ÍNDICE:

Enseñanza 1: El Éter Cósmico
Enseñanza 2: La Rueda Sacra
Enseñanza 3: La Rueda Control
Enseñanza 4: La Rueda Solar
Enseñanza 5: La Rueda del Corazón
Enseñanza 6: La Rueda Sonorífera
Enseñanza 7: La Rueda Visual
Enseñanza 8: La Rueda Coronaria
Enseñanza 9: Renovación Vital
Enseñanza 10: El Vencimiento del Temor
Enseñanza 11: El Logro del Poder
Enseñanza 12: El Camino Real
Enseñanza 13: La Voz del Silencio
Enseñanza 14: El Tercer Ojo
Enseñanza 15: El Loto de Mil Pétalos
Enseñanza 16: Las Flores del Éter

Enseñanza 1: El Éter Cósmico



(Figura LAS RUEDAS ETEREAS)

La potencia energética del Universo es la que da origen a los siete éteres cósmicos, así como Dios, Uno en su origen, se divide en siete rayos.
La energía de estos siete rayos y su poder es lo que se va a explicar.
Estos siete éteres llegan a nuestro sistema planetario, impregnan a los astros y a los planetas y éstos, a su vez, derraman sobre la Tierra su influjo.
Los siete éteres son:

N° 7: Éter Odorífero
N° 6: Éter Gustífero
N° 5: Éter Luminífero
N° 4: Éter Tactífero
N° 3: Éter Sonorífero
N° 2: Éter Dimensional
N° 1: Éter Sintético

Al N° 1 se la llama sintético porque reúne en sí a todos los demás.
Cada uno de estos éteres o vibraciones que, como se ha visto, son uno, fundamentalmente, al vibrar se quiebra en formas y colores.
El N° 7 es físicamente amarillo y astralmente anaranjado.
El N° 6 es físicamente blanco y astralmente violado.
El N° 5 es físicamente rojo y astralmente rojo.
El N° 4 es físicamente azul y astralmente verde.
El N° 3 es físicamente negro y astralmente azul intenso.
El N° 2 es físicamente sin color y astralmente amarillo.
El N° 1 es físicamente sin color y astralmente resume en sí el espectro de todos los colores.
El N° 7 tiene forma cuadrada y como elemento le corresponde la tierra.
El N° 6 tiene forma de media luna invertida; le corresponde el agua.
El N° 5 tiene forma triangular; le corresponde el fuego.
El N° 4 tiene forma espiral; le corresponde el aire.
El N° 3 tiene forma circular; le corresponde el éter.
La forma del N° 2 y N° 1 se dará oportunamente.
No quiere decir que cada uno de estos éteres sean completamente separados de los otros; una molécula de éter compuesta, por ejemplo, de ocho átomos, tiene cuatro de éter predominante y uno de cada uno de los restantes.
El que conoce el certero manejo de estas fuerzas, es dueño del poder del Universo.
Ellos tienen su asiento en los Centros de fuerza astrales o ruedas etéreas y en el cuerpo físico están depositados en los ganglios, plexos y glándulas y desde allí influyen, beneficiosa o perjudicialmente al Ser.
Los siete éteres tienen en el cuerpo astral otros tantos centros correspondientes.
En el cuerpo físico estos siete centros de fuerza están todos depositados, sintéticamente, en el cerebro y ampliamente a lo largo de la columna vertebral.
El poder de estos centros es neutro.
Las combinaciones de estos éteres entre sí dan vida a otros cuarenta y nueve centros de fuerza, el centro de los cuales está depositado en el corazón y actúan sobre el Ser con una fuerza negativa; este centro tiene otros ciento un centros de fuerza que son los que dirigen y agrupan entre sí a los vasos sanguíneos.
Los centros de fuerza restantes son setenta y dos; provienen de las combinaciones de los éteres neutros y negativos y son positivos. Su centro está en el ombligo, un poco más arriba de los órganos genitales y rige el sistema nervioso del Ser.
Estos setenta y dos centros tienen en el cuerpo humano setenta y dos mil centros secundarios.
Las ruedas etéreas se reflejan en el cuerpo astral, a pesar que ellas pertenecen al cuerpo energético y no están divididas, sino superpuestas una a la otra, sobresaliendo la predominante.
El éter cósmico, en el cuerpo físico, está depositado en la región coxígea. Cuando las ruedas etéreas adquieren fuerza y entran a actuar, esta dormida princesa se despierta y se levanta, subiendo a lo largo de la columna vertebral o, mejor dicho, enroscándose hasta llegar al cerebro y despertando en el Ser su verdadera y real naturaleza.
Asciende por la derecha y desciende por la izquierda; la derecha es positiva, la izquierda negativa. A este subir y bajar del éter cósmico, se le llama la subida del “IHS al Monte”; y su descenso, el descenso a la “Tumba de la Madre”.
El primer centro físico que se despierta es el plexo sacro.
El segundo centro físico que se despierta es el plexo esplénico.
El tercer centro físico que se despierta es el plexo solar.
El cuarto centro físico que se despierta es el plexo cardíaco.
El quinto centro físico que se despierta es el plexo laríngeo.
El sexto centro físico que se despierta es el plexo carotídeo.
El séptimo centro físico que se despierta es el plexo coronario.
Ellos son como la raíz de la planta; la flor brota en el astral.
El plexo sacro refleja su espectro astral a la altura de los órganos genitales y sintoniza con la nariz, los pies y el olor del sujeto.
El plexo esplénico nace arriba de los órganos genitales, cruza por el hígado y el bazo y refleja su espectro astral en el costado izquierdo; influye sobre la lengua, el sabor y las rodillas.
El plexo solar nace en el ombligo, cruza el plexo solar físico y refleja su espectro astral en el mismo centro; influye sobre los ojos, el color y los codos.
El plexo cardíaco nace en la región del apéndice xifoide, cruza por el corazón, se refleja en el centro del pecho e influye sobre la piel, sobre el tacto y las manos.
El plexo laríngeo nace en la base de la garganta en forma bifurcada, cruza el cartílago tiroides y se refleja en el espectro astral en toda la región de la garganta, hasta la altura de la boca; influye sobre los oídos, el sonido y las caderas.
El plexo carotídeo nace en la región del hueso frontal, cruza por la hipófisis y refleja su espectro astral sobre la frente; influirá sobre las alas futuras, el sentido dimensional y los hombros.
El plexo coronario está depositado en la glándula pineal o epífisis, e influirá, a su tiempo, sobre determinados órganos y sentidos del Ser.

