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       ÍNDICE: 
      Enseñanza 
        1: Los Misterios del Sacrificio  
        Enseñanza 2: El Tedio 
        Enseñanza 3: La Lucha por la Vida 
        Enseñanza 4: Los Continuos Cambios 
        Enseñanza 5: El Pasado 
        Enseñanza 6: La Incertidumbre del Mañana 
        Enseñanza 7: Los Lazos de Sangre 
        Enseñanza 8: El qué Dirán 
        Enseñanza 9: Las Circunstancias Materiales 
        Enseñanza 10: La Compasión 
        Enseñanza 11: La Sabiduría 
        Enseñanza 12: Los Defectos Físicos 
        Enseñanza 13: Las Enfermedades 
        Enseñanza 14: La Separatividad 
        Enseñanza 15: Las Taras Morales 
        Enseñanza 
      16: La Muerte  
      Enseñanza 
        1: Los Misterios del Sacrificio 
       Aunque se 
        quiera huir del dolor, a pesar de todos los esfuerzos de la civilización 
        y adelantos modernos para hacer más llevadera la existencia, siempre 
        está presente en la vida del hombre. 
        Ahora, como hace dos mil años, se pueden aplicar las palabras del 
        apóstol Pablo, ya que en nada ha cambiado la situación interna 
        y aún externa del Ser: “Combate y dolor es la vida del hombre 
        sobre la tierra”. 
        Las religiones, y en particular la cristiana, han enaltecido el concepto 
        del dolor para hacerlo más llevadero. Ciertos filósofos 
        mentalistas han dicho, para vencerlo, que el dolor es ilusión, 
        espejismo de la mente humana. Sin embargo, el dolor sigue reinando constantemente 
        en el mundo. 
        Al dolor hay que aceptarlo, abrazarlo, conformarse con él, según 
        dicen las religiones; o si no, hay que vencerlo por la fuerza, derrotarlo, 
        arrancarlo del alma humana. 
        Sobre una de las lápidas del Templo de la Divina Madre está 
        impreso un axioma que dilucida este dilema: “Vence al dolor sumergiéndote 
        en él”. 
        La virtud del Sacrificio es aquella que concede a los discípulos 
        el don de vencer al dolor por conocimiento propio. Por el Sacrificio el 
        dolor, las privaciones más crudas, las enfermedades más 
        largas, las desorientaciones más intensas y más internas 
        se transforman en un néctar suave. 
        Así como la abeja transforma en miel el amargo jugo de la flor 
        el alma, por el Sacrificio, transforma en felicidad y gloria los padecimientos 
        humanos. ¿No es esto lo que quiere simbolizar la Rosacruz? 
        El alma se transforma por el sufrimiento; de entre las espinas brota la 
        flor maravillosa. ¿No es esto lo que quiere simbolizar la resurrección 
        de Cristo después del padecimiento en la Cruz? 
        Ciertos ritos conocieron este secreto fundamental y procuraron por el 
        mántram, por la oración vocal estimular al devoto a que 
        tuviera fuerzas para soportar los dolores de la vida. Aún hoy, 
        los sannyasis de la India llevan al cuello cadenas formadas por pequeñas 
        semillas de fruto de árbol que escurren entre sus dedos al rezar; 
        y los cristianos tienen con el Rosario una práctica semejante. 
        El Sacrificio tiene diversos matices, diversas formas. Es necesario por 
        diversas causas y en determinados momentos. 
        Se pueden distinguir estos matices también por medio de un Rosario 
        mental dividido en quince misterios de comprensión. Se dice “misterios” 
        porque la raíz del dolor es tan grande como la raíz de la 
        Eternidad; conocer el porqué del dolor por el Sacrificio unitivo 
        es conocer a la Eternidad misma. 
      
