ÍNDICE:
Enseñanza 1: La Vida
Enseñanza 2: Fisiología Atómica
Enseñanza 3: La Célula Viviente
Enseñanza 4: La Sangre
Enseñanza 5: Los Tejidos
Enseñanza 6: La Nutrición y la Sangre
Enseñanza 7: La Cavidad Pelviana
Enseñanza 8: El Abdomen
Enseñanza 9: Corazón y Pulmones
Enseñanza 10: La Laringe
Enseñanza 11: La Región Hipotalámica
Enseñanza 12: Las Extremidades Superiores
Enseñanza 13: Los Ojos
Enseñanza 14: Los Riñones
Enseñanza 15: Equilibrio de los Átomos
Enseñanza 16: Algunos Ejercicios para Mantener el Equilibrio de los Átomos
Enseñanza 1: La Vida
El Espíritu se manifiesta en el Universo mediante la Vida.
El hombre es el prototipo de Vida sobre la Tierra.
La Vida es siempre Mente, Energía y Materia. Esta Ley puede observarse tanto en el Macrocosmos como en el Microcosmos, en el hombre como en el átomo.
La Vida Universal, hija del Alma del Cosmos, es el gran cuerpo del Espíritu del Universo.
Este inmenso cuerpo universal tiene partes inseparables, aunque en apariencia independientes las unas de las otras, en las cadenas planetarias. A su vez, las cadenas planetarias tienen sus partes materiales en los distintos planetas; y los cuerpos físicos de todos los hombres de la Tierra, son parte del cuerpo físico de ella.
Así es, también, la Vida molecular y atómica.
Los átomos que mantienen la vida del hombre sobre la tierra son:
1.- Átomos ponderables. Estos dan la Vida material; se atraen entre sí constantemente.
2.- Átomos imponderables. Mantienen la Vida mental; se repelen entre sí.
3.- Átomos dinámicos. Son, alternativamente ponderables e imponderables; mantienen la Vida energética.
Los átomos se mantienen entre sí por tensión, relajación y equilibrio.
En cada átomo predomina un aspecto determinado de la Vida pero todos los restantes aspectos se hallan potencialmente en él.
Los átomos que constituyen la vida del hombre son los siguientes:
1.- Átomos sólidos. Les corresponde la forma cuadrada.
2.- Átomos líquidos. Les corresponde la forma semilunar invertida.
3.- Átomos luminosos. Les corresponde la forma triangular.
Éstos pertenecen al grupo de átomos ponderables.
4.- Átomos gaseosos. Les corresponde la forma espiral.
5.- Átomos magnéticos. Les corresponde la forma circular.
6.- Átomos radioactivos.
Éstos pertenecen al grupo de los átomos dinámicos.
7.- Átomos mentales.
El superhombre podría contar con:
8.- Átomos mentales de onda larga, o Voluntad.
9.- Átomos mentales de onda corta, o Conciencia.
Los átomos mentales, mentales de onda larga y mentales de onda corta, pertenecen al grupo de átomos imponderables.
Todos los átomos mencionados en esta Enseñanza son de una materia sutil, todavía no conocida por los biólogos, pues no pueden ser descubiertos por los procedimientos físicos y químicos actuales.
Estos átomos, en su totalidad, pueden llamarse átomos X, para diferenciarlos de los conocidos, que se denominan átomos H.
Los átomos X son generados por otros, de naturaleza más sutil, llamados átomos X2.
Enseñanza 2: Fisiología Atómica
El funcionamiento del organismo humano depende de la armonía de los diversos grupos atómicos entre sí.
Los elementos para la formación y organización de los grupos atómicos ponderables son extraídos del Éter Cósmico, mediante los alimentos.
Los elementos para la formación y organización de los grupos atómicos dinámicos son extraídos del Éter Cósmico en su aspecto energético; y los que forman y organizan los grupos atómicos imponderables son extraídos del Éter Cósmico en sí, a través de los Centros de fuerza, o Ruedas Etéreas.
Los átomos ponderables eran llamados por los alquimistas y físicos medioevales “sal”; los átomos dinámicos, “azufre” y los imponderables, “mercurio”.
La eliminación de los átomos ponderables enriquece a la Tierra y a su fauna; la de los átomos dinámicos enriquece al aire, al clima y a la flora; y la de los átomos imponderables, al aura de la Tierra, a las fuerzas elementales de la Naturaleza y la vida de las almas grupales.
Es necesario tener bien en cuenta sobre qué parte del cuerpo, del organismo, actúan los diversos grupos atómicos, para conocer, en consecuencia, el origen de las diversas enfermedades.
Los átomos ponderables sólidos dotan al organismo de los diversos minerales; entre éstos, los principales son el fósforo y el calcio, si bien todos ellos existen en él.
Los hombres de ciencia saben que existen diversos minerales en el organismo, aunque no la totalidad, pues algunos existen en proporciones infinitesimales.
Los átomos ponderables influyen sobre el esqueleto, los tejidos musculares y el crecimiento. Dan vitalidad al organismo.
Se eliminan, en gran cantidad, por la esperma; o son reabsorbidos por la sangre.
Tienen, en el Mundo Astral, forma cuadrada y corresponden a la Rueda Fundamental.
Los átomos ponderables líquidos dotan al organismo de agua, que contribuye en una tercera parte del peso total del cuerpo humano.
El agua está en todos los elementos líquidos del organismo, en combinación o cristalización.
Estos átomos intervienen en la producción de hidratos de carbono y en la formación de los diversos azúcares: glucosa, dextrosa y sacarosa, así como en las proteínas.
Influyen especialmente sobre los órganos de la vida vegetativa: estómago, intestinos, hígado, riñones y bazo y tienen notable preponderancia en el desenvolvimiento de las diversas etapas de la existencia, que disminuye paulatinamente a medida que se envejece. Dan flexibilidad al organismo.
Su eliminación se efectúa por intermedio de los riñones, por la orina y a través de la piel, por el sudor.
Tienen en el Mundo Astral, forma de media luna invertida; corresponden a la Rueda Esplénica.
Los átomos ponderables luminosos dotan al organismo de las grasas, glicéridos, lípidos y jabones.
Constituyen las envolturas grasosas de los nervios, se hallan dentro de las células nerviosas e influyen sobre el sistema simpático, especialmente.
Dan calor al organismo y, mediante el jugo pancreático, forman diversas combinaciones, para ser absorbidos; mantienen en buen estado el sistema nervioso generando la energía que mantiene la resistencia, adaptando el organismo a la vida.
Su eliminación se efectúa por transformación en el quilo, por los excrementos, por osificación y por combustión interna.
Tienen, en el Mundo Astral, forma triangular; corresponden a la Rueda Solar.
Los átomos dinámicos gaseosos dotan al organismo de los tres movimientos fundamentales: el respiratorio, el circulatorio y el peristáltico del sistema digestivo.
Estos átomos influyen sobre los pulmones, la sangre y los jugos digestivos.
Forman, especialmente el oxígeno, que existe en casi todas las substancias orgánicas. Están en la sangre, en forma de materia colorante, como constituyentes de la hemoglobina en los glóbulos rojos.
También forman el hidrógeno, que está en todo proceso de descomposición orgánica.
Dan movimiento al organismo y contacto con el exterior atmosférico.
Estos átomos entran en la composición de los fermentos y de las toxinas y su eliminación se efectúa por medio de estas últimas.
En el Mundo Astral tienen forma espiral; corresponden a la Rueda Cardiaca.
Los átomos dinámicos magnéticos dotan al organismo de las substancias ácidas: estéridos, aromáticos, úricos, biliares y de las sustancias alcohólicas.
De la carga magnética depende la proporción de estas sustancias, que dará la salud o la enfermedad al organismo. Influyen sobre las distintas corrientes magnéticas que corren por él a través de la sangre y de ambos sistemas nerviosos.
Dotan al organismo de la linfa magnética y le dan energía.
Se eliminan por la sangre.
Tienen en el Mundo Astral, forma circular; corresponden a la Rueda Laríngea.
Los átomos dinámicos radioactivos dotan al organismo del sistema glandular.
