende toda dualidad. El ejercicio de meditación tiende a llevar a ese estado de conciencia más allá de las distinciones racionales de diferenciación y se logra por un recogimiento profundísimo, más allá de la técnica y las distinciones racionales.

Enseñanza 11: Dificultades en la Oración

Algunas almas se quejan a veces que no pueden meditar porque les resulta pesado el ejercicio, se aburren y piden a sus Superiores que les hagan más liviana la rutina de su disciplina espiritual. Los Superiores observan también que los métodos de oración no en todos los casos dan el resultado esperado; no se nota un adelanto evidente en la oración, hay un aparente estancamiento. Después de un momento de entusiasmo viene el desinterés, el hastío, el aburrimiento; son muy pocos los que perseveran y muchos los inconstantes. Sin embargo, aún cuando no se persiga un fin inmediato, el ejercicio de meditación hecho metódicamente da siempre, necesariamente, un resultado; y llega un momento en la vida en que se recogen espontáneamente las consecuencias de la ascética espiritual.
A pesar de esto, no en todos los casos el resultado de la ascética es lo que debe ser: la transformación total de las almas. Dentro del camino ascético místico pueden presentarse muchas clases de dificultades, pero fundamentalmente son de dos tipos: el primero consiste en todos los problemas y tropiezos inherentes a la misma ascética. Estos son lógicos y convenientes, ya que son parte de esta ascética. Los segundos nada tienen que ver con aquella, y son derivados de la posición fundamental que tiene el Hijo respecto a su vocación y su ubicación.
Es imprescindible distinguir claramente estas dos clases de problemas. Si así no se hace se produce rápidamente una gran desorientación interior, sentimientos de estancamiento y fracaso.
Discernir clara y exactamente el móvil y origen de las dificultades y actitudes de las almas, es fundamental para orientarlas definitivamente hacia la realización de su vocación espiritual.
Para que la orientación sea plena y sus resultados transformantes, el Hijo debe ser una Unidad. Una unidad en su sentir, en sus esfuerzos, en sus aspiraciones, en su vida, en su vocación. Si no es así su ascética será discontinua, sus esfuerzos serán encontrados y le resultará muy difícil participar de la vida Espiritual de Cafh.
Si el Hijo hace de Cafh otra de sus cosas su vida no podrá estar centrada en sí, porque Cafh será para él algo, pero no él mismo. Y esa dualidad es imposible. De este modo la oración no puede ser plena, total. Si el Hijo es una unidad, de esa Unidad fluye la Enseñanza, fluye la palabra creadora, fluye el ejemplo, fluye la paz, fluye la irradiación de presencia. Si no el Hijo es un esfuerzo discontinuo, una idea esporádica, un avanzar, un detenerse, un retroceder. De este modo es imposible participar substancialmente en la Gran Corriente; por un momento se integra a la misma y luego choca con ella. Por eso algunas veces las almas se sienten disconformes. Ellas creen sinceramente que lo están con la meditación, con el método o con cualquier cosa exterior, pero en realidad están disconformes con ellas mismas. Es común descargar afuera la responsabilidad que no se está dispuesto a asumir.
Se da el caso, además, de algunas almas que si bien se vuelcan a Cafh con gran entusiasmo, también tienen dificultades en su desenvolvimiento espiritual. Demasiado entusiasmo nunca emana de una posición realmente espiritual. El entusiasmo es un sentimiento muy personal que surge de satisfacciones también personales. Es la euforia que se siente al recibir los Dones de Cafh. Si detrás de esto no hay una verdadera vocación de Renuncia la fuerza del entusiasmo dura muy poco y rápidamente las almas se sienten detenidas; surgen las dificultades, y se comienza a perder el tiempo buscando el origen de los conflictos en el modo de cumplir los ejercicios espirituales, los problemas externos, etc. Es decir, se indaga la causa inmediata, cuando en realidad la verdadera raíz está en la falta de conciencia vocacional de las almas.
Mientras la fuerza que anima al Hijo no es totalmente impersonal y desinteresada difícilmente pueda hallar plenitud en su ascética mística. Vivir la Renuncia es vivir sin apegos, sin ilusiones personales, sin esperar nada. Es vivir sólo con la Divina Madre. Pero a veces la presencia de la Divina Madre es una mayor soledad aún, porque puede ser una presencia oscura, una no presencia, un desconocimiento de la Escencia Divina para quedar sólo un conocimiento de las responsabilidades, de la rutina, del quehacer diario.
Son pocas las almas dispuestas a darlo todo; son pocas las almas dispuestas a darse completamente. Son pocas las almas dispuestas a saltar por encima de sus nimios problemas y dolores, para vivir la Unión Substancial con la Divina Madre a través de una oración de Renuncia.

