ÍNDICE:


Enseñanza 1: Formación de la Raza Aria
Enseñanza 2: La Subraza Ario-Aria
Enseñanza 3: El Retorno de los Hijos del Manú
Enseñanza 4: Narada
Enseñanza 5: Formación de la Subraza Ario-Semita
Enseñanza 6: Las Siete Ramificaciones de la Raza Aria Primitiva
Enseñanza 7: La Subraza Ario-Semita
Enseñanza 8: La Torre de Babel
Enseñanza 9: La Subraza Ario-Irania
Enseñanza 10: Grandeza y Poder de los Ario-Iranios
Enseñanza 11: La Formación de la Subraza Ario-Celta
Enseñanza 12: La Subraza Ario-Celta
Enseñanza 13: Fin de la Subraza Ario-Celta
Enseñanza 14: Nacimiento de la Subraza Ario-Teutónica
Enseñanza 15: Desenvolvimiento de la Subraza Ario-Teutónica
Enseñanza 16: Los Primitivos Ario-Teutónicos

Enseñanza 1: Formación de la Raza Aria

En pleno desarrollo de la Raza Atlante, una de sus subrazas, la Semita, había aparecido con la misión especial de ir formando un tipo de hombre fisiológico y mental apto para formar el tipo de la Raza Aria.
La Subraza Semita Atlante empezó después del diluvio tolteca, hace 850.000 años.
Esta raza se iba distinguiendo cada vez más de los demás atlantes, tomando una característica propia.
Después del tercer gran diluvio atlante, hace 220.000 años, los semitas atlantes empezaron a recibir entre ellos algunos prototipos de los futuros arios. Y después que fueron vencidos por los akadios, hace 150.000 años, puede decirse que empezó la verdadera formación de la futura Raza; cada vez encarnaban entre los semitas mayor número de entidades del nuevo tipo.
Un Iniciado Solar, perteneciente a la cuarta Raza Raíz Atlante, el Manú Savarna, descendió en esa comunidad para cristalizar la Idea Madre de la Divinidad Absoluta con la afirmación: “Todo es Dios. El hombre es Dios. Todo sale del Manantial Divino y a Él vuelve”, para afirmar la Divinidad atlante en esos seres que iban a fundar la raza de la humanidad aria.
Huyendo de los akadios, Él los guió por un gran valle a orillas de un gran río, durante muchos días, siempre hacía el Sudeste, hasta que llegaron a una espléndida tierra, llena de promontorios y de oasis, rodeada de una especie de muralla natural, de puro coral.
Poco a poco, el mencionado río se fue desbordando en el valle, separando los guiados por el Manú Savarna de la tierra de los akadios, y se formó una gran isla llamada Isla del Coral. Esta isla era privilegiada, tanto por la exuberancia de su vegetación como por su clima templado.
Es de suponer que se dirigieron desde la actual Australia hasta la región que ocupan ahora las islas de Nueva Zelanda.
Las migraciones atlantes se efectuaban, siempre, desde Noroeste hacia Sudeste, mientras que las invasiones se hacían hacia el Norte.
Cuando el sol, rasgando las nubes, aparecía a la vista de los habitantes del continente atlante, brillaba con mayor intensidad sobre la Isla del Coral.
Desde hace 150.000 años, hasta hace 120.000, los tipos arios aumentaron notablemente, llegando a constituir casi la mitad de la población total de la isla.
Desde luego, la diversidad tan notable de idiosincrasia entre los semitas atlantes y los primeros arios, produjo luchas intestinas muy intensas. El cuerpo físico de los antecesores de los arios habíase embellecido extraordinariamente y eso suscitaba envidia a los atlantes de viejo tipo. Estas luchas fueron causa de las primeras migraciones; y los atlantes de tipo ario tuvieron que buscar nuevas tierras.
Entre la gran isla que ellos habitaban y el nuevo continente, que iba emergiendo de las aguas, se había formado un gran número de islas e islotes.
Siguiendo esa ruta se establecieron en la precosta del nuevo continente, donde actualmente se hallan las islas de Nueva Guinea y Borneo.
El ciclo estaba por cumplirse. Las nuevas fuerzas cósmicas llenaban de fuerza a las tierras del Sudeste de Asia. Los Grandes Iniciados de la Raza Aria se preparaban para descender a guiar a los elegidos a sus nuevas moradas.
El Manú Vaivasvata, hace 118.765 años (1937 del calendario Gregoriano) encarnó entre los hombres para seleccionar a los arios y para fundar la primera subraza aria, la “Ario-aria”.

