ÍNDICE:
Enseñanza 1: La Revelación
Enseñanza 2: Las Definiciones
Enseñanza 3: El Método
Enseñanza 4: El Dogma
Enseñanza 5: Los Misterios Divinos
Enseñanza 6: Lo Inmanifestado
Enseñanza 7: La Divinidad Manifestada
Enseñanza 8: Las Pruebas Racionales de la Existencia de Dios
Enseñanza 9: La Divinidad Creadora
Enseñanza 10: La Trinidad
Enseñanza 11: Ley de Contrariedad Analógica
Enseñanza 12: La Divina Encarnación
Enseñanza 13: La Sagrada Revelación de la Idea Madre de los Arios
Enseñanza 14: La Tradición Iniciática
Enseñanza 15: La Sustancia Primordial y los Siete Rayos
Enseñanza 16: El Ired de Hes Enseñanza 1: La Revelación
Por Revelación se entiende las Escrituras Ortodoxas de las grandes tradiciones fundamentales.
Las grandes tradiciones fundamentales son aquéllas que transmiten las Enseñanzas de las Razas Raíces.
Para que la Enseñanza sea Escritura Ortodoxa, tiene que basarse sobre la antigüedad y la afirmación.
Las Escrituras Ortodoxas registran las Grandes Enseñanzas y las transmiten a la posteridad. Toda enseñanza ulterior es heterodoxa.
El origen de la Revelación es verdaderamente divino, no humano, ya que se remonta al tiempo de la aparición de la Raza Raíz.
Es temerario pretender conocer en qué tiempo fueron dictadas estas Enseñanzas; los estudiosos que discurren sobre ellas pueden dar muestras de gran erudición, pero no basadas en el fundamento de la verdadera sabiduría.
Tampoco puede decirse quién fue el autor o canal que transmitió estas Enseñanzas, pues perteneció a un ciclo anterior al actual, en que los seres eran distintos, no sólo ética y fisiológicamente, sino también energéticamente.
Si se considera la Revelación desde este punto de vista, la cronología tiene muy poca importancia. Además, ella, para ser tal, debe tener dos etapas fundamentales: la oral y la escrita.
Los Iniciados Solares recibieron la Idea Madre directamente de
Dios y la transmitieron oralmente.
Otros Iniciados, en tiempos posteriores, la afirmaron y le dieron forma escrita.
La Revelación es perpetua.
Es perpetuo todo lo que tiene un valor real durante un ciclo completo de desarrollo de la Humanidad, o Raza Raíz. Es perpetuo, porque la Enseñanza está constituida por la Idea Madre, alrededor de la cual se desarrolla toda la Raza.
La Revelación es infalible.
Es infalible porque la eminencia de Dios, dentro de la Gran Ley de Predestinación Universal, analógicamente establece una Ley de Predestinación Racial Cíclica.
La Revelación es el único exponente de la Doctrina, porque conociendo Dios el campo magnético cíclico racial, dentro del cual el hombre podrá desenvolverse, le indica los diversos medios para completar su Ley de Posibilidad.
Las Escrituras Ortodoxas son Divinas, sagradas, no humanas, perpetuas, infalibles y únicos exponentes de la Doctrina.
Ellas son el conocimiento por excelencia de las grandes tradiciones fundamentales y, al mismo tiempo, son el origen de todas las ramas derivadas.
Ejemplo luminoso de las Escrituras Ortodoxas son los Vedas.
El Concilio Tridentino, que reconoció como tales las Enseñanzas Ortodoxas contenidas en la Biblia, dice muy claramente:
“Unus Deus sit auctor, nec non traditione ipsas, tum ad fidem, tum ad mores pertinentes, tanquam vel oretemus a Christo, vel a Spiritu Sancto dictatas, et continua successiones in Ecclesia catholica conservatas”.
“Sólo Dios es el autor, y también las tradiciones mismas, ora según la fe, ora según las costumbres pertinentes, así como creemos que fueron dictadas por Cristo o por el Espíritu Santo, o por la sucesión continua de la Iglesia Católica”.
Enseñanza 2: Las Definiciones
Las definiciones fundamentales de la Teología son: que la Teología es la Única Verdad; que la Teología es un Saber Divino enseñado directamente por Dios y que la Teología tiene por objeto descubrir al Hombre el Saber Divino y su relación con Dios.
La Teología es la Única Verdad porque es el total de todas las Filosofías, el conjunto de todas las ciencias, la Luz Infusa transmitida a la intuición del hombre para que éste penetre en los misterios de la Existencia Divina.
La Teología es el Total de la Filosofía, porque toda idea racional correctamente hilada, ha de llevar a una afirmación única e invariable. Es el conjunto de todas las ciencias, porque todo conocimiento emana de una Ley Fundamental absolutamente única, absolutamente simple y absolutamente divina. Es Luz Infusa porque el hombre, por sí solo, humanamente, nunca podría coordinar todas sus ideas en una idea única, simple y divina.
La Teología es una saber completo, humano y divino, transmitido directamente por Dios, a través de la Ley de Posibilidad, a la intuición del hombre, para que él lo aplique, a su vez, racionalmente, al conocimiento de Dios como principio activo del Universo Cognoscible, considerado en su Existencia Interior y Divina, simple y única, según lo que Es, pero nunca en su aspecto Indiferenciado e Incognoscible. Como Dios sólo es la Existencia de Sí mismo, sólo Él puede ser Maestro de Teología.
La Teología tiene por objeto descubrirle al hombre este Saber Divino, no en una forma accidental y velada, sino en una forma consecutiva y real, para que el hombre se santifique, dignifique y alcance por el Éxtasis la plenitud de la Visión Divina.
El estudiante por el discurso razonado, coordinado, ilativo, a las luces infusas del Saber Divino conoce paulatinamente a la Teología.
El estudiante demuestra su conocimiento de la Teología a través de una personalidad original y propia, de un conocimiento sabia y claramente expresado y por afirmaciones geniales.
Sobre lo Indiferenciado el Teólogo no puede discurrir.
Lo más correcto en Teología es seguir el ejemplo de los Grandes Iniciados que siempre se negaron a disputar sobre la Existencia Indiferenciada.
Enseñanza 3: El Método
El estudiante de Teología ha de valerse del conocimiento de las diversas filosofías. Discurriendo sobre ellas, recordando, razonando, discrepando e hilando las tesis, se predispone a conocer la Verdad, o Teología.
Mientras el estudiante cumple este trabajo, se vale de todos los medios mentales que han sido puestos a su alcance para acercarse al fin propuesto.
El es Viator: Viandante.
Aquél que persevera en el estudio de las filosofías y práctica las ciencias de ellas emanadas e investiga los fenómenos naturales por ellas enseñados, recibe, por la pureza de vida, por aplicación constante y la oración continuada, la Luz Infusa que aclara su intuición sobre las Verdades Eternas reveladas.
Recibe la Luz Infusa del Saber Divino o Teología y, mediante el discurso y los conceptos aprendidos de la Filosofía, puede conocer humanamente el significado de los distintos puntos revelados.
El es Peregrinus: Peregrino.
Pero el estudiante adelantado conoce estos puntos fundamentales de la Teología por éxtasis o Divina Unión.