      Enseñanza 
        2: El Tedio 
       Puede el 
        hombre tenerlo todo, puede gozar de todos los bienes de la vida y de una 
        perfecta salud, puede viajar de un punto a otro de la Tierra; sin embargo, 
        a determinada hora del día, un inoportuno visitante se acercará 
        a él: es el dolor del tedio humano, es el cansancio de las horas 
        que vuelan, es la sensación indefinida de que algo se ha perdido 
        para siempre, es el sentido oculto de que un mal ignoto puede sobrevenirle 
        en cualquier momento. ¿Quién no ha experimentado esta sensación? 
        Aún el Santo no puede vencer a este mortal enemigo que es el tedio 
        y el cansancio interior. Huir de él es encontrarlo. Disfrazarlo 
        buscando la multitud y la diversión es tenerlo estrechamente abrazado. 
        Un sólo remedio existe para vencerlo y es el Sacrificio de irle 
        al encuentro, de mirarlo cara a cara, de estudiarlo, analizarlo y conocerlo. 
        Un gran místico decía: “Mi vida está continuamente 
        absorta en Dios, pero hay una hora en cada día en la cual todo 
        se vuelve oscuridad a mi alrededor, en la cual los consuelos divinos, 
        las comprensiones infusas, parecen estar tan lejos como si nunca los hubiera 
        conocido. Al principio, esta hora era la más terrible para mí; 
        pero desde que he comprendido que es el polo opuesto a mi vida espiritual, 
        ya que sobre ella me asiento para lanzar más alto el vuelo, la 
        espero con alegría y gusto en esta hora de oscuridad el mismo gozo 
        que experimento en las horas más gloriosas de luz”. 
      
      Enseñanza 
        3: La Lucha por la Vida 
       Mas no es 
        sólo el enemigo interno el que golpea a las puertas del alma en 
        las horas tristes, pues todo lo que rodea al hombre es causa de dolor. 
        ¿No es acaso la vida entera una destrucción continua, una 
        matanza continua para provecho de la subsistencia? ¿Y no son acaso 
        los hombres en mayor o menor grado, entes que quieren absorber a otros 
        hombres? Diríamos, en sentido figurado, que el planeta más 
        fuerte siempre quiere absorber al más débil y esta lucha 
        continua para mantener la independencia, esta tentación continua 
        del mundo que llama, halaga, persigue, ayuda y destruye al hombre ¡cuántos 
        dolores amargos proporciona! 
        Pero el Sacrificio que da la fuerza necesaria para tolerar el golpe sin 
        sucumbir bajo él, que da el valor para conocerlo, aceptarlo y alejarlo 
        en determinado momento, es el medio por el cual se llega al conocimiento 
        del propio valor y de la propia responsabilidad. Los que huyen del dolor 
        caen continuamente en él; los que temen el sufrimiento lo tienen 
        encima; pero quienes lo afrontan para conocerlo y conquistarlo ganan, 
        con su sacrificio, una aureola de libertad sobre ellos. 
        Ningún humano puede escapar al dolor, pero muchos han hecho del 
        mismo una fuente de comprensión y felicidad. Aún los hombres 
        que nada saben de vida espiritual se precian de haber sufrido mucho, pues 
        estiman que el dolor los ha curtido y los ha hecho hombres.  
        Krishnamurti decía en una de sus pláticas: “No huyas 
        del dolor sino júntate con él”. 
      
      Enseñanza 
        4: Los Continuos Cambios 
       La variabilidad 
        del Universo Manifestado es fuente de cambios continuos y el hombre que 
        por su naturaleza divina tiende a lo estático en el punto en que 
        se encuentra, padece amargamente por estos cambios repetidos. 
        Hoy es la juventud que se le quita, mañana es el bienestar material 
        y así sucesivamente; cambian las amistades, cambian las costumbres, 
        cambian las ciudades. La necesidad separa a los seres que se aman, cuando 
        no es por la necesidad, es por la muerte o el desamor. Un rico señor 
        perdió a su amada y consultó a un clarividente para conocer 
        su porvenir, deseando saber si el objeto de su amor volvería a 
        él; pero le fue contestado que no. Irritado, dijo: “Yo tengo 
        dinero, puedo disponer de cualquier suma para obtener lo que deseo”. 
        Aún así no lo logró. 
        Hay cambios que están más allá de las posibilidades 
        humanas, lazos que se quiebran y que jamás serán reanudados. 
        Para los hombres del mundo, estos cambios y abandonos han de ser muy amargos, 
        pero para el ser espiritual estos sacrificios son fuente de dulcísimo 
        consuelo. Sufre aún la carne en la separación y en los cambios, 
        pero es un sufrimiento que se transforma en éxtasis, ya que lo 
        que se ha tenido es de uno, pasen los años, cambien las cosas, 
        mueran los seres. 
      