Circulan por hilos magnéticos tendidos a través de las diversas glándulas manteniéndose, alternativamente, en actividad y descanso.
De la perfección de este ritmo depende el buen funcionamiento glandular.
Dotan al organismo de las diversas emociones necesarias para la vida y dan sensibilidad interna por el movimiento endócrino.
Se eliminan por la secreción externa de los emultorios; corresponden a la Rueda Visual.
Los átomos imponderables mentales dotan al organismo de las tres masas cerebrales: cerebro -con la médula espinal-, cerebelo y cerebro solar.
Sus centros de fuerza residen en la glándula pineal, que es el punto de contacto con la Entidad Espiritual del ser.
Dotan al cerebro de la carga necesaria para discernir.
Se eliminan a través de las ondas mentales sobreabundantes; corresponden a la Rueda Coronaria.
Enseñanza 3: La Célula Viviente
El organismo, en su origen, presenta la forma celular.
Las células humanas, originariamente, no tienen una formación espontánea, sino evolutiva, desde la unión de átomos de materia sutil, hasta la formación de la célula corriente.
Para darse cuenta del proceso de la célula humana, desde la materia sutil hasta la densa, es necesario conocer la teoría del descenso de las mónadas, desde los Mundos Superiores hasta el Mundo Físico.
Cuando el ser muere se deshace de su cuerpo físico; éste se desintegra, pero conserva la célula originaria que le dio vida. Mas esta célula es seleccionada por la experiencia física de su última vida.
Mientras el ego se va deshaciendo del cuerpo etéreo, durante los primeros cuarenta días después del fallecimiento, esta célula se va transformando: de célula H se transforma en célula X. En los cuarenta días subsiguientes, esta última se transforma en célula X2.
Ya, la célula originaria X2 no puede estar unida íntimamente al ego; éste ha evolucionado hacia los Mundos Superiores y se une a la célula por una ligadura que es onda mental y, a su vez, está ligado por una onda magnética a los restos físicos.
Se advierte que las células H, X y X2 están formadas, respectivamente, por átomos de la misma denominación.
Cuando el ego tiene que descender al Mundo Físico, cuando llega la hora del descenso, mediante su onda mental la célula X2 va recibiendo mensajes, sacudidas, que transforman su ritmo habitual, X2, a un ritmo más denso.
Y cuando el ego, revestido del cuerpo astral que lo acompañará al Mundo Físico, forma el cuerpo etéreo que lo hará apto para vivir con cuerpo físico, la célula X2 se transforma en célula X.
La onda mental que une el ego y sus envolturas con la célula que le dará vida, es de poca extensión.
Un ejemplo: todas las células originarias X están en una misma vibración física cuando llega la hora de reencarnar; hay que imaginar que hay millones de ellas que corresponden a un ego determinado; si estas células no pueden transformarse durante el lapso de tiempo en que el ego se acerca a las envolturas, en célula H, sufre entonces un choque que lo repele y vuelve a transformarse en célula X2.
Pero si la onda física es adecuada, la célula X se transforma en célula H.
La célula H no puede formarse sin la contribución física.
Mientras se efectúa el acto sexual, en el momento que en los ovarios existen los elementos químicos para la formación de la célula H, es cuando el ego puede unirse a la célula más sutil, X; a dicho contacto, esta célula X se transforma definitivamente en célula H, empezando la formación del hombre en el claustro materno.
Todos los átomos están en potencia, en una célula originaria humana.
La célula H, o humana, está compuesta de cinco partes:
1.- La membrana de la célula.
2.- El contenido de la célula o protoplasma.
3.- El núcleo, o corpúsculo esférico.
4.- Otros núcleos secundarios, propulsores de la irritabilidad o multiplicación.
5.- Núcleos secundarios de súper-irritabilidad, o destructores.
Las células presentan todas las formas que se ven en el Mundo Astral; acompañan a los diversos átomos, desde el cuadrado de la célula chata hasta la circular que se refiere a la esférica.
En el organismo perfecto hay 39 x 10 (a la enésima potencia) células.
Van aumentado desde 27 x 10 (a la enésima potencia) hasta 39 x 10 (a la enésima potencia).
Pero paulatinamente van muriendo estas células.
Esta transformación numérica de células se llama metabolismo celular.
El metabolismo celular es ponderable, dinámico e imponderable.
El metabolismo ponderable es evolutivo, progresivo y constructivo; quiere llegar a dotar al organismo del número perfecto de células.
El metabolismo celular dinámico es aquél que mantiene las células vivas mediante la digestión, la respiración y la reproducción.
El metabolismo celular imponderable es regresivo, degradativo y destructivo.
La decrepitud es originada por la pérdida de células.
Hay organismos que poseen mayor vitalidad; cuando mueren las células saben reproducirlas. Ello sucede cuando se vive una vida natural.
En la célula, la disminución de la irritabilidad crea un campo propicio para la súper-irritabilidad, que la destruye completamente.
Enseñanza 4: La Sangre
La sangre es un tejido de substancias intercelulares líquidas, con células blancas y rojas, que está contenido en los vasos sanguíneos.
La sangre, a través de su recorrido por diversos órdenes de canales, pasa por dos sistemas capilares: el de los pulmones y el de los otros órganos en general.
La sangre tiene una corriente directa, que entra en las venas y otra indirecta, que atraviesa las paredes de los capilares y se reabsorbe por los vasos linfáticos.
La linfa es sangre filtrada y cargada con corrientes energéticas especiales.
Los vasos linfáticos intestinales absorben el quilo intestinal y lo vuelcan en la sangre a través del sistema de la vena porta.
La sangre, que es la principal fuente de vida del organismo, no sólo determina la vida en substancia, sino también con la armonía de su movimiento circulatorio.
Los átomos ponderables sólidos mantienen la armonía de esta circulación, que no debe ser ni excesivamente rápida ni excesivamente lenta y se conoce su buen estado por la armonía, en la sangre, entre lo ácido y lo alcalino. La acidez de la sangre consiste en una determinada gran concentración de átomos de hidrógeno disociados en ella; la alcalinidad, en una menor concentración.
Por eso, no sólo causas conocidas comunes pueden traer un trastorno, sino también causas morales que influyen en dicho equilibrio: abuso sexual, alteraciones psíquicas causadas por el temor. Esta influencia perturbadora se manifiesta durante las siete horas que siguen a las comidas, siendo más intensas durante las primeras tres horas y cuarto, disminuyendo notablemente luego.
Los átomos ponderables líquidos mantienen el peso y volumen de la sangre, mediante el control de la circulación; esto se verifica por medio del ritmo cardíaco.
La inarmonía de la cantidad tiene, además de un origen cardíaco, otro, por los sistemas glandular y nervioso.
Los átomos ponderables luminosos tienen la función de mantener la proporción normal entre los glóbulos blancos y rojos.
Una vida sedentaria, excesivamente cómoda, puede acarrear una leucocitosis, mayor o menor.
Los átomos ponderables luminosos controlan esta proporción también mediante la velocidad de la circulación, con la cual eliminan adecuadamente los glóbulos rojos envejecidos y los blancos que se hayan vuelto inservibles.
Si se produce una hemorragia, provocada por un traumatismo violento, la activación circulatoria así producida compensa la pérdida de estos átomos. Por eso, en determinados casos, es perjudicial la sangría, sobre todo en los adultos, por no ir acompañada de esta compensación.
Los átomos dinámicos gaseosos influyen sobre la sangre regulando la velocidad del movimiento circulatorio: lo acelera, lo retarda o lo pasan de uno a otro.
Este proceso está indicado por la buena oxigenación de la hemoglobina, la cual es el pigmento hemático que capta el oxígeno en los pulmones y lo libera en los tejidos. El mal estado, en cambio, se indica por el aumento de estroma de los glóbulos rojos y por la deficiente oxigenación de la hemoglobina.
Esta clase de movimiento circulatorio está supeditada al ritmo respiratorio.
Los átomos dinámicos magnéticos mantienen el equilibrio entre la linfa y la sangre y la linfa es, a su vez, el control entre la célula y los tejidos.
El equilibrio entre la linfa y la sangre debe ser perfecto y se produce, luego de una serie de oscilaciones decrecientes, hasta llegar al nivel.
