ÍNDICE: Prólogo
PRÓLOGO
Néstor, estimado amigo:
Hoy es domingo, 12 de marzo de 2007 y el tiempo está espléndido, soleado, sin nubes, radiante a las 11 de la mañana, sin viento y muy silencioso. Hasta el Niño está quieto, descansando en el pasto, después de la centinela nocturna en las dos entradas del chalet. Las reinas margaritas están decayendo después de una floración a pleno y son reemplazadas por sus hermanas amarillas, que se extienden hasta el borde del prado; Marta las plantó por cientos y prosperan sin cuidados especiales: sólo quieren agua. Están en la mesa de Don Santiago. Las corto en todas partes porque, me digo, quieren estar junto al Maestro; por eso son tan lindas. Me siento particularmente feliz y, por tal motivo, quiero escribirle esta carta personal, haciendo una síntesis de nuestra tarea.
El origen del Mensaje de la Renuncia se remonta hasta Om Hes, en la sede de la Orden del Fuego de la dimensión espiritual, mucho antes que naciera Santiago Bovisio. Él encarnó para plasmar la Doctrina de la Renuncia, adaptada especialmente para el Hombre Americano de la Nueva Raza, asistido por otros Maestros, como Savonarola y discípulos antiguos que vinieron para acompañarlo. El Maestro construyó muchas obras para cumplir su misión, colegios, sociedades civiles, la Orden Cafh y, especialmente, escribió las Enseñanzas. Después de su muerte, las obras desaparecieron o fueron deformadas por diversas causas, menos las Enseñanzas que se conservaron. Ayer usted me dio la noticia por teléfono que las Enseñanzas Canon, impresas idénticas a las matrices, están en el lugar apropiado, la oficina blanca, con olor a tinta todavía, listas para ser distribuidas por el mundo. La Enseñanza es invisible, permanente y llega a todos los hombres según la capacidad de cada uno, es una gracia de la Divina Madre. Las Enseñanzas son el soporte físico de la Enseñanza oral, están escritas, impresas y expandidas por Internet. Son obra de los hombres y nos ha tocado a nosotros expandirlas y difundirlas, como está ocurriendo. Esta etapa, de la cual somos responsables, está concluida; sólo nos queda administrarla para que siga fluyendo sin problemas. Las variaciones que puedan tener de ahora en más, no son relevantes y estarán marcadas por los vaivenes del tiempo histórico y los humores de las personas. Llegados a este punto, creo que mi colaboración con las Reflexiones están demás y hay que dejar lugar a otros con diversos puntos de vista que movilicen las ideas. Yo, por mi parte, abro un nuevo cauce de esclarecimiento con los Relatos Acuarianos que estoy adelantando.
Los Relatos Acuarianos pertenecen a un género literario reconocido con muchos antecedentes y que Don Santiago practicó algunas veces en trozos breves: cuentos de anticipación, mitad profecía y mitad ficción. “Cuando no se puede explicar, hay que relatar”, dice Humberto Eco y lo hizo en “El nombre de la rosa.” También Bradbury en “Crónicas marcianas”. Borges tiene varios cuentos: Ruinas Circulares, El Inmortal, otros. Los Relatos Acuarianos se sitúan 10.000 años delante de nuestro tiempo, en la plenitud de la Raza Americana, cuando quedan pocos rastros de la civilización que conocemos, el hombre transformado integralmente. Simétricamente, observemos 10.000 años atrás, cuando desapareció la Raza Atlante con sus civilizaciones y el Hombre Ario Teutónico, al iniciar esa Era, volvió a la edad de piedra, aunque llevaba el nuevo instrumento del progreso, la razón. Con la razón hizo la civilización moderna, aunque ya no puede seguir más adelante. Las Enseñanzas describen al Hombre Nuevo con otros instrumentos de conocimiento que nos cuesta describir y desarrollar porque están tapados por detritus de la vieja civilización. Si logramos apartar esas escorias, veremos la realidad del hombre acuariano. Para lograrlo, nos valemos de la anticipación, dejando al descubierto los temas fundamentales de la nueva raza y avanzamos 10 milenios, cuando la actual civilización ha desaparecido.
En mis relatos, la Humanidad está dividida: los Americanos que han superado exitosamente la barrera radiante del Maitreya, conquistando la Ley de la Renuncia, y los otros, inmensa mayoría, son las masas descendientes de los que hoy ocupan todos los espacios religiosos, culturales, políticos. Esa mayoría que medra detrás de la barrera radiante, se subdivide en muchas especies infra humanas: androides, locos, drogadictos, piqueteros, robots, barras bravas y todo lo que se quiera. El interés de los relatos reside en el desencuentro de los dos modelos: los que no tienen mente, minusválidos, en las ruinas de las ciudades, enfermos, sin máquinas. Los Americanos con mente intuitiva viven comunitariamente en lugares consagrados, como el Templo de Amón; han conquistado los dones anunciados en las Enseñanzas: clarividencia, viajes astrales, auto sanación, y medicina energética entre otros.
Los relatos están escritos en primera persona, soy yo que viajo en peregrinación por América y me encuentro con los sin mente, más o menos como ahora, cuando viajo hasta Mendoza para cobrar la jubilación y estoy esperando entre los jubilados, me roban en la calle, camino por veredas rotas oliendo la hedionda basura de las acequias. Conozco el viejo mundo porque es actual, lo padezco en el supermercado y en la televisión. Conozco el nuevo mundo porque lo veo en las Enseñanzas. Por el arte de anticipación, las cosas están claramente separadas, no mezcladas como ahora. Por cierto que en mis relatos los Americanos con mente ganamos la batalla, y los androides desaparecen en la corrupción, guerras civiles y degeneraciones.
Yo espero, Néstor, que de esta manera, podré llegar con más claridad a la gente, incluso las más cercanas que tienen mezcladas las ideas en la cabeza, como se quejaba Don Santiago en sus comunicaciones: “Si se les tomara un examen se vería que confunden las cosas, que no conocen la Doctrina.”
Como esta peregrinación es imaginaria, pero muy fuerte en mi interior, saldré, como ya lo hice, del chakra magnético sudamericano en el interior del volcán Lanín, como el antiguo Kaor y su escuela de conocimientos, voy caminando hacia el Norte, he visitado lo que queda de Mendoza, todavía carenciada de yodo, he encontrado a los sobrevivientes de la Comunidad de Embalse que todavía mantienen la observancia y en estos momento estoy en la ciudad de los cromañones, inmensa villa miseria acuática y pantanosa. Tengo que subir por la cordillera hasta el Norte y encontrarme con otros Americanos en el Gran Cañón del Colorado. Luego, tal vez, llegue hasta el Polo Norte y bajaré por Europa y Asia, visitando los Centros Magnéticos del Planeta hasta retornar al Templo perfecto. El final me lo reservo, porque no sé si, físicamente, llegaré.
Bueno, Néstor; me siento libre para escribir estas maravillas. Además, la historia del hombre es más fantástica en la Tierra y en el Cielo que estos pobres Relatos.
Un gran abrazo.
José
PRIMERA PARTE - SUR
Nº 1 - PRESENTACIÓN
Los mundos se separan y cada uno busca su centro de gravedad: Picis retrocede por los oscuros laberintos de sus ancestros y la barca del Aguador avanza velozmente hacia los nuevos horizontes de luz.
Las Enseñanzas de Santiago Bovisio, en edición canónica completa, están depositadas en los hogares de 60 naciones, formando una colección de seis volúmenes impresos en español, más las versiones inglesas y portuguesas por medio de Internet. Las Enseñanzas son las aguas eternas que Acuario derramará sobre la Humanidad durante 24 milenios.
La aparición del Fuerte Libertador Maitreya sobre la Tierra (1972-1977), con físicas vestiduras, marca el comienzo de la Nueva Era. El cambio del signo zodiacal en el segundo milenio de la Época de Picis es otra evidencia de las transformaciones evolutivas del ser humano. Los anuncios de los sabios antiguos, de Oriente y de Occidente, coincidiendo en fechas y contenidos, constituyen una tercera serie de pruebas
Pero en hechos reales, contundentes y asombrosos es donde encontraremos la realidad inapelable de los cambios. A lo largo de nuestras Reflexiones, sostenidas por las Enseñanzas, hemos descrito la realidad de cada día, en toda la variedad de sus manifestaciones: el cambio climático, las transformaciones degenerativas de la condición humana, las perversiones de la televisión, las formas mentales agresivas, los desvaríos de la política mundial, la caída de las grandes religiones, el vacío existencial, la amenaza de la destrucción nuclear.
Consideramos que la tarea de explicar los acontecimientos modernos a la luz de las Enseñanzas por medio de nuestras Reflexiones personales ha concluido; otros discípulos del Maestro, más jóvenes, seguirán reflexionando y comunicando por este medio. Yo proseguiré transmitiendo mis pensamientos en otra forma, en otro estilo y con otro nombre, por el mismo vehículo, con el título “Relatos Acuarianos” que ahora comienzan con esta presentación
He aquí una síntesis de la situación mundial que dejo como despedida y testimonio directo de la realidad cotidiana antes de ser extranjero en un mundo que abandono sin lamentos ni compasiones, un mundo sentenciado a desaparecer en la más violenta destrucción ecuménica.
La guerra, caliente o fría, destruyó muchas vidas durante el siglo XX, cada vez más irracional y continuará matando hasta que los seres del viejo signo hayan desaparecido y dejen al Planeta libre de dogmas y totalitarismos que vienen arrastrando desde la Guerra de los 1.500 años. El Maestro Santiago escribió que la Raza Aria nació para la guerra y con ella se expresó. El ciclo teutónico debe completar su trabajo en un largo proceso de destrucción hasta que se sequen las raíces del odio que enfrentan a los pueblos. Las guerras que se están desarrollando y las que vienen son Teutónicas, kármicas, deudas de la vieja civilización cristiana.
En el siglo pasado, las dos naciones vencedoras de la Segunda Guerra Mundial mantuvieron la paridad hegemónica. Tras la disolución de la Unión Soviética, Estados Unidos avanzó agresivamente sobre los espacios vacíos de poder, anunciando una política mundial imperialista fuera de las regulaciones internacionales, incluso contra las resoluciones de las Naciones Unidas. En este año 2007, la Federación Rusa, con todo su aparato militar, político y económico recuperado, desafió públicamente, en la Conferencia Internacional sobre Seguridad en París, a su antiguo rival, con el beneplácito de la opinión pública. Dice la Enseñanza “La Renuncia Permanente” del Curso “El Camino de la Renuncia”, recordando la visión del león y el oso: “Las dos grandes potencias serán destruidas. Pero una parte del mundo se salvará.” A este desmesurado club se suma China, primera potencia productora del mundo, inatacable desde todo punto de vista y con voluntad expresa de seguir creciendo. Tres colosos son una multitud de pretendientes para la posesión del anillo único de Saurón, con poder para dominar el mundo que una mano sola puede portar, según la leyenda de J. R. R. Tolkien. Como dijera el Presidente Putin en la mencionada Conferencia: “Las amenazas militares del Presidente Bush han empujado a naciones del tercer mundo a desarrollar armas de destrucción masiva, única defensa del tercer mundo frente a los poderosos que ya las tienen.” El mundo de viejo cuño es muy peligroso, patológicamente agresivo y letal. Las especies desaparecen, unos hombres se inmolan para matar a otros, los jóvenes se corrompen en la infraestructura cultural, los niños nacen discapacitados, deformes y los viejos enloquecen antes de morir. Este modelo es una equivocación sin destino ni esperanzas y he decidido ser aquí un extranjero con las nuevas ideas del Maestro Santiago.
No sólo la política mundial trae sufrimientos y muerte, sino también las acciones individuales, cualquiera sea la condición social, de raza, desde el millonario irresponsable hasta el mendigo que duerme en las plazas, a pesar de la publicidad exitista de las empresas. Le preguntó el Rey Federico el Grande a Voltaire: “¿Qué es un optimista?”, a lo que el filósofo respondió con estilo: “Un optimista es un tonto que dice que todo va bien cuando todo va mal”. El mundo es optimista y tonto, pero no es feliz; disimula. Ahora estamos en Carnaval, con masas enardecidas en Río de Janeiro, los estadios están violentos, los cromañones de Buenos Aires más sucios que nunca y los patriotas del Cercano Oriente emplean el suicidio como arma que no falla. Penetre el lector en la intimidad de los hogares conformistas y burgueses y verá que la vieja vida exhibe los síntomas de una paranoia continuada.
Dice la misma Enseñanza antes citada: “Pero el alma que ha tomado esta mística de aniquilamiento aparente vive una vida nueva, en la Eternidad; no vive en donde los hombres nacen, crecen y mueren, sino en la Eternidad, en donde los seres no mueren, no cambian, no están sujetos a las transformaciones internas causadas por su estado fisiológico, psicológico, anímico; viven siempre en un mismo estado de comprensión, iluminación y éxtasis comprensivo.”
Ésta es la nueva ciudadanía que he adoptado, no en las oficinas de algún consulado extranjero, sino en las noches de mi soledad interior y, desde allí, quiero comunicarme con los hombres para decirles, con ayuda de las Enseñanzas, cómo es la patria espiritual donde pienso caminar, en la vida y en la muerte, en el transcurrir de muchas reencarnaciones, hasta que ya no tenga necesidad de volver y repose junto a mis compañeros de Eternidad.
Como siempre he sido directo en mis expresiones, sin vueltas, en el habla y en la escritura, diré qué y cómo serán los Relatos Acuarianos que aquí empiezan, incluso el nombre espiritual que los firma: Io-Seph. Comienzan con números arábigos ordinales, sin lugar ni fecha. Los Relatos se desenvuelven en cualquier lugar de la Tierra, especialmente en el Continente Americano, tierra de la Nueva Raza, a quien cede su nombre. El tiempo de las acciones será la mitad del ciclo racial, un futuro de diez mil años, cuando los últimos restos de la antigua civilización hayan desaparecido y un nuevo paisaje se presente a los ojos del viajero. El cielo tendrá otros colores, montañas y llanuras cambiarán de aspecto, algunas especies desaparecerán y otras nuevas empezarán a multiplicarse, incluso en los hombres mutantes. Los paisajes, las costumbres y las formas de vida que se presenten son extraídas de las Enseñanzas que relatan otras edades y otros hombres: las islas de coral de los lemurianos, las costumbres sociales de la época celta, los mares y continentes hiperbóreos, la grandiosa civilización tolteca, las hermosas ciudades atlantes, la clarividencia de los sabios, la medicina energética, las ciudades acuáticas, las comunicaciones telepáticas y la sabiduría de los ancianos serán los inspiradores de los Relatos. Saldrán de sus encierros oscuros los restos de Lemuria y Atlántida sepultadas que descubrió Santiago Bovisio en su viaje astral al centro de la Tierra.
Los Relatos Acuarianos no son ciencia ficción, sino meditaciones de anticipación que no se apartan de las Enseñanzas. Muchas páginas de las mismas son cuadros que el Maestro veía en los Anales Akásicos y en el misterio de su alma. Mi tarea es educativa para mostrar lo que vendrá. Será provechoso conocer los escenarios de la ruta que tendremos que recorrer, porque así nos preparamos en el oficio de vivir de la nueva manera ¡tan distinta de la actual! Aunque se ubican en un futuro de diez mil años, el autor está respirando en el año 2007 y es un extranjero del tiempo porque su alma vive la Renuncia permanente. ¿Es posible esta contradicción? Sí, porque los cambios de la personalidad, las pasiones que vienen y van, los entusiasmos pasajeros, las alegrías mundanas son ilusorias, como las escenas del televisor. Ya es hora de terminar con las ficciones. La Humanidad ha concluido sus años de aprendizaje, a veces geniales, casi siempre equivocados. Ahora empieza la edad adulta de conocerse a sí misma. Estamos en un instante de inflexión cuando dejamos las incongruencias de las conquistas materiales para ocuparnos de la realidad interior. Los divertidos juguetes modernos, conquista del espacio, los cruceros de lujo, Internet, chips, quimeras y clones, guerras de los poderosos y demás, han perdido significado. La Humanidad empieza el tiempo de la responsabilidad, frente a Dios, frente al Destino y frente a sí misma. Cada hombre está solo en medio de la tormenta de los cambios globales y tiene la oportunidad de ser extranjero en el tiempo sentenciado. El Camino de la Renuncia enseña cómo se logra. El Gran Iniciado Solar viviente imprime la estela de su paso y marca con fuego a los predestinados. Acuario se mueve rápidamente en un océano evolutivo de 24.000 años futuros.
El Relator comienza a transmitir sus ideas. Quince encarnaciones separan el tiempo incierto del presente eterno de los Relatos Acuarianos. Quienes trabajamos en la difusión del Mensaje de la Renuncia deseamos que los lectores conquisten la felicidad y encuentren el sendero secreto que conduce al Templo de la Divina Madre.
N° 2 - EL CAMINANTE
Desde hace una semana voy caminando hacia el Norte, por una huella de ganado, sobre las estribaciones orientales de la Cordillera Patagónica, bajo el sol rojizo de un amanecer que despunta sobre lejanas planicies. El cielo, de cambiantes colores, permuta sus matices sobre la barrera radiante del Dios Solar con descargas eléctricas, ionizando la atmósfera en una permanente aurora boreal. El calor es intenso y aumenta a medida que avanza el día. Voy hacia el Norte y tal vez no regrese por el mismo camino. Ya he hecho este recorrido en viajes astrales de anteriores encarnaciones, y otras veces en aeronaves de gravedad cero; pero ahora me han indicado que realice la experiencia al estilo de una peregrinación antigua, caminando, recorriendo los lugares magnéticos de América, deteniéndome en determinados lugares para visitar a algunos seres especiales que debo conocer, escuchar y recordar.
Mi viaje es solitario. Necesito conocer y comprender el mundo y a los hombres que viven en el año 10.000 de la Era Americana. Es un viaje integral, con mi ser completo: cuerpo, alma y espíritu, consciente y subconsciente, en todas las dimensiones de la realidad. No hay otra forma de comprender América que ir caminando, paso tras paso, desde la punta Sur del continente hasta la punta Norte, de día y de noche, con el sol, las estrellas, las lluvias, los peligros, el misterio, los encuentros con otras especies humanas, tristezas y alegrías, el misterio, la huella de Dios.
En la época oscura, los hombres, poco desarrollados, no conocían la realidad que los rodeaba, con sus cambiantes formas. Se valían de infinidad de instrumentos exteriores para conocer, medir y evaluar los fenómenos que les llamaban la atención y que fueran utilitarios; pero ellos, por sí mismos y su condición natural, eran primitivos, rudimentarios y violentos. Veían una parte pequeña de la radiación ondulatoria y el resto del espectro les era desconocido. Eran fanáticos, oscurantistas, negaban lo que no podían alcanzar y destruían lo que no comprendían. Medraron durante las primeras Razas Arias, con guerras y dominaciones. Desde que vencieron a los Atlantes, que poseían una mente superior a ellos, permanecieron estacionarios sobre sus conquistas sin agregar una sola neurona a su primario cerebro semi animal. Inventaron instrumentos y sistemas lógicos fuera de ellos. Podían viajar al espacio exterior con máquinas, pero interiormente eran minusválidos. Crearon sistemas políticos grandiosos porque individualmente eran egoístas. El cerebro era misterioso, ignoraban el poder de la mente, los instrumentos del sistema nervioso y la medicina espiritual. No eran místicos, más astutos que inteligentes; estaban sujetos a la muerte del cuerpo físico.
He sido transformado durante muchas encarnaciones en la escuela de la sabiduría politeísta del Gran Volcán, junto al lago sagrado Huechulafquen, heredera del Templo de Iniciación del antiguo Egipto y de la Revelación Madre de Kaor, desarrollando cualidades internas, y se me ha indicado que debo peregrinar a pie, lentamente, recorriendo lo que queda de la antigua América, para comprender el destino de la Nueva Raza en la plenitud de su desarrollo, cuando se produce una inflexión reversible hacia otros horizontes. El Planeta se ha recuperado de los cataclismos que lo afectaron durante la gran destrucción, hundimientos terrestres, diluvios, archipiélagos tropicales emergentes, terremotos que cambiaron la geografía, lagos y ríos nuevos, otro clima, otro cielo, otra fauna, otra flora, otras especies humanas. Durante siglos estuvo estremeciendo la vida con explosiones nucleares que desparramaron las radiaciones por todas partes. Los hombres murieron de desesperación por millones, pero una parte logró sobrevivir. Luego, lentamente, durante miles de años, volvió la estabilidad, progresivamente, los bosques se repoblaron, los ríos fluyeron cristalinos y los océanos se llenaron de peces. La vida volvió a los ciclos normales, de otra manera, con otras formas y otras posibilidades. No hay ciudades, fábricas, autopistas ni civilizaciones. La vida es simple y natural.
Prosigo mi viaje por las colinas, siempre hacia el Norte, sin detenerme en ningún lugar determinado. En mi andar, voy recogiendo semillas y frutas que guardo en mi bolso, para comerlas al atardecer, cuando encuentro un lugar apacible para pasar la noche. Agua y alimentos son abundantes; bebo en los arroyos transparentes que bajan de la montaña, bulliciosos de peces que nadan y saltan entre las rocas: truchas, salmones, pejerreyes y otros desconocidos. Desde el aire, las aves los cazan para comerlos y en las riberas cubiertas de matorrales y juncos florecidos, los pájaros buscan insectos y cangrejos. Los grandes árboles llegan hasta la orilla y hunden sus raíces en el agua formando remolinos espumosos. Desde los claros del bosque, sobre la gramilla, se acercan animales de mayor tamaño: toros salvajes con grandes cuernos, jabalíes, venados, guanacos, ovejas clonadas, ciervos de imponente cornamenta, perros aulladores, liebres, vizcachas y huemules. En el cielo cambiante, las grandes voladoras, águilas, halcones y cóndores, recorren los espacios sin límite. La abundancia de vida es impresionante; la Naturaleza parece haber encontrado el equilibrio justo de una supervivencia equilibrada. El antiguo carnicero depredador, el hombre, no mata más, y la Tierra ha vuelto a convertirse en un paraíso recuperado sobre la hierba.
He visto pocos humanos, a la distancia; son restos mapuches que lograron sobrevivir y permanecen a través del tiempo. Forman tribus pequeñas que mantienen sus costumbres ancestrales, descendientes de Atlantes americanos que se salvaron de las masacres europeas y se sustentan con los recursos de estas generosas regiones: maderas, pieles, peces, guanacos, maíz y calabazas, semillas de pehuenes, otros. Son mansos. Me acerco y hablo con ellos en la lengua común. Son una especie humana antigua diferente, estancada, sin evolución, reliquias de una época que pasó. No poseen Cuerpos de Fuego, visión astral ni memoria. No tienen escritura. Su lengua es rudimentaria y se reduce a las cosas inmediatas de la existencia: la comida, el frío, la familia, otros mapuches, el miedo a la muerte, las enfermedades. No salen de su territorio y no viajan. Miran con terror los resplandores verdes de tierras distantes, restos de explosiones atómicas que todavía despiden radiaciones.
Continúo mi viaje hacia el Norte subiendo y bajando colinas por encima de los mil metros; en las depresiones se observan por la noche resplandores sospechosos de antiguas radiaciones, milenarias, que demoran muchos siglos en transmutar y desaparecer. Los bosques y la vegetación baja son espesos, a veces impenetrables, llenos de insectos zumbadores y pájaros voraces, especies nuevas transformadas de las antiguas, a causa de las modificaciones genéticas que sufrieron durante las grandes radiaciones del pasado y que prosiguen en un ambiente muy activo. Lo mismo ha ocurrido con los vegetales y los animales superiores. Pero la naturaleza ha ganado en variedad, esplendor y belleza. A veces uno se queda expectante ante un macizo de flores de muchos colores, con movimientos ondulantes en lo alto de largos tallos que poseen movimientos propios, como las flores astrales. Si uno permanece en perfecto silencio, empieza a escuchar una suave melodía que surge de sus cálices vibratorios, unos con un tono, otros de otra manera, siempre armónicos. Así como los sonidos de una melodía bien entonada forma en el espacio astral imágenes simpáticas coherentes, así, las flores de radiantes colores, emiten sonidos que se escuchan si uno las atiende. Al llegar la noche, las flores emiten luces y las melodías intensifican sus vibraciones. Son expresiones, mensajes de felicidad, canciones de amor de la Naturaleza regenerada. Entonces las luciérnagas y los bichos de luz salen de la espesura, y en la tibieza de la noche, viven el amor permanente, bajo la luz de las estrellas. Algunas mariposas fosforescentes de grandes alas rojas y amarillas vuelan lentamente y practican una danza en el espacio vacío sobre las charcas; también emiten sonidos susurrantes llamándose unas a otras. Pareciera que el espectáculo es formar armonías visuales que, después que las mariposas se han retirado, quedan flotando en el aire un tiempo indefinido.
El Gran Iniciado Solar Maitreya inauguró la Sexta Raza Americana que se extenderá por doce ciclos zodiacales, unos 24.000 años, al finalizar el segundo milenio del calendario cristiano. El calendario americano comienza en el año uno de esta Raza y las narraciones transcurren en el año diez mil, cuando los restos del mundo antiguo, memoria, radiaciones, subconsciente, detritus humanos, etc. encuentran un equilibrio magnético con las nuevas fuerzas de la Humanidad. Dicho de otra manera: la antigua civilización cristiana se extinguió con terribles convulsiones planetarias y sufrimientos indecibles al tiempo que las catástrofes se sucedían sin interrupciones, y el Gran Iniciado desplegaba ampliamente su poderosa barrera radiante global penetrando todas las cosas, materiales y animadas, cuerpos y almas, manteniendo un equilibrio entre la destrucción y la construcción. Así ocurrió en la prehistoria durante la Guerra de los l.500 años, entre los Magos Negros Atlantes y los Iniciados del Fuego Arios. Es la estrategia universal de todos los cambios que han ocurrido en la evolución humana, desde los más remotos tiempos. Miguel y sus Ángeles de Luz luchando contra los Ángeles Rebeldes. Así será en el futuro hasta que los hombres sean libres.
Como resultado de esta confrontación de energías de dos épocas opuestas, el monoteísmo dualista y el politeísmo de sabiduría integral, la distancia infranqueable entre los mundos visibles e invisibles se ha acortado, y ambas dimensiones están en una delgada línea que los une, antes que separarlos. La Gran Barrera radiante impide que las fuerzas elementales del mundo primitivo invadan los nuevos territorios, cuando lo hacen estallan, al mismo tiempo que desarrolla las fuerzas de los centros energéticos del hombre, preparándolos para las nuevas experiencias. Los instrumentos de conocimiento de la Raza Americana son todos interiores, como en la época de equilibrio de los Atlantes Toltecas. No necesitan microscopios para ver lo muy pequeño, ni telescopios para estudiar las estrellas. No usan máquinas para desplazarse, pues viajan astralmente. Pueden estar bajo el agua o suspendidos en el espacio. No necesitan instituciones políticas, ni organizaciones sociales para convivir. Son espontáneos y sanos, porque tienen lo que necesitan. Sus necesidades son reales y fáciles de satisfacer. No practican el matrimonio, ni tienen familiares. Quienes poseen el mismo grado de evolución son análogos y están comunicados entre sí por sus propias ondas coherentes.
N° 3 - MUCHAS REENCARNACIONES
Se puede medir el tiempo contando los años a partir de un momento inicial; ahora se miden los años solares desde la aparición del Gran Iniciado Solar Maitreya. Anteriormente, se contaba a partir del nacimiento de Jesús, la anterior encarnación del mismo Ser. La aparición del Maitreya coincide con el ciclo astrológico Acuario, Sakib o Hidrochosa, que permanece unos dos milenios. La Raza Americana, hasta ahora con 10.000 años de existencia, suma cinco períodos zodiacales: Capricornio, Sagitario, Escorpio, Libra de doce que completan el ciclo total. También se puede medir el tiempo por reencarnaciones, para uso de historias individuales, porque los tiempos de las reencarnaciones son variables, según el adelanto espiritual de cada uno. Normalmente, los hombres corrientes reencarnan cada 700 años promedio. Los Grandes Iniciados regresan a la Tierra cuando quieren, para hacer una obra de bien a la Humanidad. Los hombres comunes son empujados a la reencarnación por la necesidad de evolucionar, sufriendo los rigores del karma.
Los años solares se miden por cálculo astronómico. Las reencarnaciones se miden por la memoria, en aquellos que han recuperado el recuerdo de sus vidas anteriores. Antiguamente los hombres olvidaban completamente su pasado y sólo algunos privilegiados, por el ejercicio del examen retrospectivo, volvían a recordar sus anteriores experiencias, incluyendo las astrales. En la Raza Americana, con la activación del Cuerpo de Fuego, la Radiación del Maitreya y el entrenamiento, es cada vez más frecuente el recuerdo de vidas anteriores, conocimiento indispensable para la adquisición de los dones superiores, clarividencia, levitación, la muerte mística, la sanación por voluntad mental y otros.
Mi más antigua reencarnación que recuerde ocurrió en la transición de Picis a Acuario, la aparición del Maitreya y el comienzo de la Raza Americana. También están en mi memoria la Segunda Guerra Mundial, las primeras explosiones atómicas, los viajes espaciales, la transmutación de las especies vegetales, animales y humanas. Recuerdo igualmente las primeras experiencias de inteligencia artificial, los robots, las epidemias creadas en los laboratorios que diezmaron a la población mundial y la irrupción de los elementales del Infierno, androides que convivían con los hombres, en la sociedad de masas.
Son quince las reencarnaciones que he experimentado desde aquellas lejanas fechas y las recuerdo. Algo diré de algunas de ellas en este relato, las que sean necesarias para comprender la evolución de la raza humana hasta nuestros días, la proliferación de especies androides, monstruos, quimeras y otras expresiones aberrantes cuando los hombres perdieron la cordura y experimentaban novedades en los laboratorios. Como en el período de la Raza he reencarnado 15 veces dividiré este tiempo en 5 partes para un relato breve de la desgraciada historia humana, desde el caos hasta los viajes de mi peregrinación por América.
Primero: Tiempo Acuariano. Iº y IIº milenio. Tres veces volví a la Tierra, desde la transición de las Razas, la aparición del Maitreya, la gran destrucción planetaria, la aniquilación de los ejércitos teutónicos, el holocausto atómico y la desolación de la Tierra. En mi memoria están claras las imágenes de los acontecimientos que presencié y a veces protagonicé entre los hombres. Tuve la fortuna de vivir desde el comienzo en una zona del Planeta predestinada a la conservación y la supervivencia (el lado oriental de los Andes hasta el Trópico de Capricornio; la otra zona resguardada está en el centro de Asia). Cuando estalló el infierno atómico entre las naciones, yo había muerto, aunque pude presenciar los primeros enfrentamientos. Además, desde el plano astral, todo lo que ocurre en la Tierra es visible y transparente, incluso los secretos de la mente. Como la Sagrada Orden del Fuego, a la que siempre pertenecí, es eminentemente espiritual, su jerarquía, sabios, misioneros y proyectos están allá, en esa dimensión que los terrestres no pueden alcanzar. Ellos, los Iniciados del Fuego, decidieron desde la Fundación de la Orden en Kaor, preservar algunas montañas americanas de la destrucción ecuménica, como fuente de vida y salvación para que desde ese lugar privilegiado partieran las corrientes civilizadoras futuras. Se tomó como centro de irradiación el chakra terrestre sudamericano, sito en las entrañas de un antiguo volcán extinguido de la Patagonia, frente a un majestuoso lago, en medio de grandes bosques y allí se reconstruyó la escuela de sabiduría que antes estaba en Kaor, con místicos que emigraron desde el Asia Central. Durante siglos los mapuches custodiaron los recintos del volcán y jamás revelaron las entradas secretas escondidas tras la espesura de los bosques sagrados. Guiados astral y físicamente por Iniciados del Fuego, los predestinados a cumplir la Gran Obra, nacían siempre en esa zona protegida y desde allí partían a cumplir la misión que los Maestros les encomendaban. Otro centro de supervivencia Americano se conservó en el Gran Cañón del Colorado, en cavernas secretas construidas por las tribus de indios locales, descendientes puros de la perdida Raza Atlante y de las dinastías de los Águila.
La primera destrucción planetaria fue espantosa. Se extendió por todas las regiones habitadas del mundo y con los más diversos instrumentos mortales, desde misiles atómicos, armas convencionales, bombas biológicas, gases venenosos hasta cuchillos, dientes y puños. La locura se apoderó de la Humanidad y los odios, frustraciones, fracasos y deseos insatisfechos represados en el subconsciente que no habían encontrado salida durante siglos de injusticias, estallaron de golpe, como el dique de un gran lago que colapsa y las aguas retenidas desbordan aniquilando todo a su paso. Durante siglos estuvieron luchando los hombres entre sí hasta que agotaron sus instintos. Esta pasión descontrolada del odio estaba acompañada por cataclismos geográficos, diluvios, terremotos y grandes incendios. Parecía que la Humanidad y el planeta habían llegado a su fin y que nunca volvería la vida. Una gran oscuridad descendió sobre la superficie terrestre, bajo densas nubes sofocantes, un calor tórrido de aguas estancadas, tormentas eléctricas y lejanas explosiones atómicas que estallaban espontáneamente.
Segundo: Tiempo Capricornio. IIIº y IVº milenio. Así como algunos animales subsisten en los desiertos en las más adversas condiciones externas, así los sobrevivientes de la catástrofe planetaria se mantuvieron en muchos lugares de los cinco continentes, sin recursos. El clima fue riguroso, tórrido o congelado; los animales agresivos y escasos; la vegetación achaparrada y leñosa. Centrados en sí mismos, los hombres subsistieron obstinadamente, flacos, alucinados, sin esperanza. Los infiernos abiertos por las convulsiones terrestres volcaron sus demonios aterrorizando a las criaturas vivientes. Las mutaciones genéticas se multiplicaron hasta lo indescifrable; aparecieron los androides, las quimeras y
los monstruos, que al reproducirse entre sí produjeron nuevas especies de corta duración. Los robots automáticos fueron ocupados por elementales perversos que deambularon por las ruinas de las antiguas metrópolis, se introdujeron en los laboratorios secretos subterráneos y esparcieron los desechos radioactivos. Gran cantidad de Iniciados del Fuego fueron enviados por los Santos Maestros, encarnaron y salvaron a los hombres predestinados para sobrevivir, conduciéndolos hacia refugios preparados anteriormente.
Tercero: Tiempo Sagitariano. Vº y VIº milenio. La Tierra inició un largo período de reposo. Las tormentas y los vientos se calmaron. El Planeta dejó de temblar y cesaron los hundimientos y los terremotos. El cielo se despejó y las cenizas de los volcanes cubrieron el suelo, fertilizándolo. Los ríos y arroyos empezaron a circular en los nuevos cauces, con aguas cada vez más claras. La vegetación se extendió con rapidez y los bosques avanzaron incontenibles sobres las nuevas tierras; a pesar de la radioactividad, naturalmente creaban los anticuerpos necesarios. Los insectos, en variedad, formas y colores hasta entonces desconocidas, se multiplicaron por millones. Algunas especies de antiguos animales se extinguieron, pero otras, mutaciones de las anteriores, han aparecido ganando en belleza y vitalidad. Los océanos se repoblaron, incluso con ballenas, delfines y focas. Los glaciares se derritieron y al norte, el mar Ártico es líquido y navegable. La Antártida es un continente de varias islas rocosas que empieza a cubrirse de verde.
Cuarto: Tiempo de Escorpio. VIIº y VIIIº milenio. Los sitios de supervivencia que han logrado sostenerse en las diversas guerras y destrucciones de los milenios anteriores expandieron sus radios de estabilidad y bajo la conducción de Grandes Iniciados que han encarnado para ese fin, preparan, instruyen y consolidan el nuevo tipo humano americano, resistente a la radioactividad generalizada del Planeta. Por medio de la nueva ascética de Renuncia y conocimiento, el desarrollo de los chakras y la activación de nuevos surcos cerebrales fortificaron y desarrollaron los Cuerpos de Fuego, anunciados desde el comienzo de la Raza por el clarividente Santiago Bovisio, fundador de la Orden del Fuego en América, una armonía coherente entre la radiactividad ambiental, muy elevada y el nuevo hombre. Estos índices, más la Barrera Radiante del Maitreya, separan definitivamente a los viejos tipos humanos, androides, quimeras y otras reliquias de escaso desarrollo mental, del nuevo hombre americano. El Cuerpo de Fuego es visible para todos.
Quinto: Tiempo de Libra. IXº y Xº milenios. Llamada también tiempo de justicia, o equilibrio armonioso. El Planeta ha comenzado un largo período de tranquilidad y reconstrucción de sus cualidades específicas. La vida, en todas sus expresiones, incluso las primarias, se manifiesta magníficamente. Gracias a la labor incansable de los Grandes Iniciados, los demonios fueron devueltos al nivel vibratorio que les correspondía y las brechas del infierno, abiertas por las locuras de la civilización materialista, fueron cerradas definitivamente. Las especies humanoides con escaso desarrollo mental, androides, monstruos, quimeras y mutantes, quedaron refugiados en las antiguas tierras arruinadas por las guerras, con pocas probabilidades de sobrevivir; van degenerando poco a poco, hasta que desaparecen sin volver a reencarnar.
Ésta es la etapa de mis Relatos, mientras voy caminando en peregrinación por las tierras altas de Los Andes, hacia el Norte, buscando a mis compañeros, para cumplir una misión. Por la Enseñanza que he recibido de mis Maestros, me ha transformado completamente, soy un extranjero de la Historia, puedo recorrer toda la Tierra, alegremente.
N° 4 - EL REGRESO
He avanzado desde el Sur, en mi peregrinación por América, sin interrupciones, cambiando el recorrido muchas veces, para conocer la situación geográfica y humana del continente. Unas semanas atrás, crucé los Andes y caminé por las vertientes occidentales hasta llegar adonde había una gran ciudad que desapareció hace milenios. El Océano Pacífico rompe sus olas directamente en la Cordillera; las tierras y serranías que los separaban se hundieron para siempre en el mar por cataclismos que cambiaron los paisajes del Planeta. Encontré muy pocos humanos primitivos en valles y cavernas protegidas, practicando una sociedad tribal de subsistencia. La radioactividad es muy fuerte, empujada por los vientos del océano, provocando graves deformaciones genéticas que se transmiten de padres a hijos. Al llegar al paralelo 33, giré hacia el este, recorrí la zona del Aconcagua, inmutable, permanente, nevado y descendí hacia las llanuras, para ver el lugar que fue el punto de partida, al comienzo de la Era Acuariana, en un largo viaje americano de quince reencarnaciones y, esencialmente, el Camino del Fuego. Quería meditar sobre el significado de las encarnaciones y hasta dónde conducen.
Desde el borde del altiplano que domina la llanura, veo las manches grises de lo que fue una extensa ciudad, mientras el sol rojo asciende sobre el horizonte. Terremotos, tormentas y avalanchas de barro la destruyeron una y otra vez hasta quedar reducida a pequeñas colinas, semejantes a las ondulaciones naturales del suelo. Antiguamente, ese territorio era un gran oasis artificial, rico y abundante, en medio de un desierto que se extendía hasta la pampa húmeda; pero el cambio climático producido a principios de la era Acuariana, con grandes precipitaciones de agua y nieve, lo benefició y ahora extensos montes y bosques cubrieron la llanura hasta el horizonte, con arboledas autóctonas que prosperaron y se extendieron, con especies del viejo continente que se adaptaron y multiplicaron. Ahora no necesitan riego artificial porque reciben lluvia todo el año. Además, el aumento de la temperatura ha transformado esta zona en una región subtropical donde abundan los frutos que las especies animales y humanas necesitan, aunque, lamentablemente, no quedan hombres normales, al menos tal como los conocíamos diez mil años atrás. Actualmente, los androides, las quimeras y los mutantes se multiplican sin problemas, como el resto de los animales. Podríamos decir que estos territorios son un paraíso terrenal para esas criaturas, que nosotros, los Americanos, no necesitamos ni usamos. Son parecidos a las antiguas selvas ecuatoriales del Amazonas, África y Oceanía.
Quiero ir a la antigua ciudad. Desciendo por el lecho de un río seco que, en las grandes tormentas de verano, descarga sus aguas desde las alturas y las derrama en los bajos, rellenándolos con piedras y lodo. La vegetación es frondosa a ambos lados del cauce, con muchos frutales silvestres. Las aves y los insectos abundan entre las ramas, con monos aulladores y serpientes que han emigrado de otras zonas. En el suelo pastorean toda clase de herbívoros, aunque hay muchos carniceros que se ocultan en la hierba. Al notar mi presencia, escapan velozmente.
No llevo equipaje. Mi vestimenta es liviana y cómoda, una larga túnica amarilla hasta los tobillos. Calzo sandalias que fabriqué hace tiempo. Soy de mediana edad, delgado, más alto que los hombres, sin pelos en el cuerpo ni en la cabeza, sin uñas en los dedos y poco pesado. Todo lo que necesito lo llevo interiormente, resultado de diez mil años de transformaciones integrales que realizamos los místicos de la Renuncia, bajo la conducción de Maestros Superiores, como los antiguos sacerdotes del Templo de Amón. El Cuerpo de Fuego es visible, incluso para los androides, que le temen. Entre otras funciones, es una protección infranqueable para las radiaciones nocivas que cubren el Planeta. Todas las percepciones que tenían los antiguos por medio de instrumentos exteriores, más otras que no conocían, comunicaciones, desplazamientos, medicina, clarividencia, telepatía, las poseen ahora los Místicos Americanos por el desarrollo de sus fuerzas interiores, hasta entonces en estado potencial, del cerebro, los centros energéticos y el cuerpo astral.
En las zonas más bajas, advierto la presencia humana: senderos, algunas construcciones de madera y piedra, gritos lejanos. Columnas de humo se levantan de algunas chozas y, de vez en cuando, restos de fogones apagados. Algunos hombres, en pequeños grupos, recogen leña seca; pero al verme, huyen fuera de mi vista. Viven en cuevas bajas abiertas entre antiguas ruinas de cemento, bajo cubiertas de matorral espeso. Hay senderos abiertos por el continuo ir y venir de la gente y por allí me desplazo lentamente hacia un gran claro en el centro, como una plaza. Algunos curiosos asoman sus cabezas a la entrada de las cavernas, pero siguen escondidos. Es mediodía, me siento en una piedra y me quedo quieto, comiendo algunas nueces que he recogido por la mañana. Poco a poco, las personas van saliendo de sus viviendas y me rodean en silencio. Pronto están todos reunidos, sentados en el suelo y en cuclillas, algunos cientos de todas las edades, pero no hay viejos. Al verme comer, me traen frutas, semillas, choclos y otras cosas que ponen en el suelo, cerca, sobre hojas de vides. Siempre con buen modo y sonriente, escojo algunas y las mastico con gestos de placer y aprobación. Se animan, hablan entre ellos en la lengua común, ríen, y algunos niños se acercan y me tocan, la túnica, las manos, el cuerpo. Les sonrío. Entonces todos quieren palparme. No me hacen daño. Son curiosos. Luego se apartan, y en el espacio abierto, un hombre se acerca y me dice, en lengua común: "Somos los Huarpes". Han adoptado el antiguo nombre tribal indígena anterior a la llegada de los conquistadores; han regresado a su identidad primigenia, post Atlante. Les contesto:
"Me llamo Io-Seph; soy un Americano del Fuego y vengo del Sur. ¿Y tú cómo te llamas, quién eres?
"Me llamo Ayaime y soy uno de los ancianos", respondió orgulloso, aunque parecía no tener más de treinta años. Un gran bocio le cubría el cuello. La antigua endemia había vuelto y eran muchos los que exponían los efectos del hipertiroidismo, por ausencia de yodo en las aguas. En otro tiempo corrigieron el defecto agregando yodo a la sal de mesa, pero después todo volvió a su estado primitivo. Eran muchos, hombres, mujeres y niños que padecían "coto" o bocio, que produce efectos visibles en el comportamiento: cretinismo.
Transcurrieron las horas en animada conversación; ellos querían conocer qué había más allá del horizonte. No acostumbraban a viajar y se conformaban con algunas incursiones por los valles cercanos de las montañas, donde encontraban otras poblaciones semejantes. No conocían escritura y los restos de las antiguas civilizaciones habían desaparecido hace tiempo. No había ruinas de construcciones ni restos de maquinarias. Los únicos metales que encontraban eran monedas de bronce y algunos trozos de acero inoxidable, que utilizaban para hacer cuchillos y puntas de lanzas. No usaban tejidos porque desconocían el uso de telares; se abrigaban con pieles que sabían curtir hábilmente. Su alimentación era vegetariana, aunque no desdeñaban consumir huevos, pescados y algunas aves que cocían sobre brasas. No tenían ninguna organización social, sino las relaciones primarias y naturales de todas las culturas primitivas, antiguas y modernas, que desconocen la escritura y la forma de guardar los recuerdos. Vivían naturalmente y olvidaban los sucesos del día anterior. No tenían creencias ni rituales, y la muerte era una inmovilidad indiferente. No obstante, sentían un oscuro terror cósmico por los rayos y los truenos, y cuando había tormentas, lo que era frecuente, se refugiaban en sus cuevas y no salían hasta que hubieran cesado, aunque fuera de día. A pesar de ello, la abundancia de frutos, el clima templado, la falta de enemigos, la alimentación vegetal y, tal vez, la influencia del bocio, que aquietaba el temperamento, los hacía apacibles y, de alguna manera, felices.
Al atardecer, el cielo se cubrió de nubes y empezó a llover. La reunión se disolvió lentamente volviendo cada uno a sus hogares. Unos jóvenes trajeron leña e hicieron una gran fogata en el centro de la plaza, dejándome abundantes alimentos. Me quedé sentado en mi piedra bajo la lluvia, lo que era delicioso, y de vez en cuando agregaba un tronco al fuego, que permaneció encendido toda la noche, pues llovía a ratos y suavemente. Permanecí inmóvil en postura mística pasiva. Después de media noche, cesó la lluvia, despejó el cielo y apareció la luna. Desde mi lugar veía los elfos del monte y las hadas de las aguas que me protegen.
He regresado al punto de partida trazando un círculo de 10 mil años y mis anfitriones también. No obstante, estamos separados definitivamente y nunca nos volveremos a encontrar. Ellos tornaron hacia el pasado, hacia el origen biológico, retrocediendo por el círculo de la vida, pisando sus huellas. Yo avancé sobre el misterio de la Renuncia, abandonando cada día las experiencias muertas, automáticamente. Viajé sobre la inseguridad, los peligros y el gran vacío. Ambos trazamos el mismo círculo de las encarnaciones, pero por rumbos distintos, opuestos y contradictorios. Entre ambas sendas que cada día se separan más y más, el Maitreya introdujo la Barrera Radiante que el hombre viejo no puede atravesar. La Humanidad abandona la unidad y se separa en múltiples especies que se reproducirán por genomas independientes, no mutables.
Con un sol radiante en un cielo sin nubes me despido de los Huarpes, personas que conservan todavía su antigua virtud colectiva: la hospitalidad. Me regalan más nueces de las que puedo llevar y, como despedida, dejo que me palpen, pues todavía tienen dudas de mi realidad. Nada tengo para darles como recuerdo y, con un gran saludo, me alejo hacia las llanuras bajas. Mi camino conduce hacia el Este, hacia unas montañas bajas que están en el centro de las pampas, y que antiguamente me albergaron y me educaron en el comienzo.
Allí, en un lugar especial, el Maestro Santiago formó y consolidó la Orden del Fuego Americana cuyos secretos trajo del viejo continente y de la tradición universal. Allí murió y allí quedaron sus restos, guardados por un puñado de fieles que mantienen encendida la llama de Kaor. Hasta allí quiero ir, para refrescar mi alma, un poco cargada de tanta peregrinación. Creo que allí encontraré la luz del misterio.
N° 5 - ENCUENTROS
Me aproximo al lugar que busco desde el Oeste. El centro del país sitúa dos cordones montañosos antiguos, las Sierras de Córdoba, paralelas, de Sur a Norte, Grande al Oeste y Chica al este, con valles sucesivos entre ambas. Muy boscosas siempre, han prosperado con las lluvias, el aumento de temperatura, abundante fauna y flora, ahora que no hay depredadores masivos. El sur del sistema conserva un hermoso lago, de origen artificial, que se ha salvado de las penurias del tiempo. Todavía es conocido como Embalse. En las faldas del cerro que lo cierra se encuentra el sitio que busco, donde estaba y todavía persevera, la primera Comunidad que fundó el Maestro Santiago y donde se guarda su tumba. Costeando las orillas del lago, llego al lugar. Todo está muy cambiado; los pueblos vecinos desaparecieron, la gente vive dispersa en el monte formando grupos relacionados entre sí, subsistiendo de los recursos que les brinda la naturaleza, como los antiguos indígenas antes que aparecieran los conquistadores europeos. Del camino queda una huella de animales, cubierta de malezas; el viejo dique es un amontonamiento de piedras; restos del puente de cemento destruido aparecen sobre la vegetación. El lago permanece inmutable, reflejando en sus aguas las montañas de la Sierra Grande.
Encuentro una entrada a la Comunidad y avanzo por un sendero que sube entre pinos y cipreses. El aroma de las hierbas es intenso y agradable. Los pájaros vuelan ruidosamente entre el ramaje de los árboles. Descendiendo por el sendero, se aproxima un Sacerdote, con brillante Cuerpo de Fuego, vestido con túnica marrón larga. Lo reconozco inmediatamente, como si no hubiese pasado el tiempo y él también me reconoce.
"¡Venerable Luis!", grito a la distancia.
"¡Io-Seph!", me contesta alegremente.Y me brinda el saludo del encuentro, en Aripal: "¡Ahehia ote Hes!" (Ahehia es igual a Hes).
¡"Eret Hes ote Ahehia!" (El Libertado es igual a Hes), le contesto con gran reverencia. Y agrego el Himno del Libertado:
Bet Astere ak babel (Mato a las diosas del mal y de las malas pasiones)
Foro Acuar Anhunit aiest (Navego sobre las aguas dominadas por Anhunit)
Cur cam sem came el (Conozco mucho al hijo del hombre erecto)
Bel Bellica Philo giest (Conozco la guerra del mal que libra Philo)
Gunas et trikam beatrix (Conozco las tres cualidades de Beatrix)
Ahehia ote Hes (Conozco Ahehia que es igual a Hes)
Horushatum ten Amon trix (Y conozco al Libertado por tres palabras)
Ihes eret om Hes (Ihes es el canto de Hes).
El Venerable me responde, con el Salmo 132:
Ecce quam bonum et quam jucundum
Habitare frates in unum
Sicut unguentum in capite
Quod descendit in barbam, barbam Aaron
Quod descendit in oram vestimenti ejus
Sicut ros Hermon, qui descendit in monte, Sion
Quoniam illic mandavit Dominus benedictionem
Et vitam usque in seculum
Luego, tomados de la mano, subimos por el sendero hasta la casa de los Ordenados, a quienes conozco y he tratado en encuentros anteriores y en dimensión astral. Son siete Caballeros y su misión en la Tierra es custodiar el lugar y la tumba del Maestro. En un sitio separado, casi secreto y profundamente escondido bajo el monte, está el Convento de las Ordenadas, también siete, en oración permanente por la fidelidad de las almas predestinadas al Camino de la Renuncia.
Nos reunimos los ocho en una terraza abierta, frente al lago, sentados cómodamente sobre troncos de pinos, intercambiando informes y novedades, que siempre abundan entre amigos que hace mucho tiempo que no se ven. Ellos me contaban sus tareas diarias, el mantenimiento de los bosques, los senderos, la búsqueda de lana de oveja para los telares, la huerta, las colmenas y todas las tareas que la vida campestre exige para un mantenimiento humilde. Desde el comienzo, milenios de años atrás, practicaron la agricultura con instrumentos manuales sencillos. El trabajo manual forma parte de su disciplina diaria y, me informaron, alegremente y con cierto orgullo, que siguen observando el mismo horario que les fijó el Maestro desde la Fundación de la Comunidad. Ni los cataclismos mundiales, guerras, enfermedades e invasiones impidieron que cumpliesen la Observancia. Esta fidelidad les dio una fuerza de acero indestructible. En forma ordenada salen de a dos o tres y recorren los montes, para ayudar, enseñar y curar a los supervivientes. En las sierras, la decadencia es completa; forman pequeños grupos en chozas de tronco y malezas, sin organización social, muy enfermos y con graves deformaciones genéticas. Los Sacerdotes, expertos en herboristería, los aliviaban con plantas medicinales que recogen del monte. Por mi parte, yo les contaba la situación del mundo exterior, no muy diferente de la que experimentaban los hombres del monte, aunque en escala planetaria. En un momento, Luis me dijo con tristeza:
¿Y bien, señor Io-Seph? ¡Hemos fracasado!
¡No! Venerable; le respondí. ¡Hemos triunfado! La misión de llevar el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad, a todo el Universo, que nos dejó el Maestro Fundador antes de morir, no sólo se ha cumplido ampliamente con las palabras originales de las Enseñanzas, tal como Él las dejo escritas, por todos los medios a disposición de los hombres y en diversos idiomas y son conocidas en todas las regiones, sino que ahora están en el alma de los Americanos del Fuego, con los instrumentos espirituales internos y las fuerzas necesarias para poner en marcha la Nueva Humanidad. El poder espiritual que poseía el Maestro, la sabiduría milenaria, los Dones de la Sagrada Orden y la Libertad son patrimonio de los elegidos. Al principio, la expansión del Mensaje era para todos, sin exclusión, un don que ofreció el Maitreya a los hombres. Cualquiera podían elegir entre el futuro y el pasado y eligieron; cada uno trazó su destino para siempre. Entonces se produjo la hecatombe universal tantas veces anunciada, la Tierra crujió durante siglos y la Humanidad quedó dividida irreversiblemente en mente instintiva y mente espiritual. La mayoría quedó atrapada en el karma destructivo. Quienes escucharon el Mensaje de la Renuncia se transformaron y están de este lado de la Barrera Radiante del Gran Iniciado: el futuro les pertenece. En estos momentos, a mitad de la trayectoria de la Raza Americana, el Destino presentó una incógnita, otra elección, un nodo de reversibilidad: ¿Cuál será el destino de las especies androides con todas sus variantes y sufrimientos? ¿Cuál es la obra de los Americanos liberados sobre las especies inferiores? ¿Qué destino y lugar tienen en los próximos diez mil años? ¿Hacia dónde irán? Compañeros: mi viaje de peregrinación por las tierras de América y otros continentes tiene por objeto encontrar una luz al misterio. He peregrinado desde mi Comunidad en el Sur hasta el Santuario que guarda los restos del Maestro para encontrar una señal, una estrella que guíe mis pasos, la sabiduría del Caballero Iniciado.
Lo estábamos esperando, dijo el Venerable Luis. Las Ordenadas nos avisaron que usted vendría y han preparado esta noche, un ceremonial y un don espiritual, junto a la Tumba. Nosotros lo acompañaremos.
Esa noche, el Grupo se encaminó hacia el cerro subiendo por senderos secretos entre las arboledas tupidas de cipreses, algarrobos, chañares y otros árboles que no recuerdo, guiados por el Venerable, bajo la luz de las estrellas. A veces encontrábamos afloramientos de basalto y rocas sueltas que debíamos sortear. El ascenso no era difícil, pues el sendero estaba bien mantenido, sin necesidad de escalones ni pasamanos. Llegamos a una pared rocosa y penetramos al interior por una entrada pequeña. El túnel, largo y estrecho, estaba iluminado por fluorescencia gris que brillaba en las paredes y nos permitía avanzar con comodidad. Al final, tras un portal redondo, ingresamos a una sala alta y grande, tallada en la roca. Hacia un costado, en reclinatorios especiales, se veían siete figuras femeninas totalmente veladas de blanco, inmóviles. En el otro lado había reclinatorios donde nos ubicamos silenciosamente. Adelante, en el centro, una gran mesa de piedra negra, con una lámpara rosacruz de llama perpetua en un costado. Sobre esa mesa destacaba un copón sellado, con tapadera. Comprendí que allí estaban las cenizas del Maestro Santiago. Las Ordenadas entonaron a coro, en Aripal, las Oraciones de la Noche: "MANETRAS ANK AIN".
Una vez concluido, el Venerable Luis me tomó de la mano, me llevó hasta la tumba del Maestro y me hizo arrodillar en el piso. Entonces una Ordenada, la de mayor edad, vino desde el fondo, abrió la urna que contenía las cenizas, (un resplandor de chispas se elevó hasta el techo, iluminando la sala), y tomando un poco con los dedos, las derramó sobre mi cabeza cubriéndome de estrellas. Me quedé inmóvil, sin pensamientos, mientras las Ordenadas, esta vez acompañadas por los hombres, cantaban las Oraciones de la Madrugada: MANETRAS ANK SCHIN.
Me perdí en el tiempo y no puedo describir los acontecimientos que siguieron a esta consagración de fuego. Comprendí que el misterio estaba iluminado y podía verlo en la plenitud de mi alma: Mística de la Ceniza, Sacrificio del Holocausto, Renunciamiento Total, NO GANAR NADA, NO TENER NADA, NO SER NADA.
El horizonte de montañas aclaraba cuando me despedí del Venerable Luis a la entrada de la Comunidad de Embalse. Rápidamente avancé por el antiguo camino y descendí hacia las llanuras bajas, todavía en sombras. Algunas criaturas, quimeras, androides y jaguares salían de sus guaridas para enfrentar otro día de lucha.
N° 6 - DETRITUS
La ciudad fantasma está medio sumergida en un laberinto de canales, pantanos, ciénagas y plantas acuáticas que la cubren hasta lo más alto de sus ruinas. Fue destruida y vuelta a rehacer muchas veces y todavía hoy está cambiando en medio del delta que avanza hacia el mar. Fue la más ambiciosa ciudad del hemisferio Sur en tiempos remotos y sus arrabales se extendían por la llanura hasta el horizonte. Nunca fue bombardeada atómicamente, sino decayó lentamente en el caos del desorden social, las drogas, la psicosis colectiva y la miseria moral. La ciudad reveló la incapacidad humana para regenerarse por sí misma; las fuerzas internas estaban agotadas y las masas se abandonaron a los instintos primarios. Prosperaron las clínicas que practicaban transplantes, intervenciones neurológicas y drogadicción, transformando a los pacientes, con terapias cada vez más profundas, en quimeras y androides, los viejos se convertían en cadáveres vivientes y los enfermos ricos en vegetales entubados. La ciudad se transformó en escenario de espectros, muy visitada por turistas que buscaban aventuras extremas. Algunos todavía la recuerdan por su nombre antiguo, Buenos Aires, pero ahora la conocen como "la ciudad fantasma". No tiene administración ni instituciones que la organicen; es un vasto campamento de refugiados, parias, androides, animales salvajes, quimeras, espectros y detritus de laboratorio, subsistiendo por oscuros laberintos de pantanos. Muy populosa, enjambres de criaturas inimaginables hormiguean dentro de la infinita villa miseria. No tienen electricidad, agua potable ni máquinas, porque esas técnicas civilizadas hace milenios que desaparecieron. No hay medicinas; no conocen la escritura y las comunicaciones son verbales; no tienen organizaciones, sino clanes controlados por jefes astutos. Sobreviven. El terror y las radiaciones nocivas los reúne con un vínculo puramente animal. La ciudad es un gigantesco pólipo marino que aglutina y deshace continuamente, empujado por las oscuras fuerzas del instinto. El oscurantismo venció a la inteligencia.
Poco a poco, fui penetrando en la madeja de senderos, canales, madrigueras y despojos. He visitado la ciudad fantasma anteriormente, en viajes astrales y excursiones físicas, con compañeros. Sus habitantes temen a los hombres de Cuerpo de Fuego, radiación visible para ellos también y no los enfrentan. Son dimensiones completamente diferentes, hombres con mente instintiva y hombres con mente espiritual, aunque pueden comunicarse en la lengua común. Siempre hemos observado, desde nuestro centro magnético de la Patagonia, lo que ocurre en el continente Sur; es nuestra tarea cuidar que los fenómenos humanos se mantengan en los límites que les fueron establecidos desde el comienzo de la Raza Americana. Ingresar a la ciudad fantasma, recorrer ese gigantesco termitero de criaturas divagando por túneles y cavernas, con muchos secretos y una diversidad fantástica de cosas, es experimentar las fuerzas del insondable subconsciente dominado por el miedo y los deseos insatisfechos.
En mis recorridas por ese paisaje espectral se acercaban muchos nativos, especialmente jóvenes, inquietos y ruidosos, que querían mostrarme cosas especiales. Se cubrían con pieles y plumas o iban desnudos y descalzos. Diestros nadadores, se desplazaban por senderos y canales o trepaban por los árboles, abundantes, enmarañados, escondiéndose hábilmente, buscando frutas. La cabellera les cubría hasta la cintura, sueltos o trenzados. Reían con facilidad y hablaban continuamente. El interior de sus viviendas, algunas familiares, otras colectivas, revelaba la miseria y el sufrimiento. Las uniones sexuales eran mixtas y colectivas. La cantidad de enfermos, tullidos, discapacitados, ciegos y degenerados era impresionante, igual que la mortalidad y la locura. Me hacían entrar en las casas, pero yo no tenía remedios para curarlos. Sufrían intensamente y se quejaban; entonces ponía las manos sobre la cabeza y el Cuerpo de Fuego calmaba sus dolores. Éste es un don de la radiación acuariana, transferencia de energías que inició el Maestro Santiago. Así transcurrieron muchos días, mientras avanzaba hacia el centro de la ciudad, donde sobresalían las ruinas más altas.
Al llegar la noche, despertaban los abismos del instinto y aparecían los espectros. Antiguamente, en la civilización, la ciudad fue muy nocturna y el día se prolongaba hasta el amanecer. Pero ahora, la noche es noche oscura, sin luminarias. Cada clan tiene su territorio, que protegen celosamente, y en un lugar apropiado, con grandes muñecos pintados y otros anuncios visibles, se reúnen y encienden fogatas que mantienen encendidas hasta el amanecer. Tienen nombres pintorescos, Cromañón, Tango y otros que se han conservado oscuramente en la memoria colectiva, repiten sin cansarse, despiertan en ellos evocaciones mágicas y los entusiasma hasta el frenesí. Con instrumentos primitivos, flautas, tambores, bongós, troncos huecos, gritos, alaridos y ritmos infernales hacen ruido y bailan toda la noche. Concurren provistos de hierbas, drogas y bebidas fermentadas que los enloquece. Hombres, mujeres y bestias se mueven mezclados, sin limitaciones terminando en una bacanal repulsiva. A veces se reúnen varios clanes y organizaban un gran festival que duraba varias noches, en un lugar más grande, donde se juntan miles. El prestigio y la autoridad de los caciques se mantienen organizando estas orgías populares. A veces el fuego de las hogueras se extiende hasta el follaje de las instalaciones y los incendios se propagan en todas direcciones, apenas frenados por los canales del delta. Cientos de criaturas mueren carbonizadas, pero nadie se ocupa de las víctimas ni las recuerda; al contrario, la sangre los entusiasma.
Los laberintos de la ciudad difundieron la noticia tan esperada: por el río, desde el Norte, se aproximaba "LA GRAN QUIMERA", navegando en una inmensa jangada, como no se había presentado antes, sostenida y guiada por cientos de canoas que la rodeaban hasta perderse de vista en el horizonte. Alta como una basílica medioeval, los árboles que la formaban hundían sus raíces en el camalote que flotaba en las aguas espesas, con las copas entrelazadas y unidas por enredaderas cubiertas de orquídeas radiantes. Formaba un espacio asombroso, con tucanes, guacamayos, mariposas gigantescas, monos aulladores, serpientes, jaguares domésticos, saltimbanquis y payasos que animaban esa escenografía fantástica de las selvas ecuatorianas. Una multitud de gigantescos androides negros, con trajes emplumados, marcaban un ritmo endemoniado, sin detenerse, día y noche, con sus timbales y bombos de piel de animales salvajes, rodeando un gran espacio donde danzaban hechiceras incansables cubiertas con pieles de tigre, junto a sátiros peludos, resultado de la ingeniería genética, patas de cabra con pezuñas, cuernos pequeños y orejas en punta. En un balcón alto, sobre un lecho de pieles, una enorme criatura coronada, amontonamiento grasoso de miembros blandos, imbécil, blanca y sonriente, era permanentemente alimentada por sirvientes que la atendían: la Voz de la Quimera. Por encima y detrás, en un pedestal de troncos rojos, una quimera de oro, con cabeza de león con las fauces abiertas, emitiendo fuego, vientre de cabra y cola de dragón elemental, movía la cabeza de un lado a otro, lanzando rugidos y gritos incomprensibles. Los navegantes, con pértigas y sogas, atracaron frente a un enorme espacio despejado que se elevaba hacia las barrancas del río. Una multitud incalculable de asistentes habían salido temprano de sus villas, y aún desde el día anterior para reservar los mejores espacios, reunidos por clanes y pandillas, con tambores e insignias. El griterío ensordecía el espacio y, a medida que terminaba el día, iban encendiendo grandes hogueras en lo alto de las barrancas, iluminando el estadio con luces fantásticas. El ídolo gordo no bajó a tierra, obeso, enfermo, no podía moverse del lecho, pero sus acólitos, bailarinas con pieles de jaguares y tocadores de timbales, bajaron en comparsa y se mezclaron con la multitud. Los clanes fueron subiendo a bordo de la jangada y desfilaban ante la Gran Quimera, rindiendo homenaje, algunos de rodillas, otros arrastrándose, con flagelos que herían sus espaldas cubiertas de sangre, lastimándose con cuchillos, luchando o suicidándose. El monstruo idiota los saludaba con risas. Los ayudantes repartían drogas y bebidas mágicas de los trópicos.
Yo miraba desde lo alto de las barrancas y decidí marcharme de la ciudad. Ya conocía el ritual y la magia de los festivales que se repetían cada cuatro o cinco años y que había visto en viajes anteriores. Seguirían día y noche, con ritmo infernal, hasta que cayeran rendidos o concluyeran en luchas sangrientas. Pronto olvidarían. Tiempo más tarde, la ciudad recuperará energías con otros androides y continuarán repitiendo los instintos oscuros del subconsciente que no tienen destino.
Caminé. Y mientras me alejaba del carnaval iba pensando en las ilimitadas dimensiones de la mente humana, en el mal y el bien. La ciudad fantasma es obra de los hombres, es el alma misma, consciente y subconsciente. Y así como desciende hasta las más bajas pasiones, sin retorno, también puede elevarse hasta el cielo junto a los Poderes de los Maestros. Antes de la gran revelación acuariana, los hombres y las ideas estaban mezclados, intercambiando los roles de ángel y demonio continuamente, bajo una misma ley. A partir del Maitreya el destino de la Humanidad quedó separado en dos: el camino de las experiencias indefinidas en el dolor por un lado y el camino del Renunciamiento por el otro. La destrucción de la civilización, la desaparición de las religiones duales, las Enseñanzas, el acceso a los mundos plurales, la Barrera Radiante del Maitreya y la encarnación de miles de Iniciados del Fuego pusieron orden en el caos y las dos Humanidades quedaron separadas en sitios diferentes. En las tierras predestinadas, magnéticas, coherentes con las energías del Planeta se establecieron los hombres con Cuerpo de Fuego, como otrora fue Kaor, el Templo de Amón, Delos, los Himalayas, Machu Pichu y otros. Pocos hombres, pero invencibles, egoentes, soberanos, arquetipos, con la misión de regenerar la Tierra.
Quienes rechazaron el Mensaje de la Renuncia no pudieron pasar la Barrera Radiante del Fuerte Libertador, quedaron en las metrópolis junto a las fábricas y las autopistas, religiones personales, ansias de posesiones y separatividades, hasta que sus contradicciones los empujaron a guerras y confrontaciones, destrucciones y ruinas, interminables sufrimientos. Desde comienzos de la Era Acuariana empezaron a manifestarse las transformaciones. La ciudad fantasma que estoy abandonando se llenaba de espectros al caer la noche. Caminé y caminé hasta llegar a los campos, las arboledas, la soledad. Cuando amaneció, el espacio se llenó de luz y pájaros que iniciaban el día cantando en el nuevo mundo.