El estudiante, durante este estado, comprende también las Verdades Divinas no reveladas, pero sólo indirectamente y en estado potencial; es decir, si uno alcanza a comprender una Verdad Divina, conoce también potencialmente a todas las demás verdades, si bien no las puede expresar ni trasladar a su campo mental.
El es IHES.
Los estudiantes, todos, pueden llegar al estado de Peregrino, pero muy pocos al estado de IHES, que es casi exclusivamente patrimonio de los Iniciados o discípulos de Iniciados.
El conocimiento de Teología sobre el estudio racional de los diversos puntos de la Revelación y comprendido por la intuición, por la Luz Infusa, es Theologia ad. Es un saber resultante de un conocimiento adquirido, unido a la experiencia propia y expresado de un determinado modo, con claridad.
El conocimiento de Teología que se adquiere por éxtasis, es Theologia sine quod, que quiere decir conocimiento adquirido mirando a Dios, frente a frente, íntimamente.
Enseñanza 4: El Dogma
El Dogma es una Verdad deducida o Misterio, porque el hombre, en general, no puede llegar a comprender la Verdad, del mismo modo que la comprenden los Grandes Iniciados y sus discípulos: Clare Visa in Deo.
Los Grandes Iniciados establecen el Dogma mediante el Magisterio de la Teología.
El Dogma, objetivamente, es una frase oscura, invariable y determinada que sintetiza una Verdad revelada.
La Doctrina del Dogma explica y afirma la Verdad revelada y dogmatizada. Es un punto de partida indiscutible que, aclarado por la Luz Infusa de la comprensión y el discurso ilativo del razonamiento, deduce otras verdades secundarias que están potencialmente encerradas en el sentido del Dogma.
El Dogma es una verdad revelada, fijada en un sentido conceptual; pero esta verdad puede ser aclarada, deducida y ampliada. Aún más, de ella pueden surgir otras verdades, reveladas potencialmente o aún no reveladas hasta ahora, pero cuya revelación estaba potencialmente dispuesta en la Mente Divina.
Para ese fin, el Magisterio de la Teología toma una Verdad revelada y con el proceso del trabajo teológico habitual, deduce de ella otra verdad que estaba implícita o potencialmente encerrada en el Dogma mismo.
El Magisterio de la Teología, partiendo desde un punto de vista racional distinto, puede tener diversas interpretaciones e ideas discrepantes que, al ser definidas a la luz del Saber Infuso por la Asamblea de los Grandes Iniciados, aclaran otra Verdad revelada y conocida hasta ahora.
Los estudiantes de Teología colaboran con los Grandes Iniciados en el establecimiento de las definiciones secundarias del Dogma, porque sólo por Ellos se establece el Dogma en sí sobre la Tierra. Por las definiciones secundarias del Dogma se hace de una definición confusa y oscura, una definición distinta y real, mediante métodos ordenados y continuados; se hace un Dogma conceptual, un Dogma preciso.
La evolución del Dogma se efectúa paulatinamente.
El Dogma es dictado y establecido por los Grandes Iniciados.
El Dogma es enseñado y explicado por los discípulos de los Grandes Iniciados.
El Dogma es transmitido al pueblo por los Sacerdotes, con imágenes, figuras, ejemplos y frases sacramentales.
El Dogma se arraiga en el pueblo por un sentimiento establecido y cargado con el magnetismo de la fe de los fieles.
El Dogma se defiende de los ataques de los incrédulos por la fuerza del sentimiento y magnetismo interior acumulado por la ofrenda de los fieles.
Enseñanza 5: Los Misterios Divinos
La razón natural, por sí, poco puede investigar sobre los Misterios Divinos.
El hombre tiene de Dios un conocimiento nominal, pero su razón, a través del deseo constante y ardiente de investigar sobre la naturaleza de Dios, puede tener, dentro de su campo magnético mental, un conocimiento confuso. Nunca podrá la mente abarcar la totalidad del conocimiento divino y, aún cuando la mente llegue a una perfección extraordinaria, semejante a la de un ángel, tendrá un conocimiento de Dios infinitamente superior, pero no tendrá el conocimiento total.
El conocimiento de Dios llega a la mente del hombre, de una manera muy vaga, mediante el razonamiento natural, mientras es Viator.
Luego, la razón recibe del conocimiento de Dios una intuición confusa cuando es Peregrinus.
Después recibe un conocimiento de Dios beatífico o intuición clara, igual que una gota de agua, que refleja en sí la totalidad de la imagen del sol.
La especulación mental, sin embargo, trae consigo por la ilación consecutiva, una seguridad cada vez mayor del conocimiento de Dios, primero racional, luego intuitivamente confuso y después beatífico; y este conocimiento, por el don de conciencia individual, parece cada vez más total, sin serlo en realidad.
Entonces, el sabio busca definiciones para explicar su verdad y deduce de sus verdades contingentes, terceras verdades, que no son más que verdades parciales y sobre éstas construye sistemas completamente falsos, llegando a veces a conclusiones grotescas.
Los sabios de HES han preferido, ante ciertos problemas, reverenciar los Misterios de Dios y del Universo y quedar mudos, sin dar explicaciones forzadas.
Algunos definen: Dios y el Universo son una sola cosa. El Espíritu está en todo lo existente y, conjuntamente con lo existente, se desenvuelve y se perfecciona.
Obsérvese la falsedad de esta proposición. En efecto: ¿Cómo el Ser Perfectísimo puede tener necesidad de perfeccionarse a través de su Universo?
El Ser Perfectísimo que impregna todo el Universo de Sí mismo desde la Eternidad, no necesita devenir a través de un plano de evolución para ser tal.
Misterio Sagrado que la mente del hombre no puede conocer.
Otros definen: El Ser Eterno emana o crea algo que es Él mismo y semejante a Él; pero en realidad, esta emanación o creación es algo imperfecto, ya que tiene que evolucionar continuamente para llegar a la suprema perfección y, asimismo, este Universo, que será semejante a Dios, nunca será Dios.
También se observa la falsedad de esta proposición: Dios, a través de este concepto, queda así eternamente separado de su Universo y existirían así eternamente dos principios, uno más perfecto y uno menos perfecto.
¿Por qué Dios emana o crea el Universo?
Misterio sagrado que la mente del hombre no puede comprender.
Otros más definen: El Eterno nunca deviene en realidad, sino únicamente se diferencia, y esa diferenciación es ilusoria. Pero si hay un Absoluto y una diferenciación, ¿en qué momento ocurre esta diferenciación? Además, al establecerse un punto en donde lo Indiferenciado se hace diferenciado, también se establecen dos principios.
Se observa nuevamente una falsedad. Si el Absoluto llega a una determinación diferencial, enseguida se establecen dos aspectos de El mismo: uno absoluto real y otro absoluto ilusorio.
¿Cuándo, por qué y cómo lo Inmanifestado se diferencia?
Misterio sagrado que la mente del hombre no puede conocer.
Sobre estas diversas proposiciones el hombre puede ampliar su conocimiento intuitivo, pero no puede poseer, ni ideológica ni espiritualmente, toda la verdad.
Dos sabios discutían sobre un asunto teológico y mientras uno hablaba con mucha propiedad y claridad de concepto, el otro callaba sin afirmar ni negar. Ambos llegaron a la conclusión que el trabajo teológico requiere muchas explicaciones, definiciones, palabras claras y conceptos asentados; pero que las grandes situaciones y los grandes misterios se resuelven con un gran silencio.