Enseñanza 2: La Subraza Ario-Aria

Asia, la primera tierra que tenía que explorar el hombre ario, se levantaba entre mesetas de coral, entre rocas aún no holladas; adornada por una vegetación exuberante, aunque lúgubre, coronada de altísimas montañas, como un signo de enigma y de misterio para aquellos que tenían que conquistarla.
Con orgullo levantaba esta tierra sus crestas hacia el cielo pareciendo desafiarlo, pues ella iba a lograr que el hombre la adorara y venerara.
En algunas partes de Asia, sobre todo en las partes rodeadas por el mar, en grandes islas, vivían colonias atlantes mongoles; pero el centro del continente era completamente virgen.
El Manú Vaivasvata, primer Gran Iniciado Solar de la Raza Aria, descendió a la Isla del Coral, para dirigir la nueva raza a la conquista del misterioso continente.
Este ser tan extraordinario, que se transformó con el transcurso de los siglos en un símbolo, en una idea, vivió verdaderamente en cuerpo físico entre los primeros arios.
Pero en temprana edad abandonó la tierra atlante para dirigirse a la precosta del nuevo continente. Allí permaneció hasta su vejez, educando al pueblo, dictando leyes y organizando a mil jóvenes para que fueran cabezas de la fantástica expedición que proyectaba emprender.
De entre estos mil jóvenes eligió a diez, privilegiados por su rango espiritual, que tenían que ser sus directos representantes; se llamaban: Marichi, Atri, Pulastya, Pulaka, Angryas, Kardama, Dakcha, Vashishia, Bhrigú y Narada.
Cuando el Manú Vaivasvata tenía ciento catorce años de edad y su blanca barba resaltaba sobre su rostro atezado, emprendió la gran marcha.
Los arios fueron divididos en diez grandes grupos que iniciaron la marcha, sucesivamente, con intervalo de una luna entre uno y otro. Cada uno de estos grupos estaba dirigido por un Rishi o Sabio; y se dividían, a su vez, en cien subdivisiones cada uno; cada subdivisión era dirigida por uno de los mil elegidos y contaba con mil personas. Era, pues, un millón el número de los que seguían al Manú Vaivasvata, el cual iba en el grupo del Sabio Marichi, quien le servia en todo.
Estos primitivos arios no tenían la configuración física del hombre actual, si bien eran parecidos. Su estatura excedía los dos metros, su cráneo era grande y achatado, los ojos pequeños, boca y orejas grandes y la nariz grande y achatada. Sus brazos y piernas eran musculosos y bien proporcionados, pero poco resistentes. La tez era más bien oscura y el cabello lacio y largo. Hablaban un idioma de tipo sintético llamado Arypal.
Al efectuar la gran migración a la tierra desconocida, el Manú Vaivasvata pensaba que los arios podrían volver periódicamente a organizar otras expediciones, hasta trasladar toda la población de la precosta a la nueva tierra, pues las antiguas se volvían cada vez más pantanosas, insalubres y calurosas y constantemente atacadas por los atlantes.
Ni él sabía el glorioso y trágico destino que esperaba a sus elegidos.
Por eso, el signo de Aries representa un carnero con la cabeza vuelta hacia atrás, mirando al punto que dejó, como si allí dejara su corazón.
Las caravanas marcharon con dificultades espantosas entre marismas, pantanos y fieras desconocidas para ellas.
Cruzaron las islas situadas en el actual mar Meridional de China y penetraron en Asia por la Indochina, atravesaron las rocosas y desoladas regiones de Siam y Birmania y llegaron a los pies de los Himalayas.
En sus visiones celestiales, el Manú Vaivasvata había visto el Gran Templo, una cadena de altísimas montañas; y la Voz Divina le había dicho que la Tierra Prometida estaba detrás de ellas.
Por eso, bordearon los Himalayas buscando un paso, hasta que lo encontraron, lo que ocurrió hace 118.765 años (1937 del calendario Gregoriano).
Hasta allí, la mortandad había sido leve; pero en cuanto los diez grupos se internaron en los Himalayas, a un período templado siguió otro glacial.
Entre pavorosas tempestades de nieve se cerró el paso por donde habían penetrado e inútilmente buscaron un camino de salida. El frío, el hambre y su falta de resistencia los diezmaron.
Los arios clamaban al Manú para que los devolviera a su primitiva tierra. Pero todo en vano.
Los sobrevivientes bordearon fatigosamente los Himalayas, siempre buscando una salida; costearon el Kuenlun, hasta que llegaron al Altyntag; desde allí vieron el Turquestán, macizos de montañas que llamaron “Morada de los Dioses”. Y ante ellos se extendía una tierra maravillosa, una verdadera Tierra Prometida que en su centro tenía un mar, actual desierto de Gobi.
El Manú Vaivasvata cantó allí el Himno de su Liberación.
Dijo a los diez Sabios, que habían sobrevivido, que mandaran a sus hombres a conquistar las tierras. Y él, acompañado por pocos fieles, subió a la Montaña Sagrada de los Dioses.
La migración duró setenta y siete años.
Mientras tanto, un fenómeno curioso se produjo en el físico de los hombres. Por el violento cambio del clima, o por motivos emocionales, el oscuro cabello se volvió blanco.
Esto fue indicio de que cambiaría completamente el color del cabello y la pigmentación de la piel, lo que aconteció en el milenio siguiente.
Durante este período, los ario-arios conquistaron la Mongolia, el Turquestán Chino y el Tibet; desterraron a las colonias mongólicas atlantes o las destruyeron o las asimilaron. Y se hicieron dueños absolutos de esas regiones del corazón de Asia.

Enseñanza 3: El Retorno de los Hijos del Manú

Las diez Tribus, dirigidas por los diez Sabios, tomaron los nombres de éstos.
La tribu de Marichi permaneció en el Tibet.
Las tribus de Atri, Pulatya y Pulaka se establecieron en distintas partes de la Mongolia.
Las tribus de Angryas, Kardama y Dakcha poblaron el Turquestán Chino.
La de Vashishia se internó en el Turquestán Ruso.
La Tribu de Bhrigú se estableció en Afganistán y la de Narada en Cachemira.
Esta dispersión de las migraciones ario-arias se efectuó lentamente y transcurrieron millares de años antes de que las Tribus se establecieran en las comarcas indicadas.
Durante estos milenios, estos hombres cambiaron completa y definitivamente; se desarrolló en ellos el sentido del olfato, disminuyó su estatura y el color de su piel se volvió más claro, así como el de su pelo, en especial los de la Tribu de Vashishia. Se modificó también el color de los ojos.
Durante siglos habían vivido entre nieves. Tuvieron que luchar con el hambre, el frío y hubieron de vencer a la tierra, forzándola palmo a palmo. Así aprendieron a amarla.
Bajo la sábana blanca dormido estaba el tesoro de sus vidas; y eso fue el primer símbolo de su Divinidad; la Diosa Blanca, la Madre dormida, la Naturaleza que oculta sus tesoros.
Después de la mencionada época glacial del período de la migración, las estaciones se volvieron más templadas; la Tierra, secándose y arrugándose, formaba grandes pliegues, que fueron barreras naturales entre los pueblos.
El idioma se transformó. El Arypal era conservado únicamente por la Tribu de Marichi como idioma sacerdotal, muy cambiado, llamado Zenzar.
Las otras tribus hablaban diversos idiomas, de los cuales queda como único recuerdo el sánscrito.
Si bien las Tribus se separaron definitivamente, mantuvieron un culto común: la adoración al fuego y el culto a la Naturaleza.
El culto divino y humano se infiltraba ya en ellos.
El culto al fuego, que tan trabajosamente tenían que procurarse, les recordaba, como un sueño sus orígenes, el país cálido de donde emigraron sus antepasados, donde los volcanes en erupción vomitaban fuego y los bosques ardían durante meses cuando eran devastados por voraces incendios.
Además, el recuerdo del Manú Vaivasvata, el viejo gigante de rostro atezado que llevaba el fuego en sus manos, les recordaba sus orígenes divinos.
Estos pueblos, desde un principio, guerrearon constantemente entre sí y puede decirse que cuatro de las Tribus triunfaron definitivamente: las de Marichi, Atri, Vashishia y Narada.
Pero la que predominó fue la de Narada que se extendió por toda la India, conquistó a los habitantes del Afganistán de la Tribu de Bhrigú y guerrearon con la Tribu de Atri, que se había adueñado del Norte.
Pero su glorioso destino era otro: el de volver a conquistar la tierra de donde habían salido.

