ÍNDICE:

Enseñanza 1: Esquemas de Meditación
Enseñanza 2: La Transición
Enseñanza 3: Textos para la Meditación Discursiva
Enseñanza 4: Meditación Afectiva sobre “La Dama Negra” y “El Abismo"
Enseñanza 5: Meditación Afectiva sobre “Los Dos Caminos” y “El Estandarte”
Enseñanza 6: Meditación Afectiva sobre “El Templo de Oro” y “Velo de Ahehia”
Enseñanza 7: Meditación Afectiva sobre la “Resurrección de Hes”
Enseñanza 8: Meditaciones Afectivas Pasivas
Enseñanza 9: Otras Meditaciones Afectivas Pasivas
Enseñanza 10: Meditaciones Afectivas Estimulantes
Enseñanza 11: Otras Meditaciones Afectivas Estimulantes
Enseñanza 12: Otras Meditaciones Afectivas Estimulantes II
Enseñanza 13: Meditaciones Afectivas Estimulantes III
Enseñanza 14: Fin de las Meditaciones Afectivas Estimulantes
Enseñanza 15: Monólogo de Preparación a la Meditación
Enseñanza 16: Monólogos Imaginativos de Preparación a la Meditación


Enseñanza 1: Esquemas de Meditación

En Cafh, el primer voto marca el nacimiento a una nueva vida.
Él implica la necesidad de rever los viejos conceptos que estructuraban el modo de sentir, pensar y actuar.
Esta estructura determinada de sentimientos, pensamientos y de su correlativo accionar componían al hombre viejo y se había edificado a partir de premisas que daban como única realidad, la constituida por el cuerpo físico y sus necesidades. Después del Voto se sigue siendo hombre, pero ahora unidos a la Divina Madre. Empieza a apuntar otra escala de valores y se comienza a perfilar, tímidamente, otro calificativo: nuevo. Hombre Nuevo. Después del Voto el alma cede su voluntad y la aplica para dirigirse hacia lo Divino. Desde aquel momento se desea ser alma, y para ello es necesario aplicar la voluntad en utilizar todos los recursos humanos para dirigirse a lo Divino, para responder al llamado del Amor Divino. Esta respuesta amorosa puede actualizarse mediante el acto de la meditación. Los mismos medios dados por ser hombres y que antes servían solamente para afirmar falsamente la preeminencia de lo físico, de lo corporal, haciéndolos en muchos casos fines en sí, es posible utilizarlos en su pura condición de medios para responder al llamado divino. Esto supone un ejercicio, el ejercicio de la meditación. No hay que olvidar que se trata de utilizar los mismos medios para fines diferentes. Antes todos ellos servían para excitar los valores mentales y personales; con el ejercicio de la meditación vamos logrando, a través de un nuevo hábito, que ellos actúen exclusivamente sobre el alma.
Utilizando el símil de la radio podría decirse que el amor de la Divina Madre equivale a las ondas hertzianas; los valores mentales y sentimentales equivalen al aparato radio-receptor. El esfuerzo para sintonizar equivale al ejercicio de meditación. El estado de meditación equivale al logro del punto exacto de sintonía. La maravillosa sinfonía del Amor Divino está presente en todo, pero para captarla se dispone únicamente del radio-receptor formado por pensamientos y sentimientos. Estos deben utilizarse y para buscar la sintonía anhelada, muévese, probando continuamente, el dial. Esta actitud de búsqueda se puede asimilar a la actitud asumida con el ejercicio de la meditación. Cuando se ha logrado el punto de sintonía, cuando la sinfonía divina se manifiesta sin interferencias, ¿para qué seguir moviendo el dial? Mover el dial fue un medio para afinar el aparato y hacerlo apto para captar lo Divino.
El Superior ha de ser el que regule y administre el desarrollo de los distintos tipos de ejercicios de meditación. Es aconsejable que el Hijo en su conferencia con el Superior informe al mismo hasta el mínimo detalle sobre todas las experiencias acaecidas en su práctica, sean formales o de fondo.
Meditación Discursiva: Creación de la imagen. Se dialoga con ella. Dos metas: una natural y la otra sobrenatural. La natural: discernir sobre las cosas de la vida diaria para hacerlas gravitar en un método digno del Hombre Nuevo, un método de vida exterior adaptado a la idiosincrasia íntima; pero todo esto para la meta sobrenatural: ser cada vez más apto para captar el Amor de la Divina Madre, logrando que los actos cotidianos sean un reflejo de la cada vez más cercana comunión con Ella.
Meditación Afectiva: Divinización del sentimiento. Toda la gama de sentimientos comunes elevados a un plano superior y trascendente por amor a la imagen creada.
Invocación: paso preparatorio donde se logra aquietar los vórtices exteriores e internos, concentrando la aspiración íntima en la súplica.
Cuadro Imaginativo: Inicialmente, para facilitar, tomado de cuadros de la vida personal que hayan provocado determinadas sensaciones.
Sensaciones: A medida que se describe este cuadro se van, por decir así, liberando napas emocionales yacentes en el subconsciente, hasta llevarlas al nivel de la conciencia que ahora está alerta por una voluntad amorosa. En las sensaciones, se valorizan, se especula con ellas. Luego se elevan al plano espiritual, realizando una verdadera transmutación de valores humanos a valores divinos.
Propósitos: Han de ser simples, concretos y sobre todo humildes. Más fácil resulta al hombre morir por sus principios que vivir de acuerdo con ellos. Ejemplo: si se ha suscitado un sentimiento de aborrecimiento por el carácter irritable, nada de generalizaciones diciendo: Prometo no irritarme nunca más. Decir más bien: Prometo que durante el día de hoy controlaré mi carácter, elevando mi pensamiento a la Divina Madre en el momento preciso en que algo pueda irritarme; y si caigo, serenarme pidiendo perdón a la Divina Madre.
Consecuencias: Paso de clarificación y conclusiones. Se especula no ya sobre el sentimiento provocado como en las Sensaciones, sino sobre los efectos producidos. Se ha comprendido.
Resumen místico: Verdadero cuadro sinóptico que sirve para grabar las partes esenciales de la meditación cumplida.
Meditación Sensitiva: Se recrean interiormente, por un esfuerzo imaginativo de la mente, las sensaciones que se podrían percibir utilizando cada uno de los sentidos físicos. Se prescinde de ellos, desarrollando así los sentidos astrales. Se amplifica de esta manera el radio de acción, dando a la conciencia la posibilidad de utilizar y dominar otro vehículo para su experimentación. Recordar que ésta, con ser importante, no es la meta superior. Esta consiste en la transmutación conciente y amorosa de dichas sensaciones creadas imaginativamente y teñidas de un sentimiento predeterminado en un bien del alma, un bien espiritual.
Consta de:
Invocación: Las mismas características del mismo paso en las meditaciones afectivas.
Sensaciones: A fin de evitar la interrupción de la atención es recomendable fijar de antemano una dirección de arriba hacia abajo, según la ubicación de los distintos órganos de los sentidos, comenzando por ojos, oídos, nariz, fauces y yemas de los dedos.
Súplica: En este paso se pide a la Divina Madre la ayuda para que todas estas sensaciones, espiritualizadas, queden como una poderosa vivencia en el alma.