La sangre coagula con mayor rapidez que la linfa porque esta operación está dirigida por una corriente plasmática de átomos H que influyen directamente sobre los núcleos, también de átomos H, de los glóbulos rojos ordenándolos y apilándolos para que se produzca una correcta coagulación.
La linfa tiene una coagulación más lenta porque responde a una corriente alternada de átomos H y de átomos X. Cuando esta corriente linfática se pasa a la sangre, trae un desequilibrio en la coagulación de la misma, que puede ser mortal, como en ciertas enfermedades que causan hemorragias.
Este paso anormal de la corriente de la linfa hacia la sangre se produce porque la linfa, que tiene propiedades tóxicas que cambian según las diversas regiones del cuerpo y órganos, hace menos densa la resistencia para el paso de una a la otra; y cuando aumenta la descarga tóxica de la linfa, ésta llega a la región laríngea y establece una alteración de las secreciones hormonales de la tiroides y, principalmente, de la paratiroides.
Al existir este desequilibrio se produce una alteración del paso normal de los átomos X linfáticos a átomos H, por el hecho de pasar con mayor rapidez aquéllos a la sangre.
Algunas de estas anormalidades se mantienen latentes en las madres para hacerse efectivas en la descendencia.
Los átomos dinámicos radioactivos dirigen el paso de la sangre arterial a la venenosa.
La sangre arterial es de composición uniforme en todo el sistema; al pasar a las venas, existen unas válvulas de átomos X dirigidos por los átomos dinámicos radioactivos y dejan que la sangre se transforme de arterial a venosa; esa última varía de composición según el órgano del que procede.
Pero estas válvulas no sólo dirigen la transformación de la sangre de arterial a venosa sino también vigilan para que no entren en ella substancias tóxicas foráneas, de cualquier naturaleza.
Además, tiene la propiedad de que, si estas substancias tóxicas fueran inoculadas a la sangre en determinada e infinitesimal medida, ellas las transformarán en tóxicos comunes, que servirán para inmunizar al organismo.
Los átomos imponderables mentales regulan la producción equitativa de los glóbulos blancos y rojos en las médulas óseas.
Enseñanza 5: Los Tejidos
Los tejidos se dividen en tres categorías: los epiteliales superficiales, los epiteliales profundos y los conectivos.
Los tejidos epiteliales superficiales se renuevan totalmente y se eliminan con rapidez; las nuevas células substituyen y empujan a las viejas, que se desprenden del organismo.
Los tejidos epiteliales profundos, por estar situados en lo íntimo del organismo y sólo teniendo con lo exterior comunicaciones indirectas por medio de la sangre y tejidos epiteliales superficiales, tienen que eliminarse en forma de líquido y partículas muy tenues. La forma permanece aparentemente igual, pero la substancia cambia de continuo.
Los tejidos epiteliales, superficiales y profundos están ligados por el tejido conectivo.
Éste constituye el sostén del organismo. Cubre los tejidos profundos recubiertos del epitelio, presentando dos especies de cavidades: unas reciben los elementos profundos, las fibras musculares, las células nerviosas; las otras son como lagos internos, en los cuales circulan los jugos nutritivos y sus derivados.
La nutrición y las propiedades químicas de los tejidos conectivos están influenciadas por los átomos dinámicos. Podría decirse que a través de los tejidos epiteliales superficiales reciben la energía del exterior y la transmiten a los tejidos profundos; así como, a la inversa, transmiten la energía interna hacia el exterior; todo ello sin intervención del cerebro.
Los tejidos epiteliales superficiales están constituidos por uno o más estratos de células epiteliales, aplicados sobre un tejido conectivo vascular.
Cuando hay un solo estrato de células, el epitelio se llama simple; cuando las células forman varias capas, se llama epitelio estratificado.
Las células epiteliales están unidas entre sí por una substancia llamada cemento.
Los átomos que influyen sobre ellas son los ponderables. Por eso, estos tejidos atraen constantemente y agrupan a las células del organismo, mientras impiden que las vibraciones atómicas externas penetren, sin transformación, al organismo.
A esto se debe que los tejidos epiteliales superficiales tengan diversa forma y resistencia, según estén expuestos a la acción de los agentes externos. A veces se vuelven fuertemente defensivos, como en las uñas y el pelo; dejan pasar directamente al organismo las vibraciones de los rayos luminosos, por eso tienen una elasticidad y transparencia característica.
Los tejidos epiteliales profundos responden a la acción de los átomos imponderables, considerando entre estos tejidos profundos, al tejido muscular.
La consistencia del tejido muscular varía, según los estados del músculo, desde la muy dura hasta la muy blanda. Su especial consistencia hace que pueda desgarrarse con facilidad, debido a lo cual se halla protegido por los demás tejidos.
La elasticidad muscular es extraordinaria, pero sería inútil para sus funciones corrientes si no tuviera la sensibilidad que le comunica el tejido nervioso.
Los átomos imponderables específicos de los músculos establecen, dentro de éstos, una onda muy corta que está principalmente controlada por átomos X2.
La nutrición del tejido muscular es muy activa y su contracción es voluntaria o refleja.
Una última unión de los tres tejidos descriptos forma el tejido nervioso.
Los átomos ponderables, imponderables y dinámicos, actúan en él, conjuntamente.
Los tejidos nerviosos poseen tres clases de substancias que dirigen el movimiento nervioso: la substancia gris, la substancia blanca y la mielina.
La substancia gris se halla en la substancia cortical del cerebro, en los núcleos de la base del mismo, en los núcleos cerebelosos, así como en los medulares.
La substancia blanca se encuentra en las heces de la médula, cerebelo y cerebro, en las de los nervios periféricos y en las heces del gran simpático; estas últimas se diferencian de las primeras por carecer de la vaina protectora de la tercera substancia, grasosa, llamada mielina.
La conexión de los elementos nerviosos por los grupos atómicos se establece por los hilos eléctricos y magnéticos que crean un campo, onda o vía magnética; por ella pasan los átomos imponderables, que vitalizan a los ponderables por intermedio de los dinámicos, dándoles así, el sistema nervioso, su excitabilidad propia.
Enseñanza 6: La Nutrición y la Sangre
La sangre es el centro de todos los fenómenos de la nutrición.
Todos los elementos constituidos por los átomos ponderables, dinámicos e imponderables, son absorbidos por la sangre, la que los asimila, elabora, sutiliza y expele.
La absorción se realiza por tres modalidades: por la digestiva, por la secreción de las glándulas internas y por la respiratoria.
Después de utilizados, estos elementos son nuevamente expelidos por la sangre como elemento de desecho: agua, substancias solubles y gases, especialmente anhídrido carbónico.
Pero la labor más extraordinaria que efectúa la sangre es la de los cambios de su propia elaboración, tan poco conocida aún, y que son los verdaderos productores de todos los fenómenos ya estudiados en el organismo.
La sangre está constituida, en gran parte, por átomos X2; estos átomos se encuentran en ella en cantidad mayor que los demás átomos ya descritos, pertenecientes a una categoría más densa, formado por los átomos X y H.
La sangre tiene sobreabundancia de átomos X2, con la correlativa disminución de átomos más sutiles aún, átomos X3 y los sucesivamente superiores, hasta llegar a los átomos astrales.
Puede asegurarse que la sangre es el único elemento físico que contiene átomos astrales libres de unión con los físicos, aunque en cantidad muy limitada.
Mediante estos átomos astrales, el ser puede ponerse en contacto con los mundos astral y superiores.
Las glándulas aptas para ciertas funciones suprafísicas, no las podrían cumplir sin el aporte de estos átomos astrales.
La importancia de la pureza de la sangre en el producto de la reproducción es muy grande, por haber diferencia atómica astral, cualitativa y cuantitativa, entre las diversas razas y entre individuo e individuo.
Estos átomos aumentan en la sangre a la par del progreso espiritual del ser y de la raza. Además, son los verdaderos elaboradores de los átomos X y H, por medio de los elementos que llegan a la sangre.
Se sabe que la sangre atrae y asimila a estos elementos, a través de los tejidos epitelial, conectivo y profundo, siendo conveniente que los vaya expeliendo en la misma proporción en que los haya absorbido.