Nº 7 - EXALTACIÓN DE LA TIERRA
Tracé un círculo magnético en la arena con mi mano, me ubiqué en el centro, pronuncié las palabras secretas y esperé inmóvil frente al mar, recitando el Himno al Viento Celeste:
Serafiel ank serefiélica (¡Oh, Serafiel Jefe de los elementales del viento!)
Bet asur ank asurica (Mato a los malos espíritus y a los elementales)
Vayu ote vayuica (Vayu, con todos los vientos)
Foro ank surica (Lleva a los buenos)
Ten Amon trix (Las tres palabras recito)
Ahehia ote Serafiel (Ahehia es igual a Serafiel)
Amaneció, las sombras se disiparon y el horizonte acuático se tiñó de rosa.
Un viento marino empezó a moverse en torno al círculo mágico, cada vez más rápido, con figuras élficas radiantes cantando y bailando. Los saludé amistosamente. Se formó un remolino con un disco luminoso en la base. Lentamente, el plato volador me elevó sobre la superficie del agua y se desplazó suavemente por el centro del río, a unos cincuenta metros de altura, hacia el norte. Los elfos, con alas de mariposas, volaban alrededor y dentro del globo de luz que me sostenía y me transportaba. La sensación de libertad era deliciosa. Miraba el paisaje, cada vez más boscoso, algunas piraguas en el río con pescadores, rebaños de mamíferos pastando en las praderas y hombres que me señalaban asombrados, agitando los brazos, gritando y corriendo. Transcurrió el día, se hizo la noche y el vuelo proseguía bajo las estrellas en alas de mi alfombra mágica.
Los hombres con Cuerpo de Fuego pueden volar sobre la tierra porque establecen una armonía vibratoria, coherencia de substancias, sintonía del ser con los espacios terrestres. No hay opuestos, sino variabilidad. La Barrera Radiante del Maitreya elevó al hombre sobre la gravedad de la materia. ¡Schinaschin ote schin! La Fuerza Etérea se transforma en Fuerza Eterna.
Vuelo suavemente sobre la tierra exaltada, como en los sueños, sin turbulencias ni ruidos, porque estoy en el centro de mi propio espacio. Tampoco tengo miedo, aunque esté sostenido por un círculo luminoso. Tengo densidad física, como siempre, igual que en las caminatas por las callejuelas de la ciudad fantasma, pero de otra manera, con un Cuerpo de Fuego que me levanta y me transporta adonde mi corazón me empuja. "Vayu ote vayuica" me acompañan y entonan canciones. Pienso y me deslizo sobre la pradera, otras veces sobrevuelo los cursos de agua, subiendo y bajando por encima de morros y lagunas. La Tierra luce espléndida sin caminos, ciudades ni fábricas, sin cultivos ni tractores. Las ruinas de antiguas construcciones desaparecieron cubiertas por las selvas. Los diques que retenían grandes ríos se han desplomado y la corriente los ha arrastrado. Hasta donde alcanza mi vista la tierra es verde y verde. Mientras planeo hacia el Norte, medito.
Todo lo que el hombre imaginó y construyó fuera de él, aviones, fábricas, telescopios, medicinas, comunicaciones, sistemas intelectuales, instituciones políticas, lo puede recrear más perfecto dentro de él, construyendo instrumentos espirituales que actúan sobre la realidad integral, física, síquica y mental. Las obras creadas fuera del hombre tienen un comienzo, un desarrollo y un fin. Las obras que brotan dentro del hombre no nacen, ya estaban potencialmente desde el principio, son una expansión de su propia alma; es el ser que alcanza la madurez y da frutos de bien; no mueren porque dejan semillas que continuarán la vida, como ocurre en las cosas naturales. Cuando el hombre se pone en armonía con las leyes universales alcanza instrumentos y poderes que se extienden más allá de las limitaciones de una mente individual condicionada. La Raza Aria se concentró en la razón para conquistar la materia, renunciando a otras facultades. Una vez conocidas y dominadas las leyes materiales, por reversibilidad de Renuncia, reconquistó sus dones olvidados y dio comienzo a la Nueva Era Americana: la armonía de los pares de opuestos, el Espíritu y la Materia unidos en una única ley dentro del hombre.
Continúo mi viaje aéreo por el centro del río hacia las grandes cataratas. Como en los sueños astrales, los impulsos de mi alma son interpretados correctamente por mis guías que me conducen sobre la superficie del agua entre barrancas cubiertas de selvas gigantescas. El ruido de las caídas acuáticas por todas partes ensordece los oídos hasta que finalmente me detengo en medio de la Garganta del Diablo para los antiguos, Acpias ale ualala" (Aguas que abren las Puertas del Cielo), para nosotros, envuelto en espuma, nieblas y arco iris. Me acerco a la orilla y deambulo por senderos naturales, entre aves de muchos colores, monos que saltan de rama en rama y serpientes verdes que se deslizan por el pasto. Hombres desnudos y silenciosos en estado natural recorren los senderos en pequeños grupos, recogiendo frutos y otras cosas que les interesan. Junto a los arroyos pescan con pequeñas lanzas. No se asustan y comentan entre ellos, risueños, mi aspecto de hombre vestido y calzado. Los ignoro, imitándolos, mientras paseo, comiendo bananas, naranjas y otras frutas de sabor exquisito; estoy en un paraíso donde todo lo que necesito está al alcance de la mano. Al llegar la noche, enciendo una fogata y duermo en el pasto, rodeado por los compañeros élficos que me conducen. Ellos no necesitan dormir para descansar, porque se nutren directamente del prana del aire y allí se funden cuando desean olvidar.
A la mañana siguiente continúo el viaje por las hermosas tierras de esas vastas regiones que antiguamente era una gran nación civilizada. Llegó a tener un poder sobresaliente, no sólo por sus recursos económicos, sino por adelantos tecnológicos, nuevos sistemas de producción y extraordinarias investigaciones en la psiquis, como ninguna otra potencia. Los conocimientos de las fuerzas ocultas de la naturaleza y del hombre, propio de los Atlantes que prosperaron en Africa, despertaron nuevamente, y realizaron hazañas en medicina, ingeniería genética y control de los elementales. Estos adelantos los colocaron en algunas disciplinas por encima de las otras potencias. Incluso desarrollaron la tecnología nuclear por caminos diferentes, reviviendo fuerzas secretas de los Atlantes. Pero ese poder fue su perdición, y la gran nación fue destruida por sus rivales.
Vuelo a gran altura sobre las llanuras y las colinas cubiertas de espesuras, praderas y selvas, ríos y arroyos con diversos caudales fluyendo hacia el sur y el océano, que diviso en el horizonte. Las ruinas de las antiguas ciudades son ahora promontorios insignificantes, cubiertos de vegetación. La vida humana se descubre en chozas agrupadas y algunas columnas de humo que se elevan dispersas, junto a los cauces de agua. No se observan cultivos ni corrales de animales domésticos; como hemos visto anteriormente las necesidades básicas, otras no tienen, quedan satisfechas por la recolección directa de frutos en el monte o la pesca de los ríos. La Tierra, por sí misma, con sus propias energías vitales se reconstruyó en unos pocos milenios, en seguida que desapareció la depredación humana de la civilización. No obstante la variedad de formas y especies hasta lo incontable, la Naturaleza tiene unidad y coherencia, en todos los sistemas: llanuras, océanos, desiertos, montañas, en los trópicos, en los polos, en el aire, con el propósito de preservar y multiplicar la vida. Se gobierna por ciclos de expansión y de contracción, según las leyes de la evolución. En los primeros 5.000 años posteriores a la destrucción nuclear planetaria, los bosques, las selvas y las praderas avanzaron incontenibles por los espacios desiertos, borrando las obras humanas bajo su manto verde. Las radiaciones de los residuos atómicos no pudieron detener esta ansia de vivir. Una y otra vez, las especies permutaron sus genes, crearon nuevas formas, se mezclaron entre sí, se adaptaron a las más rudas exigencias y vencieron todos los obstáculos. Hasta en los cráteres de las terribles explosiones termonucleares brotaron nuevas especies, resistentes a la radioactividad.
Busco el lugar donde la gran metrópolis del continente levantaba hasta las nubes sus orgullosos rascacielos, inmensa, poderosa, opulenta. A la distancia observo una extensa colina formada por ruinas y deshechos materiales cubiertos por la más asombrosa variedad de formas vegetales que antes no se conocían, resultado de transformaciones y adaptaciones a un medio radioactivo intenso, abundancia de lluvias y calor tropical permanente. Tal vez en las primitivas selvas del Océano Pacífico, hace millones de años, sobre pantanos y ciénagas del Continente Lemuriano pudiera encontrarse un paisaje equivalente. Planeo sobre las antiguas ruinas, en parte libres de vegetación; a veces desciendo de mi vehículo aéreo y camino por las piedras. Los residuos atómicos no me afectan, su fuerza está disminuida. La vieja civilización occidental se ha transformado en un gigantesco basural informe, descompuesto, reducido a partículas elementales constituyendo el humus de las nuevas especies que aparecen por todas partes, permutando ramas, hojas, flores y frutos en un cambio permanente bajo la radiación permanente que impide una estabilidad duradera. Igual dinámica transformadora observé en insectos y otros géneros primitivos: mariposas con muchas alas fosforescentes, serpientes con patas rudimentarias, monos con miembros membranosos que volaban de árbol en árbol. También pude observar algunas quimeras humanas con asombrosas modificaciones en sus cuerpos y que habían logrado sobrevivir naturalmente, fenómeno que se inició en la Segunda Guerra Mundial de la Era Cristiana en las ciudades bombardeadas atómicamente. En esa época de locuras, los laboratorios de ingeniería genética crearon muchas quimeras vegetales, animales y humanas que todavía subsisten y se reproducen, uniéndose a otras especies. Están retenidos del otro lado de la Barrera Radiante a la que no pueden sobrepasar. Si lo intentan, perecen.
La Guerra Planetaria se inició a comienzos de la Época Americana, duró aproximadamente mil años y se desarrolló con mucha violencia. En las primeras batallas desapareció la mayor parte de la Humanidad y de los animales, la Tierra quedó transformada por terremotos, huracanes y diluvios que sumergieron zonas continentales, mientras otras aparecían sobre las aguas, como ha sucedido en épocas anteriores. Los Acuarianos, en número reducido, dirigidos por Maestros, buscaron refugio en las montañas más apartadas de América y el Centro de Asia y permanecieron aislados mucho tiempo unos de otros, dedicados al desenvolvimiento de sus fuerzas interiores, dirigidos por Iniciados del Fuego que encarnaron en gran cantidad para enseñarles el nuevo conocimiento energético.
N° 8 - LA PUERTA DEL SOL
Estoy ante Tiahuanaco, la Puerta del Sol, junto al lago que todavía es llamado Titicaca, en el altiplano del Continente Sudamericano, esperando a los Acuarianos reencarnados de los antiguos Incas que tienen aquí su Comunidad, en casas de piedras. Dos compañeros de mi Comunidad del Huechulaufquen llegaron a este lugar el mismo día, viajando directamente desde la Patagonia en una máquina voladora de gravedad controlada. Se llaman Solem (Azul) y Leus (Violeta), de la misma edad, semejantes como hermanos gemelos y visten túnicas con los colores de sus nombres. Los tres, sentados en cubos de granito frente a la Puerta, inmóviles y silenciosos, aguardamos a las personas que nos recibirán.
Tiahuanaco es un monolito anterior a los Incas y se ha conservado en el altiplano por más de 20.000 años. Tiene relieves en la superficie representando a los Dioses Solares que han perdurado más allá de civilizaciones y catástrofes. Por encima de los relieves, en escala mayor, se ve una segunda puerta translúcida, como una caja de cristal, protegiendo y conservando la piedra; es un cuerpo de fuego semejante a los nuestros, muy brillante, que se ha manifestado dentro de la vibración establecida por el Maitreya. La Puerta del Sol es una y está constituida por varios cuerpos, algunos visibles, como la piedra, la caja radiante y otras secretas que comunican espacios y dimensiones diferentes. El paso hacia los mundos plurales se efectúa por la puerta.
La Comunidad mística del Altiplano es exclusivamente femenina y habitan uno de los centros energéticos principales del Continente donde descarga sin interrupciones el Poder de la Gran Corriente, con una misión exclusiva que se explicará en otra oportunidad. Sus monjas son numerosas, dirigidas por siete mujeres experimentadas que poseen el más alto grado espiritual que se puede alcanzar en la Tierra; son, a través de los milenios, las Vírgenes de Inti, el Dios Solar.
Nos ponemos de pie y esperamos respetuosamente. Una fila de siete figuras femeninas avanza desde el fondo del gran patio, cruzan la Puerta y abriéndose en abanico, nos saludan con reverencia pronunciando el universal versículo del encuentro: "¡Ahehia ote Hes!" Respondemos: "¡Eret Hes ote Ahehia!" (La Divina Madre es, Y su vida es Eterna). Luego, conducidos por la Superiora, cruzamos la Puerta y avanzamos hacia las construcciones del fondo. Ya he estado anteriormente en este lugar cumpliendo misiones que me ordenaron desde la Patagonia y conozco a las sacerdotisas.Visten largas túnicas de alpaca hasta los pies y un velo blanco muy fino cubriendo la cabeza hasta la cintura. Las túnicas son de varios colores según el nombre de cada una: IArka (rojo), IOrmuzd (anaranjado), IShemesh (amarillo), IRas (verde), ISolem (azul), IEliho (añil), ILeus (violado). Uno de sus oficios es el hilado y tejido de telas de alpaca y vicuña que luego proveen a las diversas comunidades del continente. El transporte es fácil y rápido en vehículos no tripulados que los acuarianos poseen y utilizan corrientemente. En la Nueva Era no hay comercio y el dinero es desconocido.
El monasterio de Tiahuanaco es numeroso, con cientos de Ordenadas que cumplen el nuevo sistema de vida desde hace siglos, sin alterar ni modificar las regulaciones establecidas. Ingresan desde niñas y permanecen hasta la muerte, orando, trabajando, sosteniendo las ideas de la Raza Americana con firmeza ejemplar. Son longevas, por encima de los 120 años de edad, en buen estado de salud y activas. Cuando consideran que su presencia en la Tierra es innecesaria, provocan la muerte voluntaria, como hizo la legendaria Cleopatra, Reina de Egipto. Todas las monjas están preparadas para la muerte mística, que es atributo de los Acuarianos. La muerte por enfermedad o accidente está completamente superada para aquellos que están de este lado de la Barrera Radiante. Quienes quedaron del otro lado, los viejos Teutones, perecen como siempre, enfermos, por violencia o suicidio, en el dolor. Estas diferencias es uno de los motivos de mi viaje hacia el Norte, por el camino del peregrino, mirando, escuchando, registrando ideas, fenómenos y sentimientos, a mitad del tiempo de la Edad Americana. Mi peregrinación es muy larga y debo dar la vuelta completa al mundo para conocer la situación humana y animal, geográfica y ecológica, material y espiritual.
En el altiplano del Lago viven sólo mujeres en Comunidad y se rigen por normas de clausura, dirigidas por las siete Sacerdotisas antes mencionadas. Más abajo, en valles y montañas vecinas, están los campesinos con sus familias practicando la agricultura tradicional y las antiguas costumbres sociales incaicas. Son residuos de las últimas tribus atlantes que mantuvieron sus características raciales, a pesar de los cambios y las destrucciones de la civilización occidental. Los campesinos respetan a las Ordenadas y nunca suben al altiplano; las relaciones entre ambos son esporádicas. En ciertas ocasiones, las sacerdotisas, ataviadas con trajes ceremoniales vistosos, recorren los valles para curar enfermos, consagrar lugares magnéticos, bendecir campos y elegir niñas que se integrarán la Comunidad. Con su presencia y los cantos sagrados depuran la tierra y los ríos, invadidos por detritus y elementales dañinos, restos del pasado que vuelven a través de los campesinos. La autoridad y el poder de la Comunidad de las Sacerdotisas del Altiplano son reconocidas mundialmente y en ciertas ocasiones es solicitada su presencia física para ciertas cuestiones muy importantes, como la depuración de sitios contaminados por elementales dañinos, la fundación de nuevos centros magnéticos y el consejo en Asambleas de Sacerdotes. Entonces viajan por el continente americano, que está bajo su protección, en naves aéreas que manejan con facilidad. Hay otro centro femenino de igual importancia en el centro de Asia, que visitaré oportunamente.
Nos ubican en unas casas de piedras sin labrar cerca de la Puerta y luego recorremos los maravillosos jardines que rodean las construcciones del Monasterio. En una urbanización natural, libre y armoniosa, lucen las más bellas plantas que uno pueda imaginar: helechos fosforescentes, orquídeas multicolores con pétalos móviles, bambúes de los trópicos, árboles florales que cubren el piso de pétalos azules, naranjas y violetas, espléndidos rosales, naranjos, bananeros, melones y sandías entre el pasto, parrales con tentadores racimos negros y una infinidad de plantas medicinales sabiamente combinadas por afinidades y mutuas simpatías. En el aire y entre el follaje, vuelan jilgueros, calandrias, palomas, colibríes, enjambres de abejas y otros insectos luminosos, resultado de las mutaciones genéticas. También se ven alpacas, gacelas y otros mamíferos que se acercan curiosos y permiten que los acaricien. Más allá pacen caballos, ovejas y algunas quimeras clonadas que son atendidas cuidadosamente. No hay ninguna cerca, lazos, ni jaulas; los animales están en plena libertad. Los Acuarianos se alimentan de vegetales, frutas, hortalizas, miel y no utilizan a los animales para trabajar. Tampoco tienen máquinas de labranza. Lo que necesitan para comer y vestir lo producen con las manos. Las Monjas de Tiahuanaco son campesinas y obreras extraordinarias: cultivan jardines armoniosos, levantan casas de piedra con techos de madera y trazan caminos limpios para transitar. Saben regar los cultivos, hilar y tejer, curar animales y personas, fabricar lámparas de luz perpetua, educar a las novicias y, cuando hace falta, manejar naves voladoras para ir adonde sea necesario. La sabiduría y poder magnético de la Comunidad de Tiahuanaco son reconocidas en todo el mundo. No obstante, cuando tantas cosas se han logrado, a mitad de la trayectoria de la Era Americana, una inquietud ha surgido aquí y en otros Centros de Sabiduría de los cinco continentes: Es el motivo de mi peregrinación, visitando no sólo los centros de la nueva Raza con Cuerpos de Fuego, sino también el resto de la Humanidad, lo que queda de ella, condiciones, posibilidades, grado de contaminación de los detritus, estado de los sitios infernales, el sufrimiento y la degradación de las criaturas.
Estamos reunidos las siete Superioras y nosotros tres, Monjes del Huechulaufquen. La Mayor dijo con entonación musical antigua:
"Venerables: En este lugar hemos conservado los preceptos fundamentales de la Era Americana conciliando los contrarios de la naturaleza humana cuya oposición violenta condujo a guerras, sufrimientos y el aniquilamiento de la antigua civilización. Hace muchos siglos, desde la fundación de la Comunidad, cultivamos la perfección espiritual con la asistencia de nuestros protectores, expandiendo los espacios del alma. Los tesoros de amor que llegan hasta nosotras de inmediato son repartidos a todos los seres que habitan la Tierra, por más lejos que se encuentren. Los Acuarianos conformamos una Comunidad Mística planetaria, unida por nuestros Cuerpos de Fuego. El Cuerpo Místico de los perfectos se extiende por la Tierra, de polo a polo. Pero hay una inquietud en nuestros corazones, no sólo aquí, en el altiplano de los antiguos Reyes Atlantes, sino en todas las Comunidades del mundo. Señores: Después de la perfección ¿qué viene? ¿Más perfección? El Camino se divide en dos: uno conduce a la Liberación del ser; por el otro, el caminante se convierte en un Salvador del Mundo. En nuestras oraciones escuchamos que la Tierra se queja, llora, clama y nos llama. Somos puntos radiantes de luz: Siete Chakras sagrados por continente, más otros siete centros magnéticos subsidiarios de cada uno. Son como faros iluminando la noche. Pero el mar continúa tormentoso. Debajo de cada ciudad en ruinas, cubiertas por selvas y océanos o destruidas por fuegos y terremotos, hay millones de supervivientes vivos de las más variadas especies, androides y quimeras, monstruos, larvas, deformes y bestias, aprisionados en el círculo nítrico de sus pasiones irredentas. ¿Son parte de la Humanidad? ¿O, como ordenaban los dogmas religiosos, fueron expulsados y están condenados a un infierno eterno? La Madre Abhumi que los contiene gime de dolor y espera.
Hizo silencio después de haber presentado la inquietud de las Ordenadas, hábiles en sanar a los enfermos, depurar lugares contaminados y maravillosas jardineras. Uno de nosotros, Solem, se puso de pie, hizo una profunda reverencia y pronunció una larga respuesta, motivo de su viaje desde el Sur. No transcribiré en este Relato sus palabras sabias; mis palabras quedarán para más adelante, cuando haya completado mi periplo continental. Otros lugares sagrados y otras revelaciones me aguardan, con más preguntas, inquietudes y misterios todavía no resueltos.
Nº 9 - LA COMUNIDAD VOLADORA
Estoy en la cima del Chimborazo, volcán apagado de más de 6.000 metros de altura, en la línea del Ecuador sobre la cordillera de Los Andes. Hace unas semanas recibí una comunicación para encontrarme en este lugar con los monjes de la comunidad voladora que reconstruye las corrientes energéticas del continente y mientras espero, explicaré las funciones y aptitudes de estos sacerdotes obreros del siglo 100 de la Nueva Era.
En la antigua civilización occidental, las personas tenían unos aparatos eléctricos, llamados celulares, con los cuales se comunicaban por medio de ondas electromagnéticas. Ahora los Acuarianos nos comunicamos a distancia por ondas, directamente desde el cerebro. También, en aquella legendaria civilización, los centros poblados estaban conectados por conductores eléctricos a usinas productoras de energía eléctricas, para iluminación, calefacción, comunicaciones, transportes, fábricas y otros fines. Ahora que no hay civilización ni personas que usen máquinas, sino un planeta orgánico, los seres están aprendiendo a vivir orgánicamente y utilizan las fuerzas superiores que los exaltan, sin instrumentos externos, materiales o psíquicos. Pero la Tierra quedó desequilibrada hasta sus raíces en la terrible destrucción que terminó con las ciudades y necesita una reconstrucción completa. Las gigantescas explosiones nucleares que la sacudieron en todas partes enloquecieron su delicado equilibrio y durante los primeros milenios reinó el caos hasta las raíces ardientes del núcleo profundo. Podría haber sido el fin de la vida, pero los Grandes Iniciados, con ayuda de los Acuarianos que asumieron la responsabilidad de trabajar por la exaltación de la vida, poco a poco, cuando cesaron las explosiones y los cataclismos, su pusieron a trabajar. Desarrollaron un programa global disciplinado hace unos 5.000 años, tomando como bases de operaciones sólidas los Chakras Planetarios de los Continentes. Yo pertenezco a la Comunidad del Huechulaufquen, centro rector de Sudamérica. Hay otros centros en los demás continentes y trabajan coordinados. El Centro único que los gobierna es extraterrestre, Om Hes, bajo la autoridad suprema de la Madre Abbhumi. Las responsabilidades de la Comunidad del Chimborazo consisten en ajustar los cauces aéreos donde transitan las corrientes energéticas de la superficie terrestre y coordinarlas con los canales magnéticos de otros sitios, formando una red planetaria natural, con vibraciones más sutiles que las antiguas, nuevos circuitos y otros sistemas de control para los nuevos hombres, coherente con la Barrera Radiante del Maitreya y la vibración planetaria.
Dos jóvenes con radiantes cuerpos de fuego se acercan desde la boca del volcán y nos saludamos fraternalmente. Me conducen al interior donde tienen su centro, y empezamos a descender por un sendero suave bien trazado, entre rocas y helechos de variadas formas. La chimenea es profunda y a medida que bajamos se va oscureciendo hasta que llegamos al piso plano del fondo, limpio, despejado de obstáculos y muy grande. A poca altura, ingrávidas, relucientes y blancas, flotan unas naves circulares de dimensiones normales, platos voladores como se llamaban en la antigüedad. Son sólidas, translúcidas y, al parecer, vacías. Desde afuera pueden verse los asientos, pero no se perciben instrumentos de navegación. Son espacios individuales autónomos que poseen su propia gravitación. Las conozco porque he viajado muchas veces en ellas, incluso puedo conducirlas. No son máquinas, sino una forma controlada de la energía cósmica que, por voluntad de la mente entrenada, adopta la forma y la función que el navegante le imponga, parecido a las creaciones y las experiencias de los viajes astrales practicados desde la más remota antigüedad. Actualmente, gracias al desarrollo avanzado de la mente y las funciones cerebrales latentes, por la coherencia entre mente y materia, unificados, el Acuariano crea materia del éter cósmico, la controla y le da funciones. Estas aptitudes que siempre estuvieron potencialmente en el ser humano y que fueron desarrollados por los Grandes Iniciados, ahora son utilizadas para la reconstrucción del Planeta por aquellos Acuarianos entrenados en esas funciones. Las tareas de los sacerdotes del Chimborazo -hay grupos en otros continentes-, es la recomposición de los canales energéticos que fluyen siempre llevando vida a todos los seres; sin ellos la muerte se extendería por la Tierra.
Las naves aéreas son una forma de la energía moldeada por la mente, consistentes, que pueden transportar cuerpos por el espacio. Los antiguos Magos Negros atlantes crearon máquinas aéreas, terrestres y acuáticas impulsadas por elementales bajo su dominio hasta que fueron aniquilados por los Arios, antes del hundimiento de Atlántida. Los Arios, durante la civilización cristiana, crearon muchas naves impulsadas por máquinas e instrumentos materiales, hasta que la barrera ardiente del Gran Iniciado Maitreya modificó el espacio electromagnético y las naves se desplomaron o se hundieron en el Océano. Los Americanos de la Nueva Era desarrollaron ampliamente el conocimiento de sus posibilidades espirituales, activaron todos sus centros energéticos y cerebrales y armonizaron sus fuerzas con las leyes naturales. Por efectos de esta unión, alma y materia, bajo la conducción de la mente superior, desarrollaron instrumentos interiores que les permiten la renovación del planeta en una nueva dimensión de vida.
La Comunidad voladora no tiene un lugar fijo de estabilidad, como la mía en el Sur; se extiende por todo el espacio continental hasta bien adentro de los mares, en movimiento permanente, pero acostumbran reunirse en el Chimborazo; podríamos decir que es su centro administrativo. No acumulan naves aéreas porque las construyen y disuelven a voluntad. La materia prima es el éter universal y los recursos de fabricación están en sus mentes. Tampoco tienen casas o templos; prefieren la Naturaleza tal cual se presenta y, si es necesario, la cambian un poco según las necesidades. De manera que nos reunimos en el piso sólido del fondo de la chimenea quienes se encontraban allí, unos cien Acuarianos de ambos sexos, aunque las diferencias eran muy suaves. Eran de todas las edades, incluso niños de unos diez años, que aprendían las técnicas de navegación, interpretación de los mapas energéticos y la construcción de naves. Precisamente, en el aire flotaban unos diez platillos de diversas dimensiones. Me atendieron como en una fiesta de cumpleaños, con manjares que aportaban en sus viajes, de sabor exquisito: frutas desconocidas, hortalizas y semillas, almíbares y resinas y unos postres que ellos cocinan en el calor del prana. Un holograma de grandes dimensiones sobre nuestras cabezas mostraba las corrientes energéticas que circulan por el mundo, no sólo aéreas, sino marítimas y subterráneas. Mi participación en estas reuniones consistía en el testimonio directo de mis contactos con humanos no acuarianos, sus necesidades y los aportes vitales de las corrientes energéticas que los navegantes aéreos pueden entregarles. Sobre un gran mapa desplegado en una pantalla aparecían las concentraciones humanas, sus estándares, los programas de asistencia, los tiempos y las concordancias con otras fuerzas, por ejemplo, el enorme caudal magnético de la Comunidad Femenina de Tiahuanaco. Finalmente, una vez trazado el plan de recorridos, me invitaron a acompañarlos al menos una parte, y me dejarían donde antiguamente estaba la ciudad de Manaos; yo continuaría mi viaje hacia el Norte y ellos seguirían la cuenca del Amazonas.
Nos instalamos en diez naves medianas: en cada una de ellas iban siete navegantes con asientos orientados hacia el centro. No tenían ninguna otra instalación visible. El vehículo, de un material resistente, presentaba una estrella heptagonal, formando un mandala de poder con los nombres antiguos de los elementos, opaco al principio, comenzó a rutilar progresivamente con ondulaciones circulares de suaves colores que giraban en la superficie. A medida que los tripulantes se concentraban en un punto del centro la luminosidad se intensificaba formando una cúpula, más bien una esfera, pues continuaba por debajo del plato. Lentamente ascendimos por la chimenea del volcán hasta salir afuera, cuando los rayos del sol iniciaban un nuevo día. Mi ser estaba unido a los compañeros formando un cuerpo místico de poder formidable conduciendo las corrientes energéticas del espacio.
Iniciamos el vuelo hacia el Este formando una escuadrilla que cubría un amplio frente. La cúpula que nos envolvía permitía contemplar un panorama completo de montañas cubiertas de selvas, praderas, ríos, lagunas y muchos animales y, sobre ellas, a diversos niveles, las corrientes energéticas del espacio, de variados colores, circulando en diversas direcciones, a veces hundiéndose en el suelo para acoplarse con los globos radiantes que ascendían desde el núcleo, otras veces ascendiendo hasta la estratósfera para recoger las energías del sol. El espectáculo era formidable, pues las formas producían sonidos y aromas. Un agradable bienestar se esparció por el ámbito de la nave y traspasando la cúpula radiante se extendía hasta las corrientes espaciales, en una danza armoniosa. Pronto aparecieron las hadas del aire y se unieron a la felicidad que provocaba la recomposición del espacio. Hacia atrás, las estelas de las naves se unían unas con otras formando un gran río aéreo lleno de vida en movimiento. La tarea de los Sacerdotes curadores consistía en la limpieza y recuperación de los cauces, invisibles para los ojos corrientes, pero bien definidos para ellos que estaban taponados con detritus y desechos elementales inservibles. El Planeta estaba enfermo, lo mismo que los hombres cuando tienen venas y arterias bloqueadas con plaquetas de colesterol. La curación era indispensable y permanente.
Cuando el Maitreya desplegó sus poderes, dividiendo la raza humana en androides materialistas de mente perversa confinados debajo de la Barrera Radiante, y Acuarianos con Cuerpos de Fuego arriba, restauró la ley de la Idea Madre de la Raza Aria: los hombres se redimirán por sí mismos y con sus esfuerzos. Esta norma incluye la responsabilidad de depurar el Planeta, como estaba antes que se echara a perder con desechos industriales y degeneración social. Esta tarea global que está activa miles de años, ha limpiado los campos y los océanos, las montañas y el aire, los ríos y los lagos de agua dulce. Pero en las grandes ruinas de antiguas ciudades destruidas la decadencia humana aumenta y se precipita en abismos infernales. Todavía hay millones de seres que degeneran en la desesperación y la maldad. ¿Hay esperanza de redención para esas criaturas que ya no son humanos? Esa es la pregunta que inquieta a los Acuarianos redimidos y todavía no han encontrado una respuesta que solucione el problema. En el año 10.000 de la Nueva Era, la Tierra contiene varias Humanidades: una con Cuerpo de Fuego que vive la Ley de la Renuncia y muchas que se desintegran en la oscuridad.
Nº 10 - REFERENCIAS
(C = Cursos; E = Enseñanza)
Maitreya: C. I: Desenvolvimiento Espiritual - E. 1: Hidrochosa
C. IV: Vida Espiritual de Cafh - E. 13: El Fuerte Libertador
C. XXXI: Teología - E. 12: La Divina Encarnación.
Acuario: C. I: Desenvolvimiento Espiritual - E. 1: Hidrochosa
C. XXIX: Antropogénesis (Completo)
C. XXIII: Historia del Hombre (Completo)
C. XXIV: Grandes Iniciados de la Raza Aria (Completo)
Destrucción: C. V: El Camino de la Renuncia - E. 15: La Renuncia Permanente
Io-Seph: C. VI: Los Mensajes - E. 1: Adoración de Amor. Nombre del Protector Astral de la Tabla Nº 5 de Patrocinados de Mendoza donde el autor de estos Relatos ingresó en Cafh en 1951.
Caminante: Nombre moderno de la figura mística del Peregrino, aunque en el relato no peregrina, sino registra acontecimientos e informaciones del décimo milenio de la Era Americana.
Lanín: Volcán extinguido de la Patagonia, junto al lago Huechulafquen, actual centro energético de Sudamérica y antiguo centro religioso de los Mapuches.
C. XXIX: Antropogénesis - E. 15: La lucha de los 1.500 años
El viaje: La primera parte del viaje de Io-Seph comprende el continente americano, partiendo desde su comunidad del Lanín hacia el Norte, visitando los centros energéticos activos ocupados por los Acuarianos como Embalse, Tiahuanaco, Chimborazo y otros, formados siempre por comunidades masculinas y femeninas. Además, recorre las antiguas áreas civilizadas que desarrollaron la civilización cristiana en alto grado y que desaparecieron bajo las ruinas o las aguas como Buenos Aires, San Pablo, Nueva York, etc. y albergan los restos humanos que lograron sobrevivir, millones de androides, quimeras, monstruos, clones, dementes y gran variedad de humanoides. En el viaje describe los cambios ambientales de la geografía, la fauna, la flora, el medio ambiente y el clima. A los antiguos mapas habría que agregar ahora las zonas radioactivas, sus índices letales y la Barrera Radiante del Maitreya.
Razas: C. XXIII: Historia del Hombre. C. XXIV: Los Grandes Iniciados de la Raza Aria. C. XXIX: Antropogénesis
Cuerpo de Fuego:
C. IV: La Vida Espiritual de Cafh - E. 11: El Cuerpo de Fuego
Reencarnaciones:
C. XXXVI: El Devenir - E. 15: La Reencarnación - E. 16: El descenso a la Tierra
Kaor: C. XXVI: Historia de las Órdenes Esotéricas - E.1: Las Leyendas de las Órdenes Esotéricas
Mendoza: Primera etapa del viaje del Peregrino. Centro muy activo de Cafh, de allí partieron misioneros que fundaron Tablas en San Rafael, San Juan, Neuquén, Tunuyán, Santiago de Chile, Valparaíso, Cochabamba, Calí, Bogotá, Caracas, México, California y Australia. Zona de oasis por excelencia, decayó con la civilización pero el cambio climático caluroso y húmedo la favoreció con la expansión de las praderas y los bosques. Con el paso del tiempo sus habitantes volvieron a un estado primitivo, sin escritura y muchas enfermedades. Allaime es el nombre de un antiguo cacique huarpe que la tradición oral ha conservado.
Chile: Como ya ha ocurrido anteriormente, es una zona de hundimientos terrestres frente al Océano Pacífico, especialmente el Sur. En el relato, toda la costa ha desaparecido hasta los desiertos de Atacama y las olas golpean directamente en los contrafuertes occidentales de la Cordillera de los Andes. Los valles antiguamente prósperos y las ciudades muy pobladas se hundieron en el Océano.
Buenos Aires: Este relato imagina la gran capital de Argentina dentro de cien siglos, tomando como base las actuales condiciones morales, sociales, ambientales y psicológicas que viven los porteños. Incluye, para que no quepan dudas, algunas palabras hoy de moda. El aspecto geográfico es característico de los deltas que crecen, y agrega el mito popular de que la ciudad quedaría sepultada por las aguas. Las escenas que se describen no son muy diferentes a los festivales musicales, la visita de grandes personajes internacionales, los piqueteros, los cartoneros nocturnos y las villas miserias. La ciudad es un fantasma, un espectro de lo que fue; el escenario es una caricatura ciudadana, pero los actores son iguales.
Río Paraná: En esta etapa, el protagonista viaja hacia el norte sobre el gran río Paraná, libre de diques, esclusas y puentes, visita las cataratas de Iguazú y vuela por el Brasil, totalmente recuperado de las desvastaciones forestales, hasta llegar a la región de San Pablo, sin rastros de industrias, edificaciones, autopistas ni aeropuertos. La selva se ha recuperado completamente y ha vuelto a su estado virginal, sin depredaciones; sus habitantes, animales y humanos de variadas especies, la ocupan naturalmente y extraen de ella los frutos para subsistir pacíficamente.
Tiahuanaco: En este relato, Io-Seph ha viajado hasta el altiplano boliviano donde está el lago Titicaca, a 3.814 metros de altura y una superficie de 8.300 km2. En una de sus islas Intikarka quedan ruinas del palacio del Inca y en la Coati restos del santuario de las Ñustas, sacerdotisas del Sol. La Puerta del Sol es monolítica con relieves del calendario yiahyanacota. Restos del templo de Pumapunco, del palacio de Calasasaya y muchos monolitos. El nombre primitivo de la ciudad era Chucara.
Ñustas: Para ampliar informaciones estudiar: C. XXIII: Historia del Hombre - E.: 14, 15 y 16. C. XXIV: Grandes Iniciados del Fuego - E. 13: Misión de los Iniciados del Fuego como Guías de Almas - E. 15: Los iniciados del Fuego en la Actualidad. C. XXVII: Religiones Comparadas - E. 28: El Culto Solar de los Incas y C. XXIX - E. 15: La Lucha de los Mil Quinientos años.
La Comunidad Voladora: Siempre las Religiones, además de los templos donde se oficiaba el culto, libre y público, ante el pueblo, sostenían lugares reservados para monjes que habían renunciado a la vida familiar. Estos lugares consagrados estaban vinculados a la Tierra por la disciplina y la oración y recibían depuradas las fuerzas de la Gran Corriente. Se elegían lugares montañosos elevados, los Himalayas, Montserrat, Monte Athos, el Cáucaso, etc. Los Monasterios estaban separados rigurosamente por sexos. Cuando la juventud norteamericana se opuso masivamente a la Guerra en Vietnam se formaron agrupaciones pacifistas, los "hippies", que intentaron vida comunitaria predicando el amor libre, la fraternidad económica y el placer. El resultado fue desastroso, muchos emigraron a la India hasta que desaparecieron. En Cafh, después de la Muerte del Fundador Bovisio, se intentó la vida comunitaria con familias en varios lugares de Argentina con resultados igualmente negativos. Las comunidades que no observan la castidad, fracasan. Leer los Cursos sobre las Comunidades XLIV, XLV, XVI y XLVII, que constituyen el Sexto Tomo del Canon impreso e incluye 46 conferencias que dictó el Maestro Santiago especialmente para las Ordenadas de la Comunidad de Embalse, desde 1953 hasta 1960.
En estos relatos de anticipación que describen la vida terrestre en el siglo cien de la Era Americana, con otra naturaleza, otro tipo humano con Cuerpos de Fuego y otra mentalidad, aparecen nuevas formas de vida comunitaria, que se irán explicando en el transcurso de los relatos. En el que ahora tratamos, aparece una agrupación no sujeta a un lugar terrestre fijo, estacionario, aunque aquí están reunidos en el Chimborazo, sino que navegan por el aire restaurando las corrientes energéticas del Planeta terriblemente dañadas por las explosiones nucleares y las alteraciones del clima. Son los terapeutas globales y ellos mismos, con sus medios internos, van recomponiendo las rutas, las conexiones, el tipo vibratorio adecuado y la armonía global del sistema. En cada continente hay varios de estos grupos andariegos que se comunican entre sí, no sólo en la superficie terrestre, sino también en el océano y por debajo de la corteza terrestre, con otros grupos que trabajan dentro de la Tierra uniendo las energías terrestres de Abbhumi con las radiaciones solares de Micäel.
Estudiar el Curso XXXIX: "El Sistema Planetario" para comprender las afirmaciones de los relatos de anticipación. Igualmente incluir la Enseñanza "La Vida Interna de la Tierra", del Curso XXXVI: "El Devenir", que describe un viaje astral que hizo el Maestro Santiago al interior del Planeta.
La civilización moderna está destruyendo la vida de la Tierra y es misión de la Nueva Raza Americana, bajo la conducción del Gran Iniciado Solar Maitreya su salvación, cura y reconstrucción, a partir de ahora. Nosotros, en la Aldea de los Niños, situada en la Cordillera de los Andes a 2.000 metros de altura, hemos comenzado forestando el desierto con nogales, castaños, robles, álamos, coníferas, en una obra denominada "Programa Elzéard Buffier".
SEGUNDA PARTE: NORTEAMERICA
N° 11 - EL CARIBE
Me encuentro descalzo en una playa de fina arena blanca. Ante mí, el antiguo mar Caribe, soleado y tropical, se extiende muy azulado hasta el horizonte. Atrás, las palmeras invaden la playa y desparraman sus cocos por la arena. Numerosos cangrejos verdes y rojos andan de un lado a otro buscando comida. Ninguna canoa ni choza he encontrado en estos sitios. Pareciera que la presencia humana ha desaparecido completamente. He descendido navegando por el río Orinoco, aunque ahora no hay nadie que lo nombre así, pues sus riberas están vacías de poblaciones y la selva llega hasta el borde del cauce. Una inmensa cantidad de peces y otros animales acuáticos enriquecen la vida de este majestuoso caudal.
Desde el fondo del horizonte, una embarcación blanca, sin velas ni remos, avanza hacia mí. Al llegar a la playa, tres graciosas ondinas saltan a tierra y me saludan.
"¡Ola, Io-Seph! ¿A dónde quieres ir? Nosotras te llevaremos hasta donde nos indiques."
"¡Salud, muchachas del mar! No tengo un rumbo fijo ni preparado. Iré a donde ustedes quieran llevarme. Será para mí un paseo maravilloso y conoceré islas misteriosas y secretas."
Subimos a la barca, que era una gran concha marina de nácar rosado, tal vez la antigua vivienda de un gigante de las profundidades. Enseguida desplegó una gran burbuja de cristal radiante que nos protegía envolviéndonos con sus vibraciones melodiosas, muy parecidas a las que usan los elfos del aire en sus recorridas por el viento. Avanzamos hacia delante y abandonamos las riberas verdes del continente. Navegamos suavemente, sin apuros y las ondinas me contaban en un lenguaje fresco y chispeante las novedades del mundo submarino, exuberante de corales, medusas y peces de colores; en la superficie reinaban los delfines, las ballenas y los pelícanos ansiosos de una buena pesca. Por mi parte, yo les contaba la vida en las selvas, el esplendor de las montañas y la nieve, las interminables pampas abundantes de caballos, toros y venados. También les contaba de los elfos silvanos, los enanos de la tierra en sus cuevas llenas de tesoros, los humanos salvajes con sus niños en pequeñas chozas de cañas y en cavernas de piedra. Les interesaban mucho las quimeras, los robots mecánicos que aún subsistían y, sobretodo, el fuego y sus espíritus elementales. Conversábamos día y noche, alegremente. Muchas veces saltábamos de la barca y nos desplazábamos sumergidos en las transparentes aguas, rodeados de peces que nos seguían, atraídos por el magnetismo de sus guías ondinas, como un rebaño de ovejas en las praderas siguen al pastor y explorábamos los bancos de coral, las colonias de medusas, la intensa vida del mar y sus cambiantes formas. Las algas, incontables y variadas, cubrían los pisos cercanos al sol con ramificaciones que ondulaban junto con las olas. Entre ellas nadábamos y jugábamos con los peces completamente inofensivos y curiosos.
De noche, la burbuja se encendía con luz brillante, igual que otras que navegaban a lo lejos. Muchos peces y plantas acuáticas eran fosforescentes y el mar se transformaba en una suerte de fuegos artificiales de muchos colores, en la superficie y debajo del agua. El plancton rojizo se iluminaba con nuestros movimientos y parecía que estábamos flotando en un espacio de luz en un arco iris submarino. Atraídas por nuestra luz, otras burbujas se acercaban y podíamos ver que estaban ocupadas por ninfas acuáticas de diversas especies, tan alegres y bellas como mis compañeras. Nos saludábamos y juntábamos nuestras burbujas que se unían formando una sola más grande, como las pompas del jabón. En estas reuniones espontáneas, encontré a varios acuarianos como yo, aunque algo diferentes, lo que satisfacía plenamente el objeto de mis viajes. Hombres y mujeres, con visibles Cuerpos de Fuego que relumbraban en el agua, pronto entramos en confianza y conversamos ruidosamente. Las hadas reían y entre ellas comentaban el encuentro. Pronto los acuarianos caribeños me invitaron a su pueblo, o como se quiera llamar, mitad submarino y mitad aéreo. Cuando emprendimos el camino, ya era de día y numerosas islas pequeñas, muy verdes, destacaban sus arboledas sobre el horizonte acuático.
La aldea de los acuarianos caribeños es muy diferente de las que he conocido en el continente; son anfibias y sus moradores viven indistintamente en el agua o en las islas cercanas. Antes de acercarnos a la aldea, mis amables ondinas se despidieron afectuosamente y se sumergieron en el mar, al tiempo que el vehículo nacarado que nos había transportado apagaba su luminosidad y se hundía suavemente hasta desaparecer. Con mis nuevos amigos nos aproximamos a las islas y a unas relucientes construcciones translúcidas que emergían desde la superficie: flotaban hasta gran altura y podían acercarse unas a otras según la voluntad de sus moradores. Su arquitectura era geométrica, un diseño abstracto de grandes dimensiones, en las que predominaban los cubos, los cilindros y los conos, de resplandecientes colores en movimiento, que armonizaban perfectamente, a medida que los otros intercambiaban sus melodías. Porque estos grandes objetos eran también instrumentos musicales; funcionaban automáticamente, sin partitura. Eran libres y felices.
Entramos en la aldea, casi una ciudad, con unos diez mil acuarianos anfibios viviendo sencillamente, donde y como quieren, en las construcciones, en las islas, en los arrecifes de coral. Por supuesto no hay propiedad, comercio ni familias. Tampoco hay matrimonios ni parejas: los acuarianos de todo el mundo no se casan y la reproducción se produce de una manera que explicaré en otra ocasión; los niños nacen como nacieron Krishna y Jesús, de madres vírgenes. Tampoco hay gobierno ni administración. No hay leyes. No hay delitos. Constituyen un Cuerpo Místico armonizando con las leyes divinas.
La aldea está construida con materiales especiales sintetizados de la energía universal por los instrumentos mentales que han conquistado los hombres, bajo la conducción de los Grandes Iniciados que encarnaron para educarlos y transformarlos. Con la mente crean materia y formas que pueden modificar a voluntad. Nos sumergimos entre los grandes volúmenes, rodeados de peces y medusas, y salimos del agua dentro de una gran cúpula roja que retenía un aire marino perfumado. Mis anfitriones me mostraban los más diversos objetos que ellos usaban y luego me invitaron a comer, en estilo tradicional, alrededor de una mesa. Éramos doce y me sirvieron exquisitos manjares y bebidas, productos de sus huertas acuáticas y de las plantas frutales de las islas. Como todos los acuarianos, no comen alimentos de origen animal. Me contaron entonces la historia de su pequeña ciudad, la que llamaban Cuba, desde sus remotos orígenes, que resumiré brevemente. "Estamos sobre la isla de Cuba, que se hundió en los grandes cataclismos que siguieron a la destrucción de la civilización. Las islas que nos rodean son cumbres de las montañas sumergidas", me dijeron. La historia que me contaron es como sigue y ya la conocía en mis anteriores encarnaciones.
Desde un siglo antes de nuestra era, el mundo quedó estremecido por guerras espantosas en todas las regiones, por tierra, mar y aire. La Humanidad desesperó, y por todos los medios, destruían y mataban. La vida pareció amenazada con los inmensos arsenales atómicos que acumulaban las naciones. Cuando apareció el Gran Iniciado Solar Maitreya y desplegó su Barrera Radiante a comienzos de Acuario, conjuntamente con la expansión planetaria del Mensaje de la Renuncia, los hombres enloquecieron y empezó la nueva Guerra de los 1.500 años, similar a la que sostuvieron los Atlantes con los Arios. Igualmente, el planeta inició un ciclo de convulsiones terrestres, climáticas, oceánicas que formaban escenario a las luchas humanas. Fueron muchas las guerras, a veces continentales, otras entre pueblos enemigos, raciales, religiosas, locales de un barrio contra otro. El caos se extendió por siglos. Cuba fue atacada muchas veces por sus enemigos, pero siempre sus moradores lograron sobrevivir, buscando refugio en las montañas, cavando túneles y cavernas y construyendo espacios habitables submarinos. Descubrieron que el agua de mar era la mejor protección contra la radioactividad general y crearon diversos modelos. Se hicieron hábiles agricultores marinos, adaptando especies por medio de la ingeniería genética y ellos mismos, no todos, sino un grupo de los más capaces, adoptaron el sistema de vida de las Enseñanzas de la Renuncia y se dedicaron a trabajar sobre sí mismos, sus cuerpos energéticos, la disciplina interior, el control de la mente. Abandonaron los sistemas sociales antiguos y establecieron relaciones coherentes con la naturaleza. Con la ayuda de gran número de Iniciados que encarnaron para educarlos, fueron desarrollando el Cuerpo de Fuego y progresivamente se ubicaron en el interior de la Barrera Radiante, formando parte de la nueva Humanidad. Cuando la Tierra se estremecía y hundía islas y extensos territorios continentales, los más adelantados se refugiaban en navíos especiales que tenían preparados y se sumergían en las profundidades esperando que pasaran los cataclismos. Muchos perecieron, pero también se salvaron algunos que progresaron. Al final de varios milenios volvió la calma. Las principales islas desaparecieron, también el sudeste de Norteamérica y la totalidad de Centro América, uniéndose ambos océanos mezclando sus aguas. En otras partes del mundo ocurrieron fenómenos similares al tiempo que emergían del fondo vastas extensiones de Atlántida y Lemuria, que describiré en mis próximos relatos.
Los acuarianos que vivían en la maravillosa isla anfibia eran felices, conocían todos los acontecimientos históricos comunes, tenían facultades y virtudes sobresalientes y trabajaban, como todos nosotros, en la reconstrucción del Planeta. Su área de acción era la repoblación organizada de las nuevas tierras, el cuidado de las corrientes marinas del Caribe y el control y asistencia de los humanos y androides que abundaban en zonas especialmente determinadas, como ya vimos en Sudamérica. La decadencia de la raza humana en edades anteriores se produjo por la confusión y mezcla de los diversos tipos. El programa del Gran Manú Vaivasbata de ordenar el progreso de la Raza Aria en categorías según las cualidades individuales, fracasó. En el tiempo del Maitreya las Humanidades están ordenadas y separadas estructuralmente. La misión de mi viaje es averiguar si este destino será permanente. O no.
Nº 12 - TEOTIHUACÁN
A 2.300 metros de altura sobre el nivel del mar se encuentra Teotihuacán, la antigua capital de los mexicanos, con sus grandiosas pirámides del Sol y la Luna, nuevamente recubiertas con planchas de oro y plata por los Acuarianos, dominando el más vasto templo politeísta de América. El Templo de Amón, que resplandecía en el Imperio Nuevo de Egipto, ha recuperado su sabiduría y poder, con la suma de todas las ciencias físicas y energéticas de la civilización europea; la unión de la sabiduría espiritual y el conocimiento de la materia llegó a su más alto rango.
Cuando me despedí de la hermosa ciudad abstracta y musical, los isleños me transportaron al continente en una de sus naves aéreas y me mostraron desde gran altura los cambios que habían ocurrido en el mar caribeño. El sur del continente hasta más allá de Florida había desaparecido y en cambio habían vuelto a la superficie del océano enormes extensiones de Atlántida, que paulatinamente se iban cubriendo de selvas tropicales. La corriente marina del Golfo se desplazaba hacia occidente y penetraba en el Mar Ártico hasta el polo. México conservaba su territorio, pero desde el istmo hasta las costas sudamericanas era mar, con islas montañosas visibles y algunos volcanes activos que despedían humaredas y lavas ardientes.
Me depositaron ante las puertas del templo y partieron. En un costado, directamente sobre el suelo, yacía un ataúd de madera abierto y vacío. Sonreí pensando en las antiguas tradiciones egipcias y la persistencia de los símbolos. No era para mí, que soy adulto y sacerdote consagrado, sino para los niños de doce años que procedían desde todas partes del continente para ingresar en la casa de la sabiduría americana.
Se abrieron las puertas y dos acuarianos salieron a recibirme, con la más alta cortesía, como siempre. Luego me invitaron al interior pues ya estaban informados que uno de los objetivos de mi viaje era la visita al Gran Templo de la Iniciación. He estado en otras ocasiones, y otras vidas, en este maravilloso lugar, pero yo he sido educado en el Sur, en el interior del Volcán Lanín, junto al Lago Huechulafquen. Ambos, y las demás escuelas en el mundo, tienen estructuras semejantes, pero hay diferencias, matices, entre unas y otras, como las hay también entre personas, aunque sean gemelos. El esplendor de Teotihuacan es impresionante. Para que se comprenda bien su sabiduría transcribiré una antigua Enseñanza del Maestro Santiago sobre el Templo de Amón en Egipto, que ha llegado hasta nuestros días.
"El Templo de Amón que se rememorará, la influencia de cuyos sacerdotes se hacía sentir en todo el mundo a pesar de que, físicamente, no lo abandonaban jamás, podría ubicarse a unos cien kilómetros de Tebas, próximo al Nilo. Era de gran extensión, cuadrado, de mármol blanco.
Sus moradores, hombres y mujeres vivían en recintos completamente separados por altos y anchos muros. Y tanto hombres como mujeres estaban completamente apartados del mundo. Realmente muertos para el mundo exterior. Durante años vivían en recintos, los cuales no tenían ventanas que dieran al exterior. Para ingresar al Templo era menester, más que la vocación del candidato, ser elegido. Algunos eran atraídos hasta psíquicamente. Se ingresaba a los doce años. Tan solemne era el paso (pues verdaderamente se moría para la vida ordinaria) que los parientes del candidato lo acompañaban como en procesión fúnebre y lo llevaban a un recinto externo al templo en el que no había más que un ataúd vacío en el que era depositado. A menudo, estos candidatos eran de sangre real. Esto era importante ya que los faraones, en épocas de esplendor, eran iniciados por los sacerdotes y éstos eran también "reales", por su saber, su poder y su sangre.
Había siete recintos. El ataúd, con el candidato depositado en él, era transportado al primero. El postulando, de coronar su carrera, debía pasar por siete grados, variando la duración de cada uno y sólo la minoría llegaba a la cima. Las enseñanzas versaban tanto sobre el aspecto físico como el intelectual, nunca a uno de ellos. Cada grado se cumplía, sucesivamente, en uno de los amurallados recintos ya citados.
El primer grado, que podría llamarse de "renovación física y olvido", estaba a cargo de sacerdotes muy experimentados. En él se depositaba al neófito de todo lo que trajo del mundo. Desde luego sus ropas y todo objeto personal. Se lo sometía a pruebas de vista y de escritura; se le arrancaban las uñas para librarlo de instintos animales. Como en el caso de los novicios de las órdenes cristianas, no estudiaban. Por el contrario, se procuraba que olvidaran todo lo que sabían, lo que se conseguía mediante brebajes especiales que no sólo provocaban la eliminación las impurezas del cuerpo, sino que también hacían olvidar todo lo aprendido. Estos brebajes provocaban altas fiebres y se descendía mucho de peso. Dependía pues de la constitución de cada uno la duración de este grado, que variaba entre una semana o varios años. Cuando el candidato estaba purificado y había olvidado todo lo que sabía, leer, escribir, etc. y hasta su nombre, su familia y todos los hechos acaecidos en su vida hasta ese momento, se le dormía una vez más y se le trasladaba al segundo recinto.
El segundo grado podría describirse como de "desarrollo de la inteligencia". Téngase presente que aquí entraba el adolescente elegido, purificado y sin noción alguna de su vida anterior. Se trataba de un lugar tan hermoso como imaginar se pueda. Todo lo que podía aportar la ciencia y el poderío de un rico imperio se reunía allí: palacios construidos con los incomparables mármoles blancos, azules y verdes del antiguo Egipto; tan maravillosos eran que servían para estudiar a los sacerdotes los reflejos de la luz solar. En estos palacios se resumían las más hermosas pinturas, esculturas y obras de arte. Los jardines eran indescriptibles y tan cuidadas sus plantas que había casos en que una sola de éstas contaba con su cuidador exclusivo. Para los cultivos se aprovechaban las crecientes del Nilo. En este grado se estudiaban ciencias y artes. Religión, no. Se desarrollaban la inteligencia, la flexibilidad mental. Se previene contra la posible confusión entre inteligencia y espiritualidad: un ser espiritual bien puede carecer de flexibilidad mental y, a la inversa, un intelectual carecer de espiritualidad. En este grado se enseña a discernir. Después de un tiempo, naturalmente variable, poseían los estudiantes un juicio muy seguro tanto en el orden científico como en el estético. Cuando llegaba el momento para el tercer paso, que podría calificarse de "recuerdo y elección", se hipnotizaba al estudiante y pasaba al siguiente recinto. No todos, lógicamente, lograban dar este paso, pues a muchos les resultaba excesivamente difícil. Dado que una vez entrado el neófito al Templo no salía jamás, estos seres quedaban en lo que podría llamarse "sacerdotes sirvientes", entre los cuales se hallaban los embalsamadores. Los que no trascendían el primer paso se ocupaban de la proveeduría y demás aspectos de la administración material del templo.
En el tercer grado ya leen los libros de la Madre Divina. Estudian lo que podría llamarse "psicología". Vuelven a recordar su vida anterior. Pero en este recinto fracasa el setenta por ciento. El estudio de las Enseñanzas llevaba a muchos al conocimiento de que si lo único real es el Uno, de nada servía lo "demás"; ¿entonces, para qué comer, dormir o cualquier cosa que no sea Aquello? La mayoría se dejaba morir.
A partir del cuarto grado eran pocos los que fracasaban. Se dedicaban al estudio de la magia. Para que pudieran ofrecer a otros la oportunidad de adelantar, adquirían poderes psíquicos: clarividencia, viajes astrales, etc.
Recién en el quinto grado se dedicaban a la Contemplación. En el sexto grado se estudiaba Teología. Reconocían que cualquier unión lograda es momentánea, tan ligada está la personalidad a aquello que la rodea. El Templo se encuentra ahora escondido, sepultado bajo las arenas."
Mis anfitriones me condujeron por los jardines en donde resplandecían los más bellos objetos, naturales y artísticos, dispuestos en sabia armonía con árboles y plantas florales, todo con una gracia espontánea que deleitaba los sentidos. Entre el ramaje, junto a las orquídeas multicolores, brillaban aves de plumaje exótico y en el césped paseaban pavos reales con sus colas desplegadas. En estanques cristalinos, los más extraordinarios peces de los trópicos nadaban en las ramas del coral. Luego me condujeron hacia a un templete cerrado y abriendo la puerta, me invitaron a pasar.
Entré. En el centro de la sala, bien iluminado por el sol que penetraba de un ventanal alto, sentado en su antigua silla curul, estaba el Maestro Santiago Bovisio, joven, sonriente, vivo. No había vuelto a encarnar desde el último siglo de la Era Cristiana, hace diez mil años, y la anterior fue durante la Guerra de los Dos Soles, 3.500 años atrás, en Egipto, Sumo Sacerdote de Amón. Caminé con gran alegría, me arrodillé y le besé su mano izquierda. Luego me senté en el piso, a sus pies. Y conversamos. Nada diré sobre los temas que abordamos en las horas de este renovado encuentro, pues queda en el secreto de la intimidad entre Maestro y Discípulo, pero le describí en detalle las experiencias de periplo planetario. Al atardecer, me llevó ante un ventanal que abría sobre el jardín, y como despedida, me anunció: "Nos encontraremos dos veces más en esta encarnación: la primera en el Polo Norte y la segunda en el Polo Sur. Venga. Alguien quiere verlo." Y me condujo a una puerta del fondo, la abrió, me hizo pasar y él se quedó fuera, cerrándola.
Me encontré en un recinto especial, alto, totalmente inundado por una luz translúcida celeste, altamente vibratoria. En el centro, de pie, una figura femenina vestida de blanco hasta los pies, sin velo, de cabellos oscuros. Era Ella, la Madre Abbhumi, autoridad suprema de la Sagrada Orden del Fuego. Me acerqué y me eché a sus pies. La miraba. Era el ser más bello y dulce que jamás había visto y las lágrimas rodaban de mis ojos. Ella me limpiaba la cara con sus manos y me decía suavemente: "No más lágrimas. No más penas, No más ceniza. No más tristeza. Paz. Olvido. Beatitud." Cerré los ojos y me acerqué más al suelo. Puse la cara y las manos en el piso. Me recosté. Murmuré el nombre de Ella. Después, el olvido.
Cuando desperté, era día en los jardines del Templo. El espacio radiante había desaparecido. La Madre también. Me levanté completamente lúcido y determinado. Sin despedirme de nadie, crucé salas y corredores y salí afuera, a campo abierto. Y empecé a caminar con paso firme y decidido por la antigua calzada, hacia el Norte, hacia el Gran Cañón del Colorado.
Nº 13 - EL GRAN CAÑÓN DEL COLORADO
Ahora somos tres. Por otra ruta, dos compañeros me han alcanzado antes de entrar en el Cañón para asistir al Concilio: Rore (quiere decir escarlata, encendida) y viste un traje de seda rojo como llamas y Mann (quiere decir hombre, alimento) y viste un traje de lino verde. Son entes poderosos de la Orden del Fuego en Huechulafquen. Mann es sabio en la Historia de la Era Americana. Rore es una muchacha joven de enorme poderes psíquicos, especialmente en el dominio de los elementales que le obedecen ciegamente. Gran Iniciada del Fuego, encarnó para ayudar a los Americanos en situaciones de necesidad, como estos momentos.
Desde hace una hora, observamos una enorme tropa de ganado mayor, bisontes, vacunos, búfalos, miles, que galopan enloquecidos hacia la entrada del Cañón empujados por hordas de androides montados en caballos mutantes, armados con lanzas y otras armas, gritando alaridos salvajes. Los acompañan quimeras de grandes dimensiones y monstruos voladores, descendientes de antiguas transformaciones genéticas. El horizonte está envuelto en nubes de polvo, mugidos y gritos de odio, moviéndose hacia nosotros. Comprendimos que el propósito de los androides era precipitarlos sobre las graderías y espacios de los Americanos convocados en Asamblea en el Gran Cañón, para asesinarlos.
Rore corrió como el viento y cubrió la entrada abierta desplegando la radiación de su poderoso Cuerpo de Fuego al tiempo que incendiaba matorrales y arboledas, formando una barrera de inmensas llamaradas. De éstas brotaban salamandras y erinias enfurecidas, como flechas encendidas que empujaban a las bestias hacia los costados y las obligaron a retroceder, huyendo hacia el desierto en completo desbande. Los androides, viendo a Rore solitaria e inmóvil, la atacaron al galope de sus bestias. Pero los elementales del fuego saltaban de las llamas y se pegaban a jinetes, cabalgaduras y quimeras que se revolcaban en el suelo, relinchando y profiriendo alaridos, sin poder despegarse del napalm que los roía hasta el hueso. Así murieron las bestias del desierto, enemigos del Concilio, mientras el ganado desaparecía en el polvo, regresando a sus territorios de las planicies.
Nos reunimos con Rore, que no se había movido de su lugar, inmutable y serena como siempre, entre humo y cenizas. Bajamos cuando era mediodía en el Gran Cañón y encontramos a muchos Americanos que nos recibieron alegremente, felicitando a Rore por su valor y energía. Para pasar la noche, nos dieron un lugar entre hermosas rocas junto al abismo.
Dormimos bajo un cielo despejado, brillante de estrellas. Al amanecer, el sol coloreaba los bordes rocosos del inmenso anfiteatro, que descendía en gradas hasta el lecho del río, allá abajo. Los asistentes saludaban con cantos de alegría la presencia del astro y entonaban coros e himnos ceremoniales. En el cielo se desplazaba una gran aeronave blanca que descendió hasta nuestro balcón, acercándose con suavidad. Procedían del Volcán Lanín, la Tabla Madre de América del Sur y chakra planetario rector. Descendieron Emerico, Plüss, Tino y Fausto, la más alta jerarquía de la Orden Americana del Fuego y con nosotros tres, Rore, Mann y yo, formábamos la delegación que representaba al Sur.
El Concilio, convocado por la Comunidad del Norte, se proponía considerar la situación de la Raza en la mitad de su tiempo, unos 10.000 años. Asistían las principales agrupaciones de los dos continentes: Huechulafquen, Tiahuanaco, Chimborazo, la ciudad acuática del Caribe, Teotihuacán, y muchas más que no he mencionado en estos relatos; en total siete del Continente Sur y otras siete del continente Norte. Aproximadamente unas mil personas, desde Tierra del Fuego hasta Groenlandia en las costas del Mar Ártico. Las fuerzas espirituales del Planeta se reunirán más tarde en la Asamblea de Plenilunio de la gran ciudad acuática Hiperbórea del Polo Norte.
Los hombres de la Nueva Raza, cuando estallaron las matanzas y la guerra civil norteamericana, encontraron refugio en cavernas y túneles del Gran Cañón del Colorado, entre otros sitios inaccesibles. Ese espectacular escenario natural mantiene el chakra planetario del continente y alberga desde tiempos remotos a la dinastía del Águila, así como el Lanín conservó a los Mapuches (Tierra de hombres). Ahora vuelven con todo su poderío. El Gran Sacerdote Seatle, autoridad mayor de la Orden del Fuego en América del Norte, anfitrión del evento, apareció en una amplia terraza en el centro del anfiteatro, rodeado de sacerdotes vestidos de blanco y negro, y alzando los brazos, con voz potente, pronunció el universal saludo: "¡Ahehia ote Hes!" Mil voces le respondieron: "¡Eret Hes ote Ahehia!"
La Asamblea duró tres días, como es habitual y no voy a detallar en este Relato los discursos ni las opiniones de los participantes, sino haré una síntesis breve de los temas que se presentaron, con la más amplia libertad de expresión, como corresponde entre sabios, que convergían hacia un punto central común a todos y los inquietaba: El estado de la Raza Americana en la mitad de su carrera y la relación con los detritus de la anterior Aria Teutónica, cada día más peligrosos y satánicos.
En primer lugar, le fue concedida la palabra a la Venerable IArca, Decana de las Sacerdotisas del Sol, la más anciana de las Ñustas. Como ya expusimos en el Relato Tiahuanaco, reiteró su preocupación: "El Camino se divide. La nueva Humanidad es feliz con sus conquistas. La antigua Humanidad sobrevive entre las ruinas de la Civilización. ¿Cuál es la misión de los Americanos?" Y repitió muchas sentencias y profecías del Maestro Santiago, conservadas en el Canon de las Enseñanzas, que se conservaba y ella conocía de memoria.
Por Teotihuacán expuso Uxmal, máxima autoridad de sus sacerdotes y extraordinario conocedor del sistema planetario solar por sus viajes astrales. Dio a conocer los adelantos de su comunidad politeísta, tan parecida al Templo de Amón en Egipto, expresó la gran cantidad de aspirantes que ingresan anualmente, incluso provenientes de otros continentes y relató, con entusiasmo, el progreso en la evolución de Sol Ra, que ya empieza a ser visible en noches muy claras, más cerca del Sol que Venus. El nuevo planeta será la próxima morada del hombre cuando abandone la Tierra.
