ÍNDICE:
Enseñanza
1: Los Misterios del Sacrificio
Enseñanza 2: El Tedio
Enseñanza 3: La Lucha por la Vida
Enseñanza 4: Los Continuos Cambios
Enseñanza 5: El Pasado
Enseñanza 6: La Incertidumbre del Mañana
Enseñanza 7: Los Lazos de Sangre
Enseñanza 8: El qué Dirán
Enseñanza 9: Las Circunstancias Materiales
Enseñanza 10: La Compasión
Enseñanza 11: La Sabiduría
Enseñanza 12: Los Defectos Físicos
Enseñanza 13: Las Enfermedades
Enseñanza 14: La Separatividad
Enseñanza 15: Las Taras Morales
Enseñanza
16: La Muerte
Enseñanza
1: Los Misterios del Sacrificio
Aunque se
quiera huir del dolor, a pesar de todos los esfuerzos de la civilización
y adelantos modernos para hacer más llevadera la existencia, siempre
está presente en la vida del hombre.
Ahora, como hace dos mil años, se pueden aplicar las palabras del
apóstol Pablo, ya que en nada ha cambiado la situación interna
y aún externa del Ser: “Combate y dolor es la vida del hombre
sobre la tierra”.
Las religiones, y en particular la cristiana, han enaltecido el concepto
del dolor para hacerlo más llevadero. Ciertos filósofos
mentalistas han dicho, para vencerlo, que el dolor es ilusión,
espejismo de la mente humana. Sin embargo, el dolor sigue reinando constantemente
en el mundo.
Al dolor hay que aceptarlo, abrazarlo, conformarse con él, según
dicen las religiones; o si no, hay que vencerlo por la fuerza, derrotarlo,
arrancarlo del alma humana.
Sobre una de las lápidas del Templo de la Divina Madre está
impreso un axioma que dilucida este dilema: “Vence al dolor sumergiéndote
en él”.
La virtud del Sacrificio es aquella que concede a los discípulos
el don de vencer al dolor por conocimiento propio. Por el Sacrificio el
dolor, las privaciones más crudas, las enfermedades más
largas, las desorientaciones más intensas y más internas
se transforman en un néctar suave.
Así como la abeja transforma en miel el amargo jugo de la flor
el alma, por el Sacrificio, transforma en felicidad y gloria los padecimientos
humanos. ¿No es esto lo que quiere simbolizar la Rosacruz?
El alma se transforma por el sufrimiento; de entre las espinas brota la
flor maravillosa. ¿No es esto lo que quiere simbolizar la resurrección
de Cristo después del padecimiento en la Cruz?
Ciertos ritos conocieron este secreto fundamental y procuraron por el
mántram, por la oración vocal estimular al devoto a que
tuviera fuerzas para soportar los dolores de la vida. Aún hoy,
los sannyasis de la India llevan al cuello cadenas formadas por pequeñas
semillas de fruto de árbol que escurren entre sus dedos al rezar;
y los cristianos tienen con el Rosario una práctica semejante.
El Sacrificio tiene diversos matices, diversas formas. Es necesario por
diversas causas y en determinados momentos.
Se pueden distinguir estos matices también por medio de un Rosario
mental dividido en quince misterios de comprensión. Se dice “misterios”
porque la raíz del dolor es tan grande como la raíz de la
Eternidad; conocer el porqué del dolor por el Sacrificio unitivo
es conocer a la Eternidad misma.
Enseñanza
2: El Tedio
Puede el
hombre tenerlo todo, puede gozar de todos los bienes de la vida y de una
perfecta salud, puede viajar de un punto a otro de la Tierra; sin embargo,
a determinada hora del día, un inoportuno visitante se acercará
a él: es el dolor del tedio humano, es el cansancio de las horas
que vuelan, es la sensación indefinida de que algo se ha perdido
para siempre, es el sentido oculto de que un mal ignoto puede sobrevenirle
en cualquier momento. ¿Quién no ha experimentado esta sensación?