Enseñanza 6: Lo Inmanifestado
Lo Inmanifestado no admite ni definición ni negación; porque negándolo o afirmándolo, se establecería un principio diferencial, aún en su aspecto Absoluto, cosa que no puede ser.
El ser más puro y angelical puede atreverse a considerar la unidad indisoluble de la Manifestación Divina; y aún la totalidad indestructible del Espíritu Universal y aún el Principio Fundamental del Universo, pero no lo Inmanifestado.
Sin embargo, lo Inmanifestado y la Manifestación no son dos Espíritus. Aquél que es, nunca deja de ser lo que No Es. Además, para lo Inmanifestado, decir No Ser y Ser, no tiene sentido.
Lo Inmanifestado, entonces, no admite discurso, ni sentido, ni principio, ni fin, ni vacío, ni plenitud, ni nada. Todas las causas de la diferenciación y los atributos de la Manifestación desaparecen instantáneamente al nombrarse la palabra Inmanifestado.
Si se quiere demostrar el valor de la Manifestación Divina, asentando tal afirmación sobre la palabra inmanifestado, esto tampoco puede ser; lo Inmanifestado se demuestra con la Manifestación y esto es una prueba, en Sí misma, de lo Inmanifestado.
¿Cómo puede lo Inmanifestado comprender en Sí a la Manifestación?
Para lo Inmanifestado, la negación misma no tiene sentido; ni tiene sentido la materia, ni la energía, ni la mente. Tampoco el Espíritu es distinguible ni indistinguible dentro de lo Inmanifestado.
Parece lógico que haya una división neta entre lo Inmanifestado y la Manifestación. Sin embargo no hay tal.
Esto es un misterio sagrado e inexplicable; sería la peor herejía querer demostrar el porqué y cuándo se establece la diferenciación, realmente.
Ningún Gran Ser se ha atrevido a querer mencionar o discurrir sobre lo Inmanifestado.
La misma palabra Inmanifestado no es más que una figura y no tiene sentido alguno ni semejanza con la verdad.
El estudiante de Teología ha de cubrirse aquí con su blanco velo y recordar que tendría que morir aquél que oyera nombrar a Dios por su verdadero nombre; él ha se sentir un respeto profundo, silencioso y abrumador ante estas suposiciones figuradas de algo imposible de comprender totalmente.
El estudiante ha de acostumbrarse a disuadir a los principiantes a investigar sobre estos problemas que Dios revela a quien quiere y como quiere.
Enseñanza 7: La Divinidad Manifestada
La Manifestación Divina es el Principio Absoluto del Universo. Es llamado comúnmente Dios o HES.
Dios es su propia esencia y existencia y Él sólo se conoce a Sí mismo.
Ego sum quia sum. “Yo soy el que soy”.
Dios es la raíz única y absoluta de toda la creación universal.
Si Dios es infinito, incognoscible, inmóvil, incausado, ¿cómo puede originar lo finito, lo relativo, lo cognoscible, lo múltiple y la causalidad? Podría decirse que Dios, aún en su Universo, nunca deja de ser lo que es, y que la creación toda es ilusión; pero si la creación es ilusión, también la ilusión es algo distinto del principio que la originó.
Si Dios es un inmenso conjunto, indisoluble en esencia y potencia en su Universo, entonces todo es Dios. Resultaría entonces que Él mismo debería ser algo estático, no cambiante, y el devenir no tendría explicación posible.
Si Dios hubiera emanado, creado algo de Él mismo, semejante a Él, pero que nunca podría volver a ser Él mismo por toda la Eternidad, tampoco nunca podría ser Él el principio único y absoluto, porque siempre existiría algo fuera de Él, semejante a Él, pero que no es Él mismo.
Se explica: La Manifestación o Dios, es de la misma esencia y existencia de lo Eterno, pero no es Él mismo, aparentemente.
El Eterno Ser se ofrece a Sí mismo de tal modo, que parece otro, que parece doble; pero esto sólo es aparente. Mientras dura esta apariencia de dualidad o diferenciación, Dios en su esencia y existencia, y su Universo está todo impregnado de su esencia y existencia, pero no es la esencia y existencia, por Sí. Para explicar esta teoría es necesario aplicar el principio absoluto del Universo con su creación universal, la ley de Contrariedad Analógica.
¿Qué es la ley de Contrariedad Analógica?
Siempre lo activo de una parte mayor es lo potencial de una parte menor. Siempre que un valor se desplace de su centro, va adquiriendo un valor positivo para el lugar o campo magnético dentro del cual se asienta y pierde dicho valor con respecto al punto central desde donde se desplaza.
Por la ley de Contrariedad Analógica, lo Eterno, al manifestarse a Sí mismo, y mientras dura tal movimiento, aparece finito y condicionado; pero, enseguida que cesa ese movimiento, Él es siempre lo que nunca ha dejado de ser; como el hombre encerrado en una habitación, que desconoce lo que ocurre fuera de la misma.
La Unidad Absoluta del Espíritu está presente, íntegramente, en todas las formas de la existencia, pero no en las formas de existencia después que éstas han dejado de ser tales, ya que ellas mismas se han restituido al Depósito Cósmico.
Lo Infinito es sólo aparentemente finito en el Universo, por ley de Contrariedad Analógica; así como una pelota lanzada al espacio, al chocar contra un obstáculo vuelve sobre su trayectoria, pero en sentido contrario.
Quedan así asentados los siguientes conceptos:
Dios es el Principio Absoluto y subsiste en todo el Universo creado.
La Creación no es Él, sino está toda impregnada de Él, y no es Él, sino por ley de Contrariedad Analógica.
Enseñanza 8: Las Pruebas Racionales de la Existencia de Dios
Es necesario creer en un Dios personal, Contrariedad Analógica de lo Impersonal.
Desde luego, no se puede probar a priori la existencia de Dios, pues sólo se tiene de Dios un conocimiento nominal.
Como Dios existe por Sí mismo, nunca podría el hombre, como se ha observado ya, conocer su existencia esencial; sólo puede tener una intuición, confusa o clara, de la misma.
También puede conocer a Dios por su existencia de hecho.
Desde la antigüedad, varias escuelas de Teología han dado, como prueba racional de la existencia de Dios, cinco proposiciones muy claras.
La primera es: DIOS ES EL MOTOR UNIVERSAL.
Si el movimiento no tiene en sí mismo razón de ser, exige un primer motor. Todo movimiento requiere potencialmente un movimiento superior, y así sucesivamente. Pero, como Dios existe por sí mismo y no hay impulso que lo dirija, Él es el Motor Universal y el Primer Motor.
La segunda es: DIOS ES LA CAUSA SUPREMA.
Las causas existentes o no existentes, eficientes y subordinadas, se manifiestan en el Universo a través de un gran ritmo de causa y efecto; ha de haber, pues, una Causa Suprema, que posea en Sí, fundamentalmente, las dos leyes y capaz de comunicar a las causas subsiguientes la causalidad sucesiva.
Las tercera es: DIOS ES LA EXISTENCIA MISMA.
Si hay en el Universo seres que pueden existir y dejar de existir, ha de haber un Ser Único, necesariamente existente por Sí, y que comunique a los demás seres la existencia. Si Dios, como existencia, faltara por un solo instante, la vida toda quedaría extinguida; y si en el Universo sólo existieran seres contingentes y no un único Ser necesariamente existente, la existencia no tendría razón de ser.