 

Enseñanza 2: La Transición

Que las cosas de este mundo mueren es un juicio que surge al entendimiento del hombre por medio de la más simple observación.
Lo Sin Principio, lo que Es, lo Inmortal es intuición, vislumbre irracional de un orden divino de aquellos seres que han podido y sabido potencializar sus valores internos y esenciales.
El hombre común sólo puede comprobar fácilmente que todo lo que nace, lo que tiene un principio en este su mundo lleva en sí el germen de su destrucción. Se sabe, entonces, que todo lo que nace ha de morir.
Pero esa terrible certeza que la propia razón entrega al hombre hace que el Hombre Viejo, que no quiere morir, ni quiere saber de la muerte de las cosas necesarias y queridas para él, invente mentiras y sobre ellas edifique un método de vida con el cual defender sus conquistas. Y como todas ellas fenecen, ya que lo eterno no es su atributo, se engaña una vez más buscando lo perdurable en la cantidad. Muchos amores, muchos conocimientos, mucho dinero, mucho poder.
Algunas mentiras del Hombre Viejo pueden ser sutilísimas, como las que le brindan una falsificación de eternidad a través de aquello de “sobrevivir en mis hijos” o “sobrevivir en mi obra”, haciendo en ambos casos, aún en su aspecto más idealista, prolongaciones de su propia personalidad y, como tales, prolongaciones a ras de tierra.
Pero el hombre que quiere dejar de ser el Hombre Viejo, que quiere ser Hombre Nuevo, no se engaña.
Cuando la parte superior de su alma ilumina internamente su ser con luz que es Divina y Eterna y le muestra el Sendero en un vislumbre y aún cuando luego su fulgor se atenúa y vuelva a la carga la parte inferior de su alma con su arsenal de mentiras, el naciente Hombre Nuevo, sostenido por el Amor de la Divina Madre, aguza su mirada interior y atisba expectante en la transitoria oscuridad y medita sobre los valores de esas mentiras.
Reflexiona, entre otras cosas, sobre la muerte, sobre “su muerte”. Y como ahora mira desde su parte esencial ve a la muerte como algo trascendental y solemne, pero ya no le teme. “Sabe” que la muerte es como un portal a través del cual se prolonga ese Sendero que vislumbró hacia otro mundo de posibilidades. Y se prepara para cuando le toque franquearla. Prepararse para la muerte significa no perder un solo instante en alimentar apegos a cosas transitorias y al propio “yo” mortal, sino, por el contrario, ejercitarse en la contemplación de la Cosas Divinas, ayudado por hábitos nuevos que, como el de la Meditación, le sirvan para transmutar sus valores humanos y personales en valores divinos y unitivos, que hagan de su vida un amoroso cumplimiento de los planes de la Divina Obra.
Cuando llegue la hora en que terminen sus posibilidades actuales, podrá así morir como el santo que, habiendo vivido según la Voluntad de la Divina Madre, entra en la muerte anhelante de seguir participando en la Gran Obra.

 

Enseñanza 3: Textos para la Meditación Discursiva

Cualquiera que sea la actividad que un hombre emprenda tiene necesidad de una orientación.
Si esa afirmación tiene para todos la sencillez y la fuerza de un axioma, para el ser que quiere seguir por la senda espiritual ha de convertirse en un anhelo fervoroso e íntimo de hacerse apto para captar la ayuda que, desde los planos superiores suprafísicos, están brindando constantemente los Santos Maestros.
El Ser espiritual sabe que las debilidades de su parte humana y su propia razón oscurecen el camino a recorrer y que sólo con la guía de los Santos Maestros podrá llegar a la Divina Meta.
En el caso particular de los Hijos, ellos saben que esa ayuda divina es captada por el Superior y llega por ese conducto a los Hijos.
Pero se debe insistir en el símil del radio-receptor. Esa ayuda, esa guía divina, sólo puede hacerse efectiva en el Hijo que, con amorosa voluntad se esfuerza en sintonizar con ella.
Ese anhelo amoroso del alma puede llegar a ser amenguado en su poder y aún desaparecer por la influencia de los velos negativos, que se espesan en la proporción en que el Hijo es remiso en cumplir con las prácticas de la vida espiritual.
Es en esos momentos que los hábitos envejecidos recobran fuerzas y el Hijo siente el frío del desamparo no puede negar la presencia invisible de los Maestros, pero nota que se hace tibio el fuego místico que ardiera con fuerzas en los momentos de entusiasmo y exaltación.
Todo ello ha sido posible porque permitió a la personalidad dirigir su elección y las cosas brillantes y espectaculares de lo externo atrajeron su atención, haciendo que volcara hacia afuera aquellos mismos valores personales que antes se había esforzado en transmutar a través de la oración, la meditación y las ascesis espirituales, en bienes del alma.
Pero, como el Amor y la ayuda de los Santos Maestros están compenetrando ininterrumpidamente toda la Creación, puede el Hijo volver de ese vacío, de esa oscuridad, hacia la Luz de esa Gracia eternamente presente y reencontrarse en su Esencia con el Maestro que, amorosamente, ha esperado su retorno.
Es, entonces, cuando el Hijo, por la glorificación de los Santos Votos pronunciados, renueva las piedras de su sepulcro de carne y personalidad y, fervoroso, se dirige hacia los Cielos abiertos de una verdadera Resurrección. Va dejando tras sí, como humildes ofrendas a la Santa Madre la carga de sus apegos humanos. Vacíos dolorosos quedan en su interior cada vez que desarraiga uno de aquellos, pero pronto son colmados por el Amor y la Verdad divinos que inundan su alma a través del reanudado diálogo amoroso con el Maestro.
Y ese reconocimiento íntimo y secreto que el Hijo siente de que la Gran Obra de Dios se está cumpliendo en su alma, ilumina el Sendero del retorno hacia el Hogar Eterno.
Ha de esforzarse el Hijo y no desesperar, atento siempre en amorosa vigilancia para no claudicar en la lucha por llegar a la Gran Meta vislumbrada y así como hiciera en la senda del dolor de las pequeñas y grandes renuncias, debe seguir marchando, ahora que ha resucitado para la verdadera vida hacia el encuentro unificador con el Divino Maestro.