Enseñanza 4: Narada

La Tribu de Vashishia había abandonado la Tierra Sagrada atraída por el misterio de los grandes desiertos, de los grandes bosques y de los desfiladeros de las grandes montañas que veían en el horizonte.
Esta Tribu iba a sepultarse durante milenios buscando el Norte de Asia, bordeando el Cáucaso y penetrando en Europa, en esas regiones aún no plenamente formadas para la vida humana, esperando el fruto de sus esfuerzos.
Pero los conquistadores serían los de la Tribu de Narada, aquellos guerreros que habían partido para el Sud, que habían vencido a las fuertes Tribus de sus hermanos y que estaban destinados a conquistar y a confundirse con los últimos resabios de los atlantes y fundar la segunda subraza, la ario-semita.
La tierra que conquistaron era extraordinariamente hermosa y fértil; y se llamaba de los Cinco Ríos (Cachemira).
Los Naradas quedaron allí durante muchos años creyendo que era el límite terrestre. Pero, repetidas veces, unos dioses negros de gigantesca estatura, parecidos al dios de ellos, el Manú Vaivasvata, aparecían sobre la cumbre de los montes destruyendo con su arma aérea, especie de rayo mortal, las tierras y las ciudades de los Naradas que habían alcanzado, entonces, una alta civilización.
Habían olvidado que esos hombres eran sus verdaderos ascendientes y los tomaron por dioses airados.
Mientras tanto otros enemigos, los de la Tribu de Bhrigú, refugiados en las montañas de Afganistán hostilizaban continuamente a estas primitivas colonias de Narada. Pero éstas, auxiliadas por Grandes Iniciados, pudieron guerrear, fortalecerse y convertirse en dueñas de todo el centro de Asia.
Los Grandes Iniciados habían enseñado a los arios los Sacrificios; y los Sacrificios iban acompañados por unos cánticos, de los cuales derivaron los Vedas, que se recitaban en coro y producían por su extraordinaria vibración, gran fuerza etérea y notaron cómo cuando ellos entonaban sus cantos las hordas negras eran paralizadas en sus intentos.
Una fuerza magnética era neutralizada por otra fuerza magnética.
Al ser dueños de un poder, empezaron a no temer a los negros descendientes de los atlantes, con tipos de los cuales se había formado el hombre ario; y vieron cómo, físicamente, por tener ellos mayor destreza, habilidad y dominio de la estabilidad, podían vencerlos fácilmente.
Con las primeras victorias vino el ansia de conquista. Conjuntos de hombres guiados según la costumbre de entonces por los Sacerdotes, soldados Iniciados, emprendieron el camino de la conquista.
Los primeros fracasaron una y otra vez. Pero finalmente, bordeando las estribaciones septentrionales de los Himalayas, hallaron un paso que franquearon descendiendo luego por Birmania e Indochina, que entonces eran regiones pantanosas. Más al Sudeste de estos pantanos y marismas, en grandes islas, atrincherados tras pantanos y cuevas protegidas por altísimas palmeras, vivían los hombres negros.
Tan exuberante era la vegetación, que formaba verdaderas galerías, cuyo techo estaba formado por enredaderas que impedían ver el cielo. El suelo era pantanoso, infectado de reptiles; éstos perjudicaban a los arios, pues los atlantes no los temían debido a que poseían en su sangre un elemento químico que les servía de antídoto, protegiéndoles de los efectos de sus picaduras.
Año tras año procuraban los hijos de Narada conquistar esta tierra; cada fracaso era un acicate que estimulaba a hombres nuevos a vencer al pueblo de Ravadan.
Profundizaron su conocimiento de esas tierras extrañas, aprendiendo a eludir los peligros que encerraba; se hicieron diestros en matar reptiles y en dominar los grandes monos que pululaban por todas partes.
Pero la verdadera conquista, que marcó el principio de la subraza ario-semita, ocurrió hace unos 100.000 años. Por lo tanto, la subraza había durado unos 18.800 años.

Enseñanza 5: Formación de la Subraza Ario-Semita

Cuando las Tribus del Manú Vaivasvata abandonaron las tierras de la precosta del Sudeste asiático, dejaron allí a un pueblo que iba perdiendo rápidamente las características atlantes.
Tenían que ser preparados para pertenecer a la Raza Aria y ser los fundadores de la segunda subraza, la ario-semita.
Con este propósito, fueron dirigidos por un Iniciado Solar de Primera Categoría, el cual ha pasado después a la historia, en diversos Génesis, con el nombre de Noé, o Nué.
Estos pueblos soportaban grandes dificultades de origen climático.
El mar iba invadiendo constantemente las islas y la precosta en donde habían levantado sus ciudades y establecido sus puertos, mientras que los pantanos existentes entre las rocas de Birmania e Indochina se iban desecando.
Sin embargo, durante la época glacial en que se cerró el paso, lo que impidió el regreso de los emigrados al Tibet, se estableció un clima extremo de fuertes calores e intensos fríos, lo que ayudó a que sobre esa tierra se formara una capa fertilizante.
Estos pueblos conservaban de viva voz las tradiciones de sabiduría atlante, pero no expresaban su idea en forma gráfica alguna, llegando sin embargo a desarrollar una civilización muy superior a la de los ario-arios.
En el tiempo de la invasión de Narada estos pueblos habían degenerado mucho, si bien conservaban el prestigio y las riquezas de un pasado grandioso.
Eran de gran talla, siendo su estatura de cerca de dos metros; la piel muy oscura y brillosa, de cabello largo y lacio; de rostro achatado y de pómulos muy salientes, expresando mucha indiferencia y acentuada malignidad.
Sus pies eran planos y caminaban sin desenvoltura; los jóvenes lo hacían apoyados sobre lanzas de combate y los ancianos, sobre bastones.
Como defensa poseían la valla de sierras y la exuberante vegetación de los límites de sus territorios, pero poco a poco fueron completa y definitivamente vencidos por la Tribu de Narada.
Los ario-arios, inteligentemente, sólo destruyeron la tercera parte de estos hombres, pero conservaron los restantes para aprender su arte, su religión y su ciencia.
Los ario-arios se mezclaron con estos descendientes de los atlantes y los tipos puramente autóctonos desaparecieron por sí solos, quedando así un tipo completamente nuevo.
Los arios que invadieron esa tierra también desaparecieron, apareciendo un hombre completamente ario, pero de tez oscura: la subraza ario-semita.