Enseñanza 12: Testigo Simple

La oración no puede ser plena y total si todo el ser no está puesto en ella. Al decir todo el ser no se significa la vehemencia del vuelo sensible, sino el ser en su totalidad.
Como las almas no son una unidad hay en ellas deseos encontrados. Estos deseos encontrados hacen que no sea empleado todo su ser en una sola idea, sino son fuerzas opuestas y dispersas.
No basta toda la buena intención puesta en la oración; esta intención debe hacerse actuar permanentemente, para encausar todas las fuerzas hacia la idea Única.
Después de un tiempo en el camino espiritual el Hijo debe ser exponente de la Doctrina. Si no, es un estorbo.
El Hijo debe ser testimonio vivo de la Renuncia y no lo lograría si no es testimonio de fe.
No basta creer; hay que ser lo que se cree.
Además de la acción mística sobrenatural de las almas consagradas, el mundo necesita de un ejemplo vivo de hombres y mujeres que han hecho carne su Doctrina.
Es imposible que pueda plasmarse en el mundo la idea fundamental de la Renuncia, si no encarna primero en quienes deben predicarla.
El Hijo debe ser testimonio vivo de su idea; ejemplo simple, presente ante el mundo como imagen siempre permanente de la perfección.
Los Hijos deben ser la Renuncia hecha carne, hecha sangre, hecha vida. La hora apremia, son muy pocos y la obra es inmensa.
Tienen el mundo en sus manos; sus objetivos son universales y extraordinarios. No pueden dilapidar una gota de energía, un instante, un pensamiento, nada.
Todo debe estar centrado en la idea Única de la Renuncia.
Los Hijos son pocos. Aquellos que no están dispuestos a la entrega total y absoluta no pueden durar. La Divina Madre lo quiere todo o nada. No importa que sean muy buenos; no los quiere. Entonces deben unirse muy fuertemente para constituir una fuerza poderosa e invencible en su ofrenda. Y para lograrlo deben ser totales.
Para ser testimonio de fe hay que quemarse en esa fe absoluta que es Renuncia y muerte. Sólo a través de la desaparición espiritual se es testigo simple de la Idea Divina.
De nada vale hablar de misterio tan divino como éste, si no se está dispuesto a entregar la vida en la muerte de una Renuncia continuada e inalterable. Ser Testigo Simple es haber desaparecido a través de la Unión Substancial con la Divina Madre.
El Hijo queda inmóvil en su centro divino y allí permanece como testimonio de Presencia. Él es, simplemente.
No es necesario oír la predica del Buda; basta mirarlo.
Así el Hijo, como presencia inmóvil en su centro divino en su Idea Única, en su Renuncia, es prédica y acción, unión y redención, acto y potencia, amor y dolor, vida y muerte; Él es.
La oración es el medio para realizar a Dios; pero debe ser plena, total, integral.
La oración no puede ser plena si no abarca a todo el ser. No sólo su mente y su corazón; su cuerpo, su vida, sus posibilidades; su pasado y su futuro; toda su existencia debe estar allí presente para ser quemada totalmente en el fuego divino de la Renuncia.
La Unión Substancial es eso; cuando todo el ser, cuerpo, mente y espíritu, se fija permanentemente en el punto simple y eterno que es la Divina Madre.