Enseñanza 2: La Rueda Sacra


(Figura LA RUEDA SACRA)

Los muchos textos que tratan del poder cósmico depositado en el cuerpo humano, no se han puesto de acuerdo nunca para determinar exactamente la región en donde residen estas fuerzas. Hay que procurar, entonces, ser lo más claro posible.
En la región coxígea se encuentra el triángulo en donde descansa el magno poder del éter universal.
Este punto se refleja en el cuerpo astral en la forma de un triángulo resplandeciente. Dice un antiguo filósofo: “Más que el brillar de cien soles juntos, es la luz de Kundalini”.
Los indos acostumbran llamar Kundalini a este secreto poder.
Cuando el éter cósmico toma fuerza, mejor dicho, encuentra libre paso para subir a lo largo de la columna vertebral, asciende por la derecha, enroscándose en los nervios del gran simpático, se establece en el ombligo primero, en el corazón después y en el cerebro por último; y desciende, siempre enroscándose, por la izquierda.
El movimiento del ascenso es positivo o solar; el de estabilización es neutro o del fuego; el del descenso es negativo o lunar.
Los Seres Divinos tienen el asiento del éter cósmico constantemente en el cerebro. Los seres de alta evolución espiritual tienen el asiento del éter cósmico en el corazón y no baja de allí.
En los seres ordinarios, aún cuando el poder sube hasta el cerebro, vuelve después de bajar lentamente a la cámara sacra o región coxígea.
Cuando el éter asciende, se respira por la fosa nasal derecha y cuando desciende, por la izquierda. Por eso, todas las acciones que necesitan empuje o fuerza, por ejemplo, comer, caminar, trabajar, tienen que ir acompañadas de la respiración por la fosa nasal derecha, mientras que las acciones que requieren calma, como digerir, dormir, sanar de una enfermedad nerviosa, deberán ser acompañadas de la respiración por la fosa nasal izquierda.
Arriba de la región coxígea, en el plexo sacro, está la raíz de la primera rueda etérea o rueda sacra. Ésta es la única que se refleja en el cuerpo astral como una flor con los pétalos caídos. Su color, cuando no hay mayor actividad, es amarillo surcado de ramificaciones rojizas, pero cuando entra en actividad, se vuelve de un color rojo anaranjado.
Si la fuerza que mueve a las ruedas es positiva, van rodando, como vórtices, de izquierda a derecha, mientras que si la fuerza que las empuja es negativa giran de derecha a izquierda.
Las tonalidades de color siempre varían entre el amarillo anaranjado y el rojo y, cuando está en plena actividad, se le ve como una cruz de malta anaranjada y roja.
Cuando está en reposo es de un lindo color amarillo y de forma cuadrada, forma que adoptan todas las manifestaciones del éter odorífero.
Éste centro de fuerzas es el que da su olor característico a cada persona. Acciona, en particular, sobre los órganos genitales y locomoción. Se refleja en los pies y en la punta de la nariz y comunica con el centro de la tierra.
El planeta que tiene un poder preponderante de emanación sobre este centro es Mercurio. Los indos le llaman el centro del poder de la generación y de la regeneración; por eso pintan en él un elefante blanco que lleva sobre el lomo al Niño Creador o principio vital de la tierra.

Enseñanza 3: La Rueda Control


(Figura LA RUEDA CONTROL)

En la Rueda que se va a describir está depositado el poder de absorción y de repulsión de las fuerzas cósmicas. Por eso, nadie se atreve a hablar con precisión de ella en público, pues sería muy peligroso el uso de este poder en manos inexpertas; además, no todos los estudiantes de filosofía esotérica están acordes al definir sus efectos ni sobre el lugar en donde está depositado.
Los indos la sitúan entre el ano y los órganos genitales y la consideran suplementaria de la Rueda Sacra; los occidentales, en cambio, la ubican en el bazo y le atribuyen el poder de asimilación y distribución, en el organismo humano, de los rayos solares.
Arriba de los órganos genitales, más exactamente en la región pubiana, nace este filamento que sube como rama bifurcada al bazo y al hígado, para unirse luego en el plexo esplénico y manifestarse en el astral como una maravillosa rueda de cambiantes colores. Cuanto más rápida es su marcha, tanto más se funden entre sí los colores, formando como un arco iris que estuviese velado por una gasa blanca.
Cuando esta rueda está en descanso se presenta de un color blanquecino, pero de un blanco matizado de violado, con tres hermosos pétalos a la derecha y tres a la izquierda, de color bermejo.
Cuando gira rápidamente predomina el blanco violado, pues el color violeta corresponde a mayor vibración; acentuándose el blanco bermejo al disminuir su velocidad, ya que el color rojo denota lentitud.
El planeta Venus influye poderosamente sobre este centro, por eso domina las rodillas, que constituyen el depósito del agua en el ser humano; es el centro del gusto y del sabor que se asienta, soberano, en la boca del hombre. El órgano que le pertenece es el hígado; el plexo, el esplénico; las glándulas, las suprarrenales.
Tiene un doble poder y se le representa como dos cuartos de luna; el cuarto de luna inferior está custodiado por el Dragón, símbolo del poder superior, que no permite al hombre mayor poder que el que puede soportar.
Por esta rueda sale el cuerpo astral en las horas de sueño y de desprendimiento. Por eso corresponde al plano astral.
Su poder es el de contracción; por allí entran en el ser todas las fuerzas cósmicas, todos los poderes constructivos y destructivos; es el control de todo el sistema del hombre. Mantiene la armonía entre el físico y el astral y por allí se elimina, durante las horas de sueño, los elementos superabundantes o negativos.
No se puede efectuar el desprendimiento del cuerpo físico ni dirigirse el astral sin dominar este centro.
Es este centro el del dominio personal; mediante él se encierra el ser en sí mismo, o se abre a la vida.
Siempre está allí, sentado sobre ese umbral, El Espectro del Umbral, el enemigo implacable de aquél que quiere trascender los límites humanos, para impedir el paso a los mundos superiores.

Enseñanza 4: La Rueda Solar


(Figura LA RUEDA SOLAR)

Todo el poder del plano energético está resumido en este centro de fuerza. Verdadero sol del sistema humano y personal de cada uno de los seres vivientes, atrae y repele continua e irresistiblemente.
Por este centro el hombre crece y se hace fuerte; anhela, lucha y conquista y por este centro decrece la voluntad y la fuerza; con él va el poder y la destrucción. Cuando crea y construye, este poder brilla y emana de los ojos; cuando decrece y destruye es eliminado por el ano; cuando se asienta y concentra, para tomar nueva fuerza, lo hace en los codos.
Su forma característica es el triángulo; este oscila según el movimiento del poder expresado.
Con esta rueda luminífera va la luz y el calor, las variantes formas, la expresión múltiple de las cosas creadas y el fuego, el divino Agni que todo destruye, para que la naturaleza y la forma sean renovadas continuamente.
Marte es el planeta que influye y el animal simbólico de este signo es un oscuro carnero o un fuerte león.
Pero lo más maravilloso de esta rueda son sus variantes colores: cuando reposa es roja, terriblemente roja; únicamente en el ser que ha eliminado toda pasión es completamente verde; cuando se pone en movimiento, sus diez pétalos se funden entre sí y dan la ilusión que es alternativamente roja y verde. Pero cuando crea o construye, el rojo se hace más intenso, como si fuera sangre viva y el verde, más brillante, como un campo inundado por los rayos del sol.
Cuando destruye esta rueda es terrible; su color se vuelve ceniciento, como el cielo cuando está cubierto por espesas nubes; y cuanto más rápidamente gira, más oscura se torna y es surcada por relámpagos brillantes.
De este color se vuelve esta rueda, poco antes de la muerte del hombre.
Las tres ruedas descriptas, relativamente, corresponden a las partes densas del ser y a los planos cósmicos: Físico, Astral y Energético.