Enseñanza 6: Las Siete Ramificaciones de la Raza Aria Primitiva

Los ario-arios de la Tribu de Marichi, que no emprendieron la conquista de la precosta, tomaron unas características que se fueron acentuando en el período comprendido entre las postrimerías de la primera subraza y los comienzos de la segunda.
Moraban en el Tibet y en los alrededores del mar de Gobi; fueron definitivamente absorbidos, más adelante, por los Iranios.
El grupo de los ario-arios de la Tribu de Atri, que vivían en la Mongolia, extendieron su dominio hasta el mar Caspio, entonces más extenso que ahora; y hacia el Norte hasta las orillas del Mar Helado, actual Siberia.
Sin embargo, los de la Tribu de Atri, durante la segunda subraza permanecieron casi ocultos y los que no se mezclaron con la Tribu de Vashishia fueron absorbidos eventualmente por los Iranios.
Los arios-arios de la Tribu de Narada se fueron hacia el Sud, se mezclaron con los puros atlantes y formaron la subraza ario-semita.
Los de la Tribu de Vashishia emigraron hacia el Norte, costearon el Mar Helado dirigiéndose hacia una isla situada aproximadamente en la actual Europa Central. Permanecieron ocultos y los ario-semitas no conocían su existencia.
Un grupo de estos ario-arios de la Tribu de Vashishia emigró, atravesó la isla de Ruta, que sólo estaba separada de Centroamérica por un canal y se unieron con los atlantes formando un tipo autóctono, absorbido más adelante por los iranios.
Otro grupo de la Tribu de Vashishia emigró hacia el Sud, cruzó las grandes islas en donde hoy está el África Central, llegando hasta la parte Sud. Procuraron destruir a los atlantes, pero ellos también lo fueron, quedando sólo una pequeña colonia con predominio atlante.
La otra parte del continente estaba habitada por los atlantes mongoles.
Estas siete ramificaciones pueden designarse así:
NEGROS........ Atlantes mongoles;
PARDOS........ Ario-arios, Tribu de Narada;
COBRIZOS.... Ario-arios, Tribu de Marichi;
AMARILLOS. Ario-arios, Tribu de Atri;
ROJOS........... Ario-arios, Tribu de Vashishia, emigrados a América;
OSCUROS..... Ario-arios, Tribu de Vashishia, emigrados a África;
BLANCOS..... Ario-arios, Tribu de Vashishia, los que quedaron en Europa.

Enseñanza 7: La Subraza Ario-Semita

Hace cien mil años empezó la subraza ario-semita.
Estos pueblos veían cómo les iba desapareciendo la tierra bajo sus pies, pues el mar iba comiendo rápidamente las islas atlantes.
Los ario-semitas, relativamente pacíficos, guiados por los Grandes Iniciados, se diseminaron a lo largo de toda la costa del Océano Pacífico, fundando colonias y desecando territorios pantanosos.
Estas tierras eran extraordinariamente fértiles y los ario-semitas pudieron recibir de manos de los Instructores la semilla del trigo y sembrarla, con óptimos resultados.
Paulatinamente se convirtieron en agricultores, no guerreando constantemente sino esporádicamente, cuando alguna tribu vecina intentaba avasallarlos.
Su clima era relativamente templado y estaban completamente apartados de las antiguas tribus ario-arias.
Al contacto con la Naturaleza y la tierra y llevando una vida más regular, fueron embelleciendo notablemente su cuerpo físico. Su talle era esbelto, la tez oscura y lustrosa, los ojos grandes y negros, los pómulos salientes; los rasgos, en general, agraciados.
Durante la subraza ario-semita la dentadura sufrió un cambio fundamental, pues de prognatos como eran los arios, se transformaron, quedando los incisivos en posición vertical, semejante a la actual.
También se modificaron las manos. Los tres dedos medios eran habitualmente del mismo tamaño; para esta época el dedo medio era el único en sobresalir.
También cambió el abdomen; había sido en exceso abultado en razón de la gran cantidad de alimentos que ingerían; luego adquirió proporciones en relación al cuerpo.
El trigo trajo la bendición del Cielo sobre la tierra.
El pan cambió ciertos instintos, completamente salvajes, que había en el hombre, alternándolos con deseos de estabilidad y mansedumbre.
La transmisión del trigo, de los Planos Superiores a la Tierra, ocurrió así: los Grandes Iniciados predicaron la venida del nuevo alimento que terminaría con las grandes mortandades que el aire malsano de los pantanos traía sobre la región.
Durante días y días se descargaron sobre la tierra grandes tempestades eléctricas. Los rayos perforaban la tierra, dejando su huella metálica por todas partes; con el transcurso del tiempo estas descargas eléctricas produjeron unos vacíos, herméticamente cerrados por un elemento químico desconocido; éste encerraba en sí la raíz de otro elemento químico que al descomponerse la parte que lo encerraba al contacto con la tierra, formaba la semilla del trigo.
Cuando los rayos dejaban su huella metálica en las perforaciones hechas en la tierra, preciso es pensar que los altos voltajes generados por las mutuas descargas desde las nubes a los minerales terrestres, adonde fueron atraídos, y las de éstas hacia aquellas, fueron las fuerzas destinadas a transmutar los átomos de los metales en una agrupación de elementos que constituyeron moléculas de gran masa, verosímilmente del tipo de los proteidos. Como estos últimos ya existían en el planeta, componiendo a los seres vivientes, la nueva creación se realizaba porque debía originar un género con características propias.
Al formarse una cáscara esférica y aisladora alrededor de los nuevos átomos, con un espacio vacío intermedio, es de suponer que se establecía un sistema electromagnético más localizado, de energías sutiles y constantes. El objeto era agrupar estos proteidos en el sentido de manifestar fuerzas creadoras y asimilativas.
Llegado el proceso a su maduración, se rompió la cápsula, ya inútil, y el presunto elemento entró en contacto con las substancias comunes de la tierra y con las energías correspondientes. Entonces, una nueva adaptación al ambiente hizo nacer una célula con individualidad y autonomía; una célula germinativa de una nueva planta: el trigo, la planta de los dioses.
Los Iniciados enseñaron a los ario-semitas cómo seleccionar estas semillas y desarrollaron una planta más grande, aunque semejante al actual trigo.
Durante generaciones y generaciones los ario-semitas sembraron exclusivamente trigo, porque tenían la misión de llevar ese tesoro a través de las subrazas siguientes.
Durante los últimos tiempos de la subraza ario-semita se formaron dos corrientes: la de los negros y la de los blancos.
El hermoso tipo pardo formado al contacto con los ario-arios fue desapareciendo; los atlantes mongoles se infiltraron y mezclaron cada vez más con los ario-semitas, que se volvieron cada vez más negros; y hubo muchas guerras entre ellos.
Los negros adquirieron mayor fuerza y devastaron las tierras de los pardos; éstos se vieron obligados a huir a la India, aniquilar a sus habitantes y adueñarse de sus tierras, llevando el estandarte de esta civilización, el trigo, su símbolo sagrado.
Los negros, más guerreros y más poderosos, fundarían la subraza irania.