A veces, la elaboración interna sanguínea es lenta; expele cada vez menor cantidad, o en deficiente proporción, dejando rastros de lo no eliminado en dichos tejidos; esto es causa de todo disturbio orgánico, enfermedad, envejecimiento y muerte.
Cuando en la sangre aumentan los átomos astrales, obtiene mayor vida y ritmo normal; por lo tanto, es de vital importancia para el estudiante, mantener su sangre pura y saber cómo acrecentar los átomos astrales.
Estos átomos se eliminan por el plexo fundamental y la función reproductora; se distribuyen en la sangre por las pequeñas diferencias de temperatura en ella, controladas por el bazo y el plexo esplénico; se acrecientan con el correcto ejercicio respiratorio, por intermedio del plexo solar; se multiplican entre sí por intermedio de la circulación sanguínea, controlada por el plexo cardíaco y aumentan en número por absorción de elementos astrales depositados en la médula espinal, controlada por el plexo laríngeo.
Cuando, en los seres excepcionales, aumentan mucho en número estos átomos astrales, se depositan en la sangre átomos mentales; éstos acercan al hombre a la Liberación Espiritual, aún cuando esté vivo sobre la Tierra.
Enseñanza 7: La Cavidad Pelviana
La cavidad pelviana es el fondo ciego que cierra la parte inferior del tronco; está constituida por una cintura esquelética, formada por la columna sacrocoxígea y los huesos ilíacos.
En el hombre contiene los cólones, la vejiga, la porción pelviana de la uretra, las vesículas seminales, los conductos deferentes, la próstata, el plexo sacro y sus nervios; en la mujer contiene, además de los cólones, la vejiga, parte de la uretra y el plexo sacro, los ovarios, las trompas, el útero y la porción superior de la vagina.
La región pelviana está determinada, en su parte anterior, por una línea imaginaria que pasa por ambas espinas ilíacas ántero superiores y en su parte posterior, por el borde superior de los huesos ilíacos.
En el interior del coxis está el depósito del Éter Cósmico.
Allí se forman y organizan los distintos grupos atómicos, que se distribuyen en los centros secundarios de esta región.
El Éter Cósmico vitaliza a todos los centros, primarios y secundarios del cuerpo humano.
La región coxígea posee siete centros secundarios propios, localizados donde enseguida se expresa:
1. En la inserción posterior del escroto, o nacimiento posterior de la vulva. Su función consiste en vigorizar al organismo y darle aspecto juvenil.
2. En el orificio anal; posee la propiedad de alejar a las enfermedades y su manifestación consiste en la secreción de las glándulas anales.
3. En el glande o en el clítoris; da la facultad de atraer a los seres del sexo opuesto.
4. En la terminación inferior de los cuerpos cavernosos; estimula la eyaculación y el goce sexual.
5. En la sínfisis pubiana; frena la eyaculación y goce sexual.
6. En la parte superior de la albugínea del testículo derecho o parte superior del ovario izquierdo; determina la dosis de la masculinidad del ser.
7. En la parte inferior de la albugínea del testículo izquierdo o parte inferior del ovario derecho; determina la dosis de la femineidad del ser.
Todos estos centros secundarios tienen funciones específicas casi autónomas.
La región sacra, a su vez, posee también siete centros secundarios propios:
1. En la porción central de los conductos deferentes o, en la mujer, en las glándulas de Bartolino; permite rechazar o expeler lo que no conviene a la naturaleza sexual del ser.
2. En el canal espermático de la próstata o en el cuello del útero; permite al organismo renovarse integralmente, cada septenio.
3. En el periné posterior o sea entre el ano y la inserción posterior del escroto; regula las emociones, especialmente las sexuales, según convenga excitarlas o atemperarlas.
4. En el surco interglúteo, entre el ano y el coxis; permite la comunicación con el centro medular correspondiente, para fortificar su vibración.
5. En las vesículas seminales o glándulas uterinas; permite conservar, en ambos sexos, la potencia sexual.
6. En la terminación de los conductos deferentes o, en la mujer, en los ligamentos redondos; interviene en el aspecto sensorial de los miembros, en lo que se refiere a la sexualidad.
7. En la vejiga; regula la continencia, especialmente la del esfínter vesicular.
Además, entre los huesos y el periosteo de la pelvis, se encuentran otros siete centros secundarios:
1. En la base del hueso sacro.
2. En la fosa ilíaca derecha.
3. En la fosa ilíaca izquierda.
4. En el acetábulo derecho.
5. En el acetábulo izquierdo.
6. En la sínfisis pubiana.
7. En los isquiones; éste otorga el poder de la clarividencia para percibir a los elementos químicos de la Tierra.
Enseñanza 8: El Abdomen
El abdomen es una región del tronco interpuesta entre el tórax y la cavidad pelviana.
Superficialmente, el abdomen se divide en seis partes:
1. El epigastrio.
2. El mesogastrio.
3. El hipogastrio.
4. Los hipocondrios, derecho e izquierdo.
5. Los flancos, derecho e izquierdo.
6. Las fosas ilíacas, derecha e izquierda.
En el epigastrio se hallan: el estómago, el páncreas, el duodeno y el plexo solar, formado éste por dos ganglios semilunares y ganglios menores.
Esta región corresponde al Éter Cósmico de la Rueda Solar y tiene pequeños centros secundarios de gran importancia diseminados en ella.
Además, el epigastrio contiene el hígado y vías biliares, que están sometidos a la influencia de la Rueda Esplénica.
En el páncreas están los centros del magnetismo personal.
En la cabeza del mismo está el centro negativo de ese magnetismo; la ira, la fogosidad, hacen gastar energías de este centro y el ser pierde magnetismo rápidamente. En la cola está el centro positivo; el movimiento de este centro acrece la fuerza física, psíquica y moral del ser. Y en el cuerpo del páncreas está el centro regulador del magnetismo; el uso desmedido de los dos centros extremos acarrea la enfermedad y la muerte.
Si se produce un exceso de ira, el centro negativo del páncreas excreta substancias que actúan por vía hormonal sobre el riñón, dando toxinas, lo que produce un aumento concomitante de urea. En cambio, el excesivo trabajo del centro positivo, lo cual sucede por la soberbia y el orgullo, origina la diabetes pancreática, por acción de este centro sobre todo el páncreas.
El estómago tiene, distribuidos en la mucosa, 72 centros secundarios, cada uno de los cuales tiene una propiedad característica en la segregación del jugo gástrico. Este no siempre es igual en su constitución, sino varía según los alimentos ingeridos.
Muchos de estos centros no entran en actividad, con el consiguiente daño para el organismo.
Para mover estos centros, nada mejor que comer sin gula, ingiriendo diversidad de alimentos, en pequeña cantidad de cada uno.
Muchos centros no trabajan porque el hombre ha eliminado de su dieta, casi por completo, los alimentos duros.
El duodeno posee tres centros secundarios: uno en el bulbo o entrada; otro en la porción media y el tercero en el extremo distal.
Las funciones características de estos centros consisten en mantener siempre libre de substancias el duodeno; cuando el del medio no funciona bien, se producen graves disturbios digestivos, por estancamiento de los alimentos en el mismo.
Además, el alimento, si obstruye al duodeno, interrumpe la corriente magnética interna.
El plexo solar tiene el poder máximo del Éter Cósmico de la correspondiente Rueda.
El hígado tiene siete centros secundarios que corresponden al Éter Cósmico de la Rueda Esplénica, cuyas manifestaciones son muy poco conocidas.
Uno de estos centros se halla en el lóbulo hepático derecho, que dirige la defensa contra los microorganismos que invaden el cuerpo, por cualquier vía que sea.
Los microbios pueden ser llevados al hígado: vivos, muertos, muertos aunque con porciones generadoras vivas, desintegrados o reabsorbidos después de anterior desintegración.
En todas estas condiciones, son desintegrados y con su material este lóbulo derecho forma alimentos y vacunas.
Cuando esta porción hepática no funciona normalmente, los microbios invaden al organismo produciendo enfermedades infecciosas y, por su parte, el lóbulo derecho sufre una desordenada hipertrofia de sus células, lo que finalmente acarrea la muerte.