      Enseñanza 
        5: El Pasado 
       De muchas 
        cosas es posible deshacerse, pero ¿quién puede deshacerse 
        de su pasado? Y aún más, ¿quién puede deshacerse 
        del recuerdo congénito de sus pasadas experiencias a través 
        de las vidas y de las muertes? 
        El pasado pesa sobre los seres como capa de plomo, es un dolor continuo, 
        es la cruz eterna tan difícil de arrojar. ¡Cuántas 
        veces se oye decir: “Quisiera ser bueno, más no puedo; mis 
        instintos siempre me llevan a lo que fui”! ¡Cuántas 
        veces el pasado es un obstáculo, aún para los más 
        deseosos de entrar en la vida espiritual! Y aún para los aventajados 
        en el sendero de la perfección el pasado se les pone muchas veces 
        delante como un terrible enemigo que, en forma de impulsos, recuerdos, 
        llamados y relaciones con la antigua vida, les impide progresar como quisieran, 
        pues aún aquí el Sacrificio es Libertador.  
        Abandonarse en los brazos de la Voluntad Eterna, tomarlo todo de manos 
        de los Señores del Karma, ponerse incondicionalmente al servicio 
        de los Cuatro Caballeros que custodian la Gruta de Ras es vencer este 
        dolor, fruto de los cúmulos pasados.  
        No temer las consecuencias del ayer es preparar un mañana dichoso, 
        es borrar el recuerdo tan dañino para el adelanto. 
        Es muy sabia aquella ley por la cual el hombre olvida todo al renacer. 
        Y tiene su valor fundamental la confesión católica cuando 
        dice que, si bien la absolución no quita la pena de las culpas, 
        borra el pecado; en otras palabras, el recuerdo del pasado.  
        También es Krishnamurti el que dice que “recordar es vivir 
        el pasado y atarse a él”. 
      
      Enseñanza 
        6: La Incertidumbre del Mañana 
       El no poder 
        tener siempre la misma orientación en la vida, en una palabra, 
        la incertidumbre del porvenir es sufrimiento continuo para el alma. Hoy 
        parece que el alma está en la mano de un feliz conquistador; mañana, 
        ese rey del ensueño, se derrumba en el desaliento. La lectura de 
        un libro abre hoy un horizonte nuevo en la mente del lector, todos los 
        puntos oscuros sobre la doctrina buscada están dilucidados y ya 
        mañana, una palabra nueva, un concepto nuevo, ha vuelto a inundar 
        de tinieblas la mente. Dice el hombre hoy: he encontrado la verdad y tiene 
        que comprobar mañana que la verdad está lejos de él. 
        Se ven, además, tantos casos extraños en la vida diaria 
        a hombres de bien que cometen acciones indebidas que ellos mismos creían 
        haber borrado para siempre de su conducta moral; cada día se ven 
        hombres que habían elegido el sendero de la virtud y el adelanto 
        espiritual darse vuelta y ser transformados en estatuas de sal. 
        Ante tantos hechos así el alma se pregunta ansiosa: ¿qué 
        será de mí, mañana? ¿Llegaré al final 
        de la Obra? Sólo el Sacrificio puede dilucidar el mañana 
        porque aquel que ha puesto su trabajo en manos de los Maestros no puede 
        caer nunca, porque está escrito en el Templo: “Aquel que 
        trabaja para sí tiene ya su recompensa y nada puede reclamar mañana; 
        pero aquel que trabaja para la Gran Obra tiene su recompensa depositada 
        en las manos de los Maestros”. 
        Pero, cuanto más fuerte sea el desasimiento del ser de su amor 
        propio, cuanto más se sacrifique renunciando al fruto de la satisfacción 
        personal, menos incierto se le aparecerá el porvenir. 
      