La cuarta es: DIOS ES LA MISMA UNIDAD.
Todo compuesto es una parte en el conjunto simple de una unidad; quiere decir, si hay una parte compuesta, ha de haber una unidad simple.
La quinta es: DIOS ES LA MENTE CÓSMICA.
Si toda forma, energía, pensamiento, tiende hacia un fin determinado, por ley de cohesión universal ha de haber, necesariamente, una Mente Superior y organizadora, una Inteligencia Suprema hacia donde convergen todos los esfuerzos.
Algunas definiciones ayudarán a sintetizar y aclarar estas cinco proposiciones.
Dios es el mismo Ser, subsistente por Sí, y que, como Motor Primero y Universal, ha de ser Él mismo su misma actividad.
Dios o Causa Primera, para ser Causa en Sí, ha de tener conocimiento de Su Propia Existencia.
Dios, el Ser Necesariamente Existente, implica en Sí, como atributo esencial, que su Existencia no puede tener origen sino en Él mismo, que es la Existencia Misma.
El Ser Supremo y Absolutamente simple diluye en Sí, en una perfecta armonía, todos los compuestos, porque es la Misma Perfección.
Dios, o Mente Cósmica, no puede enderezar su inteligencia hacia Él como algo distinto, sino la Mente ha de ser Él mismo, porque Él es a Sí mismo, siempre actualmente conocido.
Solamente en Dios la existencia y la esencia son perfectamente idénticas; lo que hace que aparentemente sean distintas es una relación accidental y aparente, que desaparece en Dios en Sí.
Este es el principio Supremo de la distinción real entre Él mismo y el Universo.
Dios, como Esencia y Existencia fundamentalmente idénticas, es absolutamente simple, y su distinción real con el Universo es que el Universo es compuesto.
Dios es Aquél que Es, y lo que está fuera de Él es Él, sólo porque tiene su Existencia; pero sólo Dios es la existencia de Sí mismo y sólo en Él la Esencia y la Existencia son Una.
Dios es Acto Puro en Sí, mejor dicho, potencialidad y actividad a un mismo tiempo; pero en el Universo es acto y potencia, mejor dicho, potencialidad y actividad, sucesivamente.
Enseñanza 9: La Divinidad Creadora
Los Maestros de Teología han dividido el concepto de la Creación en dos grandes teorías, pues unos enseñan que el Universo Creado coexiste con Dios y es eterno como Dios; y otros enseñan que el Universo fue creado por Dios, no desde la Eternidad, sino in tempus, dentro del tiempo.
Dios no ha creado el Universo ab aeterno porque la Creación implica siempre, en sí, un principio y, como de lo Inmanifestado no se puede conocer nada, la existencia del Universo, ab aeterno, es imposible.
Una creación existente ab aeterno estaría en contraposición con el concepto de lo Inmanifestado que no es ni creado ni increado.
La Creación tampoco es determinada por un factor de tiempo antojadizo, porque tal concepto admitiría una irreflexión en la Creación; además sería algo distinto a Dios, desunido de Dios.
Entonces: la Creación es eterna considerada como manifestación; el Dios Incognoscible tiene, en Sí, potencialmente, todos los factores determinantes de la Creación. Ésta es eterna, entonces, potencialmente.
Pero, como expresión de Dios, no es eterna, sino está adentro de un lapso de duración: empieza y termina; como un inmenso haz de luz sale del seno de Dios y es restituido al seno de Dios.
La Creación Divina del Universo es potencialmente eterna; está dentro de Dios Incognoscible, y está activamente hecha en un tiempo determinado, por Dios Cognoscible.
Ahora, ¿Dios hizo el Universo de la Nada o Dios emanó de Sí, con su misma Substancia Divina, este Universo?
Dios no puede haber tomado de Sí Su Misma Substancia para hacer el Universo, porque su Substancia, eternamente simple, no admite compuestos, ni tampoco puede haber hecho el Universo de la Nada, pues esta Nada admitiría un estado a priori existente y completamente distinto de Dios. Las palabras ex nihilo según el concepto aristotélico expresan el inmenso vacío de Dios o su estado potencial y sólo así puede explicarse esta eterna verdad teológica revelada.
Dios hizo el Universo de Su Nada, de lo que la mente humana no puede comprender, de aquel estado incognoscible que ella no puede alcanzar, y con eso, creó un algo eternamente libre, anteriormente increado, genialmente nuevo y absolutamente único.
La Creación Divina es libre, porque está hecha con compuestos derivantes de Dios que es la Divina Simplicidad.
Es nueva, porque nunca ha preexistido.
Es única, porque únicamente Aquél, que posee en Sí el conocimiento integral de lo existente, puede expresarlo, pero al mismo tiempo no es Él mismo, no es su Emanación misma, sino algo distinto analógicamente expresado.
Para definir: Dios creó el Universo potencialmente ab aeterno, pero en el tiempo establecido por la Divina Ley. Lo creó desde el Inmenso Vacío Potencial de Sí mismo, con Su Misma Substancia Diferenciada.
Periódicamente, Dios, a través de Su Manifestación, crea el Universo; pero este Universo es siempre otro. Nunca Dios crea lo mismo, ni nunca todo lo que fue creado deja, ni ha dejado jamás de existir.
Ab aeterno erat, in tempore fecit, ex nihilo omnia fecit. “Existía desde la eternidad, lo hizo en el tiempo, y todo lo hizo de la nada”.
Enseñanza 10: La Trinidad
Dios, en su Manifestación, es un principio Absoluto, Eterno, Incognoscible. Al intentar explicar la Trinidad Divina, no se discurre sobre el cómo, ni cuándo, ni por qué se efectúa la diferenciación y lo Inmanifestado es Manifestado.
Sobre esto no hay que discurrir.
La mente humana sólo por el discurso filosófico, a la luz de la intuición revelada, quiere levantar un poco el velo de la Manifestación. El Acto Creativo de Dios es puro y real, en Sí; por eso, el modo como se efectúa es incognoscible para el hombre, que es potencia y acto. Pero, la mente humana puede llegar a vislumbrar el resultado aparente de la Creación.
Hes, la Madre Dormida, el Principio Incognoscible de Dios, se despierta: despertar involucra al acto creativo. El Principio Creador, al reconocerse a Sí mismo, establece un conocimiento Activo de Sí mismo. Ese conocimiento infinito de Sí mismo, Hes reflejada en Ahehia, lo sostiene por toda la duración de un ciclo de Creación, por infinito e increado amor; este amor es Foa, vida del Universo.
Las antiguas escuelas conocían muy bien este concepto, pero no gustaban discurrir ni enseñar demasiado sobre esto. Mas, el Cristianismo, al hacer de la Trinidad la piedra angular de su fe, al enfocar su atención especialmente sobre este aspecto de la Revelación, puso este problema en contacto y conocimiento de los estudiantes.
La lucha contra el arrianismo hizo que esclarecidas inteligencias profundizaran este punto de la Revelación, llegando a resultados sorprendentes y exactos.
El resultado ha sido un claro concepto sobre la procesión, la relación y las personas de la Divina Trinidad.