Enseñanza 5: La Rueda del Corazón




(Figura LA RUEDA CARDIACA)

El corazón humano encierra el secreto del Universo según nuestras enseñanzas y, verdaderamente, el poder que de él emana y que se refleja en el astral, con la más bella de las ruedas, es primordial.
Bien han dicho los indos que la diosa que reina en este centro de fuerzas es de amarillo y que tiene tres ojos porque el poder del corazón crea, conserva y destruye; es mental, astral y físico.
Cuando crea se junta con el objeto creado, se asimila con él, se transforma en él y reina sobre el mundo con aquella fuerza que todos conocen y que se llama amor.
Cuando conserva, todo lo embellece y da ese tinte de atracción que hace que las cosas conocidas parezcan distintas y tengan siempre en sí algo nuevo que anteriormente no se había notado; es fuente del arte, de la estética, del ritmo, en una palabra, de todo lo que es hermoso.
Cuando destruye, odia, corta lazos, quiebra barreras, se aleja, se hastía, mata, hace sufrir y huye; por este poder se cela, se quiebran juramentos y promesas, se envidia, se traiciona y por fin, se muere.
El elemento que preside a esta rueda es el aire; e influye en el cuerpo físico, sobre la piel y las manos y es el estimulador del tacto.
Este centro nace en el apéndice xifoides y cruza el corazón, sale por el centro espinal de la región cardíaca y brilla, en el mundo astral, como un rutilante vórtice de doce pétalos.
Cuando destruye, su color es el del humo; cuando conserva, es verde azulado; cuando crea, es color brillante como el sol. Cuando permanece inmóvil, tiene una forma exagonal; el exágono es del color del humo, la rueda donde está reflejado es de color verde azulado y los pétalos son de color rojo.
Los textos orientales colocan en él un antílope negro.
El planeta que acompaña este centro de aire, de soplidos que alejan y acercan, es Júpiter y la glándula que le pertenece en el cuerpo humano, es el timo; el plexo, el cardíaco y los órganos son los pulmones y el corazón.
En el éter astral, debajo de la gran rueda del corazón, se ve moverse otra pequeña rueda; ésta en la mayoría de los hombres, se nota como un petalito de rosa; pero en los seres que empiezan a desarrollar sus facultades internas y particularmente en aquellos que toman el hábito de meditación, esta pequeña rueda adicional toma la forma de una rosa abierta de ocho pétalos. Cuando no está bien desarrollada, cuatro pétalos son de color rosado y los otros cuatro de color oscuro. Los Rosacruces tomaron de esta imagen su maravilloso símbolo.
Aquí se encuentra la tumba de la Madre Divina y aquí se asienta la fuerza etérea en los seres evolucionados, aquéllos que ya no necesitan depositarla en el plexo sacro.
Dirige este poder la circulación de la sangre y reparte los vasos sanguíneos en cuarenta y nueve grupos; aquellos son presididos cada uno por un poder característico.

Enseñanza 6: La Rueda Sonorífera


(Figura LA RUEDA SONORIFERA)

En la base de la garganta está la raíz de la poderosísima rueda dominadora del éter atmosférico terrestre; cruza el cartílago tiroides, se enrosca alrededor de las glándulas tiroides, sale por la región mentoniana, reflejándose en el astral a la altura de la garganta.
Esta rueda acompaña todos los sonidos, desde el más tenue hasta el más intenso.
Ella creó los oídos e influye sobre ellos, copiando éstos, de su modo de ondular, la forma espiral de la oreja y del oído interno. Genera desde las pequeñas espirales que producen los sonidos débiles hasta las más grandes, que engendran los más fuertes, siendo ella representada en el cuerpo físico por la forma de las caderas y por la influencia que sobre éstas ejerce.
Su color etéreo es, cuando está en descanso, de un color azul verdoso con pequeñas estrías rosadas o negras; cuando empieza a moverse, el azul se hace cada vez más intenso y cuando alcanza un estado de perfecta armonía vibratoria, es de un color plateado, exactamente del color de las olas del mar cuando incide sobre ellas, en una noche serena, la luz de la luna llena.
Cuando ella alcanza un altísimo y negativo estado vibratorio, el azul se vuelve añil y negro, pero un negro brillante. Es un pequeño ensayo este último, de lo que será la maravillosa vibración universal en la hora del Gran Descanso, del Mahápralaya.
No tiene esta rueda una relación directa con los sentidos astrales ni con los físicos, sino directamente con los sentidos mentales y bajo su dominio se desarrolla el estado intelectual y racional de la Humanidad.
Esta rueda influye sobre las glándulas tiroides y paratiroides que son las que regulan la energía del ser. La tiroxina, que influye sobre el metabolismo general acelerándolo, ayuda al desarrollo intelectual y su rápido funcionamiento; así como la paratiroides, que fija y regula el calcio sanguíneo junto con la vitamina D, es la que mantiene la energía en la circulación sanguínea.
Muchas enfermedades de desequilibrio celular son exclusivamente producto de falta o exceso de sus hormonas en el organismo.
Por eso, el apogeo del dominio de esta rueda no consiste en llegar a un alto estado vibratorio, que no seria más que destrucción, sino consiste en mantener un estado de vibración armónico y ondulado.