Enseñanza 13: Vida de Oración

Para que la oración sea plena el hombre tiene que transformarse en un testimonio de fe, debe discernir continuamente en la enseñanza las verdades evidenciadas y las verdades posibles. El alma está siempre en un estado de perfecta oración cuando tiene la verdad divina centrada en sí.
Para que los ejercicios de oración tengan un efecto espiritual pleno, la meditación discursiva debe estar basada sobre la fe.
La meditación sensitiva ha de estar basada en una renuncia constante respecto a las emociones y satisfacciones cognoscitivas, para permanecer en un estado mental-sentimental divino desconocido (algo no visualizado).
La oración perfecta es sobre el desconocimiento de la Esencia Divina.
La vida del Hijo, para ser tal, ha de ser vida de oración.
La plenitud en la oración es una cosa diferente de lo que comúnmente se imagina. Cuando a veces se siente plenitud en la oración, no es que se hace una oración plena, se hace una oración sensiblemente plena. Una oración sensiblemente plena es un gasto, una emoción, un sentir.
La oración plena es un estado de vida del ser, no un sentir. La vida incluye sentirse, pero un sentir no es vida. La oración debe salir del plano de los sentires para ubicarse en la vida del ser.
Sólo cuando la oración es la vida del ser no es discontinua, sólo cuando la oración es la vida del ser, el ser está centrado. Porque entonces la oración no es una cosa que uno hace con sus labios, o vocaliza con su mente, o visualiza con su imaginación; la oración es un control continuo del ser, un mantenerse siempre en su centro. En su centro integral, no en su centro ideal, en su centro imaginativo, en su centro emocional. Es la ubicación continua del ser como hombre, como alma, como fuerza dinámica, como fijación estática, como trabajo afectivo, como trabajo volitivo, como trabajo físico; es la ubicación del ser en la integridad de la vida.
Entonces, no es un acto de oración el que es pleno, el ser es plenitud. Y sólo a través de esa plenitud, se obtiene la fuerza que necesita para poder transmitir la idea de la Renuncia y cumplir su misión en la vida.
Mantenerse ubicado en Cafh no es fácil porque es una ubicación dinámica.
En Cafh nunca se puede decir: me he ubicado; porque al decir “me he ubicado” ya se ha desubicado. La ubicación, al ser dinámica, exige la renuncia continua del ser, que es la libertad de ser. Entonces el Hijo al ser libre, se ubica en la dinámica de Cafh, que es la dinámica de la vida, y su ubicación trasciende.
Por otra parte, cuando el Hijo comprende la limitación de su trabajo humano, dentro del campo magnético en el que actúa, al limitar sus pretensiones, al circunscribirse a una idea concreta y no pretender de su trabajo más que lo que éste es, trasciende y se ubica universalmente.

Enseñanza 14: La Oración Plena

No puede haber oración plena mientras quede en ella un resto de interés personal. Ese egoísmo, aunque sea espiritual, impide una expansión en un sentir universal.
El hombre no puede trascender sus pequeñas miserias, sino renunciando a esas miserias. Por eso cuando se propone enfocar un aspecto universal, una ley trascendente o un estado espiritual, no lo consigue. No puede hacerlo porque lo hace con un fin, para conseguir algo, una comprensión, una expansión personal. Ese interés, ese afán, ese egoísmo, le cierra la posibilidad del contacto con una esfera de conciencia más amplia porque circunscribe su elevación interior, a su radio, a su percepción, a su estado de conciencia. Por eso, aún cuando se hagan muchos actos de renuncia, no por eso se llega a una comprensión o alcance más allá de sí mismo.
Todo depende del móvil, de la idea que rige ese esfuerzo. Esa idea única debe ser la Renuncia real, no la Renuncia ideal.
Sólo se conoce cuando ya no se desea el conocimiento; se posee cuando nada se tiene.
La posesión sólo es posible por reversibilidad.
El desprendimiento, la ofrenda, el sacrificio, el acto contrario, contrario a la naturaleza humana, contrario a su estado de conciencia, contrario al instinto y al egoísmo animal, contrario al movimiento personal de la vida, destruye la cáscara, el círculo estrecho de un estado limitado para abrir el alma a su nuevo mundo, al universo, a la existencia.
La Renuncia es posesión por participación, es plenitud, es vida. Pero se alcanza por el sacrificio, el dolor y el absoluto dominio de la naturaleza animal del hombre.
No puede haber oración plena si la vida no es una unidad, si no se vive lo que se dice.
La Renuncia no adquiere sentido por las explicaciones o el brillo oratorio, sino por la autoridad que da la posesión de la Renuncia. Las palabras suenan a hueco, a retórica, si no están cargadas por la fuerza de la fe viva del alma que sólo se obtiene con el sacrificio continuo, la oración, la ofrenda, el holocausto.
La oración no puede ser plena si no se expresa en la vida exterior.
Se es como todos los hombres del mundo, pero no se puede ser igual a ellos.
La Renuncia pone un sello en el alma, que se ve, se siente, se toca, tan real es.
Si ha renunciado a todo esa actitud tiene necesariamente que expresarse en la relación con la vida, los seres y las cosas.
La realización no es una palabra, es un hecho vivo, concreto, evidente y se refleja en hechos vivos, concretos, evidentes.