El Padre es Dios Creador. El Padre es Creador no porque las otras dos personas de la Trinidad Cristiana, el Hijo y el Espíritu Santo, no sean igualmente creadoras, sino porque es el Principio Incognoscible; y esa parte total de Sí misma, que conoce Su propia existencia, es el Hijo; por eso el Dogma católico reza que el Padre Creador engendró al Hijo, pura, divina y consubstancial expresión de la Voluntad y del Conocimiento eternos.
Sigue el Dogma diciendo que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y no es engendrado; lo que es correcto.
Dios Creador se conoció, se engendró a Sí mismo, y al conocerse, se amó: ese amor Divino e Increado es el Espíritu Santo.
El acto de la Creación y la procesión de las Divinas Personas es simultáneo e inescrutable; las Tres Divinas Personas son, al mismo tiempo, eternamente Existentes, eternamente Creadoras, eternamente Fruto y Subsistencia de la Creación.
Como este Acto Puro de Dios es simple y real, no puede ser conocido por la mente humana, porque si la mente humana lo conociera existirían dos Dioses, dos Creadores, dos conocimientos y dos amores. No puede haber, entonces, más que Tres Personas en Dios: Él, Sí mismo, la Relación entre Sí.
Las almas son individuales sólo por la Ley de Contrariedad Analógica.
Es sorprendente el resultado que ha traído a las almas místicas cristianas este conocimiento trinitario, que ha sido un gran resorte de su potencia interior. El alma, a través de estas definiciones de la Creación Cósmica y Manifestación Divina, ha visto a Dios como algo vivo, palpitante y siempre existente, continuamente en contacto con el alma del ser, por esta participación analógica del alma misma, y que más se acentúa por el conocimiento y el amor.
El alma Universal de Hes está, realmente, dentro de los seres, en el corazón del hombre. Cuando éste busca conocerla, Ella despierta una nueva vida constructiva en el ser, que le impulsa a amar, a vivir, a sentir algo que le acerca, cada vez más, a esta Divina Trinidad.
Dios mora en el alma del hombre, no sólo como un principio eterno, inmenso, inconmensurable, sino como conocimiento, vida y amor. La unión del alma con Hes se hace, así, cada vez más substancial, real y divina.
Este hombre, que ha hecho de su interior un Templo donde mora la Divina Madre, emana de sí, en su exterior, una fuerza benéfica y superior a la de los otros hombres, no porque los otros no posean potencialmente la misma fuerza, sino porque Él la despierta y activa.
Su obra, de humana, se hace divina y, en contacto con este mayor conocimiento y amor, transmite las fuerzas excelentes de esta corriente trinitaria a la Humanidad.
Enseñanza 11: Ley de Contrariedad Analógica
Dios, en Sí, es causa sin causa, Incognoscible.
Dios, como Creador, es la Divina Trinidad, no cognoscible en sus causas, pero accesible en sus efectos.
Dios Creador posee la Idea Única y en su Divina Inteligencia preexiste el conocimiento de la finalidad de la Creación Universal. Él es principio y fin, causa y efecto, y el Acto Puro de la Creación está totalmente contenido en Su Mente Cósmica.
En la Mente Divina no puede existir ninguna sombra que obscurezca la realidad de su Pensamiento Creador; así que Dios, desde un principio, establece el orden sucesivo de la Creación y su fin único.
Si Dios desde un principio tiene establecidos las alternativas y el fin del Universo, entonces el ser no estaría sujeto a su libre albedrío sino únicamente a una ley de Predestinación. Pero tal predestinación sería un acto determinado, invariable y sin compuestos analógicos y en contraste con la Divina Perfección, que se manifiesta en el Universo a través de múltiples y distintas expresiones, aparentemente contradictorias, pero que buscan la armonía en la variabilidad.
La predestinación es ley de Predestinación Consecutiva: un conjunto armónico de fuerzas compuestas, dispares entre sí, completamente duales, que sin embargo, substancialmente, emana de un ser que es Único y Simple. Esta ley no es un determinismo absoluto sino la ordenación de todo lo creado a su fin; es la ejecución progresiva y armónica del Plan Divino de evolución.
La Divina Voluntad es la ley única que predestina a los seres, pero consecutiva, ordenativa, armónica y aún libremente. Todo está dentro de esta Divina Ley que lo ordena al fin propuesto con soberana previsión.
Desde este punto de vista no hay casualidad ni hecho que ocurra porque sí, ni tampoco un libre albedrío, sino sólo una relación de causas secundarias que derivan de una causa única.
Sin embargo el ser es verdaderamente libre, divinamente libre.
La ley Arbitral de Posibilidades es tan real y existente como la Ley Primera. Pero la mente humana, tan compleja, tan limitada, tan obscurecida por conceptos varios y falsos, únicamente puede comprender tal verdad por analogía.
La ley de Contrariedad Analógica lo explica.
Si el ser es semejante a Dios, pero no es Dios mismo, tiene un campo de libertad, libre albedrío, el cual no es ilimitado, sino limitado.
Un hombre no puede, por un acto de su voluntad y de repente, hacerse ángel, estrella o piedra; pero puede, dentro del campo humano, y aún dentro del campo magnético relacionado a su idiosincrasia individual, disponer de sus elementos naturales para determinar su fin real y no ilusorio.
En este sentido el hombre, con su libre albedrío, no contraría a la Predestinación Divina, sino la secunda. Es un elemento compuesto que busca el elemento simple.
Se nota en seres de parecida evolución y semejantes entre sí, cierta disparidad de posibilidades; pero esta disparidad es indispensable y armónica, pues no hace más que afirmar que la Manifestación Divina se asienta, no sobre una única forma sino sobre múltiples formas semejantes entre sí, pero no iguales; la unidad igual sólo existe en la raíz misma de la Creación.
Por ejemplo: dos seres de la misma evolución, nacen en la misma hora, en el mismo lugar y en las mismas condiciones; sin embargo entre los dos siempre existe una fracción X que constituye la diferencia. Por ley de Creación Numérica expansiva esta diferencia, a través del tiempo, lleva a estos seres a campos diferentes de actividad.
Enseñanza 12: La Divina Encarnación
Desde que los sabios de Hes comprendieron la inmensidad y grandeza de la Creación y la maravillosa analogía entre el Macrocosmos y el Microcosmos, entre Dios y el hombre y vieron que la finalidad del hombre es acercarse a Dios, comprendieron también la necesidad de hacer que la potencia interior del alma se manifestara a lo exterior con todos sus atributos para que fuera un medio para la divinización del hombre.
El ser humano, si encierra en sí la potencia de la Creación, puede llegar a acercarse a Dios integralmente. Pero, a pesar de la imperiosa necesidad del hombre de unirse a su fin real, no puede lograrlo por el estado inarmónico de sus cualidades interiores: la vida, el amor y el saber, en lugar de ser una expresión simple del alma, se convierten en fuerzas opuestas que guerrean entre sí.
Aún los seres que llegan a la más alta y pura expresión del conocimiento interior de Dios, también constituyen una diferenciación entre ellos y sus hermanos que todavía no han logrado ese estado. El amor, el saber y la vida, que son desacordes en el hombre, son en Dios una sola y armónica expresión de Él mismo, una Divina Trinidad. El ser comprende y aún vive estos conocimientos, pero siempre de un modo abstracto.