Emerico, teólogo eminente, antiguo Caballero de la primera Orden del Fuego en América del Sur y, más atrás aún, Príncipe de la Casa Real en Tebas durante la Guerra de los Dos Soles, actualmente Sumo Sacerdote en el Lanín, envuelto en su capa blanca, tomó la palabra y dijo:
"¡Ada Ala Kahor!" (El Camino de Kahor está lleno de Fuego Sagrado). ¡Americanos del Norte y del Sur! Antiguamente los dos continentes se unían con montañas tropicales, pero los hombres estaban desunidos por religiones e ideas. Ahora, aunque constituimos dos continentes separados por el Mar Caribe, nos reúne la Ley de la Renuncia. En la mitad del tiempo que se nos ha concedido, 20.000 años, los resultados obtenidos por la Raza Americana son asombrosos; la obra realizada nos llena de orgullo: el planeta Tierra ha recuperado el esplendor de nuestros antepasados Atlantes, las aguas de ríos, lagos y mares son transparentes y limpias, selvas, bosques y praderas lucen con vida renovada, aves y mamíferos de todas las especies, incluso las nuevas, deambulan libremente sin temor, guiados por los impulsos de sus variadas naturalezas, los restos de las antiguas metrópolis subyacen en sus pequeños territorios sin peligro ni amenaza, medrando en la impotencia. Androides y otras quimeras creadas por antiguos laboratorios se multiplican entre ellos masivamente, sin capacidad genética para cruzar la Barrera Radiante del Maitreya definitivamente. Siempre serán androides, sin civilización ni tecnologías artificiosas, con lenguaje rudimentario y primitivo, suficiente para expresar sus pasiones bestiales. Las especies se separaron incongruentes, como ocurrió entre los hombres y los simios; la Raza Acuario Americana evolucionó y se transformó en una nueva especie con Cuerpo de Fuego; la Raza Ario Teutónica involucionó y se ramificó en nuevas especies androides, quimeras y otras de vida efímera. Nos encontramos en el nodo de la Historia y, una vez más, los hombres deben elegir. Hace 118.000 años, el Gran Iniciado Solar Manú Vaivasvata, desde la Isla de Coral, inició la marcha al frente de un millón de arios, hacia el continente asiático, dando comienzo a la gloriosa Raza Raíz Aria y la conquista definitiva de la razón y, con el nuevo instrumento mental, la materia y sus secretos. En este mismo desierto americano hicieron estallar la primera bomba atómica, dando comienzo a la nueva época, la civilización de la energía, transformando materia en poder. Y con la sabiduría de la doctrina de la Renuncia y el desenvolvimiento de los instrumentos interiores dormidos estamos capacitados para la ocupación del sistema planetario solar en su totalidad; el nuevo planeta, Sol Ra nos espera. ¿Estamos listos para la gran aventura, con nuestros Cuerpos de Fuego desplegados, volando por los espacios infinitos, en nuestra propia gravedad, en amistad con los Dioses del Cielo? ¡No! Somos un millón de seres libres, como en tiempos del Manú, pero el Gran Ser hizo la guerra para conquistar los nuevos espacios. Allá en los pantanos de las antiguas Nueva York, Shangai, México sobreviven en la desesperación cientos de millones de detritus humanos. ¿Seguiremos los pasos del Manú, fundador de la Raza Aria o escucharemos el mensaje fraterno de Cristo Maitreya y los ayudaremos a redimirse? Estamos en la encrucijada de los dos caminos: ser libres o ser salvadores del mundo. Este dilema será planteado en la próxima Asamblea de Plenilunio en la Gran Ciudad Urania del Polo Norte, con todos los hombres de Cuerpo de Fuego del Mundo y con la presidencia del Primer Regente del Sistema Planetario, Sanat Kumara, Micäel, y allí encontraremos la solución del problema.”
Nº 14 - LA RENUNCIA DE LOS MILLONARIOS
A continuación relataré un grupo de cuentos premonitorios sobre la caída de la civilización occidental en el siglo XXI de la antigua cronología cristiana, que han quedado registrados en los Anales Akásicos, a donde acuden los estudiosos de la Filosofía Rásica y explican detalles y características de los Relatos hasta ahora comunicados y los que vendrán más adelante. Después de una expansión extraordinaria del Mensaje de la Renuncia, la figura de su fundador, Santiago Bovisio, era muy popular en todos los rincones de la Tierra y sus Enseñanzas eran repetidas de memoria en escuelas y templos. Pero, como una planta con mucha vitalidad, la doctrina se ramificó cientos de veces con significados contradictorios y gurúes interesados más en el dinero que en las ideas; sólo unos pocos permanecieron fieles al Canon originario. La Renuncia se transformó en una moda y los grupos competían entre sí para llamar la atención y satisfacer el ansia de posesión. Por el principio de contrariedad analógica universal, la Ley de la Renuncia se revirtió en su contraria, y las más diversas herejías se desarrollaron prodigiosamente. La pureza de la doctrina quedó para unos pocos fieles al Canon.
En ese siglo, Las Vegas se convirtió en el centro mundial de los juegos de azar y de todas herejías imaginables que se desprendieron del tronco original del Maestro Santiago Bovisio. Así ha ocurrido siempre en las revoluciones políticas, sociales y religiosas. De la lucha entre los creadores y los reaccionarios inmediatos, surgió la corriente triunfadora definitiva. El dinero mágico de los casinos y las tentaciones de las mafias espirituales actuaron en pareja tras el ansia de posesión y la ilusión de paraísos inexistentes. Las Vegas se convirtió rápidamente en un sitio fantástico, día y noche. Junto a las réplicas de la Torre Eiffel, el Palacio veneciano de los Dux y otras construcciones opulentas, las religiones duplicaron monumentos propios de sus esplendores: El Islam construyó una réplica, a escala real, de la Mezquita de la Roca y su cúpula de oro. Para no ser menos, los Judíos hicieron un "Muro de los Lamentos" gigante, el doble del original de Jerusalén, con piedras traídas desde Palestina, unidas con oricalco sintético moderno. La Iglesia Católica construyó un Baptisterio de Pisa perfecto. Los Mormones levantaron un domo como el de Lake City con un coro polifónico permanente de 1.000 cantantes Todas las corrientes tenían su sede en Las Vegas y convivían en liberal camaradería. Del mundo acudían los peregrinos para orar, jugar y divertirse. El carnaval era permanente y muchos consideraban que el paraíso estaba en Las Vegas. Se estableció una asamblea permanente de religiones y sectas, sin restricciones. Casas de Retiro y Oratorios de todas las sectas del mundo más suntuosos y equipados con saunas, terapias propias, suites lujosas con grifería de oro, relax y todos los placeres que puedan imaginarse, con jardines orientales y piletas de aguas termales, rodeaban por cientos los suburbios de Las Vegas. Su eslogan era: "El Paraíso está aquí y ahora". Pero, como todos los Paraísos celestiales y terrestres, creados por el hombre, resultaban aburridos, las Vegas empezó a decaer. Era más fascinante aventurar una excursión nocturna por las peligrosas calles de Buenos Aires, donde asechaban ladrones, drogadictos, violadores y cuchilleros asesinos que languidecer en los casinos de Las Vegas.
Pronto surgió la gran idea, como no había aparecido antes: ¡El Coliseo! ¡Imperial! ¡Fastuoso! ¡Único! Por fuera y por dentro, con los más excitantes espectáculos de gladiadores y artes marciales de sangre y muerte, con animales que no conocieron los romanos: las nuevas quimeras que estaba produciendo la ingeniería genética. Espectáculos planetario transmitido por Internet: El hombre de las cavernas luchando a muerte con el tigrón de colmillos sables. Gladiadores robóticos despedazando mamuts regenerados. Tiburones versus calamares gigantes. Procesiones de las más vistosas religiones con ceremonias espectaculares en escenarios virtuales. ¡Un Dios único y el hombre triunfador! A la entrada del Coliseo se construyó un gladio gigante, de acero, de 100 metros de altura. Reservado para millonarios, el estadio constaba de diez mil balcones personales blindados, provistos automáticamente de aire acondicionado, bebidas, golosinas, música personal, etc., como una limousine de lujo. La primera fila de 100 asientos, era propiedad exclusiva de los hombres más ricos del mundo, con palcos reales para Presidentes, dignatarios religiosos, y otros invitados especiales. La fiestas de la inauguración duraron 365 días corridos y batieron todas marcas. Los magnates estaban eufóricos. Las religiones y sectas también alcanzaron records de fieles contribuyentes. Nunca hubo tanta religiosidad como esos años y los creyentes estaban satisfechos con creencias que complacían sus gustos. El Infierno fue derogado, como ya se había hecho con el Limbo, y el Paraíso fue trasladado a la Tierra con gran pompa.
Un líder mundial de la nueva creencia se situó en Las Vegas y en poco tiempo acaparó todos los poderes del Coliseo y la gran estructura financiera que lo sostenía. Desarrolló entonces la nueva doctrina de la Renuncia, en la que no la negaba, sino que la exaltaba, a su modo, para los elegidos de la fortuna, los multimillonarios. Se llamaban a sí mismos Jobianos, en recuerdo del personaje bíblico que perdió todo, fortuna, hijos, mujer y vivió en la pobreza; pero con perseverancia y paciencia, volvió a ser mucho más rico que antes. Incluso pasó a la Historia en el Antiguo Testamento: "Las lamentaciones de Job". El líder predicaba: "La fortuna, las posesiones, las joyas y los dólares son nada. El hombre que sabe renunciar tiene todo en sus manos y vuelve a recuperar lo que perdió y más aún. La riqueza es de los elegidos, es signo de Renuncia, es el Paraíso. Aquí, en este magnífico Coliseo, expresión del Imperio más rico y fuerte del mundo, ante 10.000 millonarios elegidos, practicamos la Super Renuncia y damos todo, hasta quedar desnudos como Job, para volver a poseer ciento por uno". Como puede observarse, la idea de este desmesurado teólogo era una caricatura de la doctrina que predica la redención por el esfuerzo individual. En cambio, el Jobiano predicaba la renuncia para tener más.
Pronto empezaron los preparativos de la Super Renuncia de los cien millonarios más ricos del mundo, sentados en primera fila. Fueron invitados Presidentes, Reyes, Pontífices y Lamas de diversas religiones, quienes presidieron las ceremonias con pompa imperial. Se arrojaron millones de dólares desde helicópteros a multitudes apiñadas en las calles de Las Vegas; los afortunados corrían a las máquinas tragamonedas para volver a salir y recoger más. El lema era: "Dar todo hasta quedar desnudos como nacimos, para ser más ricos que antes". ¡Viva el Paraíso!
El Coliseo Imperial estaba lleno y perfectamente iluminado. Los tramoyistas y técnicos manejaban máquinas ocultas que movían la dinámica de los escenarios. Habían terminado las procesiones y las misas. Los acróbatas y saltimbanquis habían concluido sus piruetas ante un público impaciente, ansioso de presenciar la Super Renuncia. Los televisores del planeta estaban concentrados sobre el Gran Cero a punto de comenzar. El Jobiano, vestido con toga imperial romana y laureles de oro en la cabeza, presidía el acto. Levantó solemne su brazo derecho y sonaron las trompetas. Un gran fuego se encendió en el centro de la arena. Al terminar el anuncio musical, se atenuaron las luces y un reflector se concentró sobre la persona más rica del mundo.
Como por arte de magia, el enorme palco se desplazó por el aire hasta quedar suspendido sobre el fuego unos 50 metros de altura, lleno hasta el tope de dólares, euros, joyas, títulos de empresas, acciones, propiedades, pinturas únicas, jarrones Ming, perfumes, diamantes, perlas. La señora NÚMERO UNO, joven todavía, alta, rubia, espléndida y despreocupada, empezó a arrojar al fuego lo que tenía. Tiró todo, y cuando no encontró nada más a su alrededor, empezó a desprenderse de las joyas que portaba, el vestido, la ropa interior, los zapatos, hasta quedar desnuda. "¡Ah, me olvidaba!", dijo por el micrófono, se sacó el anillo de matrimonio y lo tiró, riendo a carcajadas. Luego, de pie y tal como había nacido, fue paseada frente a las graderías, saludando al público que se había vuelto loco de entusiasmo, gritando, aullando, pateando el piso y riendo a carcajadas. Después, fue depositada en su mismo lugar privilegiado, pero completamente pobre.
De esta manera, con diversas modalidades, renunciaron los 100 Super Ricos, que se transformaron en Super Pobres. Aparecieron piezas únicas que habían desaparecido tiempo atrás: la Gioconda, robada del Louvre, la Biblia original, impresa por Gutemberg, las carpetas originales de Leonardo, las joyas de la corona británica, el diamante Koïnor, y muchas otras de valor incalculable, que estuvieron escondidas en los recintos blindados de los coleccionistas muchos años.
Una vez que el fuego se fue apagando y quedaron las cenizas, las luces se encendieron a pleno, se hizo silencio con gran expectativa y El Jobiano descendió de la tribuna presidencial y caminó, aislado y ceremonioso, hasta un púlpito dorado, para pronunciar las palabras finales y cerrar el acto. Dijo: "La mecánica de la Renuncia es muy larga o muy corta. Durante años de paciencia y perseverancia pasasteis de la nada hasta ser los cien mejores y más ricos del mundo. En unos segundos volvisteis al origen. Pero todavía tenéis la vida, las experiencias, el arte de ganar, relaciones sociales., los recuerdos, la nostalgia. Todavía tenéis mucho que renunciar. No sois verdaderamente pobres. (Un murmullo de inquietud y voces de protestas se levantó desde las graderías). No estáis capacitados para darlo todo, pero yo, Job, puedo darlo por vosotros. ¡Está ante vuestra presencia!"
El piso removió la arena cubierta de detritus y empezó a emerger un gran artefacto negro, pulido, muy brillante de diez metros: una ojiva nuclear. Tenía un título en rojo: VEINTE MEGATONES. Los altoparlantes empezaron la cuenta regresiva: 100, 99, 98, 97 . . . El caos estalló en todas partes y los millonarios huían desesperados transformados en bestias enloquecidas, llorando, chillando, golpeando, luchando entre ellos. Nada podían hacer. Afuera, en los casinos ocurría lo mismo. En las calles lo automóviles corrían velozmente. Job estalló.
Los pasajeros que volaban sobre el desierto vieron un sol de fuego y quedaron ciegos. Los aviones estallaron en el aire. Los satélites espaciales encendieron sus alarmas de guerra. Las Vegas quedó aniquilada. Los bosques se incendiaron. Los depósitos de combustible explotaron. Una gran nube de ceniza radioactiva empezó a desplazarse hacia el Este por el territorio norteamericano, empujada por el viento.
Nº 15 - EL MAITREYA EN NUEVA YORK
La catástrofe de Las Vegas no provocó la guerra atómica tantas veces anunciada, vendría pocos años después, aunque sí cambios profundos en la sociedad norteamericana y el resto del mundo. El atentado fue tan grave que la reacción de los responsables fue, esta vez, positiva. Actuaron con sensatez, aunque las medidas fueron drásticas, extremas, si querían salvar la nación. Murieron millones de personas, pero ya había ocurrido otras veces a lo largo de la Historia y sólo la enérgica reacción de los sobrevivientes pudo solucionar la catástrofe. Se dieron cuenta que el mal que los acosaba era interno, estructural, metido en los huesos del pueblo. Los cambios eran urgentes, porque las masas empezaron a levantarse en todas las ciudades. En primer lugar, establecieron la dictadura militar en todo el territorio, suprimieron los derechos cívicos, cerraron las bases militares en el extranjero y trajeron todas las tropas y buques de guerra. Se estableció el servicio obligatorio y el ejército ocupó el país con diez millones de soldados férreamente disciplinados. Se prohibieron las sectas y los movimientos liberales y se abrieron campos de concentración donde se torturaba, como en Guantánamo e Irak. El registro de cultos fue restringido al máximo y sólo se permitieron las religiones del siglo XIX. Los extranjeros querían escapar, pero se prohibió la emigración, como en tiempos de la Unión Soviética. La economía cayó a pique, pero era un pueblo con mucha vitalidad que hizo todos los sacrificios necesarios, automóviles, lujos, despilfarros, viajes, para seguir a la cabeza del mundo. Se volvieron austeros, intolerantes y cerrados sobre sí mismos. Las rebeliones estallaban en los estados periféricos, pero eran reprimidas sin piedad. El resto de las Naciones tomaron políticas simétricas, armados hasta los dientes, cada uno dentro de sus fronteras. Las Naciones Unidas habían perdido todo significado.
Los primeros informes llegaron desde Quebec. A medida que la dictadura imponía reglamentaciones más duras, en Universidades, campus, la prensa y la calle, la juventud se hizo rebelde como nunca y se formaron grupos de protesta, con antiguos mitos libertadores: Rama, Krishna, Gandhi, Toro Sentado, el Che y otros. Por encima de todos, figuraba Maitreya y su mensaje de redención individual, sin intermediarios. Como siempre, los dignatarios eclesiásticos y los capitanes de la economía se unieron a la Junta Militar y el pueblo quedó desamparado, oprimido, sin guías ni defensores. Entonces la figura del Gran Iniciado Solar adquirió dimensiones extraordinarias, aunque pocos lo habían visto o escuchado su palabra. Se mencionaban muchos lugares y encuentros, especialmente en América del Sur, pero nada comprobado. No habían retratos ni descripciones de su figura, aunque se lo representaba como un hombre de mediana edad, sin barba, cabello oscuro corto, vestido de un negro rutilante con chaqueta cerrada hasta el cuello, ojos muy penetrantes, caminar enérgico, voz fuerte y musical, en cualquier idioma, incluso dialectos. Lo acompañaban dos hombres silenciosos, muy parecidos a Él. Siempre estaba en movimiento, en el campo y en las ciudades. Se lo había conocido viajando en trenes, durmiendo en moteles o comiendo en cantinas rápidas.
En Quebec fue filmado conversando con un grupo de estudiantes en el campus universitario y de inmediato la imagen saltó a todas las pantallas del mundo, pues se lo consideraba responsable de la catástrofe de Las Vegas. La Dictadura había ofrecido una gran recompensa por su captura. Cuando los patrulleros ingresaron al campus ya no estaba allí. Se hicieron rastreos por la zona, pero fue en vano. De todos modos, detuvieron algunas docenas de estudiantes y los encerraron en campos de concentración. Lucharon con la policía y algunos fueron heridos. Las autoridades cerraron la Universidad por tiempo indeterminado.
Una semana después apareció en la Universidad de Harvard, dictando una conferencia ante una sala repleta de estudiantes. Incluso conectaron las filmaciones directamente a una cadena de televisión y todo el país estuvo pendiente. Lo esencial de la disertación era: "La Renuncia es la Ley del mundo futuro y vosotros estáis entre los precursores que viven esta Ley que será el modo de vivir de los hombres que vendrán. Que os sea concedido como don clarividente de experiencia vislumbrar y preparar ese mundo donde los sabios y los santos serán sacerdotes, legisladores y guías de la Humanidad, donde los que moderan y distribuyen las corrientes económicas de los pueblos serán considerados gobernantes de los mismos, donde los productores serán los benefactores de la Humanidad, donde desaparecerán los intermediarios entre Dios y el hombre, entre el maestro y el alumno, entre el productor y el necesitado". Mientras tanto, los estudiantes se habían atrincherado y bloqueado con muebles la entrada del edificio. La policía atacó con armas y vehículos blindados. Los defensores repelieron con fuego y hubo muchos muertos. Antes de terminar la conferencia, el Maitreya se despidió con una convocatoria: "¡Los espero la próxima semana frente a la Secretaría de las Naciones Unidas!" Como en Canadá, todas las búsquedas fueron infructuosas. Bloquearon los accesos a Manhattan, trajeron más tropas de otros estados y formaron un cordón blindado alrededor de la Secretaría. El Maitreya había desaparecido una vez más.
Tres días más tarde de la aparición pública del Gran Iniciado se desató una gran tormenta de nieve desde las montañas Apalaches hasta el océano, con fuertes vientos que volvieron peligrosos los transportes y las comunicaciones. Las escuelas de Nueva York cerraron y muchos comercios no abrieron. La expectación era tremenda. ¿Qué haría el Maitreya? ¿Hablaría ante el Consejo de Seguridad? ¿En qué idioma? ¿Qué disposiciones había tomado el Secretario General? Se debatía continuamente; unos opinaban que había que arrestarlo antes que ingresara; otros que había que dejarlo hablar y concederle un pasaporte de inmunidad para que se alejara. Alguno dijo que había que invitarlo a conferenciar con una comisión ad-hoc con plenos poderes. Finalmente se decidió invitarlo y se formó una comisión, presidida por el Secretario General, para recibirlo con honores. De todos modos no había hecho nada malo. La sede de las Naciones Unidas es internacional y pertenece a todas los gobiernos.
Llegó el día anunciado. La tormenta había cesado la noche anterior y un gran manto blanco cubría la ciudad. Las medidas de seguridad eran extremas, con helicópteros sobrevolando los edificios y patrulleros estacionados en las principales avenidas. En el Parque Central estaba alerta una brigada de tanques con transporte de tropas. La orden general era esperar los acontecimientos y no intervenir si no eran agredidos. El asunto era internacional y había que evitar cualquier estallido de violencia. Se temía que pudiera haber otra bomba nuclear como en Las Vegas.
Desde el día anterior una multitud gigante, procedente de todo el país, había ingresado en Manhattan y marchaban ordenadamente por la ribera del Hudson, cubriendo toda la avenida, sin que la policía lo impidiese. La orden era no provocar, esperar, dejar que se dispersen libremente, no arrestar, no disparar. Los helicópteros informaban continuamente sobre movimientos humanos. Al mediodía empezó a nevar nuevamente.
Cuando las dos columnas estaban por encontrarse frente al Secretariado, del Norte y del Sur, apareció el Maitreya, con sus dos ayudantes y se ubicó frente al enorme edificio. De inmediato se dirigió a la entrada y se detuvo unos treinta metros antes, inmóvil, de pie, con los brazos juntos al cuerpo. La multitud acalló sus gritos y consignas y permaneció quieta, apretada, silenciosa; confiaban plenamente. Se iban cubriendo de nieve y empezó el viento otra vez. Los manifestantes se apretaron entre sí para darse calor. Dentro de las Naciones Unidas, los empleados miraban por los ventanales, En el Consejo de Seguridad, los embajadores discutían entre sí. Uno decía: "El que más aguante, gana. Nuestra posición es superior; estamos adentro bien aprovisionados; ellos están a la intemperie y no tienen nada. Sólo tenemos que esperar y la protesta se disolverá como un copo de nieve en el fuego". Otro decía: "Somos más inteligentes Tenemos experiencia".
Afuera el viento empezó a soplar fuerte, pero nadie se movía. De pronto, la nieve empezó a derretirse y un círculo seco comenzó a extenderse, sin parar, sobre los jóvenes, los patrulleros y los edificios. El Maitreya estaba desplegando su barrera radiante, más y más. La multitud empezó a reír, cantar y también bailar. Adentro los funcionarios estaban perplejos y esperaban. Los policías estaban contentos. El Maitreya continuaba inmóvil, como en éxtasis, con los ojos abiertos mirando hacia adelante, mientras el calor aumentaba. Una hora después de comenzar el fenómeno, el calor era tan grande que los equipos de aire condicionado pasaron a refrigerar. La gente en la calle se desprendía de los abrigos. El viento arreciaba, pero sin nieve. Se escucharon algunos truenos y empezó a llover. Se dio orden de evacuar los edificios y los funcionarios huyeron como pudieron por los espacios abiertos. De pronto un ventanal estalló en lo alto de la Secretaría y voló por el aire. Las vidrieras se desprendían y caían a tierra. Empezaron los incendios que propagaba el viento y el fuego se extendió por la zona. Los manifestantes se fueron dispersando, sin que la policía los molestara. La brigada blindada se retiró discretamente. Quedaron en el lugar, solos, ya de noche, el Maitreya y sus compañeros, retirados unos 200 metros de los incendios. De pronto se escuchó una gran explosión y la Secretaría General se derrumbó. Igualmente, los otros edificios cayeron y ardieron sin parar varios días. El Maitreya desapareció una vez más de la vista del público. Antes de retirarse, citó a la juventud frente al Capitolio de Washington. La Dictadura impuso el estado de guerra interno. El mundo estaba conmocionado y los gobiernos se sintieron amenazados.
Las acciones de los Grandes Iniciados Solares son, siempre, perfectas, infalibles, creadoras de la realidad. Cuando encarnó anteriormente, con el nombre de Jesús, actuó de una manera que los hombres no lo comprendieron, pero lo utilizaron para sus bajas pasiones, guerras, codicia, dominaciones. Ahora volvió triunfante y está utilizando sus inmensos poderes, sin perder tiempo, directamente. La Raza Americana nació al terminar el cristianismo y su conductor, el Cristo triunfante, avanza con rapidez, operativo, dejando atrás las ruinas de las filosofías inservibles y las instituciones opresoras. La Humanidad conoció al Iniciado en la cruz y lo olvidó. Ahora lo está conociendo en la realidad de la Renuncia y se transforma o perecerá. La Barrera Radiante que emana de su poder interior separa a los vivos de los muertos. No hay elección.
Nº 16 - FRENTE AL CAPITOLIO
Los militares del Pentágono estaban furiosos y exigían una acción inmediata total. Alguien había destruido uno de los pilares de la Nación, la sede de las Naciones Unidas, en el corazón de los Estados Unidos y no se había hecho nada. Todo el aparato de la nación más poderosa del mundo, gobierno, fuerzas armadas, los partidos políticos, la prensa, estaban paralizados. El Enemigo era un único hombre, sin armas, visible, caminando por las calles de Nueva York, ahora desaparecido, admirado por la juventud y anunciando su presencia en la Capital, Washington, a la vista de todos. Había que actuar rápidamente sin contemplaciones. La Patria estaba en peligro. De inmediato toda autoridad quedó bajo el mando y las leyes militares. Washington fue cercada por un millón de soldados y sus habitantes evacuados a la fuerza. Se determinó zona de impacto el espacio frente al Capitolio, ante las escalinatas. Se rodeó ese centro con triple círculo de tropas de elite. Helicópteros y cazas sobrevolaban el espacio aéreo, día y noche. Hacía falta un triunfo abrumador ante el pueblo y una advertencia aleccionadora para las demás naciones, o el Estado Nacional se derrumbaría en pedazos.
Efectivamente. Al día siguiente de la desaparición de las Naciones Unidas, los Estados de Hawai, Alaska y Puerto Rico, se declararon independientes del gobierno central, crearon banderas propias y armaron a la Guardia Nacional. Las bases navales y militares fueron ocupadas sin resistencia. Cuarteles, puertos y aeródromos militares en el exterior fueron recuperados por los gobiernos locales, aunque hubo combates y muertos en Guantánamo, Okinawa, Yemen y en todas las demás. En algunos Estados periféricos, como Arizona, California y Florida, se establecieron gobiernos propios y los rebeldes se refugiaron en los bosques haciendo guerra de guerrillas. Había empezado el desorden con amenaza de una guerra civil. Sólo un golpe contundente contra Maitreya salvaría la situación, pensaban en el Pentágono y esperaron con impaciencia la presencia del intruso. El Comandante del operativo había pensado en una ejecución ejemplar, un fusilamiento, ante la vista del mundo que, frente a millones de televisores, aguardaba el desenlace.
El día era espléndido, soleado y luminoso, sin viento. La nieve de la tormenta anterior había desaparecido y algunas flores asomaban en los canteros del imponente escenario del Capitolio; en un lado la Suprema Corte de Justicia, en el otro la Biblioteca, más allá la Galería de Arte y, enfrente, el Jardín Botánico. No había nadie visible; los soldados estaban ocultos. Únicamente los pájaros aprovechaban esos instantes de paz para revolotear alegremente.
El Maitreya apareció caminando desde el fondo de la Avenida Pennsylvania, por el centro de la calzada, con el paso rápido conocido, seguido por sus dos compañeros. Al llegar frente al Capitolio se detuvo, lo enfrentó y de inmediato desplegó una gran cúpula electromagnética radiante, visible, de unos cien metros de diámetro, en cuyo centro se ubicó con sus servidores. El color de la radiación era blanco, transparente, eléctrico y vibraba emitiendo un sonido muy agudo que subía y bajaba de intensidad, fuerte. Los soldados ocultos en los edificios cercanos se taparon los oídos. El escudo del Maitreya era una transmutación del espacio y nada podía penetrarlo. En el universo de las dimensiones plurales, un Gran Iniciado Solar permuta los espacios a voluntad y los controla. Más aún; cualquier objeto que se aproximara podía ser desviado. Docenas de Iniciados del Fuego y miles de elementales del aire y del fuego, invisibles para el ojo humano, estaban preparados para actuar. Constituían un ejército celestial de inconmensurable poder.
El Comandante dio la orden de fuego y treinta helicópteros de ataque Apache, super armados, se elevaron bramando sobre las arboledas a una altura mediana, en círculo y apuntando sus misiles y ametralladoras pesadas empezaron a disparar a discreción contra el blanco. Ningún proyectil penetró la cúpula radiante. Los elementales, dirigidos por los Iniciados del Fuego, los apartaban en todas direcciones y estallaban en los edificios gubernamentales, sobre las tropas acantonadas y los tanques Abrahams de 60 toneladas, sembrando el caos más espantoso. La tropa huyó. La cúpula del Capitolio se derrumbó con estrépito. Un proyectil explotó en la Biblioteca y la incendió. Otros estallaron más lejos, como si una computadora superior los dirigiera hacia blancos precisos. La Casa Blanca se salvó, pero el Dictador se suicidó. Otros jefes lo imitaron. Aparecieron los cazas bombarderos que habían salido de bases cercanas, siempre con el propósito de destruir la cúpula radiante que se mantenía intacta y lanzaban sus misiles que se desviaban en cualquier dirección destruyendo más edificios. Los mandos militares estaban enloquecidos y no querían dejar ese poder intacto. Entonces la barrera aumento más su alcance y la radiación se extendió muchos kilómetros sobre la superficie del suelo. En realidad, el aura de un Gran Iniciado Solar cubre toda la Tierra y lo controla. Algunos cazas que volaban a gran altura, lanzando bombas inteligentes, fueron alcanzados y destruidos en el aire. Finalmente cayó la noche, pero en Washington era como de día, con inmensos incendios y explosiones que se prolongaron mucho tiempo. La población civil había sido evacuada anteriormente y las tropas se retiraron a sus cuarteles. En el círculo de fuego del Capitolio, permanecían quietos el Maitreya y sus Discípulos. La cúpula había disipado sus radiaciones. Estaban solos. Eran los triunfadores. Lentamente, se fueron caminando como habían venido, por la Avenida Pennsylvania.
Las consecuencias de la batalla de Washington fueron contundentes y cambió la Historia. La capital de Estados Unidos había sido destruida por sus propias fuerzas armadas y la Nación se desintegró, como había sucedido con la Unión Soviética unos años antes. Los Estados regionales se declararon naciones libres e independientes, proclamaron sus propias Constituciones y entablaron relaciones entre ellos y otras naciones. La confusión era completa y los cambios se sucedían continuamente. Algunos invadieron y anexaron otros Estados más pequeños, con batallas y guerrillas. Los grandes establecimientos agrícolas y fabriles quedaron paralizados y las industrias que trabajaban para el gobierno, fueron abandonadas. Aparecieron bandas armadas en las ciudades y el campo. Se presentó una hambruna espantosa y la gente empezó a robar. Ninguna nación, ni la Cruz Roja, enviaron la menor ayuda. Empezó la guerra civil que duraría muchos años. No se arrojaron bombas atómicas, aunque se destruyeron muchos reactores productores de electricidad y la radioactividad se extendió por grandes regiones, como en Chernóvil, de Ucrania, causando millones de muertos y enfermedades genéticas. Las fuerzas armadas se disolvieron y los regimientos se agrupaban alrededor de comandantes audaces que hicieron la guerra por cuenta propia, desde sus cuarteles para sobrevivir; formaron ejércitos independientes que saqueaban las ciudades y los pueblos, en correrías salvajes, como ocurrió tras la caída del Imperio Romano. La barbarie se extendió por el continente hasta Panamá durante muchos siglos con alternativas que los Anales Akásicos registran claramente. Ese período se conoció más tarde como "La Guerra de Mil Años", y de muchas maneras cubrió todo el Planeta. Fue similar a la guerra de los nacientes Arios contra los Magos Negros Atlantes, aunque al revés. Ahora, los Arios, armados con máquinas infernales, fueron aniquilados por una fuerza espiritual superior y desaparecieron. La Nueva Era Americana era espiritual, pacífica, desenvolvía las fuerzas interiores bajo la Ley de la Renuncia y se enfrentaba al desafío de reconstruir el Mundo, sin armas, sin odios, sin bombas atómicas. Con el tiempo lo lograron.
Es necesario dar una explicación sobre estos últimos tres relatos que hemos presentado, y sobre otros diferenciales que vendrán más adelante, a la luz de las Enseñanzas del Maestro Santiago, para que se comprenda la secuencia y las relaciones de unos con otros, en ficciones que se desenvuelven a lo largo de miles de años, la primera mitad de la Raza Americana y su propósito ulterior. Los Relatos Acuarianos son una extensión de las Enseñanzas Canon que, por medio de la fantasía literaria, pretenden explicar las premoniciones del Maestro Santiago sobre la vida futura en la Nueva Era. Las Enseñanzas presentan ideas apenas insinuadas o muy breves, pero de enorme potencial. A partir de esos gérmenes y de los acontecimientos que a diario se precipitan sobre la escena mundial, se desenvuelve la secuencia de los Relatos, en tiempo "allegro con brío" algunos y otros, según convenga, en "adagio". Las obras humanas nacen, crecen, se desarrollan y mueren, sin excepción: Imperios, Religiones, Dinastías, Estados, amores, odios, todas. En vida hemos visto desaparecer el gran Imperio Británico y la super potencia U.R.S.S. Ahora estamos presenciando el derrumbe de "la Nación más poderosa del Mundo, Estados Unidos". Los Relatos, simplemente, clarifican lo que parece confuso, pero los hechos están a la vista. A muchos no les gusta, pero otros están satisfechos. De todos modos, la Historia no se mueve en la subjetividad, sino por sus propias tendencias estructurales. Y nos dice que estamos a la entrada de una edad desconocida, con programas de desarrollo inéditos y que el espacio terrestre tiene que quedar limpio y desocupado para que las nuevas ideas nazcan y crezcan.
Como ya hemos anunciado al comienzo, estamos a diez milenios adelante, en la mitad del ciclo americano que debe realizarse, en el nodo de cambio evolutivo. La Humanidad, desde sus orígenes celestiales, descendió hacia la materia para conquistarla. Se solidificó hasta el límite, incluso lo traspasó peligrosamente, y ahora debe ascender hacia las dimensiones sutiles de la realidad. Más abajo no puede ir; de hecho estamos en la mitad del infierno conviviendo con androides y demonios. Pero el Gran Iniciado Maitreya puso fin a las vacilaciones. En la batalla de Washington, venció y desarmó a las fuerzas del abismo con sus ejércitos celestiales y el porvenir está claramente trazado. Por la Renuncia, los elegidos ascenderán hacia los nuevos mundos. Los rezagados irán retrocediendo hasta desaparecer definitivamente en las sombras.
Esas batallas ocurrieron en el siglo XXI de la Era Cristiana. Ahora volvemos a la Edad Americana, diez mil años más tarde, con un Planeta floreciente, agua cristalina, bosques maravillosos y aves multicolores volando en el azul, mientras el Peregrino Americano continúa por un sendero de las Montañas Rocosas cubiertas de abetos, después de despedirse de sus amigos sureños, cerca del Cañón del Colorado, caminando hacia el norte.
Nº 17 - DE LOS BOSQUES
Voy caminando por los bosques de Oregón, la mejor manera de viajar, porque no es apresurada, brinda un ritmo de secuencias visuales dinámicas de acuerdo con el paisaje, ayuda a mantener la vitalidad del caminante, quien puede detenerse donde más le guste, pensando, curioseando los alrededores, plantas, insectos, las arboledas, las corrientes de agua cristalina con música y brillos en un cauce de piedras limpias. Hay fuerzas saludables en todas partes, el aire, los árboles, los pastos, las flores con abejas chupando néctar, vida dentro de la vida, para producir más vida.
Después de las grandes guerras, atómicas y civiles, las epidemias síquicas y biológicas que se extendieron por el planeta a punto de terminar la especie humana, durante siglos, la paz volvió poco a poco: los cataclismos telúricos habían cesado, los ríos volvieron a sus antiguos cauces, las corrientes marinas modificadas trajeron armonía en los océanos y las copiosas lluvias se normalizaron. La vida retornó a su trabajo permanente, primero en las especies vegetales y después en el reino animal, peces, aves y mamíferos. Este proceso, en plena expansión, llevó milenios de perseverante actividad y continúa con maravillosos resultados. La crisis del planeta Tierra, como todas las que se producen cuando es necesario un cambio sustancial para formar el medio ambiente propicio al nuevo hombre que los Santos Maestros tienen proyectado, empiezan a construirlo, indiferente a los sufrimientos que provoca, es beneficiosa. Con el transcurrir de los siglos, los cambios produjeron resultados coherentes, organizados y progresivos. Primero, las formaciones del paisaje, el clima, las corrientes de agua, los vientos y un ritmo de variaciones armonioso con las necesidades de la vida. Luego vinieron rápidas expansiones en los vegetales y los animales más evolucionados, útiles al hombre futuro. Las Enseñanzas del Maestro Santiago han explicado que el instrumento psicológico del desarrollo integral del hombre Americano es la intuición; por lo tanto, el paisaje, la alimentación, las relaciones humanas, el pensamiento, sus capacidades mentales son distintas, especiales, inéditas.
A medida que avancen los Relatos del caminante solitario, transitando por otros continentes, iremos describiendo los usos y las formas en las artes, las comunicaciones, la poesía, las danzas, la arquitectura y las ficciones que los Americanos son capaces de crear para proyectarlas en el nuevo espacio, sin instrumentos externos, sino valiéndose de los dones que ha desarrollado, con sonidos, colores y formas. Así, los hombres podrán acceder directamente a la belleza para expresarla con sus propios medios, para sí y para alegría de todos. En la Nueva Era no existen museos, bibliotecas ni colecciones profesionales, porque el arte es la vida que cada uno expresa.
Oregón tiene bosques gigantescos, notables por la corpulencia de sus pinos que llegan hasta el mar desde las grandes llanuras del centro. La región es uno de las primeras que se independizaron del gobierno central y los rebeldes se ocultaron en los bosques luchando durante siglos desde la espesura. Rápidamente se adaptaron a la vida natural, abandonaron la civilización y recrearon la antigua cultura indígena, con herramientas y recursos que extraían de las ruinas de las ciudades: lanzas, arcos, cuchillos de monte, telares. La Naturaleza imponía las nuevas formas de vivir y los Iniciados, que permanecieron en las planicies del Colorado cultivando las ciencias de la Nueva Era, los visitan, les enseñan y los protegen. Hablan la lengua común americana y no conocen la escritura, pero tienen facilidad para las narraciones que repiten de memoria, sin cansancio, enriqueciendo las historias y los episodios de los cuentos con variaciones pintorescas según la fantasía del narrador. Esas novedades los divierten y celebran las variaciones de las leyendas; entonces, en las celebraciones nocturnas del bosque, alrededor de la fogata, uno describe en detalle y a su manera el encuentro con un duende; otro presenta la versión personal que ha inventado; el de más allá repite lo que le han contado. Y así pasan la tertulia en animada conversación, cooperando en el enriquecimiento de la obra que no permanecerá inmóvil en una escritura, sino se multiplicará con nuevas ramas, brotes y follaje de muchos colores en la fantasía del pueblo. Algunos cuentan episodios atractivos acompañando con estribillos musicales; otros lo recrean con imitaciones teatrales dramáticas o cómicas y los niños repiten en su lenguaje infantil los gestos de los mayores. Cuando los Maestros Acuarianos los visitan, toman las imágenes de los narradores y las proyectan en el ciberespacio, como las antiguas producciones del cine, para satisfacción y enseñanza de esos pueblos cándidos y buenos.
Al atardecer de un día otoñal despejado, llegué a un claro en el bosque, encantador, un arroyo cristalino saltando entre las piedras, la gramilla cubriendo el suelo, muchas y variadas plantas florecidas por todas partes y el sol escurriéndose entre las ramas de los más variados árboles con frutos maduros, algunos caídos entre la hierba, manzanas, damascos, frutillas rojas, algunos racimos de uvas negras y otros. Pájaros, ardillas ovejas y hasta una familia de osos pardos se alimentaban pacíficamente. Los insectos zumbaban en los últimos rayos del sol. Me recosté en la hierba, dispuesto a pasar la noche y encendí una fogata. Los animalitos iban y venían a su gusto mitrando curiosos al forastero y su fuego.
Aparecieron tres Elfos Silvanos, de muy buen carácter y alegres. Después del tradicional "¡Ahehia ote Hes! ¡Eret Hes ote Ahehia"! , conversamos animadamente, pues deseaban noticias del mundo. Les conté mi procedencia, tan lejana y parecida a ésta, los bosques de la Patagonia, los pueblos acuáticos del Mar Caribe, la Asamblea del Cañón del Colorado y otras novedades que les interesaban. Me explicaron que en ese sitio ellos se reunían con otras hadas y algunos campesinos para hacer música. Poco a poco, al tiempo que iban saliendo de la espesura de troncos con musgo verdoso los más hermosos y variados personajes del bosque, duendes, ninfas, enanos, elfos de varias especies, escuchamos una suave entonación en el aire, sin determinar su procedencia; venía de todos los lugares, arriba entre las ramas, desde fondo tras los grandes troncos de abetos, debajo de las piedras, en el agua del arroyo; se parecía al sonido del viento, del agua de las cascadas, al canto de los pájaros, al zumbido de las abejas, pero era diferente. La vida cantaba armoniosamente y los Elfos levantaban las ondas radiantes hasta el nivel humano para que todos pudiéramos participar. Pronto llegaron los campesinos del bosque, de todas las edades, ancianos, jóvenes y chicos, que se sumaron al coro entonando sus propias melodías. Fui seducido por el encanto y sentí que de mí, cuerpo y alma, brotaba una música fantástica que se unía al conjunto, sin perder identidad ni provocar distorsiones; por el contrario, a cada momento la polifonía se perfeccionaba. Empecé a cantar alegremente, en voz alta, la invocación aripal a los Ángeles: "Manetras Surica".
Micaël ada Agni Miguel es el rey del fuego
Gabriel ada Buhm Gabriel es el rey de la tierra
Serafiel ada Acpias Serafiel es el rey del viento
Azariel ada Vayu Azariel es el rey del viento
Yelica asher yelica Ellos son, son
Serefielica sephirothielica Los serafines y los sefirots
Yelica asher yelica Ellos son, son
Elhuin, Elhuin. Elhuin, Elhui.
Se hizo la noche y las estrellas brillaban en el firmamento oscuro. El tiempo estaba cálido, apacible, sin viento, y los habitantes del bosque decidieron permanecer en ese lugar: hombres, animales y hadas se distribuyeron en el claro a gusto de cada uno, algunos solitarios, otros en grupos, sin diferencias de especie, jugando, conversando, cantando y bailando, sin mayores problemas. Las relaciones eran excelentes, especialmente entre niños y animales, o las mujeres con las ninfas y los elfos. Yo me aparté un poco, cerca del grupo de osos que habían permanecido cerca de la espesura, y me dediqué a disfrutar de ese espectáculo paradisíaco, propio de épocas legendarias, cuando la paz reinaba en la Tierra. Ahora, esa paz soñada por los poetas y los místicos, estaba retornando y una nota de felicidad flotaba en el aire. Era el comienzo de los tiempos nuevos y yo me sentía dichoso de ser testigo y tener la oportunidad de registrarlo en mis relatos. Finalmente me quedé dormido sobre la hierba.
A la mañana siguiente, con los primeros rayos del sol, desperté; estaba entre los brazos de mamá osa, y un cachorro a mi lado. El oso padre roncaba cerca, con el otro cachorro gemelo. Me levanté y fui hasta una charca transparente del arroyo, me bañé y lavé mi ropa para sacarle el aroma animal que despedía. Otros compañeros del bosque despertaban y se bañaban como yo hice. Las hadas y los elfos habían desaparecido, pero se los podía encontrar en cualquier momento y lugar. Finalmente, reunidos junto a una buena hoguera, desayunamos con frutas de los alrededores, conversando. Decidieron acompañarme unos días para que les contara historias antiguas, cuando esos paisajes estaban poblados de personajes extraños, con maquinarias de hierro, ferrocarriles, aviones que volaban con gente dentro, ciudades con millones de habitantes y otras cosas extrañas que ellos transformarían en otros relatos mágicos.
Fueron unas jornadas amenas y graciosas. Ellos no tenían un lugar fijo para estar, ni una organización social de arraigo; su hogar era el bosque y ambulaban por un vasto territorio con total seguridad, bien provisto de recursos en cualquier estación, incluso el invierno con fuertes nevadas. Conocían los bosques y armonizaban con todo lo que contenían, animales, vegetales y muchos arroyos. No mataban, no destruían, no quemaban, no tenían posesiones: compartían alegremente el aire, los juegos, el amor, los sufrimientos. No tenían Cuerpos de Fuego como nosotros, pero habían llegado a la paz interior. La Barrera Radiante del Maitreya cubría todo el Planeta. Les parecía asombroso que los antiguos cristianos mataran para comer, se pelearan entre ellos para poseer territorio, bosques, montañas, quemaran las selvas para hacer caminos aburridos, asesinaran para robar, ensuciaran los ríos, atraparan los bonitos peces para comerlos fritos. Me decían con vehemencia: "Nosotros somos Americanos. Nuestros abuelos de ese tiempo eran extraños, violentos y muy feos. No los entendemos. Queremos ser felices y sabemos cómo se logra. Todo lo que tenemos es tuyo también. ¿Te gusta el bosque, Io-Seph? Quédate con nosotros. Te queremos." Y me abrazaban riendo.
Nº 18 - EL PRADO
La pradera es inmensa, desde las Montañas Rocosas hasta los Grandes Lagos, muy rica en bosques, ríos, pastizales y animales de muchas especies. Casi no tiene humanos, porque fue muy contaminada por la radiación atómica que exterminó la población. Los pocos que hoy la habitan vinieron desde el sur, muchos siglos después. Igual que la fauna y la flora, las especies que prosperan hasta el Ártico, proceden de otras partes. En el antiguo Mar Glacial Ártico estallaron las más violentas batallas de la Guerra de los Mil Años por aire, mar y tierra. Ahora el mar está en paz, con aguas azules brillantes, muchas ballenas y la gran ciudad acuática Hiperbórea, en el Polo Norte, núcleo de la civilización americana que está desplegando las potencias ocultas del Planeta, sincronizada con Urania, el centro magnético del Polo Sur, morada de la primera Raza Raíz, la divina Zveta-Dvipa, casa de los Chaya y clave del destino de la Humanidad, controlado por Michael.
En la pradera, el ganado es numeroso, sin depredadores, con un clima benigno que favorece los pastizales ni barreras artificiales que limiten los desplazamientos. Caballos, bisontes, toros, búfalos, pumas y jaguares recorren grandes distancias en plena libertad. En la pradera no hay ciudades; las que todavía permanecen, ruinosas y sucias, subsisten en la costa oriental del continente, habitadas por restos numerosos de androides, quimeras, simios y otros desechos decadentes de la ingeniería genética, como ya hemos visto en el sur del continente en relatos anteriores.
Los pastores de la pradera son pocos, reunidos en aldeas y pueblos dispersos, relacionados entre sí, cultivando la tierra con herramientas simples, sin utilizar animales para trabajar y menos para comerlos, ni siquiera los peces. Viven sencillamente, sin escuelas, templos ni talleres. Cada uno produce lo que necesita.
Vago por el campo en todas direcciones, manteniendo el rumbo hacia el Noreste, acercándome a Groenlandia a donde quiero llegar para estar cerca del Mar Ártico y la ciudad Hiperbórea, siempre caminando, sin utilizar vehículos voladores. Caminar en tierra, en la gramilla, un charco de agua, rocas, arena, hojas secas, brinda un estado de bienestar completo para la mente, los sentimientos, el organismo y la fantasía, como ninguna otra actividad humana puede ofrecerla, componer una música, escribir una poesía o pintar un bello paisaje; lo más saludable para un hombre es caminar libremente por el prado y al final de la jornada encender una fogata de ramas secas para pasar la noche bajo las estrellas, escuchando la voz del silencio y oliendo el intenso aroma de los pastos.
Despierto con las luces del alba y me encuentro rodeado de una inmensa ganadería mugiendo y balando, no sólo especies antiguas americanas, sino las que introdujeron los europeos en la época cristiana, vacunos, caballos ovejas y otras, sino también las que vinieron de África y Asia para los zoológicos y parques, más las que trajeron los acuarianos para globalizar el Planeta. Descubrieron que los animales de mayores dimensiones absorbían las radiaciones nucleares depositadas en el suelo sin producirles daño y las transmutaban en ondas benignas que activaban los centros de energía del organismo, dando salud y bienestar a los hombres. Los habitantes de las praderas son longevos, casi nunca enferman y perduran con un admirable carácter de convivencia. No tienen instituciones sociales ni autoridades; la abundancia de las llanuras sumado al control poblacional practicado con naturalidad asegura un bienestar duradero. No forman parejas ni familias; se unen libremente, sin compromisos. El amor sexual lo conocen como amistad. Además, la evolución de la Raza Americana, que había eliminado todas las aberraciones que se produjeron al final de la época cristiana, redujo la libido a su menor expresión. Los sexos se unen sólo para la reproducción en la medida que es necesario el mantenimiento de la población.
Me acerco a una aldea situada en lo alto de una colina, tal vez las ruinas de una antigua ciudad, rodeado de un rebaño de ovejas, búfalos y toros que me han seguido dócilmente durante varias jornadas. Las ovejas producen lana suave muy abundante que está en el tiempo de esquilar. Los habitantes de las llanuras son hábiles tejedores y espero ofrecerlas amistosamente. Con la lana fabrican prendas de vestir, sogas, mantas, alfombras y casas enteras, muy confortables en todas las estaciones. No usan las ovejas como alimento, pero las ordeñan, como a las vacas, para obtener leche, manteca y queso. En la cercanía abundan los cultivos más variados, protegidos por setos verdes. Cuando llegué a lo alto de la colina, éramos una multitud de cientos de personas de todas las edades, bulliciosas, movedizas y alegres. Como no tenían gobierno ni autoridades, y nadie me dio la bienvenida, me instalé como en mi casa y me presenté a mí mismo. Las ovejas se metieron por todas partes, mezcladas con los niños que jugaban con ellas. Todos rubios, vestían hermosos trajes de muchos colores y diversas formas, de lana, fibras vegetales y plumas para los adornos. Las mujeres eran agraciadas con largas cabelleras trenzadas que les llegaban hasta la cintura y los hombres usaban barbas que también trenzaban en diversos estilos, adornados con flores silvestres.
Una escuadrilla de platos voladores se desplazaba sobre nosotros a mediana altura y los pastores los saludaban agitando los brazos, como si fueran conocidos. Uno de los platillos se desprendió del grupo y descendió suavemente sobre la pradera, a corta distancia. Corrimos hacia los visitantes que salieron por una escotilla abierta en rampa. Eran tres navegantes acuarianos, una era Rore que ya conocimos en el Cañón del Colorado y compañera de la Comunidad del Lanín. Dos se unieron a los nativos de la aldea; Rore y yo nos apartamos para conversar privadamente sobre los últimos acontecimientos.
En resumen, el conflicto de los androides del Este se había agravado por el aumento desmesurado de la población en los conglomerados de las urbes supervivientes y las consiguientes hambrunas que los diezmaban. El canibalismo se había generalizado en luchas tribales y había desaparecido todo ganado doméstico o salvaje entre el gran río y la costa, Los cultivos estaban arruinados y nadie quería trabajar. La esclavitud con mano de obra extraña no dio resultados y la miseria se extendió por los territorios del este. Entonces despertó el ansia de conquista de las llanuras más allá del río, ricas en ganadería y riquezas naturales, como ocurrió en la antigüedad, y las tribus Nu-yor, Cheni, Buss, Bler, se unieron para la guerra. Eran millones de androides armados con lanzas y espadas y explosivos, feroces, sanguinarios, empujados por fanáticos endemoniados que les ofrecían los más tentadores premios. Desde las costas del Caribe hasta los bosques del Norte, avanzaban las hordas invasoras hacia el Oeste, saqueando y destruyendo lo que encontraban a su paso. Los animales y los campesinos escapaban aterrorizados. En anteriores épocas, los Iniciados Acuarianos que vigilaban las fronteras desde sus naves voladoras los mantenían sujetos en sus territorios; pero esta vez era diferente. Los Maestros habían decidido que los americanos de los campos se defendieran por sí mismos, con sus propias fuerzas. Los Iniciados con Cuerpo de Fuego no intervendrían; los acompañarían para enseñarles y guiarlos, pero no lucharían. Los Americanos debían ganar el territorio por sí mismos. Rore quedó en la aldea y sus compañeros se trasladaron a otras regiones en el plato volador. Yo permanecí en ese lugar, como cronista de una nueva batalla, observando cómo la Gran Iniciada del Fuego enseñaba a gente sencilla y sin experiencia, a defender su lugar y sus derechos.
Rore reunió a las aldeas del territorio, hombres, mujeres, niños y todos los animales grandes; les aseguró que vencerían sin necesidad de armas, porque los demonios utilizan el terror y la tortura para doblegar la voluntad de sus adversarios. Ella iría al frente, sin armas y sin miedo y entre todos expulsarían a los invasores. Pidió que eligieran un jefe para ordenar las batallas y por unanimidad nombraron a Big-Man, un gigante de gran barba rubia, quien de inmediato eligió ayudantes y dispuso el orden de marcha, con los bisontes como vanguardia en un amplio frente. Los niños estaban entusiasmados y marchaban con las ovejas. Nadie portaba armas. Detrás de los bisontes, seguían otros animales grandes, agrupados por especies, con hombres expertos que se comunicaban con ellos: toros, osos pardos, vacas, cerdos, ciervos; en fin, las víctimas de la crueldad humana decididas a liberarse para siempre de la codicia de los demonios encarnados. Después de muchos días de marcha hacia el Este, la columna de Big-Man encontró junto al recodo de un río una inmensa horda de androides armados que avanzaba contra ellos. Lanzó los bisontes a toda carrera, incontenibles, que diezmó a los intrusos en grupos separados, a pesar de sus lanzas y explosivos. Detrás atropellaron los osos, los búfalos, los toros y las vacas, estas últimas, furiosas, no perdonaron a nadie, en venganza de los millones que fueron sacrificadas para satisfacer la voracidad humana. En retaguardia vinieron los cerdos insaciables, hasta el horizonte y se comieron a todos los androides, en donde los encontraban. Ningún americano combatió, aunque muchos perecieron. También murieron muchos bisontes, y ciervos. En el aire se reunió una cantidad inmensa de carroñeras que en los días siguientes dejaron limpio el prado. Rore, en el centro de la batalla, no fue tocada; Big-Man, con sus ayudantes, formaron un cerco de valientes que la protegieron, a costa de la vida de algunos.
Ésta fue la primera batalla, cerca de la antigua Québec, donde el Maitreya inició su obra miles de años atrás. Hubieron muchos enfrentamientos, unos grandes, otros combates chicos y escaramuzas en todo el frente que separa las dos razas, pero el modelo básicamente es el que hemos descrito: los animales combatían a los androides, y generalmente ganaban. Los vencidos eran devorados por los cerdos, aunque no tuvieran hambre.
Big-Man demostró ser un organizador sabio y prudente y las demás regiones lo eligieron para que llevara una campaña completa. Así, con la misma estrategia, sin combatir, fueron ocupadas las tierras del Este hasta el mar, los androides desaparecieron y se descontaminaron ruinas, bosques y ríos, sin intervención de los Iniciados del Fuego. Los llaneros del prado, por propia iniciativa y con sus capacidades naturales, se convirtieron en base de la nueva Raza Americana. Pero todavía quedaban los otros continentes. Rore y yo permanecimos un tiempo con ellos, enseñando las ideas de la Renuncia del Maestro Santiago, hasta que una gran nave aérea, proveniente de la Comunidad de Hueuchulafquen, nos recogió en la isla Manhattan y nos condujo a la ciudad Hiperbórea del Polo Norte.
Nº 19 - HIPERBÓREA, LA CIUDAD DEL POLO NORTE
En el año 10.000 de la Era Americana, tiempo de estos Relatos de Anticipación, cuando ha transcurrido la mitad de las etapas de la Raza, Acuario, Capricornio, Sagitario, Escorpio y Libra, los cambios en el planeta Tierra y en la Humanidad son impresionantes: se produjo la Guerra Nuclear que destruyó la civilización, los hombres Americanos educados en la Ley de la Renuncia reconstruyeron la Naturaleza en sus formas originales, desaparecieron las ciudades antiguas, no hay instrumentos externos ni máquinas, los hombres desarrollaron sus fuerzas internas latentes y empezaron a vivir armoniosamente. El Planeta está unificado bajo la conducción directa del Gran Iniciado Solar Maitreya y sus discípulos. Se han encendido dos centros globales sincronizados: uno en el Polo Norte, Hiperbórea y el otro en el Polo Sur, Urania. La Humanidad está distribuida en todos los continentes, incluso en los Océanos, en la medida y dimensiones apropiadas al medio, sin provocar tensiones ni competencias, generalmente en aldeas, pueblitos y el campo libre. No existen dinero ni comercio. Tampoco se necesitan escuelas ni colegios; la gente no lee ni escribe; se comunica directamente. Sabe por intuición.
¿Qué es la Tierra en el tiempo de los Relatos? Lo que siempre fue: un organismo vivo o, si se prefiere, una máquina analógica al servicio de la Humanidad produciendo y protegiendo vida. Durante las etapas de la Raza Aria, los hombres conquistaron la materia con sus propios recursos; también conquistaron la Tierra a un costo muy elevado, casi la auto destrucción. En el comienzo de la Raza Americana y la guía del Maitreya se produce la reversión analógica y el hombre entra en la dimensión energética de las cosas y de sí mismo. Todo es nuevo: las ideas, la concepción de la vida, Dios, las relaciones humanas, las leyes de la Naturaleza, los mundos plurales. La civilización mecanicista se suicidó y no vuelve más. De ahora en más gobiernan las Leyes de la Renuncia. Hiperbórea y Urania, Boas y Jakim, derecha e izquierda a la entrada del Templo Sagrado.
Hiperbórea, la principal y más grande concentración humana, no es una ciudad verdadera, sino el centro del encuentro y las comunicaciones del Planeta. No tiene calles, vehículos, alumbrado, casas ni edificios. No se parece a ninguna obra del pasado; sí, tal vez, a los diseños abstractos del siglo XX de la Era Cristiana. Las construcciones son gigantescas, sumergidas, flotantes y suspendidas en el espacio. No puede determinarse la estructura vibratoria de los materiales, pero resultan sólidas y dinámicas. De hermosos colores radiantes, cambian armoniosamente tonos y sonidos. Son los objetos más bellos construidos en la Tierra y brinda una gran felicidad estar en ellos.
La convocatoria a todas las agrupaciones de los diversos continentes, Asia, Europa, África, América del Sur, América del Norte, Oceanía y Antártica para la Asamblea de Plenilunio ha brotado del Gran Iniciado Solar Maitreya, Regente del Planeta, para considerar la situación de la Humanidad, sus problemas, los cambios y, especialmente, las relaciones con la vieja raza teutónica y sus detritos, cada vez más agresivos. Hay que tomar decisiones. Todos esperamos la presencia del Señor Michaël, el mayor de los Cuatro Kumaras del Sistema Planetario Solar y su consejo.
Hiperbórea es mágica. Aunque sólida como un diamante, tiene la magia de las transformaciones, como en los sueños felices. Las formas, perfectas y dinámicas, modelan en dimensiones armoniosas con la sensibilidad del morador, individual, sin necesidad de un esfuerzo de voluntad. Es como una sintonía amorosa de los objetos con el visitante que se acerca a ellas y las mira. Hiperbóreas se agranda o se achica según las necesidades. No tiene una población constante, aunque en la Asamblea de Plenilunio reúne a cincuenta mil Acuarianos de los siete continentes. Los asistentes son visibles en cualquier lugar que estén y pueden conversar con los colegas en todo momento. No es una multitud ni un colectivo. Reunidos en grupos definidos por la procedencia regional, bien ubicados, se distinguen por la variedad de sus atuendos ceremoniales que conservan el recuerdo de sus tradiciones, sus paisajes y el arte. Atrae por su vistosidad y poder las antiquísimas comunidades del Tibet cuyos orígenes se remontan a los primeros Arios que emigraron desde la Isla de Coral, siguiendo al Manú Vaivasvata. En un sitio privilegiado se observan los representantes de los viejos cultos Egipcios que conservaron la sabiduría de la Raza Atlante. Más allá están los ministros de las religiones cristianas, con la pompa de sus trajes y la gravedad de sus palabras. Del desierto provienen los antiguos jinetes de camellos, envueltos en sus túnicas azules y respetables barbas.. En un sector privilegiado destaca la presencia de las “Hijas del Sol”, famosas por su longevidad. También, muy cerca del centro, estábamos los Hijos de la Madre Abbhumi, residentes en el interior del volcán Lanín. Aún mantenemos la Orden de los Caballeros del Fuego, Cafn, fundada por el Maestro Santiago, precursor de la Doctrina de la Renuncia y anunciador del Maitreya. Los convocados asisten según sus condiciones en cuerpo físico, astral o mental y todos son visibles y se comunican gracias a la magia de Hiperbórea. De la Orden del Fuego están presentes la Madre Abbhumi, el Maestro Santiago, el Celador y otros que aparecen en las Enseñanzas: Cleopatra, Saint Martin, Nostradamus, Inocencio III, etc.
El primer día de Plenilunio, los nacientes rayos del Sol encendieron con luz dorada los globos suspendidos en el aire que empezaron a girar alrededor de uno más grande y luminoso, completamente amarillo. Formaron un modelo del sistema planetario, incluyendo el futuro Sol-Ra, celeste, de próxima aparición. El globo central intensificó la radiación, se hizo transparente y en el centro apareció Sanat Kumara, Micaël, en todo su esplendor: doncel de 16 años de una belleza indescriptible. Las esferas vibraban entonando un himno de gloria y todos quedamos mudos de asombro. En el mar se habían reunido miles de ballenas y delfines, jugando entre las construcciones, emitiendo vibrantes sonidos de homenaje al Rey del Mundo. Los asambleístas, con el Gran Iniciado Solar a la cabeza, iniciaron un desfile frente al Trono, dando una vuelta completa por Hiperbórea, hasta volver a ocupar el sitio original.
Situado a la derecha de Michaël, en una tribuna destacada, el Maitreya dio comienzo a la Asamblea de Plenilunio resumiendo el tema central de la convocatoria e invitando a los presentes a manifestar sus ideas. Dijo: “La heroica Raza Aria Teutónica investigó la materia hasta sus últimos secretos para uso de la Humanidad. Conquistó la Tierra y los espacios cercanos. Exploró la Luna, los Planetas con sus satélites lejanos, exploró los universos exteriores. Penetró los secretos más íntimos del átomo. Creó nuevos elementos. Analizó los componentes microscópicos de los seres vivos. Develó el mapa del genoma humano. Inventó nuevas especies vegetales y humanas, las mezcló, nacieron las quimeras en los laboratorios. Globalizó el Planeta con las comunicaciones instantáneas, el comercio internacional y las guerras. Experimentó el mundo energético y llegó al final de sus posibilidades. La civilización fue destruida atómicamente, la Tierra fue irradiada, desaparecieron especies, ciudades, naciones, montañas y mares. Se terminaron las ciencias, las tecnologías, el intercambio cultural. Unos pocos hombres, destinados a la nueva Raza Acuariana, se salvaron. Infinidad de androides, quimeras, monstruos y detritus degenerados de los excesos de la civilización y la ignorancia, sobreviven en las ruinas de las ciudades. Han transcurrido diez milenios desde la iniciación de la Raza Americana, la mitad del tiempo concedido, y los logros en los nuevos instrumentos interiores son espectaculares. Hiperbórea es prueba concluyente. Pero no ha logrado la Unidad, condición indispensable impuesta por los Constructores para alcanzar el premio anunciado: Sol-Ra. En el tiempo que resta, la Raza Americana debe alcanzar la Unidad de la especie, la depuración completa de la Tierra, la eliminación de los androides o su reclusión perpetua en un espacio magnético encriptado, el reconocimiento general de los mundos plurales y la profundización de la Ley de la Renuncia.”
Durante tres días hablaron los representantes exponiendo ideas, experiencias, situaciones regionales, triunfos y fracasos. Los delegados de Asia expusieron la preocupación de los monasterios por el aumento incontrolado de las poblaciones androides infiltrándose por las selvas tropicales, contaminando las aguas, deforestando los bosques, matando animales indefenso, como antiguamente. Las delegaciones africanas también estaban atentas por el surgimiento de la hechicería de los antiguos “magoos”, surgidos de las entrañas de la Tierra donde habían quedado bloqueados con el hundimiento de Atlántida. Habló Big-Man en nombre de las praderas y contó en detalle como habían vencido a los androides de la costa atlántica con ayuda de los animales, relato que despertó admiración entre los asambleístas. El Superior del Cañón del Colorado felicitó a su colega y narró a su vez el peligro que corrió su Comunidad ante un ataque androide muy violento que fue anulado por la Iniciada del Sur, Rore. La anciana Ñusta, Superiora de la Comunidad del Titicaca, describió las tareas de su grupo con la gente simple de la región, y abogó una vez más por la conciliación general, Acuarianos, campesinos, androides, animales, bajo la guía del Gran Iniciado Solar.
Concluidas las exposiciones, sabiamente coordinadas por Maitreya, Sanat Kumara, Michael, Rey del Mundo, se levantó de su Trono, y dio fin a la Asamblea con las siguientes palabras, más una vibración musical que sonidos: “La diversidad de la Raza Americana es grande y contradictoria. Esforzaos en la Renuncia para estar unidos. Cuando lo logréis os convocaré a una Asamblea en Urania.”
Salió de su brillante esfera y decidió pasear frente a todos, en sus lugares, para bendecirlos, que lo vieran bien y transmitirles mensajes individuales, más con la mente que con palabras. Todos nos arrodillamos, mirando extáticamente al Gran Ser. Yo estaba con los míos, la Madre Abbhumi, el Maestro Santiago y otros. Al pasar frente a mí, me miró y me dijo: “Escribe, Io-Seph, para que los hombres conozcan la fuerza de MI AMOR.” “¡Sí!”, respondí en voz alta, y Él me correspondió con la más bella sonrisa del mundo. Luego siguió su majestuosa caminata y cuando bendijo a todos, siguió caminando por el mar rodeado de bulliciosas ballenas y delfines, hasta desaparecer en un horizonte lejano.
Nº 20 - REFERENCIAS
(C = Cursos; E = Enseñanza).
Las Hadas: La literatura antigua y moderna ha desarrollado ampliamente personajes imaginarios viviendo con hombres comunes, compartiendo conflictos, alegrías y los demás asuntos de la vida cotidiana: La Ilíada, Ulises, Bagavad Gitá, El Hobbit, Gulliver, etc. En muchas Enseñanzas aparecen los Santos Maestros, que no son imaginarios, sino reales, aunque no los podemos ver porque residen en los planos superiores de los mundos plurales: los ángeles, las hadas, los gnomos, los elfos. Los Relatos Acuarianos, que el autor ubica en un tiempo futuro, 10.000 años delante, literatura de anticipación, presentan temas y personajes de las Enseñanzas en tiempo presente, como si estuviéramos viviendo ese futuro, tal como está anunciado en los Cursos. Son las anticipaciones del Maestro dichas de otra manera, como los mitos y las leyendas de la antigüedad.
El Caribe: Por estructura, historia y misión, las Américas siempre fueron dos, y la desaparición de Centroamérica dicha en el Relato XI aclara esta situación. El Mar Caribe separa los dos continentes que, aunque complementarios, tienen proyecciones distintas. En el Norte se perfeccionó la Raza Teutónica hasta la exageración; en el Sur se prepara el futuro de la Raza Americana, armonía del espíritu con la materia. La doctrina de la Renuncia nació en el Sur. Del Polo Sur partirán las almas predestinadas a poblar el nuevo planeta Sol-Ra, cuando Io-Seph llegue allí en el Relato Nº 50.
Teotihuacan: Las pirámides del Sol y la Luna de México son análogas a las de Egipto, con funciones y significados semejantes, continuidad de la civilización Atlante que se desarrolló desde el continente sumergido.