Enseñanza 7: La Rueda Visual


(Figura LA RUEDA VISUAL)

La substancia mental tiene su asiento astral en la rueda visual que, por su importancia, sintetiza en sí las ruedas ya descritas. Mediante ella se puede lograr la Suprema Visión del Conocimiento espiritual.
El asiento físico de esta éter que puede llamarse “dimensional”, pues escapa a las leyes físicas y energéticas y se rige por leyes puramente mentales, está en la hipófisis, repercute en el cerebro, se refleja en el entrecejo e influye sobre los hombros, alas del hombre futuro.
El tamaño astral de esta rueda es mucho mayor, aún ordinariamente, que el de las demás ruedas.
Cuando está en reposo presenta el aspecto de dos grandes alas abiertas; de aquí el simbolismo del yelmo alado de Mercurio y el de las Walkirias.
Cuando se mueve tiene el aspecto de una rueda hundida por el medio. Su color, de una parte, es azul rosado y de la otra amarillo rosado. Pero cuando vibra altamente es de un blanco indescriptible.
Al moverse, esta rueda emite radiaciones que aumentan o disminuyen según la rapidez del movimiento. Leadbeater le atribuye setenta y seis vibraciones; pero estas dependen, según se ha dicho, de la potencialidad del movimiento.
Esta rueda está en contacto directo con el estado intuitivo del universo, en ella tiene asiento la voluntad.
Todo lo que se ve en el mundo físico, astral o mental, está sujeto al control de la misma; por eso la clarividencia astral o mental es debida al desarrollo de este centro de fuerzas.
El planeta que le corresponde es la Luna.
El animal que la simboliza es la mariposa, por la similitud que tiene con la glándula hipófisis. Algunos textos le asignan al escarabajo, el cisne o un pájaro. Por eso los habitantes de la isla de Pascua, descendientes de los lemurianos y de los atlantes, que eran espontáneamente clarividentes, veneraban como Suprema Divinidad la imagen del pájaro que, con sus alas abiertas, simboliza y se asemeja a esta rueda.

Enseñanza 8: La Rueda Coronaria


(Figura LA RUEDA CORONARIA)

A este centro de fuerzas se la llama Rueda Coronaria porque aparece en el aura colocada sobre la cabeza en forma de casquete.
Es de color blanquísimo, pero su centro es color oro, rodeado de doce pétalos principales y después, exactamente como los pétalos de una flor, van aumentando de número hasta llegar aproximadamente a unas mil radiaciones.
Las escamas que adornan el tocado de la cabeza del Buda significan la Rueda Coronaria; esto mismo quería simbolizar el tocado de los Faraones, la costumbre de las mujeres cristianas de entrar al templo con la cabeza cubierta y el ceremonial judío que impide oficiar con la cabeza descubierta.
Esta rueda está colocada con los pétalos hacia abajo, especialmente cuando el ser está en meditación o en un estado de mística pasiva como en el caso de las meditaciones del Buda; pero cuando trabaja y derrama fuerzas espirituales, los pétalos se levantan y forman como una maravillosa aureola, muy parecida a la que adorna la cabeza de los Cristos bizantinos.
En este caso, el color, de blanco se transforma en resplandeciente como el sol y, según el trabajo espiritual que desarrolla, se va matizando con todos los colores formando como un único color sintético que se podría llamar violado.
El planeta característico de esta rueda es el Sol y su cualidad esencial es la materia en sí; como los indos, Purusha y Prakriti juntos.
En el cuerpo físico, esta substancia asienta en la glándula pineal, influye sobre el plexo coronario y vibra a lo largo de la columna vertebral, utilizando la médula de la misma.
El mundo espiritual se comunica con los tres mundos mental, energético y material, mediante este poder. Por eso su desarrollo implica una alta evolución espiritual y confiere a sus poseedores el don de la sabiduría espontánea o ciencia infusa.
En este centro de fuerzas están resumidos y sintetizados todos los demás centros que se han descripto en las anteriores enseñanzas.
Los Libros Védicos explican la unión de los siete centros en uno, describiéndolos como sutilísimas fibras sobrepuestas una a las otras.
Dicen que el éter allí colocado es delgado como la centésima parte de la fibra del tallo del loto; que el éter puesto en él es tan sutil como la milésima parte de la punta de un cabello y brilla como la luz de todos los soles juntos; que otro éter, puesto en este segundo, es tan sutil como la diezmillonésima parte de la punta de un cabello.
Los textos védicos le atribuyen a la síntesis de estos tres centros de fuerzas aspecto femenino y a otros tres, encerrados en ellos, aspecto masculino, ya que dicen que estos sutilísimos éteres penetran por los tres lingam al lugar de la liberación.
Cuando el éter individual ha penetrado allí y se ha unido al éter cósmico, esa encantadora sustancia, la luminosa Kundalini, emprende lentamente el regreso hacia la primitiva morada de la Rueda Sacra.

Enseñanza 9: Renovación Vital

Un poder intenso y terrible mana continuamente del plexo sacro para mantener constantemente la vida en el hombre; parte de estas fuerzas se depositan en los órganos genitales.
Como una carga eléctrica se concentran estas fuerzas en la región coxígea y allí impulsan la formación de las células espermáticas y germinales asentadas en los testículos y los ovarios.
Por estas glándulas se efectúa la generación, pero la acción de engendrar no es su única finalidad.
La ciencia, en estos últimos años, ha probado que las glándulas genitales, además de la función externa, tienen una función endócrina que produce las hormonas que excitan y estimulan la sangre.
Esta secreción interna se vuelca directamente en la sangre; de la abundancia o escasez de estas hormonas dependen la conservación, el equilibrio y la juventud del organismo.
¿Cuál es el secreto poder que inexorablemente, aún sin existir enfermedades orgánicas, mina al hombre y lo envejece?
¿Por qué en la vejez decrecen las fuerzas genésicas, mientras en la juventud están activas?
Porque el estímulo sexual activa dichas glándulas y enriquece la sangre con las excitantes hormonas de la juventud.
El ser, consciente de este poder secreto, no sólo ha de estimular sus glándulas cuando lo impulse el instinto sexual, sino ha de poder hacerlo por la consciente acción de su voluntad.
Hay que restablecer lo que regeneró y mejorar lo que ha decaído en el físico mediante el ejercicio de renovación vital que se llama, transmutación.
El plexo sacro recibe directamente sus fuerzas de la rueda sacra etérea y cuando, mediante el ejercicio, se produce la transmutación, el centro astral se pone en directa comunicación con el centro de la tierra en donde existe el centro de fuerza renovadora y vivificadora de todo el planeta, extractando de él una energía poderosa que volcándose en el organismo por el plexo sacro, despierta y rejuvenece totalmente al ser.
Este fuego etéreo, energía del planeta y renovador de energías humanas, están magistralmente descriptos en la novela “Ella” de Rider Haggard.
También la ciencia moderna, basándose en este principio, ha empezado a practicar injertos de glándulas genitales de animales jóvenes en personas decrépitas para renovarles las energías; pero estos experimentos serán relegados al olvido, porque al mismo tiempo que rejuvenecen al ser, atrasan su adelanto espiritual.
El rejuvenecimiento científico futuro será efectuado con energías cósmicas y radiaciones terrestres en forma de ondas ultracortas.
Desde edades inmemoriales las religiones y filosofías han ligado estrechamente el control de la función genital con el desenvolvimiento espiritual.
Es indispensable detener estas fuerzas para que no se vuelquen todas al exterior, sino que, por la acción de la resistencia, se vean forzadas a buscar nuevos caminos y a volcarse directamente en la sangre para enriquecerla de fuerza y vitalidad. El líquido seminal, verdadero elixir de la vida, tiene el valor de la vida misma.
La continencia sexual es lo más aconsejable para la transmutación; pero, sin determinados ejercicios, no bastaría la continencia para transmutar estas fuerzas externas en fuerzas internas. Además, esta fuerza interna, por estos ejercicios ha de transformar la materia en energía y la energía en mente.
El adelanto en el desenvolvimiento de esta Rueda se comprueba por las emanaciones odoríferas del sujeto.
La transmutación depura la sangre y renueva los tejidos y, mientras este proceso se efectúa, la piel elabora un sudor fétido, a veces insoportable, especialmente en los pies. Al proseguir el ejercicio, el olor va cambiando paulatinamente: primero a leche fresca, ese olor característico de los niños; más adelante, huele a limpio, como suele decirse; y al fin, el cuerpo, regenerado, exala un perfume de flor, algo semejante al nardo.
Los pies, en particular, no tienen mal olor en las personas puras y castas, ni tampoco los órganos genitales.
Las mujeres expresan sus deseos sexuales por una secreción olorosa de las glándulas de Bartolino; pero en las mujeres puras, estas glándulas emiten un perfume de lirio. Se dice de una mujer virtuosa y casta que “huele a lirio”.
Se sabe que el ejercicio de renovación vital preserva las células orgánicas de la descomposición; lo atestiguan en ciertos casos particulares, los muchos cuerpos de santos de todas las religiones que permanecen incorruptos y despiden suave fragancia.
No sólo el cuerpo para sí se sensibiliza con el éter odorífero, sino también con los olores externos.