Aún el Santo no puede vencer a este mortal enemigo que es el tedio
y el cansancio interior. Huir de él es encontrarlo. Disfrazarlo
buscando la multitud y la diversión es tenerlo estrechamente abrazado.
Un sólo remedio existe para vencerlo y es el Sacrificio de irle
al encuentro, de mirarlo cara a cara, de estudiarlo, analizarlo y conocerlo.
Un gran místico decía: “Mi vida está continuamente
absorta en Dios, pero hay una hora en cada día en la cual todo
se vuelve oscuridad a mi alrededor, en la cual los consuelos divinos,
las comprensiones infusas, parecen estar tan lejos como si nunca los hubiera
conocido. Al principio, esta hora era la más terrible para mí;
pero desde que he comprendido que es el polo opuesto a mi vida espiritual,
ya que sobre ella me asiento para lanzar más alto el vuelo, la
espero con alegría y gusto en esta hora de oscuridad el mismo gozo
que experimento en las horas más gloriosas de luz”.
Enseñanza
3: La Lucha por la Vida
Mas no es
sólo el enemigo interno el que golpea a las puertas del alma en
las horas tristes, pues todo lo que rodea al hombre es causa de dolor.
¿No es acaso la vida entera una destrucción continua, una
matanza continua para provecho de la subsistencia? ¿Y no son acaso
los hombres en mayor o menor grado, entes que quieren absorber a otros
hombres? Diríamos, en sentido figurado, que el planeta más
fuerte siempre quiere absorber al más débil y esta lucha
continua para mantener la independencia, esta tentación continua
del mundo que llama, halaga, persigue, ayuda y destruye al hombre ¡cuántos
dolores amargos proporciona!
Pero el Sacrificio que da la fuerza necesaria para tolerar el golpe sin
sucumbir bajo él, que da el valor para conocerlo, aceptarlo y alejarlo
en determinado momento, es el medio por el cual se llega al conocimiento
del propio valor y de la propia responsabilidad. Los que huyen del dolor
caen continuamente en él; los que temen el sufrimiento lo tienen
encima; pero quienes lo afrontan para conocerlo y conquistarlo ganan,
con su sacrificio, una aureola de libertad sobre ellos.
Ningún humano puede escapar al dolor, pero muchos han hecho del
mismo una fuente de comprensión y felicidad. Aún los hombres
que nada saben de vida espiritual se precian de haber sufrido mucho, pues
estiman que el dolor los ha curtido y los ha hecho hombres.
Krishnamurti decía en una de sus pláticas: “No huyas
del dolor sino júntate con él”.
Enseñanza
4: Los Continuos Cambios
La variabilidad
del Universo Manifestado es fuente de cambios continuos y el hombre que
por su naturaleza divina tiende a lo estático en el punto en que
se encuentra, padece amargamente por estos cambios repetidos.
Hoy es la juventud que se le quita, mañana es el bienestar material
y así sucesivamente; cambian las amistades, cambian las costumbres,
cambian las ciudades. La necesidad separa a los seres que se aman, cuando
no es por la necesidad, es por la muerte o el desamor. Un rico señor
perdió a su amada y consultó a un clarividente para conocer
su porvenir, deseando saber si el objeto de su amor volvería a
él; pero le fue contestado que no. Irritado, dijo: “Yo tengo
dinero, puedo disponer de cualquier suma para obtener lo que deseo”.
Aún así no lo logró.
Hay cambios que están más allá de las posibilidades
humanas, lazos que se quiebran y que jamás serán reanudados.
Para los hombres del mundo, estos cambios y abandonos han de ser muy amargos,
pero para el ser espiritual estos sacrificios son fuente de dulcísimo
consuelo. Sufre aún la carne en la separación y en los cambios,
pero es un sufrimiento que se transforma en éxtasis, ya que lo
que se ha tenido es de uno, pasen los años, cambien las cosas,
mueran los seres.