 

Enseñanza 4: Meditación Afectiva sobre “La Dama Negra” y “El Abismo”

Un hombre sin proyección hacia lo sobrenatural, que reflexione sobre lo que percibe de las relaciones humanas, llegará a la conclusión de que todo está perdido para él.
Comprobará, por ejemplo, que las palabras, especialmente aquellas que designan actitudes morales o éticas pronunciadas por los hombres de hoy, son meros sonidos convencionales que traducen aspectos parciales, superficiales y, la más de las veces, falsos de aquellas actitudes. Amor es placer carnal, lujuria, posesión para sí; pureza, mojigatería; libertad es irresponsabilidad; bondad es debilidad de carácter y así por el estilo con todas.
Dicho en otra forma, que el sentido de las palabras ha perdido esencialidad como consecuencia de pensamientos limitados, intrascendentes, egoístas.
De esta clase de pensamientos nace, por lógica, un modo de vivir limitado, intrascendente y egoísta. Y quien se limita, quien no trasciende, quien vive para sí, está siempre preocupado por vivir lo externo, creando separatividades que, a la postre, se convierten en sus enemigas, en nuevas fuentes del mal.
Un hombre así es como un parásito en el jardín de Dios. Todo lo que está fuera de él lo quiere para sí, todo lo traga y lo que no puede digerir lo expulsa, pero manchado, ajado, envenenado por su propio rencor al no poderlo utilizar.
El Hijo de la Divina Madre comprueba todo esto pero sabe que Ella no abandona a sus Hijos. Ha percibido su llamado dulce y débil desde lo profundo de su propio corazón y ha iniciado la lenta marcha, asistido por los Santos Maestros, que lo orientan a través de los laberintos que la Dama Negra levanta delante suyo.
Sin esa ayuda de los Santos Maestros no podría salir de ellos; pero, como tiene que ser él quien debe pasarlos, también necesita de todas sus fuerzas y de todos sus esfuerzos para vencer.
Se arma, entonces, con el aborrecimiento a todos esos males que lo hacían parásito del jardín de Dios. Con el aborrecimiento a sus propios males se cumple el inicial cambio fundamental que lo hace apto para transitar el Sendero del retorno a su Tabernáculo Sagrado, donde lo espera amorosamente la Divina Madre.
Pero ese Sendero se hunde en el oscuro Abismo de la Desolación.
A medida que marcha en esa dirección espiritual se va alejando cada vez más de la patria de los hombres. La Patria Celeste está lejana aún, oculta, misteriosa. Inflamado de amor por la Divina Madre ha renunciado a su pasado, ha aborrecido todo lo que antes lo identificaba con el medio ambiente de la patria vieja; pronuncia las mismas palabras que los demás, pero como su sentido ha variado, no encuentra comprensión. Y se desgarra en su soledad entre la muerte agónica de su personalidad pasada y el llamado del nuevo amor que lo ha llevado a ese trance de renacimiento, donde se agita desnudo e inerme como un recién nacido.
Y como un recién nacido encuentra manos cariñosas para cuidarlo y defenderlo; clama por alimento y son los Santos Maestros quienes se lo dan. Y la desolación terrible se hace porvenir espiritual. Por ella el recién nacido se hace niño y pronto será el Hombre Nuevo, Peregrino incansable hacia la Unión Substancial con la Divina Madre.

 

Enseñanza 5: Meditación Afectiva sobre “Los Dos Caminos” y “El Estandarte”

El ser que, con la ayuda de los Santos Maestros ha aborrecido su vida anterior y se ha hundido en el abismo de la desolación, tiene ante sí el Camino que lleva hasta la cima del Monte. No puede, entonces, permanecer sólo aborreciendo su personalidad y sentirse desolado entre un mundo que ha rechazado y el Cielo que vislumbra, porque el nuevo camino que enfrenta es una imperiosa invitación a la marcha liberadora.
Se impone, por eso, la reforma de su vida. Debe transformarse en el hombre nuevo para el Camino Nuevo.
Cuando una cosa se reforma algo de ella muere. Y cuando un ser quiere reformar su vida debe morir en aquellos hábitos que estructuraban su vieja personalidad.
Sus viejos hábitos hacían que fuera un parásito en el Jardín de Dios. Sus potencias personales estaban tendidas agresivamente hacia afuera, en una permanente actitud de defensa contra el medio ambiente y, al mismo tiempo, como un vampiro succionando todo lo que pudiera nutrir su personalidad.
Son estos hábitos los que deben morir y para ello ha de hacerse el ser nuevos hábitos. Pero cambiar los hábitos exteriores es cosa relativamente fácil si se los reemplaza por otros. El verdadero valor de los nuevos radica solamente en que sean capaces de favorecer la muerte verdadera, la interior.
Porque los hábitos interiores son los más difíciles de desarraigar: los afectos humanos, los pasados placeres, los triunfos que halagaron la propia vanidad, las viejas ideas, los prejuicios interesados. Todos ellos no pueden ser, como los exteriores, reemplazados por otros. Cada vez que el ser se desarraiga de uno de ellos, queda en su alma un vacío que sólo puede ser llenado por el Amor de la Divina Madre. Pero para que ese Amor Divino pueda realizar en el alma su acción colmadora el ser debe hacerse más y más puro, más y más debe morir su yo personal e ilusorio.
Ése es el verdadero Gran Desapego, aquél que es íntimo, interior, secreto; aquél con que el ser se desarraiga de hábitos que antes le parecían que eran su misma alma y que poco a poco, dolorosamente, él va dejando tras de sí como ofrendas a la Divina Madre.
Todo ese desapego, todo ese doloroso verter gota a gota su sangre humana, no es en vano.
La mirada exterior del Hombre Viejo ya no es su mirada. Ahora que mira como Hombre Nuevo, ha vislumbrado el Estandarte donde sabe que en luminosas letras está escrito su verdadero nombre, aquél que perdiera de vista cuando se cubrieron sus ojos espirituales con los velos de la ilusión.
El ser se identifica desde ya con ese Estandarte Sagrado. Fija su nueva mirada en él, marcha por el Camino. Ha aprendido que ese Camino pasa por el mundo de los hombres. Desde allí mira al mundo con mirada comprensiva y amorosa; vive en el mundo desde su nuevo puesto, pero ya no pertenece a él; es un extranjero que ama a todos los hombres, por el solo hecho de saber que existen por la Voluntad de la Divina Madre, es decir, los ama por lo que son en su esencia, pero no se apega a lo que aparentan ser.
Él ha hecho ya su Elección Única: vivir en el mundo, trabajar en el mundo, sin apegarse a los frutos de su acción.
Marcha por el místico camino que lleva a la cima de la perfección donde flamea el Estandarte con su Nombre Espiritual.
Al divinizar su vida, mientras vive y trabaja en el mundo, lo diviniza y lo transforma con el ejemplo de su desinterés por las cosas exteriores y materiales.