Las Vegas: Una gran ciudad convertida en el disparate del dinero. De todo el mundo acuden los apostadores. Explotan a los obreros en sus fábricas, a los campesinos en sus campos, a los empleados en los negocios, roban, estafan y trabajan como obreros y campesinos para jugar en Las Vegas. La misma ciudad es un simulacro de otra cosa, una ilusión brillante, una estupidez chillona. No es desmesurado el relato de la Renuncia de los Millonarios, la exclusividad de la muerte y la misma bomba de hidrógeno. ¡Sólo para millonarios! La superpotencia tenía que inaugurar el “over kill”, la super muerte. ¡Felicitaciones! Un karma perfecto bien cumplido al estilo norteamericano.
El Gran Cañón del Colorado: Es el chakra energético del continente norte, así como el Volcán Lanín es el chakra del Sur. La Enseñanza lo da como residencia secreta de antiguas tribus post atlantes, los Águila, que siempre conservaron la sabiduría de las praderas. La Asamblea de los dirigentes de las comunidades acuarianas del continente se reúnen en este relato y presentan los temas importantes de la Subraza Americana cuando promedia su tiempo, diez milenios, como preparación regional a la gran asamblea global propuesta para Hiperbórea. Algunos de los personajes de la delegación del Sur fueron personas reales y compañeros del Camino de Santiago Bovisio: Emerico, Plus, Eduardo.
El Maitreya aparece: Hasta la publicación de estos relatos no se tienen informes de que el Gran Iniciado haya sido visto alguna vez en alguna parte. La Enseñanza afirma que los Iniciados Solares de Cuarta Categoría han hecho siempre vida pública con actos notorios para que sean reconocidos públicamente por el pueblo. Si los años de aparición, según Hidrochosa, fueron 1970-1977, actualmente tendría treinta años, la misma edad que Jesús cuando empezó su carrera. El Maitreya es Jesús, que vuelve triunfante como lo prometió. En el relato está muy activo, muy diferente al dulce Galileo. Parece que ahora será un Maestro de Justicia que viene a poner las cosas en orden sin perder el tiempo, con todo su inmenso poder. El relato se desarrolla en nuestro siglo, nuestros días, mientras las naciones se amenazan con todo su poder atómico para destruir la civilización. El Maitreya actúa en los relatos de acuerdo a los tiempos: sin piedad, rápido, eficaz y triunfador.
El Maitreya en Nueva York: Es una ciudad emblema de la civilización que está desapareciendo. Tiene dinero, obras de arte producidas en otras naciones, rascacielos, comercio activo y las Naciones Unidas. Cuando los terroristas derrumbaron las torres gemelas, el mundo se aterrorizó. Ahora, el Maitreya va a la metrópolis para mostrar al mundo su poder, frente al símbolo de la incompetencia de las naciones y la hipocresía de los fuertes. No usa armas, no negocia, no es diplomático. Él es el poder por encima de todas las armas. Con su presencia y su fuerza, ordena la sociedad humana según el plan divino. Ya lo dijo en una Enseñanza: “No redime. Cada uno se libertará con sus propios medios.” Pero establecerá un ordenamiento de Renuncia para que esto sea posible.
Frente al Capitolio: En el relato anterior, el Maitreya demostró su poderío de una manera determinada. En el que le sigue, Washington, lo hace de otra, más fuerte aún y la gran nación del Norte quedó aniquilada, desmembrada, inexistente, caótica, para que los sobrevivientes puedan reconstruir la Naturaleza que destruyeron. Los norteamericanos han demostrado una soberbia ilimitada desde la segunda guerra mundial, atacando a naciones indefensas sin ninguna necesidad. Y aunque han fracasado muchas veces, Vietnam, Cuba, persisten en sus agresiones causando muchos sufrimientos a los pueblos. En el relato, el Maitreya actúa de tal modo, que los Estados Unidos se destruyen a sí mismos, como ya está ocurriendo en economía, libertades cívicas, seguridad, nivel de vida, moralidad. El relato pone en relieve sus enfermedades sociales que ahora están escondidas y acelera la sentencia incoercible.
De los bosques: El relato vuelve a las manos de Io-Seph quien, después de la Asamblea del Gran Cañón, prosigue su caminata hacia el Norte, por los senderos arbolados de las Montañas Rocosas. Lo acompañan animales amistosos y duendes del bosque. Pareciera que la Humanidad ha llegado a una armonía pacífica; pero sólo en parte. La tarea de la raza americana es alcanzar la paz integral y están a mitad de camino; el ciclo completo, como en las anteriores edades, es de 24.000 años, doce signos zodiacales. El mundo armonioso puede ser entendido desde el politeísmo, con sus leyes dinámicas de Renuncia: Principio de Reversibilidad Analógica, el Ired, o Poder de la Gran Corriente, la ley de Reencarnación, la Energía Universal, las Siete Dimensiones del Plano Físico, y otras más. Nada permanece, todo se transforma. La línea recta conduce al estallido. La Divina Madre es el Cuerpo Místico de los Hombres Libertados, Ihes. Las Enseñanzas abundan en conceptos e imágenes sobre la pluralidad de los mundos, no sólo los astros del cielo, sino los astros del alma. Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba, dice la Tabla Esmeraldina. En el Relato, vagando por los bosques de Oregón, he podido compartir la vida de las hadas, de los osos y de los campesinos del Norte. Aquellos monoteístas que caminaban en línea recta sobre carriles de acero, no conocen las metamorfosis del alma. Odian lo que no comprenden, matan y al final, estallan con tanto veneno que portan en sus entrañas. Esa es la Era que acaba de terminar. Con ayuda de las Enseñanzas el estudiante podrá volar en alas de la imaginación y acompañarme en mi viaje hasta Hiperbórea.
El Prado: Esta vez le tocó el turno a los animales y búfalos, bisontes, vacas, osos y chanchos que hicieron un trabajo excelente; los comieron a todos; ni siquiera dejaron tirada la carroña humana de los androides; los buitres terminaron con los restos hasta dejar pelados los huesos blanqueando al sol, dejando limpia la pradera norteamericana de costa a costa. Inspirados y dirigidos por Acuarianos de gran poder terminaron para siempre con los restos de la antigua y sanguinaria raza, al menos en esta parte del mundo, dejando el modelo para los otros continentes: los androides deben desaparecer definitivamente de la faz de la Tierra. El plan divino de evolución del ser humano por medio de razas que se suceden unas a otras con un programa de realizaciones integrales siempre se ha realizado, aunque a nosotros, simples mortales, nos parezca muy lento y sólo veamos una parte. Por suerte, la terrible raza Aria Teutónica, está concluyendo, y otra más benévola está en marcha. La Raza Americana, en este relato, está en su quinto período zodiacal, dejando atrás la involución. Los hombres, masivamente, hicieron la experiencia de la materia y ahora emprenden la marcha ascendente, evolutiva, hacia la plena experiencia del espíritu. Los acompañan y ayudan los grandes Maestros junto al Señor del Sol, Michaël.
Hiperbórea: En el Polo Norte, ahora templado y habitado por grandes cetáceos, ha renacido Hiperbórea, una maravillosa obra de formas, sonidos y movimientos. Ondinas y hadas se mezclan graciosamente con los felices Acuarianos que por millares pueblan y alegran la gran ciudad del Norte. El Maitreya los ha convocado para una Gran Asamblea de Plenilunio. De todos los continentes han llegado las delegaciones de los pueblos, con sus inquietudes, sus experiencias y sus expectativas. Todavía hay dudas. El Rey del Mundo, Micaël, los bendijo y los citó al otro extremo del mundo, cuando los corazones humanos estuviesen armonizados. Yo recibí mi premio y estoy dispuesto a usarlo de la mejor manera que pueda. Hablaré del Amor del Señor del Mundo, para beneficio de los que todavía gustan vivir en esta sociedad decadente.
TERCERA PARTE - EN EL VIEJO MUNDO
Nº 21 - ARCHIPIÉLAGO
Desde que Michaël me dirigió la palabra, indicándome que escribiera los acontecimientos del camino, como ya lo estaba haciendo desde que salí del Huechulafquen, me acompañan muchos amigos en el viaje, especialmente ballenas, delfines, ninfas y ases que quieren aparecer en esta segunda parte de la historia, fundamental para la configuración del Planeta y el destino de los hombres. Viajo sobre ballenas, cambiando de cabalgadura cuando me lo piden, envuelto en una burbuja de aire que me construyeron los ases y así puedo descender a las profundidades del mar sin ninguna dificultad, cuando los cetáceos bajan para comer. Traen algas dulces para mí, de un sabor exquisito, que ellos recogen de ciertos lugares que conocen o que vagan flotando a la deriva. El océano, como los continentes, produce todo lo que necesitan los seres vivos para vivir en forma sana y decorosa.
Salí de Hiperbórea una mañana de brillante sol montado sobre una gran ballena azul, acompañado de muchos amigos de todas las especies: hombres, cetáceos, hadas, elfos y algunas aves migratorias que habían hecho escala en la ciudad para reponerse y continuar vuelo hacia sus destinos. En el aire, algunas aeronaves cruzaban el cielo transportando las delegaciones que concurrieron a la Asamblea de Plenilunio y regresaban a sus hogares. Las ondinas del lugar treparon sobre la ballena y me acompañaron todo el día, pidiendo que les contara anécdotas de mis viajes. Algunos tritones soplaban sus conchas marinas entonando canciones. Para mí, era una gran fiesta de despedida. En mi bolsa de viaje llevaba objetos de recuerdo: corales de varios colores, perlas de gran tamaño, conchas y piedras preciosas recogidas en los abismos. Me servirán para agasajar a los nuevos europeos cuando toque tierra. Porque voy hacia Europa, para ver, conversar y escribir cómo están esos niños Acuarianos tan antiguos como la memoria de los Arios.
Groenlandia es, otra vez, una auténtica tierra verde, con praderas y bosques, que los Acuarianos habían sembrado y plantado mucho tiempo atrás. También la fauna desarrollaba las especies que abundaban en el antiguo Canadá. Dejando atrás la mítica Islandia, con sus volcanes y fuentes de agua caliente, nos dirigimos hacia el antiguo continente, muy transformado geográficamente, con un extenso archipiélago donde antes habían estado Gran Bretaña, parte de Francia y Holanda. Las grandes convulsiones geológicas provocadas por la intensidad de las explosiones atómicas, habían colapsado esa región continental, hundiendo unas zonas y levantando otras. El Océano había llenado los espacios vacíos, sepultando ciudades y naciones para siempre. Así como Atlántida yace en el lodo oceánico a miles de metros de profundidad, así también las espléndidas metrópolis cristianas, con sus luces y sus palacios, han desaparecido y nadie las recuerda; son mitos y leyendas que se mencionan en reuniones de amigos y en algunas inscripciones pérdidas del desierto. A nadie le interesa ahora la tecnología antigua. Los Acuarianos del décimo milenio tienen una estructura mental muy diferente y crean con la mente cosas más bellas y necesarias. Desde que desapareció el dinero como instrumento de intercambio, la vieja civilización se derrumbó, desapareció.
Navego con mis portadores entre islas de bajo perfil, más bien colinas verdes que surgen de las aguas tranquilas, muy arboladas y floridas. Llego a una gran extensión despejada de aguas transparentes, donde antes estaba Londres y, a mi pedido, el delfín que me transporta, se sumerge en las profundidades. Yo estoy protegido por la burbuja radiante de aire puro. Hay mucha transparencia y la luz del sol llega hasta el fondo. ¿Dónde está la orgullosa metrópolis? ¡Nada! Sólo barro, algas y crustáceos buscando alimentos. Los peces, más arriba, de muchas formas y colores, también comen el suyo. Medusas y estrellas de mar completan la movediza escena. Subimos a la superficie y nos dirigimos hacia el continente, bien lejos.
Finalmente, mis amigos marinos me depositan en una larga y extensa playa de arenas blancas. Nos despedimos y los delfines se alejaron con rítmicos saltos fuera del agua. Caminé, dejé la arena y entré en una pradera donde pastaban rebaños de ovejas y vacunos, Más allá, una caballería numerosa galopaba por la playa, cerca del agua levantando espumas en las olas. Hacia el fondo, un horizonte de montañas se alzaba a no mucha altura, cubiertas de bosques oscuros. Hacia allá encaminé mis pasos.
A medida que avanzo por los valles y las praderas, voy encontrando a los celtas, que así se llaman a sí mismos los pobladores de esta bella comarca, tan parecidos son a los hombres de la cuarta Subraza Ario Celta, que habitó Europa hace 50.000 años atrás. Pareciera que este pueblo tan hermoso y equilibrado hubiese reencarnado colectivamente después que desaparecieron los terribles teutones, entre explosiones atómicas y convulsiones geográficas. El recuerdo de los antiguos celtas se borró hace mucho tiempo y las informaciones que han llegado hasta nosotros por medio de las Enseñanzas proceden de los Anales Akásicos, donde las leía el Maestro Santiago, reproduciremos algunas párrafos de la mismas porque describen muy bien lo que yo estaba viendo en mis paseos por la nueva céltica.
“Físicamente eran de estatura semejante a la actual pues medían de l,80 a 1,90 metros de altura; eran hermosos, de rostro ovalado, cabello rubio, castaño o negro, frente amplia, nariz aguileña y larga, porte distinguido. Tan pulcra era su vida y tan ordenada su alimentación que poseían una perfecta función glandular, conservaban hasta avanzada edad su aspecto juvenil. Cuando la población crecía mucho, los ancianos se entregaban voluntariamente al fuego, para que los jóvenes disfrutaran de la ventaja de una comunidad más reducida; y lo hacían como un acto sagrado después de beber un licor anestesiante. La religión, para ellos, era el arte de cultivar la belleza y el don de pensar y analizar los pensamientos. Sus ciudades eran hermosísimas y fueron las primeras que se planearon con el trazado de diagonales. Cada casa poseía un pequeño parque y unas comodidades hoy completamente desconocidas: baños termales, aparatos revestidos de mármoles para la aplicación de rayos solares en bien de la salud, asientos aireados de fibra vegetal.” Si se desea tener una imagen más cercana de la belleza de estos neo celtas hay que buscar las reconstrucciones de murales del palacio de Cnosos, en Creta, descubiertas en el siglo XX de la Era Cristianan con imágenes de hermosas jóvenes llevando perfumeros o bañándose en la ducha.
Mi bolso con recuerdos de Hiperbórea quedó rápidamente vacío, pues todos querían algún objeto que venía de tan lejos. Me invitaban a sus casas, me mostraban los paisajes más atractivos, sabían cocinar platos exquisitos con cereales y frutas. No se regían por el sistema del matrimonio de manera que encontré la más variada sociedad que pueda imaginarse, en completa armonía. No existía la propiedad privada ni el comercio. Constituían la más completa comunidad, sin rencores ni envidias. Los niños estaban con su madre hasta los diez años. Eran felices; no tenían familia ni escuela. Luego vivían con todos, en cualquier hogar, por el tiempo que quisieran. Tampoco había libros. Nadie sabía leer o escribir. Practicaban los dones de la Renuncia en el más alto grado, a punto que me encontré en apuros muchas veces pues no podía conservar tantas cosas que me daban. Me cuidaba mucho de expresar algún deseo, o mostrar admiración por algo, porque de inmediato me veía abrumado de regalos. Todos querían ser libres, yo también, y la mejor manera de serlo, es dar, dar siempre. Habían descubierto que toda posesión, material, mental o espiritual, encadena al objeto adquirido.
Además de su herencia ancestral de las buenas cualidades de los antiguos celtas, habían adquirido los nuevos dones Acuarianos: cuerpo de fuego, conocimiento de los mundos plurales, práctica de la medicina energética, la muerte mística, manejo del Poder de la Gran Corriente. Estos dones les eran muy necesarios, porque más allá de sus fronteras, hacia el Este, tras los desiertos y los bosques, empujaban las antiguas razas androides, mutantes, super robots y gran variedad de quimeras, por millones que vagaban en la miseria y el caos codiciando nuevos espacios. Como ocurrió milenios atrás, los celtas eran pocos y los androides excesivos. Pero esta vez, la Raza Americana esta conducida por Maitreya con nuevo estilo, acompañado por cientos de Iniciados del Fuego.
Prosigo mi viaje hacia el Sur, bordeando las estribaciones bajas de los Alpes, rumbo a la antigua Italia. Desde Francia hacia el Este, más allá de Rin, es muy difícil avanzar caminando, porque los bosques han crecido en extensión y densidad, con senderos de osos y jabalíes. Están habitados por androides primitivos, tribus salvajes en lucha permanente entre ellos para sobrevivir. Al sur de los Alpes, con terreno despejado y aldeas célticas esparcidas sobre colinas y praderas, el estilo social es muy parecido al que he visitado días anteriores. Pero a medida que avanzo hacia el Sur compruebo los cambios geográficos. La península está partida en varios pedazos, formando un archipiélago con islas de diferente extensión, algunas boscosas y otras cubiertas con rocas volcánicas. El Mediterráneo es muy extenso, tranquilo y siempre azul.
Nº 22 - LONDRES
El Maitreya y sus ayudantes salieron de Washington caminando por la Avenida Pensylvania entre explosiones y grandes incendios de edificios: a lo lejos, el Pentágono ardía por los cinco costados. Helicópteros y cazas sobrevolaban a baja altura, lanzando sus misiles ciegamente. El caos era total. En una calle apartada tomaron un taxi y partieron hacia el sur, a gran velocidad. Después de una hora, ingresaron a un aeródromo privado y ascendieron a un Lear Jet que los estaba esperando; de inmediato, el aparato alzó vuelo y enfiló rumbo al Este, sobre el Océano Atlántico, a gran altura. En la oscuridad, por las ventanillas, podía verse todo el Distrito Federal en llamas. Los radares satelitales rápidamente descubrieron la aeronave y dieron la alarma, fijando la trayectoria con precisión: se dirigía directamente a Inglaterra. La OTAN puso en alerta rojo a sus fuerzas armadas. Los Tornados ingleses despegaron y empezaron a vigilar todo el espacio aéreo hasta bien adentro del océano. Al amanecer, el Lear penetró en territorio inglés sin ningún obstáculo y enfiló hacia Londres, escoltado por seis cazas ingleses. Sin esperar turno ni recibir instrucciones, aterrizó en el aeropuerto que había sido declarado fuera de servicio horas antes, detuvo sus movimientos ante un edificio, bajó la portezuela y descendieron Maitreya y sus ayudantes. Ante ellos una larga alfombra roja llegaba hasta el edificio. Una banda militar escocesa, con pintoresca vestimenta tradicional, entonó el himno nacional con gaitas y trompetas. La guardia de honor con bandera, perfectamente alineada, hizo el “¡firmes!” y los soldados presentaron armas. La comisión de homenaje, vestida de etiqueta, esperaba el fin de la música. Pero los viajeros no esperaron. Caminaron rápido hacia la salida del edificio, tomaron una limousine que los esperaba y partieron hacia la ciudad. ¿Qué había pasado en esas horas?
Desde que el Gran Iniciado Solar apareció en Canadá anunciando su programa revolucionario, recorriendo el territorio norteamericano y cumpliendo lo que anunciaba, los poderes del mundo temblaron. Pero cuando demostró su fuerza en Nueva York y más tarde en Washington, los dictadores, personas y gobiernos, se dieron cuenta que el poder totalitario había terminado, que alguien que había sido capaz de deshacer en un día las Naciones Unidas y que en otro día había vencido a la nación más prepotente del mundo y la había destruido hasta los cimientos. Esos gobernantes despiadados y corruptos concluyeron que había que negociar al más alto nivel y llegar a un acuerdo. Rápidamente los gobiernos de Europa y Oriente, más las Iglesias Romana, Anglicana, Ortodoxa, Israel, Islam, todas, firmaron un acuerdo para llegar a la paz con el Gran Iniciado, sin condiciones, y reconocieron unánimes al Maitreya como el Redentor del Mundo, de los pueblos y de las naciones. Cuando el Gran Iniciado aterrizó en Londres, el acuerdo salió en los diarios con títulos tamaño catástrofe y todas las cadenas de televisión internacionales se unieron para demostrar que se había logrado la unión tan ansiada: el Redentor de la Humanidad, el Nuevo Cristo, es el Maitreya. El demonio norteamericano, decían, causa de todos los males, había sido derrotado y deshecho. Hasta Israel firmó el acuerdo.
Pero Maitreya no hizo caso de los anuncios y se instaló en un lujoso hotel de la capital, en la suite más cara que podía ofrecer. De inmediato, la calle fue acordonada por la policía y rodeada por miles de periodistas de todos los medios. Por cualquier información, imagen o referencia más insignificante, se pagaban fortunas. Todos los medios sólo hablaban de la buena nueva. ¡Regresó Cristo triunfante y derrotó a Satanás! Las Iglesias repicaban las campanas y se llenaron día y noche. Los sacerdotes celebraban misas ininterrumpidas. Por la tarde Hyde Park estaba repleto de predicadores. La gente se negó a trabajar y el gobierno declaró una semana de asueto en júbilo por el regreso de Jesucristo. Los confesionarios no daban abasto y se confesaba hasta de pie en medio de la calle. Las donaciones se multiplicaron. Pero el Maitreya permanecía invisible en sus habitaciones, sin recibir a nadie.
Al tercer día, una columna de autos negros se detuvo frente al hotel y una delegación de prelados, con el Arzobispo de Cantorbery a la cabeza, subió hasta la suite y llamó. Abrió uno de los compañeros del Maitreya y le preguntó qué quería. El prelado pidió hablar con el Redentor, pero le dijeron que estaba descansando. Entonces el sacerdote anunció que deseaba invitar al Señor Maitreya a una ceremonia de recepción en la Catedral, para “mañana a las 11 en punto”, y entregó una gran tarjeta. El ayudante la recibió y luego cerró la puerta. La delegación se retiró solemne y lentamente.
Al día siguiente, el acto litúrgico comenzó puntualmente con coros y música de órgano. La catedral estaba de bote en bote, con las más altas autoridades civiles y eclesiásticas. Hasta el Rey estaba presente, como Jefe de la Iglesia Anglicana, con su familia. Pero el invitado no había llegado. Cuando fue el momento exacto y el ambiente estaba a punto, el Arzobispo subió a un estrado y comenzó el sermón de bienvenida. Enseguida, en medio del pasillo central, cerca del altar, apareció Maitreya, vestido como siempre con traje negro rutilante. Miraba al orador de frente. El prelado se turbó un instante, pero se repuso y continuó su discurso con brío. El ambiente estaba tenso al máximo. El Rey sonreía satisfecho porque Gran Bretaña recibía triunfante al Mesías, antes que nadie, se constituía en la puerta de la nueva religión, como antes había sido Roma El Arzobispo también estaba entusiasmado y, dejando de lado su discurso escrito, empezó a improvisar; siempre fue un orador prestigioso. Hubo una distensión en los feligreses que empezaron a sentirse más cómodos. Entrecruzaban miradas y sonreían con placer. Entonces, el Maitreya dio media vuelta y se fue caminando, salió por el portal, se mezcló con la multitud que llenaba el espacio anterior y desapareció.
No volvió al hotel. Sus dos ayudantes también lo habían abandonado. Un Banco suizo pagó los gastos con dinero electrónico. La policía realizó minuciosas investigaciones técnicas, pero no encontró nada. El nerviosismo se extendió por la ciudad y hasta se dio la alarma roja ante un posible atentado terrorista. La policía ofreció un premio de cinco millones de libras a quien diese informaciones que condujera a la detención del “falso Mesías”. Los ingleses estaban muy enojados por el desaire del Maitreya, nada menos que en presencia del Rey.
La sociedad inglesa había llegado, en el tiempo que transcurren los hechos que aquí se narran, año 25 de la Nueva Era, anunciada por Nostradamus siglos atrás, a la más completa decadencia de las costumbres y constituía el escándalo mundial en una época donde la corrupción moral era corriente en todas partes. La abundancia de dinero, la desaparición de la familia como núcleo social, la legalización de las drogas, el disparate en la vestimenta de ambos sexos, la irrupción de las primeras quimeras humanas producidas genéticamente, habían convertido a Londres en el centro mundial de los placeres más extravagantes. Se pagaban fortunas por las rarezas sexuales, como antes se pagaban millones por un cuadrito insignificante. Todos, desde el pandillero que asaltaba las farmacias, hasta el miembro más encumbrado de la nobleza, intervenían en esa locura de las masas, desde llenar una plaza con hombres y mujeres desnudos al mediodía hasta exposición de quimeras, robots, clonados seriales y otras novedades que desfilaban por las pasarelas. Después se remataban a los millonarios del petróleo, de las drogas, de la industria asiática y los anónimos. La vida era considerada un bien económico y se podía vender o comprar, como cualquier objeto tangible, un caballo, un automóvil, y el propietario era dueño absoluto del sujeto, fuera hombre, mujer, niño, quimera, o robot inteligente; normas legales garantizaban la impunidad del propietario, con jurisprudencia que se remontaba hasta la época romana. Se compraban especialmente para las orgías donde abundaban las drogas, las torturas y la sangre.
El Maitreya y sus ayudantes caminaron por las calles, conversando con la gente, entrando en los supermercados y los bares, haciéndose ver en todas partes, pero nadie los denunció. Fueron al Museo Británico y recorrieron las instalaciones de ciencias naturales, comentando entre ellos los objetos que más le llamaba la atención. Ante un gigantesco dinosaurio reconstruido con piezas auténticas, fueron rodeados por un grupo infantil que estaba de visita escolar, con su maestra. Los niños de jardín de infantes, con pantalones cortos, saco grana, corbata y gorrito joquey de uniforme, lo rodearon vivando su nombre y trepando al fósil. El Iniciado los subía al esqueleto para una fotografía, sonriendo y hablándoles cariñosamente. “¡Viva el Maitreya!”, gritaban a coro y le preguntaban: “¿Eres el Maitreya? ¿De dónde vienes?” El Iniciado Solar respondía a todos y posaba ante las cámaras que rápidamente se habían concentrado en el Británico. Pero no hacía caso de los periodistas. Si alguno se acercaba demasiado, molestando, los ayudantes lo apartaban sin contemplaciones, incluso hacían añicos la cámara entre las manos.
La policía, aunque había ofrecido una gran recompensa, no intervenía. Tenían miedo. El gobierno temblaba y mantenía conversaciones con los embajadores. La prensa decía: “Mejor que se vaya a otro lugar; no lo necesitamos. Estamos satisfechos con la democracia y la libertad.” Aparecieron las caricaturas en las revistas y los humoristas en la televisión, recurso de los cobardes. Finalmente alguien le preguntó: “¿Se va a quedar en Londres? ¿Hacia dónde se dirige?” El Maitreya respondió: “A Jerusalén, en donde me asesinaron la otra vez.”
Fueron caminando hasta la estación del ferrocarril, tomaron el tren de alta velocidad y entraron en Francia por el túnel del Canal de la Mancha.
Nº 23 - PARIS
El TGV marchaba silencioso y rápido por la campiña francesa. El Maitreya miraba solitario por la ventanilla. Los ayudantes se ubicaron detrás, siempre atentos y vigilantes. Un adolescente de quince años avanzó por el pasillo y saludó: “Buen día, señor Maitreya. ¿Puedo sentarme a su lado?” El gran ser lo miró y asintió con la cabeza. El chico se sacó una mochila pequeña de los hombros, la puso en el piso y se sentó, dando las gracias. Luego se presentó: “Me llamo Jacques.” El Señor le tendió la mano y Jacques la estrechó con timidez. Luego conversaron.
J.- Lo he visto en Londres y los chicos lo quieren. Les gusta lo que usted dice y lo que dijo en Harvard.
M.- ¿Crees que la gente va a cambiar fácilmente? Lo que estoy diciendo ahora ya lo dije en Palestina hace 2.000 años, aunque luego cambiaron el mensaje. Me crucificaron.
J.- Ahora usted es más fuerte que ellos y ganará.
M.- Soy el mismo de siempre, no aumento ni disminuyo, no envejezco, no muero. Antes quise elevar al hombre hacia mi perfección, pero no lo conseguí. Ahora llevaré al hombre hasta su perfección individual, hacia su modelo individual. Cada uno tiene un molde permanente, distinto uno de otro y lo tiene que realizar a cualquier precio. No hay dos caminos, sino uno, el que le pertenece desde el principio.
J.- ¿Cómo se logra, Señor Maitreya, si no lo conocemos?
M.- Por renuncia, Jacques, como el escultor que va despojando del mármol lo que no es la idea auténtica y, poco a poco, revela la figura que lleva dentro. El modelo es interior y, cuanto más quitas más te acercas a lo que buscas.
J.- ¿Y al final qué queda? ¿Nada?
M.- Quedas tú.
J.- Me gustaría seguir con usted. Soy huérfano; no tengo familia.
M.- Mi camino es solitario, como el tuyo. Pronto llegará al final. Mi Mensaje está en las Enseñanzas y todos las conocen. Estúdialas siempre.
J.- ¿Hacia dónde va, Señor?
M.- Voy a Jerusalén. Dije que volvería triunfante y lo estoy haciendo. Tú vuelve a tu pueblo en las montañas y cuando veas luces terribles en el Este y la Tierra se estremezca día y noche, sube a las montañas más altas, y quédate allí hasta que pase la furia, No desciendas más abajo de mil metros, porque será mortal. Después, cuando seas un hombre de barba blanca, desciende y viaja a otro continente, a América del Sur, junto a un lago y un volcán. Allí tu corazón encontrará la paz.
El Maitreya desplegaba su bendición radiante envolviendo al chico, protegiéndolo. Jacques escuchaba temblando. Guardó silencio, se arrodilló y besó la mano del Maitreya. Éste puso la mano en la cabeza y le dio un beso en la frente. El chico se paró bruscamente, recogió su mochila y se alejó por el pasillo. El TGV entraba en París, lentamente.
En París, una vez más, estalló la revolución. Como en otras ocasiones, las ideologías no estaban bien definidas y se mezclaban las tendencias incrementando las discusiones que rápidamente desembocaban en peleas violentas con heridos, muertos y explosiones. Los atentados con coches bombas se multiplicaron por los suburbios y los inmigrantes se declararon en franca rebeldía. El gobierno puso tropas en la calle, retenes en los puntos más importantes y patrullas con vehículos blindados. El Maitreya, que no había sido visto varios días, apareció caminando con sus ayudantes por la Avenida de los Campos Elíseos. La gente se apartaba dejando el terreno libre. Se corrió la voz que iría a Notre Dame. Se paralizó el tránsito por la calzada y la muchedumbre se encolumnaba detrás de Gran Iniciado, como una manifestación. El Presidente de la República dio órdenes perentorias y la guardia, con uniforme de gala, se presentó a las puertas del Palacio, con las espadas desenvainadas y cascos plateados. Bajó el Presidente hasta el cordón de la vereda, envuelto en una gran bandera tricolor y los allegados que pudo reunir, esperando el paso de la manifestación. Al pasar el Gran Iniciado, sin mirar a los costados ni saludar a nadie, el Presidente aplaudió junto con la multitud y hasta gritó: “¡Viva Maitreya! ¡Viva Francia!”
Frente a la Catedral y hasta más allá del Sena una multitud gritona, armada con palos y cadenas, dirigida por un envejecido Kohan Bendix, el Rojo, esperaba al viajero. El Maitreya cruzó el puente y avanzó hacia los portales de Notre Dame, seguido de cerca por el Rojo que le gritaba insultos y blasfemias. Los ayudantes estaban junto al Señor. El Rojo gritaba y gritaba y le puso una mano en el hombro. Entonces el Maitreya se volvió y lo rechazó derribándolo al suelo, al tiempo que le decía, bien fuerte: “¡Burgués reaccionario!” El antiguo revolucionario se puso de pie, quejándose, llorando: “¡Me pegó! ¡Me pegó!” Una veintena de matones se abalanzó hacia delante, con garrotes y manoplas, pero chocaron contra los puños de los ayudantes. Fue un minuto, pero también fueron derribados con sangre. ¡Espantoso! La banda huyó, sonaron algunos disparos de pistola y la isla quedó vacía. Los ayudantes retrocedieron sin ningún rasguño. Entonces el Maitreya avanzó hacia Notre Dame.
Se abrieron las hojas del portal central y, en impresionante desfile, los purpurados, con regias vestiduras salieron y desplegaron sus insignias hacia los costados, formando una guardia de honor. Finalmente emergió el primado de Paris portando una gran cruz de madera de ébano, incrustada de arriba hasta el pie con diamantes, rubíes, perlas, esmeraldas, oro y plata, bien alta y, haciendo una gran reverencia, la entregó al Fuerte Libertador Triunfante. Cientos de cámaras registraban la histórica ceremonia, desde los costados, entre las gárgolas, desde helicópteros y, de allí, al mundo. Exclamó el Cardenal: “Humildemente, ¡Señor!, te devolvemos la cruz que ganaste con Tu Sangre: cada piedra es una gota de sangre, cada perla es una lágrima. El oro es Tu Sudor. La plata es el fulgor de Tu Mirada.” El Maitreya tomó la cruz de ébano y caminó hacia el portal. La levantó bien alto y, con tremenda fuerza, la rompió en pedazos contra el pilar central. “¡Hipócritas!”, gritó muy fuerte, como hace 2.000 años en el Templo de Jerusalén. Miró el trozo de ébano que tenía en las manos y lo tiró a los pies del Cardenal. Los obispos huyeron aterrados, corrieron, se metieron en la catedral y cerraron las puertas con trancas.
El Maitreya se alejó lentamente. Todos estaban paralizados y silenciosos. Algunos lloraban. Otros se ponían de rodillas y le besaban las manos al pasar. De pronto giró y se introdujo en la multitud, apartando a algunos paisanos asombrados. Se paró frente a un Rabino de barba entrecana, sombrero de fieltro negro y sobretodo igualmente negro. Usaba lentes y tenía un portafolio en sus manos temblorosas. Lo miró largo rato y le dijo: “Ahaswero: Como te prometí, he vuelto. Pronto nos veremos en Jerusalén y tú no caminarás más. Encontrarás reposo en tu Tierra siempre.” El Rabino lanzó un grito penetrante y cayó al suelo, con convulsiones epilépticas y espuma en la boca. El Maitreya se retiró sin decir nada más y se alejó del Sena.
París entró en un desorden incontrolado, seguido poco después por las demás ciudades francesas y algunas de países vecinos. Las acciones del Gran Iniciado Solar fueron el toque mágico que rompió el hechizo de la historia europea, con 2.000 años de oscurantismo e ignorancia. Sabios en ciencias naturales, se cerraron ante la sabiduría del espíritu, y aunque tenían las evidencias ante sus ojos, cerraron su mente con fanatismo y crueldad ante otras culturas. Destruyeron las naciones americanas y sus tradiciones, demolieron Tenochtitlán, quemaron a sus sabios, arrasaron las ciudades Incaicas y esclavizaron a los nativos en las minas. Las obras de arte fueron fundidas o destruidas. Quemaron el palacio de verano del Imperio Celeste. Destruyeron la última biblioteca universal antigua en Bagdad durante la invasión de Irak. Robaron bellas obras de arte de pueblos conquistados y las guardaron en sus museos. La Biblioteca del Vaticano oculta tesoros egipcios y babilónicos que no dan a conocer a nadie. El Museo Británico encierra miles de obras que los ingleses robaron en todo el mundo. Esa acumulación que los europeos consideran propia, ese fetiche cultural que los engorda vanamente, esa cruz del dolor humano cubierta de vanidades que la Iglesia ofreció torpemente, el Redentor Maitreya la quebró en el portal de la iglesia y el ídolo eclesiástico se derrumbó para siempre.
Sólo Cristo podía destruirla porque era su legítimo dueño y de nadie más. Los otros fueron usurpadores de la Historia y del Mensaje de la Renuncia. La disfrazaron con pedrerías y dólares para encubrir su verdad de pobreza, dolor de los hombres, desnudez de las miserias. Cristo volvió y triunfó.
Pero aún faltaban las últimas acciones para que la Ley del Karma fuese cumplida y la nueva Raza Americana quedase libre para realizar su misión liberadora sin obstrucciones del pasado. El Maitreya es Maestro de Justicia, inexorable, exacto, terrible, un poder divino. Dejando atrás a Francia, sube por las montañas alpinas, caminando hacia el Sur; su meta es Roma y, luego, Jerusalén.
Nº 24 - ROMA
El Maitreya permanece extático en la cumbre del Monte Blanco, inmóvil, silencioso, con los ojos cerrados, viajando por los inmensos espacios del destino humano, cuando los cambios aceleran sus movimientos y las fuerzas del karma se aproximan más y más unas a otras, produciendo la chispa que producirá el alumbramiento de una nueva Humanidad, con la temible reversibilidad de la marcha. El Gran Iniciado Solar espera. La rueda del destino de involución hacia la materia ha dejado de girar y permanece también quieta un instante para echar a circular en sentido contrario, hacia el espíritu, hacia los mundos plurales, hacia la luz solar.
Sus dos acompañantes, Grandes Iniciados del Fuego, también están expectantes de las señales del Cielo, con los ojos abiertos. Es noche estrellada, sin luna, obscura. Pasada la media noche, el Fuerte Libertador se ha puesto de pie, mirando hacia occidente. Desde el fondo del firmamento, sobre el horizonte, aparece una centella y se pierde tras las montañas, un poco al sur. Estalla al tocar la atmósfera de baja altura iluminando las cumbres blancas. Se produce un estremecimiento terrestre y una larga honda sonora, un lamento prolongado, cruza los cielos. Vuelven la oscuridad y las estrellas. El Iniciado dice a sus compañeros: “Es la señal. Vamos.” Lentamente toman el sendero del regreso, en fila, hacia los valles, al encuentro con el destino y el fin de la civilización.
En esos días de meditación solitaria entre las nieves, muchas cosas han ocurrido allá abajo, en ciudades, monasterios, universidades y templos. Estalló la revolución religiosa, en los seminarios, cristianos, budistas, asrhams, escuelas islámicas, sectas, contra las jerarquías y los poderes eclesiásticos. Los jóvenes de todas las confesiones, Acuarianos por nacimiento, repudiaron los votos de obediencia y se negaron prestar ningún servicio. Los jóvenes y las novicias se arrancaban los hábitos y los quemaban en las plazas. No regresaban a los conventos. Los seminarios quedaron vacíos en un par de días. Fue un movimiento de desobediencia rápido y global. La correspondencia electrónica volaba sus mensajes internacionalmente, en todos los idiomas. La deserción estudiantil fue universal, no sólo en la educación primaria, sino en todos los niveles académicos, hasta en las facultades Teológicas con tradición secular. Los centros de sabiduría famosos de El Cairo, Estambul, Paris, Delhi, Jerusalén, Kyoto, en fin, de todo el mundo, hervían en discusiones pasionales, violentas. Las autoridades religiosas no podían hacer nada para impedirlo. La rebeldía no estaba penada por la ley ni había Inquisición. Tampoco tenían miedo a los infiernos ni las amenazas de excomunión. “¡No nos interesa, hagan lo que quieran”, decían y se reían de los edictos. En 48 horas, la Humanidad había recuperado la libertad de conciencia, su más antigua condición, anterior a la vida terrestre.
El Maitreya descendió por los valles y entró en Italia por Bérgamo donde lo esperaban los estudiantes del Colegio Pasionista en masa que pidieron acompañarlo hasta donde fuera. El Maitreya accedió. “Sólo hasta Roma”, les dijo y los muchachos se encolumnaron detrás de los secretarios. Así comenzó la procesión que con el correr de los días sumaron cientos de miles de peregrinos, disciplinados y silenciosos, que marchaban por la autopista que conducía a Roma. Al anochecer, detenían la caminata, formaban grupos y dormían en el asfalto. No les faltaba agua ni comida porque eran aprovisionados libremente por el pueblo.
El Maitreya no se detenía en ninguna de las ciudades, famosas por sus monumentos y sus historias. Tenía un objetivo único y marchaba directamente hacia ese destino: el Papa, jefe de la Iglesia Romana y líder indiscutido de la civilización occidental desde el reconocimiento de Jesucristo como Hijo de Dios, una de las Personas de la Trinidad y jefe de la Iglesia Triunfante, el Paraíso que está en los cielos. Ahora, lo había predicho, volvía triunfador y militante, como ya lo había demostrado en Nueva York, Washington y París. ¿Acaso venía a reclamar las llaves del mundo? El Papa era Vicario de Jesucristo, gobernaba y legislaba en su nombre, no tenía poder por sí mismo, sino por delegación. Ahora, el Poder Divino, nuevamente encarnado, venía a ejercerlo sin intermediarios. Caminaba rápido, directamente hacia el trono, donde está sentado el que tiene la triple corona de los mundos visibles e invisibles. El Papa, antiguo Gran Rabino, convertido, cambió su antiguo nombre, Simón de Jerusalén por el de Pedro Romano, en el momento de la elección papal, de acuerdo entre las religiones para fortalecer la tradición monoteísta, con gran éxito en los primeros años de su pontificado y logró la unidad de todas las confesiones en una persona. Algunos judíos ortodoxos, Ahaswero y otros, reunidos en grupos muy secretos de Jerusalén juraron morir y hacer morir a la Humanidad, antes que abandonar la Ley Mosaica. Expertos en el arte de la Cábala, tenían poderes insospechados y los ejercían sin piedad.
Desde que el Maitreya había expresado su repudio por la cruz enjoyada destrozándola contra un pilar del portal de Notre Dame, definiéndola con una palabra que estremeció a la Humanidad, el Pontífice Pedro permanecía en la basílica sentado en el trono, firmemente agarrado a los apoya brazos, empurpurado y enjoyado, con las llaves en una mano y la tiara de triple corona con el globo del mundo sobre montado por una cruz de oro. No se quería mover de allí. Lo rodeaban, cada uno en su sitio, todos los Cardenales del Colegio, con vestiduras solemnes en silencio, inmóviles. Todos los asientos de la Basílica estaban ocupados por otros dignatarios de la jerarquía y representantes de la cristiandad unida, Abades, Patriarcas, Priores, Arzobispos, Rabinos, Imanes, etcétera. ¿Entregará Pedro Romano su autoridad al legítimo dueño? ¿Lo reconocerá? ¿Lo negará como en Jerusalén? ¿Qué sucederá en el momento del encuentro? ¿Y luego, qué vendrá?
Maitreya ingresó en la Plaza de San Pedro al frente de una multitud impresionante y silenciosa. La plaza estaba vacía. Rodeada por la guardia suiza con equipo de combate, similar al ejército italiano. El Gobierno italiano está obligado, por el Tratado de Letrán a proteger al Vaticano en caso de peligro. Encima de la columnata de Bernini, cientos de tiradores de elite apostados entre las estatuas de los santos, apuntaban sus armas hacia la multitud que ingresaba lentamente, llenando los espacios vacíos. Maitreya estaba ante la puerta de la basílica, solo, inmóvil. Sus dos acompañantes, unos diez pasos atrás. Otros diez pasos de distancia, los estudiantes pasionistas, silenciosos, pálidos de cansancio y ansiedad, cubrían la multitud de peregrinos que habían llenado la plaza. Esperaban. El Maitreya también esperaba. La puerta permanecía cerrada. Una guardia de suizos uniformados con el traje de Miguel Ángel y las alabardas empuñadas, cubrían la entrada. Adentro, iluminada a pleno, la basílica estaba silenciosa. El Papa Judío, Pedro Romano, murmuraba sus pensamientos en hebreo:
“¡Jamás, jamás me retiraré! ¿Quién es ese mago, ese falso Mesías? ¡No lo conozco! Ha cometido muchos crímenes y ahora quiere destruir la Iglesia de Dios. Hemos logrado la unidad de las religiones. La Tierra que prometió Jehová a Moisés es nuestra y el Señor me ha puesto por encima de todos, en este trono, en el Templo más grande y rico del mundo. Aquí tengo las llaves de acero inquebrantable. ¡No cederé! La confesiones que han sido fieles al Dios Único, en todas las naciones, son una y repiten el hombre sagrado en las lenguas más diversas. Los símbolos se unen, la Estrella de David, la Cruz de Jesús, la Media Luna del Profeta, emblemas del Monoteísmo forman un único poder que domina a la Humanidad y la controla desde este trono en Roma, como los emperadores del Imperio Romano. ¿Qué puedo temer de ese aventurero solitario? Jehová es más fuerte. El Señor ha logrado unir a las naciones en una gran nación bajo el control de una fe unida. ¡Hemos triunfado! ¡La victoria es mía! ¡No abriré la puerta!”
El Maitreya avanzó y los guardias que cuidaban la entrada retrocedieron, no por miedo sino porque una fuerza superior los empujó hacia los costados y allí quedaron paralizados. Las trancas de roble macizo que las cerraban por dentro cayeron al piso de mármol y las hojas, lentamente se abrieron de par en par, con un fuerte rechinar de bisagras enmohecidas. El Maitreya entró en San Pedro, solo, y avanzó por la nave hasta enfrentarse con el Papa. Empezó a desplegar su barrera radiante con una luz astral brillantísima que fue aumentando más y más hasta que los presentes tuvieron que cubrirse los ojos con las manos. El Mesías expandía su poder divino. Adentro, la Basílica se hizo fosforescente y emitía una radiación que encendía edificios, personas, guardias armados. Un zumbido que subía y bajaba de tono estremecía el aire y los presentes experimentaban una vibración que los invadía irresistiblemente. El Gran Iniciado permanecía en el centro de un rayo de luz. ¡Y se transformó! Volvió a ser Jesús, galileo de 33 años, con barba, cabellos nazarenos y túnica. No llevaba sandalias. Dijo: “He regresado victorioso, como prometí, porque siempre estuve entre ustedes. Simón, devuelve lo que no te pertenece.” El Papa, rabiando, gritó: “¡Nunca! ¡Jamás! ¡Serás crucificado otra vez!” Las luces astrales se apagaron y reapareció el Maitreya como siempre, moderno, del siglo XXI y dijo: “Soy Maestro de Justicia.” Y dando media vuelta, salió caminando vigorosamente.
El rabino Ahaswero salió detrás de una columna. Usaba sobretodo y sombrero negro, anteojos y un porta documentos de cuero sujeto a su muñeca izquierda con una cadena. Corrió hasta el Iniciado Solar y le gritó en hebreo, lo mismo que la otra vez: “¡Anda, anda, anda!” y huyó, perdiéndose en la multitud.
El Papa se levantó del trono, lívido, enajenado, dio unos pasos tras la figura que salía, maldiciéndola, se le cayeron las llaves de acero, se llevó las manos a la cabeza y lanzó un grito desgarrador. Se desplomó delante del trono y murió. Los Cardenales se levantaron electrizados y salieron en tropel a la plaza: “¡El Papa ha muerto! ¡El Papa ha muerto!” El caos fue espantoso, fuera y dentro del Vaticano. La noticia estalló de inmediato en todo el mundo, hasta la más lejana aldea. Tal vez por efecto de las conmociones energéticas que vibraban en el aire, tal vez por coincidencia natural o por la voluntad del Maestro de Justicia, Roma empezó a sacudirse: la tierra temblaba, algunas estatuas de la columnata oscilaron y cayeron sobre los peregrinos. La cúpula de Miguel Ángel ondulaba, y las tres gruesas cadenas de acero que habían sido anilladas a lo largo de la base tiempo atrás para corregir defectos de construcción, se cortaron, con un estallido seco. La cúpula se vino abajo estrepitosamente, en medio del polvo. Los incendios se produjeron de inmediato. Quienes estaban dentro perecieron.
Enseguida empezaron los saqueos de templos, iglesias, mezquitas, sinagogas, primero en Roma, las más ricas del mundo, y luego en el resto de Europa. Quemaban: cuadros, destruían a martillazos tallas de maderas finas, estatuas. bibliotecas con manuscritos, incunables, reliquias. En un mundo que se precipita al abismo, nada tenía valor financiero. Las casas de remates habían desaparecido. Las bolsas de valores fueron clausuradas. Los Bancos, saqueados. Euros y dólares se los encontraban tirados en la calle, volando al viento. Los ejércitos se desarticularon y formaban pequeñas bandas armadas que recorrían los campos, asesinando, robando, destruyendo, como ya había sucedido en América. La civilización moderna había llegado al final de su camino. El ciclo había terminado como empezó, con las acciones de un Iniciado Solar, Jesús y Maitreya al final, por la unidad, y la unidad es siempre el estado simple del Libertado. Maitreya es Maestro de Justicia, pone orden en el mundo, y está enseñando a cada Acuariano a libertarse con sus propios medios, sin intermediarios. Veinte y cuatro milenios quedan para lograrlo, con las Enseñanzas del Maestro Santiago. Ahora las cosas están claras, pero falta el último acto, en Jerusalén, que viene en el siguiente relato, para que el problema de la libertad quede resuelto.
Nº 25 - JERUSALÉN
Ahaswero huyó de Roma y partió hacia Jerusalén en un avión de la Fuerza Aérea Israelí, con su inseparable maletín negro sujeto a la mano izquierda y los custodios del servicio secreto. Al llegar a Tel Aviv fue conducido en helicóptero hasta Jerusalén donde descendió fuera de la reja que cierra el patio del Muro de los Lamentos. Un sacerdote que lo esperaba en un portal, abrió la puerta y lo hizo pasar. Luego cerró con llave y permaneció fuera. Ahaswero conocía muy bien el lugar por haber vivido muchos años en ese recinto ultra secreto, tal vez el más escondido, peligroso y antiguo del planeta. Nadie, salvo seis grandes sacerdotes de Israel, conocía en detalle el camino para llegar hasta el Santuario, al fondo de escaleras y pasillos interminables que bajaban y bajaban, con estrechas plataformas de descanso, iluminadas por sencillas lámparas eléctricas y puertas que abrían no con llaves, sino con palabras mágicas en lenguaje extraño, pronunciadas de manera especial, a los sirvientes astrales que las guardaban invisiblemente y sólo obedecían a los magos. Era el recinto de la Orden Secreta “Estrella de David”, formada por seis Iniciados, sin jerarquías ni grados, unidos por juramentos y maldiciones eternas. El perjurio era castigado con la muerte, y ellos tenían poder para matar a cualquier distancia.
Ahaswero había ingresado a la “Estrella de David” mil años después del encuentro con Jesús, durante el terror europeo del primer milenario, cuando se extendió la psicosis colectiva de la destrucción del mundo, similar a la época que estamos relatando. Nuevamente encarnado, conservaba fresca en la memoria la sentencia de Jesucristo sobre su retorno triunfal y el reencuentro en Jerusalén: “Tú caminarás siempre hasta que yo vuelva.” Pero Ahasvero no podía ingresar por su voluntad a este grupo esotérico completamente desconocido, sino más bien fue atraído magnéticamente por la Orden de origen antiquísimo, anterior a la presente Raza, los Magoos Negros Atlantes.
Dicen las Enseñanzas que, al final de la Guerra de los 1500 Años, hace 24 milenios, los últimos Atlantes, aniquilados por los Arios Teutónicos, a pesar de sus armamentos terribles manejados por elementales de los Magos, se enterraron en cuevas profundas y sobreviven hasta hoy. Los más fanáticos juraron volver para conquistar la Tierra y esperaron el momento propicio. Cuando se produjo la Guerra de los Dos Soles, creyeron que los tiempos habían llegado y apoyaron a Amenofis IV, enemigo de la pluralidad de los mundos. Siglos más tarde, favorecieron a Moisés que estableció una religión monoteísta, ayudaron en la conquista de Palestina y la formación de Israel, teniendo como centro de poder la ciudad de Jerusalén. A la venida de Jesucristo y su mensaje solar planetario, lo asesinaron antes que pudiera expandir sus ideas de Renuncia. Prevaleció el monoteísmo por medio de religiones materialistas que conquistaron el mundo. La idea de reconquistar la Tierra vino tiempo después sostenida por la secreta orden de la Estrella de David. La Resolución de las Naciones Unidas creando el Estado de Israel colmó las esperanzas de los ortodoxos, herederos de las promesas antiguas, estallaron guerras de conquistas sobre sus vecinos árabes, pero finalmente quedaron cercados por pueblos guerreros dispuestos a destruirlos atómicamente. Entonces, la “Estrella de David” tomó estado público, se conoció su historia, su misión y su inaudito poder secreto, mitad Atlante, mitad tecnológico, aunque esta simbiosis de parasicología con ojivas nucleares apenas si era una conjetura. La aparición del Maitreya al comienzo de la Raza Acuariana, sus demostraciones en Nueva York y Washington, pusieron el tema de la destrucción de la civilización al rojo vivo. Ahaswero tomó la delantera rápidamente y esa misma tarde, al anochecer, estaba descendiendo por las escaleras del santuario. El maletín que portaba atado a su mano izquierda, contenía una de las seis llaves de la Estrella, grabadas en signos cabalísticos que sólo ellos conocían y podían activar. Al llegar al final del túnel encontró una maciza puerta cerrada, sin cerradura; pronunció una fórmula en hebreo antiguo y la puerta se abrió. La traspuso y de inmediato se cerró. No sólo estaba bloqueada por gruesos pernos de acero, sino también por poderosos elementales de la Tierra que obedecían las consignas establecidas. Estaba en la bóveda infranqueable de la “Orden de David.” Era un recinto redondo de grandes dimensiones, construido con sillares de bloques de granito, sin tallar, iluminado con lámparas perpetuas, como las encontradas en tumbas rosacruces. No había imágenes ni inscripciones en las paredes. En el centro descansaba una gran piedra plana, negra, con una estrella de seis puntas incrustada en su masa. Ante cada vértice del doble triángulo en oposición se sentaron cinco sacerdotes que estaban esperando al visitante del exterior. La Comunidad estaba completa, lista para actuar. Sólo faltaba el informe de Ahaswero y las claves de su computadora que guardaba en el maletín negro.
El más anciano de los Sacerdotes dijo: “Tenemos registradas todas las imágenes de lo que está ocurriendo en Europa y la destrucción del Vaticano. Presenta tu informe, Ahaswero. Sólo en ti creemos, cuerpo de la Estrella de David.”
Ahaswero respondió: “Es Él, el Nazareno Joshua, ahora llamado Maitreya. Lo he visto muchas veces, en América y en Europa. En Notre Dame de París me buscó en la multitud y me citó para el encuentro decisivo en Jerusalén. En Roma se convirtió en Jesucristo y destituyó a Simón, el Papa Pedro Romano. Él es Maestro de Justicia. La Iglesia de todas las Religiones ya no existe y en este momento se dirige entre incendios y saqueos, por el sur de Roma, hacia este lugar. He llegado primero, espero, para cumplir los presagios de nuestros patriarcas. Mi decisión ya está tomada.” Haciendo un sortilegio, desprendió el maletín, lo abrió y extrajo una computadora de extraña forma, cubierta de signos cabalísticos y figuras del Tarot egipcio. Sin dudar un instante, depositó el objeto en el triángulo que le correspondía y con la mano derecha lo empujó hasta el centro de la Estrella.
Los Magoos Negros Atlantes, en situaciones análogas a las de este relato, iniciaron la Guerra de los 1.500 Años, jurando destruir a la naciente Raza Aria Teutónica. Perdieron la guerra, los sobrevivientes se refugiaron en cavernas secretas africanas y transmitieron a sus descendientes ese odio racial durante 240 siglos. Construyeron círculos mágicos en la estructura síquica de los grupos esotéricos que recibieron la venganza como heredad colectiva, algo similar a los conjuros grupales de los estudiantes egipcios cuando habían decidido morir por muerte mística en los Templos de Iniciación. La decisión que deben adoptar los seis iniciados de la “Estrella”, hasta ese momento exitosa con la unificación de las Religiones y la elección de un Papa Judío, Pedro Romano, aunque truncada por el Maestro de Justicia, consistía en matar al Gran Iniciado Solar, como ya hicieron con Jesucristo o aniquilar la civilización, incluyendo el propio holocausto. Ésa fue la elección de Ahaswero.
Desde el comienzo de los descubrimientos de la energía atómica en el siglo XX, los sabios se ocuparon intensamente en desarrollar puentes de unión entre la materia radioactiva y la mente racional, que poseían los Atlantes. El grupo reunido en Jerusalén para tomar una decisión planetaria, conocía esos puentes, los habían construido con entrenamiento psíquico, la colaboración de los mejores técnicos, recursos financieros internacionales y protección estatal. Sólo ellos conocían la totalidad del proyecto. Ante una amenaza de destrucción de Israel, lanzarán acciones preventivas atómicas, a cualquier costo, incluyendo el propio sacrificio, sin limitaciones. Ya habían ocurrido esas acciones anteriormente. Pero en el año 25 de la Era Acuariana, con el temible Maestro de Justicia sobre sus fronteras, la decisión era total. El grupo Estrella, con la nueva tecnología síquica electrónica que ellos dominaban, tenía acceso al arsenal nuclear completo de Israel, sus códigos de protección, las claves, los lanzamientos y los blancos, sin interferencias nacionales o extranjeras. El programa bélico completo estaba almacenado en una gran computadora situada en un costado de la cripta y se ponía en acción cuando los seis componentes del comando estuviesen juntos en el centro de la Estrella. Había una ficha jugada en el lugar correcto. Faltaban cinco. Cada sacerdote portaba la suya, que contenía un demonio animado psíquicamente con el alma de su propietario. No había posibilidad de fraude. Los seis eran indispensables para el lanzamiento. Cuatro piezas más fueron colocadas en el hexágono central. Faltaba la ficha del más anciano. No se conocía su edad; se murmuraba que era un auténtico Mago Atlante que se perpetuaba con artes mágicas sangrientas y sacrificios humanos. El anciano se demoraba. Hizo un gesto con la mano y una gran pantalla tridimensional se desplegó en un costado. Imágenes claras y fugaces aparecían en ella: los monstruos de acero atlantes, Iniciados del Fuego Teutónicos combatiendo entre las rocas, naves aéreas de diseño extraño, antiguas explosiones atómicas, el rayo de la muerte, templos egipcios, el Sahara, el Templo de Salomón, las legiones Romanas, el Crucificado, Hitler, Hiroshima, el derrumbe del Vaticano, el Maitreya en un plato volador sobre el mar a gran altura. Luego, suspirando, murmuró: “Moo Za Moo. Atlas Atala atalac.” Lentamente, empujó su computadora hasta el centro de la estrella que engranó con las restantes, formando un mandala de muerte.
Afuera, en el desierto de Negeb, las arenas se agitaron formando remolinos y gruesas plataformas de cemento armado saltaron por el aire tras las explosiones que abrían los Silos de la Muerte. De inmediato emergieron los vectores estratégicos entre nubes de humo y llamaradas que iluminaban el tétrico paisaje en esa noche sin estrellas. El horizonte estalló en explosiones y decenas, cientos de cohetes, portadores de ojivas múltiples, ascendieron lentamente hacia la oscuridad. Más arriba, en la estratosfera, la red global de satélites “Vigilantes del Espacio”, dio la alarma internacional de inmediato y pusieron en acción las medidas de defensa y contraataque en cada una de las naciones poseedoras de armas nucleares. En un minuto las computadoras habían informado la cantidad, dirección y los blancos probables. Antes que los cohetes abandonaran el Negeb, cientos de cabezas nucleares avanzaban desde todos los continentes, apuntando a Jerusalén. El primer explosivo de 20 megatones explotó quince minutos después que las seis claves mágicas quedaron encriptadas en el centro de la Estrella y el Cercano Oriente estalló hasta el mar Mediterráneo. Miles de cohetes cargados de bombas surcaban los cielos hacia un destino planetario de muerte y aniquilación anunciado mucho tiempo atrás. Es imposible escribir a grandes rasgos la guerra planetaria. Otros autores ya lo han hecho en novelas, películas, mitos y leyendas, el Diluvio de la Biblia, el hundimiento de Atlántida, el Apocalipsis de San Juan.
Los bombardeos atómicos prosiguieron mucho tiempo, automáticamente programados, aunque ya no hubiera seres vivos que los disparasen o que los recibieran. Fue el cumplimiento de la estrategia de los primeros años de la Era Atómica, el Over Kill, matar y volver a matar, la super muerte. Jerusalén, iniciadora del Over Kill, fue estremecida una y otra vez por las explosiones radioactivas, aunque no quedara nada para destruir. Sólo una masa oscura de cenizas radioactivas. El Mar Muerto hervía en llamaradas y resplandores. Así también otros lugares emblemáticos del odio, acumulado por siglos de crueldades, injusticias y sufrimientos. Inconscientemente, los pueblos deseaban venganza contra los tiranos opresores y desde el comienzo montaron los mecanismos de la Ley semita del Talión: “Alma por alma, ojo por ojo, diente por diente.” Las víctimas de la injusticia creadoras del aparato letal habían muerto, pero el odio continuó vivo un tiempo. Después no quedó nada. Después ni siquiera el odio. Después, el vacío purificador.
El Maitreya salió de Roma y avanzó hacia Nápoles, junto con sus ayudantes. Antes de medianoche subió a un plato volador que lo esperaba en medio de los campos, ascendió velozmente a gran altura sobre el mar y se unió a una flota de docenas de naves aéreas, de diversos tamaños y formas, tripulados por Grandes Iniciados Lunares y Fueguinos, sus discípulos directos que los acompañarían durante la Era Sakib. Se acercaron al Negeb y presenciaron el lanzamiento de la totalidad del arsenal nuclear y su dispersión hacia los cuatro rumbos de la rosa de los vientos. Entonces ascendieron hasta la estratosfera y se distribuyeron por los continentes, con la misión de proteger los sitios destinados a la supervivencia de la nueva raza: unos en Europa, otros en Asia, otros hacia África y América, Oceanía, Antártica y las islas del Pacífico. Entonces el Gran Iniciado Solar, solo en la nave, invisible a los ojos humanos, empezó a desplegar su barrera radiante, recorriendo mares y continentes, impregnando con aura divina infranqueable, bosques, praderas, pueblos, templos, volcanes, ríos y los lugares predestinados. No descendió debajo de mil metros. El Planeta se cubrió de una oscuridad pastosa donde pululaban las larvas elementales escapadas de los infiernos.
La Guerra Atómica mundial, anunciada por los sabios del siglo XX, se inició en el Cercano Oriente, como había predicho el Maestro Santiago en la década del sesenta a un grupo de Ordenados de Comunidad de La Plata. No fue una verdadera guerra como las que cuenta la Historia, ni siquiera la Segunda Guerra Mundial en la que murieron 60 millones de personas y destrucciones espantosas ni como la guerra de los 1.500 años entre Atlantes y Teutones en Alberton, centro de África. Es difícil definir el fenómeno que no tiene antecedentes con elementos únicos, inéditos, poderes materiales, psíquicos, satánicos y divinos en el campo de la batalla. La Humanidad tenía una población de 7.000 millones de seres humanos de los cuales sobrevivieron apenas dos o tres millones, siempre por encima de 1.000 metros sobre el mar. Los animales murieron en igual proporción. Las selvas se convirtieron en desiertos y los cambios climáticos, orográficos, hídricos y del suelo transformaron la vida en un caos. El cielo se tiñó de rojo durante décadas y en las noches grandes nevadas presentaban un paisaje fantasmal imposible de describir. Esta etapa duró mil años. Poco a poco, con ayuda de los Santos Maestros y el trabajo incansable de los Acuarianos, la vida adquirió las características exteriores más aptas para el nuevo modelo: el Hombre Americano.
Nº 26 - EL HOGAARD
En barca pequeña y blanca, con un mástil sosteniendo la alta vela latina, me acerqué a la costa del Sahara, con grandes dunas marcando el horizonte, conducida por un pescador del sur de Italia o, mejor dicho, de una de las islas del archipiélago en que se convirtió la península. Hábilmente, el barquero detuvo su nave suavemente en la arena y descendí en el agua fresca. Le regalé las cosas que no me harían falta en el desierto y que recibió con gusto, piedras, collares de coral rojo, algunas semillas de pehuenes que deseaba plantar en su isla y nos despedimos amistosamente. Se llamaba Jesús, usaba barba y era parecido al Nazareno, suave y de buenos modales. Empujó la barca con los remos, levantó la vela y se alejó por el mar hasta desaparecer en el horizonte. Decidí pasar la noche en ese lugar, bajo la luz de las estrellas que brillaban intensamente. Y pensé:
¡Qué misterioso es el tiempo y tan difícil de comprender! Permanece, pero se mueve siempre, fluyendo de diferentes maneras, produciendo cosas, vidas, alegrías y sufrimientos, algunas móviles, otras estáticas, pero él es nuevo a cada instante. La memoria no es el tiempo, sino un resultado. Algunos pueblos tuvieron el don de la Historia, como los egipcios y conservaron recuerdos milenarios; otros carecían de ese don y crearon mitos y leyendas, como los hindúes. Los Santos Maestros estudian en la Gruta de Ras los registros perfectos, exactos y cambiantes, según la actuación del investigador y su estado de conciencia.
Me encuentro descansando a las puertas de África, el continente que ha recibido todas las razas humanas, donde los lemurianos se convirtieron definitivamente en hombres, sosteniéndose erguidos por sí mismos y donde se han encontrado los fósiles más antiguos. Ahora África luce el esplendor de una naturaleza en pleno desarrollo, vegetales y animales, con muy pocos hombres. Se parece al Edén de las leyendas, conviviendo armoniosamente las especies, sin excesos poblacionales, en un equilibrio conveniente al buen desarrollo de los individuos. Los pastores, agrupados en núcleos reducidos esparcidos por todo el continente, según las necesidades del medio, vigilan, cuidan y administran la vida natural según las características y las necesidades de las regiones, húmedas, desérticas, lluviosas, abundante en pastos, selváticas, todas las variedades imaginables. Son auténticos y su tarea principal es permitir el máximo desarrollo de la calidad de vida natural, respetando todas las especies. Como en época antigua, se alimentan de frutos y brotes que recogen libremente, sin dañar ni destruir. Esa parte del Planeta, anteriormente la más castigada por las explotaciones humanas del comercio, la industria y la perversidad de la civilización, tierra de esclavos, ahora es la más bella. Como todo estaba destruido, con la buena voluntad de los Acuarianos, fue fácil la reconstrucción: África era un hermoso jardín cuando empecé mi viaje por las arenas del Sahara, caminando hacia el Hoggard, la antigua residencia de la Madre Abbhumi, en su última encarnación hace más de doce mil años. Ella nos ha convocado, a mí y a otros compañeros, para una obra que nos comunicará en el Santuario. Ella es la autoridad suprema de la Sagrada Orden del Fuego y mora en las más elevadas dimensiones del mundo espiritual. A veces desciende entre nosotros para instruirnos y guiarnos.
Después de una marcha regular y vigorosa hacia el sur, preferiblemente de noche, en un amanecer deslumbrante y rápido, divisé en lo alto de una colina, destacada ante el cielo, una figura humana que me saludaba con los brazos y palabras insonoras que llegaban hasta mis oídos: “Saludos, Io-Seph. Ya falta poco; estás en el atrio de la casa de la Madre”. Eran las palabras del encuentro con Adelphirake, antiguo compañero de Comunidad hace muchísimos años, cuando vivíamos junto al Maestro Santiago encarnado, en una gran ciudad sudamericana. Subí en un vuelo y nos saludamos con la fórmula que nunca cambia y nos recuerda la verdad eterna: “Ahehia ote Hes. Eret Hes ote Ahehia”. Nos sentamos en unas piedras e intercambiamos golosinas, mientras nos comunicábamos novedades del viaje y los más recientes encuentros.
El panorama que contemplábamos desde la cumbre del cerro era precioso: hacia el norte la vasta extensión del Gran Erg Oriental, no tan seco como antes, con grandes manchas verdes de hierba, a la distancia, que brotaba luego de las lluvias, ahora frecuentes, y en el fondo, la línea azul de un Mediterráneo distante. En el Sur, las ásperas montañas del Hoggard, con bosquecitos de cedros en las quebradas y los rincones húmedos, poblados de una ganadería africana variada y saludable: cebras, gacelas, jirafas, elefantes y caballos. No se observaba presencia humana ni humo de hogueras; no había rastros de cultivos ni restos de construcciones. La región estaba libre de actividades humanas por acción de los Iniciados Acuarianos que desde la gran destrucción habían decretado al Continente Africano “Tierra sin forasteros”, y habían actuado con energía y eficacia. Los extraños habían sido expulsados del continente y no se permitía ninguna presencia continua, ni siquiera visitas. Un grupo especial de seres preparados, Iniciados del Fuego, se ocupaban de cumplir esta ley, que provenía de la más alta jerarquía del Planeta. África resplandecía en belleza, vida, energía y su radiación se extendía por toda la Tierra, como una promesa de lo que llegará a ser al final de la Raza.