      Enseñanza 
        7: Los Lazos de Sangre 
       Los Sacrificios 
        descriptos hasta aquí son interiores y del alma; pasan muchas veces 
        inadvertidos, porque suceden escondidos a los ojos de los hombres, en 
        lo íntimo del ser; pero hay Sacrificios que, si bien no son tan 
        sutiles, no son, por ser materiales, menos fuertes. 
        Estos Sacrificios son enemigos hechos carne que hay que combatir. La carne 
        es un dolor siempre vivo y son necesarios duros Sacrificios para vencerla. 
        Además, ha dicho el Maestro: “Los enemigos del hombre son 
        los de su casa”. 
        El alma quiere levantar vuelo y aspira a la perfección, pero todos 
        los afectos materiales se le ponen por delante reclamando sus derechos 
        y como la voz de la sangre es fuerte como la misma muerte, únicamente 
        un ser dispuesto a un gran Sacrificio puede pasar por la terrible prueba. 
        Por eso extrañan ciertas actitudes de los grandes seres. Mary Baker 
        Eddy vivió siempre lejos de su hijo sin acordarse de él 
        y cuando lo vio hecho hombre lo miró y como no observó en 
        él el signo de la fe de un posible adepto de sus creencias, le 
        dijo: “Vete; no te conozco”.  
        Francisco de Asís no tuvo vergüenza en desnudarse y tirar 
        a los pies de su padre sus prendas de vestir para exclamar, con los ojos 
        vueltos al cielo: “Ahora estoy libre; únicamente podré 
        decir Padre Nuestro que estás en los cielos”. ¿Y quién 
        no recuerda la fría mirada echada por el Buda a los cuerpos dormidos 
        de su esposa e hijo, antes de dejarlos para siempre? 
        Juana de Chantal siente, en la hora de abandonar su hogar, que su corazón 
        de madre se le destroza; sin embargo, cuando su hijo atravesó el 
        cuerpo para impedirle el paso, no tembló al cruzar sobre él 
        y seguir su sendero de perfección. 
        Todos aquellos, entonces, que quieren encontrar la alianza del espíritu, 
        tienen que luchar contra la alianza de la carne y es de estos grandes 
        Sacrificios que sale el alma templada y el poder decir: "He vencido 
        a la carne y me he revestido con un traje espiritual". 
      
      Enseñanza 
        8: El qué Dirán 
       Por más 
        que se haga, por más que se procure armonizar la vida del mundo 
        con la vida del espíritu, el hombre espiritual no puede huir nunca 
        de la murmuración y de la censura. 
        ¿Cómo puede no verse la lámpara puesta sobre la cumbre 
        del monte? ¿Cómo puede ocultarse el hombre espiritual al 
        tomar su sendero? Sobresale del montón de los hombres y aquél 
        que es objeto de muchas miradas tiene que soportar las adulaciones y tolerar 
        las censuras. Además, como cada alma tiene su tendencia particular, 
        aún entre sus compañeros espirituales se encuentran, a veces, 
        involuntarios enemigos que hacen padecer inmensamente. Un dicho antiguo 
        afirma que los buenos hacen sufrir a los buenos. 
        Es dura prueba para un alma noble y sensible verse siempre contrariada 
        e incomprendida. No es el padecer ni el sufrimiento ni el trabajo lo que 
        agobia a las almas escogidas, sino la incomprensión de los hombres. 
        ¿Cuál fue el hombre que fuera reconocido en su tiempo? La 
        Humanidad exalta a los hombres grandes y buenos después de muertos, 
        pero en vida los martiriza. 
        Este Sacrificio de sobreponerse a la incomprensión de los mismos 
        compañeros espirituales, de saber que los actos más nobles 
        y rectos son, a veces, injustamente apreciados, es una forma de construcción 
        tal que hace echar los cimientos de un triunfo espiritual. 
      
      Enseñanza 
        9: Las Circunstancias Materiales 
       Por mucho 
        que se eleve el alma sobre las cosas humanas no puede, sin embargo, desatarse 
        por completo de ellas y muchas veces la lucha por la vida, por el sostenimiento 
        diario, parece entorpecer el adelanto. Pero no es así. 
        La felicidad fue el punto inicial de la Creación Cósmica 
        y el dolor será el punto final del gran drama del Universo. Pero, 
        por la conjunción de estas dos fuerzas, se mantiene la vida. 
        La lucha diaria, el llamado de las necesidades del cuerpo es el punto 
        doloroso que, unido a la felicidad interior del conocimiento espiritual, 
        mantiene el equilibrio indispensable para el logro de la perfección. 
        Muchos dicen: “La ciudad me hace mal; si viviera lejos del ruido 
        podría ser mejor”. Otros se lamentan de su empleo; les parece 
        que es un obstáculo y una ocupación completamente contraria 
        a sus aspiraciones internas. Pero nada es despreciable en las ocupaciones 
        diarias que le han sido dadas al hombre. 
        Huyendo de las obligaciones materiales el hombre encontrará siempre 
        a su enemigo; pero sacrificándose y procurando cada vez hacer mejor 
        lo que no le agrada, transmutará estas cosas feas en actos bellos, 
        agradables y provechosos. 
      