Enseñanza 10: El Vencimiento del Temor

El cuerpo astral forma unos vórtices protectores que rodean el cuerpo físico y se concentran especialmente en el plexo esplénico. Estos vórtices limitan al ser humano; no permiten que éste salga fuera del círculo trazado para el mantenimiento de la personalidad y únicamente dejan penetrar en el sistema del hombre aquellas fuerzas que son indispensables para el mantenimiento del ser, su amplificación mental y su desarrollo espiritual.
El hombre que supiera manejar a voluntad su Rueda Control sería completamente dueño de sí mismo porque admitiría únicamente aquellas fuerzas que pudieran mantener el perfecto equilibrio entre todas sus partes: física, mental y espiritual.
Lo que influye sobre él e impide que entren en tropel fuerzas cósmicas extrañas a la intimidad del hombre, es el temor. Sin el temor, el hombre no sería precavido; sin el temor, el hombre no se hubiera esforzado para lograr un bienestar y ampararse de peligros y enfermedades. En una palabra, el temor fue, en los primeros tiempos del desenvolvimiento humano, el maestro que impulsó a los seres a buscarse a sí mismos; por el temor a la muerte encontró el hombre la existencia de una vida futura; por el temor a la enfermedad encontró el hombre el modo de curarlas; por temor, aprendió el hombre a precaverse del peligro y estimular la civilización que hoy día goza la sociedad. Pero este temor, antes controlador se ha vuelto ahora como el espectro del Umbral, como el enemigo que se interpone al paso del hombre para decirle: “No pasarás de aquí”.
Es indispensable que el discípulo que quiere conquistar los poderes astrales y espirituales sea dueño del temor, sea dueño de la Rueda Control.
El temor es como un tóxico ligero y beneficioso que deja entrar por la Rueda Control una onda cósmica negativa que lo sacude y lo mantiene alerta. Pero, como el tóxico que en pequeña cantidad no hace efecto, el temor deja penetrar por la Rueda Control grandes cantidades de ondas negativas, que destruyen al ser.
No sólo el temor entra por la Rueda Control, sino también todas las ondas que contribuyen al mantenimiento del ser.
Por la acertada voluntad y el constante ejercicio domina el discípulo estas fuerzas y no deja entrar más de las necesarias para el mantenimiento de su equilibrio. Cuando este poder está muy desarrollado puede el hombre atraer lo que desea y rechazar lo que le sea molesto: esto lo simboliza la espada colocada sobre el fémur izquierdo de los caballeros y dicen los hindúes que por el bazo se eliminan los enemigos.
Este poder no sólo aleja las fuerzas externas sino también permite al hombre que por allí haga salir su cuerpo astral y se remonte a otras regiones.
Este centro forma vórtices claros y resplandecientes alrededor del cuerpo astral, pero cuando está en déficit, se impregna de ondulaciones lentas que forman manchas, pliegos y oscuridades.
Allí se originan todas las enfermedades: físicas, nerviosas y mentales, las cuales no son sino una corriente negativa que se concentra y espera el momento oportuno para infiltrarse en el cuerpo físico y destruirlo parcial o totalmente.

Enseñanza 11: El Logro del Poder

Quien tenga un pecho resplandeciente, quien haya desarrollado el plexo solar, correspondiente a la Rueda Solar bien puede decir que con él va la fuerza y el poder.
Este centro terrible proporciona al discípulo que haya logrado desarrollarlo, el valor de conservar lo que tiene o destruir.
Dijo Cristo: “Yo puedo destruir el Templo y reedificarlo en tres días”.
Una fuerza extraordinaria sale de este plexo cuando está en actividad dando al ser un vigor irresistible, una atracción inmensa, un resplandor y un magnetismo muy fuertes, que revelan en todos sus actos.
Pero si este centro de fuego es mal centralizado arrasa con todo lo que está a su alrededor, destruye y crea la destrucción, la muerte y la ruina.
En ambos casos actúa el ser como un potente imán que atrae las cosas y los seres y éstos quedan sometidos a su voluntad.
El poder magnético y las virtudes curativas de ciertos seres emanan de este centro. Cuando Cristo realizaba sus prodigios y sus maravillosas curaciones, lo hacia por medio de la Rueda Solar. Mesmer, al descubrir el poder curativo de imán, no se daba cuenta que el verdadero imán que daba salud a los enfermos, era el plexo solar de él mismo.
Todos los estados de hipnosis y de sugestión se logran por este medio, utilizando los ojos, que constituyen la parte exterior de esta fuerza. Así, los malvados que con poder psíquico dañan a sus semejantes lo hacen del mismo modo; los antiguos llamaban a esta operación negativa de la Rueda Solar: “mal de ojo”, “daño”, “magia negra”, etc.
Con este centro bien desarrollado, los profetas atraen los discípulos en pos de sí y los dirigentes de pueblos arrastran a las multitudes. Es como la llamarada de fuego que saliendo de un hombre, quema todo lo que le rodea.
Este poder crea o destruye.
A los seres bien intencionados les da materia para lograr sus sanos propósitos y sus triunfos; a los malos, les proporciona medios para realizar venganzas, para hacer efectivas sus maldiciones y hacer, en fin, que se destruyan a sí mismos en un arrebato de cólera. Esta cólera es la parte cenicienta e inferior de este centro.
Para desarrollar el plexo solar son necesarios diversos ejercicios; algunos de estos se realizan con la cabeza descubierta al sol.
El sol es, también, benéfico o dañino.
Es benéfico si la mente superior está despierta y atenta; es dañino si el ser se adormece y deja que se active por sí solo el pequeño cerebro, o plexo solar.