Enseñanza 8: La Torre de Babel

Mientras imperaba la subraza ario-semita ocurrió el cuarto y último hundimiento de Atlántida, hace 87.000 años.
Los ario-semitas, que de agricultores se habían convertido en pueblos fuertes y poderosos y que empezaban a dejarse asimilar por los atlantes, levantaron poderosas ciudades, aunque ellos no trabajaban en ellas.
Tomaban esclavos atlantes que hacían trabajar bajo su dirección. Los atlantes empleaban su estatura y su fuerza y los ario-semitas su inteligencia.
Erigieron inmensas pirámides, que eran el centro de sus ciudades; inmensas torres que parecían desafiar el cielo.
En las líneas y medidas de estos gigantescos monumentos escribieron la historia del universo en signos, medidas y líneas, la historia del hombre y de los hombres venideros.
A su lado, las pirámides de Egipto son pigmeas.
Pero la constante promiscuidad con los atlantes hacía que los ario-semitas fueran atraídos por el fuerte magnetismo animal de estos y se contagiaron en sus males, ambiciones y artes negras.
A tanto llegó el poder de su civilización, que estos hombres llegaron a creerse como Dios y que sus templos piramidales desafiarían al Cielo, por contener toda su sabiduría. De tal manera, que se dejaron arrastrar y asimilar por los atlantes mongoles.
Pervirtieron su lengua sagrada y volvieron a usar el idioma monosilábico y gutural de los atlantes, formándose, así, diversas lenguas.
Pero había llegado la hora que Atlántida debía desaparecer definitivamente bajo las aguas. Y se produjo el cuarto diluvio.
Durante días y días llovió torrencialmente sobre la tierra; el mar embravecido se levantaba como un monstruo para tragarla.
Durante cuarenta años hubo continuas inundaciones, sumersiones y cambios atmosféricos.
Los Grandes Iniciados llevaban a los pueblos al reparo de las tierras que sabían prometidas para la nueva subraza.
Los arios de la Tribu de Vashishia en Sudáfrica perecieron. Los de América quedaron apartados por el Océano del resto del continente; eventualmente fueron absorbidos por los Iranios.
Los de las Tribus de Marichi y de Narada fueron casi totalmente arrasados por las aguas que descendieron de los Himalayas y más adelante absorbidos por los Iranios. Los de la Tribu de Atri permanecieron casi ocultos y también, a su vez, fueron absorbidos por los Iranios. Los de la Tribu de Vashishia que permanecieron en Europa, incólumes, esperaban su hora.
Después del Gran Diluvio, los ario-semitas, muy debilitados, fueron cada vez más absorbidos por los atlantes, hasta formar un tipo nuevo: el hombre ario de tez negra.
Estos ario-semitas de tez negra hostilizaban a los demás ario-semitas que quedaban. Los restantes ario-semitas también guerreaban con los últimos ario-arios, que fueron, poco a poco, desapareciendo.
Los accidentes climáticos y los cambios producidos en la Tierra por los movimientos sísmicos, habían destruido la fertilidad de los campos, pero los hombres llevaron la semilla del trigo, la sembraban y enseñaban su cultivo a los vencidos, hasta la aparición de la subraza ario-irania.


Enseñanza 9: La Subraza Ario-Irania

Con anterioridad al cuarto gran diluvio atlante, los sistemas hidrográficos de continentes e islas, tanto en lo que se refiere a lagos como a ríos, eran pobres.
No había lagos de agua dulce; los existentes, en realidad grandes pantanos, eran salados debido a que se comunicaban con el mar.
Los ríos eran muy cortos, ya fuera por desembocar en el mar cerca de su nacimiento o porque sus aguas eran absorbidas por el suelo. Puede suponerse que estas características obedecían principalmente a la porosidad de la tierra. La sucesión de temperaturas muy altas y muy bajas, provocaría el resquebrajamiento del suelo, impidiendo que el agua se juntara en la superficie.
El cuarto gran diluvio aparejó un cambio fundamental; es de creer que las continuas lluvias dieron origen a un clima menos extremo y que además influyó algún otro factor para impermeabilizar la tierra, tal vez el arrastre y depósito de grandes cantidades de materia orgánica, especialmente algas.
El hecho es que, a partir de entonces, se formaron lagos de agua dulce, formados por las aguas pluviales o surgentes, que se juntaban en las depresiones sin ser absorbidas. También aparecieron los primeros grandes ríos cuando buscando su nivel, las aguas encontraban un paso para franquear las alturas que las rodearan, formándose así los primeros grandes cauces.
Mientras tanto se gestaba la subraza ario-irania, cuya definitiva aparición ocurrió hace 75.000 años.
Estos negros iranios, guerreros y salvajes, arrasaban a su paso toda civilización. Únicamente respetaban a los animales salvajes, siendo los primeros en usarlos para servicio del hombre y en los cultivos de trigo.
Conquistaron a la India actual, absorbiendo definitivamente a los descendientes de la Tribu de Narada, así como a los de Marichi y Atri.
Desde la India continuaron sus conquistas, siguiendo los cauces que las aguas abrieron, como grandes surcos, a través de la tierra.
Una columna de ario-iranios, salida de la India, costeó el Golfo Pérsico, atravesó en balsas el mar que cubría a la actual Arabia, hasta una isla ubicada donde hoy está Egipto. Costearon hacia el Sud el mar, hoy desierto de Sahara, hasta una latitud que corresponde aproximadamente a Mozambique. Desde las montañas de Etiopía descendían ya las aguas que formarían el futuro río Nilo.
Una segunda columna siguió una ruta parecida a la de la Tribu de Vashishia; cruzó las islas que aún quedaban en el Atlántico, que se iban hundiendo, y llegaron a América donde absorbieron definitivamente a los ario-arios. Se establecieron principalmente en la región hoy regada por la cuenca del Río Colorado de los Estados Unidos.
Una tercera columna siguió el valle de un gran río, llamado Haneioc, que muchos siglos después se dividiría en dos, actuales ríos Eufrates y Tigris; dominaron la región de la actual Mesopotamia.
La cuarta columna de Iranios, llamada la desgraciada o la fracasada, se dirigió a unas grandes montañas, posiblemente en la región de las cuencas de los actuales ríos Volga y Don; pero fueron enseguida vencidos por los de la Tribu de Vashishia que conservaban pura su raza; fueron reducidos a esclavitud y en el curso de dos mil años desaparecieron definitivamente.
La quinta columna de iranios, que fue la más grande y poderosa, desde la región que ocupa la India actual se dirigió hacia el Nordeste hasta el mar de Gobi; costeó sus bordes Sud, Este y Norte, yendo en definitiva a establecerse hacia el Noroeste del mismo, actual Turquestán Chino, en una tierra virgen recién emergida a orillas de un río que se dirigía hacia el mar helado del Norte, cuya cuenca es regada hoy por el río Ienisei y sus afluentes.