      Enseñanza 
        10: La Compasión 
       Cuanto más 
        se adelanta y más se amplifica la conciencia individual, tanto 
        menos groseras son las sensibilidades, aunque más sutiles y más 
        amplias. 
        Personalmente se comprende el porqué de los padecimientos y sufrimientos 
        de la Humanidad; pero el dolor colectivo llega intensamente hasta la Rueda 
        del Corazón, llenándola del rosado color de la compasión. 
        Todos los dolores de la Humanidad se cargan sobre el alma que, angustiada, 
        pregunta: ¿Por qué sufren tanto los hombres? ¿Por 
        qué son tan ciegos los seres y se lastiman continuamente entre 
        sí? Esta tierna compasión es lo que hace sufrir continuamente. 
        Sabe el alma que nada puede hacer para aliviar el mal del mundo en lo 
        externo; sabe que, por buenas que sean todas las instituciones de beneficencia, 
        todos los asilos, todos los hospitales, muy relativo alivio pueden traer 
        a los sufrimientos humanos. 
        Sabe también que el sentimentalismo de compasión que experimentan 
        muchos hombres cuando ven un dolor, olvidándolo enseguida, no sólo 
        es vano sino perjudicial, porque es un inútil desgaste de energías. 
        Pero sabe también que únicamente participando en lo íntimo 
        de ese dolor puede repararlo en algo. 
        Dice un libro budista que cuando el corazón del Buda se abre y 
        mira al mundo se calman los dolores, se alivian las penas, se deja de 
        llorar y brilla por un instante la felicidad en el mundo. Así, 
        todas las veces que un alma, en su fuero íntimo siente en conjunto 
        todo el mal de la Humanidad ha echado un cimiento para una raza futura 
        dichosa. 
        Verdaderos redentores de la Humanidad son los hombres que sienten la esencia 
        del dolor y se sacrifican por este dolor interno, no sólo para 
        ellos, sino para todos en general y logran, con este sacrificio, una de 
        las partes más profundas de la vida espiritual. 
      
      Enseñanza 
        11: La Sabiduría 
       Si el noveno 
        misterio del Sacrificio, en su grado más sublime, transforma a 
        un hombre en un Maestro de Compasión, el décimo misterio 
        hace de él un Maestro de Sabiduría. 
        El dolor, para que tenga un valor eficiente, colectivamente sólo 
        se puede “sentir” e individualmente sólo se puede “comprender”. 
        Si la Humanidad ha de ser auxiliada por aquel dulce tormento de una espera 
        inefable, de un deseo continuo de que todos advengan, que todos sean libertados 
        de las cadenas del dolor, el caso de cada ser humano, el porqué 
        de su sufrimiento únicamente puede ser comprendido por el estudiante 
        espiritual. 
        Aquél que sabe, aquél que sintió en sí todos 
        los dolores de los seres, aquél que no es afectado por ningún 
        dolor, es el único que puede descender entre los hombres y comprender 
        sus dolores. Conoce las raíces de los males, sabe por qué 
        son provocados y a qué fin tienden, nada le extraña ni nada 
        le alarma, a nadie tilda de bueno ni de malo, serenamente analiza, desmenuza 
        cada caso hasta dejarlo al descubierto y hallar la causa del mal y del 
        dolor. 
        El padecimiento, en manos de aquél que sabe se transforma en poder, 
        el poder vivo de transportarlo de un terreno impropio en uno propicio, 
        el poder de eliminar el dolor por el conocimiento de la causa del mal. 
        Todos estos seres pueden bajar hasta lo más profundo de las miserias 
        humanas, pues es tan grande su saber que nada les daña. Pero sacan 
        siempre nuevos motivos y experiencias para eliminar los males de cada 
        uno de los individuos. El consejo de estos seres es vívida luz. 
        El auxilio que prestan es de tan vital importancia que no se presenta 
        en el alma, sino que se insinúa en el alma. 
        Sólo ellos saben corregir al que no sabe, consolar al que yerra, 
        enseñar el buen camino al extraviado, alegrar al triste, perdonar 
        las injurias y sufrir, con paciencia, toda clase de adversidades. 
        Uno de estos maestros de sabiduría pasó un día por 
        un camino, y alguien que lo vio dijo: “He visto a un hombre desconocido 
        y me ha llenado el alma de gozo y felicidad”. 
      