Otro de los centros hepáticos secundarios se halla en el lóbulo izquierdo. Es como aduanero del organismo, pues dirige la absorción y el rechazo de las substancias digeridas. Este centro, en todos los seres, se halla alterado debido principalmente a la ingestión de alimentos conservados.
El lóbulo de Spiegel tiene un centro característico de gran importancia, pues con su vibración da vida y fuerza continuamente a los lóbulos derecho e izquierdo, con el objeto de aliviar el abrumador trabajo de éstos. El Éter Esplénico que llega a este centro va impregnado de los restantes, no en forma combinada, sino separada, con cada una de sus respectivas características.
El lóbulo cuadrado tiene otro centro. Recibe también, las vibraciones etéricas separadas y refuerza la acción del lóbulo de Spiegel.
La labor esencial de estos dos centros es la de vitalizar a los centros derecho e izquierdo para que puedan humanizar las substancias vegetales y animales incorporadas.
El quinto centro está en el epiplón menor. La vibración de este centro refleja y transmite al cuerpo astral lo que ocurre en el cuerpo físico del hombre.
El ligamento redondo tiene un centro, el sexto, que transmite vitalidad astral del hombre a la mujer en el momento de la unión sexual y de la mujer al feto durante todo el transcurso del embarazo. Simultáneamente vibra la vena esplénica.
El séptimo centro se halla en la vía biliar; posee la vibración productora de la bilis.
El mesogastrio y el hipogastrio contienen el intestino delgado.
El intestino delgado tiene 72.000 centros secundarios. Cada uno de éstos produce un elemento químico diferente, parte de ellos destinados a asimilar los alimentos y los restantes para facilitar la excreción.
También, hay grupos de ellos que, en estado de ayuno, extraen ciertos elementos de la sangre, los elaboran en el intestino para reincorporar en la corriente sanguínea parte de ellos, transformados en alimentos y excretar los excedentes.
Estos centros corresponden al Éter Cósmico de la Rueda Solar.
Los hipocondrios, derecho e izquierdo, contienen al hígado y vías biliares, el bazo, los riñones, las glándulas suprarrenales y cólones; corresponden al Éter Cósmico de la Rueda Esplénica.
El bazo tiene un centro principal, de gran importancia, que regula toda entrada o salida de fuerzas astrales del organismo. Cuando en éste hay muchos átomos astrales, se contrae; cuando escasean, se dilata. Cuando se extirpa el bazo, el ser carece de control.
Las glándulas suprarrenales poseen tres centros secundarios; el intermedio, el medular y el cortical.
El centro del tejido intermedio interviene en la coloración de la piel; el hombre, haciendo funcionar de cierta manera este centro podría cambiar el color de su piel. Además, tiene importante función en el metabolismo proteico e hidrocarbonado.
El centro medular, más profundo, interviene en la flexibilidad y blandura de la piel; este centro cesa tempranamente en su funcionamiento, volviéndose la piel rugosa y flexible.
Esto es causado por el exceso de emociones en la vida, que hace que se vuelque demasiada adrenalina, allí producida, en la sangre y que no es quemada en la medida necesaria.
También, esta región glandular interviene en la producción de andrógenos y estrógenos y, por su intermedio, en los caracteres sexuales secundarios; además, en medida importante, en el psiquismo.
Esta función se halla supeditada al correcto desempeño de los centros energéticos de los conductos deferentes, en los hombres y en la mujer, de los ligamentos redondos, excepto la secreción suprarrenal que interviene en lo psíquico.
El centro cortical produce mayor dureza o resistencia en la piel.
Es, además, parte principal en el balance iónico, especialmente en la manutención de las proporciones de sodio, potasio, fósforo y calcio.
Los flancos, derecho e izquierdo, contienen los cólones ascendentes y descendentes, respectivamente. El colon ascendente tiene siete centros de índole retentiva, que constituyen la última barrera antes de la expulsión de las materias fecales. Absorben preferentemente estos centros a los elementos minerales. Cada uno de estos centros absorbe substancias de uno de los grupos minerales.
Cuando hay putrefacción intestinal, estos centros trabajan con dificultad, acarreando en consecuencia, un debilitamiento en las paredes intestinales, lo que favorece las infecciones parasitarias y bacterianas.
El colon descendente tiene la facultad de expulsar las heces y, a tal efecto, posee siete centros.
Las fosas ilíacas, derecha e izquierda, contienen: la primera el ciego, el apéndice y la parte principal del íleon; la segunda tiene el colon sigmodio.
El ciego tiene tres centros secundarios: uno en la válvula ileocecal; otro, en el nacimiento del apéndice y el tercero, en el ciego propiamente dicho.
Este último tiene la función de separar, analizar y formar compuestos propios con los elementos allí aislados, para absorberlos en su pared, donde se verifica una clasificación de lo nocivo y de lo aceptable para el organismo, expulsándose lo primero.
El centro de la válvula íleocecal, llamado “el inversor”, ejecuta la función de llevar en corriente retrógrada al íleon las substancias aceptadas por el centro cecal; éstas tienen, entre otras, la misión de inmunizar al organismo contra las substancias tóxicas ingeridas o producidas en el tracto intestinal.
El centro apendicular tiene la función de registrar y alarmar a los demás centros respecto de la presencia de las substancias nocivas llevadas al ciego.
El sigmoideo tiene diversos centros secundarios, de carácter motriz, que sirven para la expulsión de las heces.
Enseñanza 9: Corazón y Pulmones
El corazón y los pulmones corresponden a la Rueda Cardíaca.
El corazón, que es el órgano principal del aparato circulatorio y que desempeña el papel de una bomba aspirante e impelente, tiene centros secundarios importantísimos.
Tiene un centro que dirige a los 49 centros negativos que gobiernan los vasos sanguíneos.
El corazón tiene, además, otros centros secundarios diseminados en el pericardio, que dirigen todas las emociones de naturaleza instintiva y mental, cuando el pensamiento se transforma en emoción, o viceversa.
Cuando el pensamiento se transforma en emoción, estos centros, individual o colectivamente, hacen vibrar a un centro que se halla en el orificio aórtico; consecutivamente se eleva la presión sanguínea debido, primeramente, al influjo nervioso y luego al hormonal.
Cuando una emoción se transforma en pensamiento, estos centros hacen vibrar a otro que se halla en el orificio de la arteria pulmonar, repercutiendo sobre el ritmo respiratorio y la oxigenación de la sangre; entonces baja la presión.
Cuando el ser recibe o trasmite emociones de carácter astral, éstas repercuten en los 34 centros secundarios localizados en el orificio mitral.
El corazón tiene 16 centros secundarios, distribuidos en número de cuatro en cada una de sus cavidades.
Los cuatro centros de la aurícula derecha son los purificadores de la sangre; segregan unas hormonas características que dan a la sangre que por allí pasa una sutileza, luminosidad y pureza peculiares, como resultado de la purificación.
Las hormonas que segregan estos cuatro centros son de una substancia etérea materializada de naturaleza mineral simple; uno de estos minerales es un isótopo del potasio; otro, del calcio; otro, del radium y otro del magnesio.
El ventrículo derecho tiene cuatro centros que dan a la sangre otras características, por enriquecimiento, con substancias hormonales formadas por sodio en combinación con proteínas e hidratos de carbono.
Sin esta purificación y sin este enriquecimiento no podría producirse la oxigenación pulmonar ni el desprendimiento del anhídrido carbónico en los pulmones.
La aurícula izquierda tiene cuatro centros, los cuales se encargan de dar a la sangre su característica particular de sangre cardíaca.
Los cuatro centros del ventrículo izquierdo dan término a esta transformación, que hace a esta sangre diferente de la que circula por el resto del organismo.
Los pulmones tienen infinidad de centros secundarios que intervienen en la oxigenación y en el intercambio de gases.
Cinco son los importantes: tres en el pulmón derecho y dos en el izquierdo.
Los tres centros del pulmón derecho atraen, respectivamente el inferior, átomos del aire etéreo; el medio, átomos del aire astral y el superior, átomos del aire cósmico que se halla por encima de la estratósfera.