Enseñanza 10: Grandeza y Poder de los Ario-Iranios

Los iranios se desparramaron en distintas direcciones dominando, al cabo de un milenio, todo el mundo por ellos conocido.
Los atlantes habían desaparecido definitivamente del continente y moraban en las dos grandes islas que quedaban del continente hundido en el medio del Atlántico; eran conocidos por los pueblos iranios, más como mitos que como realmente existentes. Pero nuevos hundimientos obligarían más adelante a los atlantes a buscar nuevas tierras y éstas estaban ya ocupadas por los arios.
Las columnas iranias que conquistaron las tierras que luego serían de Egipto y las que ocuparon la cuenca del Haneioc, se establecieron en dichas zonas, aunque más adelante fueron conquistados, y sus tierras devastadas por los iranios que vivían en la actual cuenca del Ienisei.
Pero no tuvieron ningún contacto con los iranios que perecieron en la actual cuenca del Volga ni con los que se fueron a América.
Los iranios de la cuenca del Ienisei, mientras tanto, crecieron extraordinariamente en fuerza y poder. Poseían la astucia de los atlantes y la fuerza físico-cerebral de los arios. Eran de alta estatura, bien proporcionados, de largos cabellos que para ellos simbolizaban la fuerza; eran rápidos, esbeltos y audaces. El rostro no era bello pues eran de tez negra, cara achatada, ojos ovalados y con una constante expresión de sonrisa maliciosa.
Estaban dotados de gran sangre fría y extraordinario valor. En la guerra luchaban con grandes lanzas de madera con puntas de piedra negra y con enormes mazas, también de madera, endurecida en agua mar. No abandonaban el combate hasta haber destruido al enemigo; luchaban cuerpo a cuerpo como fieras; tenían largos dientes afiladísimos que hincaban en el cráneo de sus adversarios. No vestían sino un taparrabo de fibras vegetales.
Vivían continuamente militarizados; y a diferencia de los ario-arios y de los ario-semitas no elegían rey en determinada dinastía sino entre los generales más valientes.
Acostumbrados a climas fríos, levantaron sin plan inmensas ciudades de piedra; a la medida de las necesidades agregaban las habitaciones. El resultado era una gran masa de piedra que a veces se constituía en fortaleza inexpugnable. Los militares se dividían en dos grandes grupos: los más viejos, y los más jóvenes que constituían la reserva y defendían las tierras cultivadas y las ciudades. Las guerras eran constantes, siendo la ocupación masculina por excelencia; el cultivo de la tierra estaba a exclusivo cargo de las mujeres.
Poseían un arte especial en domesticar fieras; cabalgaban elefantes blancos, de gran corpulencia y corta trompa que pintaban de negro durante la guerra.
No tenían templos o culto propiamente dicho; adoraban al fuego que mantenían constantemente encendido en el centro de sus ciudades y de sus hogares; las mujeres que lo guardaban se consideraban santas y privilegiadas. Sólo estas vírgenes sacerdotisas tenían derecho a bailar en presencia de los soldados en las grandes solemnidades. Los soldados tenían el privilegio de bailar aparte entre ellos.
Su escritura consistía en impresiones de la mano u otra parte del cuerpo sobre vegetales.
La guerra constituía la vida de estos hombres. Por eso se lanzaban a grandes conquistas bajo dirección de diversos Grandes Iniciados, que eran verdaderos condottieri.
En los países que invadían no sólo destruían a las personas, sino también a las ciudades, respetando sin embargo los cultivos y los animales.
A mediados de la subraza, estos iranios invadieron la cuenca del Haneioc, la conquistaron definitivamente y más tarde invadieron el actual Egipto. Como esta región era muy lejana de su lugar de origen, poco a poco olvidaron a su país y a sus antepasados.
Algunas colonias anteriormente establecidas de ario-semitas, pudieron escapar al desastre y fueron mezclándose con los iranios, sembrando la primera semilla de aquel pueblo extraordinario que durante la subraza ario-teutónica sería el egipcio.


Enseñanza 11: La Formación de la Subraza Ario-Celta

Los ario-iranios que ocupaban la región que actualmente riega la cuenca del Ienisei, costearon el Mar Helado y descendieron luego sobre la región del río Haneioc, que sometieron y devastaron.
Una colonia de los ario-iranios allí establecidos emigró hacia el noroeste estableciéndose en una tierra que ocupaba, principalmente, el lugar del actual Mar Mediterráneo, aunque también se extendía considerablemente más hacia el Norte, ya que restos de la misma son las regiones montañosas de Escocia y Vasconia, así como las de Sicilia y Calabria.
Toda esta tierra estaba rodeada, como por un gran anfiteatro, de volcanes inactivos, siendo limitada al Norte por el Mar Helado y al Este por un inmenso río que la separaba de la región de Haneioc.
La región del actual Mediterráneo era una tierra de aluvión, fertilísima, de clima templado y variable y que proporcionaba a sus moradores grandes cosechas y abundantes pastos para sus animales.
Pero hace 57.000 años, ocurrió un notable cambio de clima, acompañado de fenómenos sísmicos de magnitud.
Los volcanes entraron en acción proyectando al principio, tal cantidad de ceniza que obscurecía por semanas el cielo; los cráteres vomitaron luego fuego y finalmente, grandes corrientes de lava se precipitaron por las laderas, arrastrando todo, lo cual unido a intensos movimientos sísmicos, abrió el cauce del gran río del este permitiendo también que las aguas del mar Helado invadieran la fértil planicie.
Los habitantes perecieron a millares salvándose algunos al huir a las montañas.
Pasado el período de convulsiones, en lugar de la fértil tierra quedó un mar que luego sería el actual Mediterráneo, aunque sembrado de hermosas y fértiles islas.
Los pocos sobrevivientes comenzaron una nueva vida de constante lucha contra el mar y la Naturaleza.
Este resto de ario-iranios vencidos, avasallados y casi totalmente destruidos por la Naturaleza, estaba destinado a ser el brote de la subraza ario-celta.