Adelphirake es el más poderoso de los Iniciados del Fuego encarnado; durante muchas vidas fue entrenado y transmutado por discretos sabios del Tíbet que conservaron los secretos de la Raza Atlante, sin comunicarlo a nadie, únicamente a los elegidos; será nuestro jefe en la misión que nos dará la Madre. Si él nos conduce, el trabajo será más fácil. Fue mi Director cuando hice el Seminario, en los tiempos del Maestro Santiago.
A los dos días de andar juntos, un plato volador, proveniente del Oeste, trazó un círculo en el espacio y descendió. Dos seres brillantes bajaron a tierra y se acercaron; el vehículo se alejó rápidamente. Los viajeros son conocidos en estos relatos: Rore y Big Man, los vencedores de androides en las batallas del prado norteamericano. Con gran alegría nos saludamos ceremonialmente y sin perder tiempo penetramos en las montañas del Hoggard, buscando la entrada del Santuario. Recorrimos un largo desfiladero de basalto oscuro, matizado con cipreses y algunos matorrales del desierto florecidos, hasta desembocar en un valle amplio y luminoso en cuyo centro lucía un lago esmeraldino, muy sereno. Las riberas estaban adornadas con jardines cuidados por campesinos del desierto que mantenían la más variada gama de frutales, hortalizas y plantas florales de vivísimos colores. En un embarcadero natural de piedra descansaba una hermosa barca en forma de cisne con las alas desplegadas, blanca, y a su lado nos esperaba un sonriente Acuariano, de aspecto juvenil que nos saludó con mucha cortesía: “Me llamo Ariel y tengo la feliz tarea de conducirlos al otro lado del lago, a los portales del Templo de la Madre”. Luego de los saludos de rigor, subimos al cisne, que se desplazó suavemente por el agua, haciendo batir graciosamente sus alas al tiempo que una melodía antigua nos complacía. Guardamos silencio; el panorama ofrecía una experiencia tan bella y armoniosa que nos dedicamos a disfrutarla plenamente. Desde la ribera, los jardineros nos saludaban moviendo los brazos y Ariel les correspondía de igual manera.
En el fondo del valle, en una pared rocosa levantada junto al agua, abría un enorme portal natural y el lago continuaba en un túnel corto, hasta un muelle natural, en donde desembarcamos. Detrás, otro túnel, seco e iluminado, penetraba en las rocas. En la entrada aguardaban dos Acuarianas de mediana edad, vestidas en estilo árabe, pertenecientes al servicio del Templo, que nos dieron la bienvenida. Llevaban nombres famosos de la Historia antigua, Hipatia, sabia matemática alejandrina, y Laila, igualmente bella en los cuentos de amor que relataban los camelleros del desierto junto al fuego nocturno del campamento. Éramos siete Ordenados de la Orden del Fuego que hemos respondido al llamado de nuestra Madre Abbhumi para una misión que nos confiará pronto. Ella vendrá de su morada celestial para hablarnos y nosotros hemos viajado desde sitios lejanos de América para escucharla: Adelphirake, Rore, Big Man, Ariel, Hipatia. Laila y el narrador.
Nos condujeron hasta un espacio grande, muy alto y complejo en sus formas, con variadas dependencias distribuidas en diversos niveles, móviles y musicales, adornadas de figuras desconocidas, de otros mundos y otras épocas. Algunos operarios movían esas máquinas, podríamos llamarlas así, que emitían sonidos y melodías de extrañas texturas. Fuimos presentados a un ser de porte majestuoso y piel oscura, vestido enteramente de lino blanco: era el Sumo Sacerdote del Santuario, a quien llamaban Manú, o Manes, totalmente al servicio de la Madre, quien nos reunió allí mismo, nos ubicó en un mandala óctuple, tallado en mármoles diversos, muy alhajado con piedras radiantes, y nos explicó la misión que la Madre nos encomendaba. Ella nos bendecirá antes de partir. Resumiendo sus palabras, la exposición fue así:
“Con la destrucción planetaria a comienzos de la Era Acuariana, la presencia del Gran Iniciado Solar Maitreya, la Doctrina de la Renuncia expandida universalmente y los grandes cambios físicos y magnéticos del Planeta, la Humanidad ha producido un giro reversible analógico total, y la rueda del destino dejó de girar en sentido involutivo descendente hacia la materia, no se solidifica más, no puede ser más densa, y empieza, con Renuncia sistemática permanente, a ascender por las dimensiones sutiles de la Realidad. Cuando el Maitreya rompió la cadena de causas y efectos del monoteísmo unilateral materialista en París, Roma y Jerusalén, el mundo viejo se desplomó por sí mismo, no se sostuvo más, se inmovilizó y, por voluntad del Rey del Mundo, Sanat Kumara, con pocos elegidos, empezó a girar en sentido contrario, desde el dolor radioactivo, desde las cenizas, desde la mística de holocausto: “No ganar nada. No tener nada. No ser nada.” En aquellos lejanos días, tras siglos de destrucciones de pueblos, la Guerra de Mil Años, comenzó el saneamiento del planeta, metódicamente. Y los resultados son positivos, no sólo la geografía, el paisaje y la regularidad de las especies, sino también el ser humano, por lo menos en América y África. En el resto del globo se trabaja intensamente para sanarlo antes que termine la Raza Americana. Grupos diferentes a la Orden del Fuego están trabajando intensamente.
“La Orden tiene ahora una misión para la cual habéis sido convocados, como vanguardia de otros grupos que están siendo preparados para continuar la tarea. Es necesario depurar el interior de nuestra Madre Tierra, en donde se han refugiado los detritus de las experiencias antiguas, desde la Raza Lemuriana hasta nuestro tiempo. Antiguamente lo intentó Jesucristo, y allí también fue rechazado. Ahora es diferente. Con el triunfo del Maitreya sobre el enemigo en las naciones y la desaparición de las religiones, los hombres Americanos descenderán a las entrañas del Planeta y lo transformarán. Sois una avanzada y de lo que encontréis, de las experiencias, el estudio y los resultados, otras expediciones completarán la obra de reparación y justicia que tiene la Humanidad con la Madre que los albergó durante millones de años.
“No será un viaje astral solamente, como el que realizó el Maestro Santiago al final de Picis, sino integral, tal como estáis ahora, cuerpo físico y cuerpo de fuego, encendido y capacitado para estos viajes mayores. El área será Occidente, el subsuelo americano, donde encontraréis las más grandes ruinas Atlantes y más abajo, restos lemurianos. El tiempo no los ha disuelto, sino por el contrario, ha avivado sus viejas pasiones. Conservan la malicia y la sed de venganza, estimulados por los androides que todavía sobreviven en la superficie. Este viaje es el comienzo de un trabajo de depuración integral física, energética y espiritual de la Tierra. Debe estar realizado en el ciclo Acuariano, en estos 10.000 años que restan antes de pasar a las nuevas realidades que el ser humano desarrollará en el futuro..
“En breve tiempo estaréis habilitados para enfrentar los misterios del viaje. No tendréis necesidad de luchar ni correréis peligro alguno. Portaréis la Barrera Radiante del Maitreya que separa la vida de la muerte. Aquellos elementales que no logren sostenerse, quedarán extinguidos y disueltos en la materia elemental irreversiblemente. Ahora os dejo en manos de sabios expertos en transmutaciones energéticas que os prepararán de inmediato. En todo momento estoy a vuestra disposición para lo que necesitéis.”
No describiré las experiencias a que fue sometido el grupo, individual y colectivamente. El salón donde escuchamos a Manes era una gran máquina analógica que actuaba sobre los chakras y los centros de poder, que están mencionados en el Curso “Ciencia de la Vida”, del Maestro Santiago. Los sabios se ocuparon de nosotros sin pausa, con acciones poco entendibles, a veces individualmente, casi siempre espectacular con rayos vibrantes de muchos colores. Otras veces eran sonidos, aromas y violentos ejercicios físicos. Nos transformaron inexorablemente en una entidad superior, de gran fuerza y resistencia, interesados únicamente en la misión. A veces hacíamos viajes astrales de avanzadilla a los subterráneos atlantes para conocer el medio donde actuaríamos. Al finalizar el período de adiestramiento nos habíamos transformado en seres radiantes de diversos colores con capacidad de transformar, o extinguir toda cosa que permaneciera debajo de la Barrera Radiante. La sincronización de los siete era perfecta y unas primeras incursiones reales cercanas al Santuario resultaron aprobadas plenamente por los sabios. Estábamos preparados. Mi color era el gris. Rore emitía rojo escarlata muy intenso. Adelphirake irradiaba rayos azules de gran alcance. Ariel brillaba celeste. Big Man verde. Leila rosado. Hipatia un blanco diamante de gran intensidad.
Después de una jornada de recogimiento, la Comunidad del Hoggard en pleno y nuestro grupo viajero, se reunió en la gran sala bien ubicado y esperó en silencio. Una gran luminosidad se difundió en el espacio y en ella, brillante, se manifestó la Madre Abbhumi. Estaba velada completamente. Presidió la asamblea desde un trono de mármol blanco y, después de las ceremonias y los himnos rituales, nos dijo:
“Amados Hijos: la virtud del Fuego es la transmutación. Desde los primeros tiempos de nuestra Orden en la lejana montaña Om Hes, del Asia Central, hemos contribuido al desenvolvimiento de la Raza por transformaciones graduales que conducen al logro de los destinos humanos siguiendo fielmente las etapas marcadas en el libro de la Divina Madre. Guiados por los Grandes Iniciados que descendían entre los hombres para enseñarles el conocimiento de la materia, la Humanidad conquistó todos los secretos físicos y energéticos de este mundo y peligrosamente los utilizó en el holocausto nuclear al comienzo del ciclo Americano. Al cabo de diez milenios de transformaciones evolutivas, la raza humana se depuró y avanzó en el tiempo futuro, es totalmente diferente, se expande hacia los nuevos territorios del ser y ha comenzado a ordenar el escenario donde se desarrollaron tantos cambios. América y África están limpias y hermosas, pero los detritus de tantas batallas se sumergieron en las profundidades y allá esperan un hipotético cambio que les devuelva su antiguo poder. Eso es imposible. No obstante, es deber de la Sagrada Orden del Fuego depurar las entrañas de la Tierra, hasta el último rincón secreto, definitivamente. Vuestra misión, Hijos, es comenzar la purificación integral del Planeta, no por destrucción, sino por transmutación de la naturaleza demoníaca. Para eso habéis sido elegidos y preparados largamente. Sois portadores de la Gran Barrera Radiante del Gran Ser que cambió el mundo visible con nuevas dimensiones de vida. Ahora llevaréis esas dimensiones vibratorias hasta la oscuridad que ocultan a los elementales, los iluminaréis y aquéllos que respondan serán rescatados y podrán reencarnar en el futuro; habrán tierras preparados para ellos. Los que no respondan, la Barrera Radiante los desintegrará hasta la homogeneidad y serán absorbidos en el depósito cósmico sin dimensiones.
N° 27 - PAISAJES ATLANTES
Los párrafos marcados con asteriscos pertenecen a las Enseñanzas “Vida Interna de la Tierra”, “Las tres primeras Subrazas Lemurianas” y “Sexta y Séptima Subrazas Lemurianas.”
Inmensas cavernas se extienden en todas direcciones ante los viajeros. Partieron desde los subterráneos secretos de Hoggard y guiados en las primeras jornadas por sacerdotes del Santuario, fueron descendiendo y marchando hacia el Oeste rápidamente, sin obstáculos, porque esa zona estaba limpia de detritus custodiada desde la época en que la Madre Abbhumi era la autoridad suprema de la Comunidad del desierto. Cuando llegaron a los límites entre el Océano y el Continente, a gran profundidad, los Sacerdotes se despidieron y los viajeros continuaron hasta situarse en grandes espacios iluminados por la Barrera Radiante del Maitreya. Algunas formas grises volátiles, suspendidas en los rincones oscuros de las rocas, escapaban emitiendo chillidos agudos. Los expedicionarios avanzaron con decisión desplegados en un gran abanico, iluminando todos los huecos. Al frente, Adelphiraque, señalaba los lugares más importantes y sospechosos, que sus compañeros revisaban cuidadosamente.
Cuenta el Maestro Bovisio algunos detalles de su viaje astral al interior de la Tierra en el siglo XX de la Era Cristiana: “En tiempos de la Raza Atlante, un inmenso calor, un fuego nítrico, hervía en las entrañas terrestres. El planeta no recibía calorías de los rayos solares, pues la atmósfera, estaba cubierta por densas nubes y vapores. La vegetación se producía más por efecto del calor interno; por eso, las raíces exuberantes y jugosas eran la parte más desarrollada de los vegetales. En cambio, tenían flores de pobres colores y sin perfume. Las grandes conmociones sísmicas, los hundimientos y elevaciones de los continentes, sepultaron estas capas vegetales bajo verdaderas bóvedas. Allí quedaron sepultados los restos de los monstruos antediluvianos y de los esqueletos atlantes, en espera de otro movimiento similar que los vuelva a lanzar a nivel del mar. Y aún más abajo se encuentran las cavernas luminosas formadas por el basalto de las lavas de los volcanes lemures, atlantes y los más recientes de la etapa de transición silúrica. Seres vivientes existen en las entrañas de la tierra: restos de razas lemures que quedaron sepultados en esas inmensas galerías y que, en el curso de los milenios han ido degenerando paulatinamente. Son seres semiciegos, semiinconscientes, deformes y puramente instintivos. Y más allá, más en las profundidades de la tierra, se encuentran los grandes corredores, de los cuales las tumbas faraónicas son una imitación; verdaderas cámaras de la reina y del rey en donde mora la Reina del Planeta, la todopoderosa Prithivi, la Madre Bhumi: la esencia potencial vegetativa que da vida al planeta. En el centro de éste hierve el fuego, espíritu vital de la tierra. De este fuego central, prana concéntrico, se desprenden globos ígneos que recorren los misteriosos corredores y cámaras internas, subiendo así, paulatinamente por la espina dorsal del planeta hasta la superficie, para acoplarse con los rayos solares y estimular la vida natural.”
Guiados por las informaciones que aportó el Maestro, Adelphirake nos conducía rápidamente hacia las profundidades, a veces en grupos separados, otras individualmente, cubriendo un gran territorio Atlante, rico en variaciones geológicas, ríos, lagos, fuentes termales y núcleos de lava incandescente. El paisaje era espectacular, no sólo por la variedad de formas y colores, sino, además, por las dimensiones gigantescas de los cristales: el cuarzo hialino, las amatistas, el ágata de grandes superficies multicolores, la preciosa malaquita y muchas otras piedras de nombres desconocidos brillando a la luz irradiante de las cavernas y la fosforescencia que cada viajero, propia de las dimensiones estelares, aportaba en sus desplazamientos subterráneos, conformando escenografías de luz y color maravillosos. El viaje era un placer, y nos movíamos con alegría cantando viejas canciones de otros tiempos. ¿Por qué puso el Dante el infierno en esas profundidades? Tal vez porque vivió en una época lúgubre, oscurantista y muy triste. Ahora, nos ha tocado en suerte embellecer los velos de la Madre Bhumi para que los futuros peregrinos encuentren paz y consuelo en sus momentos de pena.
Nosotros, en nuestras recorridas, no tocábamos las rocas ni modificábamos ninguna estructura; únicamente transportábamos las vibraciones de la barrera radiante del Maitreya, imponiendo otro nivel de vida indispensable para la existencia. Cuando introdujo el cambio a comienzos de la Era, estableció el nivel por encima de los 1.000 metros sobre el mar. Con el transcurso de los siglos, los Grandes Iniciados del Fuego bajaron la barrera hasta la superficie terrestre y a partir de nuestra expedición, las nuevas condiciones de vida penetran en la Tierra y depuran sus ámbitos de residuos de antiguas experiencias negativas. Con nuestros cuerpos de fuego incinerábamos los desechos kármicos hasta reducirlos a ceniza inerte que, con el tiempo, se integrará a los sedimentos planetarios formando basaltos y lavas ardientes. La virtud de los Iniciados del Fuego es la transformación de las cosas usadas en cosas buenas para la vida.
En vista de los resultados que estábamos logrando y la rapidez de nuestro avance, Adelphirake nos reunió en un anfiteatro de grandes dimensiones y formas espectaculares, situado muy profundo debajo del Océano, y nos distribuyó en diversas expediciones separadas, a fin de apresurar nuestra labor. Cada uno iría individualmente por diferentes rumbos y nos comunicaríamos telepáticamente para coordinar los resultados. Cuando fuera necesario, Adelphirake nos visitaría astralmente y nos ayudaría. Así alcanzamos notables resultados, con experiencias diversas que, en el relato se narran a continuación, como quedaron registrados en los Anales Akásicos, para beneficio de futuros expedicionarios.
Los Lemures atacan
Acompañada por numerosos elementales del fuego, que le obedecían fielmente, Rore descendió a mayores profundidades, hacia el centro de las razas lemurianas, donde subsistían en inmensas galerías, “semiciegos, semiinconscientes, deformes y puramente instintivos.” Avanzó audazmente por túneles y corredores oscuros que comunicaban los diversos espacios habitados y en todo momento se percibía una presencia en asecho. Los servidores de la Iniciada se adelantaban hasta gran distancia, por grietas y fisuras, incinerando las criaturas de los abismos que encontraban en sus recorridas, despejando el avance de Rore en todas las dimensiones. No sólo el ambiente pesado y hediondo revelaba la presencia de cuerpos vivos en actividad, sino también un lejano retumbar de timbales golpeados con un ritmo pesado que hacía vibrar densamente el aire de los túneles, como tubos de un órgano prodigioso, provocando el estallido de rocas y derrumbes de galerías. Pero Rore no se detenía; guiada por el sonido y protegida por sus servidores, los elementales de la tierra que respondieron incondicionalmente a los llamados de su mente superior, formando una coraza protectora que abría el camino con absoluta seguridad, desembocó ante un grandioso espacio muy alto, donde estaban reunidos los lemures, por millares, en formación de combate, según su estilo y posibilidades. “Descendientes de la séptima y última subraza, Moo-Za.Moo, eran gigantes de 2,80 metros de estatura, con un cuerpo inmenso sostenido por piernas relativamente cortas, con pies semiredondos planos y de cortos dedos. Los brazos le llegaban casi hasta los pies con cabezas pequeñas. La formación lemur para el combate era así: Sobre un amplio frente se alineaba una fila de machos, tras ésta una de hembras: luego otra de machos, otra de hembras y así sucesivamente. Los hombres iban armados con sus pesados bastones y las mujeres llevaban sobre las espaldas un saco de fibra vegetal en el que llevaban los niños y los frutos alimenticios. A medida que avanzaban, el cadencioso movimiento de su pesado andar producía una vibración que desorientaba a sus enemigos, abriendo inmensas grietas en las cuales se hundían.”
Rore no se inmutó. Voló y se plantó sobre un promontorio en el centro. El ejército lemuriano la rodeó a distancia y atronó el espacio con sus ritmos infernales. Entonces, Rore llamó a los elementales del fuego que acudieron por millares desde el éter y levantaron un anillo ardiente infranqueable. Poco a poco, la Gran Iniciada desplegó la Barrera Radiante del Maitreya en toda su potencia vibratoria, que ella portaba, y fue desintegrando a los gigantes en su estructura biológica prehistórica: caían, se deformaban como un gel nauseabundo que se derramaba por el piso con grandes charcos, humeaban y se disolvían en la oscuridad. Desaparecieron. No tenían mente y nunca volverían ni habitarían ningún espacio. La materia inerte sin dimensiones fue devuelta al depósito cósmico.
Rore continuó su misión investigando rincones oscuros y cavernas luminosas, antiguas ruinas y lejanos corredores y donde encontraba lemures, de cualquier condición, los desintegraba. Progresivamente, con la exclusión de esas criaturas, detritus de una vida superada, el planeta empezó a revivir sus fuerzas interiormente, como ya lo había logrado en la superficie. Sólo los hombres pueden sanar a la Madre Bhumi, y es la tarea de la nueva Raza.
Los encantamientos de Ariel
Los Americanos de la Nueva Raza, aunque externamente son de apariencia semejante, incluso entre los sexos, poseen una personalidad bien definida, con grandes diferencias entre unos y otros, aún cuando pertenezcan a una Comunidad y hayan sido dirigidos por el mismo instructor, porque esta manera de ser es el resultado del desenvolvimiento de sus posibilidades internas, que a medida que se perfeccionan, revelan otras desconocidas que se activan formando nuevas formas de pensar y sentir. Ariel era muy creativo y consideraba sus acciones como pequeñas y efímeras obras de arte. Así como una bailarina, en cada movimiento de su ballet crea una forma nueva, a pesar de las repeticiones, forma que una vez manifestada se disuelve en el espacio, y en esa levedad reside su encanto, así Ariel, en sus acciones contra los atlantes, introduce la fuerza de una obra original, con un poder irresistible.
El territorio que le fue asignado era vasto, aunque poco habitado por restos de lo que fue la brillante civilización atlante. Muy degenerados por la prolongada permanencia bajo tierra en túneles y ruinas sepultadas, sin mente ni estimulaciones afectivas, apenas se desplazaban arrastrándose en grupos pequeños, buscando satisfacer sus elementales necesidades. Raíces jugosas cubren las paredes y caen junto vertientes acuáticas que les aportan minerales necesarios para los vegetales y los detritus. Pero, ¿son humanos sin mente, o post humanos, objetos fuera de la ley moral, como las piedras o los elementales de la Tierra?
Ariel deambula por los corredores al azar, y cuando encuentra a los atlantes o cualquier monstruo de las profundidades, los toca con las manos, suavemente, portadoras del poder del Maitreya y al instante se deshacen en escarcha imponderable, chisporrotean y se disipan. De inmediato, el lugar se transforma y adquiere cualidades primigenias, iluminadas por las radiaciones de las nuevas vibraciones. Ariel no las modifica; simplemente revela lo que siempre fueron y ahora se presentan visibles a los ojos del espectador. Aparecen castillos, palacios de fantasía, puentes y torres, senderos multicolores y muchas construcciones de la más remota antigüedad.
Nº 28 - OTRAS AVENTURAS
Laila socorre a Hipatia
Hipatia y Laila se criaron juntas en el desierto africano, en familias que andaban largas correrías, vinculando los oasis con sus caravanas de camellos, desde el Océano hasta el Nilo. Los monjes del Hoggard los protegían, grupos dinámicos unidos con lazos de sangre que cuidaban la prosperidad creciente de la naturaleza, conservando abiertas las fuentes de agua, las migraciones de los animales y la expulsión de todo elemento extraño que se introducía en sus tierras, fueran robots o quimeras. Las dos jóvenes fueron entrenadas por los monjes en el arte de transmutar los absurdos productos de la locura civilizada en substancias inertes, integrándolos al reino mineral, sin formas.
Con gran experiencia adquirida en sus peregrinaciones por los desiertos soleados, Hipatia y Leila avanzaban por túneles y galerías solitarias, en una zona infectada de robots que, a medida que los perseguían, ellos se refugiaban en subterráneos, algunos naturales y otros, artificiales. Aunque habían de diversas especies, según las funciones que desempeñaban, todos tenían una característica común: odio feroz hacia la nueva Humanidad. No eran antiguos, sino productos de los últimos restos de la civilización tecnócrata que sobrevivían en ciertas zonas del Asia Oriental. Como los Magoos Atlantes de las tradiciones, aspiraban reconquistar el Planeta por medio de autómatas. Algunos de los depósitos subterráneos de robots, eran material bélico de reserva no convencional, para cuando llegara la hora de la venganza, pensaban los Magoos orientales. Pero los robots modernos no eran torpes ni semiciegos, como los lemures; poseían la astucia que les daba la malicia de la inteligencia artificial. Muy peligrosos.
Hipatia había adelantado mucho en sus exploraciones por nuevas galerías de rocas metalizadas, donde encontraba restos de robots desarticulados, piezas sueltas de diversos tipos y materiales sintéticos novedosos, aunque todos dentro de la norma vibratoria antigua, anterior al despliegue de la Barrera Radiante que el Maitreya implantó en la superficie del Planeta. Pero en el interior terrestre, en factorías submarinas y cavernas profundas, a donde no llegaba la radiación del Gran Ser, los androides primero y luego los robots más capacitados, fabricaban artificios inteligentes con programas agresivos. Los rastros que encontraba Hipatia los disolvía con la radiación que portaba, conducían hacia un complejo industrial muy grande bajo las bóvedas de una inmensa caverna, una verdadera factoría robótica. Avanzó entre maquinaria en movimiento, con sus servidores terrestres, cientos de gnomos y hombrecitos de la Tierra que la ayudaban. ¡Era una trampa! Todas eran máquinas robóticas sincronizadas respondiendo a un programa destructor de organismos vivos de cualquier reino y se pusieron en movimiento encerrando a la viajera. Hasta los elementales de la tierra quedaban aprisionados en circuitos electromagnéticos especializados del que no podían escapar. Hipatia expandió la radiación que portaba hasta el máximo, pero los robots atacaban lanzando proyectiles inmunes y algunos la golpearon. Cayó al suelo con una herida en la cabeza y llamó a Laila con toda su alma. Los gnomos formaron una muralla a su alrededor protegiéndola, y llamaron también a sus congéneres que aparecían desde las dimensiones astrales y se trababan en lucha desesperada con los autómatas. Entonces Laila, desde lo alto de una bóveda, se precipitó furiosa, levantó un oleaje de radiaciones y rayos eléctricos que se extendió por la fábrica, incendiando y destruyendo todo a su paso. Hipatia se enderezó y, juntas, recorrieron como un vendaval, la factoría y los túneles sin dejar el más pequeño artificio sin deshacerlo. Millares de elementales terrestres y del fuego, erinias y salamandras, revisaban todos los rincones hasta la más pequeña grieta, limpiándolas de vibraciones perversas. Luego abrieron conductos desde fuentes termales sulfurosas e inundaron todos los espacios de esa zona que quedó descontaminada y limpia.
Big Man y la Ciudad de las Puertas de Oro
El gigante norteamericano avanzaba por las galerías que comunican las regiones donde antiguamente prosperaban las islas Atlantes al este del continente y que fueron sumergidas en el cataclismo que exterminó la raza del tercer ojo. Hombre sociable por naturaleza, acostumbraba desplazarse con numerosa compañía de elementales terrestres, enanos con los que hablaba y trataba de educarlos; pensaba que algún día aprenderían a convivir con los hombres. Los enanos lo ayudaban en todo, porque tenía buen carácter y les hacían conocer viejos territorios. Además, siempre estaban en conflicto con elementales perversos que descendían del psiquismo de los androides y las quimeras. Los elementales de la Tierra también deseaban una morada no contaminada, natural y limpia.
Llegaron finalmente a la “Ciudad de las Puertas de Oro”, no la antigua situada en la Isla Poseidonis, que quedó destruida y sumergida sobre las aguas del mar, sino otra que los sobrevivientes del desastre edificaron en cavernas subterráneas, debajo de la antigua, muy semejante y que nombraron como la anterior. No tenía el esplendor ni la grandeza del modelo antiguo, pero ostentaba puertas de oro y era la capital de los sobrevivientes, durante milenios, hasta que llegó la hora del destino, el encuentro con la nueva Raza y el fin. Estos Atlantes eran sabios, videntes, y conocían la misión especial de Big Man, encomendada antes del viaje por el Señor Maitreya. El enviado llegó a las Puertas de Oro al frente de su gran ejército de enanos y las puertas se abrieron de par en par. Una doble fila de guardias negros con armadura antigua, yelmos alados de oro, lanzas y escudos, se alineaban en ambos lados de la avenida de acceso hasta el fondo, en el palacio del Rey, llamado como la ciudad, Poseidón, que lo esperaba en su trono. Ante las escalinatas, Big Man hizo una gran reverencia y habló en el idioma antiguo, expresando el mensaje del Gran Iniciado Solar al Rey Atlante, cuyo resumen es el siguiente:
“La Humanidad terminó su ciclo de variación oscilante, no desciende más en la solidificación del conocimiento de la materia, ha girado completamente hacia la contradicción analógica y por el principio de Renuncia, ley de la Evolución Universal, avanza hacia la conquista del espíritu. Los rezagados tienen una oportunidad sumarse a la caravana humana. Quienes así lo decidan irán por el camino de la derecha y experimentarán los cambios de vida y muerte como los hombres nuevos. Quienes elijan el camino de la izquierda morirán una sola vez más y serán ubicados en la dimensión que les corresponda en la pluralidad de los mundos, sin reencarnar más. ¡Elije tú el primero, oh Rey!”
Poseidón se levantó de su trono y con gran voz dijo:- “Conocía mensaje antes que tú atravesaras las Puertas de Oro, y me he decidido hace tiempo. Vivir lejos de la luz del sol es muy penoso, y elijo el camino de la derecha, aunque pierda mis conquistas mentales y materiales. Éstas también agobian al hombre.” Y volviéndose hacia su pueblo que lo rodeaba, exclamó: -“Que cada uno elija libremente y encuentre al final del sendero una felicidad mejor que en el nuestro Reino, al que declaro extinto para siempre.”
Majestuosamente bajó las escalinatas del Trono, pasó junto a Big Man por su brazo derecho y avanzó por la avenida acompañado de un grupo de enanos encargados de su alistamiento y salió por las Puertas Doradas hacia el mundo. De igual manera fueron desfilando junto al gigante americano, unos por la derecha y otros por la izquierda, cortesanos, servidores, guardias y el pueblo en general, hasta que la ciudad quedó vacía. Solitario y silencioso, Big Man volvió por la avenida, lentamente, y echando una última mirada de adiós, cerró las Puertas de Oro.
El castigo de los perjuros
La conducción del programa de purificación de la Tierra, en la primera etapa, dirigida por Adelphirake fue magistral, con resultados extraordinarios en los sitios donde actuaron, implantando niveles vibratorios indispensables para las nuevas formas de vida. Los residuos de las viejas civilizaciones, depositados en el séptimo plano astral y en las profundidades terrestres, habían deformado los programas de la Nueva Era energética y obstruyeron el adelanto de la Raza Americana. Compruébese el tema de la energía atómica, entregada por los Dioses para la formación del hombre nuevo, que fue retrasada siglos, milenios, por el empleo de esa fuente de vida espiritual en la destrucción de la Humanidad. Los Santos Maestros decidieron, entonces, limpiar completamente el Planeta de toda suciedad kármica antes de avanzar hacia las próximas conquistas de la evolución y pidieron a los Iniciados del Fuego, especialmente a la Orden conducida por la Madre Abbhumi, una terapia definitiva. Abbhumi eligió un grupo preparado por el Maestro Santiago para llevar a cabo las primeras experiencias quienes a su vez formarían siete centros de vigilancia sobre el globo entero. De allí en más, la Humanidad podría avanzar sin peligro sobre las dimensiones energéticas venideras.
Adelphirake tenía, además, la tarea de terminar con la más peligrosa de las resacas, los últimos restos de magoos negros y los perjuros, los primeros atlantes y los últimos de reciente fecha, reunidos en un mismo lugar físico por afinidades kármicas. Ambos perdieron el nombre y no tienen ubicación en ningún lugar. Dice el Voto Perpetuo de la Ley: “Juro a la presencia de Dios, etc… Si tal no hiciera, sea mi nombre borrado de la faz de la Tierra.” Como no tienen nombre, no poseen identidad y sus rostros son una pantalla en blanco, sin ojos, boca, nariz, ni oídos; sus manos son palmetas sin dedos ni señales. Cuando un ser pronuncia un voto perpetuo, si no cumple la promesa, en la fórmula dicta su propia sentencia; no es necesario ningún tribunal de justicia.
Guiado por sus servidores de la Tierra, Adelphirake llegó a un lugar especial, totalmente cerrado como un globo negro, una caverna grande y esférica, muy pulida, en penumbra gris, con millares de seres humanos de muchas épocas y diversas razas, desde el negro azabache de los magoos atlantes hasta pálidos seres de épocas modernas, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, con rostros lisos y manos como muñones. Un zumbido fuerte, como de panal de abejas cerrado, estremecía el espacio. Era el sonido de miles de gargantas sin boca que repetían: “Juro a la presencia de Dios... etc. Juro…etc.” Adelphirake se detuvo a la entrada de ese ámbito, se conmovió hasta las lágrimas, que bajaron por sus mejillas, saladas, cálidas, porque en una encarnación anterior, cuando vivía el Maestro Santiago, había conocido a muchos. Luego, comenzó el cumplimiento de la misión que lo condujo hasta ese lugar tan triste. El Gran Sacerdote Manes, en el Hoggard, le había indicado que debía concluir con la penosa situación de los perjuros, situación que desequilibraba el estado de la Nueva Era, basada en la armonía entre el corazón y la mente. Le enseñó un conjunto de fórmulas magnéticas que concentraba el poder de la Barrera Radiante del Maitreya hasta niveles insostenibles para esos desdichados. Efectivamente, con la ayuda de ayudantes astrales que lo servían, fue trazando en el espacio de la esfera gris figuras vibratorias que atraían las ondas de la Barrera e incrementaban su potencia hasta un nivel que los hombres sin nombre no podían soportar: callaban, cesaban sus movimientos y se tendían en el piso para dormir, descansar, dejar de ser. Poco a poco se trasparentaban y empezaban a vibrar como la Barrera, borrándose en sombras hasta desaparecer.
El espacio quedó vacío, con una tenue niebla flotando en el aire. Adelphirake lo cerró con una fórmula de final y se retiró. La esfera hueca se había convertido en un agujero negro donde nadie podía entrar ni salir, ocupada por la más alta vibración del Gran Iniciado Solar.
Nº 29 - UN DRAGÓN MUY VIEJO
Me correspondió el ala izquierda del avance sobre el mundo subterráneo de los detritos humanos, al sur del Océano, una región solitaria con pocas galerías, aunque bien conectadas entre sí y muy antiguas. Igual que mis compañeros, iba acompañado de duendes y enanos serviciales que conocían bien las conexiones y no había peligro de extraviarme o sufrir accidentes. Era un mundo desconocido para mí, pero no para mis ayudantes. Habían recibido informaciones del Hoggard desde el comienzo del viaje y comprendían los beneficios que obtendrían del éxito de la operación. Ellos también deseaban paz en sus territorios y consideraban a los detritus como invasores peligrosos. Además, estamos viviendo en pleno siglo 121 D.C., o sea, 101 de la Era Americana, y la situación planetaria es muy distinta a los tiempos antiguos, no sólo en la Tierra, también en la Humanidad que ha cambiado completamente, como ya hemos explicado en estos relatos, con un control de la energía como jamás soñaron los antiguos cristianos.
Viajaba, pues, sin un plan fijo, dejándome conducir por mis guías quienes me habían prometido encuentros interesantes que satisfarían plenamente mi curiosidad innata. Todavía continuaba siendo el reportero del Señor Michaël y me esforzaba para que estuviera contento con mi trabajo. No olvidaré nunca su bella sonrisa, allá en Hiperbórea. De manera que yo seguía a los enanos a donde quisieran conducirme y no me faltaron motivos para retener en mi memoria las imágenes de escenarios portentosos, llenos de luz, movimientos y sonidos. Tampoco me faltaban alimentos nutritivos, aunque extraños, que ellos obtenían para mí, regularmente.
Después de mucho andar, felizmente con pocos adversarios, llegamos a un lugar con muchos corredores, extrañamente verdes por las algas que cubrían las paredes, acuoso y fosforescente. Algunos animalitos extraños, primitivos, se movían perezosamente, tanto en las aguas cenagosas como en las piedras, semejantes a lagartos, iguanas y camaleones. En las alturas, algunos murciélagos levantaron vuelo a nuestra llegada y se alejaron por los corredores. El ambiente era cálido y con fuerte olor orgánico en descomposición. Avancé por una galería que se ensanchaba como un embudo, más y más, hasta desembocar en un espacio grande y alto en cuyo centro una laguna cenagosa se movía en ondas circulares que rompían en las orillas. A mi llegada, se agitaron las aguas y un ser extraño emergió en la superficie, resoplando y haciendo ruido: un dragón verdoso, tal como lo pintaron los admiradores de Lao Tse, un dragón muy viejo, símbolo de la sabiduría humana. Y como algunas pinturas, el cuerpo era un clásico dragón con alas y la cabeza era el retrato del sabio chino. Perplejo, me senté en una de las piedras de la orilla y esperé los acontecimientos. Me acompañaron los enanos, tan intrigados como yo. El viejo dragón se removió bastante en la ciénaga, tomándose su tiempo, hasta que al fin se acomodó, sacudió las alas para librarse del barro y me miró lentamente.
“¿Cómo te llamas y qué buscas en mi casa?” - me preguntó en la lengua común que se habla en la superficie y en los sótanos del Planeta.
“Mi nombre es Io-Seph y estoy recorriendo los subterráneos de la Tierra buscando informaciones para mis superiores” - respondí en el mismo idioma suponiendo, con razón, que él era también era curioso.
“¿Puedo saber quién es tu superior y qué deseas saber?” - volvió a preguntar.
“Mi Superior es la Madre Abbhumi, autoridad suprema del Hogaard y territorios adyacentes y estoy inspeccionando los túneles con mis compañeros, aquí presentes, para conocer e informar señales extrañas de invasores que se han instalado con maquinaria sucia y violenta, sin la debida autorización. Mis compañeros están operando al Norte, con gran eficacia, como seguramente es de tu conocimiento, venerable anciano de los abismos. ¿Y tú cómo te llamas y qué haces aquí?
“Tengo muchos nombres, pero puedes llamarme Viejo Dragón. Tengo también muchas formas y ésta que estás viendo es una de mis preferidas. Conocí a la Reina Abbhumi hace mucho tiempo, cuando era una muchacha que recorría los desiertos del Sahara con sus jinetes guerreros, expulsando a los intrusos, como ahora en el mundo subterráneo”. Si, muchas criaturas extrañas, que antes no se conocían, están llegando a estos lugares, alborotando y bloqueando los corredores con artificios del mundo exterior. Hasta han construido fábricas de autómatas metálicos y utilizan explosivos para abrir nuevas conexiones antinaturales. Los peores son esos robots que dicen ser inteligentes artificialmente, pero sin corazón no pueden tener inteligencia.”
Como el tema de la conversación me interesaba y encajaba bien en los programas de recuperación integral de la Tierra, lo indagué sobre sus relaciones con los otros habitantes de esos territorios: -“Dime, Viejo Dragón, tú que has vivido tanto tiempo en estas dimensiones y sabes más que ningún otro, ¿los robots y los androides que ahora exploran las entrañas de la Tierra, tienen trato contigo? ¿Te obedecen o quieren invadir tus dominios? ¿Has peleado con ellos?
“Mi vida es solitaria y no tengo amigos ni enemigos. Los extranjeros no me visitan, salvo en alguna oportunidad muy especial, como eres tú. Estoy bien informado de los sucesos cercanos y lejanos por mis servidores, y mis viajes astrales. Mi oficio es saber todo desde antes que respirase el primer ser humano. Cuando alguien ha pretendido quitarme lo que me pertenece he sabido actuar rápida y silenciosamente. No soy amado, sino temido, y esto me da suficiente tranquilidad para reflexionar sobre el espectáculo de la existencia humana. Porque también soy humano. ¿No has visto mi rostro de chino viejo? Puedo hablar contigo, me complaces y me contarás las cosas que busca la Madre Abbhumi en las galerías atlantes.
“Tú también me gustas, le respondí, porque amas la paz y las buenas maneras. Creo que podemos hacer algo grande y duradero para bien de estos hermosos lugares si nos ponemos de acuerdo.
“No me gusta trabajar; respondió. Me gusta pensar, meditar, recordar…
“No te preocupes por la acción, repliqué. Tú piensas, imaginas, nos enseñas las cosas más convenientes para la convivencia subterránea y nosotros, los Acuarianos americanos, las ponemos en práctica. Todavía hay mucho que hacer para dejar en condiciones nuestra querida Tierra. ¿Conoces lo que dijo el primer hombre que salió al espacio exterior y la vio entera?
“La Tierra es hermosa, dijo Yury Gagarín, en 1962 de la Era Cristiana. Lo sé todo, amigo Io-Seph. Sí, creo que podemos armonizar. ¿Qué se te ocurre?
“Mira; hablo por mi cuenta y creo que a mis superiores no les disgustará la idea. Los hombres habitamos siempre en la superficie, en los bosques o en el mar. Nos gusta estar bajo los rayos del sol durante el día y mirar las estrellas durante la noche. Las incursiones subterráneas son una anormalidad, cualquiera sea la dimensión que ocupemos, por más bellos que sean los escenarios de tus territorios. Si los humanos han descendido, incluso pueblos enteros, antiguamente y ahora las nuevas criaturas inventadas por error en los laboratorios genéticos, ha sido para supervivir de cualquier manera, esperando que un día volverán a la superficie. Constituyen una grave amenaza para la nueva Raza Americana que busca la armonía de la mente y el corazón, en un planeta equilibrado. Si estamos incursionando en los laberintos con la fuerza del Gran Iniciado Solar es para limpiarlo de los detritus de la vieja civilización.
“Lo que dices es magnífico y yo podría recorrer todos los espacios y galerías sin ser interrumpido. ¿Y cuál sería mi parte en este compromiso?
“Cuando nosotros nos retiremos a nuestro sitio natural, la superficie y el espacio, tú vigilarás el mundo subterráneo y si adviertes la presencia de un intruso del exterior, nos avisas, simplemente lo comunicas al centro del Hogaard y nosotros nos ocupamos de solucionar el problema. No tienes necesidad de moverte de tu casa, si no quieres. Posees los medios adecuados para comunicarte con Manes cuando sea necesario. Tendrás un Planeta en paz por dentro y nosotros lo disfrutaremos en paz por fuera”.
“Lo pensaré y cuando me haya decidido, lo que no es fácil, me comunicaré con tus superiores”.
Llegado a este punto consideré que no había que agregar ni una palabra más, ni quitarla tampoco, de manera que opté por despedirme. Además había actuado por mi cuenta y no quería ni pensar lo que pensarían mis compañeros. Me levanté, hice una profunda reverencia y lo saludé.
“¡Adiós, venerable señor! No creo que habrá una segunda oportunidad para otra conversación tan interesante y animada. He disfrutado con tu amable compañía y la recordaré con placer”.
“¡Adiós, amigo! Y recuerda en tus memorias que todo conocimiento, sin la ayuda del corazón, no es sabio”.
Regresé sobre mis pasos largo tiempo, acompañado por los duendes, pensando en la propuesta que le había formulado al dragón y las posibilidades que se abrían para la estabilización de esa parte del mundo, al menos en Occidente, superando la milenaria confrontación de los opuestos, ahora que estaban dadas las condiciones de equilibrio con la expansión de la doctrina de la Renuncia y la transformación de hombres sin deseo de posesiones, ni ánimo de competencia, trabajando en sí mismos para la liberación individual. Se acabaron los intermediarios en todos los órdenes de la vida y por lo tanto los explotadores delincuentes. Estamos creciendo en la egoencia del ser.
Ensimismado en esos pensamientos vagaba por los laberintos con mi tropa de hombrecitos fantásticos que, para entretenerme, cambiaban continuamente de formas y trajes y simulaban escenas pintorescas, a veces cómicas, otras de maravillas, cuando recibí un llamado telepático de Adelphirake, como solíamos hacer cuando queríamos comunicarnos.
“Io-Seph: ¿Cómo estás? Te necesitan allá arriba, de manera que regresa a la superficie pronto. Te espera un vehículo aéreo con piloto. Estás cerca, en una isla volcánica con muchos conductos que comunican con el aire. No tendrás ninguna dificultad porque tus compañeros enanos conocen bien esa región. El Viejo Dragón se adelantó a ti y conocemos las proposiciones que le hiciste. Parece que le gustaron y ya se comunicó con el Señor Manú, quien nos las dijo a nosotros. Nuestra tarea va adelantada y, al parecer, ha provocado un terremoto en el Lejano Oriente. Los androides, las quimeras y los robots de allá se han aliado y han declarado la guerra a la Humanidad Acuariana. Se están moviendo con mucha fuerza. Los superiores quieren hablar contigo sobre lo que conversaste con el Anciano. Tal vez nos veamos pronto. ¡Adiós!”
Rápidamente le pedí a los duendes que me llevaran afuera y, como son ellos, formaron entre varios algo parecido a una silla voladora y cómodamente ubicado, me transportaron con suavidad por los pasillos, hasta que salí al aire libre y el sol por una de las bocas del volcán, ubicado en medio del Atlántico Sur. Efectivamente, un plato volador mediano flotaba cerca, casi a ras de tierra, con su piloto al pie de la portezuela abierta. Me despedí de mis serviciales acompañantes que se quedaron un rato para ver volar al plato, saludé al piloto que no conocía, ascendimos rápidamente a gran altura y enfiló hacia el Noreste. Hacia la izquierda contemplé un sol dorado que se hundía en el horizonte curvo, despidiendo luces y sombras entre las nubes. Me recliné en la butaca y quedé dormido plácidamente.
Nª 30 - REFERENCIAS
(C = Cursos; E = Enseñanza).
Es muy difícil imaginar cuáles serán las transformaciones que sufrirá el Planeta en nuestra época de cambios globales, aunque ya se han producido algunas modificaciones en el clima por efecto invernadero de la composición de la atmósfera. Por analogía, tomando referencias de la ciencia, las tradiciones, la ciencia esotérica y la Historia Rásica, de las cuales las extracciones de los cursos de Historia de las Enseñanzas son abundantes, podemos conjeturar algunos cambios que hemos presentado en relatos anteriores sobre zonas del planeta donde se desarrollan los acontecimientos. En esta Tercera Parte, que ocupa el mundo antiguo, Europa y África, describimos los paisajes como más conviene a las secuencias de la escritura. Al final de todos los cuentos tendremos una idea general de la nueva geografía planetaria imaginada por el autor. (C. XXIII, Historia del hombre; E. La formación de la Subraza Ario Celta, La Subraza Ario Celta, Fin de la Subraza Ario Celta). Las descripciones de estas Enseñanzas son apropiadas para el Relato 26, aunque las antiguas descripciones son de 50 milenios atrás y las nuestras corresponden a 10 milenios delante de nuestro tiempo.
Londres, París, Roma y Jerusalén: Es un grupo de cuentos que retoma la acción del tiempo moderno suspendida en el Relato Nº 16, al fin de la batalla de Washington y el escenario se traslada a las grandes capitales de Europa. No hay referencias históricas en estos capítulos porque el tiempo es actual y la documentación proviene de las novedades políticas, culturales y económicas de todos los días. El año de la premonición corresponde al 2.025 d.C., fecha interpretada por los estudiosos para fijar la cronología de las Centurias de Nostradamus para el fin de la civilización. Ver: C: XXVI: Historia de las Órdenes Esotéricas. E 12: Los Oráculos Astrológicos.
Los cuatro relatos tienen unidad de acción y el protagonista es el Señor Maitreya que desarrolla su labor libertadora en la forma como había actuado en Estados Unidos, por acción directa, deshaciendo las estructuras políticas y religiosas milenarias. En relación con la iglesia monoteísta unificada bajo la conducción del Papa Pedro Romano, fenómeno exclusivamente político sin consistencia doctrinaria, resuelve el problema destituyéndolo, al reclamar la devolución de la autoridad suprema de la Iglesia integrada que poseía por delegación hereditaria.
El personaje Ahasvero es conocido en literatura por la novela de Eugenio Sue “El Judío Errante” y en la tradición Evangélica popular. Varios escritores modernos han retratado el personaje, relacionado siempre con el retorno de Jesucristo en este tiempo. En el relato el carácter del personaje es contrario a la tradición y se mueve en total enemistad con Maitreya. Forma parte de la mítica Orden de David, súper secreta, y con sus colegas inician la Guerra Atómica Mundial. En conversaciones con Hijos de Comunidad, el Maestro Santiago afirmó que la Guerra Atómica se iniciaría desde Israel.
El Hogaard. Hay una hermosa Enseñanza: “La Sabiduría Árabe Esotérica y la Mujer Velada”, del Curso “Historia de las Órdenes Esotéricas”, donde el Maestro Santiago describe poéticamente la unión de la mente con el sentimiento, característica de la nueva Era Acuariana. El Hogaard es un grupo montañoso en el centro del desierto africano que antiguamente lucía un clima benigno, más húmedo, y reunía un grupo selecto de la Orden del Fuego. En la Enseñanza citada, el Fundador afirma que Abbhumi, la mujer velada, fue la última encarnación, y en otra Enseñanza declara que la Orden del Fuego, en el astral, es conducida por una mujer que ya no encarnará jamás.
Atlántida: La principal referencia sobre este mundo perdido está en Platón, quien recoge las informaciones que transmitieron los sacerdotes egipcios a su abuelo Solón, uno de los siete sabios de Atenas. De nuestra parte, las referencias provienen del Maestro Santiago quien en su juventud realizó un viaje astral a los mundos subterráneos y describió paisajes y laberintos que vio con sus ojos, encontrando seres vivos, restos degenerados de lemures y atlantes. Está descrito muy bien en la Eseñanza Nº 3, “Vida interna de la Tierra”, del curso “El Devenir”. El tema del continente perdido ha despertado la imaginación de novelistas y cineastas quienes han desarrollado las secuencias con perspectiva moderna de aventuras populares. Nosotros consideramos la vida en el interior de la Tierra bajo el concepto de supervivencia en la filosofía de los mundos plurales politeístas. Como puede comprenderse por la lectura de los relatos premonitorios, con la presencia del Fuerte Libertador Maitreya, el Planeta se está renovando por sí mismo y la nueva raza contribuye a la depuración de la Humanidad en todos los frentes, continentes, mares, atmósfera y los laberintos subterráneos, último bastión de los enemigos de la evolución humana. Los hombres americanos ascienden hacia el espíritu y los detritus combaten para volver atrás. Ver completo el Curso “El Devenir”.
Escenografía Atlante: No es difícil describir la escenografía subterránea donde se desarrollan las escenas de los siete aventureros Acuarianos contra los retrógrados androides, de todo tipo. Actualmente hay muchas cavernas, algunas de grandes dimensiones, que han sido explorada por los espeleólogos y abiertas al turismo, además de las excavaciones artificiales para uso de la minería, las comunicaciones terrestres y, similares a las que presentan los relatos, fábricas militares. Los alemanes, durante la Segunda Guerra Mundial, trasladaron sus fábricas esenciales bajo tierra, como las que construían los misiles V-2. Los vietnamitas llevaron parte de su lucha en los subterráneos del “Camino de Ho Chi Min”. De manera que, a pesar del estado decadente de los sobrevivientes lemures que encontró el Maestro Santiago en su viaje astral, podemos imaginar que una inteligencia superior, ¿el Demonio?, los dirigía. Para
informarse sobre estos venerables ascendientes, creadores del primer hombre que podía caminar, es bueno consultar las Enseñanzas. Curso XXIX. “Antropogénesis, E. 5, 6, 7, 8 y 9”. El sistema bélico de Rore, ante tremendos adversarios que dominaban vibraciones pesadas, fue el despliegue de la Barrera Radiante del Maitreya, ante la cual los androides eran dominados por una radiación muy sutil que los desintegraba orgánica y psíquicamente, como actualmente utiliza la tecnología de las ultra radiaciones.
Los robots: Las guerreras Hipatia y Laila tienen que luchar contra adversarios artificiales de metal, plásticos y cerámicas. No son orgánicos, sino mecánicos de avanzada ingeniería con los más adelantados circuitos electrónicos de la informática del futuro, que algunos llaman “inteligencia artificial”. Son muchas las películas que presentan estos temas y el lector está familiarizado con el sistema. En estos relatos, los artificios se mueven en un espacio electro magnético determinado, propio de cada época. Lo mismo ocurrió en la “Lucha de los 1.500 años”, donde los magoos atlantes utilizaban monstruos mecánicos conducidos por elementales en un espacio determinado. Al cambiar el eje magnético de la Tierra, como está ocurriendo en estos tiempos, perdieron el control de los elementales y los monstruos caían a tierra. Hipatia y Laila manejan un nuevo espacio desde la Barrera Radiante y los robots son desintegrados.
La Ciudad de las Puertas de Oro: En este relato, Big Man encuentra un grupo de Atlantes sedentarios, pacíficos, que desean la Paz. La propuesta que les presenta es aceptada de inmediato, y los sobrevivientes aceptan lo que más les conviene. Se llega a una depuración de las antiguas construcciones sin derramamiento de sangre y el jefe norteamericano puede volver a sus tierras muy satisfecho con su inteligente actuación en tierras lejanas.
Los Perjuros: Éste es el más penoso de los Relatos, porque la obra del Maestro Santiago con las almas, Cafh, se construyó sobre promesas juramentadas de los Hijos, desde el comienzo del Camino hasta la muerte, pero, desgraciadamente, los perjurios fueron masivos. Por eso la acción de Adelphirake es justiciera, rápida y sella con silencio perpetuo su memoria en el más perfecto sistema egipcio.
El Viejo Dragón. Con el Viejo Dragón concluye esta tercera parte de las crónicas del narrador y su presencia en occidente y deja la puerta abierta para nuevas aventuras en Lejano Oriente, en donde, al parecer, se ha encendido una nueva guerra de Razas: los viejos androides teutones, desesperados como los Atlantes en su momento final, contra los Acuarianos que conocemos, nosotros. El plan de esta obra escrita contiene 50 capítulos o relatos, de los cuales se han presentado 30. Deseamos que tengan un final feliz, como en esta tercera parte y que los antiguos, con sus confrontaciones y maldades, desaparezcan definitivamente del Planeta. Esa es la intención del Señor Maitreya, llamado el Fuerte Libertador porque es eficiente es su labor y no pierde tiempo en negociaciones improcedentes. Estos Relatos Premonitorios son una continuidad de las Enseñanzas de Santiago Bovisio, expresadas en forma popular de cuentos para que todo el mundo las comprenda. Los temas claves de la Doctrina de la Renuncia están presentados aquí en forma de narración rápida, sin complejidades psicológicas ni dudas morales. Los personajes actúan cada uno en el papel que le corresponde sin hesitar, están convencidos de lo que hacen y no pierden tiempo con problemas de conciencia: ponen en práctica las ideas presentadas en las Enseñanzas.
El Dragón es símbolo de la sabiduría humana y, como se muestra en el relato, sabiamente comprendió que el futuro y la paz estaban en los hombres nuevos. Aceptó la propuesta fraterna de Io-Seph y se comunicó con Manes, acordando una situación que le convenía mucho: no estaba obligado a trabajar, tendría el mundo subterráneo limpio y depurado de enemigos y podría pensar en las cosas buenas que se presentaban con sus nuevos amigos y protectores.
CUARTA PARTE - ASIA
Nº 31 - LA VISIÓN DEL MAESTRO SANTIAGO
¿Cuánto tiempo estuve en el entresueño? No lo sé. Al abrir los ojos me encontré envuelto en una suave fosforescencia que iluminaba la cabina, sin sombras. Mirando por la ventanilla redonda de mi izquierda hacia fuera observé un cielo negro tachonado con miles de rutilantes estrellas. Volábamos muy alto, más allá de la atmósfera terrestre. Y al volverme hacia la derecha, descubrí al Maestro Santiago sentado en otra butaca mirándome en silencio. Estaba más joven que otras veces, con un aterciopelado rostro de fuego y cabellos cortos igualmente dorados. Vestía una amplia capa de fibra color celeste, alpaca tal vez, que lo cubría hasta los pies, con mangas largas y anchas. Me levanté, besé su mano pidiendo la bendición y regresé a mi lugar, sin hablar, mirando mis ropas grises y los pies calzados con sandalias de esparto. El silencio se prolongó mucho tiempo, y yo sentía interiormente una dicha creciente, sin imágenes ni pensamientos. Una claridad transparente inundaba el espacio y en esa claridad, escuché la voz del Maestro que me hablaba. Éstas fueron sus palabras como quedaron grabadas en mi memoria:
“Navegamos. Siempre nos movemos, en el espacio, en el tiempo, en la imaginación, en los sentimientos, en la vida y en la muerte, más lejos aún, hasta llegar a la quietud de Dios. El misterio cambia de formas y significados. La Eternidad es cambiante, igual que el Infinito. La muerte tiene tantas formas y significados, aún para aquellos que la consideran un fin, que es imposible definirla. Habría que presentar explicaciones diferentes para cada segundo de muerte. No saber implica un movimiento permanente, un viaje, una transformación continua del ser, un vaciamiento progresivo hasta alcanzar la Renuncia perfecta. Cenizas.
“Navegamos por la Geografía, la Historia, el Universo Interior. Las aguas del mar dan vueltas en el globo terráqueo una y otra vez, incansablemente; el tiempo histórico gira hacia delante y hacia atrás sin encontrar un fin. Igualmente, el individuo y las comunidades, el peregrino y las razas, el poeta y los místicos, yo y tú, transitamos la pluralidad de los mundos El sabio, los enanos y sus riquezas, los niños, el moribundo, los detritus en sus infiernos, los androides, el robot en los chips, tú y yo, viajamos incansablemente, en línea recta progresiva, en contradicción analógica, derrotados, olvidados, triunfantes en las tradiciones. Existir es viajar.
“Viajamos en esta nave ingrávida por los espacios que rodean al Planeta, envueltos en la luminosidad de una idea y un destino, aunque nos gobiernen misiones diferentes: tú marchando hacia el centro de Oriente para encontrar y cantar las expresiones del Gran Amor de Michaël; yo buscando los ruinas de Kaor y las huellas de la Piedra Negra donde están grabadas las sentencias de la Idea Madre de la Raza, escritas por la mano del Fundador, el Divino Manú Vaisvasvata. Como afirmamos hace tiempo, al comienzo de la Raza Americana, diez milenios atrás, en una Enseñanza: “Cafh cree firmemente en esta Revelación Arcaica, y además asegura que aún puede ser descubierta su afirmación categórica y escrita en alguna parte inexplorada y oculta de la Tierra. No terminará la presente Raza Raíz sin que sea descubierta para que todas las Revelaciones que fueron dadas durante el curso de la Raza vuelvan a encontrarse ellas mismas y puedan volver a esa gran reunión de almas y de credos, que ha de ser el fin de la Gran Obra Divina sobre la Tierra. Todas las Grandes Revelaciones Arias nos permiten deducir la Idea escrita sobre la Piedra Negra que sella la Tumba de la Madre Divina. Primero: La necesidad natural y espontánea del hombre de buscar a Dios con sus propios medios, sin tenerlo delante suyo o con posibilidades de verlo para ganar su liberación. Segundo: La liberación del hombre por sí mismo, no de golpe, sino por etapas, naciendo, muriendo, reencarnando, pasando por los infiernos, purgatorios y cielos. Tercero: El hombre ario entonces tendrá necesidad inherente de desarrollo moral, de anhelo de mejoramiento, de perfección y de dignificar sus actos. Los Iniciados Solares de la Primera Categoría son aquellos que transmiten la Revelación de la Idea Madre de la Raza. Fueron los Iniciados Lunares, discípulos de estos Iniciados Solares, quienes redactaron y escribieron sobre la Revelación en forma histórica. Todo hombre, entonces, tiene la obligación moral de conocer, amar y practicar la Revelación Divina y esta Revelación Divina que conoce a través de la Tradición ha de ser el norte de todo hombre que desee alcanzar su liberación espiritual.
“El gigante Manú gravó con sus manos los jeroglíficos de las Siete Verdades de la Idea Madre delante de sus discípulos y enterró la piedra en las grutas de Kaor. Luego se elevó a los cielos. Los discípulos, en gran número, se distribuyeron por la faz del planeta, fundando escuelas iniciáticas y preservando la Idea Madre. Yo fui uno de ellos y emigré por el continente hasta encontrar un refugio secreto en las montañas volcánicas de África. Reencarné muchas veces en diversas regiones, la penúltima vez, durante el reinado de Amenofis IV, para defender la Idea Madre; la última, al comienzo de Acuario. La Idea Madre se expandió por el Planeta y ahora debo encontrar la Piedra, porque el enemigo también la quiere para sí.
“Estamos en la mitad del Camino, esa larga marcha que comenzó hace millones de años en el Polo Sur, cuando las mónadas se acercaron a los primeros modelos para habitarlos, trazando un círculo descendente desde el espíritu inmortal hacia la materia. Sucedieron las Grandes Razas Raíces unas tras otras, Urania, Hiperbórea, Lemuria, Atlante, Aria, a través de las edades, perfeccionando cada vez más el instrumento de vivir en la Tierra hasta llegar a nuestros días, cuando el hombre ha conquistado la materia hasta sus últimos secretos y, creyéndose un Dios, la quiere para sí, aislado, soberbio, separado de la Unidad. A mayores profundidades no puede descender y el círculo del destino ha empezado su marcha ascendente. Michaël, Señor del Sistema Solar, ha cambiado el giro de la rueda, y el hombre debe ascender hacia las dimensiones espirituales dejando atrás los frutos de sus conquistas. El Enemigo, la Dama Negra, perderá lo que ha conseguido en la materia, poder, lujuria, riquezas, dominio, inmortalidad y ahora, en la mitad del Camino, cuando pasado y futuro están a la par, con la balanza de Libra en un equilibrio transitorio, quiere la Piedra Negra para sí, con la Idea Poder, para echarla en el platillo de la balanza y volcar la fortuna a su favor. Mi misión es encontrar ese objeto de poder, creado por Manú al comienzo, hace 130 milenios, antes que la Dama Negra lo destruya y preservarlo en un lugar santo inaccesible, guardada por los Caballeros Americanos del Fuego. Desde el comienzo, allá en Kaor, ésa fue la misión de la Sagrada Orden del Fuego y por eso ha tenido tantas luchas a los largo de la Historia. Los enemigos intrigan pensando que si la Piedra es destruida la marcha de la Humanidad volverá a la materia y allí permanecerá bajo su dominio, como ha sucedido en los últimos milenios. El momento es decisivo y las fuerzas en conflicto son parejas. Acuario controla América, pero el gran continente oriental está en manos de androides y robots de avanzada inteligencia artificial. Sus recursos bélicos son inconmensurables.
“En el siglo XX de la Era Cristiana los sabios lograron la transformación de la materia en energía empezando una nueva etapa en la evolución humana, pero esa gran conquista fue utilizada para el mal. Un siglo más tarde, al iniciarse el milenio Acuariano, un sabio ruso reveló el procedimiento matemático para la transmutación de las cosas en diversas dimensiones, conocido como el enigma de Poincaré, poniendo en manos técnicas el poder de la materia hasta lo fantástico, igualando a los Poderes del Cielo. Les falta el código secreto que está encriptado en la Piedra Negra del Manú Vaivasvata, escondido en las ruinas de Kaor. Mi tarea es descubrirlo antes que los androides lo utilicen como utilizaron la energía nuclear en la destrucción de la civilización. Sus ejércitos se han movilizado, pero llegaré primero porque fui testigo viviente de la sagrada escritura.
“Estamos situados sobre los montes Kuen-Lun en el centro de desiertos ilimitados y pedregosos. Oasis alejados unos de otros prosperan albergando animales de toda especie, pero poco comunicados entre sí. Las antiguas caravanas trashumantes desaparecieron definitivamente y sólo robots especialmente preparados lo transitan de vez en cuando. Los Acuarianos utilizan naves aéreas como ésta para sus necesidades, pero son escasos; se agrupan en oasis protegidos formando pequeñas comunidades autosuficientes sin comercio ni intercambios culturales. Vamos a descender a baja altura sobre el desierto de Taklamakán, la meseta del Tibet y más al norte, para observar la situación actual de los robots automáticos de los androides recorriendo estas regiones de un lado a otro, buscando, explorando, preguntando en las comunidades, comunicándose con los detritus escondidos en las profundidades, siempre sobre lo mismo: la Piedra Negra del Manú: ¿Dónde está?”
Hasta aquí las palabras del Maestro. Descendimos casi a ras de tierra y exploramos velozmente diversas regiones: lagos, ríos, planicies, bosques, aldeas con sus rebaños de dromedarios, caballadas salvajes que galopaban alegremente, rebaños de yaks, praderas verdes junto a los ríos, convoyes mecánicos explorando las más lejanas tierras, la antigua Lhasa con el Potala en ruinas completas. Hacia el Sur resplandecían las cumbres nevadas de los Himalayas y a medida que avanzábamos al Este aumentaban las poblaciones androides con enjambres de máquinas, en permanente movimiento. De noche llegamos hasta las costas del Océano Pacífico y una larga cadena de ciudades iluminadas, muchas de ellas flotando sobre las aguas.
Regresamos volando a gran altura hasta los Kuen Lun y aterrizamos suavemente sobre una planicie verde en algún lugar para mí desconocido, flanqueados por cumbres nevadas. Era el fin del viaje y la despedida. Descendimos a tierra. La mañana estaba soleada y cálida, con una suave brisa y aromas vegetales. El Maestro me dijo: “Ahora es tu aventura, tus descubrimientos y tus conquistas. Los consejos están demás. Te dejaré mi capa como recuerdo y compañera de viaje, muy útil en los momentos de necesidad. La hicieron las Ñustas de Tiahuanaco y entre otras virtudes te brinda invisibilidad si pronuncias la formula apropiada. ¡Adiós, Io-Seph.”
Telepáticamente grabó en mi mente las palabras mágicas. Lo dejé junto al plato volador, empecé a descender por el prado y al volverme para saludarlo, había desaparecido junto con la nave. “¡Adiós, Maestro!” murmuré y seguí caminando.
Nº 32 - ANDROIDES, QUIMERAS Y ROBOTS
(Explicación necesaria: Al llegar a este punto de los Relatos Acuarianos el conflicto de las ideas se encuentra en un punto crítico, tal como está ocurriendo en los días que el autor escribe, pero didácticamente aclarado en sus directrices fundamentales para que se comprendan. Hoy, año 8 de la Era Americana, la confusión social es completa y nadie sabe distinguir el bien del mal, el pasado del porvenir, la religión de la economía; los senderos se bifurcan en un laberinto sin salida. Es un problema insoluble para la mentalidad moderna. En los Relatos las cosas son claras: los androides, quimeras y robots están en un lado, coherentes en sus contradicciones; del otro lado, los Acuarianos se comportan con acciones y pensamientos perfectamente definidos. Esta manera de presentar las fuerzas humanas en conflicto ayudará a comprender la doctrina de la Renuncia cuyas ideas en las Enseñanzas no están clasificadas y, a veces, parecen compactas y herméticas, difíciles).
Rápidamente descendí de las alturas de los Kuen Lun dirigiéndome hacia el Oriente buscando las fuentes del Río Amarillo que desemboca en el Pacífico, irrigando las mayores concentraciones humanas. A veces utilizaba la capa celeste como parapente y planeaba hacia los llanos. Verdadera maravilla de artesanía futurista, servía para muchas cosas; nunca pasé frío con ella y ofrecía un confiable acondicionador del clima. Tenía la capucha tan bien confeccionada que podía cerrarla completamente, como el traje de un astronauta, podía aislarme del exterior e incluso ingresar en otras dimensiones inexpugnables. Liviana y suave, en el revés las Ñustas habían entramado fórmulas y software mágicos muy útiles para quien pudiese leerlos y utilizarlos correctamente; las Hijas del Sol conservaban la sabiduría Atlante y la ponían a disposición de los Iniciados del Fuego. Yo había aprendido a manejar los programas en el Templo de la Iniciación de Teotihuacan en encarnaciones anteriores.
Al llegar al gran río de Oriente seguí su curso, caminando por la ribera y navegando en embarcaciones de pescadores, para encontrar manifestaciones humanas que fueran atractivas en mis crónicas. Me acompañaban algunos servidores de la Tierra que había utilizado en la incursión por los túneles del Atlántico Sur. Ellos permanecen en sus dimensiones respectivas, invisibles para los androides y atienden mis pedidos de alimentos, recursos, defensa o lo que fuese. Además, estoy viajando en territorios que aún conservan costumbres sociales primitivas, como el comercio, el dinero, la propiedad privada, la corrupción, etc., necesitaba algo que sirviese de intercambio para conseguir algunas cosas como viajar en embarcaciones, informaciones, entrevistas y estos androides eran tan codiciosos e inescrupulosos como los antiguos humanos de la civilización del dinero. En algunos casos, como se verá más adelante, necesitaba tener mucho en mi bolsillo para conseguir cosas, pero no era ningún problema, gracias a mis servidores de la Tierra. Bastaba pedirlo para que de inmediato, mi bolso se llenase de monedas antiguas de oro y plata, piedras preciosas y otros objetos de intercambio entre androides news, quimeras insaciables y robots corruptos. Algo semejante al dinero electrónico de los Bancos antiguos. Como sucedió con el ilustre Conde Saint Germain en la Europa del siglo XVIII, mis servidores saqueaban tumbas y templos en ruinas y, con habilidad sobresaliente, aportaban todo lo que les pidiese.