Enseñanza 15: La Concentración Subjetiva

En la meditación sensitiva la imagen es percibida a través de los cinco sentidos. El objeto es afinar la sensibilidad de los sentidos para aguzar su percepción. Sin embargo, este ejercicio no permite trascender la evidencia sensible.
Hay un tipo de oración que, si bien asume la forma de una meditación corriente, es un verdadero ejercicio de concentración subjetiva.
En la concentración común el ser fija la atención activamente sobre el objeto, hasta que consigue que la mente no se mueva de allí. La concentración se hace subjetiva cuando comienza la identificación entre sujeto y objeto. Esta experiencia puede comenzar en la meditación.
La diferencia característica está en el cuadro imaginativo.
Se comienza por fijar la atención en la imagen y poco a poco trasladar la conciencia hacia la imagen. Por ejemplo: se ve un ave en el cielo, flotando en el aire. Fijar tanto ese flotar en el aire hasta que se comienza a sentir que uno flota en el aire, como si fuera un ave. Esto, que comienza por ser un simple ejercicio, lleva a una identificación profunda con el ser de las cosas y aún con las cosas inanimadas, que sólo puede lograrse a través de un estado subconciente.
En el estado conciente ordinario esa identificación es imposible. En la concentración subjetiva pasa como en los sueños. Se ve una imagen cualquiera, absurda quizás, pero se sabe que es una u otra persona.
En realidad, éste es sólo un ejercicio subjetivo, pero que facilita el logro de la subjetividad en la meditación.

Enseñanza 16: La Oración de Participación Natural

Se ve una imagen y se entiende otra cosa, pero no cualquier cosa sino lo que esa imagen representa como símbolo.
Por ejemplo: se ve una puerta y se entiende una posibilidad. No se entiende como si fuera una interpretación sino como si uno fuera esa puerta, esa posibilidad. Se ve un paisaje por una ventana, se es un nuevo mundo que entra en la conciencia. No es que se entienda que vendrá a uno ese mundo, sino que uno es ese nuevo mundo.
Estos estados no hay que buscarlos. No se puede decir si la participación natural se alcanza a través de un ejercicio, pero es bueno saber de qué se trata. Particularmente, porque es una evidencia y prueba de una teoría: el mundo de los símbolos arquetípicos. Es como si en el inconsciente de la raza estuvieran grabadas las imágenes gráficas representativas de las Ideas Fundamentales propias de su desenvolvimiento.
Estas imágenes aparecen a veces en el mundo de los sueños, pero pueden ser poseídas a través de la experiencia directa dada por la meditación.
En la meditación objetiva el plano de la acción está fuera de uno; yo soy el sujeto y el objeto. Hay un fluir de fuerzas de mí hacia él. En la concentración subjetiva yo soy el objeto-sujeto; yo soy la acción. La experiencia subjetiva es total. La meditación trasciende el simple ejercicio, es un estado vital del ser.
La elevación subjetiva, en vez de ser un movimiento hacia fuera, como un pedido, es un tomar conciencia en la profundidad del alma y sumirse en un recogimiento muy profundo. Todo movimiento es dualidad. El estado subjetivo es simple; si hay movimiento es un movimiento en sí.
En realidad hace falta un nuevo lenguaje. El lenguaje común expresa estados pasivos, objetivos; pero no hay calificativos para estados pasivos, negativos, subjetivos y subconscientes. De allí la imposibilidad de definiciones precisas. Quizás la comunicación tendrá que trascender la expresión verbal para hacerse una interpretación de estados que permita la comprensión por similitud.


ÍNDICE:

Enseñanza 1: La Vocación Contemplativa
Enseñanza 2: Recogimiento
Enseñanza 3: El Estado de Recogimiento
Enseñanza 4: La Vida Contemplativa
Enseñanza 5: La Contemplación y los Ejercicios de Oración
Enseñanza 6: La Contemplación
Enseñanza 7: Pruebas que Pueden Acompañar a la Muerte Mística
Enseñanza 8: El Voto de Holocausto
Enseñanza 9: La Oración y los Votos
Enseñanza 10: El Conocimiento Simple
Enseñanza 11: Dificultades en la Oración
Enseñanza 12: Testigo Simple
Enseñanza 13: Vida de Oración
Enseñanza 14: La Oración Plena
Enseñanza 15: La Concentración Subjetiva
Enseñanza 16: La Oración de Participación Natural

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