Enseñanza
5: El Pasado
De muchas
cosas es posible deshacerse, pero ¿quién puede deshacerse
de su pasado? Y aún más, ¿quién puede deshacerse
del recuerdo congénito de sus pasadas experiencias a través
de las vidas y de las muertes?
El pasado pesa sobre los seres como capa de plomo, es un dolor continuo,
es la cruz eterna tan difícil de arrojar. ¡Cuántas
veces se oye decir: “Quisiera ser bueno, más no puedo; mis
instintos siempre me llevan a lo que fui”! ¡Cuántas
veces el pasado es un obstáculo, aún para los más
deseosos de entrar en la vida espiritual! Y aún para los aventajados
en el sendero de la perfección el pasado se les pone muchas veces
delante como un terrible enemigo que, en forma de impulsos, recuerdos,
llamados y relaciones con la antigua vida, les impide progresar como quisieran,
pues aún aquí el Sacrificio es Libertador.
Abandonarse en los brazos de la Voluntad Eterna, tomarlo todo de manos
de los Señores del Karma, ponerse incondicionalmente al servicio
de los Cuatro Caballeros que custodian la Gruta de Ras es vencer este
dolor, fruto de los cúmulos pasados.
No temer las consecuencias del ayer es preparar un mañana dichoso,
es borrar el recuerdo tan dañino para el adelanto.
Es muy sabia aquella ley por la cual el hombre olvida todo al renacer.
Y tiene su valor fundamental la confesión católica cuando
dice que, si bien la absolución no quita la pena de las culpas,
borra el pecado; en otras palabras, el recuerdo del pasado.
También es Krishnamurti el que dice que “recordar es vivir
el pasado y atarse a él”.
Enseñanza
6: La Incertidumbre del Mañana
El no poder
tener siempre la misma orientación en la vida, en una palabra,
la incertidumbre del porvenir es sufrimiento continuo para el alma. Hoy
parece que el alma está en la mano de un feliz conquistador; mañana,
ese rey del ensueño, se derrumba en el desaliento. La lectura de
un libro abre hoy un horizonte nuevo en la mente del lector, todos los
puntos oscuros sobre la doctrina buscada están dilucidados y ya
mañana, una palabra nueva, un concepto nuevo, ha vuelto a inundar
de tinieblas la mente. Dice el hombre hoy: he encontrado la verdad y tiene
que comprobar mañana que la verdad está lejos de él.
Se ven, además, tantos casos extraños en la vida diaria
a hombres de bien que cometen acciones indebidas que ellos mismos creían
haber borrado para siempre de su conducta moral; cada día se ven
hombres que habían elegido el sendero de la virtud y el adelanto
espiritual darse vuelta y ser transformados en estatuas de sal.
Ante tantos hechos así el alma se pregunta ansiosa: ¿qué
será de mí, mañana? ¿Llegaré al final
de la Obra? Sólo el Sacrificio puede dilucidar el mañana
porque aquel que ha puesto su trabajo en manos de los Maestros no puede
caer nunca, porque está escrito en el Templo: “Aquel que
trabaja para sí tiene ya su recompensa y nada puede reclamar mañana;
pero aquel que trabaja para la Gran Obra tiene su recompensa depositada
en las manos de los Maestros”.
Pero, cuanto más fuerte sea el desasimiento del ser de su amor
propio, cuanto más se sacrifique renunciando al fruto de la satisfacción
personal, menos incierto se le aparecerá el porvenir.
Enseñanza
7: Los Lazos de Sangre
Los Sacrificios
descriptos hasta aquí son interiores y del alma; pasan muchas veces
inadvertidos, porque suceden escondidos a los ojos de los hombres, en
lo íntimo del ser; pero hay Sacrificios que, si bien no son tan
sutiles, no son, por ser materiales, menos fuertes.