Enseñanza 12: El Camino Real

Fue dicho que el amor es el principio y el fin del Sendero; por eso, la Senda Real es aquella del amor.
Páginas enteras se necesitarían para explicar el magno poder del corazón. Muchos místicos, sin desarrollar otros centros anteriores, han llegado a la liberación espiritual con sólo abrir la magnífica flor del corazón.
Además, este centro reúne en sí a todos los otros centros y fluye de sus cuarenta y nueve fuentes, todo el néctar de la realización.
Aún en un ser no habituado a la meditación y a las especulaciones espirituales, se enciende muchas veces esta llama interior con su puro brillo color de oro; pero para el ejercitante, para aquél que se aplica a su desenvolvimiento interior, esta fuerza se transforma en rutilante estrella.
La Rueda del Corazón no sólo atrae, como la Rueda Sacra, modela como la Rueda Control, vivifica como la Rueda Solar, sino asimila con el amor el objeto o ser atraído y se transforma en él.
Son innumerables los relatos de esta índole en la historia de los grandes seres que se perfeccionaron por el ejercicio de la devoción y del Amor. Basta leer la biografía de Rama Krishna para cerciorarse de ello. El devoto, amorosamente meditaba sobre las imágenes de los fundadores de las grandes religiones; se le aparecían, veía sus imágenes y, por último, las visiones penetraban en él o, mejor dicho, él se transformaba en ellas.
Es tanta la energía que emana de este centro que repercute en el cuerpo físico con aspectos extraños maravillosos. Por amor a Cristo muchos santos cristianos sintieron tan vivamente su pasión y se transformaron de tal modo en Él, que mostraron visiblemente esta unión. Los estigmas de San Francisco de Asís, la transverberación del corazón de Santa Teresa de Jesús, la espina de la corona clavada en la frente de Santa Rita de Cascia.
Helena Petrovna Blavatsky sentía tan entrañable afecto por sus Maestros que el amor desbordó físicamente, originándole una llaga misteriosa debajo del corazón.
A medida que aumenta la fuerza de este centro, abarca todos los sufrimientos de los seres que lo rodean, se extiende a ciudades y naciones enteras. Una Rueda Cardíaca perfectamente desarrollada abarca los dolores de todos los hombres del planeta como unas inmensas alas protectoras; por eso se dice que Cristo llevó sobre sus hombros todos los dolores de la Humanidad y que Krishna tenía, impresas en sí, las imágenes de todos los hombres.
Este magnífico poder hace que se realicen inmensas obras de caridad; al hombre que lo posee le da fuerza para vencer todos los obstáculos y para realizar grandes obras en beneficio de aquellos que sufren.
Así como esta Rueda tiene un color oro maravilloso y parece una inmensa estrella en su aspecto benéfico y superior, es terrible en su aspecto contrario.
En un ser perverso que tenga este Centro desarrollado, su imagen es como la de un cielo cubierto de densas y oscuras nubes.
Así como el altruismo y el desprecio por las ofensas recibidas es el principio del desarrollo positivo de este Centro, el rencor y los celos lo desarrollan negativamente.
En un principio es como una roja llama que destruye en sus proximidades; después es como un humo asfixiante que destruye a todo lo que lo rodea. Estas grandes pasiones se extienden, poco a poco, hasta abarcar colectividades enteras y llevarlas a la ruina. Un ser de tal naturaleza es capaz de todo y termina destruyéndose a sí mismo, impregnando todo el planeta de su maléfica influencia.

Enseñanza 13: La Voz del Silencio

Vishudda, el centro de la garganta, únicamente influye sobre los cuerpos mentales.
La vibración es su único derivado. Por eso encierra en sí el más suave, el más sutil, el más terrible de los poderes.
Se le llama a este centro “La Voz de Dios”, “el Verbo”, el “Nombre Inefable”.
Todos aquellos, y son bien pocos, que llegan a conquistarlo, son dueños de las fuerzas atmosféricas y sus derivados; pero una misericordiosa ley impuso que fueran muy pocos en verdad los que lo dominan, porque una sola palabra de estos seres podría causar la muerte de muchos.
Es un lazo energético que, al salir del Kundalini, se enrosca por las caderas y se levanta lanzando ante sí una corriente que es como un aguijonazo mortal.
Este es un poder, verdadero rayo de la muerte, que han poseído algunos Iniciados Lunares.
La energía negativa del Cosmos, los centros laya colocados en el vacío estelar, aquella que ven los astrónomos como inmensa mancha negra, se pone en directo contacto, por la modulación de la voz experimentada, con el Centro Laríngeo.
Como un dios que llama y despierta a una diosa dormida, el poder terrible es lanzado desde el Centro Laríngeo al Centro Sacro y allí se vitaliza en la forma sobredicha.
Un hombre encontró, mediante un aparato en forma de nudo corredizo que remataba en forma de aguijón, cómo atraer una fuerza potencial y lanzarla en forma activa; pero fue destruido por el rayo mortal del Karma antes de poder divulgar el rayo mortal entre los hombres.
Dice el Maestro que este centro, desarrollado, da el dominio sobre los tres mundos, conoce el secreto de la vibración y maneja el rayo de la muerte.
Los investigadores y ejercitantes no logran siempre poseer completamente el poder de este Centro; y aún aquellos que lo poseen siempre evitan los ejercicios superiores, para conformarse con los ejercicios menores y beneficiosos.
No hay que olvidar que la vibración entera tiende a volver a su punto de partida, al estado potencial, mientras que la vibración limitada solamente constituye una vibración similar.
Por este ejercicio oye el clariaudiente las voces lejanas y el idioma de los seres que pueblan otros planetas y estados. Algunos llegaron a tanto, en este ejercicio, que lograron entender la voz de los animales y de los seres inanimados.
Sigfrido, al bañarse en la sangre del dragón, símbolo de la sabiduría, límite entre la mente viva y la mente en sí, tiene la prerrogativa de entender el idioma de las aves.
Los santos monjes del desierto entonan día tras día sus cantos litúrgicos y los cargan de tal fuerza magnética y vocal, emanada de la Rueda Laríngea, que hacen callar las aves, dominan el rugido de las fieras, apaciguan a los más feroces animales, encantan a las serpientes y, como San Francisco de Asís, reúnen a su alrededor una infinidad de pájaros que calladamente les escuchan.
Cuando, por el ejercicio, este centro se desarrolla más, el místico es sumido, tragado, por decirlo así, por el silencio insondable de la eternidad.
Sabía algo de esto San Juan de la Cruz cuando llamó a este éxtasis “la música callada”, “la soledad sonora”.
Al volver de este extraordinario estado, algunos, como los Apóstoles y otros seres en el relato de acontecimientos históricos, religiosos, tienen el poder de hablar todos los idiomas y entenderlos todos.
Siempre fueron los hindúes los más amantes de esta Oración, pregonando el valor de la palabra repetida, de la pronunciación de los nombres y del valor del acercamiento a lo Eterno, por el conocimiento y la pronunciación del Nombre Inefable.