Por estos tres centros el hombre se pone en contacto con las emanaciones materiales del Universo. El mal funcionamiento del centro inferior derecho produce el asma.
En los animales, no funciona sino el centro inferior; en el hombre, el centro superior funciona mejor cuando está en regiones elevadas.
Los dos centros del pulmón izquierdo se relacionan con el aire interno del organismo. El superior mantiene al aire disuelto en los humores, impidiendo así, trastornos físicos y el inferior impide la penetración de átomos pesados de los tóxicos aéreos producidos en el interior de la Tierra.
El pulmón derecho tiene una función más evolucionada y es más fuerte para resistir las enfermedades pulmonares.
En los bronquios hay también centros secundarios destinados a impedir la penetración de organismos patógenos, mediante la transformación de las toxinas que éstos aportan.
Enseñanza 10: La Laringe
La región laríngea corresponde a la Rueda Laríngea. Tiene una gran cantidad de centros secundarios que sería difícil enumerar, pero pueden conocerse los de mayor valor.
Las cuerdas vocales superiores tienen cuatro centros: dos de éstos intervienen en el funcionamiento de la epiglotis, para abrirla y cerrarla correctamente. Los otros dos centros regulan la secreción de las glándulas salivales.
Cuando estos centros están muy desarrollados por ciertos ejercicios y práctica constante de la Meditación, hacen que aquellas glándulas secreten substancias de gusto delicioso. Cuando funcionan deficientemente, producen saliva de gusto amargo y desagradable.
Los budistas dicen a alguien que esté con la boca abierta, maravillado: “Cierra la boca, para que no se introduzca en ella algún mal espíritu, porque éstos tienen mal gusto”. Se supone que este acto de asombro impide el buen funcionamiento de estos centros.
Las cuerdas vocales inferiores tienen 23 centros; cada uno de ellos produce una diferente gama vibratoria vocal. En el hombre trabajan siete de aquéllos, pues si todos funcionaran, tendría gran facilidad para hablar todos los idiomas y emitir todos los sonidos de la Naturaleza.
Se ha observado, a través de las auras de los cantantes célebres, que llegan a funcionar hasta catorce de estos centros.
La laringe tiene seis centros importantes, con la propiedad de actuar abriéndola, por intermedio de sus músculos, ayudando a expeler los gases que vienen del pulmón.
De ellos, dos controlan y purifican de ciertos gases el aire inspirado por la boca; otros dos hacen lo mismo con el inspirado por la nariz y los dos restantes son guardianes de los gases que pudieran entrar de otra forma.
En la región infraglótica hay un centro de suma importancia que recibe una vibración aérea astral que por allí penetra. Cuando este centro se encuentra altamente desarrollado, se pueden oír los sonidos astrales.
El esófago posee tres centros ubicados en cada uno de los tres estrechamientos fisiológicos. El primero, en el estrechamiento cervical, controla el calor de los alimentos; el segundo, situado en el estrechamiento aórtico, controla la calidad en el sentido que, por la variación de aquélla, origina náuseas; este centro, en las personas en prolongado ayuno, secreta una mucosidad blanquísima y de valor alimenticio, llamado en Mística “Maná” o “Pan del Cielo”; el tercer centro, situado en el estrechamiento diafragmático, controla el volumen, produciendo náuseas y malestar; es una reliquia, producida por la evolución del centro animal del primer estómago.
Todos estos centros están relacionados con la glándula tiroides, donde se halla el centro principal. En la membrana de envoltura de esta glándula se hallan otros centros secundarios, en número de quince, relacionados sobre todo, con el calor del organismo. Algunos, probablemente la mitad, dirigen el metabolismo y producción de yodo en el cuerpo. Uno de estos centros está en contacto con los átomos X2, los que proporcionan el alma del yodo. Aquél funciona únicamente cuando el organismo no está recargado con substancias grasas de toda índole, principalmente los estéridos. Si este centro funcionara correctamente, nunca se padecería de cáncer.
Las paratiroides tienen, cada una, tres centros secundarios; uno influye en el nacimiento y metabolismo del calcio de la economía; otro, en el nacimiento y metabolismo del fósforo y el tercero, en el nacimiento y metabolismo de un alcohol etéreo que determina la longevidad del sujeto.
Estos centros son iguales en ambas paratiroides, mas, para que funcionen eficientemente, es necesario que los dos grupos lo hagan con el mismo ritmo. Tienen una relación estrecha con los centros sexuales, funcionando perfectamente, lo que no sucede aún en el hombre normal contemporáneo, la testosterona y la foliculina se encontrarían en igual proporción en cada ser humano.
En los hombres actuales, los grupos derecho e izquierdo de estos centros trabajan alternativamente, tomando preponderancia el uno sobre el otro, hasta invertir esta situación cada siete años.
Enseñanza 11: La Región Hipotalámica
Todos los núcleos de la base del cerebro, la protuberancia, los pedúnculos cerebrales y el cerebelo con sus pedúnculos, corresponden a la Rueda Visual.
El cerebro, con su substancia blanca y gris cortical, corresponde a la Rueda Coronaria.
La hipófisis dirige a todas las glándulas de secreción interna; a su vez, la Rueda Visual dirige todos los centros secundarios citados anteriormente.
Dentro de la silla turca existen pequeños centros que, cuantitativa y cualitativamente, corresponden a cada uno de los centros secundarios ya enunciados. Ellos permanecen en un estado latente hasta que se hace necesario su funcionamiento particular cuando se lesionan, por enfermedad o por accidente, los correspondientes centros viscerales.
La glándula hipófisis tiene muchos centros secundarios.
El lóbulo anterior posee quince centros que actúan sobre las demás glándulas de secreción interna.
El primero de estos centros influye sobre la psiquis femenina.
El segundo, sobre la psiquis masculina.
El tercero interviene en el crecimiento.
El cuarto excita y gradúa, según la edad, el desarrollo y estabilidad de los núcleos de la base.
El quinto determina el desarrollo mental vegetativo.
El sexto desarrolla en el organismo el caudal amnésico ancestral.
El séptimo prepara, en el cerebro, los núcleos destinados a perfeccionar una mente más completa.
El octavo actúa sobre la líbido.
El noveno actúa sobre el instinto de la procreación y conservación de la especie.
El décimo controla la configuración somática según el sexo.
El undécimo actúa sobre la tiroides y la paratiroides.
El duodécimo actúa sobre el metabolismo graso e hidrocarbonado.
El decimotercero interviene en el funcionamiento suprarrenal y pancreático.
El decimocuarto excita las gonadas masculinas y la voz.
El decimoquinto excita las gonadas femeninas, las glándulas mamarias y la voz.
Estos dos últimos centros intervienen en el desarrollo piloso.
Los citados centros estimulan o frenan las secreciones de los órganos enumerados, según la frecuencia vibratoria.
El lóbulo posterior posee también quince centros.
El primero actúa sobre el metabolismo, principalmente el proteico y sobre la contracción de los músculos lisos de las paredes intestinales y vasculares.
El segundo actúa sobre el conjunto del sistema nervioso, capacitándolo para recibir la parte astral de dicho sistema y gradúa la eliminación renal del agua.
El tercero actúa sobre los componentes físicos y astrales de la sangre.
El cuarto acciona permitiendo el descenso del ser que necesita nacer en un organismo determinado.
El quinto entra en acción en el instante de la muerte, permitiendo el rápido abandono del cuerpo físico.
El sexto determina las normales contracciones uterinas del parto y las del alumbramiento.
El séptimo trabaja durante el sueño, vigilando la separación del cuerpo astral.
El octavo controla la elevación del ser hacia el mundo mental, durante el sueño o el éxtasis. No actúa en los estados demenciales.
El décimo establece el contacto de la mente individual con la mente cósmica. Si vibrara continuamente, el hombre poseería todas las ciencias humanas y hablaría todos los idiomas.
El undécimo produce estados de clarividencia respecto a las vidas pasadas.
El duodécimo hace que el ser sienta su armonía con ciertos grupos de seres afines, estableciendo también el grado y categoría a que ellos pertenecen.
El decimotercero vibra ante la proximidad de un Iniciado Solar. Es ésta la verdadera Comunión.