Es necesario que la Divina Trinidad, abstracta, que mora en el alma humana, se concrete en ella. A tal fin, es preciso que esta operación se produzca plenamente en un ser extraordinario, semejante a los hombres, pero de distinta naturaleza, el cual puede servirle de modelo: una Divina Encarnación.
Todos los Textos Revelados hablan de un ser extraordinario, expresión directa de la Divinidad; de un Hombre-Dios que sea un canal por donde lleguen las fuerzas divinas a la Humanidad; que pueda constituirse como Imagen viva del hombre perfecto, en quien los hombres que buscan a Dios puedan asentar firmemente su confianza, y que les infunda la fe y certeza necesarias para que, imitándolo, puedan alcanzar la salvación y liberación.
La Divina Encarnación no pertenece al ciclo humano; su naturaleza, por ser divina, está fuera del ritmo mental humano; su naturaleza mental es divina y humana: divina, porque no pertenece al ciclo de vida del hombre y es una expresión perfecta y coparticipante, en su totalidad, de la Trinidad. Al mismo tiempo, es verdaderamente humana porque es corporalmente de la misma naturaleza del hombre.
El nacimiento de la Divina Encarnación no se efectúa por el proceso natural común ya que no puede tener mancha que lo ate a una ley de causa y efecto. Pero, al aceptar la naturaleza humana sin la mancha de la atadura vulgar de la generación, toma, a pesar de todo, sobre sí toda la carga del karma de los hombres.
El sacrificio expiatorio de la Divina Encarnación, que viene a constituirse en modelo de los hombres, está formado entonces, y sobre todo, por la Encarnación. El proceso de su vida entre los hombres y aún de su sacrificio de entregarse a la muerte como todos ellos, es sólo participante de este solemne sacrificio de la Encarnación.
La Trinidad está integralmente activa en este Ser; es Él mismo. Su actividad es la más alta expresión de vida, amor y conocimiento y estimula directa y fuertemente a las almas de los hombres para que hagan sus reservas interiores al influjo de esa fuerza activa redentora.
El Gran Iniciado que ha llegado a un altísimo grado de perfección, pero que todavía tiene una mancha que borrar, es un ejemplo, pero no la totalidad del ejemplo. La Divina Encarnación, si no se la acepta realmente como es, Divina y humana, no puede constituirse en un modelo integral de la Humanidad.
En la Teología el Misterio de la Divina Encarnación tiene primordial importancia y ha sido la fuerza de todas las religiones y filosofías de la India, en donde fue ampliamente desarrollado y comentado. Sus más grandes sabios se ocuparon ampliamente de la fuerzas de la Trimurti, de la Divina Encarnación, a raíz de las grandes luchas conceptuales sobre este tema.
Enseñanza 13: La Sagrada Revelación de la Idea Madre de los Arios
La mente imperfecta del hombre necesita una Revelación que le sea dada por una mente superior que lo afirme en la verdad revelada para conocer las leyes divinas, ya que él no tiene bastantes medios intrínsecos a su alcance para conocerla claramente.
¿Cómo se explica al insecto que vive sobre la piel del elefante que no ha habido cataclismo alguno, como seguramente se lo imagina, sino solamente que el elefante se está bañando en el río?
Las Revelaciones conocidas por las Grandes Religiones son los fragmentos de una Gran Revelación Única, dada al hombre en los albores de la Raza Aria, por un Dios-Hombre, poseedor de una mente divina, capaz de transmitir esta verdad indiscutible y fundamental.
Este postulado de una Revelación Única, anterior a toda Revelación conocida, es una verdad que el estudiante tiene que tener presente continuamente si quiere poseer la esencia de la Teología.
Esta verdad se puede probar de las siguientes formas:
El hombre intuye la verdad de la Revelación Única estando en éxtasis, ya que todos los místicos afirman la necesidad del hombre de acercarse a Dios como único logro de felicidad.
Los grandes místicos de todos los tiempos y de todas las sectas, afirman que el goce y la beatitud del alma que alcanza la unión divina los pone en condiciones de recibir la Revelación directamente, a través de un súper sentir intelectual, que les transmite la esencia y a veces aún el texto de la Revelación Única.
El hombre también puede alcanzar el conocimiento de la Revelación Única a través de las deducciones e inducciones de la razón.
Lo prueba la uniformidad fundamental de todas las religiones, de los hechos comprobados de la historia, y de la formación psicológica de los diversos pueblos y razas.
Paleontológicamente es probada la semejanza entre las creencias orientales y las de ciertos pueblos de África, con la creencia de los indios americanos que vivían separados por un inmenso continente. Esta semejanza no es sólo religiosa, sino también etimológica, ya que existe una gran similitud entre esos antiguos idiomas americanos y la de ciertos pueblos de oriente: la similitud etimológica prueba por ende la similitud del desarrollo psicológico.
Se puede probar la uniformidad arcaica de esta Revelación, aún a través del sentir del hombre, como si éste fuera una Revelación Única estampada en la naturaleza misma del hombre que le impulsa a establecer su relación y dependencia con Dios, a través de un incentivo más o menos desarrollado hacia algo bueno y moral, como una necesidad emotiva, mental y hasta física hacia algo poderoso y desconocido.
Una verdadera religión natural del hombre, Única, que afirma un único origen de Revelación Divina dada para él en los albores de la Raza y escrito en su misma naturaleza.
Cafh cree firmemente en esta Revelación Arcaica, y además, asegura que aún puede ser descubierta su afirmación categórica y escrita en alguna parte inexplorada y oculta de la Tierra. No terminará la presente Raza Raíz, sin que sea redescubierta para que todas las Revelaciones que fueron dadas durante el curso de la Raza vuelvan a encontrarse ellas mismas y puedan volver a esa gran unión de almas y de credos, que ha de ser el fin de la Gran Obra Divina sobre la Tierra.
El hombre puede deducir esta Revelación Única y desconocida a través de las Grandes Revelaciones clásicas y tradicionales; pero, si la Revelación es Única y Fundamental, ¿cómo pueden ser verdades las otras Revelaciones, ya que diversas Revelaciones contradictorias entre sí, no pueden ser todas verdaderas?
Las Revelaciones en sí no son falsas, pero son verdaderas únicamente por el fin para el cual fueron dadas; quiere decir relacionadas al tiempo, al lugar y a la necesidad relativa a ellas.
Cafh ha resumido en las palabras escritas sobre la Tumba de Hes, la Revelación Divina de los Arios.
Todas las Grandes Revelaciones Arias nos permiten deducir la Idea Madre, que fue dada por el Gran Iniciado Solar de primera Categoría. Ellas son:
Primera: La necesidad natural y espontánea del hombre de buscar a Dios con sus propios medios, sin tenerlo delante suyo o con posibilidades de verlo, sino sólo auxiliado por Él.
Segunda: La lucha entablada por el hombre entre su naturaleza humana y divina, disponiendo sólo de sus medios racionales y luchando para ganar su liberación.
Tercera: La liberación del hombre, que éste ha de realizar por sí mismo no de golpe, sino por etapas, naciendo, muriendo, reencarnando, pasando por los infiernos, purgatorios y cielos.