Estos Sacrificios son enemigos hechos carne que hay que combatir. La carne
es un dolor siempre vivo y son necesarios duros Sacrificios para vencerla.
Además, ha dicho el Maestro: “Los enemigos del hombre son
los de su casa”.
El alma quiere levantar vuelo y aspira a la perfección, pero todos
los afectos materiales se le ponen por delante reclamando sus derechos
y como la voz de la sangre es fuerte como la misma muerte, únicamente
un ser dispuesto a un gran Sacrificio puede pasar por la terrible prueba.
Por eso extrañan ciertas actitudes de los grandes seres. Mary Baker
Eddy vivió siempre lejos de su hijo sin acordarse de él
y cuando lo vio hecho hombre lo miró y como no observó en
él el signo de la fe de un posible adepto de sus creencias, le
dijo: “Vete; no te conozco”.
Francisco de Asís no tuvo vergüenza en desnudarse y tirar
a los pies de su padre sus prendas de vestir para exclamar, con los ojos
vueltos al cielo: “Ahora estoy libre; únicamente podré
decir Padre Nuestro que estás en los cielos”. ¿Y quién
no recuerda la fría mirada echada por el Buda a los cuerpos dormidos
de su esposa e hijo, antes de dejarlos para siempre?
Juana de Chantal siente, en la hora de abandonar su hogar, que su corazón
de madre se le destroza; sin embargo, cuando su hijo atravesó el
cuerpo para impedirle el paso, no tembló al cruzar sobre él
y seguir su sendero de perfección.
Todos aquellos, entonces, que quieren encontrar la alianza del espíritu,
tienen que luchar contra la alianza de la carne y es de estos grandes
Sacrificios que sale el alma templada y el poder decir: "He vencido
a la carne y me he revestido con un traje espiritual".
Enseñanza
8: El qué Dirán
Por más
que se haga, por más que se procure armonizar la vida del mundo
con la vida del espíritu, el hombre espiritual no puede huir nunca
de la murmuración y de la censura.
¿Cómo puede no verse la lámpara puesta sobre la cumbre
del monte? ¿Cómo puede ocultarse el hombre espiritual al
tomar su sendero? Sobresale del montón de los hombres y aquél
que es objeto de muchas miradas tiene que soportar las adulaciones y tolerar
las censuras. Además, como cada alma tiene su tendencia particular,
aún entre sus compañeros espirituales se encuentran, a veces,
involuntarios enemigos que hacen padecer inmensamente. Un dicho antiguo
afirma que los buenos hacen sufrir a los buenos.
Es dura prueba para un alma noble y sensible verse siempre contrariada
e incomprendida. No es el padecer ni el sufrimiento ni el trabajo lo que
agobia a las almas escogidas, sino la incomprensión de los hombres.
¿Cuál fue el hombre que fuera reconocido en su tiempo? La
Humanidad exalta a los hombres grandes y buenos después de muertos,
pero en vida los martiriza.
Este Sacrificio de sobreponerse a la incomprensión de los mismos
compañeros espirituales, de saber que los actos más nobles
y rectos son, a veces, injustamente apreciados, es una forma de construcción
tal que hace echar los cimientos de un triunfo espiritual.
Enseñanza
9: Las Circunstancias Materiales
Por mucho
que se eleve el alma sobre las cosas humanas no puede, sin embargo, desatarse
por completo de ellas y muchas veces la lucha por la vida, por el sostenimiento
diario, parece entorpecer el adelanto. Pero no es así.
La felicidad fue el punto inicial de la Creación Cósmica
y el dolor será el punto final del gran drama del Universo. Pero,
por la conjunción de estas dos fuerzas, se mantiene la vida.
La lucha diaria, el llamado de las necesidades del cuerpo es el punto
doloroso que, unido a la felicidad interior del conocimiento espiritual,
mantiene el equilibrio indispensable para el logro de la perfección.