Enseñanza 12: La Subraza Ario-Celta

La subraza ario-celta nació en la región que ocupa la actual cuenca del Mediterráneo, hace 50.000 años.
Ese territorio no ofrecía su aspecto actual. Era verdaderamente maravilloso; el mar estaba rodeado por altísimas montañas volcánicas y cerrado herméticamente, salvo por un pequeño estrecho, presumiblemente en la región de la actual Macedonia, que le comunicaba con el Mar Helado.
Era como un gran anfiteatro en donde, a los pies de altas montañas, había fértiles valles de tierras de aluvión.
El mar estaba salpicado de numerosas islas; las principales eran tres: la de Serg, que abarcaría la actual Córcega y Cerdeña; la de Penelpon, muy extensa, situada aproximadamente donde la Grecia actual y separada de Macedonia por un gran río; y la de Eterias, que luego sería Etruria. Todas estas islas eran fértiles y hermosas.
Los ario-celtas, por su situación geográfica, estaban muy alejados de los pueblos iranios y desconocían a los Atlantes, que entonces vivían escondidos en su gran isla en medio del Atlántico.
Un destino divino estaba reservado a esta subraza: el de sembrar la paz y la prosperidad, el de llegar a colocar la mente en alta posición racional para que el puente entre el instinto y la intuición fuera un libre paso para el alma.
Los ario-celtas llegaron a una civilización extraordinaria, imposible de describir.
La religión, para ellos, era el arte de cultivar la belleza y el don de pensar y analizar los pensamientos.
Sus ciudades eran hermosísimas y fueron las primeras que se planearon con el trazado de diagonales. Cada casa poseía un pequeño parque y unas comodidades hoy completamente desconocidas: baños termales, aparatos revestidos de mármoles para la aplicación de rayos solares en bien de la salud, asientos aireados de fibra vegetal.
A mediados de esta subraza era tal el adelanto intelectual, que los diversos pueblos dirimían sus contiendas por medio de guerras discursivas. No tenían reyes ni se regían por el sistema del matrimonio; eran gobernados por un senado de 72 ancianos y por agrupación de dirigentes más jóvenes que pudieran denominarse diputados.
Físicamente eran de estatura semejante a la actual pues medían de 1.80 a 1.90 metros; eran hermosos, de rostro ovalado, cabello rubio, castaño o negro, frente amplia, nariz aguileña y larga, porte distinguido.
Tan pulcra era su vida y tan ordenada su alimentación que poseían una perfecta función glandular; conservaban hasta avanzada edad su aspecto juvenil.
Cuando la población crecía mucho, los ancianos se entregaban voluntariamente al fuego, para que los jóvenes disfrutaran de las ventajas de una comunidad más reducida; y lo hacían como un acto sagrado después de beber un licor anestesiante.
Pero lo más notable de esta subraza es que procuraban conquistar a los ario-iranios más cercanos no mediante la guerra, sino anegando sus territorios bajo las aguas. Por eso se llamó a esta subraza “la que intentó formar un mar”.
Construyeron un alto terraplén en la parte Norte del actual Mar Negro, que se comunicaba con el Mar Helado por un estrecho; embalsando las aguas de éste, la descargaron luego sobre el valle ocupado por los iranios, actual Mar Caspio. Pero con el tiempo, la región se desecó y las tierras perdieron su fertilidad. Con el tiempo, la Naturaleza aprovechó la obra del hombre; por las lluvias y los desbordamientos del mar se formó allí un gran lago, hasta que cedió el terraplén construido; se desbordaron las aguas del mar Negro, se juntó con las aguas del lago Penelpon formando el Mar Negro actual.

Enseñanza 13: Fin de la Subraza Ario-Celta

Los ario-celtas eran poco numerosos; y si pudieron cumplir la misión de ser progenie de la subraza subsiguiente, ello se debió a las características físicas de las tierras que habitaron, rodeadas de altísimas montañas volcánicas.
Pero en las postrimerías de esta subraza, todo, la Naturaleza y los hombres de la subraza ario-irania, parecieron ponerse de acuerdo para su destrucción total.
El que hoy se llama mar Mediterráneo estaba extremadamente agitado; sus tempestades inundaban y sumergían parte de las tierras, dejando otras nuevas en descubierto.
La isla Eterias quedó unida por su parte Norte al continente y surgió una nueva isla, donde está la actual Sicilia; también surgió otra más, maravillosa, en el lugar que ocupa hoy Grecia.
Los ario-iranios habían sido relegados hacia el Este por las hábiles tácticas de los celtas que, si bien inferiores en número, eran formidables en todo arte de pensar y dirigir.
Pero cuando los mares abrieron brechas entre las montañas, permitiendo que las aguas invadieran las tierras de los celtas, otro tanto hicieron los iranios entablándose cruenta lucha.
Coincidió ésto con la gradual sumersión de las islas que habitaban los atlantes en medio del Atlántico; lo cual les obligó a buscar otras tierras, llegando algunas de sus tribus a ponerse en contacto con los iranios y los celtas, aterrorizándolos, pues los creían extinguidos.
Estos negros gigantes fueron tomados por demonios vengadores, que sembraban pánico en las multitudes.
Pero el clima resultaba nocivo a los atlantes, que otra vez buscaron refugio en las islas del Oeste.
Esta aparición había producido una tregua entre celtas e iranios; pero habiéndose retirado los atlantes recrudeció la guerra.
Mientras tanto, en las costas de las islas celtas se había formado una intrincada red de ríos, canales y pantanos, especialmente en una región situada entre las actuales Sicilia y Grecia.
Los celtas conocían la comarca perfectamente y establecieron en ella un reino, llamado Minota, dirigido por un Gran Iniciado, defensor de la subraza. Los celtas atraían a los iranios a aquellos pantanos, los cuales, ignorantes de los peligros que les acechaban, perecían a millares.
De estos sucesos surgió la leyenda del Minotauro y el Laberinto.
Pero, a pesar de todo, los iranios cada vez más numerosos terminaron por imponerse a los celtas, quemaron sus ciudades, se apoderaron de sus mujeres y de la unión de los iranios con los celtas surgió la gloriosa subraza de los ario-teutones que destruiría a los atlantes de raíz.

Enseñanza 14: Nacimiento de la Subraza Ario-Teutónica

Los arios habían nacido para la guerra.
Empezaba la era de la guerra con los atlantes, la llamada “Guerra de los mil quinientos años”.
El cambio de posición del eje de la tierra permitió a los arios vencer totalmente a los atlantes, que desaparecieron de la tierra definitivamente.
Como los celtas e iranios habían degenerado notablemente durante este tiempo, por su mezcla con los últimos residuos de los atlantes y, durante la lucha de los 1.500 años con los atlantes, resultó que la naciente subraza ario-teutónica, que habría de ser tan hermosa, fuera en sus comienzos muy imperfecta.
El primer brote de los teutones era de aspecto horrible. La mezcla entre celtas y los atlantes trajo como consecuencia una natural insuficiencia de la glándula hipofisiaria.
Puede afirmarse que todos eran acromegálicos, de cráneo pequeño, grandes mandíbulas, ojos hundidos, pómulos salientes, labios gruesos, manos y pies muy grandes. De facultades mentales poco desarrolladas, vivían en estado semisalvaje, verdaderos hombres de las cavernas y de la Edad de Piedra.
Parecía que toda la antigua grandeza y esplendor de la Raza Aria había terminado; pero como nada perece, tampoco pereció esa grandeza y cultura; la potestad de razonar, propia de los arios, era como una semilla en el seno de esos pueblos que brotaría con fuerza extraordinaria.
Los cambios geográficos que se produjeron por esos tiempos fueron los siguientes:
El Mar Helado desapareció dejando en su lugar un desierto de hielo y nieve.
Los principales grandes ríos se ramificaron o dividieron, empequeñeciéndose en consecuencia.
La isla Eterias, unida ya al Norte con el continente fue adoptando la forma de la actual península Itálica hasta la región de Campania.
Grecia también dejó de ser una isla al unirse al continente frío, así como Tesalia, Macedonia y Ucrania.
La gran isla central del Mediterráneo fue desapareciendo bajo las aguas, dejando una pequeña isla que se dividió en dos, uniéndose la parte ibérica con la región céltica.
La costa africana, libre de las grandes cadenas volcánicas, era una tierra fértil, hermosa y promisoria, muy lejos de parecerse al actual desierto.
Esta tierra, surcada de ríos que salían del gran río, actual Nilo, tenía en sus proximidades grandes islas de hermosa vegetación.
Allí se asentaron los primitivos ario-teutones, los que evolucionaron más rápidamente; mientras que los más atrasados moraban al Norte, en Italia, en Grecia e Iberia.