Enseñanza 14: El Tercer Ojo

El dominio de la mente, que se logra al poseer la realización de este sexto Centro, da la séxtuple visión del Universo.
Verdadero Ojo de Dios, Ajna, abre todos los tesoros que brotaron de la mente de la Madre Divina para mostrarlos con todos sus detalles al Vidente.
Por el poder de la Rueda Visual se abre el ojo escondido en el plexo solar y ve el discípulo el infierno en donde pululan las larvas mentales, los espíritus de la Naturaleza y los cascarones de aquellos que volvieron a los mundos superiores.
Agudizando su ojo derecho ve a los hombres y al mundo de los hombres, a las formas ocultas en los cuerpos de los hombres.
Con su ojo izquierdo ve el purgatorio con sus mundos suprafísicos, en donde legiones de seres duermen, viven y esperan la hora del regreso.
Pero con su ojo invisible, que pronto será visible, situado en el entrecejo, ve el mundo de los ángeles y de los Devas, en donde la energía está en continuo movimiento y donde plasma el Alma Cósmica sus pensamientos generadores.
Encerrado en la glándula hipófisis y custodiado por mil fibras sutilísimas de conductos etéreos, envuelto en siete cáscaras, guardado con cuatro sellos, quemado por siete fuegos, más diminuto que la quintaesencia de un electrón está el ojo espiritual, por el cual, únicamente, puede verse el blanco círculo, el paraíso, la Visión Suprema.

Enseñanza 15: El Loto de Mil Pétalos

Muy ardua tarea es describir el Centro Coronario, pero lo es más aún enumerar sus poderes y el valor de su desarrollo.
Baste decir que es el único Centro que vierte en el sistema septenario del hombre las fuerzas espirituales.
No hay en él materia mental divisible sino, únicamente, esencia potencial de la misma, que es parte del Espíritu Manifestado.
La perfección que da al ser el desarrollo de este Centro no sólo concede la ciencia y la sabiduría infusa, sino también un conocimiento tal de las cosas que cree aquél que lo posee, estar completamente separado de sus principios inferiores.
Sin él no puede lograrse la anhelada liberación, que es un estado pasivo de la mente superior que se refleja en una extraordinaria actividad en todos los actos de la vida, sin producir turbación alguna en el estado extático de este Iniciado.
Todos los demás centros están sintetizados en él, no como fuerza activa, sino como reflejo potencial de los mismos. Así como los cuarenta y nueve centros secundarios femeninos, los setenta y dos masculinos y cada uno de los setenta y dos mil Centros que tienen sus válvulas aparentes en el cuerpo físico del ser.
En todos los hombres, aún en los menos desarrollados, la Rueda Coronaria tiene una directa y continua comunicación con la Rueda Visual, por la cual transmite el hombre la conciencia del ser; pero en el ser desarrollado espiritualmente la comunicación se vuelve tan continua, fuerte e insistente que, si luz pudiera llamarse a la fuerza espiritual, un torrente de luz inunda la Rueda Visual.
El Centro Coronario bien amplificado revela al Adepto el conocimiento único, aquel conocimiento único que hace olvidar todas las cosas; en una palabra, todos los poderes colocan al Adepto de espaldas, por decir así, al Poder Único y Primordial, para que éste maneje la sombras de separatividad que constituyen el Universo Creado. Pero este poder hace que el Adepto de las espaldas a las sombras del Universo Creado, para fijarse solamente en el Único Poder que las promueve.
Si bien la Rueda Coronaria sintetiza a las demás y es en el hombre completo el “asiento” del Espíritu, y si bien todas las Escuelas Místicas así lo han entendido orientando sus búsquedas en ese sentido, no está depositado en ella el Gran Elemento, ni origina su actividad.
Los Místicos fracasaron por no buscar el impulso que la mueve, que es Kundalini. Recuérdese el relato de aquél que buscó largos años a Dios estudiando el firmamento y que, cuando llegó a saber casi todo lo que saberse podía, se destrozó al pisar una trampa para cazar animales.
Los Centros no son depósitos del Gran Elemento. Éste se halla todo a lo largo del Shushumna. Las Ruedas no son sino llaves de paso, destinadas a permitir su distribución para actividades específicas.
La Naturaleza del Gran Elemento es cuádruple: Espíritu (Conciencia y Voluntad, simultáneamente), Mente, Energía y Materia.
La Rueda Coronaria es predominantemente conciencia; por sí misma no se movería; cuando lo hace, es por impulso de la Rueda Sacra, predominantemente Voluntad. Ésta tampoco obra por sí misma, sino por orden de la Rueda Coronaria. De allí que actúen la conciencia y la voluntad recíprocamente.
El Gran Elemento asciende por el Shushumna. Podríase imaginar ésta como una columna, hecha de Gran Elemento. Dentro de esta columna hay un canal estrecho, el Virga; y dentro de éste, otro conducto, estrechísimo, el Brāhmānādi. Lo descrito tiene su expresión física: el Shushumna corresponde a la columna vertebral, en un sentido amplio; el Virga, a la médula espinal; y el Brāhmānādi, al denominado canal central de la médula espinal.
Las Escuelas Místicas difieren en lo referente a por cual de los conductos asciende Kundalini; unas sostienen que por Shushumna, otras por el Virga, otras, por el Brāhmānādi. En cambio, puede afirmarse que por los tres: cuando se refiere a la Energía relacionada con la vida “animal”, por el Shushumna; la energía mental, por el Virga. El Brāhmānādi, “canal de Dios”, es la vía del Espíritu.
Por el primer camino asciende más bien con lentitud; con mayor rapidez por el segundo; el Espíritu asciende casi instantáneamente.
En el cerebro, expresión física del órgano del Espíritu, aún en seres poco desarrollados se observan numerosísimos surcos y circunvoluciones. Es de suponer que en el de un gran místico, son incontables.
Cuando el Gran Elemento asciende por los nervios, se refleja en la Rueda Coronaria, pero más bien débilmente; los pétalos están caídos. Cuando asciende por la médula (Virga), la expansión es mayor. Y, como en el caso del Buda, cuando asciende por el estrecho canal central, la expansión es maravillosa.
Si asciende muy rápidamente, el ser estalla. Pero si resiste, la Naturaleza permite una salida por la parte superior, uniéndose, de este modo, el Gran Elemento al Gran Depósito Cósmico.
A veces, por ejemplo en caso de accidentes, aún en seres de evolución común, es tan violenta la ascensión que fallecen por esta causa y no directamente a causa del accidente.
Para lograr el Éxtasis Perfecto, debe ascender Kundalini por Brāhmānādi. Para ello, las siete llaves de paso deben funcionar sin falla alguna, perfectamente.
Kundalini brilla aquí en todo su esplendor; mejor dicho, cuando el Éter Cósmico depositado en el plexo sacro llega aquí, no puede ser más el Éter Cósmico de la vida manifiesta sino es el Éter Cósmico en sí.
El desarrollo de la Rueda Coronaria tiene dos aspectos: uno activo con semilla de manifestación; el otro es pasivo, sin semilla de manifestación.
Una es la sílaba sagrada “OM”; y la otra es la sílaba sagrada “A”.
Cuando el Iniciado está activamente en este estado místico, el aura de esta rueda se levanta, se agranda y se extiende maravillosamente. Pero cuando él está en estado pasivo, se invierte sobre el mismo y esconde todo el ser con su cáscara, como la nuez guarda el fruto en su cascarón.
Cuando un alma así está en éxtasis, es imposible ver sus atributos individuales porque únicamente la sensación de lo Eterno cabe allí.
Ningún ejercicio, fuera del vacío mental y el continuo anhelo de llegar a la más alta perfección espiritual, es útil aquí; pero aquellos que llegan a desarrollar tal poder presentan aspectos exteriores de la más absoluta inmovilidad, insensibilidad e incorruptibilidad.
Que todos los discípulos que aspiran a la perfección, logren entonces pronunciar, eternamente, las sagradas sílabas: “OM”.