Muchos dicen: “La ciudad me hace mal; si viviera lejos del ruido
podría ser mejor”. Otros se lamentan de su empleo; les parece
que es un obstáculo y una ocupación completamente contraria
a sus aspiraciones internas. Pero nada es despreciable en las ocupaciones
diarias que le han sido dadas al hombre.
Huyendo de las obligaciones materiales el hombre encontrará siempre
a su enemigo; pero sacrificándose y procurando cada vez hacer mejor
lo que no le agrada, transmutará estas cosas feas en actos bellos,
agradables y provechosos.
Enseñanza
10: La Compasión
Cuanto más
se adelanta y más se amplifica la conciencia individual, tanto
menos groseras son las sensibilidades, aunque más sutiles y más
amplias.
Personalmente se comprende el porqué de los padecimientos y sufrimientos
de la Humanidad; pero el dolor colectivo llega intensamente hasta la Rueda
del Corazón, llenándola del rosado color de la compasión.
Todos los dolores de la Humanidad se cargan sobre el alma que, angustiada,
pregunta: ¿Por qué sufren tanto los hombres? ¿Por
qué son tan ciegos los seres y se lastiman continuamente entre
sí? Esta tierna compasión es lo que hace sufrir continuamente.
Sabe el alma que nada puede hacer para aliviar el mal del mundo en lo
externo; sabe que, por buenas que sean todas las instituciones de beneficencia,
todos los asilos, todos los hospitales, muy relativo alivio pueden traer
a los sufrimientos humanos.
Sabe también que el sentimentalismo de compasión que experimentan
muchos hombres cuando ven un dolor, olvidándolo enseguida, no sólo
es vano sino perjudicial, porque es un inútil desgaste de energías.
Pero sabe también que únicamente participando en lo íntimo
de ese dolor puede repararlo en algo.
Dice un libro budista que cuando el corazón del Buda se abre y
mira al mundo se calman los dolores, se alivian las penas, se deja de
llorar y brilla por un instante la felicidad en el mundo. Así,
todas las veces que un alma, en su fuero íntimo siente en conjunto
todo el mal de la Humanidad ha echado un cimiento para una raza futura
dichosa.
Verdaderos redentores de la Humanidad son los hombres que sienten la esencia
del dolor y se sacrifican por este dolor interno, no sólo para
ellos, sino para todos en general y logran, con este sacrificio, una de
las partes más profundas de la vida espiritual.
Enseñanza
11: La Sabiduría
Si el noveno
misterio del Sacrificio, en su grado más sublime, transforma a
un hombre en un Maestro de Compasión, el décimo misterio
hace de él un Maestro de Sabiduría.
El dolor, para que tenga un valor eficiente, colectivamente sólo
se puede “sentir” e individualmente sólo se puede “comprender”.
Si la Humanidad ha de ser auxiliada por aquel dulce tormento de una espera
inefable, de un deseo continuo de que todos advengan, que todos sean libertados
de las cadenas del dolor, el caso de cada ser humano, el porqué
de su sufrimiento únicamente puede ser comprendido por el estudiante
espiritual.
Aquél que sabe, aquél que sintió en sí todos
los dolores de los seres, aquél que no es afectado por ningún
dolor, es el único que puede descender entre los hombres y comprender
sus dolores. Conoce las raíces de los males, sabe por qué
son provocados y a qué fin tienden, nada le extraña ni nada
le alarma, a nadie tilda de bueno ni de malo, serenamente analiza, desmenuza
cada caso hasta dejarlo al descubierto y hallar la causa del mal y del
dolor.
El padecimiento, en manos de aquél que sabe se transforma en poder,
el poder vivo de transportarlo de un terreno impropio en uno propicio,
el poder de eliminar el dolor por el conocimiento de la causa del mal.