 

Enseñanza 6: Meditación Afectiva sobre “El Templo de Oro” y “Velo de Ahehia”

Acostumbrado a proyectarse hacia el exterior, como reminiscencia de aquellas luchas que en el comienzo de la raza llevó a cabo contra las fuerzas hostiles de la naturaleza, el hombre actual también busca consuelo fuera de él, busca el consuelo humano.
Sus penurias, sus cuitas y angustia acumuladas en su interior lo presionan y ahogan. Ningún altar interno tiene medios para poder ofrendarlas a Algo superior, como no sea a su personalidad y lo hace, entonces, exteriorizándolas para lograr la compasión, el halago y con ello el consuelo.
Así como la dicha está descripta como el premio de Dios, la pena debe ser su justicia. Todo dolor interno procede de la resistencia que el hombre opone a ser iluminado con su Luz Divina. Es, entonces, una enseñanza que el ser derrocha al exponerla a la compasión de otro hombre, en lugar de identificarse con ella en su intimidad para descubrir el mensaje de la Divinidad.
Y como pide consuelo a cosas relativas el consuelo que recibe será relativo, será, más bien, un paliativo que durará poco. De esta manera se engaña a sí mismo cada vez más, pues al no encontrar el consuelo absoluto, único, duradero, lo sustituye equivocadamente por muchos consuelos que nacen y mueren como toda cosa creada por el hombre.
Como en otras cosas, sacrifica una calidad divina y absoluta por una cantidad humana y relativa.
El Hombre Viejo dice: “Pena compartida, pena disminuida”.
Pero el Hijo sabe que desde el momento mismo de su Sagrado primer voto, la Divina Madre hizo germinar la semilla de la Verdad en su interior, y que es su germinar, su ensancharse, el que va presionando contra los apegos que endurecen el alma produciendo dolor.
Si ello proviene de la Divina Madre, ¿qué hombre podrá mitigar ese dolor?
Sólo en el Silencio de su recogimiento interior la Divina Madre podrá enseñarle que cada vacío interno que deje un apego arrancado será ocupado por un brote nuevo de esa semilla divina, transmutando así el dolor del desarraigo en un amoroso y expectante anticipo, en un Consuelo Divino.
Viva el Hijo su Silencio; él tiene un altar en su propio corazón para ofrendar sus penas y dolores del crecimiento espiritual a la Divina Madre.
Mortifíquese en el esfuerzo de no exteriorizarlos; mortifíquese en el Silencio; no persista como el Hombre Viejo en la búsqueda de muchos consuelos humanos y hallará en sí mismo el Único, Puro, Eterno Consuelo Divino.
El Hombre Viejo vive en un continuo anhelo de gozar, de lograr placer utilizando medios materiales.
Como son estos medios materiales los que le procuran placer, se esfuerza por poseerlos, los hace fines en sí y de esta forma se ata al objeto de placer con un apego angustiante. El miedo de perderlo, o la real pérdida al fin, por tratarse de cosas perecederas, lo tortura constantemente y busca, entonces, engañarse persiguiendo la eternidad que busca en el placer, en un goce tras otro, interminablemente.
Además, llevando el hombre en su interior la chispa de su inmortal esencia, aquella que busca integrarse al Fuego Único, es impelido sin saberlo, inconscientemente, a la búsqueda de lo Absoluto; pero el Hombre Viejo degradando ese impulso de perfección, pretende satisfacer esas ansias del alma en cosas cambiantes, perecederas.
De ese antagonismo entre su parte esencial que busca lo Esencial y su parte humana que cree encontrar lo Esencial en lo contingente nace la amargura, el hastío que siente el hombre después de haber gustado un goce humano.
Sólo un goce es perdurable: el poder sentir la presencia divina en sí, el tener vislumbre de esa presencia.
Cuando el ser siente la presencia Divina en su interior la siente en todo lo que lo rodea. Siente la presencia divina en el prójimo, en la nube, en las estrellas, en la flor, en todo, porque la presencia divina en su interior tiñe de Amor Divino a su mirada la cual, posada sobre las cosas, penetra la superficie de sus formas buscando lo esencial, la presencia divina oculta en lo formal.
El Hijo debe escapar al engaño de los goces humanos y ser fiel a ese Amor que lo ilumina por dentro.
Por esa Fidelidad amorosa podrá el Hijo renovarse en el esfuerzo, esperar pacientemente y ofrendar sus apegos y goces efímeros, uno a uno, en aras de esa Presencia Divina a la que reconoce como única fuente del Gozo interior, del Gozo insensible, del Gozo Único, del Divino.

 

Enseñanza 7: Meditación Afectiva sobre la “Resurrección de Hes”