El decimocuarto establece la clarividencia de los sucesos en el tiempo presente.
El decimoquinto se halla en el límite de la parte intermedia y el lóbulo posterior; da la clarividencia futura, que es la Clarividencia Divina.
Por la masa negra, o tuber cinereum, fluyen hacia la hipófisis todas las corrientes energéticas provenientes de la pineal; por allí, todas las fuerzas espirituales del Cosmos, que se filtran a través de los infinitos centros de la glándula pineal, penetran en el universo humano.
En las pequeñas concreciones minerales de la pineal se hallan, en potencia, los mil centros destinados a tener completo desarrollo después de la sexta Raza Raíz. Empezarán su desarrollo en las postrimerías de la quinta Raza Raíz, preparando al hombre por medio de su mejoramiento físico, a dejar su estricta categoría humana.
Los núcleos de la base del cerebro, o región talámica, contienen una infinidad de centros energéticos que viven en correspondencia con sus armónicos centros cósmicos. Cada centro es la imagen de un astro; cada grupo, imagen de alguna constelación o sistema planetario. Forman un verdadero microcosmos, en donde se encontraría el conocimiento de la naturaleza humana y su relación con toda la Creación.
Enseñanza 12: Las Extremidades Superiores
Las extremidades superiores tienen muchos centros secundarios.
La mano tiene 16 centros secundarios importantes.
El primero de estos está ubicado en el centro de la palma y dirige el sentido del tacto en general, siendo el depósito o centro astral del aire.
Ambos centros palmares se hallan regidos por los siete centros cerebrales del tacto, que le marcan un ciclo de 52,43 minutos, según Tattwa Solar, durante el cual se alternan en su funcionamiento, positivo y negativo, por el tiempo de 4.43 minutos. Esta alternancia rige para todos los centros que se estudian.
En cada una de las falanges distales hay sendos centros secundarios, subordinados al palmar; tienen una sensibilidad astral característica.
El del pulgar pone al ser en contacto con la Rueda Visual del cuerpo astral; de allí que, bien desarrollado, denote carácter y voluntad.
El del índice corresponde a la Rueda Laríngea; da una sensibilidad extraordinaria para la orientación espacial.
El del medio corresponde a la Rueda Cardíaca; su buen desarrollo da la facultad de atraer y magnetizar a los seres.
El del anular corresponde a la Rueda Solar y da sensibilidad para la comprensión, la claridad mental, la meditación y el conocimiento.
El del meñique corresponde a la Rueda Esplénica; bien desarrollado, previene los peligros y en la hora de la muerte es el primero en perder la sensibilidad. La luna influye sobre este centro.
En las segundas falanges se hallan también sendos centros; desarrollan el sentido del Cuerpo Etérico. Su buen desenvolvimiento favorece la intelectualidad.
El buen desarrollo del que corresponde a la falange proximal del pulgar, capacita la imposición de la propia voluntad y el mando.
El de la segunda falange del índice capacita especialmente a exploradores, viajeros, aviadores y tiradores.
El del medio, da el sentido del amor y de la curación.
El del anular da el sentido de la economía, del éxito en las finanzas y del bienestar en la soledad.
El del meñique da el sentido para comunicarse con los seres descarnados que ambulan en los planos inferiores.
El centro de la falange proximal del índice, si desarrollado, indica apego a los bienes terrenales.
El del dedo medio indica lujuria.
El del anular, superstición y avaricia.
El del meñique, propensión a la muerte violenta y a accidentes.
En la eminencia tenar hay un centro que, bien desarrollado, pone al ser en contacto con los mundos exteriores, astral o físico.
En la muñeca hay tres centros secundarios, dispuestos verticalmente en la parte media.
El distal, no sólo rige los movimientos de la mano y del antebrazo, sino también denota el estado de ambos sistemas nerviosos.
Su buen desarrollo está señalado por el primer surco transversal bien marcado. Actúa sobre el sistema cerebro-espinal hasta los 30 años. El segundo surco indica lo mismo, desde los 30 hasta los 60 años; el tercero, desde los 60 hasta los 90 años. Indican respectivamente, para los mismos períodos, buena memoria.
En el tercio anterior, superior, del antebrazo, hay tres centros secundarios principales, colocados transversalmente.
El externo, pone en contacto al ser con las vibraciones astrales de carácter benéfico.
El medio, con las vibraciones mentales benéficas.
El interno, con las vibraciones mentales cósmicas.
En la parte anterior de la articulación del codo hay un centro que recibe las vibraciones maléficas astrales, en los seres muy sensibles. Hacen que la circulación duela, lo que suele confundirse con reumatismo articular.
En la región posterior del codo hay un centro regulador del calor astral, rodeado de siete centros auxiliares, que indican las medidas de las calorías astrales.
En las axilas hay centros secundarios relacionados con las experiencias fisiológicas de vidas pasadas. Cuando uno de estos estados anteriores vuelve a actuar violentamente en el ser, estos centros dan la alarma, segregando un sudor de un olor característico. En cada axila hay 777 de estos centros.
En la región superior y externa del hombro hay muchos centros relacionados con el futuro desarrollo del hombre, no siendo ahora oportuno hablar de ellos.
Enseñanza 13: Los Ojos
El fondo de ojo tiene, en las enseñanzas esotéricas, una gran significación. Recibe, por medio de las vibraciones atómicas físicas ya estudiadas, desde el interior del organismo, vibraciones potenciales negativas, que reflejan el estado vital del mismo.
Recibe de la luz solar, vibraciones positivas. Las que pueden ser útiles al organismo son captadas por un campo magnético.
Todas las vibraciones positivas chocan entre sí en la retina; las que no son útiles desaparecen. Las útiles, chocan contra las vibraciones negativas en todo el fondo del ojo, produciendo una coloración característica en esta zona. Según el color, forma e intensidad de estas radiaciones, se puede conocer el estado del organismo.
Los centros secundarios de los ojos están en las circunferencias mayores de las órbitas; hay allí una infinidad de ellos, representados por minúsculas glándulas, hasta hoy desconocidas que, desarrolladas, podrían segregar un líquido especial, vivificador de la retina, que la haría apta para recibir rayos luminosos allende ambos extremos del espectro. Los de onda más corta permitirían ver radiaciones etéricas; las de mayor longitud, un mundo físico más denso.
En la cámara anterior, especialmente delante y detrás del iris, están los centros secundarios introspectivos. Son como pequeños centros o reflectores que permiten ver el cuerpo físico interno, sobre todo cuando una de sus partes está afectada. Esto abona el antiguo aforismo: “Toda enfermedad se ve con los ojos del alma”.
Esta visión, interna y subconsciente, en los seres normales, se hace muy intensa en caso de grave enfermedad de algún órgano, a tal punto que hace vibrar intensamente el centro correspondiente, el punto visual afectado, produciendo un malestar local casi imperceptible, como un suave dolor.
También se anuncia, con este síntoma, la inminencia del desenlace fatal de una enfermedad. Además anuncia, particularmente, la incubación de las enfermedades infecciosas.
En la córnea se hallan 72 centros visuales.
Según su funcionamiento es la capacidad del individuo para distinguir un objeto del otro, adjudicándole el color exacto correspondiente.
Cuando los 18 centros superiores de la córnea decrecen en su vibración, el ser se vuelve míope.
Cuando decrecen los 18 centros inferiores en su vibración, el ser se vuelve présbita.
Cuando funcionan mal los nueve centros secundarios laterales, se produce el astigmatismo.
En la circunferencia mayor del iris están los centros secundarios que captan las ondas cósmicas pránicas astrales. Y, en la circunferencia menor, los que captan las vibraciones pránicas mentales.
Detrás de la mácula hay un centro que resume la actividad de todos los centros descriptos.
Cuando el ser se halla en alta contemplación, estos centros vibran extraordinariamente, haciendo que al volver al estado normal tenga intuición y capacidad para traducir lo experimentado.
Enseñanza 14: Los Riñones
Los riñones están encargados de segregar y excretar la orina.
En este trabajo hay que considerar como muy importante la rítmica labor de los mismos.