Todos estos seres pueden bajar hasta lo más profundo de las miserias
humanas, pues es tan grande su saber que nada les daña. Pero sacan
siempre nuevos motivos y experiencias para eliminar los males de cada
uno de los individuos. El consejo de estos seres es vívida luz.
El auxilio que prestan es de tan vital importancia que no se presenta
en el alma, sino que se insinúa en el alma.
Sólo ellos saben corregir al que no sabe, consolar al que yerra,
enseñar el buen camino al extraviado, alegrar al triste, perdonar
las injurias y sufrir, con paciencia, toda clase de adversidades.
Uno de estos maestros de sabiduría pasó un día por
un camino, y alguien que lo vio dijo: “He visto a un hombre desconocido
y me ha llenado el alma de gozo y felicidad”.
Enseñanza
12: Los Defectos Físicos
Todas las
expresiones de dolor enumeradas hasta ahora y enaltecidas por el Sacrificio
de aspecto tan sutil, sea en su manifestación interna, sea en la
externa, nada quitan a la consideración de los sufrimientos y de
los sacrificios más groseros y materiales.
¿Quién podrá negar el sacrificio continuo de aquel
ser que la Ley de Consecuencias condena desde el nacimiento a un defecto
físico? ¿Cuántos, desesperados por la terrible idea
de que nunca serán físicamente semejantes a los demás
hombres, llegaron al odio más enconado, a la más acentuada
malicia en contra de todos? Y, sin embargo, ellos no saben que las sabias
leyes Divinas nada quitan por una parte sin compensar por otra.
Recuerden los discípulos cuánto bien pueden hacer a estos
pobres desdichados; enséñenseles a soportar con noble Sacrificio
su dolor; enséñenseles también que si les falta o
es deficiente un órgano de su cuerpo, seguramente tendrán
otro que, bien cultivado, puede darles gran satisfacción y éxito
y que esto sólo lo lograrán transmutando sus inútiles
ímpetus malos en otros buenos.
Dichosa sordera de Beethoven que le hizo percibir melodías de otro
mundo, tan espirituales, que bien podría llamársele el músico
de la Sabiduría. Dichosa la parálisis de Roosevelt que desarrolló
tan potentemente sus fuerzas mentales. Dichosa la postración paralítica
de Teresa Neuman que desenvolvió tan grandemente sus poderes psíquicos.
Una monjita, ciega de nacimiento, resignada y tranquila, se había
dedicado exclusivamente a la contemplación de Dios; y Dios la recompensó
abriendo su vista astral, mostrándole visiones sublimes. Un atardecer
estaba sentada a la puerta y Santa Brígida a su lado, contemplaba
la puesta del sol; tan maravilloso era el espectáculo y tanta fue
la compasión que sintió por la pobre ciega, que rogó
profundamente para que le fuera dada la vista a efectos de que pudiera
ver al astro rey en todo el esplendor de su púrpura. La ciega obtuvo
la vista y admiró el paisaje, pero después pidió
así: “Agradezco a Dios y a ti Madre esta gracia, pero lo
que veo no es comparable a lo que estaba acostumbrada a ver; si es voluntad
de Dios prefiero estar como antes y disfrutar de la visión que
antes tenía”. Y enseguida volvieron a hacerse las tinieblas
exteriores para ella para que pudiera gozar de la luz interior.
Enseñanza
13: Las Enfermedades
El dolor
es, entonces, compañero de todos los hombres, bajo todo aspecto
y forma. Las fuerzas mentales se ven continuamente obstaculizadas y oprimidas
por las deficiencias físicas, por las enfermedades. Un médico
dijo que la Humanidad está enferma y no decía mal, ya que
no hay hombre que no padezca algún mal físico más
o menos grande. Desde la juventud se establece en el organismo esa lucha,
escondida y enconada, entre el principio de destrucción y el conjunto
de resistencias.