Enseñanza 16: Las Flores del Éter

A los ojos atónitos del clarividente se presentan en el aura, o séptimo subplano del mundo astral, las Ruedas Etéreas como hermosísimas flores, que abren sus corolas a la luz del desenvolvimiento espiritual que las estimula.
Los Yoguis, desde milenios, las llaman “Flores de Loto”. Los Cristianos Místicos y los Rosacruces las denominan “Rosas”, y Dante Alighieri llama a la Visión de Dios, imagen del Centro Coronario, “Cándida Rosa”.
Pero no siempre son maravillosos y múltiples los colores de estas Flores Etéreas, pues cuando las impulsan instintos de inferioridad se apagan y toman colores obscuros y repulsivos.
El bien y el mal, o los pares de opuestos que determinan estos cambios, influyen sobre la belleza o la fealdad de las mismas únicamente por el cambio del movimiento vibratorio. Un movimiento estimulante al bien produce el vórtice de izquierda a derecha y el impulso contrario, viceversa.
El Alma del Mundo, que es la Madre Divina manifestando su actividad tiene, además de su manifestación creadora, su reflexión destructora y las mismas trabajan en el ser humano por medio del biorritmo de las Ruedas.
Cuando la luz de la Madre alumbra, el bien impera, la perfección y la vida espiritual son un hecho y las Ruedas Etéreas revolotean hasta volverse sintéticas y confundirse con la misma luz; pero cuando la reflexión de la Madre produce la sombra, el mal, el dolor y la muerte son las que dominan y las Ruedas se densifican hasta ser víctimas de la sombra mortal que causa ruina del ser.
El conocimiento de las Ruedas Etéreas y su manejo es un arma de doble filo, porque son, conjuntamente la Madre y la Dama Negra, el bien y el mal, la luz y la sombra del alma.
Cuando las Ruedas Etéreas brillan en todo su esplendor, su diámetro mide 678 pulgadas (17,22 metros); cuando están en descanso, su diámetro es de 225 pulgadas (5,74 metros); cuando están atrofiadas miden 25 pulgadas (0,62 metros) de diámetro.
La Rueda Coronaria mide en los casos anteriores respectivamente siete veces más.
La Rueda Sacra está constituida especialmente por la materia terrestre y, como ya se ha dicho, está en directa comunicación con la matriz de la Tierra o globo concéntrico de fuego terrestre.
La Rueda Esplénica está constituida por la materia acuosa y esparce por todo el organismo la vitalidad terrestre que le viene de la Rueda Sacra y la vitalidad solar proveniente de la Rueda Solar.
La Rueda Solar contiene en sí misma la materia fueguina que absorbe del Centro de Vida Solar.
La Rueda Cardíaca está constituida por el Éter material que podría llamarse Prana Eléctrico.
La Rueda Laríngea está constituida únicamente por materia mental; por eso es la distribuidora de toda energía, siendo como un puente entre la mente y la materia, tercera persona de la Santísima Trinidad.
La Rueda Visual está formada únicamente por sustancia mental que transmite a la Rueda Laríngea y refleja la Rueda Coronaria.
La Rueda Coronaria es la receptora de la Energía Espiritual.
Estas Ruedas, como se ha dicho, se comunican entre sí.
La Rueda Coronaria vierte sus fuerzas en la Rueda Visual, ésta en la Laríngea, la Laríngea en la Solar, la Solar en la Sacra, ésta en la Esplénica y la Esplénica en la Cardíaca.
La Rueda Laríngea, aparte de las comunicaciones sobredichas, por conductos especiales se relaciona con las cuatro Ruedas inferiores.
Pero el centro de donde emana la fuerza que ha de iluminar a todos ellos está en la Rueda Sacra, el Triángulo Sagrado, en donde se oculta como precioso tesoro, el Éter Cósmico, el luciente Kundalini.

ÍNDICE:

Enseñanza 1: El Éter Cósmico
Enseñanza 2: La Rueda Sacra
Enseñanza 3: La Rueda Control
Enseñanza 4: La Rueda Solar
Enseñanza 5: La Rueda del Corazón
Enseñanza 6: La Rueda Sonorífera
Enseñanza 7: La Rueda Visual
Enseñanza 8: La Rueda Coronaria
Enseñanza 9: Renovación Vital
Enseñanza 10: El Vencimiento del Temor
Enseñanza 11: El Logro del Poder
Enseñanza 12: El Camino Real
Enseñanza 13: La Voz del Silencio
Enseñanza 14: El Tercer Ojo
Enseñanza 15: El Loto de Mil Pétalos
Enseñanza 16: Las Flores del Éter

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