En ciertas personas este ritmo está alterado y, a menudo, no funciona sino uno de ellos, a pesar de estar ambos aparentemente sanos. Esto se debe a que no hay una respiración equilibrada, pues los riñones responden a la vibración de la respiración.
Cuando los riñones están en buena salud trabajan, alternativamente, durante dos horas 45 minutos. Este ciclo se marca a partir de una lunación y a partir de la salida del sol. Durante los primeros tres días, comienza el trabajo del riñón izquierdo; durante los tres días siguientes, el derecho y así sucesivamente. Cada riñón responde a la vibración del pulmón del lado opuesto.
El riñón derecho elimina el excedente de las hormonas masculinas; el izquierdo, el de las femeninas.
Los centros secundarios de mayor importancia se hallan en la celda perirrenal. Allí están los cuatro pequeños centros que corresponden al plexo sacro, colocados en forma de cuadrilátero. Estos centros se utilizan después del coito para expeler aquellas hormonas, aún desconocidas, formadas en ese momento, que serían perjudiciales si penetraran en la corriente sanguínea.
Alrededor de éstos hay otros cinco centros que corresponden al plexo esplénico, que sirven para expeler las hormonas que se forman debido al temor producido por una situación apremiante.
Alrededor de los últimamente citados hay seis pequeños centros correspondientes al plexo solar que eliminan las toxinas producidas por excesos en los alimentos y bebidas. Cuando se les exige en demasía, se debilita el plexo lumbar, dando origen al lumbago y a la ciática.
En el interior del riñón hay varias clases de centros secundarios. Los glomerulares son doce por cada riñón y corresponden al plexo cardíaco, responden al ritmo del corazón. Cuando el hombre está en inminencia de muerte, estos centros siguen funcionando hasta agotar las vibraciones recibidas del plexo cardíaco.
También, eliminan las hormonas y toxinas producidas por acciones violentas.
En los tubos uriníferos hay 16 centros secundarios que corresponden al plexo laríngeo; no se conocen exactamente sus funciones presumiéndose que son de índole astral.
Se conocen 100 centros secundarios en la pelvis renal, que corresponden a las glándulas hipofisaria y pineal; se presume sean aún más numerosos. Sus funciones son de índole astral y mental.
En los uréteres se hallan centros secundarios correspondientes al plexo sacro que funcionan cuando el hombre defeca u orina.
Enseñanza 15: Equilibrio de los Átomos
Para mantener sano el organismo y curar las enfermedades cuando se ha perdido el equilibrio vital del mismo, es indispensable restablecer la armonía entre los distintos grupos atómicos.
Esta armonía debe existir siempre, según el antiguo dicho: “Medici tibi fiant haec tria: mens laeta, requies, moderata diaeta”.
Los átomos ponderables tienen en el mundo físico formas poliédricas; cuando predominan, si se pudieran observar, darían la imagen de un campo cuadriculado.
Como influyen sobre el esqueleto, músculos y tejido conjuntivo del ser; cuando su número excede de lo normal tienden a endurecer las articulaciones, a quitar la elasticidad del organismo y a producir arterioesclerosis.
Además, al predominar los átomos ponderables sobre los otros, ganan en poderío y se reproducen con mayor facilidad; para disminuir su influencia es necesario el control de la alimentación.
A los 40 años se suele comer como si se tuviera 20.
El calcio, que es el principal auxiliar de los átomos ponderables y que en la adolescencia es tan indispensable, a partir de los 40 años se torna en enemigo.
También sucede algo semejante con los demás elementos, produciendo diversas enfermedades.
Para restablecer el equilibrio es necesario no restringir el total de la dieta, sino alternarla, por ejemplo, en la siguiente forma: durante un año se suprime la carne; durante el siguiente, se disminuyen los hidrocarbonados; durante el subsiguiente, las grasas.
Los átomos dinámicos tienen forma esferoidal y se hallan en número constante; lo que mantiene este ritmo favorable es la correcta respiración del hombre, espontánea o adquirida.
Cuando los átomos dinámicos están en desequilibrio numérico respecto de los restantes el hombre no alcanza a un término normal de vida.
Los átomos imponderables poseen formas diversas y variables; en el hombre actual no se hallan en número estable.
En algunos tipos de la sexta subraza se percibe un considerable progreso en esta estabilidad numérica.
Si el hombre pudiera armonizar sus átomos constitutivos, sería un verdadero dios sobre la tierra, un ser libre y feliz; no conocería ni la enfermedad ni la vejez y podría, vencedor de la muerte, pasar a los mundos superiores con pleno conocimiento. Uniría el placer y el dolor de tal modo que, para él, el dolor nunca llegaría al punto de desesperación, ni el placer, al punto de paroxismo.
Estas dos fuerzas, en lugar de chocar entre sí, por una divina antinomia armonizarían de tal modo que, al no haber ni dolor ni placer excesivos, darían al ser la continua estabilidad de la paz y de la felicidad.
Enseñanza 16: Algunos Ejercicios para Mantener el Equilibrio de los Átomos
El primer ejercicio aconsejable es aquél que sirve para acrecentar, en las enfermedades, la cantidad de átomos ponderables.
El ejercitante, sentado de espaldas al sol, con las piernas y los brazos cruzados, fija la vista a la altura del pecho de su sombra, imaginando estar circundado de un nimbo dorado; moverá entonces, pausada y alternativamente, manos y pies del mismo lado y procurará respirar, rítmica y pausadamente por ambas fosas nasales al mismo tiempo. Después de diez o doce respiraciones, empezará a respirar profundamente por la fosa derecha, con el mismo ritmo anterior, contando mentalmente hasta 333.
Cerrará enseguida los ojos y permanecerá inmóvil por siete minutos y surgirá entonces en su mente el cuadrado dorado de los átomos ponderables.
Puede señalarse que este ejercicio es beneficioso para los que padecen de hipotensión sanguínea.
El segundo ejercicio sirve para acrecentar el número de átomos dinámicos.
Preferentemente se efectuará en noche de luna. Se utiliza en caso de enfermedad nerviosa o glandular.
Se practica sentado, mirando a la luna o a una estrella, inmóvil, con los ojos fijos en el punto elegido; se respirará fuertemente por ambas fosas imaginando estar sumergido en agua. Cuando se tiene la sensación de ahogo, se empezará a respirar por la fosa nasal izquierda con todas las fuerzas, contando pausadamente hasta 280. Luego se cierran los ojos y se imaginará ver un inmenso mar plateado. Se pondrá entonces de pie y se procurará caminar unos 50 metros rápidamente, reteniendo en lo posible el aliento. En tiempo de calor es bueno hacer este ejercicio descalzo sobre baldosas húmedas.
Este ejercicio es beneficioso para los hipertensos.
El tercer ejercicio se refiere a los átomos imponderables.
Se practica de preferencia acostado, en posición decúbito dorsal, con un paño negro cubriendo los ojos, sin oprimirlos, imaginando ver un vacío negro e informe.
Se respirará enseguida diez veces por la fosa nasal derecha y luego diez veces por la izquierda, rítmicamente, al compás del tictac de un reloj. Se tapan luego ambas fosas, en inspiración, el mayor tiempo posible.
Este ejercicio ha logrado su propósito cuando el ejercitante ha visto una multitud de puntitos luminosos multicolores.
Es excelente para el descanso mental, para recobrar la memoria y para recuperar fuerzas gastadas en estudio agotador, a efectos de poder reiniciarlo.
ÍNDICE:
Enseñanza 1: La Vida
Enseñanza 2: Fisiología Atómica
Enseñanza 3: La Célula Viviente
Enseñanza 4: La Sangre
Enseñanza 5: Los Tejidos
Enseñanza 6: La Nutrición y la Sangre
Enseñanza 7: La Cavidad Pelviana
Enseñanza 8: El Abdomen
Enseñanza 9: Corazón y Pulmones
Enseñanza 10: La Laringe
Enseñanza 11: La Región Hipotalámica
Enseñanza 12: Las Extremidades Superiores
Enseñanza 13: Los Ojos
Enseñanza 14: Los Riñones
Enseñanza 15: Equilibrio de los Átomos
Enseñanza 16: Algunos Ejercicios para Mantener el Equilibrio de los Átomos
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