El Hombre viejo vive a medias aún en el caso que, como ser humano solamente, desarrollara totalmente sus posibilidades.
El ser humano vive; el Hombre Viejo vive a medias. ¿Puede considerarse vida integral si vive disociado de la Fuente Divina?
El Hombre Nuevo vive o se esfuerza por conquistar un vivir integral a través de un método de vida orientado a lograr la armonización en su interior de los valores divinos y humanos.
En el Hombre Viejo lo que vive es su personalidad y como tal se manifiesta en el mundo como ente separado, egoísta, limitado. Influenciado por los hábitos adquiridos, tanto externos como internos, construye dos mundos separados: el humano y el divino.
En el mundo humano se coloca él y a los otros hombres que considera sus iguales y en el mundo divino coloca a unos seres, con apariencias de hombres, pero que él llama santos, simplemente para diferenciarlos de la especie hombre a la que él pertenece.
Acepta que esos santos que viven en el mundo divino puedan sacrificarse, renunciando al poder y a la gloria de lo material por Amor a una Entidad abstracta e ideal, llamada Dios, que viene a ser como el creador y mantenedor de ese mundo divino. Lo acepta como si esa fuese una tarea, una obligación imperativa e inherente a la condición de santo. Por eso, frente a la posibilidad de ser él quien se sacrifique y renuncie se escapa diciendo: “Yo soy hombre; no soy un santo”.
El Hijo, que se reconoce ya como alma inmortal y anhela tener el vislumbre divino, debe morir a su yo.
El Hijo sabe que su yo personal son las muchas ropas envejecidas que habiendo necesitado para realizar las experiencias de la vida fue vistiendo, al tiempo que, equivocadamente, se apegaba a ellas hasta acabar por creer que él era esas ropas.
Renunciar a los hábitos y prejuicios interiores que pretenden hacer seguir creyendo eso, es la tarea urgente del Hijo. La falsa vida interior de esos hábitos es lo que debe morir.
Sólo la obediencia amorosa del Hijo va llevando paulatinamente a la muerte interior de esos hábitos, que se consuma a través de la renuncia.
La renuncia a sí mismo, que debe ser acariciada y amada por los Hijos, lleva a ese estado de muerte interior y los hará aptos para la gloriosa Resurrección a la Nueva Vida.
Lo disociado se habrá hecho Uno y se cumplirán las palabras de San Pablo: “No soy yo quien vive, sino Él que vive en mí”.

 

Enseñanza 8: Meditaciones Afectivas Pasivas

Debe recordarse que la Meditación Afectiva como ejercicio busca hacer que los sentimientos comunes se transmuten interiormente en bienes del alma haciéndolos aptos para lograr una cada vez mayor identificación con la Imagen que se ha creado en la práctica del ejercicio de la Meditación Discursiva.
Tal como se ha visto hasta ahora la Meditación Afectiva es activa.
En ella el ser se esfuerza, lucha volitivamente, trata de proyectar la potencia que se generó al crearse un sentimiento interior, con el fin de lograr sensaciones que se fuerzan a través de una actividad continua y que se procura sean de un impulso activo.
Esta creación del sentimiento interior se busca por intermedio de Cuadros Imaginativos detallados, argumentales, anecdóticos y por lo tanto, con profusión de palabras que tiendan a un surgir interno casi violento, casi en torbellino.
La forma activa responde generalmente y se adapta a una característica propia del ser humano, en quien la vida se manifiesta especialmente como una lucha contra el medio ambiente y contra sus propias flaquezas, lo que supone un vivir expresado por una continua actividad, en impulsos y en una constante aplicación de la voluntad, por su imperiosa e inherente necesidad de decidir ininterrumpidamente.
Mas, a veces, el ejercicio de la Meditación Afectiva activa cansa al ser.
Si ese cansancio, si ese hastío no provienen de causas físicas o morales, es conveniente el ejercicio en su forma pasiva. Pero su práctica debe ser siempre orientada.
Es aquí donde se impone recordar la importancia extraordinaria que tiene para el Hijo el no ser negligente en manifestar a su Superior toda dificultad que se le presente en la práctica del ejercicio de la Meditación. Sólo el Superior, por su desinterés y amor, puede discernir a través de esas manifestaciones, qué tipo de Meditación será el adecuado al momento especial por el cual está atravesando el alma del Hijo.
En la forma pasiva del ejercicio de la Meditación Afectiva las ideas son simples, el Cuadro Imaginativo hecho en base a una sola imagen y nada más que una y con Sensaciones suaves, aquietadas, aunque firmes y bien definidas, estructurando el todo con la menor cantidad posible de palabras, merced a la eliminación de todas aquellas inútiles y vanas. Estas pocas palabras se repiten lentamente, buscando que vayan penetrando en uno que, en estado receptivo fruto de la pasividad, se va dejando penetrar, sin lucha, en un dejarse estar donde sólo se mantiene la atención necesaria para no desviarse, pero existiendo al mismo tiempo un cierto abandono.

 

Enseñanza 9: Otras Meditaciones Afectivas Pasivas

La Fe es el reconocimiento íntimo por el ser humano de la identidad de su esencia con la Divina Madre. Que la Fe actúe sobre el hombre con mayor o menor beneficio depende de la espesura de los velos con que se ha rodeado.
Es así, en cierta forma verdad, aquello de que la Fe se hace, si se entiende por esto el permitir que ella, eterna pero oculta en el centro mismo del ser, irradie su Luz cada vez más brillantemente a medida que se vaya despojando de esos velos de la ilusoria personalidad.
La Perseverancia se nutre y crece en la Fe. Acrecentando la influencia de la Fe el hombre así estimulado persevera en su afán de perfección. Con la Fe renueva su Fuerza interior que lo hace cada vez más apto para vivir en adoración de la Divinidad, en el verdadero Silencio interior, aquél por el cual está firme y seguro frente al mal. Con la Perseverancia aumenta su resistencia a los embates de la Dama Negra viviendo entonces en una amorosa vigilancia que se traduce en una cada vez más inalterable Fidelidad a la Divina Madre.
Los Hijos reciben la ayuda permanente de los Santos Maestros, la que debidamente correspondida por el esfuerzo propio faculta y posibilita para seguir la senda propiciatoria que le marca el Reglamento y el Método de Cafh.
La Enseñanza, el Radio de Estabilidad, la Meditación, el consejo amoroso y desinteresado del Superior y tantos otros bienes para el alma, son medios para lograr ese reconocimiento íntimo y unitivo, fortaleciendo la Fe y la Perseverancia.
¿Entonces, qué consuelo y gozo humano, qué humano arrobamiento puede compararse con los que proporciona el saber que la Divina Madre mora en nuestro interior y que, además, todos pueden llegar a estar viviendo cada vez más en su Divina Presencia, utilizando los medios de liberación mencionados?