      Enseñanza 
        12: Los Defectos Físicos 
       Todas las 
        expresiones de dolor enumeradas hasta ahora y enaltecidas por el Sacrificio 
        de aspecto tan sutil, sea en su manifestación interna, sea en la 
        externa, nada quitan a la consideración de los sufrimientos y de 
        los sacrificios más groseros y materiales. 
        ¿Quién podrá negar el sacrificio continuo de aquel 
        ser que la Ley de Consecuencias condena desde el nacimiento a un defecto 
        físico? ¿Cuántos, desesperados por la terrible idea 
        de que nunca serán físicamente semejantes a los demás 
        hombres, llegaron al odio más enconado, a la más acentuada 
        malicia en contra de todos? Y, sin embargo, ellos no saben que las sabias 
        leyes Divinas nada quitan por una parte sin compensar por otra. 
        Recuerden los discípulos cuánto bien pueden hacer a estos 
        pobres desdichados; enséñenseles a soportar con noble Sacrificio 
        su dolor; enséñenseles también que si les falta o 
        es deficiente un órgano de su cuerpo, seguramente tendrán 
        otro que, bien cultivado, puede darles gran satisfacción y éxito 
        y que esto sólo lo lograrán transmutando sus inútiles 
        ímpetus malos en otros buenos. 
        Dichosa sordera de Beethoven que le hizo percibir melodías de otro 
        mundo, tan espirituales, que bien podría llamársele el músico 
        de la Sabiduría. Dichosa la parálisis de Roosevelt que desarrolló 
        tan potentemente sus fuerzas mentales. Dichosa la postración paralítica 
        de Teresa Neuman que desenvolvió tan grandemente sus poderes psíquicos. 
        Una monjita, ciega de nacimiento, resignada y tranquila, se había 
        dedicado exclusivamente a la contemplación de Dios; y Dios la recompensó 
        abriendo su vista astral, mostrándole visiones sublimes. Un atardecer 
        estaba sentada a la puerta y Santa Brígida a su lado, contemplaba 
        la puesta del sol; tan maravilloso era el espectáculo y tanta fue 
        la compasión que sintió por la pobre ciega, que rogó 
        profundamente para que le fuera dada la vista a efectos de que pudiera 
        ver al astro rey en todo el esplendor de su púrpura. La ciega obtuvo 
        la vista y admiró el paisaje, pero después pidió 
        así: “Agradezco a Dios y a ti Madre esta gracia, pero lo 
        que veo no es comparable a lo que estaba acostumbrada a ver; si es voluntad 
        de Dios prefiero estar como antes y disfrutar de la visión que 
        antes tenía”. Y enseguida volvieron a hacerse las tinieblas 
        exteriores para ella para que pudiera gozar de la luz interior. 
      