Cuando más parece necesaria la fuerza física para el triunfo,
un enemigo, hasta entonces ignorado, aparece en forma de enfermedad para
aplastar al hombre. Aquí juegan dos importantes factores: el temor
que es un eficiente auxiliar del principio de destrucción y el
espíritu de Sacrificio que es el auxiliar del conjunto de resistencias.
Nada hay más bello que la conformidad y el estoicismo en las enfermedades.
Aquél que toma la enfermedad, que a veces se cree incurable, como
un medio de perfeccionamiento, con verdadero espíritu de Sacrificio,
a veces logra vencerla. El gran General San Martín, cuando se vio
completamente agobiado por las hemorragias producidas por sus úlceras
estomacales, pensó que ya no valía la pena ocuparse de su
cuerpo y se dedicó de lleno a sus tareas militares, diciendo: “Quiero
terminar mi obra antes de morir; no importa mi enfermedad ni importan
los consejos de los médicos”; así se curó.
Hay casos en que la fuerza del pensamiento y el espíritu de Sacrificio,
si bien no pueden vencer a la enfermedad, por demasiado grave, la localizan
de tal modo, que forman a su alrededor una defensa que no le permiten
salir de su ciudadela. El dolor físico, a veces, no sólo
mantiene despierto al hombre, sino que actúa como un estimulante
para seguir adelante.
Preguntó un discípulo a su amigo enfermo, que sufría
dolores fuertes de lumbago, si padecía mucho; el amigo contestó:
“No mucho; este dolor me sirve de punto de concentración”.
Enseñanza
14: La Separatividad
La inefable
felicidad es la realización del estado potencial y el dolor es
la realización del estado activo.
En suma, la vida se manifiesta en todo su esplendor a través del
sufrimiento. No sólo agobia a los seres humanos con martirios morales,
con padecimientos físicos, con penas ocultas, sino que persigue
a los hombres en toda forma y manera.
El país en el cual se nace, la raza a la que se pertenece, el color
característico de la piel, todas son armas en manos del destino
para que coma el hombre su pan amasado con lágrimas y cuando estos
espasmos dolorosos del mundo se vuelven intolerables, reacciona el dolor
con el dolor, el martirio con el martirio, la sangre con la sangre; se
producen revoluciones, guerras, disensiones políticas, luchas raciales
derramando a manos llenas el sufrimiento sobre la Tierra.
Cuántos Sacrificios heroicos ha registrado el dolor de la separatividad
humana; pero el Sacrificio verdadero que redime y levanta, no es aquél
del hombre que va a la muerte abanderado, sino el de aquél que
sacrifica su forma exterior para parecerse a todos los hombres, para hacer
de todas las comunidades humanas una sola sociedad. Vanamente se clamará
por la paz universal; inútilmente se querrá implantar la
fraternidad entre los seres todos, si cada uno no quiere sacrificarse
en su fuero interno.
Se dice que todos los hombres son iguales, pero cada ser mantiene dentro
de sí su separatividad. El rico se cree más que el pobre,
el de raza blanca se siente superior al hombre de color, la diversidad
está dentro del ser, está en su concepto personal. Únicamente
sacrificando este principio propio se puede llevar la paz al mundo.
Enseñanza
15: Las Taras Morales
El peso
más grande, la carga más pesada que soporta la Humanidad
son las taras morales de los individuos. Espanta ver en un niño
el feroz instinto criminal que mañana lo llevará al delito
y a la destrucción de sus semejantes. Hay una infinidad de hombres
que nacen con uno de estos estigmas que únicamente la muerte puede
extirparles: vampiros, degenerados, criminales, seres capaces, por su
instinto, de inauditos males.
Aún en cerebros esclarecidos existen a veces estos pequeños
centros del mal que los incita continuamente a determinadas acciones repudiables.
Rousseau, que tuvo el valor de confesar su mal interno, es testimonio
de esto.