 

Enseñanza 10: Meditaciones Afectivas Estimulantes

Dentro del tipo de meditaciones activas se encuentra la modalidad llamada estimulante.
Tal como su calificación lo indica, al realizar el ejercicio de la meditación con la práctica de esta modalidad, el Hijo busca estimularse con el ejemplo y compenetración en un cuadro imaginativo de fuerza emotiva.
En la modalidad de meditación afectiva activa vista hasta ahora se nota que el cuadro imaginativo sirve para suscitar sensaciones inferidas analógicamente.
En las estimulantes, en cambio, las sensaciones son inferidas por una verdadera identificación del alma del Hijo con el cuadro imaginativo.
En las primeras, el cuadro imaginativo actúa como un catalizador que provoca por su sola presencia las reacciones anímicas correspondientes.
En las estimulantes, el Hijo se compenetra, absorbiendo y difundiéndose en el cuadro, viviéndolo como si él se hubiera transmutado en la propia imagen creada por su imaginación.
En las primeras, el Hijo ve una enorme piedra obstruyendo su camino a la que compara con su personalidad.
En las estimulantes, esa piedra es el Hijo mismo que por haber absorbido en sí la imagen del cuadro se ha convertido en una piedra y se siente piedra.
Cuando la Dama Negra utilizando alguna de sus trampas logra apresar al Hijo, en un intento de retenerlo en la duda, en la desorientación, en el desánimo, tiene aquel un medio poderoso y efectivo para salir de esa situación en las meditaciones estimulantes.
Busque entonces el Hijo, apoyándose en su Voto de Fidelidad a la Divina Madre, hacerse fuerte en su voluntad de salir de la trampa, clame por sentir la sensación estimulante y ejemplificadora, absorbiendo y absorbiéndose en el cuadro imaginado y verá como esa llamarada emotiva quema las escorias groseras de su alma y un santo entusiasmo, concretado en fervientes propósitos, perdurará en su ánimo ayudándole a atravesar la aridez del momento, hasta que el Amor de la Divina Madre sea una expansión de su alma y reconquiste así la paz y la serenidad propias del alma que confía en el Amor Real.

 

Enseñanza 11: Otras Meditaciones Afectivas Estimulantes

A través de las enseñanzas de este Curso los Hijos han ido tomando conocimiento de distintas modalidades del ejercicio de la meditación afectiva.
Todas ellas forman un verdadero arsenal de donde el Hijo puede extraer el arma adecuada al tipo de batalla que deba librar contra la Dama Negra, según sean sus estados anímicos. Con ello se logra no dar pábulo a las humanas flaquezas, para que, so pretexto de tal o cual estado de ánimo, hallar aquél que justifique la no realización del ejercicio de la meditación.
Se ha dicho ya que cuando el Hijo está invadido por el hastío y el desgano de pronunciar muchas palabras o en imaginar cuadros con muchos detalles, argumentales, podía recurrir al tipo de meditación afectiva pasiva, sobre la base de una sola imagen simple y muy pocas palabras, en un dejarse penetrar, pasivamente, por los suaves efectos de las sensaciones, pero manteniendo el mínimo de atención necesaria para no ser desviado del proceso meditativo.
En el ejercicio de la meditación afectiva estimulante el Hijo tiene una variante para utilizar en similares estados anímicos de hastío y desgano.
El Hijo sabe o intuye que ese estado proviene de su naturaleza humana rebelde todavía a la influencia espiritual y, habiendo conocido ya momentos de entusiasmo y exaltación en que anhelaba fervorosamente el instante de poder estar en íntimo coloquio con la Divina Madre, busca el amparo y la fuerza de su Voto de Fidelidad para renovar en sí esas ansias de estar ante Su Divina Presencia.
Todos los sentimientos comunes y personales siguen estando en él solamente que, en esta situación le falta la iniciativa, la orientación, para utilizarlos en la adoración de la Divina Madre y transmutarlos en bienes espirituales.
Es entonces cuando puede proponerse convulsionar su fuero interno, salir de ese estancamiento negativo y egoísta recurriendo a las meditaciones estimulantes.
No se debe olvidar que se trata de un ejercicio y que, como tal, se realiza mediante la práctica de acciones humanas. En el caso de esta modalidad de ejercicio, estas acciones son el proponer difundirse, compenetrarse, hacerse uno con el cuadro imaginado y, además, en el tono fervoroso dado a las palabras.
Por ejemplo, una poesía leída fervorosamente, con una lectura intensa que adentre al alma en los conceptos o escenas descriptas por el poeta, puede movilizar una emoción tal que provoque las lágrimas; mientras que, una lectura displicente de la misma poesía no provocará en el lector ninguna clase de emoción.
Así, en este tipo de meditación, el Hijo con el fervor de sus palabras, con el tono dramático, exaltado y entusiasta con que las diga, con su querer vibrar con la unción dada a la descripción del cuadro y de las sensaciones, generará en su interior una fuerza que por simpatía irá extendiéndose a todo su ser, despertando sus sentimientos comunes adormecidos y podrá, fácilmente, transmutarlos a un plano superior convertidos en gemas espirituales, verdadero tesoro con que el alma del Hijo adorna su amor a la Divina Madre.

 

Enseñanza 12: Otras Meditaciones Afectivas Estimulantes II

Se debe recordar que el fin del ejercicio de la meditación afectiva del tipo estimulante es el de provocar en el alma una verdadera conmoción similar al sacudón de cabeza que el hombre amodorrado se da a sí mismo, para despejarse rápidamente.
Su diferencia con los ejercicios de meditación activa común es en realidad más de tono que de fondo. Ya es sabido que, como su calificación de activa lo indica, el ser busca en estos ejercicios lograr un efecto y lo hace mediante un esfuerzo de voluntad, tanto para fijar la atención, toda su atención, en el objetivo buscado, como para predisponerse con todo su ser tendido en la búsqueda de la sensación deseada.
En las activas, pero estimulantes, todo esto se aplica perfectamente, pero con el agregado de algo más. Ese algo más es el tono y dramaticidad dado a la voz, el fervor puesto en la pintura del cuadro imaginativo, construido con imágenes vívidas descriptas con unción, preparatorio de la vehemencia con que se expresarán las sensaciones en donde se utilizan analogías emotivas y exaltadas.
Esto parecería de primera intención una actitud hipócrita, forzada, superficial. Pero no se debe olvidar que se está tratando de dominar un ejercicio y que la sinceridad y la ofrenda verdadera del Hijo están solamente en la alegre predisposición con que diariamente o aún más frecuentemente, él va a la sagrada cita para ir haciéndose cada vez más apto de entrar en el verdadero estado de meditación. Y en ese estado no hay falsedades o hipocresías que valgan, pues no puede haberlas en el divino dialogar del alma con la Divina Madre.
La presente Enseñanza, con su ejemplo de meditación en donde se busca un efecto de Consuelo, es un ejemplo preciso de cómo el alma puede elevar al dolor a la categoría de coadyuvante para su redención. En efecto, a través de un cuadro imaginativo de tintes sombríos, dominado por la visión de la Cruz y las sangrantes llagas de Cristo, el Hijo siente en su identificación con el Divino Sufriente el Consuelo de saber que imitándolo puede ofrendar sus propios dolores sufridos en silencio en el Monte Calvario del diario vivir y ser así, a su vez, ejemplo y sostén de otras almas.
Porque, ¿qué mayor consuelo que encontrar un sentido al dolor humano y, más todavía, si ese sentido se identifica con el ejemplo de Jesús, haciéndonos partícipes en el acto sagrado de la Redención del mundo?