Para el lector de los Relatos no será difícil imaginar la sociedad asiática del milenio diez por que es parecida a la del siglo uno que poseía los mismos ingredientes humanos, sociales, financieros y morales desordenados. En un breve esquema presentaré esos constituyentes para que se comprendan mejor las secuencias de mis reportajes.
Androides: Son humanos nacidos por reproducción, natural o artificial y su mente es elemental con pocas neuronas en funcionamiento. Sus cuerpos invisibles se disuelven después de morir y reencarnan rápidamente desde los últimos planos astrales, sin aprender las Enseñanzas de los Santos Maestros. Cada vez es mayor el porcentaje de los nacimientos defectuosos producidos por clonación, con ovarios múltiples en matrices animales y quimeras creadas especialmente para esa función. La esterilidad de las mujeres es casi total. Se ha llegado a crear embriones sintéticos en laboratorios para reemplazar a los genéticos que no se producen espontáneamente.
Quimeras: Son animales diferentes que producen los laboratorios utilizando órganos de diversas especies como un mecano biológico, con un objetivo utilitario. Intensamente practicado en los comienzos del Siglo Uno en vegetales y animales que producían alimentos como productos fabriles, trajo graves defectos genéticos en la raza humana. Cuando se empleaban equipos avanzados en su composición, como inteligencia artificial, cerebros humanos y de simios, las quimeras servían de matrices para embriones, trasplantes de órganos, experimentos de laboratorio y trabajo esclavo.
Robots: Armados con materiales diversos, metálicos, cerámicos, plásticos y orgánicos, son productos fabriles con una función especifica, especializada. Se utilizan en fábricas, oficinas, transportes, fuerzas armadas, seguridad y comunicaciones. Su historia es muy antigua, desde el siglo XX, d.C. A lo largo de los siglos, los robots se había multiplicado en número y variedad, desde minúsculos ingenios que necesitaban microprocesadores para construirlos hasta mastodontes que no se pueden mover; fábricas completas funcionan como un robot único, incluso ciudades grandes, en la costa del Pacífico, formaban gigantescos robots inteligentes, habitadas por autómatas que actúan como humanos y los imitan. Utilizan quimeras y discapacitados como esclavos. Los robots constituían la fauna del décimo milenio, tan exótica, pintoresca e imprevisible como las especies animales y vegetales de la naturaleza. Pero lo que en las especies naturales era inocencia espontánea, en las especies artificiales era malicia y cálculo.
En el centro de China, todavía se llama así, aunque no tiene estatus político determinado, con ciudades importantes y gran movimiento de gente, vehículos y autómatas incansables, me desplazaba con cierta comodidad, ya que había entendido las reglas del juego sociales y las jugaba. Les llamaba la atención mi traje celeste y les explicaba que se usaba en las tierras de América. Esa región les provocaba recelos y perplejidad. Eran ignorantes, analfabetos y oscurantistas como los primitivos americanos. El desarrollo superior se había desarrollado únicamente en centros místicos apartados como en el antiguo Egipto entre los elegidos por sus cualidades interiores. Las masas decayeron en los más bajos niveles culturales y morales; la tecnología elemental les ofrecía los pocos beneficios que les sujetaba y los robots se multiplicaban por sí solos, en fábricas automáticas subterráneas. ¿Dónde encontraré las pruebas del Gran Amor de Michaël? Los hombres se han transformado hasta límites insospechados y cuesta reconocerlos. Pero si el Señor lo dijo, las encontraré. ¿Acaso los hombres no eran ángeles en sus comienzos, cuando empezaron a descender hasta la materia? Lograron conocerla y trabajar con ella, como les habían señalado, a un precio muy alto. Siguen siendo hombres, a pesar de todo. Han llegado hasta las cenizas. Debo encontrar las pruebas del amor de Dios, incluso en las cenizas. Porque desde los abismos ascenderán, paso a paso, hasta volver a ser ángeles con la sabiduría del Cosmos. La Humanidad debe recorrer el Camino de los Místicos de la Renuncia. Encontraré huellas de la fuerza del Amor de Michaël.
He caminado muchas semanas por estas zonas montañosas cubiertas de bosques que han recuperado su antiguo esplendor, con variedades casi desconocidas de árboles, helechos y bambúes. La fauna es igualmente abundante y variada, de animales e insectos prodigiosos, productos de mutaciones genéticas por la radioactividad, la ingeniería y la evolución en un medio transformado. La población humana está dispersa y diezmada, con recursos primarios como los que aparecen en América; viven en cuevas y chozas de bambú y unas pocas aldeas. Lo que más llama la atención es la ausencia de niños; son pueblitos de ancianos unidos por afinidades y la necesidad. La esterilidad de las mujeres es completa y comprar un chico es muy caro. Es el objeto más codiciado y muchas veces es imposible conseguir uno, incluso en sociedad con otros grupos para compartirlo en horarios determinados.
Había entrado a una aldea pequeña de unos 30 habitantes viviendo colectivamente, cuando llegaron unos carromatos conducidos por quimeras, del sexo femenino, servidas por robots de mediano porte armados con largos cuchillos. Eran vendedoras ambulantes de niños pequeños que podían mantenerse por sí mismos, caminar y comer solos. Despertaron gran agitación en los aldeanos alrededor de la jaula donde eran transportados, cuatro varones y dos chicas, vestidos con harapos en medio de frutas y hortalizas a medio comer. Los robots mantenían a cierta distancia a la gente mientras las quimeras pregonaban su mercadería. Las mujeres hablaban con los chicos y le tendían las manos, llamándolos y algunas de ellas rompieron en llanto desesperado. Los aldeanos preguntaron por el precio, pero era tan elevado que, aún juntando el dinero de todos, no podían comprar el más barato.
Me acerqué a los vendedores y hablé con la patrona del negocio, una quimera más animal que humana, grosera y repugnante. Pregunté por los precios y me fue señalando el valor de cada chico, tal como estaba; pero yo quería todos, para dejarlos libres en el pueblo. No tenía problemas de dinero porque mis servidores de la Tierra me entregaban al instante la cifra necesaria. La quimera me dijo: “Treinta monedas de oro”. Metí la mano en mi bolso y saqué un puñado de mexicanos oro antiquísimos; habían más de cincuenta piezas y las arrojé al suelo para que todos las vieran. Las vendedoras los recogieron y se mostraron conformes con grandes carcajadas. De inmediato abrieron las jaulas y los aldeanos alzaron los chicos y se los llevaron, ahora llorando más que antes, de alegría. De inmediato ordené a los vendedores que se fueran y, con recelo, se alejaron sendero abajo, peleando entre ellos por el reparto del oro. Los robots también querían su parte, pero fueron eliminados de alguna manera especial y quedaron retorciéndose en el suelo, en corto circuito.
Quedé solo en medio de la aldea. Los campesinos se habían refugiado en algún lugar, apartado de la espesura del bosque, con sus niños. Me dije: “El llanto de esas mujeres sin esperanza ¿no es señal de la fuerza del Amor de Michaël?” Me sonreí conociendo la respuesta y me alejé.
Nº 33 - UNA QUIMERA DE AMOR
Las ciudades, como sus habitantes, poseen características tan diferentes unas de otras que es difícil definirlas con precisión, de manera que se dice “es una aglomeración variable de personas desde treinta mil habitantes hasta treinta millones, como la antigua Tokio”. Hay ciudades pegadas unas al lado de otras a lo largo de los ríos, ciudades dentro de otras ciudades, ciudades orgánicas y otras artificiales, ciudades acuáticas, otras de altos rascacielos y algunas subterráneas. La ciudad que tengo ante mí, en la planicie allá abajo, es una telaraña pegada al suelo y semejante a una red, aunque de dimensiones grandes, varios kilómetros desde el centro abultado y palpitante hasta el perímetro fortificado. Es una quimera fabril construida por androides con robots especiales que aún están ahí, manteniéndola viva, dedicada especialmente a producir niños clonados, el mejor negocio de esta época de esterilidad. Ésta produce soldados por millares, a pedido de corporaciones, mafias y traficantes de guerras.
Me pregunté: “¿Será posible encontrar manifestaciones del Amor de Michaël en algo tan criminal como esta fábrica de la muerte?” Y decidí investigar y obtener las señales. Había que ingresar al laberinto y debía estar preparado Simularía ser un traficante sudamericano buscando armas y mercenarios de elite. Llamé a mis colaboradores élficos y les presenté mi plan, que ellos aceptaron contentos. Se internaron en los bosques buscando lo que necesitaban. Yo esperé que oscureciera.
Por la noche la telaraña se iluminó completamente, se encendieron los reflectores del domo central y escuché una música atronadora, mezclada con órdenes de mando, gritos de dolor y carcajadas de alguna orgía. Me envolví en la capa, bajé la capucha, pronuncié el mantram correcto y, sin ser visto, me deslicé por la ciudad quimera, mirando, escuchando investigando los secretos de ese monstruo tan extraño. Los carriles que formaban la red eran sendas de comunicaciones intensamente vigiladas por robots armados y cerraban espacios cercados que cumplían funciones determinadas desde la gestación de los clones hasta la entrega de soldados perfectamente entrenados en artes marciales con el nivel de la época. En el cruce de los carriles había edificios que controlaban los grupos en cantidades fijas, desechaban los clones defectuosos y entrenaban soldados. La Maternidad, como se la conocía, era laboratorio genético, maternidad, guardería, jardín de infantes, escuela, academia militar, cuartel, ampo de entrenamiento, circo de artes marciales, cárcel, emporio comercial, centro mafioso y gobierno local al mismo tiempo, entreverado, mezclado y muy productivo financieramente. No respondía ante ninguna ley y tenía un autócrata al frente de las gestiones. Sus agentes eran temidos en la región y reconocidos a larga distancia. Su objetivo único y excluyente era el dinero en cualquier forma y como las mafias antiguas, tenían protectores ocultos a quienes servían. Los laboratorios estaban equipados con matrices biológicas automatizadas y controladas por quimeras muy extrañas, hábiles en el manejo de los instrumentos; en las salas de parto, si se puede decir así, los bebés eran atendidos y alimentados directamente por madres clonadas con ubres de varios pezones para amamantarlos, las guarderías eran ruidosas con risas y llantos infantiles, en las aulas de la escuela llenas de alumnos con uniforme militar, aprendían técnicas de lucha, armamentos y disciplina, en la academia se les enseñaba tácticas de combate, entrenamiento de campo, manejo de armas de fuego y a matar. A los veinte años el soldado, hombre y mujer, habían completado su formación y estaban listos para la venta. Presentaban un aspecto saludable, sin enfermedades ni defectos físicos; eran estériles y despiadados.
A la mañana siguiente cuando desperté, estaba acompañado por cinco tigres siberianos de gran porte, magníficos en su piel oro y negro y unos colmillos temibles; también estaban los Elfos, muy satisfechos. Me acompañarían visibles en la aventura. Rápidamente se convirtieron en palafreneros con rica vestimenta medieval, y trompeteros heraldos. Descendimos de la colina y con gran estilo entramos por una de las avenidas: yo iba montado en el felino más grande, dos marchaban delante y dos detrás; un heraldo, con bandera blanca desfilaba unos pasos delante; los otros, con diversos emblemas, águilas, hachas de ceremonia y otras insignias, formaban la retaguardia. De vez en cuando, alguno de los tigres anunciaba nuestra presencia con fuertes rugidos: a veces todos rugían a coro junto con el mugido de las trompetas. El desfile era espléndido, y rápidamente la calle se llenó de curiosos de todo tipo, androides desocupados, niños clonados que jugaban en el parque, jóvenes practicando artes marciales, quimeras charlatanas que salían de los edificios cercanos y robots que aplaudían con sus manos de aluminio. Fuimos directamente hacia el domo central, a donde convergían todas las calles. Tenía que entrevistar al Presidente de la Maternidad.
Debo señalar que, desde la desaparición del hombre depredador, los tigres siberianos, como las demás especie diezmadas, se multiplicaron prodigiosamente con abundantes alimentos y espacios abiertos. Se unieron con los tigres de bengala y compartieron con leones africanos que recorrían las sabanas los títulos supremos. Los guardianes Acuarianos los protegían y vigilaban sus territorios. Los androides sobrevivientes se mantuvieron cerca de la costa y allí prosperaron, como esta fábrica de soldados esclavos que visitaba.
El edificio tenía una entrada grande con una guardia de soldados veteranos cuidando las puertas, pero eso no fue obstáculo para mi comitiva que avanzó rugiendo y trompeteando; las puertas se abrieron. Entramos a un hall grande y alto, con sirvientes de todo tipo y sexo que rodeaban al jefe mafioso, pavoneando de pie ante un gran escritorio. Era un individuo mezcla de todas las razas, blanca, negra, amarilla, con muchas joyas en el manto de seda, maquillado como una mujer, peluca verde, tratado en el quirófano muchas veces. Me acerqué decididamente.
“¿Qué buscas?”, me preguntó con voz afeminada.
“Soldados. Los mejores, perfectos, duros y me han hablado de los tuyos”.
“Son muy caros”, agregó. “No traes recomendación ni credenciales”.
Venía preparado. Metí la mano en el bolsillo y saqué un puñado de rubíes grandes que desparramé en la mesa. Volví a meterla y saqué esmeraldas. “Estas son mis credenciales”, dije. El androide se abalanzó sobre la mesa y empezó a acariciar las piedras. Jadeando me preguntó: “¿Cuántos soldados quieres?”
“Todos los que tengas si me convencen, pero quiero verlos uno por uno y los seleccionaré. Suelta las joyas y muéstramelos”.
El jefe dejó las piedras en la mesada y dio órdenes. Sus hombres se movieron rápido y afuera, en el espacio trasero, hubo ruido y movimiento. Me invitó a mirar. Los tigres saltaron sobre la mesada, se acostaron sobre las piedras y acompañé al traficante de esclavos hasta una galería externa. Afuera, el espacio formaba un amplio circo de arena con galerías altas en su perímetro. Los soldados, hombres y mujeres, formaron delante de las galerías, en las que se acomodaban los espectadores, alumnos de la escuela, empleados y la guardia de robots armados. Los soldados eran jóvenes, de unos veinte años y vestían ropas antiguas cortas. Portaban armas blancas de todas clases y algunas protecciones. Todos se parecían porque eran clones. Estaban entrenados para exhibir un espectáculo de sus habilidades, como en los circos romanos.
Bajamos a la arena y recorrimos las filas de combatientes: igual estatura, serios, adustos, el mismo armamento. Yo miraba esa juventud hermosa y sacrificada y me preguntaba dónde encontraría las señales de Michaël. Entonces le supliqué a gritos en la lengua antigua:
¡Michaël Amon Adonai.
Michaël Amon Adonai.
Michaël Ada Agni.
Bet Asur ank Asurica!
Me detuve frente a un soldado y le pregunté: “¿Cómo te llamas?” Me respondió: “A/02624/481025”. Al soldado que estaba a su lado le pregunté lo mismo y me dijo: “A/02624/481026”. Le dije al mercader: “Quiero verlos trabajar.” Dio órdenes a sus ayudantes, nos apartamos hasta un sitial elevado y esperamos.
La pareja empezó a combatir con espadas cortas moviéndose por la arena, pero sin mayores resultados; parecía un teatro. Yo movía la cabeza negativamente, decepcionado. El mercader los animaba con gritos destemplados y desde la tribuna el público los insultaba. El ambiente se puso pesado y no pasaba nada. Evidentemente, los soldados no querían lastimarse. El patrón se enfureció y bajó a la arena, insultando al soldado, gritándole: “¡Mátala! ¡Mátala, imbécil!”. El soldado enfrentó al patrón y le suplicó: “No puedo. La amo.” Y arrojó la espada al suelo. El mercader, con chillidos histéricos, recogió la espada y la hundió en el pecho del soldado. La chica con un grito atacó al asesino y de un solo golpe le cortó la cabeza. Se levantó un tumulto formidable y desde las galerías los robots empezaron a disparar. La mujer soldado cayó muerta. Me envolví en la capa y desaparecí. Volví al hall junto a los tigres y miré hacia abajo.
Se produjo un desorden de grandes proporciones y los soldados, como tocados por una magia extraña, rompieron filas y asaltaron las galerías altas, donde los robots disparaban mecánicamente, pero no podían contra los soldados entrenados que habían encontrado un motivo para luchar. Los elfos se mezclaron con ellos y les gritaban algo que conocían: “¡A los bosques! ¡Huyan! ¡Lleven a los niños que puedan caminar! Váyanse. ¡Libertad! ¡A los bosques!” Los soldados clones, instantáneamente habían comprendido la fuerza del Amor de Michaël y, hombres de acción, guerreros, lucharon hasta más allá de la muerte.
Ya de noche, en la misma colina de la víspera, observaba cómo los incendios reducían a cenizas la quimera del odio. En el horizonte estallaban otros incendios. La rebelión se propagaba. En los alrededores boscosos se escuchaban las voces de los que escaparon. Y pensé: El Amor de Michaël es fuerte. La pareja de clones enamorados formaba un cuerpo místico con los demás soldados. El Amor es uno solo y de todos.
Nº 34 - EN EL LEJANO ORIENTE
Transcurrieron algunos meses y yo me había desplazado al sur recorriendo las regiones más activas, pobladas e interesantes del Lejano Oriente. En esas tierras no existen naciones como las conoció la época cristiana, sino un confuso conglomerado de poderes medioevales en permanentes conflictos internos y externos. Había política elemental, que es el instinto de conquistar y mantener un dominio sobre los hombres, como siempre ha sucedido en las comunidades que no han conocido las leyes de la Renuncia. El siglo primero de la Nueva Era, en las grandes concentraciones urbanas, presentaba ese caos permanente de los instintos primarios, suciedad física, desorden, irregularidad en las relaciones, injusticia, predominio de los más fuertes, aberraciones sexuales en las costumbres e ignorancia generalizada como podía comprobarse en las metrópolis Río de Janeiro, Buenos Aires o Calcuta. ¿Encontraré señales del Amor de Michaël o el odio de Satanás es más fuerte y duradero? Tengo que ver para relatar.
Hablar de la Humanidad, describirla, pensar en ella y sacar conclusiones que ayuden a vivir es muy difícil en estos tiempos porque no se sabe qué es Humanidad y menos aún qué es un hombre. Hace tiempo, los naturalistas dieron definiciones simples de la especie, con ideas que utilizaron para plantas y animales y la ubicaron en un Reino aparte. No explicaron nada, ni aún su naturaleza corporal. Los posteriores estudios sobre psicología profunda, neurología, genética y demás especialidades avanzadas crearon más confusión. En aquella época, como en ésta, hablar de una sola Humanidad es un error; hubo y hay muchas. La concepción unitaria de la condición humana es un derivado del monoteísmo oscurantista: un Dios, un mundo, una Humanidad, una vida y un poder absoluto a semejanza del Dios personal. En la nueva sabiduría actúan visiblemente los mundos plurales, las dimensiones paralelas, varias Humanidades. Para comprender las leyes que las gobiernan, aunque parezcan incoherentes, hay que aplicar las Enseñanzas: contradicción analógica, el Ired, una ética del bien y el mal, los mundos plurales, la mística de la consumación, la reencarnación, los Grandes Iniciados, el Karma, el Devenir y la Idea Madre de la Raza Aria.
Hay muchas Humanidades que se desenvuelven en dimensiones divergentes con estilos y objetivos diferentes, algunas en el mundo material visible compartiendo los mismos espacios. Provisionalmente las hemos denominados androides, quimeras, robots inteligentes y de otras maneras. Todas luchan para sobrevivir y heredar el futuro y, si es posible, eliminando a los competidores. En este siglo 100, las diferencias entre los diversos tipos se han acentuado por evolución, procesos genéticos y las cambiantes condiciones del medio. Estas tres grandes Humanidades, sin contar los Acuarianos que se han desenvuelto en la presente Era, se subdividen en agrupaciones más pequeñas, aunque no trataremos esta cuestión tan complicada; en otras ocasiones hemos tenido ocasión de caracterizarlas. Continuaremos los Relatos con Acuarianos, Androides, Quimeras, Robots y las luchas continuas para lograr la supremacía. ¿Quiénes serán los dueños del Planeta e impondrán su voluntad: la inteligencia artificial de los Robots, la biología vegetativa de las Quimeras, los instintos pasionales de los Androides o la espiritualidad de los Americanos?
La situación geográfica en el Milenio X es la siguiente:
A. El planeta continúa su largo período estable con un clima equilibrado, sin estremecimientos, limpio de residuos radioactivos, polos descongelados, una expansión creciente de la fauna y la flora, un mundo nuevo a medio construir que busca su destino.
B. África y América están descontaminados con poca Humanidad, la necesaria. No tienen concentraciones androides en decadencia salvo en algunas regiones sudamericanas que pronto serán resueltas en relatos próximos. Los Acuarianos son pocos, contados, muy desarrollados evolutivamente y viven en comunidades interconectadas armoniosas que ya hemos descritos en los primeros relatos.
C. Androides. Se han mantenido en grandes ciudades de Asia prolongando las costumbres que dominaron la vida del siglo XX d.C. Estériles, se reproducen por ingeniería de bajos niveles genéticos. Están concentrados en Oriente formando multitudes impresionantes, como en el siglo XX d.C. en permanentes conflictos bélicos.
D. Quimeras. Especies sintéticas de androides, animales y prótesis mecánicas, con muchas subdivisiones. Productos de la tecnología, se subdividen en géneros incontables, según las necesidades. Se mantienen con alimentos sintéticos balanceados, incluyendo sus propios deshechos y cadáveres.
E. Robots. Dinámicos y estáticos, la inteligencia artificial instalada en robots y enormes ordenadores tiene vida independiente y se reproducen con sus propios recursos. Utilizan androides y quimeras como esclavos. Generalmente viven fuera de la costa, mar abierto. en instalaciones flotantes o sumergidas, formando escuadras de burbujas móviles con armamentos desconocidos. Los más inquietantes para la Raza Americana son grandes ordenadores resultado de siglos del auto perfeccionamiento de la inteligencia artificial. Están diseñados para ser excluyentes, mecánicos, dominadores de las otras especies para durar indefinidamente. Han movilizado a los grupos que odian a los Acuarianos y esperan, a corto plazo, conquistar el Planeta. Necesitan las claves de la Piedra Negra y la buscan.
Estas tres especies no tienen capacidad de vuelo, privilegio de los Acuariano otorgado por Maitreya. Coexisten sobre un mismo territorio con luchas y competencias salvajes por el dominio regional, pero la proliferación poblacional los empuja a una confrontación masiva. En el siglo XX de la Era Cristiana la Humanidad se encontraba en situación límite similar, al borde del holocausto y la amenaza de una catástrofe que pusiera fin a su existencia, pero la intervención del Gran Iniciado Solar Maitreya, reencarnación de Jesucristo, salvó la especie humana, implantó una barrera radiante que permitió el desenvolvimiento del Hombre Nuevo y su cuerpo de fuego, estabilizó el Planeta, implantó las leyes de la Renuncia y abrió el futuro a los predestinados. Los detritos murieron por millones o sobrevivieron en estado de discapacidad permanente; con el tiempo se multiplicaron y, como los últimos Atlantes Magoos Negros, ambicionaron volver y conquistar la Tierra. Éste es el momento de los Relatos y la misión del Relator: ¿Queda alguna esperanza de Amor Divino en esas especies derrotadas antes que el tiempo se consuma? Dijo el Maestro Santiago, al comienzo: “¿Serán tan consecuentes con su misión, los Hijos de la Renuncia, que impidan la inminente destrucción que precederá a la Era de Sakib?”
Como mi programa literario es ambicioso y el tiempo disponible escaso, opté por un comportamiento no convencional en los viajes y en las relaciones con nuestros parientes raciales: utilizaría los recursos físicos y astrales Acuarianos a mi disposición y me presentaría abiertamente en cualquier circunstancia. Los Acuarianos se habían desarrollado en las regiones atlánticas, pero en Oriente sus comunidades eran pequeñas, aisladas, inaccesibles. Si me era posible las visitaría también para conocer sus experiencias y opiniones sobre el futuro inmediato.
Me encontraba en una montaña cerca del Mar de China Meridional, entre los bambúes de un hermoso bosque, acompañado por mis servidores élficos, los cuales jugaban con un grupo de pandas tiernos y susurrantes, y observaba un puerto activo allá abajo, en la bahía, con navíos que se movían continuamente, juncos, barcos de guerra metálicos y barcazas con remeros. El puerto estaba amurallado, como en la antigüedad y en los alrededores se producían combates, ardían granjas y campos; se escuchaban explosiones y gritos de guerra. En la ciudad cercada había gran movimiento de soldados.
Llamé a los Elfos, me envolví en la capa y descendí planeando en parapente hasta la ciudad. Toqué tierra en el centro de un mercado popular, en medio de canastos de frutas, pescados y las cosas extravagantes que pueden encontrarse en esos lugares pintorescos, bulliciosos y desordenados. El gentío era grande, de todas las especies, mezclados con animales domésticos, vehículos extravagantes, quimeras rarísimas y robots. Mis servidores me protegían, aunque estaban invisibles. El alboroto fue grande y me encontré rodeado de una muralla viviente. Pero me temían y a medida que caminaba lentamente me iban haciendo lugar. En realidad no sabía a dónde ir y me dirigí hacia el edificio más grande que tenía a la vista. Los elfos me seguían y se habían incorporado algunas salamandras del fuego que desplegaron una cobertura protectora cáustica. Algunos curiosos se acercaron más de lo conveniente y resultaron con las manos quemadas. Los robots entraban en corto circuito apenas la tocaban quedaban paralizados. El espacio a mi alrededor se ensanchó y pude desplazarme cómodamente. Hablaban entre ellos dialectos varios y algo pude entender. Llegué al edificio que no tenía puertas y entré. El salón era amplio, altísimo, cubierto de tejas y las paredes mostraban galerías corridas con barandas de madera. Detrás abrían muchas puertas que mostraban salas y oficinas, con gente por todos lados. Me instalé en el centro del espacio y grité en lengua común: “¡Quiero hablar con el patrón!” Alguien, oculto tras el gentío, respondió desde lo alto: “¿Quién eres y para qué quieres hablar con el Jefe?” Respondí: “Me llamo Io-Seph, soy Acuariano y vengo desde América. Quiero negociar.” Volvió a preguntar: “¿Qué quieres negociar?” “¡La paz! Déjate ver.”, respondí con fuerza y se armó una batahola de gritos. Un androide se asomó sobre la baranda y bajó las escaleras. Al ver mi protección eléctrica, se mantuvo a distancia. Portaba armas a la vista y lo rodeaban gendarmes armados y feroces. Su aspecto era descomunal y trataba de intimidar. Me dijo gritando: “¡Si quieres negociar ven a mi cuartel y te escucharé!” Le respondí: “Eres el Jefe, ¿verdad? Entonces este salón es el comando; entre los hombres hablaremos para que puedan escuchar mis palabras. Si te niegas iré fuera de las murallas y negociaré con tus enemigos. Me da lo mismo uno que otro; sin adversarios no hay combates. ¡Nosotros no queremos la guerra! ¡Queremos la paz!” El Jefe se mezcló con la gente y cuchicheó un rato. Reapareció y dijo: “Está bien. Habla lo que quieras para que podamos decidir.” Me subí a una mesa de mercaderías; doce Elfos se hicieron visibles y me rodearon en círculo enfrentando a un público asombrado. Su aspecto era imponente, con ricas vestiduras de terciopelo y oro. Usaban largas cabelleras y yelmos emplumados. Sobre el manto portaban grandes espadas envainadas de caballeros medievales y empuñaban escudos heráldicos altos de vivos colores. Hablé.
“Estos guerreros que ustedes ven aquí son los mejores soldados, muy antiguos, más antiguos que los androides, las quimeras y los robots, anteriores al mundo destruido por guerras atómicas. Son guerreros de hazañas heroicas y nombres famosos, lucharon en edades pasadas contra enemigos perversos, enemigos de Dios, de la Humanidad, la Naturaleza y el progreso espiritual. No son hombres violentos y codiciosos como ustedes, quimeras absurdas, robots fanáticos productos de la vanidad de los tontos. Son Elfos, la primera Humanidad, que alegraba los jardines de la Tierra con sus canciones y protegía a los desamparados. No luchan más. Viven en un espacio donde ustedes no pueden entrar. Son amigos de los acuarianos que tampoco quieren guerras. Juntos limpiamos el planeta. Y nosotros, hombres de la nueva Raza Americana exhortamos a vivir en paz. No me dirijo a todos, sino al Jefe. Si uno sólo se decide, me retiraré conforme. Si el Jefe deja sus armas y sigue el ejemplo de los Caballeros Élficos los demás conocerán el camino de la paz. A ti, Jefe, te esperaré en la montaña de los bambúes hasta mañana a la hora de salida del sol. Si no apareces, bajaré hasta el campamento del ejército que sitia este puerto. Uno solo debe venir esta noche”.
El silencio era impresionante. Bajé de mi tribuna y salí, acompañado por los Elfos. Todos permanecieron quietos sin saber qué hacer. Sin órdenes, no sabían actuar. El Jefe permanecía callado; lentamente subió las escaleras por donde había bajado y se encerró en su oficina. Yo deambulé por unas callejuelas desiertas, me envolví en la capa celeste y desaparecí con mi guardia.
Esa noche, entre los bambúes, solitario y pensativo, me sentía decepcionado. ¿Cómo podrían esos individuos en guerra, primitivos e ignorantes, conmoverse ante un discurso tan pobre, sin aliento ni emociones? ¡Qué pretensión la mía de buscar resultados espectaculares a bajo costo, con un espectáculo de guerreros medievales pertrechados con un vestuario espléndido y largas espadas que no lastimarán nunca! ¡Estoy buscando éxitos, como los escritores de antes! Me falta humildad y sentido común.
Amanecía. La montaña empezó a llenarse de una luz rosada. Sobre el horizonte del mar se extendían los rayos del Sol. Y poco después un enorme globo rojo se fue elevando lentamente. Es el Señor del Mundo, Michaël, que trae alegría, libertad y paz a los hombres, pensé, y recité un antiguo Om en su honor. Se escucharon ruidos cercanos en la espesura y los pandas que habían dormido en ese lugar se movieron alejándose hacia arriba por un sendero. Entonces apareció el Jefe, apartando unos bambúes, completamente armado como lo conocí en el puerto. Sin decir palabra, se fue desprendiendo de sus armas, fusil, pistolas, cuchillos, las cartucheras llenas de balas, algunas granadas y otras cosas que traía en bolsos. Luego las arrojó a un barranco, en los matorrales. Finalmente se cruzó de brazos y me enfrentó: “¡Aquí me tienes! No hay más guerra. Soy un hombre de paz. Allá abajo, en la ciudad, los soldados han negociado con los enemigos que se están retirando. ¡Mira los barcos de guerra cómo se alejan echando humo por las chimeneas. Las armas se están tirando al mar. No hemos dormido en toda la noche”.
Yo estaba perplejo, admirado y muy contento, porque empezaba a comprender. “¿Qué sucedió? Todo se resolvió rápidamente” le pregunté.
“No fuiste tú ni tus palabras las que movieron al pueblo. Fueron los guerreros antiguos quienes nos tocaron adentro, el silencio de sus labios, la fuerza de sus ojos llenos de recuerdos lejanos, el gesto inconmovible, las manos poderosas sujetando espadas que ya no matan, la paz que hay en ellos. ¿Puedo yo tener esa paz y esa fuerza? ¿El pueblo llegará algún día a ser tan fuerte como ellos que no combaten más?”
Lo miré con mucho cariño porque estaba diciendo lo que yo no fui capaz de decir en mi discurso. Y le respondí: “Si, Jefe, tu pueblo alcanzará lo que tu logres. No hace falta que te vean, sino que lo realices. Tu camino recién empieza. No regreses al punto de partida. Continúa hacia el Oeste, hacia las montañas nevadas donde los sabios te enseñarán la paz interior. Toma este Ank, signo de la vida, y los Hombres Nuevos te enseñarán a ser fuerte en la paz.” Y le entregué un collar con el talismán de plata.
Me miró intensamente, en silencio, sin expresar emociones, y con gran determinación ni despedidas, se encaminó por el sendero donde los pandas habían escapado. Me quedé largo rato pensando, feliz. No fueron mi discurso ni la presencia majestuosa de los Elfos que movieron los corazones de aquellos seres, sino la fuerza del Amor Divino, Señor del Mundo. Miré hacia arriba del mar y vi al Astro Rey iluminando la Tierra.
Nº 35 - EL LOTO BLANCO
El Lejano Oriente siempre fue tierra de sociedades secretas desde la antigüedad, más intensa que en Europa del siglo XVIII o los cultos religiosos de Egipto, aunque con características diferentes. Cuando en una sociedad se implanta un poder autoritario desmedido y los individuos pierden libertad, espontáneamente surge el secreto, las relaciones entre elegidos y la asistencia mutua de sus componentes, por lo común juramentados. A lo largo de la Historia han surgido sociedades secretas con objetivos y estructuras diferentes: Las Órdenes de Caballería Musulmanas y Cristianas en la Edad Media, las Logias políticas de siglos XVIII y XIX en Europa y América, las mafias fuera de la ley, los servicios de inteligencia y espionaje de los Estados, las instituciones financieras que custodian dinero y valores económicos, el conocimiento científico de proyectos militares peligrosos y otros que la opinión pública desconoce. Algunas de estas fuerzas ocultas poseen claves para ser activadas, como los misiles nucleares del siglo XX, o las puertas blindadas de los tesoros bancarios. El secreto protege algo que se considera valioso y se quiere guardar para uso de los que conocen las claves de apertura. También la Naturaleza tiene muchos secretos que no revela fácilmente; sólo con investigación disciplinada y perseverancia logran los científicos develar sus misterios, unas veces de gran beneficio para la Humanidad, como la penicilina, otras catastróficas como la bomba atómica. Con el desenvolvimiento de la sabiduría politeísta de los mundos plurales y el conocimiento de la Doctrina de la Renuncia a pleno, en la Nueva Era fundada por el Maitreya, las cosas secretas están fuera de lugar y el ocultamiento es practicado por androides y robots que todavía están estructurados en el miedo de la antigua civilización. Los Acuarianos-Americanos desarrollados viven en la más amplia libertad de pensamiento y la practican generosamente. Muchas obras al final de la época cristiana han intentado descubrir las cosas ocultas, “Isis sin Velo” de Blavatsky, “Las Enseñanzas de la Renuncia” de Santiago Bovisio y otras, pero el misterio sobre la Era de Sakib, el Maitreya y la amenaza atómica continúan pendientes. Sólo los próximos años vividos a pleno por la Humanidad, sea como fuere, revelará el destino de los hombres.
Caminaba yo sin rumbo fijo al comienzo del décimo milenio de la época americana, entre la muchedumbre de un puerto antiguo del Mar de China que ha conservado su nombre inicial, Macao, como tantos lugares y accidentes geográficos del lejano Oriente. Los hábitos de las masas permanecen porque se mueven en los instintos básicos de la existencia y no tienen capacidad de transformarse; su evolución es lentísima. El individuo, segregado del magnetismo dominador de las multitudes puede evolucionar visiblemente en una encarnación y desapegarse. Es la mayor promesa de la Era de Sakib, la aristocracia del ser, Egoencia.
Macao, semejante al Macao del siglo primero, es caótica, comercial, múltiple y, básicamente, centro continental de los juegos de azar, con una pasión rayana en la locura. La existencia en el Milenio X había perdido todo significado trascendente y, por influencia de siglos de tecnología aplicada al consumo, la vida era una mecánica que se podía armar, agregar, quitar y volver a armar, como los relojes. La Naturaleza es orgánica y los hombres son mecanicistas. Si bien no tenía la arquitectura antigua, Macao resultaba fascinante para criaturas con voluntad de satisfacer sus deseos a cualquier precio. En Macao la moral no existía; reglamentaciones y policía tampoco. Cada uno contaba con su propio cuerpo de seguridad. El intercambio, la compra y venta, los negocios se realizaban en Macs, monedas acuñadas por la mafia dominante. Los valores financieros eran el oro, la plata, las piedras preciosas, los servicios personales, la vida. Todo se resolvía sobre el mostrador de mercancías, en las mesas de juego y en las oscuras callejuelas del puerto.
Deambulaba, pues, entre robots de todas calidades, quimeras múltiples, androides presurosos y bestias que servían para el transporte, búfalos, elefantes, caballos, gorilas transgénicos y otros que no podía reconocer. Al llegar la noche salía fuera de la ciudad y me apartaba parajes de grandes árboles y dormía entre el follaje, abrigado y protegido por la capa. Me acompañaban Elfos que proveían alimentos y lo que necesitase, en este caso, dinero circulante de la ciudad, monedas de oro. Siempre tenía en mis bolsillos la cantidad necesaria para una compra o para jugar en el casino. ¿Qué voy a comprar si tengo todo? Voy al casino a jugar y perder, pues espero encontrar allí manifestaciones del Amor de Michaël. ¿Por qué no, si el sol también alumbra estas tierras viejas y experimentadas? Había muchas casas de juego, opulentos palacios que ocupaban manzanas bien iluminadas, casas donde el grupo familiar con niños apostaban, rincones secretos iluminados con una lámpara de aceite donde se jugaba sobre una manta sucia en el suelo, con pistolas y cuchillos a la vista.
En las tardes concurría al centro donde los mejores casinos lucían sus pretenciosas fachadas y entraba en uno barroco, llamado Mayà, la ilusión, el más prestigioso. Los casinos no cerraban por la noche; siempre abiertos, devoraban multitudes. Nunca hablaba; me acercaba a la misma mesa que ofrecía un juego similar a una ruleta que giraba y giraba asistido por computadoras y empleados que daban y recibían el oro de las apuestas. En silencio sacaba de mi bolsillo diez Macs de oro, los ponía en un número y perdía. Luego ponía otros diez en el mismo número y volvía a perder, así hasta cien monedas, sin ganar jamás. Luego me levantaba de la silla y me retiraba, sin pasar por la cantina ni saludar a nadie. Cuando regresaba a la sala de la ruleta el día siguiente me esperaban los curiosos y un sillón tapizado para que estuviera cómodo. Al retirarme me seguían algunos y nunca tuve un incidente porque mis servidores se ocupaban de ellos eficazmente de inmediato.
En la décima visita a Mayá, cuando me levantaba de la mesa luego de haber perdido lo que aposté, un chino con vestimenta tradicional me rozó, hábilmente puso un objeto en mi mano y desapareció entre la gente. Cuando pasaba por los salones abrí el puño y encontré una medalla de plata, con un loto grabado en bajo relieve. A unos metros de la salida estaba el chino, me miró y salió. No me esperó, sino se adelantó unos cincuenta metros para que lo siguiese a distancia Comprendí su juego y así procedí; parece que deseaba conducirme a algún lugar, sin testigos. Nos internamos en el antiguo barrio chino, el operativo estaba bien planificado, hasta llegar a una casa con tejas de lacas rojas, en cuya puerta de entrada me esperaba; al acercarme, la abrió y con un gesto me invitó a entrar. Lo hice, el guía cerró la puerta permaneciendo fuera; su misión había terminado.
Me encontré en un hall simple, sin adornos ni muebles, con otra puerta en la pared opuesta. A ambos lados, dos damas vestidas a la antigua, me saludaron con una inclinación, sonrientes, y abriendo la puerta me invitaron pasar. Así hice; mis protectores invisibles señalaron que no había peligro. Entré en un salón grande bien iluminado y decorado con muebles tallados, biombos y luminarias colgantes. Me esperaban chinos de mediana edad al parecer cultos, vestidos pulcramente, quienes de pie me saludaron en su estilo. Les correspondí. Entonces, el más anciano, en el centro hizo las presentaciones personales y yo di mi nombre y mis actividades. El anciano Chang se sentó en un rico sillón tapizado con seda blanca y me invitó a hacer lo mismo en otro preparado para mí. Los demás permanecieron silenciosos de pie. Resumiendo: Eran miembros de la Sociedad El Loto Blanco, en Macao, y estaban informados de todo lo que sucedía en ella. Cuando les informaron que un extranjero jugaba en el casino grandes sumas y siempre perdía, sin ganar jamás, entendieron que había un mensaje que venía de Occidente, de la Orden del Fuego. “Los Hijos de la Madre Abbhumi son sabios; nunca ganan cosas materiales. ¿Pero como hiciste para conseguir tanta riqueza?”, me preguntó Chang. Respondí: “La trajeron mis servidores de la Tierra.” Y a mi pedido se hicieron visibles tres Elfos y, como tienen un humor excelente, se presentaron como los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar, blanco, rojo y negro, vestidos según las leyendas con turbantes y coronas. Saludaron en silencio y cada uno derramó un puñado de monedas de oro a los pies del anciano. Chang exclamó: “¡Son auténticas, reales! ¿De dónde salieron?” Entonces Melchor, solemne, respondió: “De la caja fuerte del casino.” Todos nos reímos alegremente y volvimos a nuestros lugares. Para los Reyes Magos, que permanecieron visibles, trajeron sillones tapizados en seda dorada, y asistieron hasta el final de la conferencia. Habló el anciano Chang; un breve resumen de los temas considerados, es el siguiente:
“La Sociedad El Loto Blanco es más antigua que la presente raza. Tal vez sea una de las vertientes que fluyeron desde Kaor, cuando el volcán colapsó, como la Orden del Fuego que derivó hacia Occidente, portando la misma tarea: la conjunción armoniosa del espíritu y la materia. Cultivamos el conocimiento de los mundos plurales y los sabios antiguos en esta tierra se destacaron por la ecuanimidad de sus doctrinas, desarrollando invariablemente la Idea Madre de la Raza Aria. No practicamos cultos de un Dios personal, hegemónico y excluyente. Hemos convivido con diferentes especies, como ahora, incluyendo los artificios de la tecnología, ordenadores, robots, quimeras y otros. Esta parte del mundo sigue siendo el infierno con los restos de la Humanidad sobreviviendo en los más bajos instintos; la vida no tiene valor, la Naturaleza está contaminada con los desechos inmundos de una sociedad perversa, no tenemos esperanzas de un cambio, todo lo contrario, se preparan acontecimientos nefastos. Las masas ocupan las costas y las islas, pero el mar pertenece a los robots que han desarrollado una tecnología prodigiosa. La inteligencia artificial es independiente de la asistencia humana y con sus propios recursos han progresado y poseen movimiento autónomo. Produce lo que quiere, soldados, mineros, técnicos capaces, espías y quiere todo, lo puede todo. Es el amo perfecto, sin sentimientos, con tolerancia cero. Moran en el océano profundo, aislados, en inmensas burbujas autosuficientes. No necesitan alimentos y obtienen la energía por transmutación directa de la materia, como los desaparecidos atlantes. Es una amenaza tan grande como el poder atómico de los androides del siglo primero. Se han puesto en movimiento. Se acercan a las costas. Han ocupado con soldados autómatas gran parte de los archipiélagos, exterminando a las razas autóctonas. Los miembros del Loto Blanco escaparon a tiempo emigrando al continente, como un adelanto de la gran migración que ahora se producirá, desde Manchuria hasta las islas tropicales. Somos un millón de personas. Estamos preparados para encontrar una tierra nueva, imitando al Manú Baivasvata, al comienzo de la Raza Aria. Necesitamos ayuda de la Orden del Fuego y consideramos que tu presencia en Macao es la señal esperada para el gran éxodo que está por comenzar.
Nº 36 - UNA LARGA MARCHA
Ha transcurrido un mes desde el encuentro con el Loto Blanco. El asunto era tan grave y urgente que envié Elfos con mensajes documentados de la información que me entregaron a los principales centros de la Orden del Fuego, Manes, Sumo Sacerdote del Hoggard, Uxmal, Superior de Teotihuacan en Norteamérica y Emérico, Superior de Huechulafquen en América del Sur. En pocos días, tres grandes naves aéreas descendieron en las afueras del puerto y allí tuve el encuentro con los enviados, no en tierra, sino en el espacio; se elevaron y permanecieron sobre Macao, inmóviles, como los antiguos platos voladores. Encontré a dos conocidos de estos relatos, Adelphi Rake y Rore, más otros discípulos que conocía de años atrás. Conferenciamos varias veces pues traían directivas precisas para actuar de inmediato. En este relato no me ocuparé del ataque de los robots; quedará para otras narraciones, sino de la marcha de los emigrantes del Loto Blanco hacia el Oeste que, de hecho, había comenzado.
Nosotros, los Hijos de la Orden del Fuego, no combatiremos. Nuestra misión es proteger la retirada de los emigrantes, calculados en un millón de individuos, ayudando todo lo que fuera necesario, dada la superioridad operativa de las naves, ya que los nativos y los robos no tienen capacidad de vuelo. El plan era el siguiente: Adelphi Rake con una nave cubriría la costa Norte, desde Macao hasta Manchuria. Rore, con otra nave ocuparía el Sur hasta la península malaya completa. Yo, con la tercera, permaneceré en Macao en contacto permanente con la cúpula del Loto y como reserva en apoyo de los otros dos. Los robots agresivos del Océano seguían invadiendo islas que no habían alcanzado, hasta ocuparlas completamente, incluyendo Australia. Afianzarse en ellas, destruyendo toda oposición, incluso algunos tipos de robots independientes, les llevaría tiempo; pero seguían firmes en sus objetivos, sin variaciones. Esta estrategia militar rígida permitía a los emigrantes una mejor organización del éxodo, que se había preparado de la siguiente manera:
Los dirigentes del Loto Blanco eran sabios y prudentes; pensaron que una operación de envergadura continental debía tomar como ejemplo a los sabios antiguos y planificaron la marcha como hizo el Manú Baivasvata al comienzo de la Raza Aria y desde las mismas regiones. Dividieron al éxodo en diez secciones independientes que partieron desde otros tantos centros de concentración de la costa y por diversas rutas se encaminaron hacia el centro del continente, donde los Himalayas se unen con los Hindu Kush, en el hermoso país de Kashmir, algunos por el norte de los Kuen Lun, otros por el Tíbet y los demás por el sur de los Himalayas, siguiendo la cuenca del Ganges. Una de las naves estaba a mi disposición, con tripulación completa bien preparada; con mis compañeros y las autoridades del Loto Blanco hicimos una recorrida completa del frente, donde los dirigentes de la emigración iban dando las órdenes de partida. Previamente, por sugerencia de Adelphi, se eligió un chino de alta jerarquía como Jefe Supremo de toda la operación, al que llamaron Mao, en recuerdo de un antiguo estadista que fue famoso en el siglo XX d.C. y realizó una hazaña parecida. Mao eligió los jefes de cada columna de marcha y revisó los preparativos. Puse a su disposición mi nave y tripulación para adelantar e inspeccionar los preparativos. Mao iba y venía desde la península malaya hasta Corea; resultó ser un conductor tan eficiente como su ilustre antecesor. Cuando estimaba que un grupo de cien mil individuos estaba preparado, daba las órdenes de partida, al mando de un Jefe capaz elegido por los emigrantes. En poco tiempo, las diez columnas se habían puesto en camino, con toda clase de vehículos de esa época, tirados por elefantes, camellos, bueyes, caballos y toda clase de animales capaces de cumplir el trabajo. Los nativos, quimeras y robots que no pertenecían al Loto miraban esas largas columnas sin comprender y se apoderaban de las propiedades que habían sido abandonadas, casas, campos, muebles y demás pertenencias que no se podían transportar y a las que no regresarán.
Mientras tanto, los Hijos del Fuego organizaban a los androides y quimeras en la defensa de sus territorios en la medida de lo posible ya que estos seres no estaban dispuestos a sacrificar lo que tenían, sean objetos o costumbres. Pocos respondieron y se internaron en los bosques, no lejos de las costas. Los Jefes americanos recomendaban desmantelar los robots, aún los más primitivos y simples, porque estaban contaminados con virus informáticos introducidos subrepticiamente en el transcurso de los años y se activarían en un momento predeterminado cuya clave estaba en manos de los grandes robots del mar. Cuando esto ocurriera se producirá una rebelión general. Pero este tema será desarrollado en los próximos relatos ya que el actual se ocupa de la marcha de los Hijos del Loto Blanco hacia el Oeste, buscando los valles de Cachemira.
Por otra parte, los Americanos de la Nueva Era se preparaban para la salvación del planeta, dividiendo la resistencia en tres áreas: Europa y África, América del Norte y América del Sur, con sus respectivos centros interconectados, temas que relataremos en los próximos capítulos. Los grandes robots invasores ocupaban el Océano Pacífico y poseían armas desconocidas de gran poder. Los Americanos no usan armas; su fuerza está en ellos interiormente y necesitaban la unión, ¿Cuál de estos poderes triunfará? El futuro de la Humanidad está en juego.
La velocidad de avance de las columnas variaba según las condiciones del terreno y la oposición de robots infiltrados. Las columnas del norte encontraron grandes dificultades por las montañas y los desiertos; en cambio al sur de los Himalayas, con un clima tropical y amplias llanuras, se desplazaban fácilmente. El éxodo había sido proyectado tiempo atrás y los dirigentes habían estudiado los itinerarios más convenientes. Pero no habían sospechado la infiltración de robots del mar que permanecieron ocultos y silenciosos hasta que recibieron las señales de actuar, con virus informáticos coordinados con fechas y otras señales, por ejemplo, un eclipse. Atacaban las columnas directamente cuando las encontraban; también los androides y quimeras nativos en esos lugares. Sus acciones estaban programadas contra humanos y derivados orgánicos, quimeras, trasplantados, androides, etc. Las columnas marchaban muy concentradas, en grupos compactos, con una amplia cobertura de vanguardia despejando el terreno. Los viajeros prepararon, entre los jóvenes, soldados dispuestos a combatir y en grupos activos, con las armas que disponían, eliminaban todos los autómatas que encontraban. Como la situación se había puesto difícil en algunos sectores, de Occidente enviaron más naves aéreas, con Iniciados del Fuego especializados en temas robóticas. Ocuparon posiciones de vanguardia detectando presencias cibernéticas, no con equipos técnicos, sino con sus facultades parasicológicas, que no fallaban. También enviaron muchos terapeutas para sanar a los enfermos y heridos; la Comunidad del Titicaca envió a todas las Ñustas aptas en sus propias naves con drogas y se distribuyeron en las columnas más carenciadas. Además trasladaron voluntarios jóvenes de Europa que, sin pertenecer a la Orden del Fuego, seguían las ideas del Maitreya y tenían una gran capacidad de trabajo. Se ubicaron muchos kilómetros por delante de la vanguardia, con herramientas y equipos preparando la ruta, como los ingenieros de los ejércitos antiguos. Además, un contingente de voluntarios numeroso procedente de Europa Oriental y que vivían como los antiguos Celtas, se encaminó hacia los valles de Cachemira, que estaba deshabitada, y preparó viviendas, cultivos y demás servicios para los viajeros. Era una demostración de solidaridad planetaria, espontánea, natural, sin Estados ni organizaciones internacionales. El Mensaje de la Renuncia era una realidad entre los hombres nuevos y el Amor de Michaël se manifestaba en todos. La primera emigración realizada al comienzo de la Raza Raíz Aria, hace 130.000 años, bajo la conducción del Manú Baivasvata, según los textos tradicionales, duró setenta y siete años luchando con las inclemencias del tiempo invernal de los Himalayas y los Kuen Lun, hasta llegar al actual desierto de Gobi, en aquella época un gran lago. La emigración del Relato duró un año hasta llegar a Cachemira; luchó contra los robots del mar.
Los grandes robots del mar utilizaron los ríos para penetrar en el continente. Ocupaban burbujas esféricas elásticas para desplazarse cambiando de forma a voluntad y produciendo movimientos ondulatorios apropiados, como las mantas oceánicas y otros peces que no usan aletas, sino la ondulación del cuerpo. En otros casos eyectan chorros de agua, como los pulpos y los calamares. Extraen la energía del mismo elemento por transmutaciones químicas avanzadas. Se comunican por ondas electromagnéticas, en el espacio y en el agua. Todos, hasta el más diminuto robot, están comunicados y dependen de los grandes ordenadores sumergidos en el centro del Océano Pacífico. De manera que la larga marcha era una carrera entre emigrantes que avanzaban por tierra y los invasores que se movían en las corrientes de agua.
Cuando habían transcurrido dos meses y habían penetrado cientos de kilómetros, Mao desplazó a los soldados que sabían luchar desde la vanguardia a la retaguardia con la misión de impedir el desplazamiento de los invasores por los ríos. Idearon muchos artificios semejantes a los que se utilizan para la pesca, desde grandes redes que atravesaban las corrientes de costa a costa, hasta explosivos flotantes, minas magnéticas y ácidos corrosivos. Los perros eran feroces cazadores de los artefactos que se desplazaban por tierra. Se incapacitaban los robots con medios simples, golpes, lanzas que penetraban las burbujas y las cubiertas, ácidos, fuego. Los autómatas, fuera de su medio artificial, se comportaban como bestias primitivas con instintos elementales.
Finalmente, al cabo de un año de marchas y sufrimientos, las columnas llegaron a destino por diversas rutas y en tiempos distintos. Encontraron una de las regiones más bellas del Planeta, con recursos permanentes, viviendas y caminos preparados por los nuevos Celtas. Las pérdidas humanas no fueron elevadas. Mao organizó al pueblo sabiamente siguiendo las Leyes de la Renuncia. La mayor parte de los voluntarios que acudieron de Europa, enamorados del paisaje, decidieron permanecer en el lugar y se unieron a los viajeros. Para protegerlos de nuevos ataques, los Maestros rodearon los Valles de Kashmir con una triple Barrera Radiante e intensificaron su poder, para que ningún extranjero pudiera ingresar por tierra o agua, sino por aire en las naves que manejaban los Iniciados del Fuego. Kashmir se convirtió con el tiempo en un poderoso centro de sabiduría y felicidad, cuya influencia se extendió por Asia durante la Nueva Era, hasta el fin de la Raza.
Nº 37 - LA INVASIÓN DE LOS ROBOTS
La invasión agresiva de los robots había comenzado antes que se narraran los acontecimientos de los últimos Relatos, debiéramos precisar desde la Asamblea de Plenilunio Mundial realizada en la ciudad marítima de Hiperbórea que hemos presentado en el Relato Nº 19, ante la presencia de Sanat Kumara, Michaël, Rey del Mundo. Mucho tiempo atrás, al final de la civilización, en el siglo XX d.C., los robots hicieron su aparición en sociedad después de la Segunda Guerra Mundial, primero en fábricas, laboratorios y fuerzas armadas; más tarde en la vida cotidiana bajo formas diversas, televisión, juegos electrónicos, comunicaciones, vida íntima del hogar. Siempre mostraron la tendencia totalitaria de ocupar todos los espacios, dicho siniestramente, los nichos. Aliados inseparables del dinero, al cual aparentemente sirven, reemplazan la vida. Los robots y sus parientes electrónicos, aunque se publicitan que son inteligentes, no lo son; son astutos, no tienen alma ni sentimientos, son prolongaciones de la codicia de sus diseñadores, perversos como ellos. Reemplazar la vida con simulacros es satánico y marca la característica relevante de la sociedad del siglo XXI d. C. Los robots y sus semejantes artificiales no desaparecieron en la Tercera Guerra Mundial Atómica; sus pautas fundamentales encontraron nichos seguros y sobrevivieron a través de los siglos, evolucionando lentamente hasta alcanzar una completa independencia del concurso humano. Autónomos, con capacidad de multiplicarse por sus medios, se refugiaron en las profundidades del mar, en grandes burbujas sumergidas y allí esperaron el momento propicio de volver para cumplir los sueños de sus creadores: apoderarse de la Tierra sin competencia. Éste es el momento de los Relatos y el escenario de mis crónicas sobre el poder del Amor Divino.
Como ya hemos adelantado, los robots del mar fueron ocupando las islas de Oceanía por millares, exterminando androides, quimeras, trasplantados y derivados de la especie humana, por más alejados que parezcan. Conservaban las especies de los reinos animal y vegetal tal cual se encontraban, pero no los sub humanos. En esos lugares no habitaban Acuarianos que se refugiaron en los continentes, sin contacto con las especies destinadas a desaparecer. No es importante describirlas, porque son iguales a las del siglo XXI d.C. y lograron sobrevivir al holocausto atómico, sin progresar, degradando lentamente. En esa época, las únicas especies con futuro fueron los robots de inteligencia artificial y los Acuarianos que asimilaron las leyes de la Renuncia.
Mientras Adelphi Rake y Rore organizaban algún tipo de resistencia en la costa superpoblada y las caravanas del Loto Blanco se internaban en los desfiladeros de Asia Central, poniendo distancia, los robots del mar invadieron el continente penetrando por los ríos sin ninguna oposición. El agua era su medio y se desplazaban en burbujas elásticas con movimientos ondulatorios semejantes a las mantas, produciendo potentes descargas eléctricas. En una semana avanzaron mil kilómetros, destruyendo ciudades y puertos. Detuvieron la ofensiva fluvial que se extendió desde Manchuria hasta la península malaca; las burbujas se abrieron y descargaron en tierra millones de robots de formas, dimensiones y funciones letales, tantas como la imaginación perversa de los constructores de armas puedan llevar a la práctica. Se desplazaban con movimientos simples, ondulando como reptiles y ápodos, lentos y sin detenerse jamás hasta alcanzar sus propósitos. Al encontrar un objetivo estallaban, producían descargas eléctricas, inyectaban venenos, lanzaban gases, proyectaban gérmenes patógenos a la especie humana. En pocas semanas, un inmenso territorio fue ocupado por los invasores, los robots inteligentes. La población autóctona desapareció. Unos pocos habían huido detrás de las avanzadas. Los Acuarianos se refugiaron en naves aéreas y se desplazaron al oeste, preparando una segunda línea defensiva y movilizando a toda la población, con los pocos medios que disponían, aprendiendo de las experiencias.
En esta segunda etapa escogieron una cantidad selecta de hombres y mujeres jóvenes de las escuelas militares que hemos descrito y sabían combatir; los condujeron a lugares altos de las montañas, por encima de los tres mil metros, donde había monasterios Acuarianos y tenían organizados modos de subsistencia. Muchos eran secretos, pero abrieron sus puertas y los acogieron. Como antiguos Samurais y Templarios se convirtieron en monjes guerreros. Consolidaron cientos de castillos, bien fortificados, con murallas radiantes y fosos insalvables para los invasores que reptaban. De los castillos partían expediciones punitivas que limpiaban los territorios que estaban a su alcance y donde se refugiaban los androides que podían escapar. Las regiones altas de Asia nunca fueron ocupadas por los robots; como en la época antigua, fueron un refugio en tiempos duros
El poderío de los autómatas con inteligencia artificial era tan vasto que seguían invadiendo nuevos territorios. Su arsenal robótico parecía inagotable y las profundidades oceánicas los comunicaban con todos los rincones del Planeta. Pero los Maestros Acuarianos se habían movilizado globalmente. He aquí sus programas.
En primer lugar, frente a la agresión de los robots, enviaron naves aéreas con Iniciados del Fuego experimentados para organizar la defensa del continente, que hemos descrito en los últimos relatos. Luego establecieron barreras de alta radiación protegiendo las zonas vitales del Planeta: 1º. Alrededor de Hiperbórea, la ciudad polar, una barrera que penetraba en el mar hasta el lecho del Océano. 2º. Otra semejante alrededor de la Antártida, también en aguas marítimas. 3º. Dos barreras de menor potencia que partiendo de los polos protegen el Continente Americano por los Océanos Atlántico y Pacífico. 4º. Una que partiendo de Hiperbórea atraviesa Europa por los Montes Urales, cruza el Océano Índico y se une con la barrera antártica. Para lograr estas gigantescas obras radiantes, movilizaron a todos los Acuarianos de Occidente, calculados en un millón de Iniciados en mayor o menor grado, desde Sumos Sacerdotes de centros energéticos, Huechulafquen, Cañón del Colorado, Hoggard, Teotihuacán y otros secretos muy poderosos, hasta discípulos principiantes de las llanuras. Todas las naves, aéreas y navales fueron dedicadas a la defensa. Los Acuarianos, formados en la Ley de la Renuncia, no luchan contra enemigos externos; los resisten, los inmovilizan con sus propias fuerzas internas, no poseen armas, sino la capacidad de resistir hasta que llega la hora de la victoria. Es una resistencia activa, de poder, de saturación del adversario hasta que éste cede, abandona la agresión y desaparece. Es la fuerza de la Nueva Raza, contraria y superior a las guerras de los Arios. Pero la inteligencia artificial de los robots fue desarrollada por Arios, creció sin límites empujada por el ansia de dominio universal y se puso en movimiento, como los míticos Ángeles Rebeldes de Luzbel, como los Magos Negros Atlantes. La Inteligencia Artificial, nacida junto a la Nueva Raza, quiso ser única, independiente, solitaria e inició una guerra planetaria para exterminar a los Hijos de la Llama. Es lucha humana. Los Dioses no intervienen. Michael observa.
La Inteligencia luciferina alcanzó sus primeros objetivos rápidamente, ocupación de la mitad oriental de Asia y Oceanía y fueron detenidos en los desiertos y las montañas donde se había hecho fuertes los monjes guerreros en castillos bien defendidos; pero en las ilimitadas regiones de los océanos y sus profundidades desplegaron sus movimientos estratégicos de ocupación total. Hasta entonces habían utilizado una pequeña parte de sus efectivos, con éxito porque no encontraron oposición en los androides y quimeras que perecieron por millones. El grueso de sus fuerzas anfibias no fue utilizado y esperaban, sumergidas en fosas profundas del lecho marino, la señal de ataque, desde muchos años atrás. Las unidades, grandes, complejos y poderosos porta robots, estaban programados para actuar en el momento indicado, como los aviones sin piloto y los misiles crucero de la antigüedad, en solitario o formando batallones. Una vez activados en acciones de combate sabían cómo proceder frente a cualquier obstáculo, cambiando tácticas, procedimientos y tipo de armamentos. Cada uno de estas burbujas oceánicas contenía millares de robots que podían salir y regresar bajo órdenes de ordenadores internos, como los antiguos porta aviones. Constituían las únicas armas del Planeta y no existía otro ejército que se le opusiera. Los defensores de la Tierra eran Americanos cuyas fuerzas eran ellos mismos y sus Cuerpos de Fuego.
Las grandes burbujas se activaron en todas partes a una señal de la Inteligencia Artificial desde el comando central situado en el Océano Pacífico al Oeste de Hawai, una esfera gigantesca que emergió a superficie para mejorar las transmisiones. En poco tiempo penetraron en el continente americano por los ríos Amazonas, Paraná, San Francisco, Misisipi y los demás, sin encontrar oposición; en las riberas descargaban sus contenidos de robots reptantes destruyendo los asentamientos androides que encontraban a su paso repitiendo la ofensiva exitosa de Asia. Los Acuarianos esperaron que los invasores hubiesen penetrado profundamente. Entonces, desde sus platos voladores cerraron las salidas con poderosas barreras de alta radiación que paralizaban las burbujas y las desarticularon. Inútiles como medusas muertas, flotaban aguas abajo y derivaban mar afuera hasta que se hundían o varaban en la resaca de las playas. Los robots que quedaron abandonados en tierra poco a poco perdían energía y deambulaban sin objetivos; las barreras de alta radiación interferían las comunicaciones. Así como el cambio en el eje magnético de la Tierra durante la Guerra de los 1.500 años entre los nacientes Arios Teutónicos y los Magos Negros Atlantes descontroló a los monstruos de acero manejados por elementales y caían al suelo, así la radiación de los Cuerpos de Fuego de los Acuarianos desarticulaban los software de los autómatas que cometían errores, incluso peleaban entre sí y se destruían unos a otros.
Entonces los Iniciados del Fuego descendieron de sus naves y desarmaron los robots que encontraban y los enterraron en grandes fosas que rellenaban con tierra para que la gramilla volviese a crecer en todas partes. Por supuesto esta labor, que demandó muchos meses y el concurso de todos, excede la narración de este relato; la síntesis del enfrentamiento está dicha. Pero la Inteligencia artificial no estaba vencida. Guardaba sus secretos más peligrosos y ocupaba la mitad del Planeta. Desde su Comando Central en las profundidades del Océano Pacífico reordenó sus fuerzas armadas, todavía poderosísimas, y comprendiendo que su medio de acción eran los mares, cambió de estrategia y se lanzó a fondo contra las poblaciones Acuarianas flotantes, especialmente la hermosa y principal Hiperbórea en el Polo Norte. Pero este es asunto de un nuevo Relato.
Nº 38 - LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
La Inteligencia Artificial, guardada en la Burbuja Comando del Pacífico, después de las derrotas de sus robots en el continente americano, se sumergió en las profundidades de una fosa y permaneció silenciosa e invisible por un tiempo. Los grandes porta robots se concentraron en determinados lugares y se ocultaron, en tanto que algunas unidades hostigaban islas lejanas manteniendo ocupadas y dispersas las naves aéreas que acudían en apoyo de las poblaciones. Lentamente fueron evacuadas hacia territorios seguros de África a donde no podían llegar los invasores. Por un tiempo se mantuvo relativa calma en todos los frentes, aunque presagiaba un recrudecimiento más violento que la primera invasión. Los Acuarianos aguardaban alertas, incrementaron la vigilancia y reforzaron sus defensas, a la espera de un nuevo ataque. Entonces tuve una idea.
Los Acuarianos habíamos estado muy ocupados en las más apartadas regiones del globo frenando y desarmando la colosal irrupción de miles de autómatas que la ciencia había creado y provisto de movimientos agresivos contra la población humana, como si un odio intenso los incitara destruir a sus creadores. Los artificios mecánicos tienen programas de todo tipo, pero no sentimientos de odio o amor. Los robots no tienen corazón, no sienten; accionan sus programas. Hemos estado defendiendo nuestra existencia contra un enemigo que no conocemos, nunca hemos visto su rostro ni ha manifestado sus propósitos. Lo que sabemos son deducciones e interpretaciones de los hechos acaecidos, pero no podemos adivinar sus objetivos globales. Tenemos conjeturas firmes, pero no sabemos. Y esperamos un pronto ataque que puede ser el fin de los ideales Acuarianos. La idea es introducirme en el interior de la Burbuja Central de donde surgen las directivas de los robots combatientes. ¿Cómo? Consulté con Adelphi y Rore que también estaban en sus naves sobre el Mar de China Meridional, como yo. Les pareció un buen proyecto y buscamos consejos. En el Tíbet estaban las Ñustas trabajando en la asistencia de los refugiados enfermos y decidimos consultar a la venerable Superiora IArka, la más anciana de las mujeres vivientes, de 150 años de edad, todavía activa y la más sabia de las Hijas del Sol. Encontramos a las Ñustas en un antiguo monasterio escondido entre montañas nevadas y, después de los saludos rituales, expuse el proyecto en detalle, aunque no sabía cómo llevarlo a la práctica. La Venerable IArka respondió que era posible, muy peligroso y se podía llevar a cabo en un viaje astral bien preparado y protegido, porque no sabíamos qué había dentro de la burbuja, la cual había mostrado un poder agresivo, perverso y determinado. “Es una máquina, dijo Rore, pero actúa con voluntad inquebrantable, compleja y maligna, podríamos decir, humana.” “Es lo que quiero saber y no hay otra forma de saberlo que ir hasta allá y averiguar”, respondí.
Seguimos los consejos de IArka. Utilizamos el monasterio que recibía altos potenciales energéticos Ired del Sol. Las Ñustas suspendieron otras actividades para concentrarse en la meditación formando un cuerpo de apoyo místico sólido y resistente. En una sala apartada nos reunimos los siete actores y en la más eficiente posición sedente mental de Ramsés nos concentramos en la Burbuja. Haré el viaje en solitario, desde el más apropiado plano astral que pueda penetrar las defensas y haga posible la investigación. Mi cuerpo quedará en el monasterio guardado por los compañeros que no se moverán del lugar hasta que regrese.