Enseñanza 15: Desenvolvimiento de la Raza Ario-Teutónica

Los ario-teutones que habitaban el Norte de África, desde luego siempre dirigidos por Iniciados Solares de Segunda Categoría, hace 25.000 años fundaron paulatinamente razas y naciones internándose en el continente africano.
En el centro de África había entonces un gran lago, tal vez en la actual cuenca del Congo.
Surgió allí la civilización de unos pueblos de tez cobriza, llamados Tamiráfik, que desarrolló una gran cultura y evolución espiritual, aunque basada esta última, en la razón.
Eran pueblos que vivían en comunidad, algo así como los espartanos, no conociendo moneda.
Sus dones más apreciados eran el desarrollo físico y el arte de pensar.
Vivían aislados de los demás pueblos, numerosos, que habitaban el continente y temían adquirir las ideas de los mismos, por considerarlas impuras.
No tenía entonces África el salvaje aspecto actual y su clima era más templado.
Es muy notable el hecho de que ninguno de estos pueblos fueran destruidos. Desaparecieron gradualmente por debilitamiento físico de sus habitantes, por la invasión del desierto, por cambios de clima ocasionados por corrientes marinas cálidas y causas semejantes.
Puede decirse que los lacedemonios fueron la última expresión de estos primitivos ario-teutónicos.
Los pueblos egipcios no fueron directos descendientes de estos teutones; fueron una mezcla de descendientes de subrazas anteriores, podría decirse que fueron herederos de las características atlante-turanias y de los ario-teutónicos que civilizaron el centro de Asia y que hace 15.000 años se establecieron en el valle del Nilo.
Otra columna de teutones se esparció por diversas comarcas de Asia, fundando pueblos y naciones. De entre ellas, la que más se distinguió fue la establecida, hace 15.000 años, en la India.
Estos teutones, blancos, tenían una forma de vivir distinta de los que habitaban el centro de África; vivían separadamente, en clanes o en tribus nómades, buscando pastoreo para su ganado.
Eran muy resistentes, pudiendo soportar toda clase de privaciones y los climas más adversos.
Cuando se asentaron, fundaron naciones milenarias, quizás las más antiguas del mundo cuya existencia pudiera probarse históricamente.
Los ario-teutónicos de menor pureza racial eran de tez negra. Vivían en islas, no muy extensas, en los océanos Indico y Atlántico, no lejos del Africa del Sud. Eran perseguidos encarnizadamente por los demás teutones, para quienes era deber sagrado el matarlos; algo así como los espartanos a los ilotas. Recibían, por ello, el favor del cielo.
En consecuencia, estos negros teutones tenían que huir constantemente; y a través de sus islas eventualmente se establecieron en América; de su unión con los ario-teutónicos ya establecidos se formó la raza que pudiera llamarse roja.
También lograron una civilización adelantada; cabal testimonio de ello tuvieron los conquistadores de Méjico.
Los ario-teutones que emigraron a la Malasia también fundaron una gran civilización, la raza amarilla.

Enseñanza 16: Los Primitivos Ario-Teutónicos

No debe suponerse que cuando se desarrolla una subraza, como se ha ido describiendo en este curso, quede deshabitado el resto de la Tierra.
Restos de anteriores subrazas, cuando no desaparecieron, han subsistido o se han renovado, con suerte diversa, aunque siempre eventualmente conquistados y absorbidos por la subraza dominante.
Al empezar la época de la subraza ario-teutónica, estos hombres se desparramaron por el Norte de África, el Sud de Europa y, tras guerras y migraciones mezclándose con otros tipos, llegaron hasta el corazón de Asia.
Fueron perfeccionándose paulatinamente durante diez mil años hasta lograr un cuerpo exactamente igual al del hombre actual.
Los habitantes del Norte de África evolucionaron notablemente y extendieron su civilización por todo el Sud de Europa y Nordeste de América, mezclándose con los otros primitivos teutones que habitaban Grecia, Italia e Iberia.
Pero los que tomaron mayor incremento fueron los ario-teutónicos que se establecieron en la India hace unos 15.000 años.
Todos estos pueblos ario-teutónicos estaban divididos ya en cinco tipos predominantes: Negro, Cobrizo, Rojo, Amarillo y Blanco. Habitaban aproximadamente los lugares geográficos de sus actuales respectivas expresiones: los negros en desaparecidas islas que bordeaban el África, los cobrizos en el centro y norte de África, los rojos en la naciente América, los amarillos en la Malasia y los blancos en el Sud de Europa y de Asia.


ÍNDICE:


Enseñanza 1: Formación de la Raza Aria
Enseñanza 2: La Subraza Ario-Aria
Enseñanza 3: El Retorno de los Hijos del Manú
Enseñanza 4: Narada
Enseñanza 5: Formación de la Subraza Ario-Semita
Enseñanza 6: Las Siete Ramificaciones de la Raza Aria Primitiva
Enseñanza 7: La Subraza Ario-Semita
Enseñanza 8: La Torre de Babel
Enseñanza 9: La Subraza Ario-Irania
Enseñanza 10: Grandeza y Poder de los Ario-Iranios
Enseñanza 11: La Formación de la Subraza Ario-Celta
Enseñanza 12: La Subraza Ario-Celta
Enseñanza 13: Fin de la Subraza Ario-Celta
Enseñanza 14: Nacimiento de la Subraza Ario-Teutónica
Enseñanza 15: Desenvolvimiento de la Subraza Ario-Teutónica
Enseñanza 16: Los Primitivos Ario-Teutónicos

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