Pero una pregunta surge en la mente: ¿Qué Sacrificio cabe
aquí, sea para ellos, sea para los demás hombres, si estos
pobres seres no pueden corregirse, ni los otros pueden ayudarles? Si,
cabe el Sacrificio. Cabe en ellos con el esfuerzo continuo que, aún
fracasando, abre una puerta para un próximo o lejano devenir de
redención. Y cabe en los otros seres bajo la forma de tolerancia
hacia ellos.
Pero quienes más tienen que vencer esa instintiva repugnancia que
estos seres inspiran y procurar tolerar los males de ellos, son los seres
espirituales, pues ellos saben el porqué de todas las cosas y las
leyes inexorables que las rigen.
Nunca caerá en el vacío una buena palabra ni un buen consejo
porque todo fructifica a su tiempo, porque estos pobres seres, esclavos
hoy, podrían ser lumbreras en la próxima vida.
Enseñanza
16: La Muerte
Se ha llegado
al último misterio, al más solemne dolor, al Sacrificio
que nadie puede eludir. Porque, ¿quién puede vencer a la
vejez y a la muerte?
Es siempre causa de pesar para el pobre ser humano ver cómo se
le escapan los años de entre las manos; ver cómo, rápidamente,
huye el tiempo y, por mucho que se apure, por mucho que se afane, muy
pocas de las ilusiones forjadas en la juventud pueden ser cumplidas; o,
a lo más, cuando empiezan a gozar del fruto de su obra, ya flaquea
la memoria se debilitan los sentidos y los achaques de la vejez le impiden
el deleite mental de la victoria. Cuando ni aún ha empezado la
vida ya hay que darse cuenta de que la vejez golpea a la puerta.
A veces, los años de la decadencia física son años
de largo martirio para los hombres que pierden sus fuerzas, para las mujeres
que pierden su belleza. No todas tienen el valor de Friné, la bella
griega, que prefirió arrojarse a la hoguera antes de ver decaer
su belleza física. Los más esperan y esperan, envejecen
y mueren lentamente y la muerte, cuando viene, aún en la mayor
ancianidad, nunca es bien recibida.
La muerte rodea por doquier. Sin embargo, el individuo vive como si nunca
debiera morir, como si él fuera el único digno de escapar
a la última ley. A muchos la sola idea de la muerte les causa terror;
no quieren que se hable de ella en su presencia y huyen de toda conversación
fúnebre.
Pero, qué hermoso es el Sacrificio de morir voluntariamente, morir
de antemano, para vencer la parte dolorosa de la muerte que es el temor.
Para aquél que ha aprendido a mirar desde temprana edad a la última
enemiga frente a frente, poco a poco pierde para él sus velos misteriosos,
y por el Sacrificio de pensar en ella logra poseerla de antemano.
Se dice que los frailes trapenses todos los días levantan una palada
de tierra, preparándose paulatinamente su tumba. Bueno es sacar
todos los días de la mente una palada de esa tierra moral que los
resabios del temor y de la oscuridad ignorante han depositado sobre ella,
para dejar libre el concepto de la muerte tal como es: el de un sueño
tranquilo logrado por el Sacrificio continuo del conocimiento.
ÍNDICE:
Enseñanza 1: Los Misterios del Sacrificio
Enseñanza 2: El Tedio
Enseñanza 3: La Lucha por la Vida
Enseñanza 4: Los Continuos Cambios
Enseñanza 5: El Pasado
Enseñanza 6: La Incertidumbre del Mañana
Enseñanza 7: Los Lazos de Sangre
Enseñanza 8: El qué Dirán
Enseñanza 9: Las Circunstancias Materiales
Enseñanza 10: La Compasión
Enseñanza 11: La Sabiduría
Enseñanza 12: Los Defectos Físicos
Enseñanza 13: Las Enfermedades
Enseñanza 14: La Separatividad
Enseñanza 15: Las Taras Morales
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