Cuarta: La salvación empero, no llegará al hombre por él sólo, a pesar de sus esfuerzos. La mente racional se desarrollará por el constante sufrimiento y esfuerzo en esta Raza, pero la salvación le vendrá de Dios, dándosele al hombre en la imagen de los Grandes Iniciados. Puesto el hombre a las puertas de la salvación por su mente racional, Dios sólo le abrirá las puertas para ponerle en contacto con su mente superior o divina.
Quinta: A través de estas épocas, el hombre será constantemente expuesto y sacudido por la gran ley de pares de opuestos que rige su Raza, y atado a una infinidad de relaciones, consecuencia directa de este continuo oscilar entre el bien y el mal.
Sexta: El hombre fundará toda su existencia sobre este concepto del bien y del mal valiéndose de su mente racional que no tiene más elementos de los que le proporciona su mente animal y de los destellos de su mente intuitiva.
Séptima: El hombre ario entonces, tendrá necesidad inherente de desarrollo moral, de anhelo de mejoramiento, de perfección y de dignificar sus actos.
La Revelación Única puede ser entonces afirmada como una verdad indiscutible, cuando estos postulados sobre-enunciados son de dominio publico por la transmisión hecha al mundo por las diversas Revelaciones Religiosas, substancialmente todas semejantes entre sí, si bien aparentemente contradictorias.
Si bien por ahora se ha perdido en el tiempo el origen de esta Gran Revelación Única, Ella ha quedado estampada en el ser humano, en las Razas que se han sucedido, en las leyes de todos los pueblos y en los códigos de todas las religiones.
Los Teólogos de Cafh tienen entonces una Revelación Única no conocida objetivamente, sino conocida por ellos subjetivamente que encierra la verdad revelada por Dios y dada como Idea Madre a todas las Razas Arias.
Enseñanza 14: La Tradición Iniciática
Los Iniciados Solares de la Primera Categoría son aquéllos que transmiten la Revelación de la Idea Madre de toda la Raza.
Ella fue transmitida en los albores de la Raza Aria.
La Enseñanza cita tres nombres de Iniciados Solares de Primera Categoría: el Manú, Teti y Noé; pero a falta de una absoluta seguridad histórica, es indispensable para identificar a estos Iniciados usar siempre el nombre de Manú, que quiere decir legislador divino, tomando así este nombre un carácter genérico.
Es indiscutible que los Iniciados Solares dictaron la Revelación auténtica de los Arios, pero Ésta fue transmitida íntegramente por uno solo de Ellos y repetida simultáneamente por los Otros.
Los Iniciados Solares de Segunda Categoría adaptaron la Revelación sin tergiversarla a los pueblos que debían guiar y ésta, no en forma escrita sino oral.
Fueron los Iniciados Lunares, discípulos de estos Iniciados Solares, quienes redactaron y escribieron sobre la Revelación en forma histórica y dogmática.
Es completamente falso que la Revelación fue dada obscuramente en un principio, como quieren afirmar ciertas escuelas de Teología racionalista, y que Ésta se fue aclarando y definiendo más a través de la evolución de los pueblos y por el desarrollo mental de los hombres.
La Tradición de la Revelación Iniciática de los Arios fue transmitida por los discípulos en toda su pureza; sólo muy posteriormente se fue desvirtuando y adulterando por la presión de los valores humanos en contra de los valores reales del espíritu ario primitivo.
Los Iniciados Solares de Tercera Categoría conservaron la Revelación constantemente y aún la conservan. También son los custodios, sobre la Tierra, del lugar secreto en donde está guardada la prueba gráfica de la Revelación. Esta es una de las enseñanzas y creencias más auténticas y antiguas de los Hijos de Hes de que existe una prueba, desconocida para todos los hombres de esta Divina Revelación.
Los Iniciados Solares de Cuarta Categoría tienen la misión de renovar la proclamación de la Revelación sobre la Tierra. Han de sacarla de los escombros en donde la han sepultado las falsas doctrinas humanas y la vuelven a presentar al mundo en sus formas claras, accesibles y divinas.
A veces los Grandes Iniciados Solares de Tercera Categoría o sus discípulos transmiten la Revelación, o algún aspecto derivante de esta Revelación, a algunas almas extraordinarias de un modo sobrenatural en forma de visión astral o intuitivamente por ciencia infusa.
Estas Revelaciones son dadas cuando es necesario para la Sociedad, para una Obra o para un alma que ha de desarrollar una determinada misión. Siempre es dada para enseñar lo que humanamente no se puede saber y para aclarar ciertos puntos obscuros o para avivar más la fe y amor hacia Dios.
Desde luego que para que estas Revelaciones sean auténticas han de dar un testimonio claro y visible de la verdad, y esto es o por premonición de hecho, o por aclaración de una idea anteriormente desconocida y después completamente aclarada, sin la intervención de la deducción analítica racional.
Los Teólogos racionalistas niegan el valor de la Revelación, porque afirman que Dios no necesitaba de la misma para guiar los destinos humanos cuando ya a priori había predeterminado todos los acontecimientos, y que Dios ya desde el principio de la Eternidad había preestablecido lo que debía ser hecho; pero este concepto negaría inmediatamente, al admitirlo, la existencia del libre albedrío del hombre, el cual, por una ley de predestinación consecutiva, tiene un determinado campo de conciencia dentro del cual puede determinar por sí y hacer posible su adaptación a la Raza, o su evolución hacia una Raza mejor.
Entonces la Tradición Iniciática de la Revelación es de suma utilidad a los hombres e indispensable para el cumplimiento del plan divino en la Raza Aria. Es tan indispensable, que esta Revelación Aria ha de dirigir la Idea Madre en un ser que tiene sobre sí todo un destino animal y al mismo tiempo una libre conciencia con una infinidad de posibilidades espirituales que influye hasta su mismo físico, hasta sobre su misma naturaleza.
Por la Revelación el hombre hace una rápida adaptación fisiológica a las formas de vida existentes sin estar sujeto a las lentas adaptaciones de las especies.
Esta Revelación Natural de los Arios, estará fortalecida por la Revelación Sobrenatural que pone al hombre de inmediato, al tener conciencia de sí, en contacto con la Idea Madre y las ideas fundamentales derivantes, a través del don hereditario de adaptación cerebral que le es transmitido racialmente con la llamada educación del niño y por las enseñanzas simbólicas, cosmogónicas y religiosas que van inherente con el despertar de conciencia del ser ario y le evitan el largo proceso de conocer las cosas por sí.
Todo hombre, entonces, tiene la obligación moral de conocer, amar y practicar la Revelación Divina y esta Revelación Divina que conoce a través de la Tradición ha de ser el norte de todo hombre que desee alcanzar su liberación espiritual.
Enseñanza 15: La Sustancia Primordial y los Siete Rayos
La Sustancia Primordial es perfectamente igual a lo Absoluto, Espíritu-Conciencia, pero no es el Espíritu en Sí.
Cómo se efectúa la unión eterna y real entre el Espíritu en Sí y la Sustancia Primordial es un misterio para la mente del hombre.
La parte divina y absoluta de la Sustancia primordial está totalmente identificada con ella misma y es de la misma naturaleza divina del Espíritu en Sí; pero la parte sustancial de la Sustancia Primordial es de naturaleza distinta pero emanante de la naturaleza divina de lo Eterno.
Cómo se efectúa esa transición es un misterio para la mente humana.
Esta transición da la Creación Universal.