“¡Cuídate!”, me dijo Rore. “La inteligencia es falaz”.
“¿Y cuál es su punto débil?”, pregunté.
Ella me respondió: “La vanidad”.
Concentré mis pensamientos y pronto me encontré flotando en un fluido dinámico, flexible, azul profundo. Ante mí, una gigantesca esfera ambarina rotaba sobre un eje vertical sin marcas en la superficie pulida; no habían señales de ventanas ni entradas; era perfecta y tal vez la más grande construcción construida en el mar, incluyendo los edificios de Hiperbórea. Quise entrar y al instante me encontré en el interior de la burbuja deslizándome por indefinidos corredores luminosos, ambiguos espacios de cambiantes tonalidades y formas, rampas de color que subían y bajaban en todos los sentidos y pompas de variadas dimensiones que se hinchaban y estallaban sin ruido, desparramando una nube de centellas que se disolvían sin dejar rastro. Está tratando de impresionarme, pensé para mis adentros y enseguida las formas empezaron un gracioso ballet aleatorio muy hermoso, acompañado de un adagio melodioso.
“¡Bravo! Te felicito”, dije en voz alta aunque en ese espacio no sonaban las voces. Escuché una risa de complacencia y de inmediato las formas se disiparon en un arabesco final con un poco de fuegos artificiales y aparecieron los objetos reales, la burbuja material por dentro. “Bravo, nuevamente”, repetí. Muéstrate como eres y, sobre todo, cómo debo llamarte. Mi nombre es…” “No lo digas, Io-Seph, lo conozco y te conozco desde hace tiempo. En cuanto a mí, no tengo. Me dicen Inteligencia, pero es una definición incorrecta.” Le dije: “Por lo que he visto y sé de ti, me gustaría llamarte Alpha, la primera estación de los hombres en el espacio, el Principio o, mejor aún, el Aleph, un cuento antiguo sobre un punto de luz que contenía el Universo en todos los tiempos.” Respondió: “Nómbrame así, me gusta porque así soy”. Le dije: “Pero ¿tú eres tú? Afuera he visto muchos, miles de robots inteligentes como tú. ¿Cuál y qué eres?” “¡Sí, debes conocerme, así será mejor!” respondió el Aleph después de un momento de reflexión. “Mi Secretario contestará tus preguntas y te guiará. Pregunta sin temores por que es inteligente, como el Aleph”.
La Burbuja interiormente era grandiosa, un inmenso espacio esférico sin nada fijo y sólido, sino los hologramas producidos por Aleph que en continuas variaciones dinámicas cambiaban sus formas y dimensiones sin descanso. Las paredes curvas mostraban interminables pantallas, aparatos y otras piezas en incomprensibles relieves, color rosa, con protuberancias y surcos profundos. Un suave movimiento hinchaba y retraía esa inquietante materia que me recordaba una cosa familiar y me pareció que estaba metido en el interior de un cerebro al revés, cóncavo, trabajando intensamente. La materia cerebral gigantesca, formada por toneladas de circuitos y artificios eléctricos desconocidos, rodeaba completamente el espacio circular esférico que, al parecer, era un escenario donde se manifestaban las creaciones de Aleph y se ensayaban sus propuestas. Era como si la Inteligencia se complaciese en contemplarse a sí misma y a sus obras, antes de ponerlas en acción. Similar a un simulador de vuelo o de batallas del mundo antiguo, le enseñaban cómo dominar y las mejores estrategias. Hacia mi derecha, se desprendió de la estructura palpitante un objeto geométrico, un icosaedro luminoso y consistente, el sólido pluscuamperfecto de veinte triángulos isósceles iguales y deslizándose cerca del piso, se acercó y me dijo: “Soy el Secretario. Acompáñame. Te mostraré lo que quieras”. “Enséñame todo”, le respondí y me condujo por un corredor iluminado con rayas blancas y verdes.
Recorrí la burbuja por dentro en todas sus partes, espacios móviles, pisos deslizantes y escaleras mecánicas, largos corredores rectos y curvos, máquinas que se movían cumpliendo alguna función desconocida para mí, ruedas que giraban, cigüeñales y bielas de metal pulido, cintas transportadoras moviendo repuestos, micro procesadoras armando chips electrónicos, fundidores de metales, moldeados de plásticos, en fin, todos los instrumentos necesarios para producir robots especiales, muy sencillos y eficaces, listos para salir al mar esperando las órdenes de entrar en acción. Yo estaba atento a todos los detalles, porque no era un turista que busca novedades interesantes, sino un espía. Aleph también lo sabía y ante la imposibilidad de impedir mi entrada, buscaba el modo de cerrarme las salidas, magnéticas, eléctricas, super vibratorias, las que fueran. Mientras me deslizaba junto al Secretario, sentía que era palpado e investigado por diversas fuerzas invisibles que me atravesaban sin encontrar ninguna resistencia. Los Elfos me acompañaban, más etéreos que yo en el segundo plano astral me protegían y desviaban cualquier descarga energética peligrosa.
Le pedí al Secretario que me llevase al sector pensante del complejo y me condujo a una sala circular, cálida, musical, con un acentuado rumor vibratorio como el de muchas voces susurrando juntas en la misma tonalidad. A cierta distancia del piso, suspendida en el aire por fuertes campos magnéticos, giraba suavemente un anillo de veinte cajas cúbicas de cristal, llenas de un líquido transparente rojo sangre, ¿también artificial?, en cada uno de los cuales flotaba un cerebro humano vivo, palpitando y vibrando según las formas de pensamiento que lo conmovían internamente. El Secretario me dijo: “Están interconectados como una supercomputadora. Miles de millones de sinapsis trabajando para la gran Inteligencia”. El Secretario siguió hablando sin parar mientras yo presentí un peligro inminente. El giga cerebro enfocaba su atención en mi y sentí el impacto de sus ondas cerebrales. Lo que no habían logrado las vibraciones electrónicas en mi espacio astral, ahora lo intentaban los cerebros humanos vivos con ondas X2. ¡Había descubierto el secreto de la Burbuja Central: cerebros sin alma, sin corazón, terribles, falaces!
Sentí un llamado telepático de IArka: “¡Sal de ahí rápido. La Burbuja se está moviendo!” Cerré la capa, desaparecí, atravesé la trampa y escapé hacia otras dimensiones En mi lugar dejé varios hologramas con Elfos muy parecidos a mí, que corrían de un lado a otro, como si buscaran una salida. El Secretario los seguía sin saber a cuál hasta que los hologramas se disolvieron en el aire y los Elfos desaparecieron.
Cuando recuperé la conciencia me encontré recostado en la sala del Monasterio tibetano, con IArka que me tenía la mano bien apretada y me llamaba: “Io-Seph, Io-Seph”. A su lado estaban Adelphi Rake y Rore, que me felicitaron por haber regresado vivo. Estaba muy cansado, como si me hubiesen dado una paliza. Les pregunté: “¿Qué está pasando afuera? ¿Hacia donde se dirige la Burbuja?” IArca me dijo: “Debes descansar hasta que te recuperes. Aquí es buen sitio”. Trajeron una almohada y una manta y de inmediato me dormí. Pero alcancé a escuchar, o lo soñé, que decían “Va muy rápido hacia Hiperbórea”.
Nº 39 - LA ÚLTIMA BATALLA
Por una de esas fuerzas contradictorias que tantas veces ha presentado la Historia en momentos críticos, el Enemigo lanzó una ofensiva general en los océanos poniendo en movimiento todas las unidades de combate que estaban a su disposición al tiempo que nosotros entrábamos en la Burbuja Comando. La Inteligencia, después de sus experiencias bélicas en América, había comprendido que la tierra firme no le era favorable si le presentaban una oposición coordinada; obtuvo éxitos en el Lejano Oriente porque las poblaciones decadentes, androides, quimeras y otros, no ofrecieron resistencia. Pero cuando intentaron repetir la misma estrategia en Occidente, los Acuarianos, con platos voladores y altas radiaciones, sin combatir, los vencieron completamente, aunque la destrucción de las poblaciones atrasadas fue inevitable. Después de estas violentas y aceleradas campañas, la Tierra había quedado desierta, con pocos sobrevivientes autóctonos refugiados en sitios apartados. Quedaban dos especies activas preparadas para luchar por el triunfo: Americanos, los Nuevos Celtas y la Flor del Loto , herederos del Mensaje de la Renuncia, por una parte y la Inteligencia Artificial con millones de robots y autómatas obedientes por la otra. Aleph atacó y en poco tiempo terminó con toda resistencia en el mar. No se aventuró en tierra, sino cercó y destruyó las poblaciones acuáticas de los Americanos, ciudades flotantes, aldeas, cultivos submarinos, colonias educativas en los arrecifes de coral, pescadores, submarinistas. La hermosa Cuba que he descrito en mis viajes por el Caribe, flotante y sumergida, movediza como una canción tropical fue destruida y sus habitantes aniquilados, igual que las poblaciones de esos y otros mares. Sus restos flotaban a la deriva y las bellas ondinas y sirenas agonizaban en las playas. Las naves aéreas disponibles rescataban a los náufragos y los llevaban a refugios seguros en el continente. Lo mismo ocurrió en el Mediterráneo, Índico y otros mares donde prosperaba la nueva raza. Los Acuarianos, después de la invasión por los ríos americanos, habían establecido barreras radiantes protegiendo las regiones libres, pero la Inteligencia Artificial había desarrollado mecanismos energéticos y perforaban las barreras que atravesaban los robots de combate. Tal vez, según pude comprobar por experiencias en la Burbuja Central, consiguieron controlar las ondas X2 de los cerebros in Vitro y, emplearon un arma formidable del nivel de la barrera radiante. Si esto fue así, la Burbuja Central, que contenía todo el poder unificado y concéntrico de la Inteligencia agresiva, en movimiento acelerado hacia la ciudad polar Hiperbórea representaba un peligro inminente. Había que actuar de inmediato y con recursos más poderosos.
Dormí veinticuatro horas y cuando desperté estaba la Venerable Iarka en un sillón, cuidando mi sueño. Dijo: “El reposo te ha recuperado completamente. Los cerebros de la Burbuja siguieron tu rastro hasta aquí y daban vueltas como moscardones queriendo entrar en tu memoria. Tuve que espantarlos con ayuda de los buenos Elfos. Te odian a muerte. Ya no están aquí y no volverán. Los Superiores están en otra sala reunidos en Concilio y nos esperan. Vamos.”
Pasamos a una habitación grande de piedra con muebles fraileros de encina dorada donde conferenciaban los Superiores de tierras lejanas a quienes saludé con reverencia: Emérico, de América del Sur, Uxmal de Teotihuacán, Águila Blanca del Gran Cañón, Manes del Hoggard, Big Man de los llanos canadienses, Adelphi Rake, Rore y otros a los cuales nos sumamos. Después de los saludos y ceremonias de rigor, habló Emérico en primer lugar haciendo una síntesis de la situación.
“Los presentes reunidos en Concilio Americano estamos bien informados de los últimos acontecimientos que están ocurriendo en los mares y las destrucciones despiadadas que provocaron las armas enemigas. Las barreras radiantes que protegían nuestras tierras han sido rotas en varios sectores y por allí han penetrado los autómatas submarinos destrozando nuestras instalaciones oceánicas. El poder del Enemigo se ha incrementado hasta niveles vibratorios como los nuestros o más. No podríamos defendernos si no conociéramos el origen de ese poder, pero, gracias a la audaz incursión al interior de la Burbuja Central sabemos que la Inteligencia no es artificial, sino humana, elaborada por cerebros como los nuestros, orgánicos que una proeza de ingeniería biológica de científicos desconocidos lograron desprenderlos del cuerpo, combinarlos, unirlos entre sí y mantenerlos vivos. Todo lo que nuestro emisario vio y experimentó en la Burbuja ha llegado hasta nosotros claramente. La Burbuja no es inteligencia artificial, sino contiene una Quimera fantástica de cerebros activados al máximo y programas agresivos, con las mismas ambiciones de los padres de la bomba atómica, los clones y los muchos autócratas que quisieron dominar al mundo. Pero la utopía nunca fue posible a lo largo de edades milenarias. Por el contrario, en estos momentos el Planeta está casi vacío de Humanidad. Prosperan las especies naturales que no tienen depredadores, pero sin hombres que cultiven jardines y se alimenten de sus frutos, tal belleza no tiene significado. La Tierra es el hogar de la Humanidad y nuestra misión Acuariana es defenderla con las fuerzas puestas a nuestro alcance. No tenemos armas como el enemigo; tenemos nuestras vidas y el poder del Fuego en nosotros.”
Habló después el Gran Sacerdote de Teotihuacan: “El conocimiento que tenemos ahora de la Burbuja Central es fundamental para proceder acertadamente. El enemigo es falaz, mentiroso y se ocultaba. Dos cosas sabemos: En primer lugar, su inteligencia no es artificial, sino humana, con todas las grandezas y miserias que las nuestras; por lo tanto, con muchos puntos débiles y equivocados que saltan a la vista y en segundo lugar, es única, no tiene duplicados, todo está en un solo lugar. No podía ser de otra manera, porque los codiciosos no comparten. La Gran Inteligencia quiere t para sí plantas, animales, montañas, la Tierra entera, un perfecto Satán encerrado en una burbuja de trescientos metros de diámetro”.
“Ahora se dirige al Polo Norte a gran velocidad, para situarse en el punto clave del Planeta, calculando que la rotación sincronizada de las dos esferas aumente sus poderes hasta límites invencibles”, agregó Adelphi Rake.
El Gran Iniciado Manes del Hoggard, anunció: “El Polo Norte, ocupado por Hiperbórea, centro magnético de la Fuerza Americana está rodeado con una triple barrera defensiva. La Burbuja Central avanzando sobre un campo magnético sobre la superficie del agua y rotando velozmente ha destruido la tercera barrera y se aproxima a la segunda, a donde llegará en un par de horas. El peligro es inminente”.
Entonces Rore, Escarlata de Fuego, se puso de pie y, haciendo una gran reverencia, dijo: “Yo destruiré la Burbuja Artificial. He hablado con la Madre Abbhumi y me ha dado permiso para atacar.” Big Man le preguntó con ansiedad: “¿Te dio la Bendición?” “¡También! Partiré ahora sola en mi nave; no hay tiempo que perder”. Emérico afirmó: “Te acompañaremos en las nuestras y te apoyaremos”.
Así se hizo. Nos saludamos y cuando estreche su mano, dije: “Adiós. Tu mano está ardiente como una brasa encendida.” Ella me respondió: “Es la Madre que está en mí.” Cuando saludó a la Venerable IArka abrazándola, la anciana se puso a llorar. Subimos de inmediato en nuestras aeronaves con tripulación completa y alzamos vuelo, trazamos planes a bordo. Rore encabezaba el ataque y de inmediato lanzó su aparato hacia el Polo Norte a máxima velocidad supersónica.
A 20.000 metros sobre el continente verde y plano Rore devoraba las distancias seguida por sus compañeros más arriba y atrás; adelante, el perfil curvo del horizonte señalaba el Océano Ártico. Estábamos en plena luz del día. Sobre la segunda barrera, invisible visualmente pero marcada en las pantallas de radares, las naves acompañantes descendieron sobre el nivel del mar y se apostaron sobre la primera barrera cubriendo el frente. Rore corrigió levemente el rumbo; Adelphi y yo la seguimos. Delante, a poca altura sobre el agua, sostenida por su propio campo gravitatorio, la enorme Burbuja avanzaba veloz formando remolinos y dejando una profunda estela de espuma visible desde las alturas. Rore ascendió verticalmente otros diez kilómetros y de inmediato se precipitó en picada a enorme velocidad, envuelta en resplandor rojo de llamas, como el águila que cae sobre su presa, o una centella que viene desde el cielo. El impacto contra la burbuja metálica fue como una bomba atómica; lanzó un destello de luz penetrante que sacudió nuestras naves y escapamos antes que la onda de calor nos abrasara. Se formó un hongo de fuego sobre las aguas y se elevó a gran altura revuelto en nubes negras. Lentamente nos reunimos con las otras naves y Emérico decidió que descendiéramos sobre Hiperbórea para serenar nuestros espíritus, conversar sobre los acontecimientos y comunicar la noticia al mundo.
La inteligencia artificial nunca se realizó con tecnología por más que avanzara en las investigaciones. La inteligencia es una cualidad de la mente desarrollada orgánicamente y deviene de las dimensiones sutiles superiores de la vida. Los humanos poseen inteligencia y la manifiestan en la vida cotidiana por acción armoniosa con los otros cuerpos que constituyen el hombre integral. Los animales no poseen inteligencia, sino adiestramiento y reflejos condicionados e instintivos. Los niños van adquieren inteligencia por experiencia, educación y otras capacidades latentes, imaginación, razonamiento, afectuosidad, es decir, la totalidad del alma en perfecto funcionamiento. La destrucción de los robots fue posible porque los Acuarianos descubrimos que la “Inteligencia artificial” era un ejemplar solitario en su burbuja y todos los artefactos automáticos dependían de esa única voluntad. Destruida ésta, lo demás no tenía futuro; los robots vagaban por los campos desolados y en poco tiempo desaparecieron.
Rore, Escarlata del Fuego, comprendió en el Monasterio de las Ñustas, que la Burbuja Central, con sus cerebros humanos vivos interconectados en red, con posibilidades de perpetuarse y multiplicarse, había sido un portento de creatividad y que sólo un acto contrario analógico de la misma dimensión, opuesto y libre, podría aniquilarla: la ofrenda en holocausto de la Mística de la Ceniza. La decisión no podía ser discutida; era una determinación absoluta de su alma. Hizo lo indispensable: Pidió permiso a la Madre Abbumi quien se lo otorgó y agregó la Bendición Ired para que triunfara.
La Venerable IArka murió apaciblemente en el Monasterio Tibetano al día siguiente de la despedida. Tenía 151 años.
Nº 40 - REFERENCIAS
Por fin llegamos en el número 39 a la solución de los problemas presentados en los cuentos anteriores que no encontraban una buena salida. En el año 10.000 de la Era Americana se descubre que, a pesar de la reconstrucción del Planeta y la desaparición de los atrasados, el mal persistía por medio de la inteligencia artificial incorporada a la vida cotidiana, los robots, igual que en el tiempo que se escriben, ahora, reemplazando la naturaleza por simulacros. La televisión, los juegos electrónicos, automóviles y aeroplanos, las computadoras, el dinero invisible, los teléfonos portátiles, trasplantes y prótesis, las Olimpíadas de los discapacitados, máquinas tragamonedas, viviendas inteligentes, los misiles y tantos otros disparates modernos son robots o simplemente inteligencia mercenaria al servicio de las bajas pasiones, como ocurría en las Burbuja Central y los 20 cerebros en red que pretendían ser los propietarios de la Tierra. La solución que mencionamos no estuvo en el descubrimiento de los cerebros in vitro, sino por acción de Rore en un acto de reversibilidad analógica de perfecto cumplimiento de la mística de holocausto, cumbre de la Doctrina de la Renuncia. En un instante sin dimensiones, transmutó el mal en bien y salvó a la Humanidad. Dijo el Maestro Santiago en una de sus Conferencias de Embalse: “Escuché a un locutor diciendo que el mundo podía ser destruido por un solo hombre. Entonces uno puede salvarlo.” Reversibilidad analógica en los procesos naturales y en el alma.
Los relatos de anticipación se desenvuelven sobre conjeturas y las que sostienen la colección de éstos que presentamos bien hilados están repletas de señales. Como se trata de fenómenos que se desarrollan en la Historia hacia delante no hay otro camino que la anticipación; no es profecía, sino un adelanto del pensamiento en alas de la intuición. La imaginación, la coherencia de los cuadros y un objetivo claramente expresado ayudan a la confiabilidad de la escritura. Para que el edificio no tambalee a medida que se va construyendo es indispensable que se levante sobre cimientos sólidos, en este caso, las Enseñanzas del Maestro Santiago, tal como se han publicado en el Canon. Si los cimientos no fueran sólidos la obra se extraviaría en rumbos que se dividen o portales que no llevan a ninguna parte; pero si el cuentista relata sobre bases firmes, aunque no le pertenezcan, tiene la seguridad que encontrará la solución correcta a los dilemas y encrucijadas que se presentan en el transcurrir de la obra, aunque no conozca el final feliz hasta el último capítulo.
Reiteramos que la función de los Relatos es ofrecer un apoyo para la comprensión de las ideas que parecen oscuras o difíciles en las Enseñanzas. Muchos conceptos e informaciones ilustran sobre épocas históricas, grandes personajes, geografías y hazañas del pasado; otras sobre métodos y disciplinas espirituales y algunas más adelantan las nuevas formas de vida de la Era Acuariana. Éstas son las ideas más difíciles y las que interesan en mayor grado, porque el texto íntegro de las Enseñanzas, su característica es profecía, cualidad de la que estaba excepcionalmente dotado el Maestro Santiago. Los Relatos tienen que servir ahora a los hombres que están y padecen los problemas de la decadencia de la civilización. Las Enseñanzas explican esos problemas, las causas que los provocan y brindan soluciones en el marco de la Renunciación, es decir, la vida individual de cada uno, íntima, a su alcance, si tiene voluntad y los comprende. Los Relatos transfieren estos asuntos a una época posterior imaginando que la problemática moderna se consumó y todo resulta más fácil, comprensible y alentador. Si el lector quiere sacar provecho de sus lecturas transfiera en reversa los episodios relatados a su circunstancia particular y actúe positivamente.
Para encontrar las plataformas firmes en que se asientan los Relatos hay que tener a mano las Enseñanzas y encontrar las ideas paralelas que estimulen la búsqueda de soluciones personales. Un ejemplo: El señor Zeta tiene serios problemas en su hogar por causa de la basura del televisor y la porquería que desparrama en su familia continuamente. Hace años que protesta y se amarga sin resultados para su tranquilidad, la convivencia hogareña, la salud moral de sus hijos. Conoce la solución, un acto análogo contrario a ese mal. Finalmente decide salvar su familia de la disolución que presiente. Habita un departamento alto; un día toma la caja idiota y la arroja por la ventana del patio de luz ante un silencio de luto de sus seres queridos. Se sienta en su sillón y no dice nada, pero derrama lágrimas por el sufrimiento que ha provocado. Los chicos se van a dormir y su esposa se sienta a su lado, también silenciosa y le toma la mano en señal de fraternal compañía. Pasa un tiempo, meses, nadie ve televisión ahí ni en los vecinos. En la mesita del aparato hay siempre un jarrón con flores. Los chicos han empezado a leer libros, su esposa reaprendió a tejer tricotas de lana para el invierno, y Zeta ha empezado a meditar sobre las ideas del Mensaje de la Renuncia. Además, se siente feliz.
Otro ejemplo es mi caso particular. Dice el Mensaje del año 1948: “¡Vivid en el mundo como si no pertenecierais al mundo! ¡Sed extranjeros! El idioma de los hombres no es vuestro idioma, no son vuestros gustos y sus aspiraciones; ¡tampoco lo son sus formas mentales!” Me preguntaba cómo puedo ser extranjero en una sociedad globalizada de polo a polo, corrupta, sin espacios para apartarme de la decadencia que ha llenado con desechos malolientes todos los huecos del Planeta, incluyendo Potrerillos, un valle apartado de la Cordillera donde vivo. Entonces se me ocurrió hacer de las Enseñanzas proféticas mi hogar, mi patria, mi mundo y para realizarlo empecé a escribir los Relatos Acuarianos, 10.000 años adelante, seguro de que los anuncios del Maestro Santiago serán realizados. Hasta cambié de nombre. Como los Relatos me pertenecen mientras permanezcan en mi PC les doy siempre un final feliz, a pesar de los contratiempos que asechan a los personajes. Soy clásico en el estilo, rechazo la novela negra y me esfuerzo para que los buenos triunfen a gusto de ellos y que los malos reciban un merecido castigo siempre. Y los “chicos buenos o malos” de nuestro tiempo, 2.008 d.C., que la Providencia Divina se apiade de ellos.
Con el capítulo 40 concluye la parte cuarta de cinco programadas para esta sección, con Relatos que esperan llegar hasta Urania donde Sanat Kumara, el Rey del Mundo, decidirá qué hacer con los hombres, como adelantó en la Asamblea del Polo Norte. Mientras tanto, el peregrino Io-Seph tiene mucho que caminar todavía por regiones pacificadas que necesitan ser reconstruidas en la dimensión de vida que practican los Acuarianos. ¿Qué harán las regiones asiáticas y americanas desvastadas por los robots? ¿Cuál será el destino de los androides supervivientes? ¿Será su espacio similar a los antiguos Atlantes y Lemures, refugiados en cavernas? ¿Qué sucederá a las quimeras, mitad humanas, mitad animales? ¿Y los trasplantados con prótesis plásticas, biológicas y metálicas? Son muchos los interrogantes que tendrá que afrontar el viajero en su peregrinación por el mundo para encontrar huellas del gran amor de Michaël. Como ha demostrado en sus experiencias por las cavernas atlánticas, los desiertos de Asia y en luchas contra los robots, peregrina confiando que todavía hay mucho amor que descubrir y lo puede encontrar en situaciones inesperadas y en cualquier rincón apartado del mundo por despreciable que parezca.
En los Cursos de Enseñanzas el lector puede encontrar referencias útiles al seguimiento de los Relatos y, en resonancia, descubrir significados de las ideas difíciles útiles para su desenvolvimiento espiritual. Sugerimos un repaso atento de los Cursos Doctrinarios, particularmente Desenvolvimiento Espiritual, Los Mensajes, La Renuncia en el Mundo y en las Almas y El Camino de la Renuncia y de los Cursos Esotéricos: El Devenir, El Aura Astral y Simbología Arcaica. Las ideas de los Cursos están relacionadas unas con otras y aunque no se encuentre una referencia puntual de algún asunto, funcionan como fermento de la intuición que ayudan a descubrir las señales que se necesitan. Las Enseñanzas sugeridas son:
Curso IV - Ens. 7: La Idea Madre.
Curso V - Ens. 13: La Renuncia como Holocausto.
Curso V- Ens. 15: La Renuncia Permanente.
Curso VI - Ens. 16: La Expansión.
Curso X - Ens. 11: Exhortación.
Curso X - Ens. 10: La Renuncia como Mística Interior.
Curso XXIV - Ens. 15: Los Iniciados del Fuego en la Actualidad.
Ens. 16: El Maitreya.
Curso XXIX - Ens. 14: La Dos Últimas Subrazas Atlantes.
Ens. 15: La Lucha de los Mil Quinientos Años.
Ens. 16: Datos Adicionales.
En los diez capítulos siguientes, para que los viajes lleguen a feliz término en Urania, libre de los hielos del Polo Sur, relataré una peregrinación a las fuentes, donde comenzó la aventura humana con la Primera Raza Raíz. “El continente de la Raza Uraniana fue la actual Antártida. Floreció hace 18.000.000 de años. El cuerpo astral de los seres se recubre de una tenue emanación etéreo física, pudiendo animar las primeras tentativas humanas, grandes monstruos gelatinosos; pero los monstruos perecieron sin poder establecer un contacto verdadero con las almas.” “Todas las religiones recordarán a esa primera Raza Raíz como poseedora del Paraíso Terrenal, del Edén Perdido; recordarán su exuberante vegetación, sus fantásticas escenas iluminadas con todos los colores del Gran Elemento, en donde la luz, fruto de las energías de la Tierra, rivalizaban con la luz del sol, escondida tras la cortina de tinieblas que rodeaba el aura terrestre. Los indos le cantarían sus más bellos himnos, llamándola “tierra de la estrella polar”, la divina Zveta-Dvipa, morada de los Chhaya. Una ola tórrida y de muerte se había extendido sobre el planeta. La Naturaleza había fracasado al pretender ofrecer un cuerpo a sus Divinos Moradores. Todo parecía perdido; pero en la evolución del Cosmos la muerte es vida, la derrota es victoria.”
La Humanidad vuelve a sus orígenes, geográficos y espirituales. La realización en la Tierra se ha cumplido con la armonía del espíritu con la materia.
QUINTA PARTE - URANIA
Nº 41 - PEREGRINANDO
Voy caminando por las hermosas tierras de Indochina, no lejos de la costa, entre montañas cubiertas de selvas, incontables arroyos y una fauna maravillosa de monos parlanchines, pájaros de todas las especies, mariposas increíblemente coloridas y muchos elefantes. Es la mejor manera de registrar señales del Amor Divino: el planeta en estado natural, libre de codicias y posesiones, sin proyectos mecánicos, artificios disparatados, caminos, postes de señales ni restos de fogatas. Por suerte se acabaron las naciones, el progreso, las leyes y el desarrollo. La naturaleza se expresa espontáneamente en ritmos apropiados. Región tropical por excelencia, manifiesta una vitalidad desbordante como en tiempos lemurianos, mejor aún, con recursos a la mano para vivir en la abundancia, animales, vegetales y yo también que deambulo sin preocupaciones; cuando tengo apetito estiro la mano y cosecho frutos exquisitos, descendientes de los que plantaron allí los androides en la última etapa de la civilización. ¿Desaparecieron? No, por cierto; muchos se salvaron en la espesura de los bosques, cuevas en las montañas y refugios pantanosos; los robots no pudieron encontrarlos. Además, la última batalla fue rapidísima y se resolvió favorablemente para los pobres androides también. Quedaron abandonados en las tierras desvastadas y cuando pasó el peligro salieron a la luz del día, tímidamente, con miedo. La experiencia había cambiado su anterior agresividad a niveles de animales desprotegidos, indefensos, sin recursos, como las ovejas y los pandas. Muchos siglos de civilización los habían privado del elemental instinto de defensa. La naturaleza, en esas zonas, proveía lo necesario, alimentos, refugio, agua y otras cosas básicas. Cuando encontraba alguno, se escondía en el matorral y allí quedaba silencioso, temblando. (Yo tenía experiencia por mis viajes en América en situaciones parecidas y con paciencia me acercaba y le hablaba. No huían tampoco. Los terribles combates con los monstruos esféricos los bloqueó mentalmente, como un niño del siglo XX d. C. ante una película horrorosa del televisor. Víctimas permanentes, nunca comprendieron el poder de la inteligencia artificial ni su perversidad.) Se quedaba encogido, mirándome, con un intenso sentimiento culpable. Me sentaba a su lado y siempre tenía en el bolso algunos regalos atractivos para romper el hielo, campanitas, caramelos, papeles brillantes, cristales. Dejaba que me tocaran y los escuchaba todo el tiempo que quisieran; parecían chicos perdidos en el bosque o un discapacitado mental extraviado. Sin embargo, eran hombres y mujeres adultos que pocos meses atrás transitaban las calles de Macao y el puerto bullicioso sitiado por sus enemigos que visité con los Elfos.
Las quimeras habían desaparecido. Fueron exterminadas por los robots sistemáticamente con voluntad obsesiva propia de esos aparatos. Las consideraban competidoras en el dominio de los espacios, incluyendo las profundidades marinas, en una civilización mecánica, aritmética que consideraban exclusivamente suyas. Los robots odiaban los laboratorios genéticos donde se reproducían y fueron los primeros objetivos de sus ataques. Perfectamente detectados en sus memorias fisgonas los alcanzaron el primer día de la invasión desde el mar y los fumigaron con virus, gases y enfermedades. Exterminaban los seres vivientes al servicio de laboratorios, organismos pensantes rudimentarios que competían con su inteligencia artificial Luego, las esferas rodantes blindadas, estériles, letales penetraban en los edificios y completaban la destrucción. Si pudiéramos definir una ética del comportamiento diríamos que la característica relevante de la inteligencia artificial es la soberbia y el rasgo destacado de las quimeras, desde esa óptica, es el apasionamiento desmedido de los sentidos
Las quimeras eran frágiles genéticamente y desde las primeras experiencias de laboratorio debieron ser recompuestas periódicamente en sus patrones originales. Constituían un tipo de vida orgánica nuevo de unos pocos miles de años y no podían competir con los códigos genéticos naturales de millones de años de antigüedad, como el que poseen las abejas. Desde el comienzo fue un emprendimiento irracional, fruto de la vanidad de los investigadores. Esa misma conducta creó robots de todo tipo, forma y función, en permanente competencia unos con otros, que llevó a la desmesura y, en consecuencia, al vaciamiento de sus recursos. Las grandes factorías eran desiertos frenéticos incomprensibles que lanzaban millones de productos innecesarios para reemplazar los existentes. Las cadenas de producción no se detenían; los hombres se convirtieron en consumistas forzosos. Estas tres líneas artificiales de existencia: androides, humanos con historia que degeneraron a nivel animal, robots, autómatas que pretendieron reemplazarlos y quimeras, mezcla de los anteriores que convierten la vida en simulacro, habían llegado a un punto de involución sin retorno. El Planeta, en el tiempo de los Relatos, había cruzado el punto de inflexión marcado energéticamente por la barrera del Maitreya. Los Acuarianos tenían futuro con sus cuerpos de fuego en la creciente radiación solar. Los restos de la antigua Humanidad se extinguen sin dejar recuerdos y son cubiertos por las arenas del tiempo.
Los Androides son humanos con alma inmortal y aunque hayan degradado en el final de la raza, como aquéllos que en épocas pretéritas tuvieron que hacer la experiencia del bien y del mal y dejaron grandes lagunas en el recorrido de la Historia, yo me preguntaba, mientras peregrinaba: ¿Qué tiene preparado el Señor Michaël para estos pobres seres que nada poseen, nada esperan? ¿Habrá un lugar de paz, aunque sea pequeño y desolado, que los acoja para llorar lágrimas de arrepentimiento? ¿La Humanidad seguirá siendo una, dos o varias, como las especies animales? ¿No fueron Dioses en las primeras experiencias terrestres? ¿Llorarán en su retorno a los planos espirituales o tendrán nuevas oportunidades? ¿Qué podemos hacer los Americanos para ayudar a los Dioses caídos?
Los grupos humanos que definitivamente pertenecen a la sexta Subraza Americana, Acuarianos en América, Nuevos Celtas en Europa y Flores de Loto Blanco en Kashmir, aproximadamente tres millones de seres, uno de cada región, enseguida que fueron eliminados los robots y las quimeras, se pusieron a trabajar organizados en la reconstrucción integral de la Tierra, como ya habían hecho en África, manteniendo las características ambientales que tenía antes de la irrupción de la civilización tecnológica, en el marco de las nuevas condiciones energéticas que regulan los ritmos de la Naturaleza, modificados por la alta vibración radiante establecida por el Fuerte Libertador.
Una mejor comprensión de los Relatos próximos será posible con el conocimiento de los trabajos que emprendieron los hombres para la rehabilitación de la Tierra en los nuevos parámetros de convivencia. Los nativos en América se dedicaron a completar la reconstrucción en las zonas orientales que habían permanecido en manos androides como ya hemos narrado en los primeros Relatos, en tierra y mares adyacentes con sus poblaciones acuáticas. Los miembros del Loto Blanco se esparcieron en los grandes espacios de Asia Central a partir de sus asentamientos en Cachemira. Los Nuevos Celtas, que estaban bien organizados en Europa, según los patrones de la Cuarta Subraza, se trasladaron en largas caravanas al Lejano Oriente y Oceanía y ocuparon las zonas destruidas cercanas al Océano y de los supervivientes, calculados en un millón de Androides, el más difícil de los problemas. Considerar esta cuestión es importante ahora, porque no hay mayores diferencias estructurales entre esos Androides del futuro y los de hoy, 2008 d.C.; lo que se diga a favor de ellos, terapias sociales y espirituales, recuperaciones y destinos, servirá para los actuales moradores en esta triste época decadente.
La tradición del conocimiento a lo largo de la Historia, oral y escrita, dividió los fenómenos complejos asimétricos en base al número siete: 7 son los centros energéticos en el hombre, 7 las Razas Raíces de la Humanidad, 7 las Subrazas, 7 los planos astrales, 7 las maravillas del mundo antiguo y así indefinidamente. Es una clasificación didáctica aplicada a las cambiantes actividades humanas de todos los tiempos y se basa en la magia de ese número primo de un simbolismo particular: el hombre completo: “El Ser es simultáneamente septenario si se divide en las siguientes partes: 7. Cuerpo Físico, 6. Cuerpo Astral, 5. Cuerpo Energético, 4. Mente Instintiva, 3. Mente Comprensiva, 2. Mente Intuitiva, 1. Espíritu.”
Pero ahora estamos experimentando un momento especial. El nodo de inflexión, cero de involución y cero de evolución en el camino ascendente hacia el espíritu, no retrocediendo sobre las huellas como siempre pretendió el enemigo, Lucifer, Inteligencia Artificial de línea recta, sino dando la vuelta completa al círculo de las Rondas, sobre territorio desconocido. El mundo no se solidifica más; el hombre tampoco. Dijo el Maestro en una Enseñanza: “Desde ese año 1945, desde ese 16 de junio, todos los hombres que quedaron en pie estaban destinados para ver el principio de la nueva raza. Ese día prepararon allí, en ese desierto americano, la primera bomba atómica cuya energía se levantó a los ojos del hombre como un monstruo desconocido, avasallador, que paralizaba todos los sentidos. Desde ese momento se ha entrado en la nueva raza.” Más aún; no acrecienta más, no adquiere más cosas ni experiencias, no se agranda. A partir del punto de inflexión, por contradicción analógica, sigue la Ley de la Renuncia y abandona lo que posee, lo que ha ganado, lo que no es. Empieza a vivir la mística del holocausto ardiendo integralmente, como individuo y como especie. Las huellas son cenizas. El Ser asciende hacia el espíritu.
Empezamos a contar y dividir la Historia de otra manera, no acumulando razas, posesiones y conocimientos, sino sabiduría, la revelación del misterio por iluminación, la verdad que está “escondida en el corazón” que señalan las tradiciones de la antigua simbología. “Y EHS se mostró en todo su esplendor. El esplendor de EHS es el relámpago, el fulgor de la última ilusión, que resume en sí toda la historia, desde que el ser salió del seno de Dios hasta el momento en que está por reintegrarse a Él. Antes de lanzarse al Abismo Eterno, mira IHS todo su pasado, resume todas sus experiencias hechas, para dejar allí en la orilla, una semilla de él, que volverá a recolectar cuando nuevamente surja de lo Eterno para empezar otra Ronda de manifestación.”
Nº 42 - PALABRAS DE UN HOMBRE NUEVO
Encontré una piragua en las ruinas de una vivienda junto al río, entre pedazos de robots y burbujas despanzurradas; al parecer hubo lucha allí y sólo quedaron restos de combatientes que la maleza se ocupaba en ocultar con su vigorosa vitalidad; en poco tiempo la selva cubrirá piadosamente los detritus y nadie sabrá de ellos. Tuve suerte; en la piragua había un par de remos en buenas condiciones que utilizaré en mi desplazamiento fluvial; tal vez su ocupante llegó después de la lucha y se internó en la selva. Había encontrado ese lugar caminando por un sendero de animales y decidí continuar hacia el sur navegando por el río. Cargué cierta cantidad de mangos, bananas, choclos y girasoles, remé hasta el centro de la corriente y comencé el viaje, dejando que la piragua avanzara por sí misma en la corriente; guardé los remos, me recosté y permanecí quieto mirando las grandes arboledas que levantaban sus copas bien alto en las riberas.
Andar de esa manera, pasivamente, me parecía estar viajando en el tiempo. También por mi mente quieta desfilaban escenas de las historias que había vivido así como los cuadros de la selva quedaban atrás, en tanto que otras nuevas, pintorescas y desconocidas iban apareciendo en el horizonte. Bandadas de aves voladoras pasaban chillando sobre mi cabeza; grandes peces y saurios perturbados con mi presencia alborotaban la superficie derramando agua por sus fauces; elefantes y búfalos asomaban en la espesura para beber resoplando y bañarse; algunas aldeas pequeñas y barcas de pescadores se presentaban a mi paso, pero los moradores escapaban y se ocultaban. Yo descendía hacia el sur, en busca del mar, y rememoraba las experiencias de estos tiempos en Asia oriental, las últimas expresiones de la civilización. Nadie más podrá reconstruirla. Así como los Magos Negros Atlantes intentaron un renacimiento fortísimo y violento de los poderes psíquicos de su Raza y fracasaron, así la inteligencia artificial montada sobre robots y burbujas flotantes provocaron la última guerra en la Tierra con violencia fatal, también fracasaron completamente y un gran vacío se extendió de polo a polo. Presiento, en mi viaje silencioso, una expectativa, una espera, algo que alumbrará y me llenará de alegría, más allá de las Obras de Renuncia que hayan realizado en estos primeros diez mil años de la Raza Americana. Intuyo que en la próxima etapa se completarán las promesas de los videntes que hemos aprendido en las Enseñanzas del Maestro Santiago, y que las ideas de la Raza Aria se realizarán completamente, la armonía de los pares de opuestos, el espíritu y la materia, por el esfuerzo del hombre nuevo.
El río se ensanchó como una laguna y aparecieron colinas y rocas, praderas y espacios descubiertos con abundante ganado y a lo lejos unas montañas verdes, azuladas recortaban el horizonte quebrado bajo un cielo claro. Algunas chozas de palma formaban un pueblito en la bajada de una colina y escuchaba el agua de un arroyo chorreando por las piedras. Decidí bajar a tierra después de tantos días de navegación y el encanto del paisaje con algunas columnas de humo que ascendían suavemente me pareció la invitación de un encuentro agradable. Así fue.
En el grupo de chozas no encontré a nadie, aunque había fuego encendido en los fogones de piedra. Guiándome por el oído, fui hacia la izquierda y desde arriba encontré a los moradores reunidos en un espacio despejado, sin árboles, sentados en la hierba muy juntos, escuchando a un joven que les hablaba en lengua común; parecía una escuela al aire libre, porque los oyentes eran niños y niñas de tres a quince años, aproximadamente. Vestían muy poca ropa o ninguna, que en ese clima tropical no necesitaban, como acostumbran los naturales de las selvas amazónicas y las islas ecuatorianas. Me acerqué en silencio y me senté detrás de la última hilera. Nadie se inquietó ni prestó mayor atención; continuaron atendiendo la clase que parecía muy entretenida. Además algunos animales estaban con ellos, descansando en la hierba, perros, gatos, venados, gacelas, monos, algunas tortugas de río, faisanes, un par de elefantes y pájaros en la arboleda. El maestro que hablaba, un rubio con brillante cuerpo de fuego y abundante cabellera, a todas luces Nuevo Celta venido de tierras lejanas, los bosques de Europa, me sonrió amistosamente como saludo y continuó la clase en voz alta, preguntando y los chicos gritando a coro las respuestas:
“¿Cómo me llamo?” Respuesta: “¡Eric, Eric, Eric!”
“¿Quién ha venido?” Lo chicos me miraron y contestaron: “¡Un hombre, hombre, hombre!”
“¿Cómo se llama?” Me puse de pie, saludé con la cabeza y respondí: “¡Io-Seph!” Los chicos se pararon, saludaron con la cabeza y gritaron: “¡Io-Seph, Io-Seph, Io-Seph!” Se armó un revuelo de pájaros, monos y niños indisciplinados que se revolcaban en el pasto. Cuando las cosas volvieron a la normalidad, yo tenía cinco o seis pequeños en mi regazo que me estudiaban, pasaban las manos por la cara y revolvían la capa; el maestro continuó la clase:
“¿Qué estoy moviendo?” y sacudía ambas manos. “¡Las manos, las manos, las manos!”
“¿Cómo se llama el animal que he agarrado?” Respuesta: “¡El perro, el perro, el perro! ¡Guau, guau, guau!”
“¿Cómo te llamas tú?” preguntó atrayendo a una chica de unos diez años, bien morena. “¡María! ¡María, María, María!” Y fue presentando a los niños para que no olvidaran su nombre y yo los conociera: Fermín, Diana, Silvia, Luz, Blanquita, Leo, Néstor, Alicia, Roberto, Luisita, Paquito, Patricia, Héctor, Enrique, Namir, Azul, Pili y muchos más, en total unos cuarenta chicos que formaban esa comunidad en gestación. El maestro se puso de pie y los despidió; la clase había terminado y, como en todas las escuelas del mundo, antes y ahora, la salida fue a la carrera y gritando. Eric y yo caminamos hasta las chozas, conversando y mirando las tareas de los chicos, unos en los fogones preparando comida, otros limpiando, los más pequeños jugando en el agua en alegre compañía de elefantes, perros y gacelas. No encontré adultos, habían muerto en las epidemias que esparcieron los robots y los que se salvaron deambulaban por las selvas de las montañas, medio locos, esperando la muerte. Las Ñustas recorrían incansablemente las regiones más lejanas en sus naves aéreas recogiendo pequeños que les entregaban los sobrevivientes, también algunos animales notablemente apaciguados. La barrera radiante había elevado el nivel de la Naturaleza y pareciera que la violencia salvaje era cosa del pasado. En todas partes se respiraba otra manera de convivir; la paz es una necesidad universal. Eric me dijo muchas cosas, que resumo de la siguiente manera:
“Nosotros, los Nuevos Celtas, ignoramos las instituciones familiares y no tenemos parientes de ningún grado. Los niños son criados y educados por todos y vivimos donde nos place; las casas, los alimentos, las herramientas son comunitarias y desconocemos el sentido de propiedad, incluso de nuestra persona. Ésos son conceptos que endurecieron a los hombres hasta llevarlos al crimen, las guerras y la locura de la mente, como vimos en las últimas batallas contra los monstruos. Aprendemos la ley de la Renuncia aún antes de gatear y hablar, desde el nacimiento. Previo al alumbramiento, en las dimensiones invisibles de donde provenimos, tampoco hay propiedad; cuando ingresamos a este mundo las cosas cambian constantemente, nosotros, las personas, el agua, el día y la noche, los viejos que mueren. Entonces ¿qué es una posesión que se evade siempre? Una ilusión, un documento escrito, una mala costumbre. Nosotros no acatamos mentiras físicas, sociales ni religiosas.
“Vengo de una tierra lejana, Europa, junto al mar, con montañas pobladas de bosques diferentes a estas selvas que nos rodean, otro clima, otros animales y otras personas. Los Nuevos Celtas experimentaron la destrucción hace diez mil años, en la guerra atómica que aniquiló la civilización y como estos superviviente que estamos viendo en Oriente iniciaron la Nueva Era en base a las leyes de la Renuncia, que habían difundido las Enseñanzas del Maestro Santiago. Las Leyes de la Renuncia y la Barrera Radiante del Maitreya van juntas, son una misma cosa.
“Estos niños que me acompañan se defienden y sobreviven, pero corren el peligro de perder la condición humana si no saben hablar. Hablar es la cualidad que se adquiere por educación; caso contrario ladrarán y correrán como perros. Las Ñustas me han acercado algunos pequeños criados por animales y resultó difícil que olvidaran lo que aprendieron de sus tutores irracionales. Allá en Europa, después de la guerra atómica, fueron muchos los niños lobos, niños cabras, y se perdieron. Mi tarea, entonces, como la de mis compañeros esparcidos por Oriente, es mantener la identidad humana de los chicos por el lenguaje. Después de los quince años ya pueden encauzar sus vidas según sus mociones interiores. Muchos son llevados por las Ñustas en sus naves y depositados en los monasterios de todos los continentes para formarlos física, mental y espiritualmente.”
Oscurecía y los niños se reunieron junto al fuego. Los atardeceres tropicales son rápidos y pronto se hizo noche. Habían cocinado verduras, choclos, papas, calabazas y presentaron muchas frutas que todos comimos con las manos charlando vivazmente y riendo. Pronto me encontré rodeado por los más pequeños que me subían por todas partes, verdaderos cachorritos, que tenían hambre de ternura, cariño, afectos, palabras dulces. Entonces, con la ayuda de un par de Elfos que siempre me ayudan en las emergencias, aunque permanezcan invisibles, desplegué mi capa celeste y cubrí con ella a los niños, como si fuese una bóveda mágica, que mis ayudantes iluminaron con imágenes y sonidos maravillosos. Entre gritos de asombro, risas y pataleos, aparecieron en ese pequeño espacio que fue creciendo y creciendo, hologramas de mundos antiguos y distantes: la ciudad de Nueva York en su esplendor, un grupo de ballenas saltando en el Atlántico Sur, la Catedral de Chartes por dentro y por fuera, Hiperbórea en el Polo Norte con sus hermosos cubos de colores. Todos los chicos se metieron y el maestro también. Apareció un violinista con frac y escuchamos una bella sonata de Haydin. Luego jóvenes rusos bailaron Romeo y Julieta en un palacio. Eric escuchaba y miraba con la boca abierta. Le pregunté: “¿Qué quieres ver, amigo?” Me respondió: “La nieve”. De inmediato empezó a nevar hasta que todo fue una blancura que nos cubría sin sentir frío: la bendición de la Divina Madre. Nos fuimos quedando dormidos y seguía nevando silenciosamente.
Nº 43 - LA ISLA DE CORAL
La Historia Universal dice que “hace 118.765 años (1937) del calendario Gregoriano” el Gran Iniciado Solar de Primera Categoría, Manú Vaivasvata, al frente de la gran emigración de la Raza Aria con un millón de hombres nuevos seleccionados, salió desde la Isla de Coral, situada en el Mar de la China Meridional, donde me encuentro buscando las huellas del amor divino, después de las experiencias humanas para conquistar los enigmas de la materia y sus vínculos con la mente. Transcurrieron los siglos, la Historia, y deambulo por islas tropicales y mares apacibles, donde van desapareciendo los restos de las últimas batallas. De vez en cuando, en tanto voy navegando en un junco de velas trenzadas, encuentro algunas burbujas despanzurradas boyando al capricho de las olas hasta quedar enganchadas en algún arrecife de coral o enterradas en la arena de las islas cuando la resaca vuelve mar adentro. De alguna manera hemos vuelto al punto de partida deshaciendo todos los caminos, por mar, tierra y aire, con las experiencias guardadas en lo más profundo del inconsciente colectivo y la mente limpia, sin recuerdos, para iniciar los nuevos caminos de la pluralidad de los mundos y la gran conquista de la Renuncia: el Cuerpo de Fuego.
Prosigo mi andar sin rumbo fijo por los mares del Lejano Oriente, en el junco de velas que aprendí a trenzar, impulsado por vientos imprevisibles y las corrientes marinas que circulan entre los archipiélagos y es tal la belleza de los trópicos, la frondosidad de las islas, la variedad y cantidad de la fauna marítima y volátil, la suavidad del clima que los días, los meses pasan volando. Registro en mi memoria las escenas, los paisajes y las novedades que encuentro; es una permanente y deliciosa prueba del amor de Michaël por el planeta recuperado, la casa del hombre, la vida en su esplendor, la sabiduría en las cosas.
A través del tiempo, la Barrera Radiante del Maitreya, desde su implementación a comienzos de la Raza Americana cubriendo la totalidad del planeta como una piel áurica, fue intensificando su brillo y poder, cambiando las cosas visibles e invisibles y quienes tenemos la dicha de experimentarla sentimos una plenitud que, en otros tiempos, sólo era posible en el éxtasis de los místicos. ¿Podríamos llamarla “felicidad”? Tal vez. ¿O será mejor nombrarla “paz interior”? ¿Libertad? ¿Beatitud? ¿Bienaventuranza? Es imposible definirla con palabras del lenguaje antiguo que describían estados contradictorios, dialécticos, resultado de experiencias belicosas, propias de un mundo individualista competitivo. ¿Cómo podría describir un paisaje en donde los diversos elementos que lo componen, árboles, lianas, orquídeas que se nutren de los troncos, mariposas volando en las flores, monos parlanchines y enormes orangutanes recostados sobre la hierba en familia no compiten, sino contribuyen a la armonía del conjunto? No hay miedo. Tampoco hay luchas por la supervivencia del más fuerte, esa idea perversa de las religiones monoteístas que dividió la unidad divina en piezas de relojería que compitieron entre sí y se destruyeron unas a otras,
Las islas que visito, grandes y pequeñas, con su impresionante riqueza de vida en continuo movimiento, colores y formas, no tienen habitantes humanos. Los robots de la inteligencia artificial en sistemática destrucción por una parte con batallas planetarias y la posterior labor de los Iniciados del Fuego recreando las condiciones propias de la Naturaleza, agregada a la creciente vitalidad energética impulsada por los Maestros Protectores, en permanente colaboración con los elementales de Tierra, Agua, Aire y Fuego lograron en corto plazo la restauración de las zonas más castigadas y el vasto territorio oceánico con miles de islas volvió a expresar un maravilloso esplendor como en los buenos tiempos de Lemuria, hace millones de años.
A veces he encontrado pequeños grupos humanos en alguna isla apartada morando en la costa y nutriéndose con pescados, mariscos que recogen en las playas, huevos de tortugas marinas y vegetales. Durante las lluvias se refugian en un hueco de los matorrales, han olvidado el arte de encender el fuego y, poco a poco, el uso de las palabras. Sus necesidades son primarias y no necesitan comunicar pensamientos ni deseos. Los he visto en atolones de la Polinesia sin posibilidad de conectarse con otras islas. Los Iniciados del Fuego, ocupados en la conservación de las zonas depredadas, los controlan desde naves aéreas, pero no interfieren en la vida primitiva ni la modifican. He hablado con ellos. Estos restos de Humanidad no tienen posibilidades de sobrevivir; se deslizan en la pendiente suave de la involución genética sin sufrimientos ni amenazas. Morirán naturalmente y, terminado el ciclo de reencarnaciones volverán al reino animal, como ocurrió con los simios en tiempos antiguos. Tendrán como hogar el nuevo paraíso de un planeta regenerado por los hombres de la Nueva Raza, quienes, perfeccionados en el politeísmo de los Mundos Plurales, practican las leyes de la Renuncia en todo tiempo y lugar. Es consigna juramentada de los Americanos depurar la Tierra que les sirvió de hogar y alimento durante tiempos incontables, saldando las deudas kármicas que hicieron posible la generación de su nuevo Cuerpo de Fuego. Una de las deudas, tal vez la más grave, es la forma como desaparecerá la vieja Humanidad que quedó por debajo de la Barrera Radiante, sin porvenir.
Las dos primeras Razas Raíces se ubicaron en los polos del planeta y, después de muchos intentos fracasados no lograron retener en sus cuerpos primitivos a las mónadas que desde el plano astral estaba destinadas a habitarlos. En la tercera y cuarta Razas Raíces, Lemures y Atlantes lo consiguieron en forma permanente progresando a través del mecanismo de las reencarnaciones. (Un año en la dimensión física por 10 años en la dimensión astral). En la quinta Raza Raíz Aria actual, lograron el pleno dominio de la materia física y se preparan para avanzar hacia nuevas dimensiones. Pero las huellas de tan hondo caminar a lo largo del tiempo milenario son muy profundas y han marcado hasta hoy, en las variadas dimensiones de las experiencias, visibles e invisibles. Es propósito firme de los guía espirituales de la Raza Americana, en mitad de su trayectoria, dejar la Tierra limpia de karmas individuales y colectivos que las acciones produjeron en todos los niveles. Para lograrlo han propuesto una vigilancia atenta y desinteresada en todos los sectores geográficos, biológicos y humanos. Ya hemos visto en los primeros relatos cómo los hombres nuevos recorren los espacios en sus naves conduciendo las corrientes marinas de los océanos, empujando los vientos con ayuda de elementales del aire, penetrando en las profundidades de la tierra y saneando corredores y bóvedas de detritus dañinos, restos atlantes y robots invasores. La elevación del tono radiante de la vibración terrestre a niveles sobrehumanos, la gran obra del Maitreya, ha permitido el establecimiento de relaciones constructivas entre los Dioses y los Maestros de la Tierra, conductores de los Centros de Sabiduría como Teotihuacan, Huetchulafquen, el Hoggart, los Himalayas, Hiperbórea y Universidades Espirituales donde se enseña la Doctrina de la Renuncia. Como en el Templo de la Iniciación Egipcio, los estudiantes aprenden ciencias y se capacitan en el uso de instrumentos energéticos para regenerar la vida planetaria. Permutaron sus cuerpos de carne por cuerpos de fuego. Son amigos de los Santos Maestros y se comunican con ellos, pidiendo consejos, buscando consuelos, compartiendo responsabilidades. Poco a poco se las van otorgando y en el tiempo que voy recorriendo los antiguos territorios del comienzo de la raza, la vigilancia, control, rectificación y acciones están en manos humanas. Los hombres nuevos, jóvenes y desapegados, se han transformado en padres de los viejos y, sabiamente, los conducen hacia la paz y el olvido.
Llegué a la isla de coral un amanecer claro y luminoso, con el sol brotando del mar detrás del alto picacho de su montañita. Era pequeña, unas pocas hectáreas frondosas de palmeras, manglares y otras plantas florales de muchas orquídeas. Irradiaba delante de la luz solar. Rodeada de arrecifes de coral donde rompían las olas del Pacífico, tenía un par de entradas a la laguna interior, profunda y cristalina, a donde penetré con un golpe de timón y la fuerza de la ola. Bajé la vela y dejé que el junco encallara en la arena suavemente, quedando bien derecho. Descendí a tierra y até el ancla en una palmera cercana.
Entonces quedé frente a Manú (el nombre se lo puse después), un gigante negro de dos metros de altura que me observaba atentamente y se había adelantado a mi encuentro desde la fronda. Vivía en estado natural puro; de mediana edad, con largos cabellos lacios sueltos brillantes, no usaba vestimenta. Tampoco sabía hablar, aunque sonreía y emitía algunos sonidos expresando satisfacción. Me revisó la cara, las manos, la ropa y luego subió al junco y lo exploró detalladamente. Olió los frutos que encontró en la nave y probó algunos que le gustaron. Me senté en la arena, rodeado de cocos y cangrejos rojos que caminaban por todas partes. Manú se acercó y le fui dando objetos pequeños que sacaba de mi bolso despertando su interés: cristales, monedas antiguas, piedras de lindos colores, otras cosas. Entonces, enderezándose, corrió hacia la laguna y se sumergió. Era buen buceador y apareció al rato con ostras que abría con las uñas y las comía. Me ofreció algunas y las probé, aunque no pertenecían a mi dieta. Volvió a sumergirse y aportó un par de langostas. Las descascaró y me dio una, que también comí un poco. Traje del junco unos frutos tropicales y finalizamos el banquete como amigos. Bebimos el agua de los cocos que rompía chocando unos con otros pues tenía mucha fuerza. Finalmente se echó en la arena y durmió la siesta. Yo exploré la pequeña isla, solitaria, sin compañeras a la vista y volví al junco. Los días siguientes paseábamos por ese jardín natural y las plantas que reconocía las nombraba para satisfacción de mi amigo que trataba de repetir los nombres con dificultad, pero enseguida las olvidaba. Me mostró el mar desde la cumbre de su montañita, entramos en algunos huecos bajo las rocas, destapamos nidos de huevos de tortugas enterrados en la arena, exploramos el fondo de la laguna y los arrecifes de coral y en las noches mirábamos el cielo estrellado y la luna que se levantaba desde el mar. No se escucharon palabras, pero había una comunicación espontánea con muchos significados. Su mente era tan simple que fácilmente veía las imágenes de sus pensamientos sencillos.
Permanecí en la isla varios días con buen tiempo en compañía del alma infantil del gigante Manú; no conocía el mal, no generaba karma, vivía la plenitud de su paraíso, no necesitaba ni deseaba nada. No conocía el sufrimiento. Al final de un giro de 1.300 siglos, Manú volvió al punto de partida, como un niño. Entonces, decidí partir. Con gestos traté de decirle que continuaba mi viaje; le regalé mi bolso lleno de objetos varios y con los que solía jugar, subí al junco y con los remos salí al mar abierto, levanté la vela y me alejé. En la playa, Manú permanecía quieto, sin comprender. El bolso estaba en el suelo. Miré hacia delante, hacia el mar.
Sentí ruido a mis espaldas y gritos. Me volví. Manú me había seguido nadando con vigor entren las olas y a su modo me llamaba. Asombrado, bajé la vela y detuve el junco con los remos. Rápidamente llegó a mi lado y subió a bordo. Jadeaba. Estaba cansado. Se echó en el piso respirando fuerte y me miró silenciosamente con grandes ojos negros, muy quieto. Empezaron a rodar lágrimas por su cara unas tras otras. Yo permanecía mudo de asombro, conmovido: estaba presenciando una maravillosa prueba del Amor de Micaël hacia los hombres: Manú estaba aprendiendo a llorar y experimentaba, por vez primera, dolor en la amistad, tal vez la más hermosa prueba del poder de Dios. Permanecí quieto largo tiempo, horas, acunado por el vaivén de las olas. Luego, en la paz del atardecer, me acerqué con los remos hasta el arrecife. Manú bajó al agua y subió a un promontorio. Giré el junco, levanté la vela y me alejé lentamente. De pie en mi nave saludaba con la mano a mi amigo y él, de pie también, sonriente, me respondía con los dos brazos y gritaba su nombre que había aprendido en los paseos: “¡Manú! ¡Manúú! ¡Manúúú!!!....”
Nº 44 - ADÁN Y EVA EN TAHITÍ
(La idea de la sexualidad como pecado es de origen semita, característica de las religiones monoteístas de un Dios personal y fue desarrollada claramente en el Génesis, en gran parte de la literatura cristiana y en los ensayos de psicología moderna. (Freud, etc.). Las consecuencias perversas en la vida moderna son asombrosas, desde las desviaciones antinaturales de todo calibre hasta la inundación insoportable de aberraciones biológicas, mentales y sociales en los medios masivos de comunicación, los hogares, las religiones y la educación. La ignorancia sobre el tema es completa desde la imagen del Paraíso bíblico hasta la política de liberación sexual de la posguerra. Sólo el conocimiento de la pluralidad de los mundos y la realización del hombre integral puede conducir a la práctica de la sexualidad en funciones específicas: la reproducción de la especie, como se vivía en Tahití antes de la llegada de la civilización cristiana. A comienzos del siglo XXI, dinero y sexo van juntos ocupando el espacio-tiempo totalitario de la vida moderna con efectos letales irreversibles).
Navego solitario en las aguas del Océano Pacífico sin ninguna isla a la vista. Un horizonte plano en todas direcciones marca con línea corrida la bóveda celeste y en el centro, bien alto, el sol del mediodía, resplandeciendo el espacio, dando siempre luz, calor y vida. Permanezco recostado en el junco, protegiendo los ojos con la sombra de la vela y la suave brisa lo hace navegar. En el cielo hacia occidente, un plato volador flotando en círculos a gran altura sobre mi barca, navega lentamente. Me busca. Recojo la vela y me detengo, esperando el encuentro. La aeronave desciende hasta tocar la superficie del agua, se aproxima y abre una portezuela en rampa hasta el junco; desde el interior surge una voz amiga que me invita: “¡Entra, Io-Seph!”
Recojo el manto, abandono el junco a merced de las olas y la aeronave sube. Abajo la barca quedó boyando en un círculo de ondas. Encontré viejos amigos con los que tuvimos hermosas aventuras en otros tiempos y a los que saludé con afecto: Laila, Hipatia, Ariel y otros que no he mencionado anteriormente. Han pasado varios años desde el último encuentro en las cavernas atlantes bajo el Océano, cuando combatíamos a los androides de la vieja Raza, detritus, autómatas, quimeras, lemures, otros y limpiábamos las bóvedas de oscuras contaminaciones. El paisaje terrestre ha cambiado completamente, estamos a plena luz del día, y las tareas también; ya no combatimos más; ahora construimos. La misión de ésta y otras naves bien tripuladas es la fundación de la nueva Humanidad en el comienzo.
Me condujeron a ver la preciosa carga que transportaban. En una cabina aparte, iluminada con luz gris difusa y sonidos armoniosos apenas audibles, yacían catorce durmientes de ambos sexos sobre tarimas portátiles, boca arriba, siete varones y siete chicas de unos 15 años de edad, muy parecidos entre sí, con brillantes Cuerpos de Fuego del color de la llama, sin ropa, adorno, ni identificación de brazaletes. Eran físicamente perfectos, interna y externamente y habían superado las dos primeras estancias del Templo de la Iniciación, que ahora se levanta junto a las pirámides de Teotihuacán, en América, y siguen los programas de perfección mística del antiguo Egipto junto al Nilo como está descrito en el Relato 12. Esta expedición de siete parejas está destinada a las islas de Polinesia, una en cada isla elegida con condiciones ideales para una supervivencia inicial. La más cercana es Tahití y como yo navegaba en la zona, me buscaron para que los acompañara y cuidara a los primeros Adán y Eva, por un mes. Luego volverán a buscarme y me llevarán a donde quiera ir. Mientras tanto, ubicarían a los demás. Acepté encantado porque la tarea estaba en la línea de mis investigaciones.
Nos acercamos a Tahití desde el sur y la vimos empinada muy verde, junto a su hermana Moorea, igualmente bella. Volamos despacio y bajo, buscando el lugar apropiado y pronto lo encontramos, pues toda la isla es un paraíso. Aterrizamos cerca de un refugio agradable para los adolescentes, una caverna, no muy profunda, abierta al levante, despejada de árboles y una linda terraza delante, con muchas plantas florales en plenitud de aromas. En la isla no hay animales peligrosos y nunca los habrá; desde ahora permanece bajo la tutela de Iniciados del Fuego por muchas generaciones. Bajamos a una pareja dormida y la depositamos directamente en un mullido lecho de musgo seco dentro de la caverna. Recogimos frutos maduros y los pusimos cerca. El agua abundaba en un arroyito que bajaba por la colina. Atardecía. Los tripulantes de la nave dieron las últimas inspecciones por los alrededores y se mostraron conformes. Nos despedimos hasta dentro de un mes, señalando forma y lugar del reencuentro y partieron sin ruido. Los durmientes despertarán al día siguiente con los primeros rayos del sol. Yo me acomodé en la terraza al aire libre junto a una fogata y me dediqué a pensar en esta ocupación inesperada. Se hizo noche, aparecieron las estrellas con la Cruz del Sur y más tarde, en plena oscuridad, la pequeña luna de cuarto creciente rielando en el mar bajo un horizonte lejano.
A la mañana siguiente temprano encendí un fuego grande y puse a tostar plátanos, manzanas, choclos amarillos silvestres tiernos, tapioca. La arboleda estaba bulliciosa de pájaros y monos; algunos mamíferos salían de la espesura curioseando el fuego y los alimentos. El sol daba de lleno en la entrada de la caverna y enseguida aparecieron los chicos con andar soñoliento tras el período de hipnosis. Con un gesto los invité que se acercaran a la fogata, pues tiritaban, cosa que hicieron con gusto sentándose en unos troncos. En unas hojas grandes traje agua del arroyo y les di que bebieran. Luego probé unos frutos naturales y les convidé. Más tarde saqué del rescoldo batatas y choclos que tuvieron buena aceptación. Yo ensayaba primero y ellos me imitaban. No habíamos hablado todavía, pero reíamos por cualquier insignificancia que provocaban los animalitos que nos rodeaban: conejos, monos y unas cabras que devoraron las sobras. Entoné una canción antigua en aripal que había escuchado hace mucho, mucho tiempo en la antigua Comunidad de Ordenadas de Embalse, con ritmo alegre y que conocían, pues me acompañaron con gestos y risas:
¡¡Bet Astere ak babeel
Foro Acuar Anhunit aiest
Cur cam sem came el
Bel bellica Philo giest
Gunas et trikam Beatrix
Ahehia ote Hes
Horushatum ten amon trix
Ihes eret om Heeeeessss!!!!!!
El hielo inicial, que nunca apareció, estaba superado y enseguida fuimos amigos. El muchacho me preguntó: “¿Cómo te llamas?” Le respondí: “Io-Seph. ¿Y tú cómo te llamas?” “Lo sabía antes de dormir, pero ahora no tengo nombre.” Repetí la pregunta a la chica y me respondió lo mismo. Les dije: “Entonces, si no tienen nombres se llamarán él y ella mientras estemos juntos en esta isla”. Les propuse un paseo para conocer los alrededores y activar los músculos después de las jornadas inmóviles. Aceptaron entusiasmados. Dejé guardada en la caverna la capa celeste que me regaló el Maestro Santiago en Asia Central la última vez que nos vimos. Si algún monito curioso se acercara demasiado y tratara de conquistarla, se llevaría un susto, porque la capa está protegida por elfos que las Ñustas, tejedoras del Perú místico, habían entretejido en el mantram interno al ritmo de fórmulas de poder que muchas veces me ayudaron en momentos de peligro. Seguramente el mono audaz tropezaría con la imagen de un tigre con las fauces abiertas muy cerca.