 

Enseñanza 13: Meditaciones Afectivas Estimulantes III

Se debe tener bien presente la diferencia entre placer y gozo espiritual.
El placer es cosa de la carne y por lo tanto fugaz y perecedero como ella. Muchos hombres creen que el placer es un premio de Dios y que el dolor es Su castigo, sin darse cuenta que ambos no son más que consecuencias de la satisfacción o privación de un apetito sensual propio de su naturaleza humana.
Así considerado, el dolor es lo contrario del placer y éste, a su vez, cuando deja de ser experimentado se convierte en dolor.
Pero el gozo espiritual está por encima del placer y del dolor. Estos son consecuencias de nuestro egoísmo, mientras que el primero es una expansión del alma inmortal que busca el camino de retorno que la lleve a fundirse con la Fuente Primera.
Nace en el momento que el hombre descubre que todas sus potencias personales, ejercidas hasta ese instante para procurar placeres a su naturaleza humana o para huir del dolor, pueden ser utilizadas para elevarse por caminos sobrenaturales a otros planos de conciencia, donde empieza a entrever su identidad divina.
Es entonces cuando empieza a comprobar que todo lo que creía ser, sus prejuicios, sus hábitos, sus apegos, en fin todo lo que constituye su personalidad presente son, en realidad, los retazos de que está hecho el disfraz bajo el cual oculta a su verdadero ser, aquél que reconoce como única meta su unidad con la Divina Madre y busca, por amor a Ella, identificarse con todas las almas mediante la lucha interior por destruir todo concepto de separatividad.
Por eso el gozo espiritual no siente los efectos del dolor físico y de ese otro dolor que proviene de la no satisfacción de los deseos sensuales, sino que por el contrario, muchas veces el dolor anímico que supone para un ser que ha empezado a vislumbrar la unidad en la diversidad, soportar la carga y los embates de los apetitos de la carne, puede ser un estímulo para que su alma encuentre fuerzas para volar más alto cada vez, hasta allí donde se borran las fronteras de lo mío y lo tuyo y resplandece solamente el Amor Real de la Divina Madre.

 

Enseñanza 14: Fin de las Meditaciones Afectivas Estimulantes

Tema: La Resurrección de Hes. Efectos: Arrobamiento.
Un atardecer, una alborada, la visión del tranquilo valle desde la cima de una montaña, los rayos lunares sobre las innúmeras ondas del mar, la sonrisa pura de un niño, en fin, la belleza toda del mundo penetra y vulnera las fronteras limitadoras del ser libertando su alma que, aunque fugazmente, tiene un vislumbre maravilloso de su identidad con todo lo creado. Son esos instantes en que pareciera que el alma, burlando la vigilancia de la voluntad concretadora que la encadenaba al ser, se elevara en alas de la conciencia expansiva para fundirse con la esencia de la Creación, única y eterna, oculta tras las variables y transitorias formas con que se manifiesta.
Pero todos estos raptos de identificación cósmica generados por estímulos de los sentidos físicos del ser no deben, sin desconocer cuán grande es el bien que hacen al alma, confundirse con el Arrobamiento Espiritual.
El Arrobamiento Espiritual es una Gracia de la Divina Madre que arrebatando la conciencia del ser le hace entrever el mundo divino con prescindencia de sus sentidos. Ello explica porqué los santos y místicos de todos los tiempos, al volver de sus estados de arrobamiento espiritual, no encuentran palabras para describir lo que han vivido, pero confiesan que por volver a vivirlos y si esa fuera la voluntad de la Divinidad, gustosos rendirían su vida terrenal.
Mas, por el ejemplo y enseñanzas de esos santos, el hombre sabe que esa Gracia Divina requiere para lograrse, de la predisposición amorosa del ser manifestada por la recta intención en lograr la pureza de su mente y de su corazón.
Para conseguirla, el Hijo sabe que debe llegar a tener su pensamiento y su amor puestos únicamente en la Divina Madre. Pero sabe también, por la experiencia legada por otros seres más adelantados, que para alcanzar esas sagradas metas debe recorrer un sendero íntimo, hecho de renuncias a sus apegos, de recogimiento interior, de ofrendas amorosas. Para ello cuenta el Hijo con la ayuda de los Santos Maestros, del Método de Vida de Cafh sus Enseñanzas y Dones Espirituales, la Oración y el Ejercicio de la Meditación.

 

Enseñanza 15: Monólogo de Preparación a la Meditación

Por su libre albedrío un hombre que busque a Dios puede convertirse en una máquina movida automáticamente por el aparente propósito de conseguir ese fin. Bastará para eso que permita que la rutina supla al impulso de su amor primero, aquél que lo llevará un día a realizar el sacramento de su primer Voto. Y la rutina sobreviene, inexorablemente, cuando ese hombre empieza a considerar como un fin el cumplimiento de todas las exigencias de su ascesis, olvidando que todas ellas no son más que medios tendientes a acercarlo paulatinamente al ideal sagrado.
El rutinario buscador de Dios o, mejor dicho, el pseudo buscador de Dios, se evidencia por su falta de entusiasmo, por la carencia de fervor. Cumplirá, reloj en mano, con regularidad mecánica con todas las actitudes que cree sirven para la búsqueda; orará a su hora, leerá tantos minutos libros piadosos; frente a situaciones cotidianas similares recitará el versículo que corresponda, hará ayunos y mortificaciones, en fin, cumplirá estrictamente con todos los ejercicios espirituales. Pero, como ha olvidado para qué los hace, termina por preocuparse solamente en hacerlos y cumplirlos bien, atendiendo únicamente a sus formas exteriores respectivas.
Al cabo de un tiempo habrá conseguido fortificar su voluntad y su mente será una máquina casi perfecta, dócil a concentrarse en los precisos instantes que él disponga. Mas, perdida ya su conciencia de la meta suprema y trascendente, el fruto de la potencia acrecentada de sus valores personales sólo servirá para alimentar su egoísmo. Es decir, llegará a estar más alejado de Dios que el día inicial en que apoyaba por vez primera sus plantas en el Sendero.
Para no caer en la rutina o, mejor dicho, para no perder de vista la sagrada presencia de la Divina Madre, el Hijo debe actualizar constante y fervorosamente en el Silencio íntimo de su corazón la sagrada promesa de su Voto de Fidelidad.
La madre compra un juguete para su hijo no porque le guste a ella, sino porque quiere alegrarlo. El Hijo ofrenda a la Divina Madre sus renuncias, sus sacrificios, sus apegos, no porque eso lo satisface a él, sino sencillamente porque desea fervorosamente demostrarle su amor y evidenciarle cómo la lleva constantemente en su corazón.
Con esta base, el Hijo jamás teme mecanizarse en la rutina. Puede desarrollar las paulatinas gradaciones de su ascesis, utilizando los muchos ejercicios espirituales que Cafh le va enseñando y hasta la misma variedad de esos ejercicios constituye un motivo menos de caer en la rutina.
Considérese, por ejemplo, el ejercicio de la meditación. Los siete temas para desarrollar en las formas discursiva, afectiva y sensitiva, cada una de las cuales cuenta con variantes como ser pasivas, activas y activas estimulantes y ahora, además, la indicación de monólogos preparatorios, se prestan con holgura a adaptarse a todos los posibles estados anímicos del meditante, haciendo imposible el hastío y brindándole al Hijo una gran cantidad de medios diferentes como para practicar sin aburrimientos esos intentos de contacto con la Divina Madre.