      Enseñanza 
        13: Las Enfermedades 
       El dolor 
        es, entonces, compañero de todos los hombres, bajo todo aspecto 
        y forma. Las fuerzas mentales se ven continuamente obstaculizadas y oprimidas 
        por las deficiencias físicas, por las enfermedades. Un médico 
        dijo que la Humanidad está enferma y no decía mal, ya que 
        no hay hombre que no padezca algún mal físico más 
        o menos grande. Desde la juventud se establece en el organismo esa lucha, 
        escondida y enconada, entre el principio de destrucción y el conjunto 
        de resistencias. 
        Cuando más parece necesaria la fuerza física para el triunfo, 
        un enemigo, hasta entonces ignorado, aparece en forma de enfermedad para 
        aplastar al hombre. Aquí juegan dos importantes factores: el temor 
        que es un eficiente auxiliar del principio de destrucción y el 
        espíritu de Sacrificio que es el auxiliar del conjunto de resistencias. 
        Nada hay más bello que la conformidad y el estoicismo en las enfermedades. 
        Aquél que toma la enfermedad, que a veces se cree incurable, como 
        un medio de perfeccionamiento, con verdadero espíritu de Sacrificio, 
        a veces logra vencerla. El gran General San Martín, cuando se vio 
        completamente agobiado por las hemorragias producidas por sus úlceras 
        estomacales, pensó que ya no valía la pena ocuparse de su 
        cuerpo y se dedicó de lleno a sus tareas militares, diciendo: “Quiero 
        terminar mi obra antes de morir; no importa mi enfermedad ni importan 
        los consejos de los médicos”; así se curó. 
         
        Hay casos en que la fuerza del pensamiento y el espíritu de Sacrificio, 
        si bien no pueden vencer a la enfermedad, por demasiado grave, la localizan 
        de tal modo, que forman a su alrededor una defensa que no le permiten 
        salir de su ciudadela. El dolor físico, a veces, no sólo 
        mantiene despierto al hombre, sino que actúa como un estimulante 
        para seguir adelante. 
        Preguntó un discípulo a su amigo enfermo, que sufría 
        dolores fuertes de lumbago, si padecía mucho; el amigo contestó: 
        “No mucho; este dolor me sirve de punto de concentración”. 
      
      Enseñanza 
        14: La Separatividad 
       La inefable 
        felicidad es la realización del estado potencial y el dolor es 
        la realización del estado activo. 
        En suma, la vida se manifiesta en todo su esplendor a través del 
        sufrimiento. No sólo agobia a los seres humanos con martirios morales, 
        con padecimientos físicos, con penas ocultas, sino que persigue 
        a los hombres en toda forma y manera. 
        El país en el cual se nace, la raza a la que se pertenece, el color 
        característico de la piel, todas son armas en manos del destino 
        para que coma el hombre su pan amasado con lágrimas y cuando estos 
        espasmos dolorosos del mundo se vuelven intolerables, reacciona el dolor 
        con el dolor, el martirio con el martirio, la sangre con la sangre; se 
        producen revoluciones, guerras, disensiones políticas, luchas raciales 
        derramando a manos llenas el sufrimiento sobre la Tierra. 
        Cuántos Sacrificios heroicos ha registrado el dolor de la separatividad 
        humana; pero el Sacrificio verdadero que redime y levanta, no es aquél 
        del hombre que va a la muerte abanderado, sino el de aquél que 
        sacrifica su forma exterior para parecerse a todos los hombres, para hacer 
        de todas las comunidades humanas una sola sociedad. Vanamente se clamará 
        por la paz universal; inútilmente se querrá implantar la 
        fraternidad entre los seres todos, si cada uno no quiere sacrificarse 
        en su fuero interno. 
        Se dice que todos los hombres son iguales, pero cada ser mantiene dentro 
        de sí su separatividad. El rico se cree más que el pobre, 
        el de raza blanca se siente superior al hombre de color, la diversidad 
        está dentro del ser, está en su concepto personal. Únicamente 
        sacrificando este principio propio se puede llevar la paz al mundo. 
      