Mientras andábamos contestaba preguntas y daba explicaciones. Fuimos hacia el Océano y se bañaron en la laguna transparente protegida por arrecifes de coral. Empezamos el entrenamiento de supervivencia de mis ahijados en ese lugar aprendiendo a bucear reteniendo el aliento y explorando el fondo marino que, como dije, era sereno, visible y abundante en ostras de buena calidad que, en la playa, abrimos con las uñas, como me había enseñado Manú, y condimentamos con jugo de frutas. Los chicos tenían buen apetito y se sumergían jugando y cosechando. Más tarde recogimos langosta que tostamos en las piedras calientes de la fogata. Les enseñé a encender fuego con pedernal y eslabón que siempre me acompañan. Más adelante les enseñaré otros procedimientos tradicionales porque el fuego es indispensable para aquéllos que formarán una familia y construirán un hogar numeroso.
Todos los días al amanecer salíamos de excursión en diversas direcciones, pues Tahití es la cumbre de una montaña sumergida con relieve complicado y abundantes ríos. Desde lo más alto veíamos el Océano completo y la cercana Moorea. La riqueza vegetal y animal es impresionante, en el mar y en la tierra; los Acuarianos introdujeron especies que no compiten entre sí, por ejemplo, herbívoros solamente. La época de selección del más fuerte se terminó y esa ley antigua fue reemplazada por el principio de armonía y cooperación. El resultado fue abundancia general para todos, disminución de las agresiones individuales, un clima suave sin cambios bruscos, desaparición de los hielos polares y huracanes en los continentes. El factor que más contribuyó a la estabilidad generalizada fue la Barrera Radiante que expandió el Gran Iniciado Solar Maitreya después de la guerra atómica mundial y elevó la vibración planetaria a niveles antes conocidos por los místicos en sus experiencias solitarias. Otros elementos importantes fueron la comprensión general de la Ley de la Renuncia, la aplicación del principio de Reversibilidad Analógica en el comportamiento humano y la conquista de la Intuición, conocimiento directo e instantáneo de las cosas.
Los adolescentes aprendían rápidamente. En el Templo de la Iniciación no sólo habían borrado recuerdos anteriores, sino recibieron entrenamiento avanzado de flexibilidad mental. Muchas veces adelantaban explicaciones sobre fenómenos presentes antes que yo las describiese y hablaban claramente con expresiones nuevas, inventando palabras, movimientos y significados. Se llamaban de diferentes maneras y cambiaban los nombres, algunos sin valor para mí, pero interesantes para ellos. Eran alegres y yo tenía la impresión que habían comunicaciones inefables que les pertenecían exclusivamente. Más allá de las formas visibles, un mundo nuevo compartido nacía en ellos.
Con la instalación en Tahití esta pareja humana virgen, joven, preparada integralmente en la mejor escuela de Iniciación Politeísta tradicional, cuando la Tierra ha sido reconstruida con formas excelentes, comienza efectivamente la Raza Americana hacia la mitad de su período zodiacal, en plenitud. El emprendimiento es planetario y en siete veces siete lugares separados unos de otros, aterrizan las naves aéreas y depositan las simientes del futuro. Unos en las islas del Pacífico, otros en las del Índico y el Caribe, algunos en oasis verdes de los desiertos africanos, en valles escondidos de los Himalayas y en las cordilleras del continente americano. Es una siembra global de casi cien proyectos de vida que los sabios de los Templos de Iniciación prepararon durante generaciones con un seguimiento individual de muchas reencarnaciones, en la Tierra y en los planos astrales. Y continuará por mucho tiempo hasta que complete el ciclo de la Raza y comience otra nueva. Ahora la Evolución está en manos de los Iniciados del Fuego avanzando por el Camino de la Renuncia.
(Reunir los primeros Adán y Eva en el Paraíso Bíblico y exigirles que no comieran el fruto prohibido es el absurdo de un Dios represivo y el siguiente castigo de expulsión es más grave aún, dando origen al sentimiento violento de culpas que ha durado hasta hoy. La gran obra del Maitreya, cuyas señales estamos advirtiendo continuamente en todas partes, es no sólo terminar con las enfermedades de la civilización sino también con las causas que la provocaron. Dos de ellas han sido muy fuertes: el afán desmedido de posesiones y la libido llevada al absurdo, invadiendo espacios que no le corresponden. La zona vibratoria de ambas pasiones ha descendido hasta niveles insostenibles provocando la morbosidad de la condición humana y el caos social, sin salida, un abismo insondable. El Maitreya, al desplegar su poder áurico ha establecido una barrera radiante de alta vibración, que los viejos androides no pueden cruzar. Unos pocos seguidores del Camino de la Renuncia tienen futuro, como está relatado en estas páginas. Los jóvenes protagonistas exploran Tahití con alegría y libertad, desnudos como vinieron, sin que les afecte un impulso natural muy atenuado, acorde con la Barrera Radiante. No poseen cosas, no desean nada, no compiten. No les muerde la fantasía, viven sin recuerdos ni ensueños. Ella y Él constituyen el modelo de las generaciones futuras que se esforzarán en la unificación de los opuestos hasta llegar a ser uno).
Nº 45 - EL OCASO
Oceanía es un continente insular, restos de la antiquísima Lemuria, donde el hombre comenzó su larga historia de triunfos y fracasos. Allí, en la Isla de Coral, el Manú Vaivasvata, fundador de la Raza Aria, preparó la conquista del mundo. Transcurrieron las civilizaciones y ahora, al promediar la Era Americana, en Australia, los viejos se demoran en el ocaso antes de partir definitivamente. Los Iniciados del Fuego han organizado una jubilación suave, segura, sin sobresaltos ni peligros. El continente está aislado de otras tierras produciendo cambios benéficos en el clima, la fauna y la flora con especies hermosas para que los inmigrantes puedan sobrevivir sin mayores esfuerzos, cosechando los frutos que la Naturaleza ofrece espontáneamente. Estos grupos seleccionados de viejos han vuelto a la prehistoria, cuando eran pocos y abundaban los espacios. Han sido concentrados en Australia; en otros continentes las experiencias son diferentes y los destinos también. Los australianos del milenio X son aquéllos que no pudieron alcanzar la Barrera Radiante del Maitreya y permanecen fuera de las corrientes de vida que animan los nuevos protagonistas de la evolución. No han sido abandonados al azar ni al karma que los agobia; están protegidos por los Acuarianos que, voluntariamente, se preocupan que no sufran en vano, no hagan daño ni sean peligrosos como ocurrió otras veces. Procedentes de todas las regiones del globo, lograron salvarse de las guerras exterminadoras de la inteligencia artificial y, recuperados por los Acuarianos con naves aéreas, fueron depositados en lugares apropiados. Reunieron un millón de hombres y mujeres mayores de veinte años. Los menores de esa edad, pocos, fueron entregados a los Templos de Iniciación. No saben leer ni escribir, son estériles, la fecundación artificial ha desaparecido y padecen enfermedades terminales.
Las zonas de ocupación son costeras con buen clima, y abundan los productos que prosperaron en la civilización: cereales, frutales, animales de granja, verduras y hortalizas. Practican algunos oficios útiles como alfarería, telares, cestería, curtiembre de pieles, construcción de chozas, pesca con redes y anzuelo. Saben encender el fuego. Se agrupan en aldeas distanciadas unas de otras y el intercambio de productos es ocasional. No utilizan dinero. Las relaciones sociales son semejantes a las que practicaban los aborígenes antes de la irrupción de la civilización cristiana. Desde el fondo del inconsciente colectivo surgen mitos, leyendas de dioses ancestrales, el temor a las fuerzas desconocidas de la Naturaleza y rituales de hechicería. Retroceden al oscurantismo primitivo.
En la plenitud de la Era Americana, con un planeta estabilizado y las fuerzas naturales conjugando armoniosamente sus corrientes de vida, en tierra firme, los océanos y la atmósfera, con la cantidad de habitantes necesaria para la plasmación efectiva del destino humano, y no más, como está predicho en la Idea Madre de la Raza, he descendido en el continente oceánico para ver a los últimos, los que no tienen futuro, los que permanecen en la sombra, los recuerdos y las tristezas, deseando ver en ellos también, en el ocaso crepuscular, señales del amor divino. El sol ilumina y con sus rayos detrás del horizonte envía señales de paz a los que tienen que partir. Ellos deben aprender la gran ley de la Renuncia, dejando las cosas que aman, recuerdos, ellos mismos, la conciencia, la sensación de existir. Quedarán cenizas en cualquier parte que el viento disipará y una chispa encendida brillando en la oscuridad. ¿Cómo enseñarán los guías para resolver el gran dilema? He descendido en la tierra del ocaso para ver y aprender.
En el tiempo de los últimos Relatos la vida planetaria está organizada gracias a la obra del Maitreya que elevó la tónica vibratoria de la materia a niveles desconocidos. La solidificación del mundo que denunciaron los sabios se detuvo y el hombre nuevo asciende por la otra rama de la curvatura, dejando atrás la pesantez de la materia. El punto de inflexión, reversibilidad analógica, es el Maitreya en la nueva Raza Americana. La operatoria del esfuerzo y la doctrina es Ley de la Renuncia. La Humanidad compuesta de unos cuatro millones de personas, con gran movilidad gracias a la naturaleza depurada, está distribuida, a grandes rasgos, de la siguiente manera: Un millón de Americanos ocupando las praderas y las pampas de dos continentes, con centros de sabiduría en las alturas como se ha relatado en las dos primeras partes; otro millón de Celtas en Europa, distribuidos en aldeas y granjas siguiendo el modelo de la Subraza Ario Celta, 50.000 años A.C.; los seguidores del Loto Blanco, un millón, ocupando las zonas costeras de Asia; y los hombres viejos, jubilados de las anteriores, estériles, refugiados en las zonas orientales de Australia, bajo el patrocinio de la Orden del Fuego.
No existe gobierno ni centro administrativo en ninguna parte, aunque la sabiduría, el ejemplo y el poder intrínseco de los centros magnéticos terrestres, Huechulafquen, Teotihuacan, Hiperbórea, otros en diversos continentes, ejercen una influencia transformadora acatada por todos. Los personajes de los Relatos, yo también, viajero permanente, no representamos a nadie, no somos intermediarios, no usamos la fuerza ni la compulsión. Cuando las Enseñanzas del Maestro no son bien recibidas en algún lugar nos alejamos en silencio.
Llevo caminando varias semanas por las hermosas regiones de Australia oriental, entre casuarinas, eucaliptos y bambúes. Abundan los arroyos que descienden de las colinas verdes. La fauna es variada y numerosa de zonas distantes y prosperan porque no tienen depredadores. Los habitantes están regularmente distribuidos sin multitudes, manteniéndose con recolecciones del lugar. Levantan chozas de bambúes cerca del agua en grupos pequeños o aislados, según el parecer de cada uno. No hay reglas de conducta de ningún tipo. Viven espontáneamente satisfaciendo las necesidades básicas: comer, dormir, pasar el tiempo. Son estériles, no producen nacimientos. Las Ñustas plantaron muchas hierbas medicinales y les enseñaron a usarlas, especialmente coca del altiplano que mastican sin cesar para aliviar el cansancio de los años. También usan algunos cactos alucinógenos que los hacen soñar y suavizar la histeria de la vejez. A veces encuentro un plato volador reposando en la hierba y en las cercanías algunas Ñustas curando enfermos o Celtas ofreciendo charlas que los ancianos escuchan: les hablan de la muerte, del más allá, de los Santos Maestros, de la Renuncia; pero los viejos no expresan interés por nada, no preguntan por cosas que no conocen, no se rebelan, no protestan. Cuando el cansancio de los años o las enfermedades los agobian se echan en cualquier parte, cerca del agua y permanecen quietos. Los vecinos los cubren con mantas y traen coca que mastican hasta que expiran. Los cadáveres son cubiertos con tierra y piedras formando un túmulo que pronto se cubre de hierbas. A veces un duraznero crece en la tumba y empieza a fructificar.
Camino y camino hacia el sur por colinas y praderas, junto a ovejas, caballos y canguros que pacen entre eucaliptos muy altos; el paisaje humano es siempre el mismo: rostros cansados, miradas perdidas en cosas lejanas, palabras sin risas, reuniones silenciosas en chozas o a la sombra de los árboles, pocos fogones encendidos. No se escuchan canciones. Los voluntarios celtas que suelo encontrar cooperando concuerdan en la descripción general: es el ocaso de una raza poderosa que cumplió su trabajo y ahora se retira al descanso.
En un caserío al sur, lejos del mar y próximo al gran desierto de piedras, alguien me ha reconocido y me llama por el nombre a gritos. Presto atención y veo a un hombre que corre hacia mí y lo reconozco; es el jefe de una mafia que hacía guerras personales en un puerto del Mar de la China Meridional. Me saluda con respeto. Los años pesan sobre él, pero se expresa animado, recordando los doce elfos, transformados en caballeros medievales bien armados que lo condujeron a la paz. Se refugió en un Monasterio tibetano y vivió tranquilo. Cuando terminaron las batallas los lamas lo enviaron a Australia para que ayudara a los jubilados y pagara un poco el karma de sus crímenes. Hace un año que está en este sitio enseñando y dirige un grupo que lo sigue. Tiene pasta de líder. Les ha hablado de aquella aventura, pero los viejos no le creen. Me pidió que lo acompañara para testificar que dice la verdad. Fui con él y me presentó a unas veinte personas y volvió a contar el cuento de los guerreros desde el principio hasta el final, cuando se separó de mí hacia los Himalayas caminando por la senda de los pandas. Me pidió en público que confirmara sus palabras. Entonces, para premiarlo por sus buenas acciones, abrí mi capa sosteniendo las puntas como alas de una mariposa, convoqué a un Elfo y apareció un caballero armado de pies a cabeza con yelmo alado y abundante cabellera. Se plantó en el centro de la reunión, desenvainó la gran espada de combate que portaba al cinto y la levantó alto, al sol. La tomó por los extremos y, dando un grito, la partió contra la rodilla en dos pedazos que arrojó al aire incendiándola con un chisporroteo de centellas. Y desapareció. Yo lo imité; cerré la capa, bajé la capucha y desaparecí para los espectadores que se quedaron con la boca abierta.
Fue la despedida de mis viajes. Estoy muy cansado. Los años también caminaron por mis huesos y en algún momento tengo que detenerme, pasar a la reversibilidad de las experiencias que entregaron sus posibilidades y escribir el punto final. Todas las cosas de este mundo terminan alguna vez. La clave es encontrar el momento más adecuado. Y el mío ha llegado.
Salí del caserío, acomodé la capa y otras pertenencias en el bolso y empecé a caminar hacia el Oeste, hacia el desierto, con gran determinación. Tengo necesidad de silencio, de vacío, de lejanías insondables que no contengan nada. Tengo hambre del misterio de la noche. Necesito vaciar la bolsa del peregrino, llena de recuerdos, imágenes de un mundo que fue y programas de ensoñaciones. Caminé la tarde y toda la noche y al día siguiente preparé un bastón con una vara de bambú y seguí marchando bajo los rayos del sol. Muchos días estuve andando, bebiendo el agua de los charcos y descansando por la noche, hasta que enfermé con fiebre alta y me quedé junto a una roca a la sombra. El desierto rutilaba adelante y abajo. No se cuánto tiempo estuve allí con miles de imágenes que cruzaban por mis ojos abiertos. No tenía hambre ni sed. Tampoco dormía. Soñaba.
Un plato volador aterrizó suavemente a cien metros, descendieron dos tripulantes con resplandecientes vestiduras de fuego y avanzaron hacia mí. Me puse de pie con dificultad porque los conocía del Hueuchulafquen. Me saludaron con afecto, pero no pude responder, no tenía fuerzas. Dijeron: “Io-Seph: el Caballero Gran Maestre quiere que regreses a casa.” Los seguí lentamente apoyado en el bastón. Subí a la nave y me tendí en una litera. Cerré los ojos. El silencio y la quietud expandieron desde adentro.
Nº 46 - DE VUELTA AL HOGAR
Desperté en mi antiguo dormitorio de rocas en la Comunidad de Ordenados del interior del volcán, antiguamente llamado Lanín, junto al lago Huetchulafquen, de América del Sur, donde comencé la peregrinación de los Relatos. Me pareció que no habían pasado los años y debía levantarme como todos los días. La suave luminosidad de la Barrera Radiante rutilaba por las paredes de basalto incrustadas con cristales, muy veteadas con rayas de mármol verde. La vertiente de la izquierda todavía mana agua cristalina que me gusta beber cae goteando en una fuente del piso y se escurre por el rincón de siempre. Me siento muy bien, arropado con mantas de vicuña. La sala es amplia, sencilla, con la piedra sin labrar, ni decoraciones. Junto a la pared un ropero sencillo de encina guarda las cosas que tengo, ropas, sandalias de esparto, mantas, capas, capucha y nada más. Me doy vuelta a la derecha y encuentro a Emérico, C.G.M. de la Orden, sentado en un sillón frailero junto a la puerta de entrada, observándome en silencio, sonriente. Nuestra amistad es tan grande que no hay necesidad de saludos; me alegró mucho verle con buen semblante, bien conservado como siempre, de mayor edad, con cabellos blancos, venerable.
“¿Cómo te encuentras?”, me preguntó acercando el sillón. Nosotros no usamos camas ni colchones; descansamos en el piso sobre una manta de lana sin almohada. Me senté recogiendo las rodillas. La ropa que uso es nueva, de alpaca muy suave sin teñir, tejida por las Ñustas en el Altiplano especialmente para Ordenados, con tramas invisibles de fórmulas protectoras de salud y bienestar perdurables.
“Tengo la sensación que nunca abandoné la Comunidad y estoy con fuerzas para otro viaje. Me siento recuperado.”
“Las Ordenadas de Tiahuanaco, cuando supieron que estabas de vuelta y enfermo, enviaron ropas especiales con intensas radiaciones de salud. Son las que llevas encima y contribuyeron a tu pronta sanación. Los chacras estaban desgastados, sin vida, por las andanzas en el mundo, la incursión en la Burbuja de los cerebros y la caminata por el desierto australiano. Ahora estás como nuevo. ¡Y sí! Tal vez haya un próximo viaje diferente al que hiciste; pero no hablaremos de eso ahora. Vuelve a la rutina de la Observancia porque tienes mucho que hacer. Hay que poner orden en las informaciones y debemos registrarlas en los Anales. Descansa; tienes tres días de dispensa y puedes ir donde quieras. ¿Qué deseas comer. Es la hora del almuerzo.”
En esos días recorrí el laberinto de grutas y corredores, inmenso, interminable, que constituía el sistema completo de la comunidad del Huetchulafquen, séptimo chakra magnético del planeta al cual están sujetos los demás centros del continente sudamericano. No se conoce exactamente su origen, pero se conjetura que fue el destino de una de las corrientes que partieron del Asia Central a la caída del Monte Kaor. Según una de las Enseñanzas Escritas del Maestro Santiago anteriormente estaba ubicado más al norte, en las desgastadas montañas de San Luis que luego, por razones desconocidas, se corrió hacia la actual ubicación, el interior de un volcán apagado en Los Andes. En un trabajo anterior a estos Relatos que lo preanuncian, “Supervivencia en las Estrellas”, los últimos capítulos describen muchos aspectos del sistema que allí lo dibujan como una estrella analógica de gran poder que producen transformaciones espirituales comunes a los Acuarianos con Cuerpo de Fuego. Visité con cariño la sala de los niños durmientes donde perduran los primeros que investigaron el poder de la gruta, en el interior de cristales vibradores tal como fueron depositados miles de años atrás por el “Guía”; la gran cúpula donde siguen girando los siete discos de oro cristalino que comunica a los hombres con las dimensiones astrales superiores; el portal del sol naciente donde chocó el bombardero autómata en la ultima guerra atómica extiende su terraza sobre el lago donde los monjes practican vuelos de ingravidez, como hacían los primeros chicos que descubrieron en los discos los senderos del cuerpo místico para formar una estrella de siete puntas y volar como los elfos.
Entré a la rutina comunitaria fácilmente porque es la mejor manera de vivir, sin preocupaciones, sabiendo de antemano qué vamos a hacer, como se practicaba diez mil años atrás en las Comunidades del Fuego, creadas por el Maestro Santiago, con un bío ritmo semejante al de la naturaleza, en tiempos activos y tiempos pasivos, trabajos y estudio, grupales y solitarios. Los integrantes que se autodefinen “Hijos de la Madre”, o Hijos simplemente, cumplen la misma reglamentación, desde Emérico, la autoridad suprema, hasta el último joven ingresado. No tienen posesiones, cosas, privilegios ni tratos especiales; integramos un cuerpo místico de alcance ilimitado. Por el grado de Renuncia alcanzado y la perfección en el cumplimiento de las regulaciones, esta Comunidad está entrelazada con las otras agrupaciones distribuidas por el mundo en los sitios estratégicos magnéticos del sistema terrestre: Hogaard, Teotihuacán, los Himalayas, Hiperbórea, etc., todas. Las comunicaciones permanentes con naves, telepatía, viajes astrales conforman el sistema de una Comunidad integrada planetaria de tiempo real.
De inmediato me puse en manos de los superiores más sabios para entregar las informaciones, no sólo de la memoria, sino grabadas en el subconsciente y cada uno de los centros psicosomáticos del organismo que conservaron “recuerdos” de las experiencias. Por ejemplo: ¿Qué habían logrado extraer los cerebros flotantes en la burbuja central? En la práctica la operación fue un largo examen retrospectivo desde el momento que inicié el viaje hasta que regresé hace pocos días, unos diez años en total. La información es considerada importante para el funcionamiento de la vida planetaria durante el tiempo Acuariano.
Fuimos a la bóveda de los discos giratorios y nos ubicamos sobre ellos, yo en uno y los sabios en los otros seis, posición yacente, sincronizando nuestras mentes en vacío coordinado, como los antiguos egipcios del Templo de la Sabiduría cuando realizaban la muerte mística, aunque ahora no buscamos la destrucción de los chakras, sino su potenciación. Los principales centros magnéticos se conectaron en red astral y la información es registrada por todos. De alguna manera es una imagen local de la Gruta de los recuerdos, séptimo plano mental, que suelen consultar los estudiosos de la filosofía rásica.
No relataré la experiencia porque es lo que está dicho en los cuentos aunque hay detalles y episodios registrados en el inconsciente que no aparecen en los relatos. Uno de ellos se refiere a mi último encuentro con el Maestro Santiago en las montañas del Asia Central, cuando me regaló la capa que tanto ayudó en los momentos de peligro. Al llegar a ese episodio, el examen se convirtió en Aleph, punto luminoso que da comienzo a una historia completa y como no supe más de mi maestro, me concentré en el Aleph, conocí toda la historia de la Piedra Negra y las aventuras del Maestro para encontrarla. Pero esos maravillosos acontecimientos son argumentos del próximo Relato.
No puedo precisar cuanto tiempo duró el examen que se realizó sin interrupciones ni cortes, sino ilado desde el principio hasta el fin. Cuando los superiores consideraron que la tarea se había cumplido satisfactoriamente, desconectaron el lazo magnético que nos unía y poco a poco recuperamos nuestra espontaneidad individual. Permanecimos largo tiempo inmóviles y luego, según las fuerzas de cada uno, nos retiramos a nuestras habitaciones. Fui el último.
La Comunidad continuó su ritmo cotidiano con las características y objetivos de la institución, el perfeccionamiento integral del ser, y de vez en cuando me llamaban, incluso de otros centros, para que ampliara informaciones sobre capítulos del viaje.
Después del informe, los acontecimientos de la Era Americana se precipitaron avanzando hacia el desenlace de muchas incógnitas que habían quedado sin resolver y que fueron presentadas a los largo de los Relatos. En la última Asamblea de Plenilunio, reunida en Hiperbórea y dirigida por Maitreya, los Grandes Iniciados de diversas corrientes expusieron los problemas de la Humanidad y sus expectativas. Sanat Kumara, Regente del Sistema Planetario, presente, al despedirse de la Humanidad sin tomar una decisión, invitó a otra Asamblea futura, cuando los hombres resolvieran sus diferencias. El tiempo esperado llegó y el Maitreya convocó a una Asamblea en Urania, Polo Sur.
Emérico, Gran Maestre de Huetchulafquen, nos reunió en la bóveda de los discos y, fiel a su estilo, expuso las cosas en un discurso solemne: “Los ideales de una vida superior que el Maestro Santiago presentó a la Humanidad en el umbral de los portales de la Nueva Era por medio de la Orden del Fuego, en las Enseñanzas escritas y en el alma de sus discípulos fieles, brillan ahora con máximo esplendor en todos los estamentos de la existencia terrestre. El Planeta está en paz. Las fuerzas telúricas han equilibrado sus movimientos y actúan armoniosamente bajo el control de los Iniciados del Fuego que las conducen. Los hombres, ubicados en las regiones más aptas para el cumplimiento de sus funciones según el adelanto integral de cada individuo, trabajan en el cumplimiento de los objetivos de la Raza Americana, armonía de valores materiales y espirituales. Las guerras de conquista y dominio han concluido. Las falsas expectativas de la tecnología sin alma, cambiando la vida por mecanismos artificiales han desaparecido. Finalmente, la Idea Madre de la Raza Aria ha aparecido a la luz del día. El Maestro Santiago encontró la Piedra Negra donde el Manú Vaivasvata grabó con su mano, en signos eternos, el destino del hombre y la trasladó al lugar más santo del Planeta, la Tierra de Urania, donde se plantó la simiente humana. El Gran Iniciado Solar Maitreya ha convocado a los Iniciados del Fuego a una Asamblea de Plenilunio que se desarrollará en el Polo Sur, junto a la Piedra Negra y a los pies del Regente, Serafín Michaël. Deseamos ansiosamente que la incógnita pendiente de la Asamblea anterior en Hiperbórea, la unidad de la especie humana, haya sido resuelta y que el Gran Ser nos señale los nuevos caminos de la perfección. ¡Hijos de la Madre: preparaos para el encuentro! A medida que progrese el anuncio iré señalando las misiones y nombrando a quienes me acompañarán. La Comunidad necesita el máximo de pureza para recibir las buenas nuevas.”
Nº 47 - LA PIEDRA NEGRA
El siguiente Relato es un resumen de las experiencias del Maestro Santiago en el Asia Central que surgieron de la expansión del Aleph durante la reunión extática en la Gruta de los Discos Giratorios. Santiago Bovisio es el Fundador de la Sagrada Orden de los Caballeros Americanos del Fuego Ihes, más conocida por su sigla CAFH, redactor del Reglamento Perpetuo y las Enseñanzas Canon que describen la filosofía y la doctrina de la Renuncia. Es único en la transmisión de un legado histórico conservado por la tradición, la Idea Madre de la Raza Aria, transcrita en Enseñanzas y la existencia de un documento secreto, escrito en lengua antigua Aripal, grabado en Piedra Negra por el Manú Vaivasvata y escondida en Kaor. Asegura, además, que antes que concluya la Raza será encontrada y el texto revelado para que se produzca la unión de todas las tradiciones. Ampliaciones: Curso XXXI. Teología. Enseñanza 13. Curso XXXVI: Historia de las Órdenes Esotéricas. Enseñanzas 1, 2, 6, 7, 8 y 9. Curso IV: La Vida Espiritual de Cafh. Enseñanzas 7, 11 y 12.
S.B. en su nave aérea exploró las cumbres de los Kuen Lun al sur del desierto de Gobi, anteriormente un gran lago, buscando los restos del Monte Kaor, donde los sabios peregrinos construyeron las bases de la Orden del Fuego. Él fue uno de los testigos de la escritura y, posteriormente, a la caída de Kaor, encabezó la corriente de Iniciados que se asentaron en el desierto de Sahara, precisamente las montañas Ahaagar, actualmente centro magnético rector del continente. Recorrió incansablemente las montañas asiáticas buscando señales de las ruinas, porque las convulsiones terrestres fueron intensas y modificaron las estructuras geográficas tornándolas irreconocibles, hasta que encontró indicios seguros y se posó en tierra. Los cataclismos fueron grandes; donde había un lago ahora es un desierto de sal; los valles se convirtieron en desfiladeros; los desfiladeros en abismos profundos. A pesar de los cambios, estaba convencido de haber encontrado el lugar. Después de buscar con ayuda de elfos subordinados, descubrió una entrada intacta hacia las cavernas de Kaor. Tenía que explorarlas y llegar hasta el fuego central, todavía encendido, que alimentó las corrientes energéticas de la Orden en los orígenes.
Santiago penetró decididamente en la galería acompañado por un par de Elfos que le servían de exploradores y le ahorraban muchos esfuerzos, porque iban y venían con rapidez, señalando túneles muertos sin continuidad, abismos y otras obstrucciones insalvables, porque el camino se bifurcaba en incontables túneles y pozos que no conducían a ninguna parte. El complejo subterráneo era grandioso, resultado del esfuerzo de los primeros monjes que horadaron la piedra durante muchas épocas y, cuando se retiraron, por terremotos y deslizamientos que transformaron el sistema en un caos de rocas, torrentes de aguas sulfurosas, géiseres y lagunas oscuras, peligrosas. Pero Santiago no era un mortal encarnado, aunque lo parecía. Había adoptado un estado especial con Cuerpo de Fuego que no necesitaba respirar, mitad físico y mitad astral, con capacidad de mover objetos materiales, como los antiguos Atlantes que desplazaban grandes bloques de oricalco con el poder de la mente.
El Caballero Iniciado, a medida que avanzaba por túneles fosforescentes, descubrió pronto que no era el primero que se había internado en las galerías. Otros seres inteligentes habían pasado por allí antes y habían dejado sus huellas, generalmente cadáveres fosilizados que la sequedad del aire y el frío conservaban como momias egipcias, con equipos de combate, corazas, yelmos y espadas, arrojados en el suelo en posiciones violentas, que una fuerza poderosa los había destruido. Unas veces eran guerreros solitarios tirados en un rincón; otras eran grupos de diez o doce individuos despedazados con furia. Parecían muy antiguos, Magos Negros Atlantes tal vez. Nuevos, y en la profundidad de los corredores, encontró robots metálicos de construcción especial, construidos por la Inteligencia Artificial, con miembros retorcidos y deshechos. Había burbujas, con capacidad de levitar y escurrirse por espacios estrechos, aplastadas por grandes rocas y despanzurradas. Quimeras de raras especies habían logrado deslizarse por las hendiduras hasta arder en los chorros de lava fundida. Todos buscando el Santo Grial, la maravillosa piedra que guarda el destino de la Humanidad; la quisieron y perecieron.
Uno solo es el predestinado por la Divina Providencia cuando llegue el momento exacto señalado en los astros, Parsifal, el Caballero Iniciado. Santiago marchó audazmente por las galerías sin detenerse en los restos de quienes fracasaron en el intento. A medida que avanzaba entre las llamas que custodiaban el santuario, se transformaba en un fuego radiante de poderoso magnetismo rechazando los elementales que lo cercaban. Más intenso era el calor, mayor era su irradiante poder. Gran Iniciado, el fuego era su fuerza y los elementales que pululaban en las llamas le obedecieron. Con un esfuerzo supremo aplacó erinías y salamandras ardientes, las dispersó hacia otras dimensiones y los incendios se apagaron en un murmullo de rocas que se contraían, enfriándose en las cenizas y el humo de vapores sulfurosos. Se hizo silencio. El Caballero Santiago, con furia guerrera, irradiaba rayos de luz intensos en todas direcciones y avanzó por una galería luminosa hacia su destino.
La Tumba de la Divina Madre es un espacio maravilloso, muy grande, de arquitecturas imposible de describir. ¿Una catedral gótica con vidrieras de luces iridiscentes? ¿La cúpula de un Taj Mahal con taraceas de mármoles traslúcidos? ¿Un palacio del imperio chino adornado con lacas y porcelanas de mil colores? El Caballero Iniciado, revestido con los atributos de su poder espiritual y el brillo de un aura semejante al espacio mágico que lo envolvía, contemplaba la Tumba desde la altura de la galería que lo había conducido. El silencio y la vibración de los colores lo acompañaban. Los Elfos habían quedado atrás. En lo alto de la bóveda, un espacio circular, dejaba ver un pedazo de cielo muy celeste. Era de día. Y en el centro, cerca del suelo, inmóvil, suspendida en el aire, la Piedra Negra. En el solsticio de verano el sol penetraba hasta el fondo y la Piedra se encendía en mil rayos que iluminaba cada rincón de esa arquitectura fantástica.
Santiago se acercó lentamente y observó la Piedra en detalle. Grande como el gigante Manú que la creó, alargada, yacente, sin una forma determinada, es una piedra sintética, de origen astral, negro azabache que reverberaba como brea fundida, así es el traje del Maitreya, permanecía quieta en su propio espacio gravitatorio. En el cabezal, Santiago leyó grabado en alto relieve, los jeroglíficos del saludo universal: Ahehia ote Hes. Eret Hes ote Ahehia. Y abajo seguían los postulados de la Idea Madre de la Raza Aria. No los leyó.
Tomó una rápida determinación: transportar la Piedra fuera de Kaor inmediatamente. No podía volver por el laberinto de escombros y muerte por donde había penetrado; los túneles no resistirían la inmensa vibración del Objeto y quedaría nuevamente atrapado. Miró hacia lo alto y eligió el círculo de luz de la bóveda por el cual podría salir al aire libre. Se concentró intensamente y formó un núcleo gravitatorio separado del medio y por la fuerza de su voluntad se elevó junto a la Piedra hasta la ventana del techo y salió fuera. Se encontró en una meseta cubierta de nieve sólida, a más de cinco mil metros de altura, en el centro de un paisaje impresionante de cumbres nevadas, bajo la luz de un sol radiante en un día despejado, sin nubes. Por telepatía conectó con su nave que estaba resguardada en algún valle allá abajo, en el laberinto de los Kuen Lun deshabitados, la puso en movimiento y la dirigió hacia donde estaba. Cuando llegó, introdujo la Piedra Negra que no podía ser tocada y la dejó suspendida en su propia gravedad. Después, el Maestro puso la nave en piloto automático, se elevó a gran altura y la dirigió hacia su destino, el Polo Sur, Urania, la Tierra de los Dioses. Se refugió en una litera y descansó. Retrocedió en el tiempo y pensó en la Enseñanza que había escrito diez mil años atrás, en su última reencarnación. El texto dice así:
“Cafh cree firmemente en esta Revelación Arcaica y además asegura que aún puede ser descubierta su afirmación categórica y escrita en alguna parte inexplorada de la Tierra. No terminará la presente Raza Raíz sin que sea descubierta para que todas las Revelaciones que fueron dadas durante el curso de la Raza vuelvan a encontrarse ellas mismas y puedan volver a esa gran unión de almas y de credos que ha de ser el fin de la Gran Obra Divina sobre la Tierra. Cafh ha resumido en las palabras escritas sobre la Tumba de Hes, la Revelación Divina de los Arios. Todas las Grandes Revelaciones Arias nos permiten deducir la Idea Madre que fue dada por el Gran Iniciado Solar de primera Categoría. Ellas son:
“Primera: La necesidad natural y espontánea del hombre de buscar a Dios con sus propios medios, sin tenerlo delante suyo o con posibilidades de verlo, sino sólo auxiliado por Él.
“Segunda: La lucha entablada por el hombre entre su naturaleza humana y divina, disponiendo sólo de medios racionales y luchando para ganar su liberación.
“Tercera: La liberación del hombre, que éste ha de realizar por sí mismo, no de golpe, sino por etapas, naciendo, muriendo, encarnando, pasando por los infiernos, purgatorios e infiernos.
“Cuarta: La salvación, empero, no llegará al hombre por él sólo, a pesar de sus esfuerzos. La mente racional se desarrollará por el constante sufrimiento y esfuerzo de esta Raza, pero la salvación le vendrá de Dios, dándosele al hombre en la imagen de los Grandes Iniciados. Puesto el hombre a las puertas de la salvación por su mente racional, Dios solo le abrirá las puertas para ponerlo en contacto con su mente superior o divina.
“Quinta: A través de estas épocas, el hombre será constantemente expuesto y sacudido por la gran ley de pares de opuestos que rige su Raza y atado a una infinidad de relaciones, consecuencia directa de este continuo oscilar entre el bien y el mal.
“Sexta: El hombre fundará toda su existencia sobre este concepto del bien y del mal valiéndose de su mente racional que no tiene más elementos de los que le proporciona su mente animal y de los destellos de su mente intuitiva.
“Séptima: El hombre ario, entonces, tendrá necesidad de desarrollo moral, de anhelo de mejoramiento, de perfección y de dignificar sus actos.
Nº 48 - URANIA
“El continente de la Raza Uraniana fue la actual Antártida. Floreció hace 18.000.000 de años. Todas les religiones recordarían a esa primera Raza Raíz como poseedora del Paraíso Terrenal, del Edén perdido; recordarían su exuberante vegetación, sus fantásticas escenas iluminada por todos los colores del Gran Elemento, en donde la luz, fruto de la energía de la Tierra, rivalizaba con la luz del sol, escondida tras la cortina de tinieblas que rodeaba el aura terrestre. Los Indos le cantarían sus más bellos himnos, llamándola “tierra de la estrella polar”, la divina Zveta-Dvipa, morada de los Chaya.” (XXIX- Antropogénesis).
Emérico, la máxima autoridad de Huetchulafquen, sabio reconocido en los dos continentes americanos, preparó una embajada numerosa para la asistencia a la Asamblea de Plenilunio en el Polo Sur, a donde fueron invitados los centros de sabiduría del Planeta. El Maitreya los había convocado y se esperaba que en esta oportunidad el primero de los Cuatro Regentes, Micaël, Sanat Kumara, daría la solución a la problemática de la Raza Aria expuesta y revelada en la Piedra Negra, ahora depositada en Urania, y señalaría el destino inmediato de la Humanidad. Todos deseaban contemplar la Piedra y recibir, cara a cara, la bendición del Gran Ser.
Construyó una gran nave aérea para transportar cientos de pasajeros que había elegido por sus altas cualidades de Renuncia y que habían demostrado en las últimas encarnaciones un desprendimiento completo de las cosas humanas; auténticos Iniciados del Fuego estaban preparados para cualquier misión que les encomendasen y habían actuado con valor en las luchas por la liberación de la Tierra en todos los continentes. La nave, muy avanzada en artes acuarianos, no tenía piezas mecánicas; era un núcleo de energía supra física con forma de una lente biconvexa conteniendo un espacio determinado con gravitación autónoma, separada del medio donde se desplazaba; era controlada y dirigida por Maestros que dominaban leyes de la naturaleza antiguamente conocida sólo por algunos místicos de los Himalayas. Descansando en la terraza de entrada, sobre el lago extendido en medio de extensos bosques de coníferas patagónicas, brillaba como un espejo. La superficie bruñida de moléculas compactadas rojas, color emblemático de la Comunidad, parecía un rubí con luz propia a la luz del sol naciente. Todos los habitantes de la Orden del Fuego, miles, salieron a despedir a los viajeros, que subieron en largas hileras, hombres y mujeres de cabezas rapadas. Emérico saludó a quienes se quedaron y subió el último. La nave ascendió y partió.
El lugar elegido es el Polo Sur, completamente despejado de hielos, con grandes extensiones de bosques y praderas que los Acuarianos se ocupan en repoblar con vegetales patagónicos. Es un amplio anfiteatro rodeado de montañas y cumbres rocosas muy antiguas sobre las que ruedan arroyos y cascadas sonoras. Cuando llegamos había un centenar de platos voladores de diversos tamaños, formas y colores, posados alrededor de la pista circular. Otros se desplazaban en el aire y ordenadamente aterrizaban en el sitio designado. Los viajeros descendían y se mezclaban en la multitud con movimientos espontáneos y silenciosos. Se escuchaba el murmullo de una gran colmena humana en la que todos sabían lo que tenían que hacer y se reconocían. La diversidad de vestimentas, colores y adornos propios de cada región resultaba una fiesta para los ojos.
Permanecí junto a Emérico. Nos ubicaron a la derecha, cerca del grandioso escenario natural de piedras multicolores y plantas florales transportadas de todas las regiones del planeta; era un jardín maravilloso: la olvidada Zveta-Dvipa había recuperado el esplendor de los primeros tiempos y ahora la habitaban los nuevos dioses, hombres con Cuerpos de Fuego, allí reunidos para saludar al Rey del Mundo. En el centro del escenario, destacaba un trono resplandeciente tallado con materiales no terrestres, sino con átomos estelares desconocidos. A la izquierda del trono, recto como una columna de granito, inmóvil, podía verse la figura del Gran Iniciado Solar Maitreya, con los ojos abiertos mirando la lejanía. A la derecha y en el mismo plano, un poco adelantada, suspendida horizontalmente, la Piedra Negra. A su lado, el Maestro Santiago estaba sentado en un cubo gris, con los ojos cerrados, sin movimiento.
Atardecía. Los peregrinos aguardábamos en silencio y sin movimientos, cada uno en postura sentada mística, “”Es ésta la postura típica del éxtasis que, si bien puede tener forma muy distinta según cada ser, se tiene la particularidad común de que en ella se obtiene la maravillosa sensación de haberse liberado de las dimensiones físicas.” (XIX: Las Posturas; E. 11). A los ojos de los asistentes el paisaje fue cambiando progresivamente de colores, formas y dimensiones, transformándose en una visión astral, mejor dicho, energética, apropiada para los nuevos Hombres de Cuerpos de Fuego. Ellos mismos acrecentaban sus radiaciones que se unían unas con otras, formando un único cuerpo, un cuerpo místico. El fin soñado de la unidad humana se había logrado interna y externamente y todos sentíamos una felicidad imposible de describir. Con los ojos abiertos vivíamos un mundo más real y consistente que el que había quedado atrás, lejos. La Nueva Raza estaba preparada para recibir al Gran Poder del Mundo, Micaël. El cielo de estrellas se coloreó con una aurora boreal de fantásticos celajes dorados y la noche se transformó en luz.
El tiempo se transformó en duración y la magia del cielo nos encantaba con su danza cósmica. Estábamos hechizados y el mundo también. Acontecimientos portentosos se preparaban para manifestarse. Una aurora se insinuó detrás de las montañas que resguardaban el Trono y fue creciendo. ¿Será la Luna Llena? No. El resplandor fue aumentando y lentamente se fue insinuando por encima de las cumbres un globo gigantesco que subió y subió hasta descubrirse completamente, quedando suspendido en el espacio. Su diámetro aparente era diez veces más grande que el de la Luna y nos iluminaba. ¡SOL RA!!!! Exclamamos todos en nuestras mentes insonoras. Sol Ra, el nuevo planeta anunciado estaba ante nuestros ojos, cerca, aunque su posición real se sitúa entre Venus y Mercurio. Del gigantesco holograma surgió un punto de brillante luz que fue creciendo a medida que se acercaba. Creció y creció hasta descender junto a la Piedra Negra. El brillo se apagó y vimos a Sanat Kumara, Micaël en su esplendor, bello, amable, el eterno adolescente, el Rey del Mundo. Tomó la Piedra en sus manos, la levantó en alto y, enderezándola, la hundió en el suelo de granito, totalmente. Luego se sentó en el Trono mirando con benevolencia a la Humanidad allí reunida. Y, sin palabras, de mente a mente, nos dijo:
“La lucha entre vosotros ha concluido. Hay un estado armonioso en el Planeta donde cada especie ocupa ordenadamente su lugar de acuerdo con su naturaleza. Los hombres también, en la medida, escala y región más adecuada para su desenvolvimiento integral. En prueba de la armonía presente, la Piedra Negra, con las ideas de la Raza para conquistar la paz está resguardada en esta roca, para siempre. Pero si volviesen los hombres a enemistarse por egoísmo, la Piedra surgirá por sí sola, denunciando el pacto que con vosotros hemos sellado. Todos los hombres están predestinados a la felicidad. Muchos de vosotros han alcanzado tal grado de libertad que ya no necesitan reencarnar más en la Tierra para repetir experiencias superadas. Para ellos, los valientes, los santos, los que se sacrificaron por mi amor, les he preparado un nuevo hogar: Sol Ra, el Planeta de la Felicidad. Su imagen está ante vosotros, visible y real, en la que podréis desarrollar con perseverancia y esfuerzo continuado todas las posibilidades de perfección que hay en vosotros. ¡Pero, cuidado! Un pequeño logro, por más hermoso que sea, puede convertirse en un obstáculo para alcanzar el fin supremo, las Bodas de Amor con la Divina Madre, si no renunciáis al fruto en la hora del triunfo. Vuestro planeta está listo para recibiros, y nada mejor que empezar ahora. Iré eligiendo a los más aptos de vosotros para que inauguren el nuevo Hogar y sean precursores de la nueva Raza. El camino es directo, como lo podéis ver y en Sol Ra os esperan seres que os aman y os ayudarán en todo lo que necesitéis.”
Me puse a mirar a la colectividad que permanecía silenciosa y expectante. De vez en cuando un elegido se ponía de pie y se encaminaba hacia el trono. Hacia el flanco derecho, donde había estado la Piedra Negra, había surgido una luz multicolor, el pilar de un arco iris que se remontaba y apuntaba hacia Sol Ra. Sin hesitar, caminaba sobre el puente y se alejaba envuelto en una luminosidad creciente. Así, unos tras otros, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, engrosaban la columna de Acuarianos que por su propio esfuerzo conquistaron la libertad. Habían asistido a la convocatoria de Plenilunio con sus vestimentas tradicionales de origen, en homenaje y representación de sus antepasados que tanto habían sufrido para avanzar por el Camino de la Renuncia. Pude ver imponentes jefes pieles rojas de las Montañas Rocosas con sus tocados de plumas de águila desde la cabeza hasta los pies. Ancianos mandarines con majestuosas telas de seda estampadas de dragones bordados con hilos de oro. Barbudos y severos jinetes de dromedarios del desierto que ya no cabalgan mas, cubiertos con flotantes capas azules. Venerables Lamas del Tibet con sus telas naranjas procedentes de escondidos monasterios de los Himalayas. Las bondadosas Ñustas del Altiplano vestidas con telas mágicas de alpacas. Y muchos más, negros de las selvas africanas, rubios con barba del país celta navegantes del Caribe. Imposible nombrar todos, pero creo que fueron mil elegidos.
Estaba extasiado por la maravilla que desfilaba ante mis ojos, cuando advertí una presencia a mi izquierda. Me volví y contemplé al Señor Micaël, muy cerca, que me miraba sonriendo. Me dijo: “Io-Seph: ¿te gustaría vivir en el Planeta de la Felicidad?” No respondí porque la dicha me había anonadado. Me levanté y me incorporé a la columna de los viajeros. A medida que avanzaba sentía una maravillosa sensación de haberme liberado de las dimensiones físicas. Abajo quedaron los despojos.
(A la mañana siguiente, Emérico, bien despierto y activo, empezó a llamar y reunir a los suyos. Algunos cuerpos no se movieron; sus moradores se habían ido lejos. Entre ellos Io-Sept, el narrador de los Relatos. Los comentarios quedarían para más tarde. Levantaron los cuerpos sin vida y los condujeron a la nave, para depositarlos en la Comunidad. Otros grupos hacían lo mismo y algunas naves levantaban vuelo y se alejaban en todas direcciones. Emérico decidió esperar hasta el fin del día y con los suyos reunidos cerca del cubo donde había estado el Maestro Santiago, los invitó al silencio y la reflexión. La beatitud se extendió por Urania. El trono estaba vacío, pero una presencia divina lo habitaba. Se fueron todos y cuando las estrellas brillaron en el cielo, los monjes de la Patagonia subieron a la nave y partieron hacia el norte).
Nº 49 - SOL RA
Es difícil describir un mundo que no existe en un Planeta desconocido que tampoco se ve y la tradición esotérica anuncia como una premonición del Plan Divino, pero ya apareció en las secuencias de los Relatos. Igualmente cuesta dibujar con palabras la felicidad anunciada por Michaël para todos, aunque la literatura abunda en escenas de felicidad imaginada por algunos. En el Camino de la Renuncia el fin lógico de caminar sin descanso es felicidad porque las posesiones y los apegos provocan desgracias. Los Relatos no han salido del escenario doctrinario de las Enseñanzas; por eso los protagonistas que renunciaban llegaron al Planeta de la Felicidad. Quienes se aferraban a sí mismos perecieron y la Tierra, limpia de escorias, quedó para los Acuarianos. Un buen trampolín para saltar hacia el astro prometido.
Los estados interiores, cuando los hombres se han liberado de la invasión de las masas, responden a historias individuales, son diferentes unos de otros, intransferibles, no se pueden canjear, son obligatorios, agradables o desdichados. El Planeta de la Felicidad es un mundo donde cada uno ve reflejada su identidad en las cosas que encuentra, fenómeno parecido a ciertos sueños que son proyecciones del subconsciente. Pero el Planeta es consistente, energético y dinámico, unido a cada individuo por un estado de oración infusa. Se mantiene en creación permanente, una sinfonía de vida, un ballet de historias personales, una comedia del arte que los actores hacen y deshacen. Se vive allí en estado de renuncia. Es el Planeta de las realizaciones soñadas.
Io-Seph llegó a Sol Ra para vivir su historia. Pero ¿tiene historia? Ninguna o la de todos. El mismo Michaël le señaló el oficio de escribir las expresiones del amor divino en la vida cotidiana de los terrestres cuando dominaban las tendencias oscuras del egoísmo. Pero ya no vive en la Tierra y fue invitado a continuar su tarea entre hombres felices. ¿Podrá escribir relatos interesantes? ¿Tiene adversarios la Felicidad? Si; ella misma, cuando sus poseedores no renuncian al fruto conquistado y se petrifican con una sonrisa en el rostro, como las fotos de las modelos. Porque la Felicidad está en la Renuncia continua, no en una posesión. ¿Seguirá Io-Seph contando relatos? O la ceniza. No lo sabe todavía. Mientras tanto realiza sus primeros paseos por Sol Ra que es muy hermoso.
Enseguida que pisó la hierba consistente, diferente a la que conocía, crujiente, musical que se quiebra como la escarcha y caminó unos pasos entre árboles frutales, tomateras que balanceaban sus frutos rojos, y algunos conejos que comían frutilla, lo recibió una antigua amiga y compañera de aventuras: Rore. Estaba cambiada, tan joven como siempre, su rostro se había suavizado y vestía ropas campesinas al tono con la huerta. “Io-Seph; cuánto me alegro que hayas venido. Te va a gustar y encontrarás amigos en todas partes”. Io-Seph la observó con admiración y le dijo: “Rore; no imaginaba que estabas aquí, rodeada de plantas tan lindas.” Ella respondió: “Ya no me llamo Rore, ni Escarlata; ahora me dicen Rosita, porque siempre me gustaron las flores. Cultivo de todo, hortalizas, flores, frutales, trigo, lo que se me ocurra y los Solares que no tienen huerta vienen a cosechar. También comen los buenos animales que tanto quiero, ovejas, caballos, liebres, pájaros en bandadas como puedes ver. Hay para todos. Acompáñame y te mostraré mi tarea.” Recorrieron la hermosa huerta que no tenía cercas, espantapájaros, ni casa, porque Rosita dormía donde le parecía mejor, siempre acompañada de su gacela preferida y algunos conejos. Encontraron corrientes de agua y senderos de animales. La felicitó y ella respondió: “En la Tierra fui guerrera y luché hasta el holocausto contra los enemigos de la paz. Entonces la Madre Abbhumi me llamó y me trajo a este lugar para que conociera la Felicidad. Sabía pelear, pero no sabía ser feliz. Ahora lo sé.”
Unos días más tarde, caminando por los extensos pinares de las montañas, encontró otro amigo, Luis Ulhat, mencionado en los primeros relatos cuando guardaba la tumba del Maestro Santiago. El Venerable, como se lo conocía, ahora destaca un espléndido cuerpo de fuego de color rosado, manifestación de un elevado estado espiritual. Como tenía el don de estimular la germinación de coníferas, por donde pasaba pronto surgían plantitas que, en un par de años, recogía en cestas de mimbre y las plantaba en los linderos del bosque, o iniciaba uno nuevo más lejos. Después de los saludos, le dijo: “En este planeta donde lo efímero es costumbre y sus habitantes viven sin apegos, es su naturaleza, su manera de ser, necesitan estar cerca de seres vivos con raíces profundas, que sirvan de apoyo para balancear la tendencia a volar siempre. Los árboles enseñan, dan ejemplo de firmeza a través de los años, represan en sus ramas la brisa del aire que se evade, escapa. Sol Ra es un planeta muy joven, en formación, y los Solares están deslumbrados ante la libertad de una dicha renovada cada día. Los árboles les mostrarán el reposo, la resistencia y la entrega final.” Io-Seph le respondió, admirado: “Ulhat, te llamaban venerable por la hondura de tus palabras. Lo que dices es sabio, porque la Renuncia es el equilibrio armonioso de todas las ideas.”
Pasaban los días y los meses, Io-Seph estaba satisfecho vagando de un lugar a otro por los paisajes más estupendos que pudiera imaginar, siendo recibido y atendido en todas partes con cariño y exquisita cortesía: casas espléndidas, comidas de primer nivel con sabores nuevos, audiciones musicales que brotaban mágicamente de algunos rincones; pero todavía no sabe qué hacer. No había visto niños y preguntó por ellos. Si, vivían niños y lo guiaron a un jardín para que los viera. Al llegar, tuvo la sorpresa de encontrarse con una antigua amiga de la tierra: Leda Iose, con tres chicos de cinco, siete y diez años. “¿Y estos chicos?” preguntó. “Son mis hijos”, respondió Leda, pero aquí vienen de manera distinta a como alumbran en la Tierra. Y le explicó: “Cuando me conociste en la Tierra al final de la antigua raza, yo estaba casada, pero no podía tener hijos. Y así en todas las reencarnaciones que experimenté, hasta que Don Santiago me trajo al Planeta de la Felicidad. No hay matrimonios ni gestación materna. Cuando una mujer está preparada mentalmente y quiere un niño, recibe el mensaje que le enviarán uno. Si lo confirma, pronto llega un núcleo de luz en cuyo interior brilla una estrellita, imponderable, que ella cuidará y protegerá en lugar seguro bajo los rayos del sol. El tiempo de gestación energética es variable y el cuerpo de fuego va creciendo hasta que llega el momento que rompe la cáscara y sale. No hay vagido ni llantos y entienden lo que se les dice mentalmente. Son mis hijos, les enseño a vivir armoniosamente y me han hecho feliz.”
Io-Seph recorre incansablemente el planeta, parecido a la Tierra, pero tan diferente. No tiene océanos, sino pequeños mares con agua dulce de diversos colores que se puede beber. Las montañas son bajas, más bien colinas cubiertas de hierbas, donde prosperan bosques por doquier. Llueve regularmente y rara vez nieva unos copos multicolores. A veces acompaña a un personaje que conoció en la Orden del Fuego, Tino, un joven de buen carácter, servicial, dispuesto a atender las necesidades de los demás, aunque no se lo pidan. Cumple una tarea que le complace enteramente y la realiza a entera satisfacción de todos. Cuando llegan forasteros, aunque fuera uno solo, se desvive para recibirlos con todos los honores y ofrecerles comodidades, lugares y objetos que necesitan y continúa la asistencia el tiempo que fuera necesario. Le dijo a Io-Seph: “La felicidad parece fácil, un regalo de cumpleaños, pero es complicada. A medida que satisfacen un gusto, de los sentidos o de la mística, surgen otras posibilidades que yacen ocultas y esperan ser satisfechas. ¿Cuál era la enfermedad de los Reyes en la Tierra? El aburrimiento. El Planeta de la Felicidad es muy difícil de habitar, aún para los perfectos. En ellos, las imperfecciones son sutiles. Mi tarea es vigilar y enseñar a los Solares cuál es la medida de la felicidad. Aquí, la principal norma no es el desapego, sino la contrariedad analógica. Con la experiencia van aprendiendo a manejarla.
En las regiones más altas, con pocas arboledas y algunas pasturas, vive la antigua Ñusta IArka, que ofreció hermosas escenas en los Relatos junto a sus compañeros de aventuras. Ya no es una anciana de 150 años, sabia y prudente; ahora en su nuevo hogar es una joven de suaves colores del fuego que cuida su rebaño de alpacas y vicuñas caminando por los senderos mientras va hilando en el uso. La llaman Pastora y mientras hila, dice a Io-Seph que la ha visitado: “Vine junto con Rosita y nos visitamos. Ella me trae muchas hortalizas, especialmente choclos dulces, y yo le doy telas para vestidos. He vuelto a mis raíces de juventud y no dirijo a nadie, ni doy consejos porque en este Planeta la gente descubre por sí misma lo que debe hacer y lo hace. Ya no soy sabia, como antes, porque vivo las horas de cada día. Soy hija del Sol como todos. No necesitamos sacerdotes.” “Pastora, dice Io-Seph. Has encontrado tu felicidad en el espíritu de simplicidad. La capa que me dio el Maestro y tanto me ayudó, quedó en la Tierra. Pronto volveré para que me tejas una manta que me abrigue en las noches claras”. “Con gusto y tendrá como adorno una gran estrella de siete puntas,” contestó riendo.
Io.Seph continuó su peregrinaje por el Planeta de la Felicidad vagando de un lugar a otro, conociendo los más hermosos paisajes que los Solares cuidan como jardines, animados con pavos reales, golondrinas, palomas, tucanes de grandes picos, venados, gacelas, elegantes caballitos, cebras y muchos más. Está contento, pero no sabe qué hacer. Ha pasado un año y no se ha decidido, no sabe elegir. Entonces, en una noche de muchas estrellas, vino a su mente un mensaje del Maestro, tal vez el recuerdo de una Enseñanza que conoció en la Tierra. A la mañana siguiente caminó muchos días hacia el norte y cuando encontró un lugar solitario, con pocos árboles y un manantial de agua clara, se quedó para siempre. Llevaba en el bolso semillas de trigo que sembrará para hacer pan. Y guardó silencio.
El mensaje dice así: (Curso VI, Nº 1.- 1947).
“Hemos de permanecer en adoración de amor en el santuario de nuestro templo interior. No hay lugar más hermoso ni más seguro, como ya lo dijo el Gran Maestro: “Busco refugio en la Divina Madre, en las Enseñanzas, en la Gran Corriente. Se ha trabajado demasiado en estos últimos años, se han inventado demasiado cosas nuevas, se ha movido demasiado en paz y en guerra la Humanidad sin encontrar un átomo de felicidad. Volvamos a la soledad, a la oración y al silencio. Que nada ni nadie ocupe nuestro pensamiento. Si deseamos decir una palabra de salud y de vida ¡callen nuestros labios! Si deseamos hacer algo ¡cesen nuestras peregrinaciones! Quedemos en nuestro santuario único. Aquí conoceremos a Nuestra Divina Madre que es la Dispensadora de la felicidad.”
Nº 50 - EPÍLOGO
Néstor, estimado amigo:
Los Relatos Acuarianos cumplen la función de ilustrar algunas de las ideas presentadas en las Enseñanzas que resultan oscuras al estudiante espiritual, a veces contradictorias con la exposición general de la doctrina, en forma accesible, con escenas de la vida corriente, holgazanes como los que se ven en la calle, lenguaje doméstico, sentimientos claros de bien y de mal, personajes de la vida moderna. El escenario se ha trasladado a una época futura distante, diez mil años, en la plenitud del desarrollo de la Raza Americana, para que lo imaginado sea una posibilidad creíble, una proyección de las tendencias actuales, medio ambiente, guerras a ultranza, súper tecnología, caos social, mundos plurales, conquista de poderes supra físicos, convivencia con los Maestros en la dimensión física y astral.
Las Enseñanzas, para ser comprendidas, exigen un estudio metódico y perseverante, permanente ejercicio de la meditación en todas sus formas, conocimiento general de la literatura esotérica tradicional, adhesión a la filosofía ecléctica. Consideramos que el cuento de anticipación es accesible a los lectores porque fue usado desde antes del nacimiento de la escritura, cuando las ideas se transmitían oralmente con figuras de fantasía: la mitología griega, las “Mil y una Noches”, “Los cuentos de Calila y Dimna”, “El Señor de los Anillos”, “La Guerra de las Galaxias”, “Las Crónicas de Narnia”, etc., en cine y TV. El lector moderno se adhiere a un concepto narrado como cuento, v.g. el Aleph de Borges, antes que a una idea tradicional consagrada de la Gruta de Ras, explicada en las Enseñanzas. Desconfía de la ciencia esotérica y, por ignorancia, la rechaza, pero está dispuesto a aceptar cualquier magia de levitación y transformismo de la película “El tigre y el dragón”. ¿Por qué? El hombre moderno ha retrocedido al primitivismo, la hechicería, los juegos de azar extremos, la astrología y el tarot de los periódicos, la magia negra. Rechaza a los Maestros, pero acepta a los brujos.
Los Relatos son una versión moderna de las Enseñanzas, un paralelismo claramente explicitado con referencias concretas: el tema de un cuento está enunciado previamente en una Enseñanza paralela. El propósito de un Relato trasciende la descripción y conduce a una idea superior que sólo puede ser comunicada en el marco de la Doctrina, como sucede con el “Cantar de los Cantares”, relacionado con el sistema planetario solar. Se rechaza la explicación politeísta del sistema, pero el Cantar es leído con placer. Cuando un concepto no entra por la razón, lo hace por la sensibilidad.
Entonces, en la misión de expandir el Mensaje de la Renuncia, hemos trabajado en dos corrientes, una de las cuales ha logrado buenos resultados: la difusión de las Enseñanzas con medios modernos. Por Internet, horizontalmente, se leen en 60 países importantes, con cinco millones de Kbytes de copias del mes de octubre, en Edición Príncipe del Canon impresa, difusión del Reglamento Perpetuo y comunicaciones electrónicas. Y la segunda corriente, vertical o de significados, con los Relatos Acuarianos que ahora damos a conocer.
El estudiante ha podido constatar que las Enseñanzas son universales; no sólo se ocupan de las disciplinas humanísticas, Historia, Psicología y Filosofía, (el Maestro dice que la Doctrina es ecléctica, no dogmática), sino se mueve cómodamente en ciencias modernas relacionadas con la sabiduría tradicional. Documentadas: Historia de Grandes iniciados del Fuego, Oratoria, Teología Básica, Gimnasia de Cafh. Esotéricas: Cosmogonía, Ciencia de la Vida, Antropogénesis.
Desde la hegemonía de un Dios personal en las Religiones Monoteístas, Judaísmo, Cristianismo, Islam, la sabiduría se dividió y las ciencias de los mundos plurales fueron perseguidas, se ocultaron y cubrieron el conocimiento con lenguaje críptico: alquimia, astrología, origen de las especies, etc., en círculos cerrados pequeños, Logias, Órdenes Secretas, etc. Con la llegada del Maestro Santiago a tierras americanas, eso cambió. El conocimiento completo de las ciencias y un programa de desarrollo místico integral fue expuesto por escrito con documentos sólidos a un grupo humano disciplinado abierto, la Sagrada Orden de los Caballeros Americanos del Fuego, Cafh, encargada de proteger la doctrina de la Renuncia y difundirla por el mundo sin censura, como fue enunciada desde el principio. La misión está cumplida y sigue la expansión.
Néstor: A mí también me han servido mucho los Relatos. Algunos temas de la contradicción analógica, si bien los comprendía racionalmente, me costaba aceptarlos. La ética del bien y del mal, juntos, complementarios, sirviéndose mutuamente, es difícil para la razón, pero se comprende en una situación de vida determinada. Hay asuntos doctrinarios específicos que resultan opuestos moralmente cuando se aplican en la dirección espiritual, es decir, un caso individual. Por ejemplo; Maitreya es el mismo Jesús en nuestro tiempo. La Crucifixión fue el núcleo de la redención cristiana. Sin embargo, en el Relato 23, el iniciado rompe la cruz en mil pedazos y denuncia el pasado. Lo mismo cuando entra en la Basílica de San Pedro de Roma. Igualmente Ashwerus iniciando irracionalmente el holocausto atómico desde Jerusalén. Hay una relación analógica entre las Enseñanza y la secuencia de los Relatos. Se puede comprender las contradicciones relacionando los opuestos. Los Relatos son una interpretación personal del Canon, una puerta abierta, un método de aprendizaje para que la practiquen, si no es con la escritura que sea en los cuadros imaginativos de las meditaciones.
Las Enseñanzas, protegidas por el Canon y expandidas por diversos medios, admiten todas las interpretaciones que se quieran. El Maestro Santiago no pedía que las aceptaran, sino que las estudiasen y sacaran sus propias conclusiones. Esta respuesta, interpretación personal, es la verdadera Enseñanza que se transforma continuamente a medida que el ser cambia en las experiencias de la vida. El cambio de forma, incluso de significado, es prueba de la vitalidad de las ideas del Canon. Hay tantas interpretaciones como individuos. Lo importante es que la matriz de as interpretaciones, el Canon, sea inconmovible, como la idea Madre de la Raza Aria, fijada eternamente en la Piedra Negra, lo es de incontables revelaciones, tradiciones y religiones del desenvolvimiento de la Raza, como está dicho en las Enseñanzas y en los relatos. Al final unen y construyen el tipo humano deseado.
No teman los estudiosos de las Enseñanzas utilizar las formas más aptas para su manera de ser, pero deben tener firmes las ideas de base que están comunicadas en el Canon: “El Camino de la Renuncia”, “Vida Espiritual de Cafh”, “Los Mensajes”, etc. La vida espiritual es hermosa cuando se la practica; no es un hobby ni un pasatiempo para ciertos momentos. No hay momentos de Renuncia y momentos de no Renuncia, un si y no. La ambigüedad no sirve en la vida espiritual. Debe ser Sí o No.
Las Enseñanzas son aptas para todos, incluso los niños. En Cafh, donde las reuniones eran semanales, ingresaban chicos de diez años y formaban parte activa con grupos de personas mayores. A su manera, con los recursos de un lenguaje en formación, desarrollaban espléndidas vocaciones. Participaban muchos obreros y amas de casa con escasa cultura. Las Enseñanzas son para todos y ahora están expandidas por los cinco continentes, con las más diversas culturas y tradiciones, para quienes están forjando la nueva raza. No teman imaginar situaciones extremas. Ya los Relatos han vivido las Enseñanzas de mil modos y salieron airosos en los trances difíciles, incluso lograron la perfección de la Renuncia en un nuevo planeta, en un futuro lejano. A mí me han servido para sobrellevar en paz los últimos años, después de los ochenta.
Bueno, Néstor: el epílogo sirve de cierre a cincuenta episodios de un viaje hacia el futuro y una manera de cerrar la cremallera que se inició con otra carta dos años atrás. Deseo que los lectores disfruten de las aventuras de mi alter ego en un mundo imaginario, más cordial que el que tenemos diariamente. Y como es habitual en los Retiros, concluyo con una exhortación.
Amigos lectores: El pobre Giordano Bruno (1550-1600) fue mártir de las ciencias de los mundos plurales. Sabio, recorrió media Europa enseñando en las Universidades, hasta que volvió a Italia y la Inquisición lo quemó por hereje. Transcurrieron los siglos, la Revolución Francesa estableció los derechos del ciudadano, la ciencia es sólida y el oscurantismo retrocede a los rincones polvorientos de la sociedad. No tengan miedo a las Enseñanzas, pueden hacer con ellas lo que consideren útil para comprenderlas que nadie se va a enojar. No hay ninguna Inquisición que los persiga si se equivocan o descubren las contrariedades que encierran. Pueden utilizar los mil sistemas de aprendizaje de los estudiantes universitarios cuando tienen que rendir materias, Algunos se escandalizan porque las Enseñanzas y el Reglamento Perpetuo se estudian en China, Federación Rusa y Turquía. Las Enseñanzas de amor, comprensión y sabiduría recorren el mundo repartiendo sus dones, Obra Universal, Doctrina de Renuncia, Ley del Mundo Futuro, amor a la Divina Madre expresadas magistralmente por el Maestro Santiago Bovisio.
Néstor, querido amigo, siga disfrutando de los Relatos y de las Enseñanzas, a las cuales servimos humildemente, por muchos años.
Un abrazo.
José
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