 

Enseñanza 16: Monólogos Imaginativos de Preparación a la Meditación

En el modo de vivir de los hombres de hoy todo está preparado para vivir exteriorizándose, derrochando energías.
La inmensa mayoría de los hombres no tienen ni siguen ninguna norma de vida, sino que improvisan los actos de su existir acuciados compulsivamente por la necesidad de satisfacer los deseos que los angustian.
La propaganda en gran escala realizada bajo el lema “hay que crear más deseos”, los espectáculos públicos, las diversiones colectivas, nacieron para recoger el excedente de energía que el individuo no sabe utilizar para fines superiores y trascendentes y con el correr del tiempo se han hecho monstruosas aberraciones de la vida social y de simples efectos de la pobreza de vida interior de los seres han llegado a convertirse en una necesidad absorbente, cuya falta de satisfacción torna a los hombres en frustrados y neuróticos.
La conmoción sentimental que les produce la desgracia del prójimo es tan fugaz y tan superficial, como la producida por haberse quedado sin entradas para presenciar una función de revista musical, cuya bajeza moral y cultural corre pareja con la altisonante publicidad que la recomienda.
Se conmueven a flor de piel cuando, camino del cine, leen en el diario las noticias de masacres, torturas y pillajes de otros hombres, para luego a los pocos instantes, reír a carcajadas ante las ocurrencias del cómico de moda.
Pero en medio de este vivir exterior, en medio de todos estos hombres que saltan de una emoción pasionalmente satisfecha a otra pasionalmente deseada, hay muchos que pueden salvarse de los remolinos de esa vorágine. Por una predestinación misteriosa son capaces de detenerse en esa loca carrera, vaciarse de racionalismos dirigidos desde afuera y gozar, en ese sagrado momento de introspección espiritual, del vislumbre de otros horizontes más grandiosos. Es en uno de esos momentos sublimes, por ejemplo, cuando un hombre abandonándose a una humildad creadora, logra la Gracia divina que lo habilita para emitir su primer Voto, del que surge convertido en Hijo de la Divina Madre y en parte integrante del Cuerpo Místico de Cafh.
Pero, aunque ya es Hijo, no por eso cesa la presión que sobre él ejercen el medio ambiente y sus propios hábitos de vida. Aún el subconsciente colectivo, verdadero pantano donde se agitan los instintos, agresividades, ansias de poder y posesión de la raza, encuentra para sus densas vibraciones una correspondencia casi perfecta en las igualmente pesadas vibraciones de su propia subconciencia personal. Mas, y a pesar de todo ello, ahora ya conoce a lo único que puede ser amado, el ideal absoluto del Amor y de la perfección: La Divina Madre. Y, además, ahora Cafh le brinda un Método de Vida nuevo, orientado exclusivamente a enseñarle la utilización de sus potencias internas para ampliar el ángulo de la conciencia de su identidad divina.
En lugar de los viejos caminos que no llevan a ninguna parte tiene ahora una Meta Sagrada, un Sendero y un Método que le enseña a recorrerlo.
Por amor a la Divina Madre ame pues el Hijo al Reglamento y al Método de Vida practicando sus normas con entusiasmo, renueve diariamente en su propio corazón los Votos emitidos hasta hacerlos una vivencia de su alma.
Sus virtudes internas así potencializadas y sublimadas por el Divino Amor regirán sus menores actos y la fuerza de su ejemplo en la vida diaria atraerá, sin duda, a otras almas desorientadas y deseosas también de descansar y fundirse en el amoroso regazo de la Divina Madre.
Todas estas consideraciones realizadas por el Hijo con el matiz propio de cada uno, sus individuales experiencias y reacciones frente al impacto de la loca y superficial forma de vivir característica del valle, ofrecen un temario inagotable para monologar preparando el ejercicio de la meditación.
Si el Hijo practica el monólogo preparatorio, además de ejercitarse en un razonar que, lógicamente, ha de hacer más nítidos los perfiles de sus conceptos intelectuales relacionados con el Ideal que sustenta con su fe, obtendrá una fuente permanente de cuadros imaginativos.

 

ÍNDICE:

Enseñanza 1: Esquemas de Meditación
Enseñanza 2: La Transición
Enseñanza 3: Textos para la Meditación Discursiva
Enseñanza 4: Meditación Afectiva sobre “La Dama Negra” y “El Abismo"
Enseñanza 5: Meditación Afectiva sobre “Los Dos Caminos” y “El Estandarte”
Enseñanza 6: Meditación Afectiva sobre “El Templo de Oro” y “Velo de Ahehia”
Enseñanza 7: Meditación Afectiva sobre la “Resurrección de Hes”
Enseñanza 8: Meditaciones Afectivas Pasivas
Enseñanza 9: Otras Meditaciones Afectivas Pasivas
Enseñanza 10: Meditaciones Afectivas Estimulantes
Enseñanza 11: Otras Meditaciones Afectivas Estimulantes
Enseñanza 12: Otras Meditaciones Afectivas Estimulantes II
Enseñanza 13: Meditaciones Afectivas Estimulantes III
Enseñanza 14: Fin de las Meditaciones Afectivas Estimulantes
Enseñanza 15: Monólogo de Preparación a la Meditación
Enseñanza 16: Monólogos Imaginativos de Preparación a la Meditación

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