Esta misteriosa y divina unión entre el No Ser y el Ser, esta unión entre el espíritu y la sustancia eterna es el alma del Cosmos. No se puede separar a estas dos expresiones iguales en sí, distintas por sí, pues son igualmente eternas, indivisibles, incognoscibles pero perfectamente divisibles en sus causas.
La causa primaria de la Creación Universal, no puede entonces ser probada por ninguna razón o conocimiento; mas el hombre puede racionalmente probarla a través de causas derivantes de la Causa. Tales causas son la mente, la energía y la materia.
Con otra frase se podría decir que se conoce a lo Absoluto por lo relativo.
El Espíritu en Sí, la Sustancia Primordial, y la Causa Primaria son la Divina Trinidad Creadora.
Esta Causa Primaria se desenvuelve en sí misma de sí misma como el ovillo de la lana, y sus movimientos son las causas de la Vida. Estos movimientos de la Sustancia o Gran Elemento del Éter Cósmico son los Siete Rayos.
Ellos son la corriente de la onda de vida del Cosmos y por sus transformaciones vibratorias se hacen, mantienen y deshacen todas las formas.
El cambio constante de esta onda de vida cósmica, es el movimiento creador de las formas.
La asociación constante de estas ondas vibratorias es la que mantiene a las formas. La disociación constante de estas ondas vibratorias con su rapidez destruye a las formas y las renueva.
El Gran Elemento es la vestidura de la Sustancia Primordial y el movimiento de esta vestidura, los Siete Rayos.
El Primer Rayo se manifiesta en el Cosmos sintéticamente, porque a todo el Cosmos impregna de sí mismo, sujetándolo.
Es el Círculo o límite de la Conciencia Cósmica.
El Segundo Rayo se manifiesta dimensionalmente, ideando potencialmente la Naturaleza, aún no expresada de la Vida.
El Tercer Rayo emite la vibración o movimiento Creador de la Vida, porque separa idealmente la Causa de las Causas, la Conciencia de las Conciencias.
Es el cuchillo de Dios que hiende la Sustancia Divina.
El Cuarto Rayo es la fuerza de la Voluntad Creadora, o Verbo hecho carne.
Los Iniciados Solares emanan de esta potencia de Vida Eterna.
El Quinto Rayo es la determinación subjetiva de la Voluntad Creadora. Dios antes de crear el Universo Objetivo, lo determinó Subjetivamente en su Pensamiento. Una vez que este pensamiento está lanzado tiene vida propia.
Voluntad de Voluntades.
El Sexto Rayo moviliza la inmensidad de la Vida dentro de la cual se mueven las infinitas formas individuales.
Gota de agua del Océano de Vida.
El Séptimo Rayo es el factor de todas las formas existentes. La Sustancia Primordial se expresa en él, completamente, como una Obra acabada.
La materia es su principal agente.
Enseñanza 16: El Ired de Hes
El movimiento universal se llama Ired.
Es la Ley única: como un punto cero en el inmenso espacio.
Todas las leyes dependen de él y convergen en él.
Es necesario un ejemplo: Si se sopla un globo y se llena de aire, y se vuelve a soplar con más o menos fuerza, el nuevo aire introducido hace presión sobre el aire anterior y esta presión modifica la forma del aire dentro del globo comprimiéndolo o expansionándolo.
En el cosmos, el aire sobre el aire, es el Espíritu accionando sobre la Materia.
El aire que ha expulsado del pulmón divino circunscribe el límite del Universo y este grande y primer movimiento que limita la Conciencia del Cosmos es el Ired.
Ahora el aire, sustancia del Universo, vive su propia vida y establece sus propias leyes.
El Ired se mueve en sí.
La sustancia cósmica comprime la sustancia cósmica y por este movimiento de conciencia cósmica empieza la involución.
Una vez que esto se efectúa, ¿quién puede detener a la fuerza motriz del Ired? Se mueve y se mueve vertiginosamente en todas las direcciones, formando las grandes leyes del azar: matemática divina.
La Conciencia se vuelve infinidades de conciencias. El movimiento rápido busca inmovilidad o movimiento de menor cantidad. Lo grande se abandona vertiginosamente hacia lo pequeño.
Disolución fijadora.
Es como una gran explosión universal.
El globo de aire estalla en una infinidad de partículas vivas, manteniéndose dentro de su propio círculo.
Ahora el gran movimiento único de Ired, hecho movimientos o conciencias, no puede ser considerado ya como tal, sino como voluntades hacia una voluntad única. ¿Cómo se efectúa esta transformación?
La conciencia se vuelve conciencias y el círculo empieza a dar vueltas sobre si mismo, formando una infinidad de círculos. Esta operación de moverse, de darse vueltas, establece una diferencia entre círculo y círculo: en realidad esta diferencia es la línea que da una base ideal de la transformación cuantitativa del Uno.
Esto constituye los tres movimientos fundamentales del Universo. El Ired más en sí, más de sí.
Dice la Cosmogonía que con tres grandes pasos involucionan y evolucionan los seres divinos.
Ahora este círculo de conciencia, visto a través del punto que se relaciona con las conciencias individuales, no es tal.
Si una de estas conciencias pudiera ver delante de sí, no vería círculos en el espacio, sino vería inmensas rayas que marchan derechas delante de sí, unas tras otras, dispuestas en grandes hileras, sin tocarse nunca.
Esto es lógico, pero no verdadero.
Las almas individuales son grandes rayas que nunca se juntan entre sí, hasta que no puedan verse a sí mismas, desde muy arriba.
La voluntad es voluntad y no habría progreso, quiere decir, evolución ascendente sin ella y sin su punto de vista: raya.
Estas inmensas rayas, no son nada más que la potencialidad sostenida y ejecutora del inmenso círculo que constituye el conjunto.
El movimiento Ired, que es recto en su voluntad persistente y es curvo en su conciencia moldeadora, hace su recorrido por el Universo, oscilando sobre sí mismo para atenuar los impactos de su fuerza dual.
La ley del Ired es una, pero sus leyes derivantes son completamente contradictorias entre sí.
Sus leyes de inversión cuando llegan a un zenit necesitan de leyes completamente contrarias a sí mismas para hacerse reversible y viceversa.
Lo dice también la Cosmogonía.
La involución, evolución y ordenación del Universo tiene dos grandes movimientos de adherencia y resistencia. Y estos, tienen a su vez otros siete: de progresión y de regresión, de atracción y de repulsión, circular, espiral y fijador.
ÍNDICE:
Enseñanza 1: La Revelación
Enseñanza 2: Las Definiciones
Enseñanza 3: El Método
Enseñanza 4: El Dogma
Enseñanza 5: Los Misterios Divinos
Enseñanza 6: Lo Inmanifestado
Enseñanza 7: La Divinidad Manifestada
Enseñanza 8: Las Pruebas Racionales de la Existencia de Dios
Enseñanza 9: La Divinidad Creadora
Enseñanza 10: La Trinidad
Enseñanza 11: Ley de Contrariedad Analógica
Enseñanza 12: La Divina Encarnación
Enseñanza 13: La Sagrada Revelación de la Idea Madre de los Arios
Enseñanza 14: La Tradición Iniciática
Enseñanza 15: La Sustancia Primordial y los Siete Rayos
Enseñanza 16: El Ired de Hes |