      Enseñanza 
        15: Las Taras Morales 
       El peso 
        más grande, la carga más pesada que soporta la Humanidad 
        son las taras morales de los individuos. Espanta ver en un niño 
        el feroz instinto criminal que mañana lo llevará al delito 
        y a la destrucción de sus semejantes. Hay una infinidad de hombres 
        que nacen con uno de estos estigmas que únicamente la muerte puede 
        extirparles: vampiros, degenerados, criminales, seres capaces, por su 
        instinto, de inauditos males. 
        Aún en cerebros esclarecidos existen a veces estos pequeños 
        centros del mal que los incita continuamente a determinadas acciones repudiables. 
        Rousseau, que tuvo el valor de confesar su mal interno, es testimonio 
        de esto. 
        Pero una pregunta surge en la mente: ¿Qué Sacrificio cabe 
        aquí, sea para ellos, sea para los demás hombres, si estos 
        pobres seres no pueden corregirse, ni los otros pueden ayudarles? Si, 
        cabe el Sacrificio. Cabe en ellos con el esfuerzo continuo que, aún 
        fracasando, abre una puerta para un próximo o lejano devenir de 
        redención. Y cabe en los otros seres bajo la forma de tolerancia 
        hacia ellos. 
        Pero quienes más tienen que vencer esa instintiva repugnancia que 
        estos seres inspiran y procurar tolerar los males de ellos, son los seres 
        espirituales, pues ellos saben el porqué de todas las cosas y las 
        leyes inexorables que las rigen. 
        Nunca caerá en el vacío una buena palabra ni un buen consejo 
        porque todo fructifica a su tiempo, porque estos pobres seres, esclavos 
        hoy, podrían ser lumbreras en la próxima vida. 
      
      Enseñanza 
        16: La Muerte 
       Se ha llegado 
        al último misterio, al más solemne dolor, al Sacrificio 
        que nadie puede eludir. Porque, ¿quién puede vencer a la 
        vejez y a la muerte? 
        Es siempre causa de pesar para el pobre ser humano ver cómo se 
        le escapan los años de entre las manos; ver cómo, rápidamente, 
        huye el tiempo y, por mucho que se apure, por mucho que se afane, muy 
        pocas de las ilusiones forjadas en la juventud pueden ser cumplidas; o, 
        a lo más, cuando empiezan a gozar del fruto de su obra, ya flaquea 
        la memoria se debilitan los sentidos y los achaques de la vejez le impiden 
        el deleite mental de la victoria. Cuando ni aún ha empezado la 
        vida ya hay que darse cuenta de que la vejez golpea a la puerta. 
        A veces, los años de la decadencia física son años 
        de largo martirio para los hombres que pierden sus fuerzas, para las mujeres 
        que pierden su belleza. No todas tienen el valor de Friné, la bella 
        griega, que prefirió arrojarse a la hoguera antes de ver decaer 
        su belleza física. Los más esperan y esperan, envejecen 
        y mueren lentamente y la muerte, cuando viene, aún en la mayor 
        ancianidad, nunca es bien recibida. 
        La muerte rodea por doquier. Sin embargo, el individuo vive como si nunca 
        debiera morir, como si él fuera el único digno de escapar 
        a la última ley. A muchos la sola idea de la muerte les causa terror; 
        no quieren que se hable de ella en su presencia y huyen de toda conversación 
        fúnebre. 
        Pero, qué hermoso es el Sacrificio de morir voluntariamente, morir 
        de antemano, para vencer la parte dolorosa de la muerte que es el temor. 
        Para aquél que ha aprendido a mirar desde temprana edad a la última 
        enemiga frente a frente, poco a poco pierde para él sus velos misteriosos, 
        y por el Sacrificio de pensar en ella logra poseerla de antemano. 
        Se dice que los frailes trapenses todos los días levantan una palada 
        de tierra, preparándose paulatinamente su tumba. Bueno es sacar 
        todos los días de la mente una palada de esa tierra moral que los 
        resabios del temor y de la oscuridad ignorante han depositado sobre ella, 
        para dejar libre el concepto de la muerte tal como es: el de un sueño 
        tranquilo logrado por el Sacrificio continuo del conocimiento. 
       ÍNDICE: 
      Enseñanza 1: Los Misterios del Sacrificio  
          Enseñanza 2: El Tedio 
          Enseñanza 3: La Lucha por la Vida 
          Enseñanza 4: Los Continuos Cambios 
          Enseñanza 5: El Pasado 
          Enseñanza 6: La Incertidumbre del Mañana 
          Enseñanza 7: Los Lazos de Sangre 
          Enseñanza 8: El qué Dirán 
          Enseñanza 9: Las Circunstancias Materiales 
          Enseñanza 10: La Compasión 
          Enseñanza 11: La Sabiduría 
          Enseñanza 12: Los Defectos Físicos 
          Enseñanza 13: Las Enfermedades 
          Enseñanza 14: La Separatividad 
          Enseñanza 15: Las Taras Morales 
    Enseñanza 16: La Muerte  |